🐺 Capítulo 1.
01. 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑 𝐁𝐄𝐒𝐎.
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Ella miraba en diferentes direcciones tratando de localizar a la persona con la que se suponía que debía encontrarse a las nueve y media de la noche, era fastidiosamente puntual y detestaba cuando las demás personas no cumplían con la hora que habían estipulado. Sentía que era algo irresponsable e imperdonable porque ella también tenía cosas que hacer y sin embargo; siempre se hacía un tiempo para arreglarse o preparar sus cosas y salir de su casa con tiempo, calculaba todo de una manera fría sin márgenes de errores y él lo sabía y le gustaba hacerla enojar por ello.
—¡Na-bi! —escuchó que gritaban a su espalda.
Ella giró su cuerpo en sentido de donde provenían aquellos gritos con su nombre.
A lo lejos pudo ver como la cabeza de aquel muchacho se movía de lado a lado entre la multitud que cruzaba una avenida por la senda peatonal, su mano derecha se agitaba por sobre su cabeza y las personas a su alrededor lo miraban con completo desagrado, debido a que no paraba de gritar.
La mencionada se encogió entre sus hombros sintiendo vergüenza al ser la única chica que aún llevaba la falda azul y la chaqueta del mismo color, uniforme proveniente de su escuela. No le gustaba llamar la atención y él había logrado que todos posaran sus ojos sobre ella.
Cuando este estuvo a su lado, la miró con una amplia sonrisa, formando unos dulces hoyuelos en sus mejillas—Na-bi, lo siento yo… ¡ouch! —exclamó mientras llevaba su mano a su brazo, justo donde ella lo había golpeado.
—¡Bang Chan, te dije que no tenía tiempo para perder! —soltó molesta, mientras apretaba la correa de su mochila.
—Lo siento… —alargó la última vocal, mientras comenzaba a caminar a su lado—... déjame compensarlo, te llevaré a comer lo que quieras cuando terminemos con las lecciones —sonrió nuevamente.
—Eres asquerosamente adorable… —murmuró ella entré dientes, mientras aceleraba su andar.
Seo Na-bi era buena en matemáticas, la mejor de su clase, a decir verdad.
Ella era la más pequeña de estatura en su salón pero no engañaba a nadie, todos sabían que nadie podía meterse con ella. Su cabello cobrizo le llegaba hasta la mitad de la espalda y lo llevaba atado en una coleta con una liga que Chan le había regalado para su cumpleaños.
Ellos no eran los mejores amigos o tan siquiera amigos, más bien ella se encargaba de ayudarle a Chan a estudiar matemáticas porque era la única materia a la que le costaba seguir el ritmo, después de ella, el resto eran pan comido.
Bang Chan era el típico adolescente tímido y risueño que encantaba a más de una chica con su dulce sonrisa y sus ojos cafés de cachorrito.
Ambos eran tímidos pero cuando estaban juntos, aquella timidez se perdía poco a poco, abriendo paso a las risas compartidas y a las bromas que ambos se hacían uno a otro.
—¿A dónde iremos hoy? —preguntó Chan, debido a que estaban yendo en la dirección contraria a la que solían ir.
—Estudiaremos en mi casa, mis clases de apoyo en la academia se suspendieron —respondió con tranquilidad.
Él la miró dudoso, mientras sentía que el labio inferior le temblaba y las manos le comenzaron a sudar debido a los nervios, "¿sólos en su casa?", pensó de inmediato. El corazón le latía desbocado en su pecho y en sus oídos podía confirmar aquello, al escuchar el rápido golpeteo, jamás había estado solo en la casa de una chica y quizás no era para tanto pero, estaría con Na-bi.
La chica que le gustaba desde hace más de un año.
Dos calles más abajo habían entrado a unos de los barrios más populares y nuevos en la ciudad, donde en el centro entre cuatro edificios, había un bonito parque con juegos para niños. Ella lo guió hacia el edificio número tres y una vez arriba del elevador, pulsó el botón número catorce.
Chan miró sus pies como si aquellos fueran lo más interesante del mundo, de pronto estaba callado y por más que deseaba iniciar una conversación, las palabras se quedaban atoradas en su garganta.
Se comenzó a cuestionar si se había vestido lo suficientemente bien, miró su reflejo en el espejo del elevador e hizo una mueca al ver su cabello despeinado de color castaño. Su camisa blanca del uniforme estaba algo arrugada y mal abotonada, pero es que cuando Na-bi le envió un mensaje pidiéndole reanudar sus clases, se colocó nuevamente la camisa apresurado y salió corriendo.
Con sus manos temblorosas, comenzó a desabrochar los primeros botones de la camisa hasta que miró a través del reflejo a la chica a sus espaldas.
—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó incrédula, mientras apartaba su mirada con vergüenza y fijaba sus ojos en el display del elevador que mostraba su recorrido.
—Quiero acomodar mi camisa, abroché mal los botones… —respondió lentamente, mientras llenaba sus pulmones de aire y aguantaba la respiración, sintiéndose igual de avergonzado que ella.
"¿Es impresión mía o está haciendo más calor aquí?", se preguntó.
Los parlantes del elevador anunciaron su llegada al piso y Na-bi salió despavorida, mientras mordía su labio tratando de reprimir sus impuros pensamientos al haber visto de refilón parte del pecho de Chan.
Ella sabía que Chan era delgado, pero jamás pensó que debajo de aquella camisa holgada había músculos, la sola imagen regresó a su mente mientras digitalizaba la clave para ingresar al departamento, deseando estrellar su cabeza contra la puerta.
Chan apretó la correa de su mochila que colgaba sobre su hombro izquierdo mientras se detenía detrás de ella y luego ingresaba dejando sus zapatillas blancas a un lado, en un pequeño mueble en la entrada de aquel departamento con varias divisiones donde visualizó zapatillas de hombre.
—Uhm, disculpa el desorden… —comentó ella, mientras recogía algunas prendas en el camino.
Él miró con curiosidad el primer cuadro de fotografías amurado a la pared y sonrió al notar a una pequeña niña entre envoltorios de regalo, debajo de un árbol navideño; la siguiente fotografía era una familiar, donde un hombre permanecía sentado y ella estaba de pie detrás de él, luciendo un bonito vestido blanco y apoyando sus manos sobre los hombros del señor.
—¿Y tú mamá? —preguntó curioso.
Na-bi no era precisamente la clase de chica que podría contarle abiertamente a cualquier persona, información personal. Su familia, era uno de esos temas de los que no solía hablar.
—Sólo somos papá y yo —se limitó a responder, mientras apretaba la ropa entre sus brazos.
Chan volteó su rostro para mirarla y pudo notar un poco de incomodidad y nostalgia en ella, la tristeza estaba carcomiendo el brillo de sus bonitos ojos avellana.
Él carraspeó su garganta y dio algunos pasos en su dirección, mientras se atrevía a posar sus manos sobre los hombros de ella y atraerla hacia su cuerpo en un tímido abrazo, temía que Na-bi lo rechazara pero para su sorpresa, ella no se apartó.
Acarició su cabeza dando leves palmadas y sonrió—Tranquila, no debes hablar de ello si no quieres —intentó calmarla y comprenderla.
Na-bi asintió y se apartó con la excusa de que iría a guardar la ropa de su padre, momento que Chan aprovechó para observar el interior del departamento.
Había grandes ventanas que daban una vista espléndida de la ciudad desde las alturas, supuso que por las mañanas la iluminación natural debía ser un sueño debido al reflejo en las paredes blancas. El suelo tenía unas baldosas cuadradas pequeñas, con el diseño de pequeñas tablas de madera que hacían juego con un gran sillón marrón en forma de L; debajo de este había una alfombra de un tono verde musgo y una mesa ratonera de madera y hierro, detrás del sillón había un pequeño espacio con ventanales donde se encontraba la cocina y comedor, una mesa cuadrada para cuatro personas de madera oscura con unas sillas a juego y una isla en medio separaba ese lugar de la cocina, la cual no era muy grande.
Chan se sintió a gusto en aquel lugar que a pesar de lucir más como un departamento de hombre soltero, ya que no se veían señales de que una adolescente también habitara allí, era un ambiente bastante hogareño.
—Uhm, puedes tomar asiento —mencionó Na-bi, llegando nuevamente a la sala, ahora sin la chaqueta de la escuela—. ¿Quieres algo de beber? —preguntó por cortesía.
Él movió una silla tomando asiento y la miró—Agua estaría bien —se limitó a responder, Chan sabía lo mucho que a Na-bi le molestaba comer o tomar algo mientras estaba estudiando.
Ella tomó dos botellas de agua de la nevera y le ofreció una mientras hurgaba dentro de su mochila para sacar los cuadernos que planeaba utilizar para explicarle a Chan los temas que no entendía. La mayoría de las veces, ella le ayudaba a repasar las clases de la mañana por la noche y le enseñaba algunas técnicas para resolver problemas matemáticos que había aprendido en la academia de clases particulares.
Pasada media hora, mientras él trataba de resolver una ecuación compleja, Na-bi suspiró captando su atención y mordiendo el interior de su mejilla, se animó a hablar.
—Mi mamá murió cuando tenía cinco años… —comentó mientras miraba fijamente su plumón azul—... mi nacimiento le causó muchos problemas. Papá creía que después de todos esos años, ella finalmente lograría superarlo pero no fue así —negó tristemente con su cabeza, mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas—. He sentido culpa toda mi vida, quizás… quizás si no hubiese llegado a la vida de mis padres, ellos ahora serían felices. Mi padre sería feliz.
Él sintió que su corazón se estrujaba en su pecho y arrastró su silla hasta estar cerca de ella, extendió uno de sus brazos por sobre la mesa y tomó con sus dedos el mentón de Na-bi para que ésta pudiese verlo. Chan limpió con cuidado las primeras lágrimas que caían por sus mejillas y le sonrió enseñando sus hoyuelos, antes de abrazarla y acariciar su cabello con delicadeza.
—No es tu culpa, no te sientas responsable por el destino que ya estaba escrito sobre la vida de tu madre —le dijo él, mientras sentía como ella se aferraba a su camisa y lloraba sobre su pecho—. Estoy seguro de que a tu madre no le agradaría verte llorar por esto, sonríe para ella, decidió darte la oportunidad de vivir tus propias experiencias en este mundo. Sé feliz por ella y por tí.
En silencio la consoló por algunos minutos más hasta que ella se apartó avergonzada, era la primera vez que lloraba desahogandose por cómo se sentía realmente y estuvo agradecida de que Chan solo se dedicara a escucharla y consolarla.
—¡Ahg!, tu camisa está arruinada por mis lágrimas —comentó con sus mejillas enrojecidas, mientras se cubría el rostro y sorbía su nariz.
Chan ladeó la cabeza y apartó las manos de Na-bi mientras las apretaba entre las suyas—Está bien, gracias por confiar en mí.
Ella lo miró por un instante, perdiéndose en aquella dulce mirada chocolate y sintió un pequeño choque sobre su rodilla, miró hacia abajo y su pierna estaba junta con la de Chan. En ese momento se dio cuenta de la cercanía que ambos mantenían y sintió como su labio tembló.
De pronto, los labios de Chan se posaron sobre su mejilla en un lento y suave beso inocente, sorprendiéndola.
—Na-bi, tú me gustas —confesó finalmente.
—Chan… —murmuró completamente perdida en su mirada.
Él entrelazó sus manos con las de ella y movió ambas con una tímida sonrisa sin ser capaz de sostener la mirada un minuto más. Era tan tímido y al mismo tiempo estaba tan nervioso y algo aterrado de que Na-bi no le respondiera, el silencio lo estaba sofocando y pensó que lo mejor era marcharse.
Cuando estuvo a punto de levantarse, ella soltó sus manos y lo tomó por el cuello de la camiseta, acercando sus labios a él.
El beso fue algo tímido, un simple contacto que se sintió más como una suave caricia, como si fuese un espectro en la imaginación de Chan, quién estaba más que sorprendido.
Un carraspeo los asustó y ambos se separaron abruptamente, mirando a sus espaldas con los ojos saltones.
De pie, estaba un hombre que rondaba casi los cuarenta años y se mantenía con sus brazos entrelazados sobre su pecho en una pose que imponía poder y respeto, Chan sintió que la sangre se le helaba en el cuerpo e inmediatamente se colocó de pie como un resorte para hacer una corta reverencia frente al que claramente, era el padre de Na-bi.
—¡Señor Seo, es un placer conocerlo! —exclamó aún levemente inclinado hacia adelante—, ¡soy Bang Chan, compañero del colegio de Na-bi!
El señor Seo miró a su hija y ocultó una risa—¿Seguro que solo eres su compañero? —preguntó, su tono de voz era grave y rasposo—, recuerdo que en mis años como estudiante, los compañeros de clase no se besaban, solo se dedicaban a estudiar.
—¡Papá! —intervino su hija, sintiendo su rostro arder de la vergüenza.
—Dime, Bang Chan, ¿qué hacían tus labios sobre mi dulce hija?
El mencionado se enderezó en su lugar y lo miró entre abrumado y asustado, abriendo y cerrando su boca como un pez fuera del agua sin saber cómo afrontar la situación.
—¡Papá! —volvió a gritar su hija, poniéndose de pie y tomando el brazo de su padre para sacarlo de allí, pero fue interrumpida.
—¡Señor Seo, por favor, déjeme ser el novio de su hija! —dijo el joven, mientras nuevamente se inclinaba hacia adelante agachando la cabeza.
—¡Chan! —Na-bi lo miró estupefacta mientras se paraba frente a él, sin poder creer su atrevimiento, lo tomó del brazo y susurrando dijo—, ¿¡te volviste loco!?
El padre de Na-bi elevó la comisura de sus labios levemente y les dio la espalda marchándose de allí, los jóvenes eran tan divertidos.
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