
🐺 Capítulo 11.
10. 𝐂𝐎𝐍𝐒𝐓𝐑𝐔𝐘𝐄𝐍𝐃𝐎 𝐔𝐍 𝐅𝐔𝐓𝐔𝐑𝐎 𝐉𝐔𝐍𝐓𝐎𝐒.
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El sonido del tintineo de un par de llaves y la cerradura girar, cesaron casi al instante para ser reemplazados por unos golpes en la puerta de la persona que estaba del otro lado algo desesperada por ingresar.
Rápidamente, unos pasos algo torpes se oyeron por el pasillo en dirección a la puerta de ingreso a aquel departamento, para luego abrir la misma de golpe, dejando ver la silueta de una mujer que llevaba el cabello atado de manera desprolija, con una bata blanca y unos lentes de lectura colgando en su pecho gracias a una pequeña cadenita dorada.
—¡Hazte a un lado! —exclamó mientras se quitaba su calzado deportivo de un sacudón e ingresaba corriendo de camino al pasillo por el cual la otra persona había transitado segundos antes.
Todo lo que quería era usar el baño con urgencia, no había sido buena idea beber tantas cantidades de agua antes de que su turno terminara porque sabía que era una hora transitada y el tráfico la atraparía en el medio del trayecto, como era costumbre. Sus amigos y colegas de trabajo le habían advertido pero ella, tan testaruda como siempre, no les había hecho caso.
Él se apartó mientras reía por lo bajo y negaba, regresando hasta la habitación con algo de apuro para terminar de alistarse, pues en el camino hacia la entrada, apenas había logrado acomodarse correctamente el pantalón y como mucho había abotonado los primeros tres botones de su camisa.
Cuando estuvo listo, detrás de él apareció nuevamente la silueta de aquella mujer, que se encontraba estirando sus brazos en dirección al cielo provocando que sus huesos sonaran suavemente. Se acercó a él luego de quitarse la bata y dejarla sobre el asiento al pie de la cama y lo abrazó por la cintura, mientras recibía un beso sobre su frente y un abrazo oportuno, que demostraba la necesidad de la persona por sentir algo de contacto físico.
—Lo siento, olvidé quitar las llaves anoche cuando regresé —dijo él, a modo de disculpa. En sus ojos se veía reflejada la verdad de sus palabras.
Era bastante usual que su pareja llegara por la mañana temprano por el mismo motivo, teniendo su vejiga a punto de estallar pero esa noche que regresó a casa, había llegado tan agotado de un viaje de negocios que no pudo evitar quedarse dormido.
Ella rápidamente negó restándole importancia a lo ocurrido e hizo un puchero al notar que él estaba alistándose—¿Ya te vas? —preguntó con la voz de una niña pequeña.
Él miró su reloj de carísimo valor y muy fino, una edición limitada de una marca para la que en algún tiempo atrás, se había convertido en embajador.
—Mi madre me llamó hace un momento, fue muy específica al pedirme ser puntual en esta reunión, no puedo quedarme ni cinco minutos más —respondió, mientras se alejaba y comenzaba a colocarse perfume y tomaba su billetera que reposaba en la mesa de noche, de su lado de la cama—. Hoy me presentaré ante el equipo directivo de la empresa como el próximo CEO y no como un modelo más de la marca, es un día importante.
Se acercó a la mujer y depositó un beso largo que poco a poco subió de intensidad. Mentiría si dijera que no extrañaba a aquella mujer que había sido su pareja durante la mayor parte de su vida, su único amor.
Extrañaba las citas, los desvelos hasta altas horas de la madrugada, las noches de películas; extrañaba en sí, el tiempo de calidad que pasaban juntos porque desde que ambos habían asumido cargos más importantes en sus respectivos trabajos, su tiempo se había limitado lo suficiente como para a veces, coincidir tan solo una hora en el día o incluso solo cinco minutos, como en esa mañana.
Él se alejó con pesar y a regañadientes, mientras se marchaba de la habitación y se dirigía rápidamente hacia la salida.
—¡Channie, tu celular! —exclamó ella, mientras rápidamente lo alcanzaba en la entrada, justo antes de que este cerrara la puerta por completo.
Le tendió la mano con el aparato entre sus manos y luego le colocó un par de gafas oscuras sobre sus ojos, con la excusa de que el reflejo del sol podría hacerle daño mientras conducía de camino a la empresa de su madre. Besó sus labios una vez más, mientras se colgaba de su cuello y profundizaba nuevamente aquella acción donde sus labios hacían contacto.
Chan le sonrió en cuanto se separaron y acarició su mejilla suavemente—Gracias, cariño. Te veré en la tarde, trataré de desocuparme cuanto antes, ¿de acuerdo? —preguntó con una tímida sonrisa, mientras se alejaba de camino al ascensor.
Ella se limitó a asentir y suspiró mientras cerraba la puerta luego de ver cómo Chan quedaba fuera de su rango de visión.
Na-bi rascó suavemente su nuca y con cansancio, recorrió la sala de estar mirando a detalle las paredes blancas, el piso de cerámica blanca encerado a tal punto que veía su propio reflejo, los amplios y mullidos sillones de tres cuerpos enfrentados y separados por una mesa ratonera de vidrio.
Cada detalle en su departamento era en tonos claros, facilitando la luminosidad del ambiente, la elegancia y la pureza.
Miró la cocina vacía, la televisión apagada, el pasillo frente a ella que la llevaban de camino a una habitación amplia donde dormía con su pareja muy pocas veces, un baño para las visitas y una habitación desierta donde solo había una cama; sin muebles, sin decoraciones, solo un espacio vacío.
"Vacío". Esa era la palabra que definía en ese momento cómo se sentía aquella mujer en un lugar tan amplio en el que tranquilamente podría vivir una familia numerosa. Suspiró pesadamente mientras se dejaba caer sobre uno de los sofás y miraba a su alrededor, quizás la idea que Chan le planteaba sobre tener hijos, ahora no era algo que viera muy lejano en su vida pero aquello implicaba una responsabilidad enorme que ambos debían asumir y Na-bi no estaba tan segura de si quería dejar a un lado su carrera profesional para dedicarse a la maternidad por un tiempo. Amaba a los niños, por eso había elegido ser pediatra, pero aún no estaba segura de sí ambos estaban preparados para ser padres, mucho menos ahora que sus carreras iban en ascenso.
Recordó con nostalgia el pasado, donde Chan y ella eran simples estudiantes universitarios. Ambos habían elegido diferentes carreras, pues después de que Na-bi tuviera en el CSAT un excelente resultado, había decidido seguir adelante con sus planes y había comenzado a estudiar pediatría en una de las universidades más prestigiosas del país; Chan por su lado, comenzó a estudiar administración de empresas en una universidad cercana a la de ella, para que Na-bi no sintiera la ausencia de él y que pudieran seguir estando juntos sin sentir que la distancia se volvería un problema para cumplir la promesa que se habían hecho en su juventud.
Na-bi sonrió ante el recuerdo, mientras se dirigía a la habitación nuevamente, navegando en aquellos fragmentos del pasado que eran tan sencillos y hermosos, que por un momento creyó que no se habían dado cuenta de ello, de lo valiosos que eran aquellos años.
«Cuando el otoño había llegado a su fin, pero aún permanecían algunas hojas anaranjadas en las ramas de los árboles poniendo resistencia para no caerse ante las ventiscas intermitentes, Na-bi y Chan se encontraban saliendo de la escuela algo abochornados por la cantidad de comentarios que sus amigos les hacían al saber de la noticia, aquella que todos querían escuchar desde hace tiempo y era sobre el noviazgo de ambos jóvenes.
Chan se encontraba parloteando animadamente luego de que dejaran atrás a sus amigos, ella no supo muy bien de que le estaba hablando porque no lograba concentrarse. En su mente divagaba el pensamiento de la maravillosa persona que era aquel chico junto a ella, su lado sensible, humorístico y carismático, habían conquistado definitivamente a su corazón.
En ese momento realmente, cuando ambos se miraron a los ojos por varios minutos, ella entendió que Chan estaba tan incorporado en su día a día que incluso sentía que él tenía el poder para destruir su corazón si así lo deseara.
Ante aquel último pensamiento atravesado por sobre los demás como un rayo directo en su corazón, se detuvo sintiendo que todo su interior era sacudido.
—¿Uh? —se detuvo él, mientras la observaba confundido—, ¿qué ocurre? —inquirió.
Na-bi relamió sus labios que en ese momento sintió secos y contuvo el aliento—No vas a dejarme, ¿cierto? —preguntó sintiendo su vista empañada por las lágrimas acumuladas.
—¿De qué hablas?
—No juegues con mis sentimientos, Channie. No lo soportaría… —murmuró con la voz temblorosa.
Chan la observó como si de pronto le hubiera salido una cabeza extra y negó rápidamente mientras se acercaba a ella y la abrazaba.
Na-bi era una chica muy dulce a su parecer, a veces podía demostrar que era fuerte y valiente, incluso cuando solo sintiera miedo; pero la realidad era muy diferente, él sabía que debajo de aquella fachada y aquel muro de seriedad que había construido para protegerse, sólo había una chica insegura pero muy bondadosa y cariñosa, un poco caprichosa tal vez y que adoraba a los niños tanto como a los ancianos como si fueran unos tiernos gatitos o perritos.
—No jugaré con tus sentimientos, Na-bi —aseveró con frialdad—. Quiero estar contigo hoy y siempre, quiero verte lograr tus objetivos y apoyarte en el proceso —dijo con seguridad—. Te prometo que cuando comencemos la universidad y hasta que la terminemos, aún así, seguiremos juntos.
—¿Lo prometes?
Él negó—Lo juro. Juro que te amaré por el resto de mi vida —afirmó con una sonrisa deslumbrante, enseñando sus pequeños hoyuelos.
Na-bi tomó su mano y lo miró con entusiasmo—También te amaré, Channie.»
Abrazó fuertemente la almohada que estaba impregnada del aroma de su pareja y suspiró mientras sentía una pequeña inquietud en su interior, ¿cómo era posible que sus vidas habían cambiado tanto en un abrir y cerrar de ojos?
El entusiasmo de Channie se vio reflejado en otro recuerdo que tuvo en cuanto cerró sus ojos; aquella vez en la que su novio la esperaba fuera de la universidad y la había tomado de la mano con rapidez para guiarla por algunas calles más abajo, el momento exacto en el que Chan le enseñó el juego de pequeñas llaves y las dejó sobre sus manos. Incluso pudo sentir el frío del material en la palma de sus manos como si estuviera sucediendo en ese preciso instante.
Esa tarde, Chan se había saltado todas las clases de la universidad para ir a buscar aquel departamento y al encontrarlo, lo alquiló sin dudarlo ni por un segundo.
«—¿Qué es esto? —le había preguntado ella, más que confundida.
Él simplemente miró el número sobre la puerta blanca de madera—Este, Nabinie, es nuestro comienzo… —le había murmurado—... en este lugar, estaremos construyendo un futuro juntos… ».
La seguridad con la que Chan le había dicho esas palabras, habían acallado todas las voces inquietas que torturaban a Na-bi por las noches, no supo desde cuando fue una persona insegura, pero si estaba segura de que en ese momento al escuchar a su pareja decir aquello, todas sus dudas se habían disipado. Chan era el hombre que quería para su vida.
Aunque la madre de él se interpusiera en el medio de la relación, Na-bi estaba segura de que tarde o temprano, su suegra terminaría de aceptarla en la familia.
Jessica Bang no era una mala mujer, pero ella tenía en mente unos planes a futuro muy diferentes para su hijo que lo que él estaba formando.
Na-bi nunca supo muy bien que era de la familia de Chan, toda su vida había vivido con su madre y viajado a diferentes partes del mundo, pero nunca le habló sobre su padre e incluso era un tema que prefería evitar porque se sentía incómodo cada vez que ella lo mencionaba por accidente.
Supuso que tuvo que haber ocurrido algo gravísimo como para que no deseara hablar de él o que quizás realmente no sabía nada de su vida; preguntarle a Jessica tampoco era una opción porque definitivamente ella no le diría nada, ni siquiera los amigos de Chan sabían sobre aquella parte misteriosa de su vida.
Sus párpados comenzaron a pesar cada vez más e inevitablemente, los bajó por completo cayendo rendida ante el sueño que la había atrapado mientras ella naufragaba en su pensamientos.
Soñó con su futuro, con el día de su boda que aún no había llegado y no era precisamente porque no quisiera casarse, es solo que ni ella ni Chan habían hablado de ello y dado el paso al siguiente nivel. Estaban tan acostumbrados a la presencia del otro en su vida, que un anillo no marcaba la diferencia, o al menos antes no se sentía así.
A Na-bi nunca le habían interesado esas cosas, ¿pasar por ese estrés innecesario de planificar una boda?, ni hablar. Pero ahora pensaba diferente, ahora soñaba con ese momento como tantas otras mujeres.
Al cabo de una hora, su celular comenzó a vibrar en el medio de la cama y la sobresaltó, acostumbrada a recibir llamadas con frecuencias debido a su trabajo, su sueño solía ser lo suficientemente ligero. De inmediato comenzó a deslizar sus manos sobre las sábanas intentando encontrar el celular y cuando lo encontró, soltó un suspiro y se dejó caer de espaldas en la cama nuevamente.
—Bo-ra, ¿qué sucede? —preguntó somnolienta, dispuesta a seguir durmiendo.
—En cinco minutos estaré allí, déjame abierta la puerta —respondió con una voz alegre.
—¿Qué te hace creer que estoy en casa?, salí a hacer unos trámites —mintió, mientras daba vueltas sobre su cama.
—Te conozco tan bien que sé cuándo me estás mintiendo —chasqueó la lengua—. Además, yo veo que estás muy cómoda allí.
Dicho aquello, Na-bi se sobresaltó y se sentó sobre el colchón como un resorte, encontrándose con la mirada divertida de su amiga que sacudía un juego de llaves en el aire, mientras permanecía apoyada sobre el marco de la puerta.
—Sigo creyendo que fue una muy mala idea entregarte una copia —comentó ella, mientras viraba los ojos y se ponía de pie.
—Tú tienes una copia de mi casa, ¿por qué no tendría la tuya? —guardó la llave en su cartera—, si no fuera por mí, sus plantas ya estarían secas.
—Pero yo no me meto en tu casa.
—Eso es porque no quieres visitarme, ¡eres tan mala, no has cambiado ni un poco! —se quejó como una niña.
—No es cierto, solo no quiero ver como estás fabricando a tu, ¿qué?, ¿sexto hijo? —fingió haber perdido la cuenta.
Bo-ra se sonrojó y le golpeó el brazo mientras se llevaba una de sus manos a su mejilla sintiendo el calor que había en ella.
—¡Deja de molestarme, eso solo ocurrió una vez y ni siquiera llegamos tan lejos! —intentó defenderse—, y tampoco son tantos niños, sólo esperamos al tercero —comentó mientras acariciaba su vientre con una sonrisa enternecida.
Na-bi abrió sus ojos por completo y negó con la cabeza lentamente mientras se cubría los labios con sus manos—Estás bromeando, ¿cierto? —inquirió con un leve tono emocional.
Su amiga negó y extendió sus brazos para recibirla en un abrazo cuidadoso, donde Na-bi felicitaba a la futura madre nuevamente.
Aquella noticia la había entusiasmado tanto que no pudo parar de parlotear, amaba a los hijos de Bo-ra, el mayor tenía diez años y el menor tenía ocho, ambos eran muy educados e inteligentes; lo cual a decir verdad no le sorprendió, sus padres habían tenido una carrera académica impecable con promedios excelentes.
Bo-ra se había graduado con una licenciatura en kinesiología y fisiatría; junto a su esposo, ambos habían fundado su propio centro de rehabilitación en Seúl y les iba tan bien que ocasionalmente debían viajar al exterior para conferencias.
En esos momentos y cuando Na-bi no debía atender alguna urgencia, solía ir por ellos a la escuela o llevarlos al parque de vez en cuando. Los chicos le decían que ella era su tía favorita y eso era un golpe bajo para la hermana mayor de Bo-ra, la cual vivía en el extranjero desde hace tanto tiempo que ni siquiera se había tomado las molestias en visitar a su hermana cuando sus sobrinos nacieron. De todas formas a Bo-ra no le afectaba, había crecido sin su presencia por lo que si la veía un día en la calle, lo más probable es que no lograría reconocerla.
—¿Dónde está Channie? —preguntó Bo-ra, mientras miraba en todas direcciones desde su lugar en el cómodo sofá.
Na-bi llegó a su lado con una pequeña bandeja de aperitivos y jugos naturales, mientras le restaba importancia con un simple movimiento de hombros.
—Tenía una reunión importante, Jessica lo presentará como el próximo CEO.
Bo-ra torció los labios hacia un costado y miró las pequeñas burbujas de su jugo—¿Y cómo está su relación? —se animó a preguntar.
—¿Mi relación con Chan? —repitió mientras procesaba la pregunta y no lograba controlar una sonrisa nerviosa—, bien. Funcional.
—Mmm…, eso no suena muy bien, Na-bi —le dio un trago a su jugo y luego lo dejó sobre la mesa ratonera de cristal—. ¿Aún te sigues sintiendo sola? —preguntó ladeando la cabeza, ella asintió—, ¿lo has hablado con Chan? —insistió pero esta negó— ¡Na-bi!
—¡Ahg, no puedo hacerlo! —exclamó, mientras se dejaba caer de espaldas y tomaba uno de los cojines para cubrirse el rostro—, cada vez que intento hablar con él al respecto, alguno de los dos debe atender algún asunto importante.
—¿Qué puede ser más importante que su relación? —preguntó—, llevan suficientes años juntos y sé que sus horarios de trabajo son muy diferentes pero siempre hay lugar para una conversación así de importante —le reprochó—. Quizás Chan no se ha dado cuenta, lo cual me extraña porque él es muy atento; pero está bien, no es adivino y es cuando tú tienes que hacerte escuchar.
—No es tan sencillo… —murmuró entre dientes, dejando el cojín a un lado—... no todos tenemos un matrimonio de ensueño.
Bo-ra la miró con reproche—Mi esposo y yo también hemos tenido nuestras diferencias, incluso hemos llegado a mencionar el divorcio pero lo resolvemos de la mejor manera mediante una buena conversación —comentó—. Ni él puede saber lo que pienso ni yo puedo saber lo que él piensa, si no nos comunicamos, no logramos entendernos y creo que ese es tu problema, Na-bi. No le estás comunicando tus inquietudes a Chan y no entiendo el porqué, sé que él es muy comprensivo.
Na-bi se mordió la punta de la lengua sin saber qué decir, Bo-ra tenía mucha razón pero incluso aunque quisiera sentarse a hablar con Chan, no sabría cómo comenzar a decirle las cosas que deseaba decirle.
A veces creía que aquello que sentía eran puras patrañas sin importancia, que a lo mejor era como en el pasado que sobrepensaba las cosas y no quería regresar a aquellos momentos en los que Chan, incontables veces, la hacía entrar en razón y la calmaba diciéndole cómo eran los hechos. No quería fatigarlo con aquellos pensamientos, quizás se habían atorado en la monotonía del nuevo curso que habían tomado sus vidas pero también creía que era mejor eso, a cambiar el rumbo y que las cosas comenzaran a decaer.
—Na-bi, debes hablar con Chan —insistió su amiga, sacándola de sus pensamientos atrofiantes.
La mencionada suspiró y asintió, no sin antes prometerle que lo haría porque Bo-ra podía llegar a ser muy insistente cuando lo quería, sobre todo cuando era algo que a Na-bi le afectaba. Era una gran amiga, de eso no cabían dudas.
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