
Capítulo Dos: Las cuerdas del destino
El viento llevó la risa escalofriante de Nathaniel mientras desaparecía entre las sombras, dejando a Meredith sola en medio de la calle vacía. Su pecho se agitó, la adrenalina finalmente se desvaneció y la dejó con las rodillas débiles.
"Oh, ¿qué...? ¿¡Qué diablos he hecho!?" susurró o gritó, envolviéndose con sus brazos.
No estaba completamente segura de qué la había poseído para pedir un deseo tan atrevido y temerario. Tal vez fuera su frustración, su desesperación ó algún instinto profundo y primario de luchar contra la sensación de insignificancia. Cualquiera que fuera la razón, acababa de desafiar a una criatura de la oscuridad a amarla, una tarea que parecía imposible, incluso para ella.
Cuando finalmente volvió a su pequeño apartamento, el peso de su decisión se asentó en su pecho. La habitación se sentía sofocante, cada sombra ahora parecía ondular con una intención siniestra.
Cerró la puerta con llave y el corazón le latía con fuerza mientras las palabras de su abuela resonaban en su mente: «El mal es astuto, Meredith. Sabe cómo convertir en cadenas hasta los deseos más puros».
"No lo dejaré ganar", murmuró, aunque le temblaba la voz.
Meredith apenas durmió esa noche, dando vueltas en la cama mientras las pesadillas arañaban los bordes de su mente. En un sueño, Nathaniel se cernía sobre ella, sus ojos azul hielo ardían con una mezcla de malicia y diversión. En otro, se vio atrapada en un vacío, con susurros interminables que prometían amor pero solo transmitían desesperación.
Cuando finalmente llegó la mañana, casi se sintió aliviada al escuchar el bullicio de la ciudad fuera de su ventana. Se vistió rápidamente, desayunó y se dirigió a la biblioteca, desesperada por la comodidad de la rutina.
•••
El día transcurrió sin incidentes. Por un momento, Meredith se permitió creer que tal vez el encuentro había sido un producto de su mente sobrecargada. Pero cuando el sol comenzó a ponerse, su esperanza se desvaneció.
Comenzó con una brisa fría que atravesó la biblioteca, a pesar de que las ventanas estaban bien cerradas. Luego se escuchó el débil sonido de una risa: baja, burlona e inconfundiblemente familiar.
Meredith se quedó congelada en medio de la estantería, sus dedos agarrando el lomo de un libro mientras sus ojos recorrían los pasillos vacíos.
"¿Me buscas?"
Su corazón se le subió a la garganta cuando la voz de Nathaniel le susurró directa mente al oído. "Hmpf!—" Se dio la vuelta, agarrando el libro como un arma, solo para encontrarlo apoyado casualmente contra la estantería.
"Relájate, cariño", dijo, con su sonrisa firme en su lugar. "Solo estoy aquí para cumplir tu pequeño deseo".
"¿¡Qué estás haciendo aquí?!" susurró, mirando nerviosamente hacia el mostrador de recepción. Afortunadamente, el señor Hughes y la señora Thatcher ya se habían ido.
-Te lo dije- dijo Nathaniel, enderezándose y acercándose-. Pediste un deseo. Tengo la intención de concedértelo.
Ella lo miró con enojo, aunque podía sentir que su pulso se aceleraba cuando él invadió su espacio personal. -Se supone que debes amarme, no acosarme.
Nathaniel se rió entre dientes, el sonido le provocó un escalofrío en la columna vertebral. -Ah, pero el amor lleva tiempo, ¿no? Y yo soy muy minucioso.
Meredith frunció el ceño, dio un paso atrás y puso el libro entre ellos como un escudo. -No sabes nada sobre el amor.
Su sonrisa vaciló por una fracción de segundo, sus ojos helados se entrecerraron. —Ten cuidado, Meredith— dijo, su voz baja y peligrosa. —Puede que no te guste lo que descubras sobre mí...ó sobre ti misma.
Ella le sostuvo la mirada, negándose a dejarse intimidar. -Puede que seas una criatura sobrenatural, pero no me asustas.
La expresión de Nathaniel cambió, su diversión regresó. -¿No? Entonces tal vez no me estoy esforzando lo suficiente.
Antes de que pudiera responder, las luces parpadearon y la temperatura bajó bruscamente. Las sombras a su alrededor parecieron estirarse y retorcerse, sus zarcillos de tinta arrastrándose hacia ella.
“Que..? ¿¡Que estás haciendo?! ¡detente!..¡alguien te puede ver!” Meredith se quedó sin aliento cuando la habitación se llenó de una energía opresiva y sobrenatural. Pero en lugar de encogerse, agarró el libro con más fuerza y lo miró con enojo.
-¡Basta! ó voy golpearte, Djinn ó no..- espetó.
Nathaniel enarcó una ceja, clara mente sorprendido por su desafío. Con un gesto de la mano, las sombras retrocedieron y la temperatura volvió a la normalidad.
-Hmm, eres interesante..- dijo, casi para sí mismo.
Meredith se cruzó de brazos, su miedo reemplazado por frustración. -Genial, feliz de servir como entretenimiento, ahora, si vas a quedarte, será mejor que juegues según mis reglas.
Nathaniel volvió a sonreír, aunque había un destello de algo más -curiosidad, tal vez- en sus ojos. -Muy bien, querida. Que comiencen los juegos.
•••
Durante la semana siguiente, Nathaniel cumplió su promesa, ó al menos, su interpretación de ella. Él aparecía en los momentos más inconvenientes, su sonrisa diabólica y su agudo ingenio la enfurecía y la ponía nerviosa.
La siguió hasta la tienda de comestibles, criticando su elección de cereales como "poco inspirada". Aparecía durante sus paseos nocturnos, su repentina presencia siempre acompañada de un comentario mordaz sobre su vida rutinaria. E incluso logró encantar a la señora Thatcher durante una de sus visitas sorpresa a la biblioteca, aunque la mujer mayor parecía feliz mente inconsciente de su verdadera naturaleza.
A pesar de todo, Meredith se mantuvo firme. Se negó a dejarle ver cuánto la desconcertaba su presencia, ó cómo su corazón parecía acelerarse cada vez que la miraba con esos ojos penetrantes.
Una noche, mientras estaban sentados en su pequeño apartamento (él simplemente había aparecido en su sofá sin invitación), Meredith finalmente estalló.
"¿Qué es lo que verdaderamente quieres de mí? mi alma no puede ser tan valiosa.." exigió, levantando las manos en el aire. "Eres un genio, un Djinn de leyendas antiguas. Podrías estar en cualquier lugar de el mundo ahora mismo atormentando a cualquier otra persona..asi que, por qué seguir estar farza..? No sabes amar y no te importa nadie más que tú mismo".
Nathaniel se reclinó, con expresión indescifrable. -Es cierto- admitió. -Pero tú lo deseaste, Meredith. Y, te des cuenta ó no, nos has unido. No puedo tomar tu alma a menos que cumpla tu deseo, y yo no soy de los que se rinde rápidamente, tener milenios crea paciencia.
Ella lo miró con enojo, su frustración afloraba. -Entonces tal vez deberías empezar a intentarlo en vez de solo aparecer de la nada como un fantasma.
Por un momento, la habitación quedó en silencio. Luego Nathaniel se puso de pie, su imponente figura proyectando una sombra sobre ella.
-Ten cuidado con lo que deseas, querida- dijo suavemente, su voz como terciopelo envuelto alrededor del acero-. El amor es algo peligroso.
Meredith lo miró a los ojos, sus propios ojos ardían con desafío. -Yo también.
Y por primera vez, Nathaniel no tuvo una réplica inteligente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro