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🐺 Capítulo 6.

06. 𝐆𝐑𝐈𝐓𝐎𝐒, 𝐑𝐈𝐒𝐀𝐒 𝐘... ¿𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒?

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El pulso se aceleró al escuchar las palabras que ella había dicho, mientras tanto trataba de seguir prestando atención a lo que seguía diciendo con tanto entusiasmo, sentía como su corazón bombeaba fuertemente en su pecho y retumbaba en sus oídos como un par de bongós siendo golpeados a una velocidad y un ritmo casi imposible de lograr, a menos que fueses muy bueno utilizando aquel instrumento.

Tragó en seco mientras sentía la fría mano de Na-bi, a pesar de la agradable noche otoñal, tomar la suya sin rastro de timidez, sino que en su rostro había una sonrisa radiante y unos ojos que brillaban entusiasmados, ¿cómo rayos iba a decirle que no a ella?

Trató de persuadir a la joven nombrando cualquier otra atracción que se le cruzaba por el camino pero, ella negaba con su cabeza y seguía tirando de su mano en dirección a aquella atracción por la que moría subir: la montaña rusa.

—¿Tienes miedo, Bang Chan? —le preguntó una vez que llegaron a la fila, mientras elevaba una de sus cejas y lo miraba desafiante.

Se estaba burlando de él de una manera descarada, ¿debía apiadarse de él y retroceder?, ¡ni en sueños!

No estaba segura de cuándo podría volver a tener aquella oportunidad de burlarse de él, después de todo, Chan siempre había sido un chico cuidadoso y reservado en cuanto a sus emociones pero, extrañamente para ella, él confiaba ciegamente en su compañía y bajaba aquella barrera que había creado con el pasar de los años. Esa barrera donde él era un chico sobresaliente, un chico tímido, risueño y valiente; ahora, en cambio, no era más que un adolescente asustadizo al que le temblaba el cuerpo y se replanteaba si debía salir huyendo o quedarse por ella.

Na-bi sabía que él no estaba seguro de aquello pero su deseo por descubrir qué tan lejos era capaz de llegar Chan por ella, eran aún más grandes.

—Completamente —fue honesto, mientras volvía a tragar duro y entrecerraba los ojos al escuchar los gritos de las personas que estaban en pleno recorrido sobre la pista de hierros que no dejaban de rechinar, poniendo cada pelo de su cuerpo en punta—, pero me niego a quedar como un cobarde. Subiré a este y todos los juegos que quieras —dijo con seguridad, mientras apretaba su agarre en la mano de ella.

Na-bi comenzó a reír y Chan pensó que era el sonido más encantador y espectacular que alguna vez había escuchado en toda su corta vida. Deseó abofetearse a sí mismo por pensar de aquella manera, Na-bi le gustaba de una manera que le dio miedo, quizás y hablaría de ello con sus amigos más tarde.

Miró como ella mantenía una corta conversación con una pareja frente a ellos, la chica se notaba muy nerviosa pero en cuanto escuchó el entusiasmo de Na-bi, automáticamente se contagió y para cuando comenzaron a avanzar en la fila, Chan deseó coser sus labios para nunca volver a abrir su gran bocota.

En vez de haber aparentado completa seguridad, hubiese sido honesto con ella, las alturas le aterraban y no podía entenderlo debido a que durante gran parte de su infancia, había viajado en avión con su madre a diferentes partes del mundo. Pero claro, esta vez era diferente porque, en el avión dormía como un bebé e incluso en esos tiempos lo era, mientras que ahora estaba a punto de gritar hasta la muerte, porque sí, sentía que se iba a morir como su corazón siguiera latiendo más fuerte y sus náuseas siguieran creciendo hasta sofocarlo.

Sintió que las piernas le temblaban como gelatina cuando los hicieron pasar a ubicarse en sus asientos y allí fue cuando sintió un conflicto interno entre salir corriendo definitivamente o sentarse al lado de Na-bi antes de que otra persona usurpara su lugar.

La segunda opción, ni siquiera fue una opción en cuanto vio las intenciones de otro chico al tratar de tomar su lugar junto a ella.

“Ni lo sueñes”, pensó mientras le dirigía una mirada furtiva al joven y rápidamente tomaba asiento al lado de ella.

—Si nunca te has subido a esta atracción, ¿cómo es que ni siquiera estás nerviosa? —preguntó curioso, mientras se acomodaba en su lugar y cerraba sus ojos por un momento, tratando de calmar sus ansias.

Na-bi carcajeó—Claro que estoy nerviosa, todo mi cuerpo está temblando ahora mismo —fue honesta mientras hacía una mueca, el labio inferior le había temblado—. Tengo tanto miedo que, no lo sé, creo que no fue una buena idea subir aquí… —murmuró sintiendo la bilis subir hasta su garganta, provocando una sensación de ardor en su recorrido.

Definitivamente no había contado con que Chan le seguiría el juego y acabara por subir con ella, si tan solo él se hubiese negado, ella se habría reído un poco para seguir en su papel de chica desinteresada y orgullosa por su victoria, pero no, las cosas se le habían ido de las manos.

Chan giró rápidamente su rostro horrorizado y la miró fijamente—¿¡Qué!? —exclamó asustado, pero en cuanto quiso levantarse, las barras de seguridad de todos los asientos se bajaron y ya no podían levantarse—, ¡espere, espere! —gritó mientras sacudía sus manos en el aire tratando de llamar la atención del hombre que se encargaba de accionar los controles del juego.

El susodicho ignoró los llamados y una vez estuvo de pie frente al panel de los controles, miró hacia adelante y pudo ver los brazos de Chan moverse y sonrió—Vaya, estos jóvenes realmente son impacientes… —murmuró entre dientes.

Una leve capa de sudor se hizo presente sobre la frente de Chan y luego una gota gorda recorrió su columna vertebral hasta llegar al borde de sus pantalones.

Miró a Na-bi que estaba tan nerviosa como él, pero en cambio, esta se aferraba a las barras de seguridad como si su vida dependiera de ello, lista para afrontar lo que se aproximaba.

Y acto seguido, el hombre pulsó el botón dando inicio.

En ese preciso momento, Chan pensó en un sin fin de palabras para decirle a la chica a su lado pero se contuvo debido a que no sería apropiado y que además, sólo provocarían que ambos comenzaran una discusión y posiblemente, dejaran de verse.

Al principio avanzaron lento pero en cuanto llegaron a la punta de la primer cima, Chan sintió que se desmayaría al ver la gran altura que los separaba del suelo.

Y el juego, por fin había comenzado.

Ambos sintieron un vacío en sus estómagos cuando el carro que los llevaba comenzaba a descender a toda velocidad, los gritos agudos de los que se habían subido no tardaron en llegar y pronto, los de Chan se hicieron más agudos cuando comenzaron a dar las primeras vueltas quedando de cabeza.

Na-bi jamás creyó que se divertiría tanto, sí la estaba pasando bastante mal al principio pero ahora que comenzaba a acostumbrarse no podía dejar de gritar eufórica y reír a grandes carcajadas sintiéndose extasiada.

Alguna que otra vuelta y bajada pronunciada fueron suficientes como para que al finalizar, Chan se bajara tambaleándose como si fuese un borracho incapaz de caminar en línea recta. Na-bi lo sostuvo del brazo tratando de reprimir algunas que otras risitas sintiendo todavía la descarga eléctrica como un cosquilleo en su torrente sanguíneo, sin dudas había sido la mejor de sus experiencias.

Chan giró su rostro para observarla y descubrir aquello que tan feliz la había hecho, incluso teniendo el cabello desordenado debido a los bruscos movimientos de la atracción, ella lucía hermosa con su enorme sonrisa y sus mejillas sonrojadas, su pecho subía y bajaba rápido y trataba de recuperar el aliento.

Extendió su mano que aún temblaba levemente y apenas acariciando su mejilla, apartó un mechón de cabello que se interponía con la visión de ella. Na-bi quitó la sonrisa de su rostro con cuidado y sintió que sus orejas le ardían debido a la vergüenza que sentía, Chan estaba demasiado cerca de ella y podía jurar que sentía su cálido aliento cada vez más cerca de sus labios y cuando cerró sus ojos esperando el próximo movimiento, fueron interrumpidos.

—¡Aquí estaban! —exclamó Bo-ra, mientras llegaba junto a Ji-sung, este caminaba con sus manos metidas en sus bolsillos y la mirada gacha—, miren lo que Han ganó para mí, ¿no es lindo? —preguntó, mientras les enseñaba un gran peluche de un animal marsupial que tenía un simpático rostro—. Ah, por cierto, Na-bi, ten esto.

La mencionada extendió su mano hacia ella e identificó el objeto que tenía entre sus manos como un lindo llavero con un muñequito de un lobo muy amigable. Sonrió casi de inmediato cuando Bo-ra se lo dió y le dijo que se lo regalaba porque a ella no le gustaban los lobos ni usar llaveros.

Miró a Chan cuando Bo-ra y Ji-sung se alejaron nuevamente caminando frente a ellos y en medio del silencio, Na-bi extendió su mano hacia adelante enseñando su llavero nuevo y sonrió nuevamente.

—Estás sonriendo demasiado, me das miedo —comentó mientras fingía temor y se alejaba unos cuantos pasos.

Na-bi fue detrás de él y golpeó su brazo suavemente—Eres un tonto… —se quejó mientras escuchaba una risa suave provenir de él—... es que estaba pensando, este llavero que Bo-ra me dio, es similar a tí, ¿no lo crees?

—¿Uh?, ¿por qué lo dices? —preguntó confundido.

Ella viró los ojos y suspiró—Vamos Channie, eres más inteligente que esto —se burló y luego apuntó las comisuras de los labios del personaje en cuestión—. Ve esto, tiene unos lindos hoyuelos como los tuyos.

El mencionado arrugó su frente y miró nuevamente aquel llavero mientras se lo quitaba y le prestaba más atención, mientras tanto ella tomaba su celular y apuntaba en dirección a él.

—¿Qué creés que haces? —preguntó.

Na-bi sonrió—Quiero tomarles una foto —respondió mientras apuntaba en su dirección.

Chan se extendió tomando la mano de ella y tiró en su dirección, la abrazó por detrás mientras ella sostenía nuevamente el llavero y ponía el celular frente a ambos, capturando aquel momento. A quién iba a engañar, estaba realmente nerviosa por la cercanía que ambos mantenían, no podía creer que él tenía aquella confianza suficiente como para atreverse a abrazarla de aquella manera en público pues, las muestras de afecto que iban más allá de tomarse las manos, hacían sentir bastante inquietos a los demás ciudadanos y ni hablar si alguno de ellos era un anciano que se había quedado estancado en el avance de la historia teniendo esas ideas antiguas en mente porque, estaba segura de que sería de los primeros en acercarse para decirles que se separen o intentaría separarlos él mismo.

—Nos vemos muy bien juntos… —murmuró él, cerca del rostro de ella.

Na-bi simplemente asintió algo distraída, su mirada estaba fija en los pulposos labios del chico que aún la estaba abrazando y sin poder evitarlo, acarició su mejilla suavemente y luego se inclinó hacia adelante depositando un beso en sus labios.

Aunque intentara negarlo y posponer sus sentimientos utilizando su importante examen como excusa de por medio, ya no podía evitar los hechos porque sí, estaba más que claro que estaba enamorada de Chan y, ¿el examen?, el examen podía irse al demonio.

Él por su parte, algo anonadado, tardó un poco más en reaccionar y para cuando intentó hacerlo, ella se había separado. No estando conforme con esto, la tomó por la nuca rápidamente y la guió nuevamente hacia él y otra vez, unió sus labios en un beso lento. Por nada en el mundo quería acabar con aquel momento, no le importaba si los murmullos de las personas comenzaban a hacerse más frecuentes y fuertes a su alrededor, Chan solo quería disfrutar del dulce sabor de los labios de la chica que lo traía como loco.

—Envíame la foto… —susurró sobre sus labios, luego de apartarse sin dejar de rozar sus narices.

Na-bi asintió sin oponerse y algo lenta seleccionó las fotos que había tomado y se las envió, escuchó cómo el ringtone del celular de él anunciaba la llegada de nuevos mensajes y lo observó con paciencia mientras Chan parecía estar sumergido en aquel aparato, olvidándose por completo de su compañera.

Para cuando finalizó, extendió su brazo frente a Na-bi y le enseñó la pantalla de su celular. En ella, estaba una de las fotos que acababan de sacarse.

—Ahora, cada vez que te extrañe, simplemente tendré que desbloquear la pantalla de mi celular para ver tu rostro —sonrió.

—¡Uy, Bang Chan! —exclamó Bo-ra, mientras mordía la punta de su lengua y jugaba con sus manos detrás de su espalda, ansiosa por molestarlos—, quién iba a decir que eras todo un romántico.

—¡Bo-ra! —exclamó su amiga, mientras sentía que sus orejas ardían, indicando que estas se habían puesto rojas pero para su suerte, al llevar el cabello suelto, este mismo las cubría.

Ji-sung, quien hasta el momento nadie había notado que no estaba presente, llegó al lado de ellos trotando levemente, captando la atención de sus amigos.

—Tienen que darse prisa, logré que nos apartaran un lugar para la rueda de la fortuna —comentó un poco agitado, mientras trataba de recuperar el aliento.

Bo-ra dio pequeños saltos en su lugar sintiéndose emocionada y rápidamente tomó el brazo de su amiga comenzando a arrastrarla hacia aquella dirección por la que Ji-sung había llegado, los chicos en cambio, se miraron entre ellos y caminaron deprisa, pues dado sus piernas largas, solo bastaba que dieran pasos largos para alcanzarlas.

Una vez que llegaron a la base de la atracción, ellas no dejaban de soltar exclamaciones de emoción y sorpresa ante estar al pie de una de las atracciones más maravillosas de aquel parque, pues desde la altura podían apreciar unas vistas hermosas, ellas estaban seguras de eso.

Los cuatro jóvenes iban a compartir una de las casillas que eran de diversos colores animados, cuando estos subieron, tomaron asientos quedando Bo-ra y Ji-sung juntos frente a Chan y Na-bi.

La enorme rueda comenzó a girar progresivamente a medida que los lugares se llenaban y sin darse cuenta, habían quedado hasta arriba en la cima.

Desde allí arriba, miraron la brillante luna que parecía estar cada vez más cerca y accesible con solo estirar la mano, también miraron el cielo estrellado que difícilmente se podía apreciar en la ciudad debido a la cantidad agobiante de edificios y la contaminación lumínica que había allí.

Ji-sung, soltando un fuerte suspiro, sin importarle que a sus espaldas tenía espectadores, tomó la mano de Bo-ra y entrelazó sus dedos mientras le dirigía una bonita mirada brillante. Ella no supo si fue por el brillo color perla que emitía la luna o el ambiente relajado y algo romántico que se había creado dentro de aquella pequeña cabina, por primera vez lo observó sin titubear y simplemente atinó a cerrar sus ojos suavemente cuando él se inclinó con calma hacia ella, rozando sus labios para finalmente unirlos en un suave beso esperado.

Na-bi llevó sus manos a sus labios y luego a su rostro con sus mejillas sonrojadas, no logrando creer lo que estaba presenciando y pronto sintió una mano que la sujetaba con firmeza de sus muñecas y la obligaba a bajar sus manos. Los dedos inquietos de Chan navegaron por su cabello juntando los pequeños mechones que estaban rebeldes, colocándolos detrás de su oreja adornada con unos pequeños pendientes.
Sus caricias naufragaron vacilantes desde su cabello hacia su rostro, donde con su dedo pulgar, proporcionó unas caricias tan delicadas como una pluma que Na-bi dudó de que fuese real.

Poco a poco, Chan se inclinó hacia ella y juntó sus labios en un delicado beso, temiendo que Na-bi fuese solo otro producto de su imaginación que estaba a punto de desaparecer; pero nada, nunca, se había sentido tan real como en ese momento mágico donde el amor simplemente se había adueñado de aquel lugar.

Sentía que en su pecho su corazón latía desbocado con una inmensa alegría y curiosamente, todos los allí presentes parecían estar conectados porque iban en el mismo sentir.

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