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🥀𝟗🥀

La puerta del apartamento de Taehyung se abrió apenas unos segundos después de que tocaran. Jin apareció con una sonrisa amplia y los brazos cruzados, luciendo impecable como siempre. Vestía una camisa ajustada que acentuaba sus hombros, combinada con un delantal negro que llevaba atado a la cintura.

—¡Llegan justo a tiempo! Pensé que me harían esperar toda la noche, pero supongo que aún tienen algo de respeto por mis habilidades culinarias —bromeó, mientras hacía un gesto amplio con la mano para que entraran. 

El aroma cálido de algo recién cocinado flotaba desde el interior del apartamento, llenando el pasillo. Soo Hee fue la primera en avanzar, dándole a Jin un pequeño golpe en el brazo mientras pasaba.

—Ya sabes cómo es Taehyung con su organización, hyung —comentó, con un toque de burla en su tono—. Estamos aquí gracias a Jimin, porque si dependiera de Tae, todavía estaríamos buscando sus llaves.

Desde el pasillo, Taehyung lanzó un quejido indignado, quitandose la mochila mientras se acercaba al grupo.

—¡Oigan! —protestó, levantando las manos en el aire con dramatismo—. Siempre sé dónde están mis cosas... más o menos.

—Claro que sí, Tae. —Jin dejó escapar una risa breve, sacudiendo la cabeza mientras cerraba la puerta detrás de ellos. Pero cuando sus ojos se posaron en Jimin, su expresión cambió, apenas perceptiblemente.

La sonrisa seguía ahí, pero se suavizó. Sus ojos escanearon al chico con esa mezcla de calidez y seriedad que parecía estar reservada solo para los momentos en que Jin entraba en "modo protector". 

—Jimin, es bueno verte otra vez. —Su voz era cálida, pero directa, cargada de esa sinceridad que hacía imposible ignorarlo. Sus ojos, ligeramente entrecerrados, parecían analizarlo en busca de señales invisibles—. ¿Estás comiendo bien? Porque pareces un poco más pálido de lo normal.

Jimin levantó la mirada por un momento, sorprendido por la pregunta, pero el tono de Jin no era invasivo. Era... cuidadoso. Bajó los ojos de nuevo, sintiendo un leve calor en las mejillas.

—Estoy bien, hyung —murmuró, su voz baja pero clara.

Jin pareció evaluarlo un momento más, antes de que una sonrisa satisfecha volviera a aparecer en su rostro.

—Ya veremos. Te preparé algo especial. —Su energía volvió al instante mientras se giraba hacia la cocina, con esa confianza típica que siempre irradiaba. Antes de desaparecer completamente, señaló hacia Taehyung con un movimiento de cabeza—. No quería que pensaran que solo sé cocinar ramen, aunque con lo que tengo que alimentar a este hombre...

Taehyung, que ya había dejado caer su mochila junto a la entrada, infló el pecho con una exageración cómica.

—No soy yo, son mis músculos. Necesitan mantenimiento constante —dijo, flexionando un brazo como si posara para una cámara.

El gesto fue tan ridículo que Soo Hee dejó escapar una carcajada, tapándose la boca con una mano. Incluso Jimin, que había permanecido callado la mayor parte del tiempo, dejó que se le escapara una pequeña sonrisa. No era amplia, pero había algo genuino en ella, como si por un momento lograra olvidar el peso que había estado cargando todo el día.

Jin, que ya estaba de vuelta en la cocina, asomó la cabeza por la puerta con una mirada de resignación fingida.

—Tae, no seas tan ridículo frente a los invitados. Me avergüenzas.

—A ellos les encanta —respondió Taehyung con descaro, arrojándose al sofá como si fuera un rey en su trono.

Soo Hee negó con la cabeza, todavía sonriendo mientras se quitaba su bata. Jimin dejó su mochila junto a la puerta con movimientos lentos, mirando alrededor del apartamento. Había algo acogedor en el lugar. Las paredes estaban decoradas con fotografías y dibujos a medio terminar, sin duda obra de Taehyung. En la mesa de centro había revistas desordenadas y una taza que aún tenía restos de café. Todo era caótico, pero en ese desorden había una calidez que hacía que el lugar se sintiera vivo. 

—Relájate, Jiminnie. Aquí no tienes que preocuparte por nada. —La voz de Soo Hee lo sacó de sus pensamientos, mientras le lanzaba una almohada del sofá—. Taehyung puede hacer todo el ridículo necesario por ti.

—Y con gusto lo haré. —Taehyung levantó la almohada, fingiendo que la usaría como arma, provocando otra risa ligera en el grupo.

Jin desapareció hacia la cocina, moviéndose con la eficiencia de alguien que sabía exactamente lo que hacía. Desde allí se escuchaba el suave repiqueteo de ollas y cuchillos, y el aroma de especias comenzaba a filtrarse lentamente por todo el apartamento, envolviendo la sala en una sensación de confort casi inmediata.

—Siéntanse como en casa. Bueno, excepto tú, Taehyung, porque técnicamente ya es tu casa —gritó Jin desde la cocina, arrancando una sonrisa de Soo Hee.

—En ese caso, reclamaré el mejor lugar en el sofá —dijo Taehyung con descaro, dejándose caer sobre el asiento más amplio con los brazos extendidos, como si fuera su trono personal.

Soo Hee eligió un sillón más pequeño, encogiéndose cómodamente bajo una manta que había encontrado sobre el respaldo. Mientras tanto, Jimin permanecía de pie cerca de la entrada, con la mochila todavía colgada de un hombro. Observaba el lugar con cierta cautela, su mirada viajando de un lado a otro. Había algo en el desorden controlado del apartamento —las revistas apiladas, los bocetos de Taehyung dispersos por la mesa, un par de zapatillas olvidadas junto al sofá— que le transmitía una sensación extraña pero reconfortante. Era un espacio que, a pesar de su caos, se sentía acogedor. Vivo.

—¿Por qué sigues ahí parado, Jiminnie? —preguntó Taehyung, levantando una ceja mientras lo señalaba con un cojín—. Anda, deja esa mochila antes de que Jin te vea y te regañe por arrugarte la ropa.

Jimin soltó un pequeño suspiro, como si el simple hecho de moverse le costara más energía de la que tenía. Finalmente, dejó la mochila junto a la pared, avanzando con lentitud hacia el sofá. Se sentó en el borde, con la espalda recta, como si temiera hundirse demasiado en los cojines.

—Relájate, hombre. No te vamos a morder. Bueno, Soo Hee tal vez lo haga si le robas comida —bromeó Taehyung, ganándose una mirada sarcástica de Soo Hee.

—Hablas como si yo fuera la peligrosa, cuando todos sabemos que tú te comerías su plato si se descuida —respondió Soo Hee, cruzando los brazos y alzando una ceja.

Desde la cocina, Jin apareció de repente, con una mano en la cintura y un cuchillo de chef en la otra. Su expresión era seria, pero el brillo en sus ojos lo delataba.

—¿Se supone que están ayudando a Jimin a relajarse o están compitiendo por quién lo asusta más? —preguntó, alzando una ceja con fingida severidad.

—¡Yo lo estoy ayudando! —exclamó Taehyung, levantando las manos como si quisiera probar su inocencia.

—Claro que sí. Ahora ven aquí y corta las verduras si quieres cenar esta noche —ordenó Jin, señalándolo con el cuchillo antes de girarse hacia la cocina con una autoridad que no dejaba espacio para protestas.

Taehyung dejó escapar un quejido dramático, pero se levantó obedientemente, arrastrando los pies como si estuviera caminando hacia el cadalso.

—Explotado en mi propia casa... esto tiene que ser un crimen —murmuró lo suficientemente fuerte como para que todos lo oyeran.

Jimin dejó escapar una pequeña risa, esta vez más relajada que las anteriores. Soo Hee lo notó de inmediato, pero no dijo nada. En cambio, le lanzó una mirada acompañada de una ligera sonrisa antes de cambiar de tema, tratando de mantener el ambiente ligero.

Desde la cocina, Jin volvió a asomar la cabeza, todavía sujetando el cuchillo que había obligado a Taehyung a usar.

—Por cierto, Soo Hee, Jimin, si van a quedarse esta noche, pueden elegir pijamas de mi clóset. —Se detuvo un momento, dándoles una mirada dramática—. Pero por favor, respeten el orden que me tomó horas organizar. No quiero ver un caos ahí dentro, ¿entendido?

Los ojos de Soo Hee se iluminaron al instante. Literalmente saltó del sillón, como si Jin acabara de anunciar que le regalaría una chaqueta de diseñador.

—¿De verdad, hyung? —exclamó, con una emoción que casi bordeaba lo infantil—. ¡Sabía que me agradabas por algo más que por tu ramen imaginario!

Jin soltó un suspiro teatral, regresando a la cocina mientras murmuraba:

—¿Por qué todos asumen que solo sé hacer ramen?

Soo Hee no perdió el tiempo y se volvió hacia Jimin, agarrándolo del brazo antes de que pudiera protestar.

—Vamos, Jiminnie. Si Jin nos deja elegir ropa de su clóset, no podemos desaprovecharlo. Ese hombre tiene mejor estilo que todos nosotros juntos.

—No sé si debería... —murmuró Jimin, mirando hacia el pasillo con una mezcla de duda y vergüenza. Había algo en la idea de meterse en las cosas personales de Jin que lo hacía sentirse un poco cohibido.

—¿Deberías? Por favor, claro que deberías. —Soo Hee lo arrastró hacia el pasillo con una determinación que no aceptaba un "no" por respuesta, ignorando completamente la risa suave de Taehyung, que los siguió a lo lejos mientras cortaba las verduras con evidente desgano.

Al llegar al clóset de Jin, Jimin no pudo evitar abrir ligeramente los ojos, sorprendido por lo que tenía frente a él. El espacio parecía más un escaparate de una boutique de lujo que un armario personal. Cada prenda estaba perfectamente colgada por color y tipo de tela, creando un degradado armonioso que iba del blanco puro al negro más profundo, pasando por tonos intermedios que parecían seleccionados cuidadosamente. En el estante superior, cajas etiquetadas con letras pulcras descansaban alineadas, con descripciones como "Accesorios casuales" y "Ropa de eventos especiales". Todo parecía decir: "Aquí no hay espacio para el caos".

—Esto es... increíble —murmuró Soo Hee, recorriendo el clóset con la mirada como si estuviera entrando en un museo exclusivo.

—Me siento como si estuviera invadiendo un santuario —añadió Jimin, dando un paso atrás con cierta vacilación. La perfección del espacio lo intimidaba un poco, como si cualquier movimiento brusco pudiera desordenar ese equilibrio impecable.

—Bueno, no te preocupes, yo invado santuarios todo el tiempo. —Soo Hee avanzó hacia la sección de ropa de dormir, donde los pijamas colgaban en perfecta alineación. Había conjuntos de seda que brillaban bajo la luz, estampados sofisticados y piezas de algodón que parecían tan suaves como una nube—. Mira esto. ¡Incluso sus pijamas tienen más estilo que mi ropa de salir!

Sin esperar respuesta, Soo Hee comenzó a rebuscar con entusiasmo. Sostenía varias opciones contra sí misma, alternando entre gestos dramáticos y evaluaciones serias, como si estuviera eligiendo el atuendo para una alfombra roja.

Finalmente, eligió un conjunto de pantalones y camisa de seda en un tono lavanda que capturaba la luz de manera hipnotizante.

—Este me queda perfecto, ¿verdad? —preguntó, dándose una vuelta frente a Jimin mientras la tela fluía suavemente con el movimiento.

Jimin asintió distraídamente, mientras su mirada se posaba en una sección más discreta del clóset. Entre toda la opulencia, encontró un conjunto de pijamas simples de algodón, con una camisa blanca y pantalones grises. 

—Creo que usaré estos —dijo, señalándolos con timidez.

Soo Hee lo miró con una mezcla de incredulidad y desaprobación fingida.

—Jimin, por favor. Tienes acceso a pijamas de seda. ¡De seda! —Hizo un gesto exagerado hacia su elección, como si no pudiera creer lo que veía—. Y eliges... eso.

Jimin se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.

—¡Me gusta lo simple!

Soo Hee soltó un suspiro teatral, pero al final no insistió más.

—Bueno, eres un alma minimalista atrapada en un mundo maximalista. Supongo que lo respeto. 

Cuando ambos regresaron a la sala, ya vestidos con los pijamas que habían elegido, Taehyung alzó la vista desde la mesa de centro, donde estaba reorganizando los cojines, y dejó escapar un silbido.

—¡Miren a estos modelos! Jimin, estás muy elegante. —Su tono era claramente burlón, pero sus ojos brillaban con diversión.

Jimin sintió el calor subir lentamente a sus mejillas, aunque trató de no demostrarlo. Bajó la mirada un poco, frotándose el borde de la manga de la camisa mientras tomaba asiento cerca del sofá.

—¿Y yo, qué? —interrumpió Soo Hee, poniéndose en el centro de la sala con una pose exagerada, las manos en la cintura y un pie ligeramente adelantado—. Mira este conjunto de seda. Soy un ícono de la moda gracias a Jin-hyung.

Justo en ese momento, Jin salió de la cocina con un plato en las manos, el aroma tentador de lo que fuera que había cocinado inundando la sala.

—Siempre me han dicho que la ropa de un buen estilista puede transformar vidas —comentó con una sonrisa satisfecha, dándoles a ambos un vistazo rápido—. Aunque, sinceramente, no sé si un modelo como Taehyung es transformable.

—¡Oye! —protestó Taehyung desde la mesa, fingiendo indignación.

Jin ignoró el comentario con un gesto elegante y señaló hacia la mesa del comedor con la barbilla.

—Ahora vayan y tomen asiento. La cena estará lista en un minuto, y no quiero que lleguen arrugados.

—¿Cómo se arrugan los pijamas? —murmuró Taehyung, cruzando los brazos, aunque obedeció rápidamente, sin ganas de prolongar la discusión.

Soo Hee y Jimin se unieron a Taehyung, acomodándose en los asientos mientras Jin regresaba a la cocina con pasos decididos. Jimin miró a su alrededor, sus ojos paseándose por la mesa elegantemente puesta y los rostros de sus amigos. Las luces cálidas de la sala parecían envolver todo en un resplandor suave, haciendo que el desorden controlado del apartamento se sintiera aún más acogedor. Las risas y los comentarios ligeros llenaban el espacio, como una melodía suave que lograba empujar, aunque fuera por un momento, el peso que llevaba en el pecho.

La mesa estaba impecablemente dispuesta, con platos perfectamente alineados y una comida que parecía sacada de un restaurante de alta gama. Jin había preparado una variedad de platillos que iban desde carnes perfectamente sazonadas hasta guarniciones coloridas que parecían pequeñas obras de arte. En el centro, un plato con flanes individuales y un adorno de frutas frescas prometía un final dulce para la velada.

—¿Todo esto para nosotros? —preguntó Soo Hee, sus ojos brillando mientras se sentaba frente a un plato lleno de colores vibrantes.

—Por supuesto. No puedo permitir que mis hermanos menores coman cualquier cosa, ¿verdad? —respondió Jin con una sonrisa orgullosa, sirviendo agua en copas como si estuvieran en un banquete formal.

Jimin, sentado al lado de Soo Hee, observó en silencio mientras Jin se aseguraba de que todos tuvieran lo que necesitaban. Había algo meticuloso en sus movimientos, en la manera en que ajustaba los platos y hablaba con ese tono confiado y afectuoso que lo caracterizaba. Pero más allá de eso, había algo profundamente reconfortante en la dedicación de Jin, en cómo parecía volcar todo su esfuerzo en hacer que ese momento fuera especial. Por primera vez en días, Jimin sintió que su respiración se hacía un poco más ligera.

Jin, como siempre, aprovechó la ocasión para dar un pequeño discurso mientras tomaba asiento.

—Bien, ahora que todos están servidos, quiero que aprecien cada sabor. No se trata solo de comer; se trata de sentir. La textura, el aroma, los matices de cada ingrediente. Este es un arte que debe respetarse.

—Claro, hyung. El arte de hacernos sentir culpables si no limpiamos el plato —bromeó Taehyung, arrancando una risa de Soo Hee.

Jin lo miró con fingida severidad, pero no pudo evitar sonreír.

—Por cierto —dijo Soo Hee después de probar un bocado, inclinándose un poco hacia Jin—, ¿cuándo aprendiste a hacer todo esto? Siempre pensé que eras más del tipo "cena improvisada".

Jin infló el pecho con orgullo, dejando que la pregunta le diera pie para lo que claramente había estado esperando decir.

—Porque lo era en mi ultimo tiempo trabajando en el restaurante buscaba impresionar a mis clientes —respondió, saboreando cada palabra.

—¿Clientes? —preguntó Jimin, alzando ligeramente las cejas. Era raro escuchar a Jin hablar de su trabajo. Normalmente, todo giraba en torno a Taehyung y las bromas sobre su desorden.

Jin sonrió, claramente disfrutando la oportunidad de hablar de sí mismo.

—Dejé el restaurante hace unos meses. Ahora trabajo como estilista. No solo diseño ropa, también asesoro sobre looks completos: atuendos, maquillaje, peinados... todo lo que necesiten mis clientes para proyectar la mejor versión de sí mismos. Mi imagen importa, porque ellos confían en que puedo ayudarlos a proyectar la suya.

Soo Hee dejó caer los cubiertos en su plato y se inclinó hacia adelante, claramente fascinada.

—¿Así que básicamente eres una versión de hada madrina moderna? —preguntó, con una sonrisa divertida.

—Exacto. Pero sin la varita mágica y con mucho más talento —respondió Jin, riéndose suavemente mientras alzaba un pedazo de carne con sus palillos y lo probaba con una expresión satisfecha.

—Oh, claro. Porque tus clientes seguro te evalúan por cómo cocinas la carne —bromeó Taehyung, inclinándose hacia atrás en su silla mientras le daba un mordisco a su comida.

Jin giró la cabeza lentamente hacia él, con una expresión que combinaba paciencia y advertencia. Con un movimiento deliberado, levantó el cuchillo que había usado para cortar las frutas del postre y apuntó hacia Taehyung.

—No te burles de mi arte, Taehyung. Este nivel de excelencia no era solo para mis clientes. Es para ustedes también. —Sus ojos se suavizaron y, por un momento, su tono adquirió una calidez genuina que contrastaba con su actitud teatral—. Quiero que este sea un lugar donde siempre puedan sentirse cómodos. Donde puedan venir cuando el mundo se sienta demasiado grande.

El comentario cayó sobre la mesa como una manta cálida, envolviendo a todos en un silencio momentáneo. Soo Hee sonrió de lado, mirando su copa con una expresión tranquila. Taehyung desvió la mirada hacia su plato, aunque una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios, como si no quisiera admitir lo mucho que lo había conmovido.

Para Jimin, sin embargo, las palabras golpearon más fuerte de lo esperado. Sintió un leve nudo formarse en su garganta, y tuvo que bajar la mirada hacia su plato para ocultar la emoción que comenzaba a acumularse en sus ojos. Había algo en la manera en que Jin lo decía, algo tan simple pero tan honesto, que lo hacía sentir visto. Como si realmente importara.

—Eres demasiado bueno para nosotros, hyung —murmuró Soo Hee, levantando su copa de agua en un gesto de brindis.

Jin sonrió ampliamente, alzando su propia copa con un brillo juguetón en los ojos.

—Eso ya lo sé. Pero nunca lo olviden.

El brindis rompió la breve tensión emocional, llenando la sala de risas suaves y el tintineo armonioso de las copas al chocar. Jimin tomó un sorbo de agua, sintiendo cómo el nudo en su garganta se deshacía lentamente con cada trago. El frescor del agua le calmó no solo la sed, sino también la agitación interna que había sentido durante todo el día. Levantó la mirada hacia la mesa, dejando que el murmullo de las conversaciones lo envolviera.

Mientras sus amigos hablaban y reían, Jimin se permitió un instante para observarlos en silencio. Soo Hee, como siempre, llevaba la delantera en la conversación, moviendo las manos con entusiasmo mientras explicaba algo que parecía demasiado técnico para un tema casual, aunque su energía hacía que cualquier cosa pareciera importante. Jin, que había comenzado su respuesta con un comentario sarcástico, terminó suavizando el tono con una risa ligera y un comentario que hizo que Soo Hee sonriera aún más. Taehyung, en cambio, no tardó en interrumpir con una broma que, aunque parecía improvisada, aterrizó con precisión, arrancándole a Jin un bufido y una sonrisa irónica.

Jimin notó cómo las dinámicas entre ellos fluían de forma natural, como un río que encuentra su cauce sin esfuerzo. No había tensión, ni expectativas. Sus amigos y Jin no solo estaban intentando hacerlo sentir mejor; estaban creando un espacio donde no tenía que ser nada más que él mismo. Allí, no era necesario explicar su silencio, ni justificar su cansancio. Simplemente podía existir, y eso en sí mismo era un alivio inesperado.

No había preguntas incómodas, ni presión para compartir lo que sentía. Solo risas, bromas y esa calidez inquebrantable que llenaba cada rincón del apartamento, envolviéndolo como una manta en una noche fría. Era diferente a cualquier otro lugar en el que había estado recientemente, y, sin darse cuenta, se encontró deseando que ese momento pudiera durar un poco más.

El suave sonido de su nombre lo sacó de sus pensamientos.

—¿Qué tal está todo, Jimin? —preguntó Jin de repente, inclinándose un poco hacia él desde el otro lado de la mesa.

La atención inesperada hizo que Jimin se irguiera ligeramente en su asiento, aunque el tono de Jin era tan amable que no se sintió presionado. Lo miró por un momento antes de responder.

—Está delicioso, hyung. Gracias por invitarme. —Su voz era tranquila, pero al terminar de hablar, sintió un leve calor en las mejillas. No estaba acostumbrado a ser el centro de atención, incluso en cosas pequeñas como esa, pero las palabras de Jin no lo incomodaron. De hecho, lo reconfortaron de una manera inesperada.

Jin sonrió con satisfacción, reclinándose ligeramente en su silla mientras entrelazaba las manos sobre la mesa.

—Siempre eres bienvenido aquí. Aunque, la próxima vez, espero verte más relajado. Este es un lugar libre de tensiones, ¿entendido? —dijo, con un tono que combinaba una pizca de autoridad con una calidez sincera.

Jimin asintió lentamente. Había algo en la manera en que Jin lo decía, en la certeza de sus palabras, que hacía que incluso un gesto tan simple como asentir se sintiera más significativo. Bajó la mirada a su plato, tomando otro bocado mientras las voces a su alrededor llenaban el aire nuevamente.

Los sabores eran intensos, ricos, pero también reconfortantes. Cada bocado parecía llevar consigo el esfuerzo y el cuidado de Jin, y Jimin se dio cuenta de que esa comida era mucho más que solo comida. Era un gesto, un recordatorio tangible de que había personas que realmente se preocupaban por él, incluso cuando él mismo dudaba de su propio valor.

Quizá, pensó, en momentos como este, está bien no cargarlo todo solo.


Después de la cena, el grupo se trasladó a la sala. Taehyung, con su energía habitual, no tardó en proponer jugar videojuegos, afirmando que sería la mejor manera de terminar la noche. Jin, en cambio, se quedó en la cocina, limpiando meticulosamente cada plato y utensilio mientras lanzaba comentarios sarcásticos desde allí sobre lo caótico que sería todo sin su impecable organización.

—¡Estoy seguro de que alguno de ustedes ya derramó algo en el sofá! —gritó desde la cocina, arrancando risas de Soo Hee y una mirada de indignación fingida de Taehyung.

—No subestimes mi control, Jin. Soy como un ninja... un ninja gamer —respondió Taehyung, encogiéndose de hombros mientras encendía la consola.

Soo Hee y Jimin se unieron al juego. Bueno, Soo Hee lo hizo con algo más de entusiasmo, tomando el mando como si se preparara para una competencia seria. Jimin, en cambio, apenas podía concentrarse. Sus dedos apretaban los botones, pero su mente divagaba entre los recuerdos del día y las emociones que había estado esforzándose por mantener bajo control. Los colores brillantes en la pantalla y los sonidos del juego se sentían lejanos, como si estuviera viendo todo desde un lugar distante.

—¡Ah, no puedes hacer trampa! —gritó Soo Hee de repente, lanzándole un cojín a Taehyung cuando este, con una sonrisa de superioridad, usó un truco en el juego para arrebatarle la victoria.

—No es trampa si está en las reglas del juego, Soo Hee. Es solo... estrategia avanzada —respondió Taehyung, esquivando el cojín con un movimiento exagerado que lo hizo casi caer del sofá.

La escena era tan absurda que, sin darse cuenta, una pequeña risa escapó de los labios de Jimin. Por un instante, la opresión en su pecho se disipó, dejándolo respirar más libremente. Por un instante, olvidó todo lo que lo había estado consumiendo.

Jin apareció entonces desde la cocina, secándose las manos con un trapo mientras observaba la escena con una sonrisa ligera. Se acercó a Taehyung con la familiaridad de alguien que no necesitaba palabras para expresar lo que sentía y le apoyó una mano en el hombro, como si eso bastara para calmar su caos natural.

—Tae, no hagas enfadar a Soo Hee. Necesito que vuelva, porque es la única cuerda que evita que este lugar se convierta en un campo de batalla.

—Es una exageración, pero te quiero igual. —Taehyung se inclinó hacia Jin con una naturalidad desarmante y le plantó un beso rápido en los labios antes de levantarse y anunciar con aire triunfal—: Bueno, voy a dormir con ellos en la sala esta noche. Ya saben, terapia grupal y eso.

El gesto fue tan casual que apenas llamó la atención de Soo Hee, pero Jimin parpadeó, ligeramente sorprendido. No era la primera vez que veía muestras de cariño entre ellos, pero aún lo tomaban por sorpresa. Había algo en la manera en que Jin y Taehyung se movían el uno alrededor del otro, como si compartieran un lenguaje propio, un entendimiento silencioso que hacía que todo pareciera tan fácil entre ellos. Tan seguro.

Jimin bajó la mirada, una pregunta inesperada formando un murmullo en el fondo de su mente: ¿Qué se sentiría tener algo así? Alguien con quien pudieras ser tú mismo, completamente, sin miedo a ser juzgado, sin miedo a no cumplir expectativas.

Antes de que pudiera detener el curso de sus pensamientos, una imagen fugaz cruzó su mente. No era clara, pero estaba ahí: Jungkook. El eco de su voz, la forma en que había dicho "Estoy aquí" cuando hablaron esa tarde, el toque cálido y firme de su mano en su brazo.

El pensamiento lo golpeó como una ráfaga de aire frío, haciéndolo apartar la mirada de inmediato. Clavó los ojos en el mando del videojuego, como si observarlo con intensidad pudiera borrar lo que acababa de cruzar su mente. ¿Por qué estoy pensando en él?

La pregunta lo hizo apretar ligeramente los labios, intentando ahogar el remolino de emociones que comenzaba a agitarse en su interior. Pero la sensación no desapareció. Era como un eco persistente, inquietante pero no del todo desagradable, que se instaló en un rincón de su mente. No sabía qué significaba, ni siquiera sabía si quería averiguarlo. Lo único que tenía claro era que lo había descolocado.

Alzó la vista brevemente hacia sus amigos. Soo Hee seguía regañando a Taehyung con un entusiasmo que solo podía venir de una verdadera competencia, mientras él seguía riéndose como si hubiera ganado un trofeo. Jin, por su parte, miraba la escena con una mezcla de diversión y exasperación, como si ya supiera que no había forma de poner orden en ese caos.

El apartamento estaba lleno de ruido, de vida. Pero dentro de Jimin, había un silencio diferente. No era incómodo, pero sí confuso. Era como si algo en él hubiera cambiado sutilmente, aunque aún no podía ponerle nombre.

"No importa," pensó, bajando la mirada una vez más. "No ahora."

Después de las risas y los videojuegos, Jin apareció con una pila de mantas y almohadas en los brazos, perfectamente dobladas como si hubieran salido de una revista de decoración. Su impecable atención al detalle era tan natural que casi parecía coreografiada.

—Muy bien, aquí tienen todo lo que necesitan para su pequeña terapia grupal nocturna —anunció, dejando caer la pila en el sofá con una elegancia que rozaba lo teatral.

—¿Qué haríamos sin ti, Jin? —preguntó Soo Hee, ya envuelta en una de las mantas más grandes que había tomado con rapidez.

—Probablemente morir de frío o pelear por un cojín sucio —respondió Jin con un suspiro exagerado, aunque sus ojos brillaban con diversión. Antes de que alguien pudiera responder, desapareció nuevamente hacia la cocina, como si tuviera una lista mental de tareas que debía cumplir antes de irse a dormir.

Cuando regresó, llevaba un par de velas aromáticas en las manos, sus pequeñas llamas bailando suavemente mientras caminaba hacia ellos. Las encendió con cuidado, colocando una cerca del sofá y otra en una esquina de la mesa de centro. Un aroma ligero, una mezcla de lavanda y vainilla, comenzó a llenar el aire, creando una atmósfera más tranquila y envolvente.

—¿Velas? —preguntó Taehyung, alzando una ceja mientras se acomodaba en el sofá, medio hundido entre los cojines—. Jin, esto no es un spa. No necesitamos este nivel de lujo.

—Claro que sí —respondió Jin con calma, inclinándose ligeramente para ajustar la posición de una de las velas—. Estas cosas hacen maravillas por el estrés. Y, considerando que todos ustedes tienen cara de haber envejecido cinco años esta semana, deberían agradecerme.

Soo Hee dejó escapar una risa suave mientras se acomodaba en el suelo con una almohada, envolviéndose aún más en su manta.

—Definitivamente, eres el papá del grupo, hyung... exceptuando a Taehyung, claramente.

—Por supuesto. Pero un papá con estilo y buen gusto —dijo Jin, enderezándose con una sonrisa satisfecha mientras inspeccionaba su trabajo. Terminó de ajustar las mantas y los cojines alrededor de la sala, asegurándose de que todo estuviera perfecto, como si fuera parte de un ritual nocturno cuidadosamente diseñado.

Finalmente, dio un paso atrás, mirando a los tres con una expresión de satisfacción.

—Bueno, aquí los dejo. —Apagó las luces principales, dejando que la cálida luz de las velas llenara la sala con un resplandor suave, casi mágico—. Si necesitan algo, no me despierten. Mi sueño es sagrado. —Miró específicamente a Taehyung, que ya estaba medio acostado en el sofá con los ojos cerrados—. Y tú, intenta no roncar demasiado... aunque conociéndote, seguramente lo escucharé desde nuestra habitación.

—Yo nunca ronco —murmuró Taehyung, su voz ya adormilada, arrastrando las palabras.

Jin rodó los ojos, inclinándose para darle un suave golpecito en la cabeza antes de enderezarse nuevamente.

—Buenas noches. Y no quemen el apartamento, ¿entendido? —añadió, lanzándoles una última mirada antes de desaparecer tras la puerta de la habitación que compartía con Taehyung.

La sala quedó en silencio, excepto por el leve crepitar de las velas y el sonido amortiguado del viento que soplaba afuera. El resplandor cálido de las llamas proyectaba sombras suaves en las paredes, añadiendo una sensación de calma que contrastaba con la energía caótica del día.

Soo Hee se estiró bajo su manta, bostezando mientras lanzaba una mirada a Taehyung.

—Míralo, ya está dormido. Nunca falla —comentó en un susurro, señalando cómo Taehyung ya respiraba de manera pesada, con una mano colgando fuera de la manta. Su expresión tranquila hacía que pareciera que no tenía una sola preocupación en el mundo.

Jimin dejó escapar una pequeña risa, acomodándose en el extremo del sofá con una manta sobre las piernas. Había algo reconfortante en el caos controlado que siempre traía Taehyung. Su capacidad para desconectarse y dormirse en cualquier lugar lo hacía parecer inmune al peso del mundo, y eso, de alguna manera, hacía que Jimin se sintiera menos solo, incluso en sus silencios.

—Taehyung siempre puede dormir en cualquier parte. Es casi envidiable —murmuró Jimin, su voz suave, como si no quisiera romper la quietud que se había instalado en la sala.

—¿Tú no puedes? —preguntó Soo Hee, girándose ligeramente hacia él. Aunque su tono era casual, había un toque de preocupación en su mirada que no intentaba ocultar del todo.

Jimin bajó la mirada hacia la manta que sostenía entre sus manos, sus dedos jugueteando con los bordes como si fueran las palabras que no sabía cómo decir.

—A veces —respondió finalmente, con sinceridad.

Soo Hee lo observó por un instante, como si estuviera sopesando si debía decir algo más. Al final, decidió respetar su espacio. Con un ligero movimiento, se acomodó más profundamente en su manta, cerrando los ojos mientras murmuraba un suave "buenas noches".

Jimin se quedó en silencio, mirando cómo la respiración de Soo Hee se volvía más lenta y regular mientras comenzaba a quedarse dormida. Volvió a fijar la vista en las velas, observando cómo las pequeñas llamas titilaban, proyectando sombras que parecían bailar en las paredes.

La sala quedó tranquila, excepto por los ronquidos suaves de Taehyung, que arrancaron una sonrisa silenciosa de Jimin. Pero incluso en ese ambiente cálido, su mente seguía activa, atrapada en un torbellino de pensamientos.

Más tarde esa noche, cuando Soo Hee y Taehyung se quedaron dormidos en el sofá, Jimin se levantó con cuidado para no despertarlos. Caminó hasta la ventana, donde la luz de la luna iluminaba suavemente el apartamento. Cruzó los brazos, observando el reflejo de su rostro en el vidrio. Su mente divagó, volviendo a las palabras de su padre, al recuerdo de su madre, y... al mensaje que había visto en los ojos de Jungkook esa tarde.

Jimin se giró hacia la ventana, donde el tenue reflejo de las velas iluminaba las cortinas. Sacó su teléfono casi sin pensar, buscando algo que lo distrajera del ligero vacío que sentía en el pecho. Cuando encendió la pantalla, lo primero que vio fue una notificación de Jungkook.

Jungkook: "¿Cómo estás ahora? Espero que un poco mejor. Recuerda que sigo aquí, por si necesitas hablar."

Se quedó mirando el mensaje, leyéndolo una y otra vez. Había algo en esas palabras que lo desarmaba, algo que hacía que su pecho se apretara y, al mismo tiempo, se sintiera un poco más ligero. Jungkook no lo estaba presionando, no pedía explicaciones. Simplemente estaba ahí, ofreciéndose de una manera tan honesta y directa que a Jimin le costaba entender cómo alguien podía ser así.

Pasó un dedo lentamente por la pantalla, dudando por un momento antes de escribir:

Jimin: "Gracias, Jungkook. Estoy mejor. Prometo que te lo diré si necesito algo."

El mensaje era breve, casi neutral, pero en su mente llevaba más significado del que dejaban ver las palabras. Presionó "enviar" y dejó el teléfono a un lado, aunque no pudo evitar quedarse mirándolo, esperando ver si Jungkook respondía.

No lo hizo. Y de alguna manera, eso lo hizo sentir mejor. Jungkook no estaba buscando iniciar una conversación; solo quería recordarle que no estaba solo. Esa simpleza era desconcertante, pero también... reconfortante.

Suspiró y apoyó la cabeza en la almohada, cerrando los ojos por un instante. Pero no podía ignorar la imagen que se había formado en su mente: Jungkook mirándolo con esa mezcla de preocupación y calidez que había sentido esa tarde. Recordó el ligero roce de sus manos cuando Jungkook había limpiado sus lágrimas, el tono bajo y firme de su voz cuando le dijo que podía confiar en él.

Sin darse cuenta, sus dedos se movieron hacia su mejilla, justo donde Jungkook lo había tocado. Era un gesto tan pequeño, tan insignificante, pero ahora parecía haber dejado una marca que no podía ignorar.

"¿Por qué estás tan presente?" pensó, sintiendo cómo el calor subía lentamente a sus mejillas. Cerró los ojos con fuerza, como si eso pudiera alejar el pensamiento.

Se giró hacia la ventana nuevamente, dejando que el tenue resplandor de las luces de la calle lo envolviera. Los ronquidos de Taehyung llenaban el aire como un ruido de fondo constante, y las suaves respiraciones de Soo Hee marcaban un ritmo que lo tranquilizaba. Pero en su mente, lo único que podía oír eran las palabras de Jungkook resonando suavemente, como un eco imposible de apagar.

Después de unos minutos más de mirar hacia la ventana, dejó escapar un suspiro y se dio la vuelta, acomodándose sobre la manta. Cerró los ojos, permitiendo que el cansancio lo envolviera poco a poco. Pero incluso mientras el sueño lo alcanzaba, la última imagen que cruzó su mente fue la sonrisa tranquila de Jungkook.

"Espero que mañana sea más fácil," pensó, y, con ese último pensamiento, finalmente se dejó llevar.

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