
🐺 Capítulo 2.
02. 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑 𝐍𝐎𝐂𝐇𝐄.
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El tumulto de jóvenes se desplazaba en diferentes direcciones en la hora del descanso, algunos estaban por los pasillos, otros permanecían en sus salones y otros estaban en el comedor, sin contar a los que estaban en el patio jugando.
Na-bi era de las que se encontraba sentada en el salón de clases, ella hablaba con algunas de sus amigas mientras comían galletas y hablaban de cosas al azar como que era lo que harían el fin de semana largo, artistas musicales y películas.
—Uy, Na-bi, llegó tu novio… —la molestó una de sus amigas.
La mencionada le cubrió la boca rápidamente—Cállate, Bo-ra —advirtió, mientras la soltaba escuchando las risas de sus amigas y como estas se iban al fondo del salón.
Frente a ella, una mano dejó una pequeña botella de leche de frutilla y se sentó frente a ella para observar fijamente sus ojos, mientras sorbía de su bebida que era del mismo tipo pero de banana.
Él se veía perfectamente arreglado, su cabello estaba bien peinado a pesar de los rulos que tenía en la punta del cabello, que se veían rebeldes y no encajaban con el resto de Chan, pero que de igual manera lo hacían ver realmente atractivo.
—La próxima vez, tú deberías comprarme uno —dijo Chan.
—Lo haré si apruebas el examen de mañana —respondió mientras comenzaba a beber del contenido, disfrutando su sabor.
Él asintió estando de acuerdo con lo que decía, se sentía seguro de sí mismo y confiaba en las habilidades de Na-bi para enseñar, ambos habían pasado incontables noches hasta altas horas, estudiando para tal día importante.
Para Chan quizás se trataba de un examen más, pues él sabía que al finalizar podría hacer una corta carrera universitaria ambientada en la gestión de empresas para poder así, trabajar junto a su madre en su empresa de indumentaria, pues ella era una conocida diseñadora. Por otro lado, Na-bi quería esforzarse al máximo para poder presentar el CSAT* de manera impecable y poder acceder a una buena universidad de medicina, pues deseaba convertirse en una gran médica.
Aún no sabía muy bien en que se quería especializar pero se inclinaba levemente más hacía pediatría, los niños le encantaban demasiado.
Chan tomó su asiento a dos puestos detrás de Na-bi en la fila de la izquierda y desde allí la observó mientras soltaba suspiros de amor, ella realmente le gustaba y a pesar de haber obtenido la autorización de su padre para salir con ella de manera oficial, Na-bi lo había rechazado. O al menos así lo sentía él.
No le había dicho exactamente que no quería ser su novia, pero si había pospuesto su respuesta hasta lograr ingresar en la universidad que deseaba.
Él comía ansias a pesar de todo, no era el único chico que revoloteaba alrededor de ella y se sentía celoso de todos aquellos chicos apuestos que iban detrás de ella, dándole obsequios o cosas por el estilo.
Al sonar la última campana, Na-bi guardó sus pertenencias en su mochila y caminó hasta el banco de Chan, sacando unos cuadernos con apuntes y ejercicios para resolver.
—Hoy no podré ayudarte, lo siento —le dijo ella.
—¿Por qué? —preguntó él, mientras la miraba extrañado. Nunca le había dicho algo así—, si es por la academia, puedo….
Ella cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra—No es eso, tampoco iré hoy —lo interrumpió.
—¿Entonces qué es? —insistió mientras se ponía de pie, ya con todas sus pertenencias en la mochila.
Na-bi miró hacia los costados e hizo una mueca, mientras tomaba a Chan suavemente de la manga de la camisa y lo guiaba por los pasillos vacíos hacia la salida. No se detuvo hasta estar lo suficientemente lejos de los estudiantes que comenzaban a chismosear sobre ellos.
Aún aferrada a la suave tela de la camisa blanca perfectamente planchada y limpia, lo miró directamente a los ojos—Mi papá tiene que irse, estará fuera de casa hasta el miércoles —le informó—. Por seguridad, iré de la escuela a casa y nada más.
Chan asintió comprendiendo la situación, él sabía por los propios labios de Na-bi, que su padre era un gran investigador y que desde hace años hacía lo mismo. El señor Seo a veces se iba durante unos pocos días pero en casos extremos, desaparecía por un mes y medio o más.
Na-bi estaba acostumbrada a ver poco tiempo a su padre, por eso nunca se había apegado tanto a él pero desde la vez que trataron de vengarse de su padre e intentaron secuestrarla en su antigua casa, le daba miedo volver a quedarse sola y Chan lo sabía.
Él se apartó un momento y tomó su celular que guardaba en el bolsillo delantero de su pantalón y marcó al primer número entre sus registros de llamada, Na-bi lo miró sin comprender.
—Mamá, estoy bien —respondió de inmediato—. Solo quiero avisarte que me quedaré a dormir en la casa de un amigo… —miró fijamente a la chica que tiraba de su brazo negando rápidamente—... sí, mamá, en la casa de Changbin —sonrió y luego de escuchar a su madre decir unas cuantas palabras, colgó.
—¿Pero qué haces? —le preguntó ella en un tono incrédulo.
Chan se encogió de hombros y sonrió enseñándole un hoyuelo, mientras tomaba su mano tímidamente y tiraba de ella en dirección al complejo de edificios donde vivía.
En silencio, Na-bi agradecía las intenciones de Chan al querer acompañarla durante la noche en la que su padre se iría, es decir, le parecía perfecta la ocasión porque de esa manera podrían estudiar juntos para el examen, pero no estaba segura de que su padre estuviese de acuerdo con la idea de dejar sola a su hija, con un chico posiblemente hormonal.
Na-bi trató de advertirle a Chan sobre la descabellada pero dulce idea que había tenido, pero se veía tan lindo e ilusionado que no pudo detenerlo para decirle que posiblemente su padre iba a echarlo a patadas de su departamento.
Llegaron al complejo de edificios en el que ella vivía y aún estando en el elevador y después de salir de él, en ningún momento Chan le soltó la mano. Era como si estuviera completamente decidido a no alejarse de ella por nada en el mundo y eso le causó a Na-bi una sensación de completa seguridad.
Cuando ella marcó la clave de acceso y ambos ingresaron al departamento, se toparon de frente con un pequeño bolso negro y la voz grave de su padre que caminaba de un lado a otro frente a las ventanas, mirando al exterior.
—Na-bi, llegaste… —mencionó su padre al verla y luego miró detrás de ella encontrando la silueta del chico castaño y sus ojos chocolate, para luego clavar su mirada en sus manos entrelazadas—... y trajiste a Chan —soltó su nombre sintiendo un sabor agridulce en su boca.
—Señor Seo, déjeme quedarme esta noche con su hija —pidió el joven, mientras hacía una pequeña reverencia—. Sé que Na-bi no irá a clases particulares y que tampoco podrá ayudarme con tutorías, quiero quedarme para que ella ya no esté sola.
El padre de Na-bi miró a su hija mientras apartaba el celular de su oído, esperando una negativa de ella, pero esta asintió casi suplicando con sus bonitos ojos cristalinos, que su padre aprobara aquella idea.
Finalmente suspiró escuchando como la persona del otro lado de la línea lo llamaba y asintió restándole importancia, mientras se iba a la habitación por una chaqueta de abrigo y luego regresaba sin tener el celular en sus manos.
Caminó en dirección a Chan, que aún permanecía junto a su hija de pie a la espera de que él se fuera y colocó su mano sobre el hombro del muchacho para apretarlo levemente.
—Escúchame, Bang Chan… —pronunció gravemente—... valoro que quieras quedarte junto a mi hija asique espero que no traiciones mi confianza, ¿de acuerdo? —preguntó, al mismo tiempo que el joven asentía con seguridad.
Palmeó su espalda satisfecho y luego miró a su hija para después abrazarla fuerte como si fuese la última vez que la vería, susurrando en su oído como aplicar algunos movimientos de lucha de autodefensa por si lo llegaba a necesitar. Na-bi se reía y asentía mientras aspiraba el dulce aroma paternal que siempre la había hecho sentir segura y finalmente se despidió, observando como este se apartaba, tomaba su bolso con la mano y se iba sin mirar atrás.
Ella rogó al cielo que su padre regresara a casa pronto, sano y salvo. Sabía lo difícil que era su trabajo, él trabajaba encubierto muchas veces y debía atreverse a enfrentarse con situaciones peligrosas y en lugares inhóspitos de vez en cuando, pero su padre era bueno y siempre regresaba a su lado.
Suspiró mientras giraba sobre sus talones y observaba a Chan algo avergonzada—¿Te ofrezco algo de beber? —preguntó para romper el hielo.
Mentiría si dijera que no se sentía nerviosa al estar sola en su departamento junto a un chico, el chico que le gustaba.
Él negó—Estoy bien así, ¿comenzamos? —preguntó con una dulce sonrisa, mientras se quitaba la mochila del hombro.
Na-bi se removió en su lugar—Uhm, Chan, ¿quieres cambiarte de ropa? —preguntó rascando suavemente su cuello.
Chan se miró a si mismo dándose cuenta se que aún llevaba el uniforme de la escuela y miró a Na-bi que estaba igual que él. Pensó que quizás lo mejor era que ambos se pusieran cómodos y agradeció que ella lo sugiriera porque, no se había dado cuenta de que gracias a su acción precipitada, no tenía ropa ni cepillo de dientes, ni nada que pudiera usar y fuese propio de él.
Asintió algo apenado dejando la mochila en el suelo junto a la de Na-bi, mientras ella se iba por un pequeño pasillo hacía la habitación que supuso era de su padre y al poco tiempo regresó con algunas prendas y una toalla.
—Chan, podemos bañarnos y luego… —mordió su labio sintiéndose avergonzada por lo que había dicho—... ¡quiero decir, puedes bañarte primero! —aclaró.
Las mejillas de Chan se encendieron aún más mientras tomaba las cosas que ella le ofrecía, rozando accidentalmente sus dedos, sintiendo una pequeña descarga eléctrica.
Na-bi le indicó torpemente donde quedaba el baño y luego se marchó rápidamente a la cocina, donde al estar frente a la nevera, abrió la puerta y metió su rostro dentro tratando torpemente, de bajar el calor que se había acumulado en su rostro.
Al cabo de media hora, la silueta de Chan apareció frente a ella, mientras extendía sus brazos a su lado enseñándole como le quedaba la ropa que le había prestado.
—Me queda bien, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa apenada.
Llevaba una camiseta blanca holgada y unos pantaloncillos largos a cuadros en color negro, gris y blanco; sus pies estaban abrigados por un par de medias gruesas y una toalla azul colgaba por los lados de su cuello, el cabello estaba un poco húmedo y despeinado pero a Na-bi le causó ternura su dulce mirada, era como un niño pequeño.
Ella asintió—Como lo sospeché, eres del mismo talle que mi padre —sonrió también, mientras se hacia a un lado—. Piqué algo de fruta, puedes comer mientras comienzas a hacer algunos ejercicios. No tardaré —informó, mientras le ofrecia el tazón para que lo tomara—. Y la secadora está sobre la mesa de la sala.
Chan extendió sus brazos y tomó el tazón para luego inclinarse rápidamente y depositar un corto beso en los labios pulposos de Na-bi.
Ella lo miró perpleja mientras él le daba la espalda con un pequeño baile de alegría y tomaba asiento comenzando a abrir el cuaderno que Na-bi le había dado.
—¡Bang Chan, dijiste que dejarías se hacer eso! —gritó mientras lo observaba fijamente.
—Lo sé, ¡pero no es mi culpa que te veas tan adorable! —respondió haciendo una voz fina y graciosa, como si estuviese hablando con un bebé.
Na-bi elevó su puño a la altura de su cabeza e hizo un gesto como si fuese a golpearlo y se alejó rápidamente, sintiendo sus mejillas arder, mientras escuchaba la risa de él a sus espaldas.
Luego de bañarse, se colocó una camiseta gris con el dibujo de una caricatura femenina en el centro y unos pantaloncillos de algodón de color azul con corazones celestes; también llevaba el cabello húmedo y la toalla le colgaba del cuello, mientras se dirigía a la sala por el secador, donde se topó con Chan que miraba el techo mientras sostenía el aparato entre sus manos con algo de aburrimiento.
En cuanto sus miradas se cruzaron, Chan la tomó por los hombros y la dirigió al sillón para sentarla y encender el aparato mientras le secaba el cabello con sumo cuidado.
—No tienes porqué hacer esto, Chan… —murmuró ella, mientras abrazaba uno de los cojines mullidos.
Él asintió—Lo sé, pero quiero hacerlo, Nabinie —dijo con cariño, a lo que ella comenzó a toser con sus mejillas enrojecidas.
—Eres un tonto… —susurró a regañadientes, escondiendo su rostro en el cojín.
Cerró sus ojos disfrutando de la delicadeza con la que Chan acariciaba su cabello con sus dedos y sin darse cuenta, comenzó a pensar en el futuro, con alguien como Chan a su lado, ya no se sentiría sola.
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*CSAT: es la prueba de habilidad escolar universitaria, es una de las más rigurosas e importantes en el mundo, ya que ésta permite a los estudiantes coreanos acceder a las mejores universidades del país, definiendo su vida.
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