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🐺 Capítulo 3.

03. 𝐃𝐔𝐋𝐂𝐄 𝐕𝐎𝐙.

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Chan había dejado en claro que no le molestaba dormir en el sofá, era tan amplio y mullido que de solo recostar su cabeza en el respaldo, se sentía placenteramente cómodo.

Esa noche las precipitaciones habían llegado sobre la ciudad de Seúl, donde la lluvia planeaba quedarse durante toda la noche y algunos días más.

Él miraba desde donde estaba, entre los cojines, hacia la ventana a sus pies y se sentía maravillado con el sonido de las gotas de agua chocar contra el cristal pero aún más fascinante era ver como la punta de los edificios se iluminaba con los rayos y las ventanas temblaban con los truenos.

Cuando sintió un leve pinchazo en el hombro izquierdo, se sobresaltó asustándose y moviéndose hasta el otro extremo del sofá, notó la presencia de Na-bi con un rostro iluminado gracias a los destellos del cielo pero con una mirada asustadiza.

—Uhm, esto es muy vergonzoso para mí… —murmuró, mientras miraba sus pies descalzos—... pero, ¿puedes dormir conmigo? —preguntó rápidamente—. Me dan miedo las tormentas —explicó.

Chan se sintió aturdido, le daba demasiada ternura ver a Na-bi pedirle aquello como si fuese una niña pequeña pero también comprendía que su temor se debía a aquella mala experiencia de años atrás, cuando se encontraba sola.

Asintió levemente mientras tomaba la manta que ella le había dado y la siguió por el estrecho pasillo hasta la tercera puerta al final de este y al abrir, se sintió sofocado.

¿Por qué había aceptado?, estaba seguro de que Na-bi era tan inocente y recatada que no sería capaz de insinuar nada, pero no estaba seguro de él mismo y eso lo hacía entrar en un conflicto interno.

Él no era un mal chico, pero sí era un joven hormonal a solas en el departamento y la habitación de la chica que le gustaba. Aunque no la obligaría a hacer algo que no quisiera, ni se atrevería a tan siquiera pensar en hacer algo tan íntimo con ella.

Miró detalladamente la habitación, las paredes estaban pintadas de un tono rosa bebé y el techo era blanco, en el cuál colgaba una lámpara redonda en tonos dorados y rosados. Había una cama de dos plazas en medio, y a los pies había una cajonera donde seguramente ella guardaría sus prendas.

Había también algunas decoraciones de flores celestes que contrastaba con el entorno rosado y un pequeño sillón en una esquina de la habitación.

Ella suspiró mientras se subía a la cama gateando suavemente hasta estar en el medio y colocarse debajo de las sábanas, miró a Chan y esperó pacientemente a que él se subiera pero éste no estaba muy seguro de lo que debía hacer exactamente, ¿acaso debía recostarse a su lado y abrazarla?, ¿tenía que darle la espalda?, ¿mirarla de frente?, cientos de dudas inundaron sus pensamientos.

—¡Chan! —escuchó que lo llamaba.

Parpadeó rápidamente enfocando su mirada en ella—¡Ah, sí, lo siento! —dijo torpemente, mientras extendía el cobertor sobre la cama para luego acostarse sobre el cobertor de Na-bi de color rosado para taparse con el que traía que era de color blanco marfil—. Buenas noches, Nabinie… —murmuró dándole la espalda y colocándose en posición fetal.

Na-bi lo observó incrédula, ¿acaso lo había hecho sentir incómodo con el favor que le había pedido?

Un estruendo detrás de ella seguido de un destello que iluminó la habitación, la hicieron soltar un pequeño grito agudo y rápidamente se cubrió hasta la cabeza con la manta de Chan, mientras lo abrazaba fuertemente.

—Chan… tengo mucho miedo —murmuró mientras temblaba.

Él sintió un pequeño nudo formarse en su garganta, ella había sonado tan frágil y tan pequeña que su corazón se estrechó. Apartó las manos de Na-bi mientras giraba sobre el colchón y descubrió su cabeza, encontrándose con sus grandes ojos llorosos y sus pequeños labios temblorosos.

—Uhm, no soy muy bueno pero puedo cantar una canción de cuna para tí —sugirió, mientras acariciaba suavemente su mejilla.

Ella asintió mientras se acomodaba entre sus brazos que no tardaron en estrecharla y apoyó su cabeza sobre el pecho de él, justo a la altura de su corazón, escuchando los acelerados latidos de este mismo.

La melodiosa voz de Chan comenzó a entonar una dulce canción en inglés que de inmediato, provocó que Na-bi disfrutara cerrando sus ojos y suspirando. Su voz era tan dulce y consistente, que le traía recuerdos alegres de su infancia, como cuando iba de visita a la casa de su abuela en una pequeña ciudad rural y ella corría por un campo de flores silvestres de color amarillo.

Pensó en el suave aleteo de las mariposas, el susurro del viento otoñal arrastrando hojas pequeñas, el sol cálido de la primavera y la suave caída de los copos en el invierno. Todas aquellas eran cosas que le agradaban; pronto comenzó a pensar en la dulce mirada de Chan, en sus pequeños rizos y su piel pálida, en la suavidad de sus manos y su brillante sonrisa con aquel tierno hoyuelo, esas eran sus nuevas cosas favoritas.

El sonido que le resultaba escalofriante que provenía del cielo, había quedado en segundo plano y la voz de Chan se oía como un leve susurro llenando cada esquina de la habitación, mientras sentía sus sentidos adormecidos debido a la paz que comenzaba a sentir.

—Eres un mentiroso… —murmuró levemente, a punto de dormir.

—¿De qué hablas? —inquirió mientras sentía como ella se aferraba más a él buscando su calor corporal que era agradable.

—Sí eres bueno cantando… —susurró y luego frotó uno de sus ojos—... buenas noches, Channie.

Él escuchó un último suspiro proveniente de ella y luego la observó confirmando que había quedado completamente rendida ante el sueño.

Sintió sus mejillas arder mientras sentía levemente el aire que se escapaba de entre los labios de ella hasta su cuello, tembló ante la agradable sensación y cerró sus ojos fuertemente mientras comenzaba a contar ovejas para caer rendido ante el sueño también, lo cual al principio le costó pero al sentir el aroma suave del perfume de Na-bi, finalmente se durmió.

A la mañana siguiente, el aroma a verduras salteadas lo despertó con un fuerte rugido de su estómago. Algo adormilado, se tambaleó fuera de la cama y caminó torpemente hasta la cocina, donde pudo ver la espalda de Na-bi y como ella se movía ágilmente de un extremo a otro.

Ella se giró y se asustó al verlo de pie apoyado en la barra con su cabello despeinado y sus ojos medio cerrados.

Na-bi dejó sobre la barra unos platos que contenían pequeñas tortillas de verduras, tofu con salsa de soja sazonada, arroz con frijoles rojos y negros, un poco de kimchi de rábanos y ensalada de col.

Chan sintió que la boca se le hacía agua mientras aceptaba gustoso los palillos y la cuchara que ella le ofrecía, para tomar uno de los cuencos vacíos y comenzar a devorar un poco de todo lo que había.

Ninguno dijo una sola palabra, luego de desayunar y de que Na-bi esperara pacientemente a que Chan terminara de arreglarse, ambos se fueron rápidamente hacia el colegio, donde después de un incómodo viaje en bus debido a la cantidad de estudiantes, finalmente habían llegado.

—¡Rayos, Chan, vamos a llegar tarde! —le dijo ella, mientras miraba el reloj de su muñeca con preocupación.

—No te preocupes, confía en mí —sonrió ampliamente, antes de tomar su mano y comenzar a correr.

Ella estrechó sus palmas al enredar sus dedos en un fuerte agarre y sin importar las miradas curiosas y los susurros de algunos estudiantes, atravesaron el patio y subieron corriendo algunas escaleras de caracol hasta llegar al salón  correspondiente.

Na-bi ingresó primera abrazando su bolso para tratar de ocultar lo exagerado que se movía su pecho tratando de recomponerse y tomó asiento al lado de una de sus amigas. Detrás de ella llegó Chan que se veía como si nunca hubiera corrido y luego, el profesor ingresó por la puerta con prisa, para tomar unas hojas de su maletín y dejarlas sobre los primeros asientos de cada fila, pidiéndole a los alumnos que tomaran un juego de diez hojas y luego alcanzaran hacia atrás el resto.

Durante el examen, Na-bi se sintió tranquila porque cada contenido que había era algo que ya había practicado de sobra y que no se comparaba a los ejercicios que le pedían resolver en el curso intensivo y avanzado que tomaba en el instituto de clases de apoyo.

Chan, por otro lado, con una actitud dudosa en algunos momentos, completó cada punto sin detenerse ni una sola vez, confiando en todos sus conocimientos y el refuerzo que había obtenido con la ayuda de su nueva amiga. Porque sí, para él, Na-bi era su amiga.

—¡Na-bi! —exclamó Bo-ra, luego de salir del salón y haber finalizado con el examen—, ¿cómo dices que te fue? —preguntó con una sonrisa.

La mencionada frunció los labios pretendiendo que pensaba en lo que podía responder para luego sonreír y abrazar a su amiga por el hombro—¡Fue fácil, logré completar todos los ejercicios!

Su amiga bufó—¡Aish, qué envidia siento! —se quejó—. Apenas logré terminar, creo que a partir del punto treinta en adelante, contesté absolutamente mal.

Na-bi comenzó a reír mientras negaba con su cabeza ante el semblante de derrota de su amiga—Deberías asistir a clases particulares —le recomendó—. Eres tan buena en idiomas, pero no es la única materia en la que debes esforzarte.

Bo-ra hizo una mueca y luego frunció sus labios y la observó con una mirada de cachorro—¡Nabinie, por favor, debes ayudarme! —exclamó con dramatismo fingido.

La mencionada balanceaba su cabeza de un lado a otro mientras fingía dudar si debía aceptarla como su alumna e inmediatamente, la imagen de Chan estudiando en el comedor de su casa la sobresaltó.

Hizo a un lado a su amiga ignorando sus quejas y se dirigió rápidamente al interior del salón, buscándolo con la mirada pero no logró verlo, por el contrario, ni siquiera había algún rostro conocido de su círculo social.

—¿Vieron a Chan? —preguntó a un pequeño grupo de compañeros que aún se encontraban en el interior hablando del examen.

Todos se miraron entre sí y uno le indicó que lo había escuchado decir que iría a la cafetería con Changbin. Agradeció y se marchó rápidamente en aquella dirección, avanzando entre los estudiantes con algunos empujones, lamentos y disculpas.

Llegó al comedor encontrándose con varios estudiantes haciendo una fila para obtener el almuerzo y otros tantos sentados en las mesas de grupos de ocho personas.

A lo lejos, pudo divisar las manos de Han sacudirse con entusiasmo mientras decía su nombre reiteradas veces para llamar su atención. Ella sonrió y se acercó a la mesa donde saludó a Changbin con un choque de puños y a Han con un pequeño abrazo.

Chan los observó con recelo, ¿desde cuando eran tan unidos ellos dos?, fue lo primero que dudó, para después sentir un pequeño golpe en sus costillas por parte de Changbin y continuar observando como Na-bi y Han mantenían rápidamente una alegre conversación.

—Ah, casi lo olvido —mencionó ella, mientras giraba sobre el asiento y miraba fijamente a Chan, tomándolo por sorpresa—, ¿cómo te fue con el examen? —inquirió, mientras subía sus manos sobre la mesa y entrelazaba sus dedos, mirándolo expectante.

Chan sintió un nudo en la garganta y tragó con dificultad sintiéndose nervioso, estaba seguro de que ni siquiera en las entrevistas laborales, el entrevistador lucía tan serio, profesional y amenazante como ella en esos momentos.

—¿No puedes esperar a ver los resultados cuando los publiquen? —preguntó encogiéndose entre sus hombros.

Na-bi entreabrió su boca y suspiró—Solo quiero saber si fue difícil para tí o te sentiste con más confianza esta vez —aclaró.

Changbin y Han intercambiaron miradas antes de observar a su amigo que parecía intimidado por la chica que le gustaba y como buenos amigos, se despidieron y se alejaron de allí dejándolo a su buena suerte, para que pudiese enfrentarla o al menos estar a solas con ella.

—No entiendo por qué Chan sigue haciendo eso… —comentó Han, una vez que ambos se alejaron de aquellos dos que parecían comenzar una discusión infantil.

—¿A qué te refieres? —preguntó Changbin.

Han infló sus mejillas mientras viraba sus ojos—¿No es obvio? —lo miró mientras ambos se detenían frente a las ventanas del comedor para ver a la distancia a su amigo—, Chan jamás necesitó de apoyo en alguna asignación escolar.

Changbin bufó—Deberías saberlo, también es bastante obvio.

—¿Qué cosa? —Han frunció sus cejas.

—A Chan le gusta Na-bi. Si tiene que fingir ser un tonto por completo en matemáticas, lo hará si es la única manera de poder acercarse más a ella —reveló.

Los ojos de Han se abrieron de manera exagerada mientras alternaba la mirada entre su amigo que estaba en la cafetería y la chica que estaba frente a él, no logrando creer que Chan fuese capaz de hacer algo así.

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