🥀𝟓🥀
El supermercado estaba sorprendentemente tranquilo. Las luces fluorescentes derramaban un brillo frío sobre los estantes impecables, y el eco de un carrito rodando se mezclaba con el murmullo lejano de conversaciones y el pitido ocasional de una caja registradora.
Jimin empujaba su carrito con pasos firmes, su mirada fija en los estantes como si cumpliera una misión crítica. Cada tanto evaluaba un producto con precisión meticulosa antes de colocarlo en su carrito. A su lado, Jungkook caminaba con las manos en los bolsillos, mirando los estantes como si fueran piezas de arte moderno. Su andar relajado era el perfecto contraste con la seriedad metódica de Jimin.
—¿Ramen, delegado? —preguntó Jungkook, sosteniendo un paquete con exagerada curiosidad, como si analizara un artefacto misterioso.
Jimin lo miró de reojo, suspirando con resignación antes de quitarle el paquete y ponerlo en el carrito.
—Es para mi padre. Puede vivir de ramen, aunque no entiendo cómo... Como médico, debería darle vergüenza depender solo de esto.
—¿No te gusta el ramen? —Jungkook abrió la boca fingiendo horror—. ¿Ni siquiera el picante?
—Prefiero algo que no venga con su propio paquete de sodio. —respondió Jimin con tono seco, aunque el leve movimiento de sus labios hacia arriba traicionaba su intento de mantenerse serio.
Jungkook soltó una carcajada despreocupada y aceleró el paso para alcanzarlo.
—No te preocupes, Ricitos. No estoy juzgando... bueno, tal vez un poco. —Sus ojos recorrieron el carrito, donde todo estaba perfectamente organizado, como si posara para un catálogo.
El suspiro de Jimin fue casi inaudible, pero la sonrisa que apareció fugazmente en sus labios no escapó a la atención de Jungkook.
Cuando pasaron por la sección de snacks, Jungkook extendió el brazo y, con precisión teatral, lanzó una bolsa de papas fritas al carrito. El crujido del paquete rompió el orden impecable de las frutas cuidadosamente acomodadas.
—¿Qué haces? —preguntó Jimin, deteniéndose en seco mientras lo miraba por encima de sus anteojos.
—Equilibrar la dieta. —respondió Jungkook, apoyándose en el carrito con una sonrisa descarada, como si el gesto fuera de una lógica irrefutable.
Con un empujón suave, movió el carrito hacia adelante antes de que Jimin pudiera protestar. Pero Jimin no se quedó atrás. Detuvo el carrito y lo miró con la postura de alguien a punto de impartir una lección.
—Esto no está en la lista. —sentenció, su tono firme y autoritario, como un profesor regañando a un estudiante travieso.
—Exacto. —replicó Jungkook sin titubear, inclinándose hacia él con ese brillo desafiante en los ojos—. Las compras son más divertidas cuando improvisas.
Jimin abrió la boca, listo para responder, pero algo en la expresión despreocupada de Jungkook lo detuvo. Ese desafío juguetón, esa tranquilidad que hacía imposible discutir con él, lo desarmaron.
Tras un largo suspiro, Jimin retomó el carrito y continuó caminando, dejando la bolsa de papas donde estaba. No porque estuviera de acuerdo, sino porque discutir con Jungkook era tan inútil como intentar detener una marea.
Mientras avanzaban por el pasillo, trató de ignorar el paquete, pero la esquina brillante sobresalía entre las frutas, un recordatorio constante de su derrota.
—¿Siempre haces esto? —preguntó finalmente, sin apartar la mirada del carrito.
Jungkook arqueó una ceja, fingiendo inocencia.
—¿Esto qué? —respondió, alargando las palabras como si realmente no supiera a qué se refería.
—Insertar caos donde no debería haberlo. —El tono seco de Jimin se veía suavizado por el temblor en sus labios, que luchaban por contener una sonrisa.
Jungkook rió con esa despreocupación tan suya y aceleró el paso para ponerse a su lado.
—No lo llamaría caos, Ricitos. Lo llamo diversión estructurada. —Remarcó las últimas palabras con seriedad teatral antes de encogerse de hombros—. Pero si para ti es caos... tal vez necesites más de eso.
Sin querer, Jimin dejó escapar una pequeña risa, suave y casi involuntaria, mientras giraban hacia el siguiente pasillo.
—¿De qué te ríes? —preguntó Jungkook, aunque su sonrisa sugería que ya lo sabía.
—Nada. —Jimin negó con la cabeza, pero no hizo el menor esfuerzo por borrar la sonrisa de sus labios—. Solo pensaba en lo impredecible que eres.
Jungkook amplió su sonrisa, como si acabara de recibir el mejor cumplido posible.
—Alguien tiene que serlo, delegado. —dijo con ligereza, acompañado de ese guiño implícito que parecía decir: "Sabes que tengo razón".
Jimin rodó los ojos, pero esta vez sin verdadera exasperación. Admitir, aunque fuera para sí mismo, que no todo tenía que estar bajo control era casi liberador. Y aunque la bolsa de papas seguía desentonando en su carrito perfectamente ordenado, no podía negar que el caos que Jungkook traía consigo era inesperadamente refrescante.
La sección de frutas los recibió con luz cálida, un contraste agradable con el frío resplandor del resto del supermercado. Los colores brillantes de manzanas, naranjas y peras parecían casi exagerados, como si alguien hubiera ajustado el brillo al máximo.
Jungkook se detuvo junto a una pila de manzanas rojas, tomó una y la lanzó al aire con un movimiento despreocupado. La atrapó al vuelo con una precisión natural, como si fuera algo que hubiera hecho toda su vida.
—Mi mamá me hacía venir al supermercado cuando era niño. —dijo con un tono más suave de lo habitual, aunque su sonrisa seguía ahí, más discreta esta vez—. Siempre decía que necesitaba un "hombrecito" que la ayudara, pero al final solo metía cosas que no estaban en la lista. Era divertido.
Jimin, que inspeccionaba un racimo de tomates con la precisión de un cirujano, levantó la mirada. Captó la expresión relajada de Jungkook por un instante, el reflejo de las luces cálidas bailando en su rostro. Había algo en su tono, algo que rozaba la nostalgia, que hizo que Jimin se detuviera.
—Eso explica por qué no sigues las listas al pie de la letra. —comentó Jimin finalmente, con un toque de sarcasmo que apenas disimulaba el calor en sus palabras.
Jungkook rió bajo, bajando la mirada a la manzana que giraba entre sus dedos.
—No es que no las siga. —dijo Jungkook, apoyándose en el carrito con naturalidad, sus ojos brillando con ese toque travieso—. Solo sé que las mejores cosas son las que no planeas.
Jimin rodó los ojos, aunque sin molestia real. Volvió a concentrarse en los tomates, aunque sus movimientos ahora eran más lentos, como si las palabras de Jungkook se hubieran quedado en el aire, rondándolo.
Para Jimin, todo debía estar bajo control: planeado, estructurado, ordenado. Ese era su refugio. Pero la ligereza de Jungkook, su invitación a lo inesperado, lo desconcertaba. Era desconcertante... y, en cierto modo, atractivo.
De reojo, lo observó de nuevo. Jungkook seguía jugando con la manzana, como si nada pudiera alterarlo. Romper reglas parecía ser parte de su naturaleza.
Jimin suspiró y desvió la mirada hacia los estantes. Tal vez, solo tal vez, Jungkook tenía un punto.
Siguieron recogiendo los últimos productos, y mientras Jimin repasaba mentalmente su lista con precisión casi obsesiva, Jungkook llenaba los pasillos con comentarios casuales. Señaló una caja de cereal con un diseño aburrido.
—¿De verdad les pagan a estos diseñadores? Esto no dice "delicioso desayuno", dice "te arrepentirás de comprarme". —Sacudió la cabeza antes de agarrar una caja de galletas—. Estas parecen hechas para atraer niños y abogados.
Jimin lanzó una mirada de reojo, intentando mantener la compostura, pero el temblor en sus labios lo delató.
Al llegar a las caja, Jimin examinó el carrito con una mezcla de resignación y aceptación. Entre las frutas y productos perfectamente planeados, ahora había al menos tres cosas fuera de la lista. No valía la pena discutir. Jungkook, por su parte, lucía completamente satisfecho con su contribución al "equilibrio" de la compra.
Mientras los productos pasaban por la cinta transportadora, Jungkook tomó un par de bolsas con la misma facilidad con la que había atrapado la manzana.
—Puedes dejarlas en el carrito. —sugirió Jimin, alzando una ceja mientras organizaba el resto de las bolsas, asegurándose de distribuir el peso uniformemente.
Jungkook negó con la cabeza, sonriendo ampliamente.
—¿Y perderme la oportunidad de demostrar mis habilidades como asistente de compras profesional? Ni loco.
Su tono exagerado arrancó de Jimin lo que siempre lograba: una mezcla entre un suspiro y una sonrisa.
Con pasos despreocupados, Jungkook se dirigió hacia la salida, las bolsas colgando de sus brazos como si fuera un héroe en medio de una hazaña épica. Jimin lo siguió, y aunque no lo admitiría en voz alta, había algo encantador en la forma en que Jungkook convertía lo cotidiano en algo extraordinario.
El aire fresco de la noche los recibió al cruzar las puertas automáticas. La brisa ligera arrastró consigo el brillo artificial del supermercado, dejando atrás la rigidez del día.
Caminaban por la acera, las bolsas balanceándose en sus manos mientras las farolas proyectaban sombras largas sobre el pavimento. El silencio entre ellos se llenaba con los sonidos de la ciudad: el rugido ocasional de un motor, una risa lejana escapando de una ventana abierta, el zumbido constante de una urbe que nunca descansaba.
Finalmente, Jimin rompió el silencio con una voz tranquila:
—Gracias. —Desvió los ojos hacia Jungkook por un instante antes de volver a mirar al frente.
Jungkook arqueó una ceja, su sonrisa tornándose traviesa.
—¿Por las compras? —preguntó, aunque su tono ya dejaba entrever que sabía la respuesta—. ¿O por las papas fritas?
Jimin dejó escapar una risa suave, sorprendiéndose de lo natural que se sentía.
—Por la ayuda. Aunque... sobre las papas fritas, todavía no estoy seguro.
Jungkook giró la cabeza hacia él, sus rasgos iluminados por una mezcla de diversión y algo más sutil, difícil de definir.
—Dame tiempo, Ricitos. Cambiarás de opinión. —Había una confianza tranquila en sus palabras, tan firme que ignorarla parecía imposible.
Jimin negó con la cabeza, dejando que ganara esa pequeña batalla. Mientras avanzaban, el sonido rítmico de sus pasos llenaba el espacio entre ellos, y Jimin notó algo curioso: las bolsas en sus manos, que deberían sentirse pesadas, parecían más ligeras.
Había algo en la energía de Jungkook, en su despreocupación constante, que hacía que todo se sintiera más fácil. Menos rígido. Menos... agobiante.
Cuando llegaron a la casa de Jimin, la calle estaba tranquila, iluminada por el tenue resplandor de las farolas que dibujaban sombras alargadas sobre el pavimento. El aire nocturno traía un leve aroma a tierra húmeda, como si la ciudad respirara tras el bullicio del día.
Jimin se detuvo frente a la puerta, equilibrando las bolsas mientras buscaba las llaves en su mochila. Su ceño se frunció ligeramente, concentrado en no desordenar su cuidadosa organización.
Detrás de él, Jungkook lo observaba en silencio, las manos en los bolsillos y una sonrisa fácil en los labios. Su postura relajada contrastaba con la precisión casi obsesiva de Jimin, pero sus ojos brillaban con diversión, como si disfrutara viendo al delegado lidiar con algo tan mundano como abrir una puerta.
Con un suave clic, la cerradura cedió. Jimin empujó la puerta con el hombro y entró, dejando escapar un suspiro al notar la oscuridad de la sala. Las luces apagadas confirmaban que su padre no estaba en casa. Una pequeña parte de él se sintió aliviada; no podía evitar imaginar lo incómodo que habría sido someter a Jungkook a los interrogatorios bruscos de su padre.
Jungkook cruzó el umbral detrás de él, sosteniendo las bolsas con la misma facilidad despreocupada con la que había atrapado la manzana en el supermercado.
—¿Todo bien? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza mientras rompía el silencio.
—Sí. —Jimin asintió rápidamente, cerrando la puerta con un movimiento eficiente. Colocó las bolsas junto a la entrada, alineándolas con precisión inconsciente, como si incluso en su propia casa necesitara mantener el orden.
Antes de hacer nada más, se quitó la bata blanca. Sus movimientos eran rápidos, casi como si hubiera estado esperando todo el día para librarse de ella. El tejido crujió al deslizarse de sus hombros, y Jimin la colgó cuidadosamente en el perchero. Por un momento, la miró fijamente. Era un gesto rutinario, pero esta vez, la bata le pareció más pesada, como si hubiera estado cargando algo más que solo tela.
Jungkook, que seguía cada movimiento con atención discreta, dejó las bolsas a un lado y sonrió con picardía.
—¿Por qué siento que acabas de colgar tu armadura?
La pregunta quedó flotando en el aire, ligera pero con un trasfondo inesperadamente agudo. Jimin lo miró de reojo, arqueando una ceja. Por un momento, pareció debatirse entre ignorarlo o responder, pero la ligera curva en sus labios lo traicionó.
—Podrías decirlo así. —Admitió finalmente, dejando escapar un suspiro mientras se giraba hacia las bolsas—. La bata es cómoda, pero después de tantas horas, a veces siento que me está aplastando.
Jungkook soltó una risa breve, metiendo las manos en los bolsillos con su característico aire despreocupado.
—Bueno, parece que ahora estás en tu territorio. Aunque, para ser honesto, esperaba un poco más de desorden.
Jimin resopló, ajustándose los anteojos con su gesto habitual.
—Lo siento si no cumplo con tus expectativas de caos.
Su tono era seco, pero sus ojos se desviaron hacia Jungkook por un instante, como si intentara descifrar la intención detrás de sus palabras. Jungkook, sin embargo, solo sonrió de lado, disfrutando del intercambio silencioso.
Sin responder, Jimin recogió las bolsas y se dirigió hacia la cocina con pasos firmes, decidido a no dar más espacio a las provocaciones de Jungkook. Pero, como siempre, Jungkook lo siguió con una facilidad casi irritante, llenando el espacio con una energía que Jimin sentía incluso a su espalda.
La casa, usualmente silenciosa y rígida, parecía distinta. Más ligera, casi viva. Jimin no podía decidir si eso era bueno o una distracción peligrosa.
En la cocina, Jimin dejó las bolsas sobre la encimera y se giró hacia Jungkook, buscando cerrar la interacción rápidamente.
—Gracias por la ayuda. —Hizo un gesto hacia las bolsas—. Ahora puedes regresar a lo que sea que hagas en tus noches libres.
Jungkook ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos con fingida ofensa.
—¿Eso es todo? —preguntó, su tono ligero, pero con una nota que insinuaba algo más—. ¿Me usas para cargar bolsas y luego me despides como si nada?
Jimin rodó los ojos, aunque el leve calor que subió por su cuello lo traicionó.
—Ricitos, creí que tenías mejores modales. —Jungkook añadió, inclinándose ligeramente hacia él, lo suficiente como para que Jimin notara su cercanía.
El aire entre ellos pareció comprimirse por un segundo. Jimin suspiró, buscando recuperar el control.
—No es eso. —dijo, su voz más firme, aunque algo en su tono delataba un atisbo de incomodidad—. Es tarde. Y, además, no tengo nada preparado.
Jungkook arqueó una ceja, su sonrisa ladeándose aún más. Lo miraba de una manera que hacía que Jimin se sintiera inquietantemente consciente de sí mismo.
—Por suerte para ti, soy un chef improvisado.
Jimin parpadeó, incrédulo.
—¿Perdón?
Antes de que pudiera añadir algo más, Jungkook recogió las bolsas con movimientos ágiles, avanzando hacia la encimera como si no hubiera lugar para discusiones. Jimin lo siguió, ceño fruncido, incapaz de detenerlo.
—Déjame mostrarte. —Jungkook comenzó a sacar los productos de las bolsas con la naturalidad de alguien revisando su propia alacena. Verduras, especias y proteína se alinearon en la encimera bajo su mirada satisfecha—. Perfecto.
—¿Perfecto para qué? —Jimin entrecerró los ojos, cruzando los brazos mientras se apoyaba contra el marco de la puerta. Aunque su postura parecía firme, el leve temblor en sus manos lo traicionaba—. ¿Por qué presiento que vas a quemar algo?
Jungkook soltó una risa baja, ese tipo de sonido que parecía vibrar en el ambiente. Sin responder directamente, inspeccionó los utensilios de cocina, sacando una tabla y un cuchillo con movimientos que hablaban de experiencia.
Los ojos de Jimin lo siguieron, aunque intentaba no hacerlo evidente. Había algo inquietante en la naturalidad con la que Jungkook tomaba control del espacio. ¿Desde cuándo alguien podía moverse así en su cocina?
—No me digas que sabes cocinar algo más allá de lo básico. —El tono de Jimin era incrédulo, aunque la curiosidad asomaba en su voz.
Jungkook alzó la mirada y la sostuvo un segundo más de lo necesario, lo suficiente para hacer que Jimin sintiera su respiración acortarse ligeramente.
—No me subestimes, Ricitos. Hay más en mí de lo que ves... no soy solo el chico que, según dicen, está con cada chica de la universidad. —La sonrisa provocadora que acompañó sus palabras hizo que los labios de Jimin se tensaran mientras trataba de decidir si aquello era una broma o algo más.
Por un instante, la cocina pareció demasiado pequeña.
Jungkook comenzó a trabajar con destreza, cortando verduras en trozos uniformes. Zanahorias, brócoli, pimientos y cebollas formaban montones de colores vibrantes sobre la tabla. Jimin lo observaba en silencio, preguntándose cómo alguien tan despreocupado podía manejar un cuchillo con la precisión de un chef.
El chisporroteo del aceite caliente rompió el silencio cuando Jungkook añadió el pollo a la sartén, dorándolo antes de incorporar las verduras. Pronto, la cocina se llenó de un aroma cálido y especiado, una mezcla de ajo, jengibre y salsa de soja que hizo que Jimin, sin darse cuenta, se acercara más para observar.
La forma en que Jungkook inclinaba la sartén para mover las verduras, el brillo del fuego reflejándose en sus ojos... Era una escena inesperadamente doméstica, como si Jimin estuviera entrando en un mundo que no le pertenecía.
—¿Dónde aprendiste a hacer esto? —preguntó finalmente, inclinándose para ver cómo los trozos de zanahoria y brócoli se mezclaban con los jugos del pollo.
Jungkook sonrió de lado, moviendo la sartén con un gesto fluido que hizo saltar los ingredientes en perfecta sincronía.
—Mi mamá insistía en que un hombre debía saber alimentarse bien... siempre me enseñó cómo debe ser un hombre, ya sabes, respetuoso y el conocido "que resuelve". —Su tono era ligero, pero había un brillo nostálgico en sus palabras—. Aunque, para ser honesto, me metí en la cocina más por accidente.
—¿Accidente? —repitió Jimin, arqueando una ceja.
—Quemé algo. Varias veces. —Hizo una pausa dramática, como si confesara un crimen imperdonable—. Así que decidí aprender antes de incendiar la casa.
Jimin dejó escapar una risa suave, sorprendiéndose a sí mismo.
—Eso suena... responsable, viniendo de ti.
—¿Responsable? —repitió Jungkook con una risa mientras añadía un último toque de salsa y apartaba la sartén del fuego—. Solo lo hice para evitar que mi mamá me regañara. Pero, mira, terminó siendo útil.
Servía el salteado con movimientos fluidos, y Jimin no pudo evitar notar cómo los músculos de sus antebrazos se tensaban ligeramente al sostener la sartén. Había algo en la facilidad de sus gestos que capturaba su atención más de lo que quería admitir.
Frunció el ceño ligeramente, como si pudiera obligarse a dejar de analizar un detalle tan insignificante. Pero cuando su mirada bajó al plato humeante sobre la encimera, sintió un calor incómodo subiéndole por el cuello.
Ridículo. Era solo Jungkook, cocinando. Nada más.
El salteado desprendía un aroma irresistible. Los colores vivos del brócoli, los pimientos y las zanahorias brillaban bajo la luz de la cocina, mientras los trozos dorados de pollo parecían perfectamente cocidos, como si la precisión detrás del plato no fuera casual.
Jimin carraspeó, intentando apartar cualquier pensamiento innecesario mientras miraba el plato frente a él.
—No te voy a mentir, se ve... bien. —Su tono era neutral, pero el suave rugido de su estómago lo traicionó.
Jungkook sonrió, esa sonrisa triunfante que parecía decir "te lo dije". Colocó el plato sobre la mesa con un gesto deliberadamente teatral.
—Cuidado, delegado. Si sigues diciendo cosas bonitas de mi comida, podría cocinarte más seguido.
Jimin rodó los ojos, aunque una breve sonrisa apareció en la comisura de sus labios. Tomó asiento frente a Jungkook y, tras dudar un momento, probó el primer bocado. Para su sorpresa, el pollo estaba perfectamente sazonado y las verduras tenían el equilibrio exacto entre crujiente y tierno, algo que él nunca había logrado en su propia cocina.
—No está mal. —Eligiendo cuidadosamente sus palabras, trató de sonar indiferente, aunque el brillo en sus ojos decía lo contrario.
Jungkook se recostó en su silla, mirándolo con esa confianza natural suya.
—"No está mal" viniendo de ti, Ricitos, es prácticamente un aplauso de pie. —El tono burlón de sus palabras se suavizaba con una calidez inconfundible.
Jimin negó con la cabeza mientras tomaba otro bocado, fingiendo ignorarlo. Pero la ligera sonrisa en sus labios era imposible de ocultar.
Mientras cenaban, la cocina se llenó de una calidez inesperada, casi íntima. El aroma del salteado flotaba en el aire, mezclándose con el suave sonido de los cubiertos contra los platos. No hablaron mucho, pero el silencio no era incómodo. Al contrario, había algo reconfortante en él, como si no hiciera falta llenar el momento con palabras.
Jimin no pudo evitar pensar en lo extraño que era todo. Su casa siempre había sido un lugar funcional, un espacio para cumplir rutinas con precisión, sin adornos, sin vida. Pero ahora, con Jungkook sentado frente a él, bromeando entre bocados y soltando comentarios sobre la importancia de aprender a "resolver en la vida", el espacio se sentía diferente. Menos rígido. Más humano.
Un destello de movimiento lo sacó de sus pensamientos. Miró a Jungkook justo cuando este se inclinaba para atrapar un trozo de zanahoria a punto de resbalar de su tenedor. Fue un gesto insignificante, casi torpe, pero Jimin se sorprendió observando cómo los mechones oscuros de su cabello caían sobre su frente y cómo sus ojos brillaban bajo la tenue luz de la cocina.
Rápidamente desvió la mirada, concentrándose en su plato con una intensidad forzada. "¿Por qué estoy pensando en esto?", se reprochó en silencio, intentando ignorar el calor que subía por su cuello.
Cuando terminaron de comer, Jungkook no esperó instrucciones. Recogió los platos y se dirigió al fregadero.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Jimin, frunciendo ligeramente el ceño mientras lo seguía con la mirada.
—¿Qué parece? —respondió Jungkook sin girarse, abriendo el grifo para llenar la sartén. Su tono era ligero, casi burlón, como si lavar los platos fuera lo más natural del mundo.
—Puedo hacerlo yo. —Jimin se levantó, pero Jungkook ya había tomado la esponja, ignorándolo por completo.
—Demasiado tarde, delegado. Cociné, así que esto es lo justo. —Su facilidad al decirlo, como si fuera incuestionable, hizo que Jimin simplemente se quedara de pie por un momento, sin saber si insistir o dejarlo hacer.
—No tenías que hacerlo... —murmuró al final, apoyándose contra la encimera.
Jungkook giró la cabeza para mirarlo, sus ojos oscuros reflejando algo que Jimin no pudo descifrar del todo.
—Tal vez no tenía que hacerlo, pero quise hacerlo. Hay una diferencia. —Sonrió, esa sonrisa suya con un toque de desafío, aunque esta vez parecía más suave, más íntima.
El sonido del agua llenó la cocina mientras Jimin desviaba la mirada, trazando con los dedos el borde de la encimera sin pensar. Había algo extraño en ese momento, algo que hacía el aire más denso, más cargado.
Con un suspiro teatral, tomó un trapo y comenzó a limpiar la encimera, más por distraerse que por necesidad. Su atención vagaba entre la tarea y el suave sonido del agua corriendo, mezclado con el tintineo ocasional de los platos. Mundano, pero reconfortante.
—No fue tan malo dejarme quedarme, ¿verdad? —dijo Jungkook de repente, rompiendo el silencio.
Jimin, todavía fingiendo que limpiaba, negó con la cabeza sin levantar la vista.
—Supongo que no. —Se ajustó los anteojos, un gesto que delataba un rastro de incomodidad—. Pero no te acostumbres.
Jungkook rió bajo, ese sonido grave y desenfadado que parecía llenar los vacíos entre ellos. Se inclinó sobre la encimera, acortando la distancia, pero sin cruzarla del todo.
—Demasiado tarde. —Su voz tranquila llevaba un filo juguetón, como si estuviera probando los límites.
El trapo en la mano de Jimin se detuvo un segundo antes de seguir limpiando, pero cuando levantó la mirada, se encontró con los ojos de Jungkook. Había algo más allá del desafío habitual, algo que lo desarmó: un interés latente, una búsqueda silenciosa que no necesitaba palabras.
El aire en la cocina pareció volverse más pesado, el tiempo ralentizándose por un instante. Bajo la luz cálida, las facciones de Jungkook se acentuaban: la curva despreocupada de su sonrisa, el brillo en sus ojos, el movimiento distraído de sus dedos jugueteando con el borde de la encimera.
Jimin carraspeó, rompiendo el momento mientras desviaba la mirada hacia la mesa, como si fuera lo más interesante del mundo.
Jimin carraspeó, rompiendo el momento mientras desviaba la mirada hacia la mesa, como si fuera lo más interesante del mundo.
—Tienes esa forma de... colarte donde nadie te llamó —dijo al final, su voz baja pero clara, con un toque de reproche apenas disimulado.
Jungkook arqueó una ceja, inclinándose apenas hacia adelante, como si quisiera acortar aún más la distancia, aunque sin cruzar la línea.
—¿Eso crees? —murmuró, su tono ligero, pero con un filo que hacía que cada palabra pareciera más intencionada de lo que debía—. No me pareció que estuvieras tan molesto cuando dejé todo impecable en el fregadero.
Jimin lo miró de reojo, su ceño fruncido como si intentara mantener algún tipo de autoridad en esa conversación.
—No tienes que meterte en todo como si... —Hizo un gesto vago con la mano hacia él, pero sus palabras quedaron colgando en el aire, como si no encontrara la forma de terminarlas sin revelar demasiado.
—¿Como si qué? —Jungkook alzó la barbilla ligeramente, dejando que la pregunta flotara en el espacio entre ellos. Su tono seguía relajado, pero su mirada estaba fija en Jimin, intensa, como si intentara leer más allá de lo que decía.
Jimin apretó los labios, desviando la mirada hacia la encimera mientras sus dedos seguían trazando el borde de esta en un gesto distraído.
—Como si creyeras que puedes leerme —murmuró finalmente, su voz apenas audible, pero cargada de algo que ni él mismo lograba descifrar.
El comentario pareció provocar algo en Jungkook. La sonrisa habitual que siempre parecía dominar sus rasgos se desvaneció levemente, reemplazada por algo más sereno, casi desafiante.
—¿Y si puedo? —Su respuesta fue suave, pero había un peso en ella, un reto que se sintió como una línea invisible siendo cruzada.
El trapo en la mano de Jimin se detuvo por completo. Levantó la vista, y por un instante, sus ojos se encontraron. El aire en la cocina pareció comprimirse, el espacio entre ellos reducido no por la distancia física, sino por algo más intangible.
Jimin sintió cómo su respiración se volvía un poco más pesada, pero se negó a retroceder. Era Jungkook, después de todo, y lo último que quería era darle el gusto de pensar que había ganado este extraño juego que siempre parecía jugar.
—Entonces, tal vez deberías dejar de intentarlo —respondió, su tono firme, aunque su garganta se sentía seca.
Jungkook inclinó la cabeza, su mirada nunca alejándose de la de Jimin. La curva de su sonrisa volvió, pero esta vez era más lenta, más medida.
—No creo que quiera hacerlo.
El calor subió rápidamente por el cuello de Jimin, pero no desvió la mirada. No esta vez. Algo en la forma en que Jungkook lo miraba, como si estuviera desafiándolo a moverse o a decir algo más, lo ancló en su lugar.
Jungkook se apartó de la encimera con una fluidez calculada, como si supiera exactamente cuándo romper el momento.
—Relájate, delegado. A veces solo me gusta ver qué pasa cuando empujo un poco. —Su voz era despreocupada, pero sus ojos aún brillaban con algo no dicho, algo que quedaba flotando entre ellos.
Jimin soltó un suspiro bajo, dejando caer las manos sobre la encimera como si necesitara estabilizarse. Intentó ignorar el ritmo acelerado de su corazón mientras sus ojos se fijaban en el plato vacío sobre la mesa, aunque su mente estaba muy lejos de allí. Jungkook lo desordenaba de formas que no podía explicar, no solo con su caos físico, sino con algo más profundo, algo que lo inquietaba en silencio.
—Bueno, creo que eso es todo por hoy. —La voz de Jungkook cortó el silencio, ligera como siempre, pero con un eco que parecía quedarse más tiempo del necesario. Tomó su corbata desajustada y la acomodó con un movimiento ágil mientras recogía su chaqueta del respaldo de la silla—. Gracias por la cena, delegado. Creo que merezco un diez por mi aporte culinario, ¿no?
Jimin levantó la mirada, encontrándose con esos ojos confiados que lo atrapaban siempre en el peor momento. Pero esta vez no apartó la vista.
—Eso lo decidiré en tu próxima evaluación. —Su tono intentó ser seco, pero la suavidad en su voz y el leve brillo en sus ojos lo traicionaron. Una pequeña sonrisa, fugaz pero sincera, apareció en sus labios.
Jungkook dejó escapar una risa suave, esa risa que parecía llenar la habitación con facilidad, envolviendo el aire en un eco cálido. Se detuvo junto al marco de la puerta, apoyando una mano en él sin cruzarlo todavía. Había algo en su postura, algo que parecía medir el momento, como si estuviera decidiendo si cerrarlo por completo o dejarlo abierto.
—Será mejor que me vaya antes de que me pongas a limpiar el baño. —La broma salió ligera, pero llevaba ese toque característico suyo, esa insinuación que dejaba preguntas en el aire. Se giró hacia Jimin, y su última sonrisa fue diferente: más tranquila, más íntima—. Nos vemos, Ricitos.
El suave clic de la puerta al cerrarse dejó a Jimin solo en la cocina. Por un instante, no se movió. El tintineo de los platos, las bromas y hasta el aroma del salteado parecían haber desaparecido con Jungkook. Pero, incluso en el silencio, la casa no estaba completamente vacía. El espacio seguía impregnado de su presencia, como si el aire mismo se hubiera llenado de él.
Jimin dejó escapar un largo suspiro, apoyando la espalda contra la encimera. Llevó una mano a su pecho, notando el ritmo aún acelerado de sus latidos. Cerró los ojos, buscando algo de control, pero en la oscuridad solo encontró la imagen de Jungkook: su sonrisa, su risa baja, y esa forma de mirarlo como si siempre supiera algo que él no.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —murmuró, un susurro que se perdió en la quietud de la habitación.
Ajustó los anteojos en un gesto automático, buscando aferrarse a algo familiar. Pero esta vez, el movimiento no trajo la claridad que esperaba. Había algo en Jungkook que lo descolocaba, que reordenaba cada pensamiento cuidadosamente estructurado en su mente. Y lo peor era que no sabía cómo manejarlo.
No solo había invadido su espacio físico con su actitud despreocupada, sus bromas y esa habilidad molesta para meterse en todo. Había entrado más allá, en ese rincón de su mente que Jimin prefería mantener bajo llave.
De repente, notó lo vacía que estaba la cocina, y no solo porque ya no había nadie allí. Había una ausencia palpable que parecía amplificar la soledad del espacio, como si las risas y las bromas de minutos antes hubieran cambiado algo, dejando un vacío que no estaba allí antes.
La sensación lo inquietó. Jimin no estaba acostumbrado a depender de nada ni de nadie para llenar los silencios. Y sin embargo, en ese momento, con la casa en calma y el eco de la despedida de Jungkook aún flotando en el aire, no podía ignorar una pregunta que se coló en su mente sin permiso:
¿Cuándo sería la próxima vez?
Se sacudió el pensamiento tan rápido como llegó, volviendo a centrarse en lo práctico, en lo tangible. Pero mientras guardaba los platos en el fregadero y apagaba la luz de la cocina, no pudo evitar notar que, por mucho que intentara cerrar el capítulo, la historia no parecía haber terminado.
Porque lo único que quedaba más claro con cada minuto de silencio era que Jungkook no solo desordenaba su casa. También estaba empezando a desordenar su vida.
🌟
Buenoooo ¡Actualización doble!
Cabe aclarar que sí, el desarrollo de estos dos de amigos a "algo más" va a llevar varios capítulos, por lo cual pido suma paciencia. Tiene que haber una construcción de amistad a un punto en el que el personaje de Jimin pueda confiar en él.
Aparte que siendo como es, Jimin no dejaría que pase algo así muy rápido iría en contra de los principios del propio personaje 🥸
De paso, estuve haciendo correcciones en otro fic "Blood Issues" para poder continuarlo, asi que si quieren pasar a leerlo seria un placer. Nos vemos en próximas actualizaciones!
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