
🥀𝟏𝟗🥀
Al abrir los ojos, lo primero que notó fue que estaba durmiendo solo.
La sensación de calor que había sentido toda la noche todavía permanecía en su piel, pero la ausencia de un peso a su lado lo hizo parpadear, desorientado.
El sonido distante de la ducha llegó a sus oídos.
Jimin se quedó mirando el techo, los recuerdos lo golpearon sin previo aviso: la fiesta, las luces, las manos de Jungkook en su cintura, el beso... los otros besos.
Instintivamente, llevó los dedos a sus labios, como si aún pudiera sentir el roce de los de Jungkook. Su corazón comenzó a latir aceleradamente, un ritmo que resonó en sus oídos, mientras un calor incómodo ascendía por su cuello.
La puerta del baño se abrió de golpe, liberando una ráfaga de vapor cálido.
Jimin giró instintivamente hacia el sonido, y su mente se detuvo por completo.
Jungkook apareció con la toalla colgada sobre los hombros y el cabello todavía húmedo cayendo despreocupadamente sobre su frente.
Iba sin camiseta y con unos pantalones gris deportivos, el agua resbalando lentamente por su clavícula y perdiéndose entre las líneas marcadas de su abdomen. Se estaba secando la nuca con la mano, su expresión tranquila, relajada.
Jimin sintió el aire atraparse en su garganta.
Joder.
—¿Qué pasa, Ricitos? —bromeó Jungkook con esa voz grave y burlona, mientras dejaba la toalla caer sobre su cama—. ¿El aire de mi ducha te dejó paralizado?
Jimin sintió cómo el calor subía hasta sus orejas, una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. Su mirada se apartó rápidamente, buscando refugio en el suelo, las paredes... cualquier cosa que no fuera él.
—No estoy paralizado —respondió, aunque su tono no sonó tan firme como hubiera querido. Se levantó de la cama bruscamente, como si moverse pudiera devolverle algo de dignidad—. Solo... no estoy acostumbrado a esto.
Jungkook arqueó una ceja, sonriendo con esa mezcla de diversión y desafío que siempre lo acompañaba.
—¿"Esto"? —repitió, dejando caer la toalla sobre la cama mientras se apoyaba despreocupadamente en el borde—. ¿Te refieres a despertar en una cama que no es la tuya?
Jimin le lanzó una mirada de advertencia, el rubor aún aferrándose a su cuello.
—No hagas que suene raro —murmuró, bajando la mirada mientras recogía la ropa que Jungkook había dejado para él. Sus dedos temblaban ligeramente mientras intentaba parecer ocupado—. Voy a ducharme... si no te molesta.
—Por supuesto que no, te dejaré una muda de ropa preparada... y también tus anteojos. —respondió Jungkook, inclinando la cabeza mientras su sonrisa se ensanchaba—. Pero antes...
Jimin sintió el aire en su pecho bloquearse cuando Jungkook se inclinó hacia él, demasiado cerca, demasiado peligroso.
—...¿no me vas a dar los buenos días? —su voz fue un susurro bajo, cargado de algo que hizo que un escalofrío bajara por la columna de Jimin.
Maldito bastardo.
—B-buenos días —soltó Jimin, odiando la manera en que su voz titubeó.
Jungkook sonrió, su expresión dejando claro que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
—Así está mejor. —Le guiñó un ojo antes de enderezarse, dándole la libertad que no había pedido.
Jimin prácticamente huyó al baño.
Cerró la puerta con más fuerza de la necesaria, apoyándose en ella mientras exhalaba bruscamente.
¿Qué carajo fue eso?
Se obligó a calmarse, pero su corazón seguía latiendo con una insistencia molesta.
Abrió la ducha y dejó que el agua tibia cayera sobre su piel, aliviando un poco la tensión en sus músculos. Intentó concentrarse en eso, en la sensación del agua, en el sonido constante que llenaba el silencio...
Pero su mente no cooperaba.
No podía borrar la imagen de Jungkook con el cabello mojado, la forma en que el agua resbalaba por su clavícula, el calor de su aliento cuando se inclinó demasiado cerca.
Mierda.
Llevó una mano a su rostro, como si pudiera borrar la intensidad de los recuerdos con un simple gesto.
No tenía sentido seguir dándole vueltas. No tenía sentido pensar en lo que Jungkook pudiera estar sintiendo. Él era diferente: desenfadado, libre de ataduras, el tipo de persona que vivía el momento sin medir las consecuencias.
Jimin, en cambio, siempre había sido lo opuesto: metódico, contenido, alguien que prefería mantener su mundo bajo control.
Pero anoche...
Anoche, todo ese control se había ido a la mierda.
Lo había besado.
Lo había dejado besarlo.
Había dormido entre sus brazos.
Y lo peor era que, en ningún momento, había querido detenerlo.
Suspiró profundamente, apoyando una mano en los azulejos fríos de la pared, inclinando la cabeza.
No iba a pensar en esto ahora.
No tenía sentido.
Solo necesitaba salir de ahí, respirar, actuar como si nada hubiera pasado.
Como si Jungkook no estuviera en la otra habitación, con esa sonrisa suya que prometía que esto estaba lejos de haber terminado.
Cuando salió de la ducha, el vapor empañó el espejo, borrando cualquier reflejo. Jimin lo agradeció. No estaba listo para enfrentarse a lo que pudiera ver en sus propios ojos.
Se vistió rápidamente con la ropa cómoda que Jungkook le había dejado.
Al abrir la puerta, el aire fresco del cuarto lo recibió de golpe, y la imagen que encontró hizo que su corazón tropezara en su pecho.
Jungkook estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada contra el borde de la cama y el teléfono entre las manos, deslizándose distraídamente por la pantalla.
El cabello aún húmedo caía sobre su frente, mechones oscuros pegados a su piel, dándole un aspecto más relajado. Su torso estaba desnudo, pero los pantalones que llevaba puestos parecían ajustarse de manera casual, dándole una presencia intimidante, como si todo en él estuviera calculado para descolocarlo.
El sonido de la puerta abriéndose hizo que Jungkook levantara la mirada. Por un momento, su expresión permaneció seria, pero sus ojos se suavizaron en cuanto vio a Jimin, como si no pudiera evitarlo.
—Te queda bien mi ropa —comentó Jungkook, abandonando el teléfono con un gesto casi negligente—. Más de lo que creí... diría que te queda mejor que a mí... ¿Ricitos, hay algo que te incomode?
Jimin, que aún tironeaba del borde de la camiseta como si intentara ajustarla a su cuerpo, lo miró con una mezcla de fastidio y nerviosismo apenas disimulado. El calor le subía por el cuello, y agradeció que Jungkook no pudiera ver completamente el rubor.
—Tal vez si tú te pusieras una camisa, no me sentiría tan fuera de lugar —respondió Jimin, forzando su voz a sonar neutral mientras ajustaba los pantalones de un tirón.
—Touché. —La risa baja de Jungkook resonó en la habitación, profunda y relajada, como si Jimin hubiera superado alguna prueba invisible. Se incorporó lentamente, inclinándose hacia adelante con los codos apoyados sobre las rodillas, su mirada nunca apartándose de él—. ¿Alguna razón por la que estar sin camisa te incomode? Quizás... si me miras, ¿temes que pase algo?
Jimin frunció el ceño, intentando que su expresión reflejara la calma que no sentía.
—¿Qué estás insinuando ahora? —preguntó con el ceño fruncido, intentando sonar firme, aunque su tono delataba su vulnerabilidad.
—Nada... todavía. —Jungkook sonrió de lado, un brillo peligroso cruzando por sus ojos.
Antes de que Jimin pudiera reaccionar, se puso de pie con movimientos fluidos y silenciosos, como un depredador que acorta la distancia con su presa. En un par de pasos, ya estaba frente a él, demasiado cerca.
—¿Qué...? —comenzó Jimin, pero la pregunta se ahogó en su garganta cuando Jungkook, con un gesto rápido y casi casual, le quitó los anteojos.
—¿Qué estás haciendo? —murmuró Jimin, parpadeando rápidamente mientras sus ojos trataban de adaptarse. Todo se veía ligeramente borroso, pero lo único que podía enfocar era el rostro de Jungkook, demasiado definido, demasiado cerca.
—Quería ver algo. —Jungkook giró los anteojos entre sus dedos lentamente, su mirada fija en él. Su voz había perdido la ligereza de antes; ahora era más baja, más suave, pero igual de desarmante.
Jimin se quedó inmóvil, atrapado bajo el peso de esa mirada que parecía atravesarlo. Había algo en los ojos de Jungkook —curiosidad, desafío, y una especie de ternura contenida— que lo desarmaba por completo.
—Te ves mejor con los anteojos, ¿sabes? —continuó Jungkook, su voz apenas un susurro, cargada de algo que hizo que Jimin sintiera un nudo en el estómago y le costara respirar.
Jimin sintió cómo su pecho se comprimía, el corazón palpitando con tanta fuerza que podía oírlo en sus oídos.
El comentario no era solo sobre los anteojos, y lo sabía. Era como si Jungkook estuviera quitándole una capa más, despojándolo de algo que siempre lo había protegido.
Y lo peor —o lo mejor— era que no lo odiaba.
—¡Dámelos de vuelta! —murmuró finalmente Jimin, la voz apenas un susurro.
—Todavía no. —La voz de Jungkook rompió el silencio, suave pero firme, y la forma en que la sonrisa permanecía en sus labios hacía que Jimin se sintiera aún más perdido.
El mundo pareció detenerse cuando sus labios se encontraron. El beso comenzó suave, cauteloso, como si ambos estuvieran explorando un terreno desconocido aún, temiendo lo que podrían encontrar.
Pero a diferencia de los anteriores, este beso no fue solo un arrebato. Fue lento.
Como si Jungkook estuviera tomándose su tiempo para aprender cada detalle de él.
Jimin dejó escapar un pequeño suspiro, un sonido que se perdió en la profundidad del beso, alimentando la llama que crecía entre ellos.
Jungkook deslizó sus manos hasta la cintura de Jimin, con dedos firmes pero cuidadosos, como si lo sostuviera sin forzarlo, ofreciéndole la libertad de alejarse si lo deseaba.
Pero Jimin no se apartó. No podía.
En lugar de retroceder, sus manos se aferraron a los hombros de Jungkook, sintiendo la firmeza de su cuerpo bajo la piel húmeda.
El beso se profundizó, la duda inicial dando paso a algo más urgente, más real. Jungkook inclinó ligeramente la cabeza, ajustando el ángulo, y Jimin sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando los labios de Jungkook se presionaron con más fuerza, casi desafiándolo a seguirle el ritmo.
El corazón de Jimin latía con tal fuerza que temió que Jungkook pudiera escucharlo, el eco de todo lo que estaba sintiendo y no podía nombrar.
Las manos de Jungkook en su cintura lo mantenían anclado al momento, mientras todo lo demás desaparecía. Jimin notó cómo los dedos de Jungkook se tensaban ligeramente, como si estuviera luchando por mantener el control, y eso solo lo hizo desear acercarse más.
Cuando finalmente se separaron, el aire volvió a llenar la habitación con un suspiro colectivo. Ambos respiraban con dificultad, sus pechos subiendo y bajando rápidamente mientras intentaban recuperar el aliento que se habían robado el uno al otro.
Jungkook apoyó su frente contra la de Jimin, sus ojos fijos en los suyos, pero Jimin no pudo sostenerle la mirada.
Porque si lo hacía, si lo miraba demasiado tiempo, iba a perderse por completo.
Retrocedió bruscamente.
La distancia fue mínima, pero se sintió como un abismo.
Jungkook frunció el ceño apenas, como si notara el cambio inmediato en su expresión.
—Jimin... —Su voz era baja, cautelosa.
Pero Jimin negó con la cabeza, tragando en seco.
—Yo... tengo que irme.
Sus palabras sonaron torpes, apresuradas, como si intentara convencerse a sí mismo antes que a Jungkook.
Se giró rápidamente, sin darle tiempo a responder, sin atreverse a mirar atrás.
Jungkook no lo detuvo.
No esta vez.
Y eso solo hizo que el peso en su pecho se sintiera aún más aplastante.
—Gracias por... esto. —Su voz salió algo torpe, mientras hacía un gesto vago con la mano, como si la palabra "esto" pudiera englobar todo lo que había ocurrido: la fiesta, los besos, la noche que parecía haber alterado algo en su interior—. Y por la ropa también.
Jungkook lo observó con ese brillo divertido en los ojos, como si disfrutara del nerviosismo evidente de Jimin.
—No hay problema. —Se inclinó levemente contra el marco de la puerta, sus brazos cruzados con aire despreocupado—. Repito lo que dije: te queda mejor que a mí.
Jimin negó con la cabeza, rodando los ojos, aunque no pudo evitar el calor que le subió a las mejillas.
Agarró sus cosas con más firmeza de la necesaria y avanzó hacia la puerta, tratando de ignorar cómo Jungkook lo seguía con la mirada. Notó el peso de esa mirada en su espalda, como si quisiera decir algo más, pero no se atrevió a voltear.
—Ah, por cierto —dijo Jungkook, rompiendo el silencio—, puedes guardar tu disfraz en ese bolso de allí. Y no tengo problema en llevarte a tu casa.
Jimin se detuvo en seco, sintiendo cómo el corazón le latía con fuerza otra vez.
—Jungkook, estás haciendo demasiado por mí. Puedo ir caminando para tomar el bus, en serio.
—De acuerdo, no insistiré -respondió Jungkook, con un tono que sonaba casi demasiado casual—. Pero promete que enviarás un mensaje al llegar a tu casa.
—Lo prometo —murmuró Jimin, sin mirarlo.
Una vez que Jimin dobló y guardó su disfraz en el bolso, salió de la habitación con Jungkook siguiéndolo. El aire fresco del pasillo lo golpeó, recordándole que el mundo seguía girando, aunque en ese momento todo parecía haberse detenido.
El pasillo estaba en un silencio casi sepulcral, amplificando cada paso. Jimin se sentía incómodo, demasiado consciente del calor en su rostro, del peso de lo ocurrido y, sobre todo, de estar usando la ropa de Jungkook.
Jungkook avanzó con naturalidad y abrió la puerta principal, como si no acabara de besarlo minutos atrás. Justo cuando Jimin cruzaba el umbral, una voz los detuvo en seco.
—Oh, ¡buenos días!
El tono era amable, pero Jimin se sobresaltó.
Giró lentamente, el color drenándose de su rostro al encontrarse con una mujer que solo podía ser la madre de Jungkook.
Allí estaba ella, sosteniendo una taza de café, observándolos con una ceja arqueada.
Su mirada pasó de Jungkook —sin camisa, con el cabello húmedo— a Jimin, envuelto en prendas ajenas y con el pelo aún desordenado.
La sonrisa que se formó en sus labios no presagiaba nada bueno.
—¡Mamá! —la voz de Jungkook sonó tensa, dando un paso para interponerse entre ambos—. No esperaba verte tan temprano.
Jimin deseó desaparecer. Tragó saliva, sintiendo el calor treparle al cuello.
—Eso es obvio —respondió ella con diversión, sus ojos danzando entre los dos—. Y tú debes ser...
—J-Jimin —murmuró él, aferrándose a la correa de su mochila—. Encantado, señora.
—Jiyeon, por favor —corrigió ella con una sonrisa traviesa—. Me alegra ver que Jungkook tiene... —su mirada recorrió la camiseta y los pantalones prestados— ...amigos tan cercanos.
El golpe fue suave, pero certero.
Jimin sintió cómo el alma se le caía a los pies.
Giró lentamente la cabeza hacia Jungkook, fulminándolo con la mirada.
Jungkook, por su parte, se veía como si quisiera morirse en ese instante.
—Voy a... irme —balbuceó Jimin, inclinándose torpemente ante Jiyeon—. Fue un placer conocerla.
—¿Ya tan rápido? —preguntó Jiyeon, bebiendo un sorbo de café—. Qué pena. No todos los días mi hijo tiene invitados tan... interesantes.
—¡Mamá! —gruñó Jungkook, pasando una mano por su rostro.
—¿Qué? ¡No dije nada, jovencito! —respondió ella con total calma, dándose la vuelta hacia la cocina—. Fue un gusto, Jimin. Espero verte de nuevo.
Jimin apenas asintió, aún paralizado, mientras Jungkook lo empujaba con disimulo hacia la salida.
Apenas la puerta se cerró tras ellos, el silencio cayó como un peso entre ambos.
Jimin seguía boquiabierto, avergonzado.
Jungkook dejó caer la cabeza contra la puerta con un suspiro.
—Estoy jodido.
Jimin parpadeó, mirándolo con incredulidad.
—¿Tú estás jodido? —soltó, su voz aún temblando—. ¡Yo fui el que tuvo que salir con tu ropa mientras tu madre nos miraba como si...!
Se interrumpió, mordiéndose la lengua.
Jungkook soltó una risa baja, sin levantar la cabeza de la puerta.
—Tranquilo, Ricitos. No se lo va a tomar así.
—¡¿Así cómo?! —Jimin sintió que la temperatura de su cuerpo aumentaba peligrosamente.
Jungkook se irguió finalmente, mirándolo con diversión.
—Como si hubiéramos hecho algo que no hicimos.
Jimin lo fulminó con la mirada.
—Si vuelves a decir algo así, te juro que no respondo.
Jungkook alzó las manos en son de paz, aún sonriendo.
—Lo que tú digas.
Jimin suspiró, intentando recuperar la compostura.
-Ahora sí, me voy.
Jungkook lo observó en silencio un momento.
—Manda mensaje.
Jimin rodó los ojos.
—Lo haré.
Se giró para irse, pero justo antes de dar el primer paso, Jungkook volvió a hablar.
—Oye, Ricitos.
Jimin cerró los ojos con resignación antes de girarse a medias.
—¿Qué?
Jungkook sonrió de lado, su mirada brillando con algo que Jimin no supo descifrar.
—Te queda bien mi ropa.
Jimin sintió cómo el rubor le explotaba en la cara.
—¡Dios, cállate!
Jungkook rió con satisfacción mientras Jimin escapaba calle abajo sin mirar atrás.
—Nos vemos pronto, Ricitooos —canturreó, aunque la intensidad en su mirada decía otra cosa.
Cuando cerró la puerta, la sonrisa confiada se desvaneció. Apoyó la frente contra la madera y exhaló lento.
"¿Qué carajo estás haciendo, Jungkook?"
Su mente zumbaba con imágenes demasiado nítidas: los ojos de Jimin, la suavidad de sus labios, el sonido ahogado que había soltado cuando lo atrapó por la cintura. El jadeo tembloroso que sintió contra su boca cuando deslizó la mano por su espalda.
"Mierda."
Al girarse hacia su habitación, el desorden de siempre lo recibió: la cama deshecha, ropa esparcida por el suelo, una chaqueta colgando de la silla y, sobre el escritorio, el casco de Jimin.
Jungkook se quedó quieto.
Ese casco no debería estar ahí. No debería haberse acostumbrado a verlo.
Pero ahí estaba, justo donde Jimin lo había dejado la última vez. Como si fuera una marca de su presencia. Como si le perteneciera.
El caos de la habitación lo agobió de repente. Como si reflejara el torbellino dentro de él.
Así que empezó a recoger.
Se movió sin pensar demasiado, en completo silencio. Pero su cuerpo no lo dejaba en paz.
Porque al carajo con el orden, al carajo con su cama, al carajo con todo.
Su cuerpo solo quería otra vez el peso de Jimin sobre él.
Jodido. Maldito. Adicto.
Así de rápido había sucedido. Una noche. Un solo beso. Y ahora todo en él exigía más.
Con otros, la emoción era efímera. Un simple juego.
Pero con Jimin...
Con Jimin, todo se quedaba.
Su sabor en su boca.
Su jadeo en su oído.
Su piel caliente bajo sus manos.
Jungkook se pasó la lengua por los labios, como si pudiera arrancarse la sensación que todavía se aferraba a su piel.
Pero no podía.
El cuerpo tiene memoria.
Y la suya ahora solo sabía una cosa.
"Lo quiero otra vez."
Otra vez. Y otra. Y otra. Hasta que su nombre se le quede grabado en cada puto rincón de la piel.
Cerró los ojos con fuerza, apoyando la cabeza contra la pared, y soltó un gruñido bajo.
No podía seguir así. No podía volver a verlo y fingir que no estaba ardiendo por dentro.
Pero tampoco podía detenerlo.
Porque ya era demasiado tarde.
—¿En qué mierda te estás metiendo, Jungkook? —susurró al techo, sintiendo el peso insoportable de su propia necesidad.
Por otro lado, Jimin entró en su casa con la esperanza de pasar desapercibido, moviéndose con el sigilo de un ladrón experimentado.
No tuvo tanta suerte.
—¡Ahí estás, Romeo!
Taehyung apareció de la nada, lanzándose desde el sofá con una precisión letal, aterrizando justo frente a él. Jimin dio un respingo, su mochila casi se le resbala del hombro.
Aún tambaleándose del susto, giró lentamente... solo para encontrarse con Soo Hee, quien lo miraba desde la mesa del comedor con una taza de té entre las manos y una expresión calculadamente serena.
—Jiminnie, cariño... —Su tono dulce solo hacía que la trampa fuera más obvia—. ¿Qué hacías afuera hasta estas horas?
Jimin abrió la boca, pero Taehyung no le dio oportunidad.
—¡No dormimos esperándote! -añadió con dramatismo, llevándose una mano al pecho como si estuviera al borde del desmayo—. ¡Tenía miedo de que Jungkook te dejara solo!
Su mirada recorrió a Jimin de pies a cabeza, ojos entrecerrados, examinándolo como si fuera una escena del crimen.
Y entonces su ceño se frunció.
—Un momento... ¿esa no es tu ropa, verdad?
El cerebro de Jimin se congeló. Pantalla azul. Error 404: respuesta no encontrada.
—¿Eh? Sí, claro que es mía —soltó en automático. Demasiado rápido.
Taehyung arqueó una ceja con una incredulidad tan evidente que Jimin sintió ganas de ahorcarse.
—Ajam. Sí, claro. Porque definitivamente usás camisetas tres talles más grandes y pantalones que parecen sacados de una colección de ropa para adultos con crisis existencial. ¿Desde cuándo te patrocina la ropa oversize?
Jimin bajó la mirada, ajustándose los pantalones como si eso fuera a hacerlos mágicamente de su talla.
—... Es cómoda.
—Ajá. —Taehyung se inclinó lentamente, con la precisión de un detective resolviendo su caso más importante. Y entonces lo vio.
Los labios de Jimin.
Leve hinchazón. Sospechosamente rojos. Delatores.
La sonrisa de Taehyung se ensanchó como un maldito depredador oliendo sangre.
—Oh. Dios. Mío. :Alargó cada palabra con la teatralidad de un actor ganador de un Oscar—. ¡¿Te besaste con alguien, Jiminnie?! ¡Lo sabía, esta noche va a quedar en la historia!
—¡¿Qué?! —Jimin casi tropieza con sus propios pies al dar un paso atrás, sintiendo el calor treparle hasta las orejas—. ¡No pasó nada!
—No me mientas, Park Jimin. —Taehyung señaló directamente sus labios con un dedo acusador—. Tus labios dicen lo contrario.
Como si el universo decidiera unirse a la conspiración en su contra, Soo Hee dejó su taza sobre la mesa con un golpe sutil pero letal.
—Jimin... —Su voz era dulce, pero con ese filo de alguien que sabía que estaba a punto de desenmascararlo—. ¿Estás seguro de que no pasó nada? Porque llegaste tarde, traes ropa que claramente no es tuya y, además...
Hizo una pausa significativa antes de asentir en dirección a Taehyung.
—Tus labios no se ven normales.
Jimin llevó una mano a su boca de inmediato, como si aún pudiera ocultar lo obvio.
—¡No es lo que piensan! —protestó, su voz más aguda de lo que pretendía—. Es solo... el calor.
—¿Calor? —Taehyung bufó, cruzándose de brazos—. Claro, claro.), ahora culpa al clima. Y Jungkook no tiene absolutamente nada que ver en esto, ¿verdad?
El silencio que siguió fue el peor error de Jimin. No negó rápido. No reaccionó con suficiente indignación.
Se quedó paralizado.
Y eso fue todo lo que Taehyung y Soo Hee necesitaron.
Se miraron entre ellos.
Sonrisas.
Caos.
Jimin estaba jodido.
—¡Lo sabía! —gritó Taehyung, lanzando un cojín al aire como si celebrara un gol—. ¡Te quedaste con Jungkook! Cuéntanos todo ahora mismo. ¿Se besaron? ¿Quién hizo el primer movimiento? ¡¿Fue en la fiesta?!
—¡No pasó nada! —gritó Jimin, demasiado rápido otra vez, mientras su rostro ardía de un rojo imposible de ocultar—. ¡Solo bailé y... y ya!
—Claro, claro. —Taehyung cruzó los brazos, inclinando la cabeza con burla—. Y en algún momento del "y ya", tus labios terminaron hinchados.
Jimin se mordió la lengua. No podía seguir fallando así.
Fue entonces cuando Soo Hee bajó la mirada y frunció el ceño, con una curiosidad repentina.
—Un momento... -sus ojos se fijaron en la bolsa de plástico que Jimin aún tenía en la mano—. ¿Eso es lo que creo que es?
Jimin sintió cómo el sudor frío le recorría la espalda. Antes de que pudiera esconderla, Taehyung ya estaba inclinándose con la velocidad de un depredador.
—No puede ser. —Se llevó una mano al pecho, fingiendo estar conmovido—. ¿Es tu disfraz de Joker?
Soo Hee soltó una carcajada.
—O sea que no solo pasaste la noche con Jungkook... ¡Él se tomó el tiempo de devolverte tu trajecito en una bolsa bien dobladita! Esto ya es romance.
—Es solo que... no quería perderlo... —murmuró Jimin, sintiendo que su voz se iba apagando como una vela en una tormenta.
—¡JA! —Taehyung chasqueó los dedos, señalándolo con dramatismo—. ¿Y qué te dijo cuando te lo devolvió? ¿Algo como "Guárdalo bien, porque fue la mejor noche de tu vida"?
—O quizás... —Soo Hee apoyó un dedo en su barbilla, fingiendo pensar— "Cada vez que lo veas, recordarás lo que pasó entre nosotros".
Jimin se quedó paralizado.
Su cerebro le jugó una mala pasada, recreando la escena con una claridad innecesaria: Jungkook sosteniendo la bolsa, su sonrisa ladeada, su tono grave susurrándole justo eso.
No. No. No.
—¿Hubo acaso s-e-x-o entre utedes, sus cuerpos fueron UNO y no nos estas contando? — preguntó Taehyung con un brillo picarón en los ojos.
Jimin casi se atraganta con su propia saliva.
—¡No! —dijo demasiado rápido, mirando al suelo como si este pudiera abrirse y tragárselo—. ¡No pasó eso!
—Recuerdo haberte dicho que tomaras las vacaciones para pasar tiempo con él y ver qué sientes realmente, Mimi... —Soo Hee apoyó una mano en su pecho con fingida emoción— Adoro ver que sigues mis consejos.
Jimin empezó a hiperventilar.
—¡Yo...! ¡No...! ¡Es que...!
—¿Entonces qué? —Taehyung se inclinó aún más cerca, sus ojos brillando con travesura—. ¿Fue un "¡Te gusto tanto!" o un "¡Te lo quito ya!"?
—¡Ya basta, ¿sí?! ¡No pasó nada más! —Jimin apretó la bolsa de plástico contra su pecho, intentando usarla como un escudo protector contra la vergüenza absoluta.
Pero Soo Hee y Taehyung solo se miraron entre ellos, compartiendo una sonrisa cómplice y diabólica.
—No te preocupes, Jimin —dijo Taehyung, dándole una palmada en el hombro con toda la piedad de un verdugo—. Sabemos que la próxima vez, nos lo contarás todo.
En su cuarto, Jimin cerró la puerta y dejó escapar un suspiro profundo, apoyando la frente contra la madera. Su cuerpo todavía se sentía demasiado caliente, demasiado tenso.
El eco de las risas de sus amigos aún llegaba hasta él, pero no eran las risas lo que más retumbaba en su cabeza.
Eran los besos de Jungkook.
El calor de sus manos en su cintura.
Esa sonrisa imposible de olvidar.
—Estoy en problemas... —murmuró para sí mismo, dejando que su cuerpo se deslizara lentamente hasta el suelo.
Cada vez era más difícil ocultarlo.
Por mucho que intentara negarlo, el caos ya había comenzado, y no había forma de detenerlo.
Porque no eran solo besos.
Al menos, no para él.
Jimin cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo cómo su corazón latía más rápido solo con pensar en Jungkook.
"Solo besos...", se repitió, pero ni siquiera eso sonaba convincente.
El deseo, esa chispa de algo más, nunca había sido parte de su mundo con Jungkook. O al menos, nunca lo había reconocido.
Hasta ahora.
Nunca pensó que algo más podría surgir entre ellos. ¿Sexo? Esa palabra le resultaba ajena, casi incómoda, como si fuera algo a lo que no pertenecía.
Pero ahora, con su mente atrapada en el calor de sus labios, en la cercanía de su cuerpo, algo había cambiado.
No podía negar lo evidente. No podía ignorar esta sensación de querer más.
—¿Él también lo sentirá? —susurró, sintiendo cómo su rostro se calentaba al imaginarlo, pero rápidamente desechó la idea.
Eso no podía ser posible.
Jungkook, al menos para él, desde que supo de él había sido alguien de otro mundo, inalcanzable.
Hasta que dejó de serlo.
Y quizás lo que más lo inquietaba no era el deseo en sí, sino la idea de que algo tan... físico, tan íntimo, podría cambiarlo todo.
Y esa era la parte que le aterraba.
Porque si alguna vez cruzaban esa línea... ¿podría seguir viéndolo a los ojos sin que su mente lo traicionara?
Jimin cerró los ojos, apoyando la cabeza contra la madera, pero eso fue un error.
Porque en la oscuridad de su mente, la imagen de Jungkook apareció con demasiada claridad.
No fue solo el beso, fue más.
Su torso desnudo.
El suyo.
Las manos de Jungkook recorriendo su piel con una lentitud desesperante, el calor de su boca explorando su cuello, los susurros graves de su voz...
"¿Esto es lo que querías, Ricitos?"
Jimin abrió los ojos de golpe, como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
Oh, no.
NO.
Se tapó la cara con ambas manos, como si pudiera borrarse a sí mismo.
Luego, con un rápido movimiento, agarró el primer almohadón que encontró y lo aplastó contra su rostro.
—¡No! ¡No, no, no, no! —gritó en un susurro ahogado, sofocando su vergüenza contra la tela.
Porque ya era demasiado tarde, ahora lo deseaba más que nunca.
Y algo dentro de él le decía que ya no había vuelta atrás ¡Gracias, Taehyung!
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