
🥀𝟏𝟓🥀
Tras semanas de presión y noches en vela, el último día de clases había llegado. El campus, usualmente solemne por la mañana, rebosaba de vida. Algunos estudiantes aún se aferraban a sus libros como un salvavidas, mientras otros reían con alivio, dejando atrás el peso de los exámenes. El aire vibraba con una mezcla de euforia contenida y nostalgia anticipada, como si todos entendieran —aunque nadie lo dijera— que este día marcaba el cierre de un capítulo.
Jimin avanzaba hacia el auditorio junto a Soo Hee y Taehyung. Su cuaderno descansaba bajo su brazo en un gesto automático, mientras el aroma del café de Soo Hee flotaba entre ellos y Taehyung luchaba contra un paquete de galletas.
—Necesito azúcar o no sobrevivo a esto —murmuró con dramatismo.
—¿Estás listo, Jiminnie? —preguntó Soo Hee, dándole un leve empujón.
Jimin exhaló con una sonrisa cansada.
—No sé si "listo" sea la palabra, pero aquí estamos.
El auditorio hervía de murmullos. Estudiantes llenaban los asientos por carrera, el sonido de risas y pasos resonando en las paredes. En el escenario, los decanos de Medicina y Contabilidad se acomodaban con gestos pausados y solemnes, como si cada movimiento llevara un peso especial.
Y entonces ocurrió.
Casi sin querer, su mirada vagó hacia la sección de Contabilidad. O mejor dicho, hacia él.
Jungkook.
Tercera fila. Camisa blanca arremangada, cuello ligeramente abierto, cabello despeinado de esa manera que parecía demasiado casual para no ser intencional.
Pero lo que realmente llamó su atención fue el tamborileo de sus dedos contra la rodilla. Pequeño, casi imperceptible, pero suficiente para delatarlo. Impaciente.
Jimin apartó la vista demasiado rápido, sintiendo el calor subirle a las mejillas.
Un pensamiento fugaz se coló en su mente sin permiso: ¿También estará esperando calificaciones?
Era irrelevante. O debería haberlo sido. Pero la ligera agitación en su pecho decía lo contrario.
"Contrólate", se dijo, enfocándose en el escenario justo cuando el micrófono chasqueó y la voz grave del decano de Medicina rompió el murmullo en el aire.
—Buenos días a todos. Antes que nada, quiero felicitarlos por haber llegado hasta aquí. No todos tienen la fortaleza, la disciplina ni la pasión para enfrentar un semestre como este. Hoy no solo celebramos el final de sus clases, sino también el esfuerzo invisible: esas noches de duda, esos días en los que quisieron rendirse... y no lo hicieron.
Las palabras flotaron en el aire, pesadas pero reconfortantes. Jimin asintió sin darse cuenta. Lo entendía. Había sentido cada una de esas noches, cada uno de esos momentos en los que el cansancio pesaba más que la motivación. Pero en medio de todo, había algo que no esperaba: Jungkook.
La imagen llegó sin permiso. Aquella tarde en la biblioteca, los números de Contabilidad frente a él y Jungkook explicándole con una facilidad absurda.
"¿Ves? Los números también pueden ser divertidos, Ricitos. Solo tienes que mirarlos bonito."
Jimin se había reído. No tanto por los números, sino por él. Porque Jungkook tenía esa habilidad de hacer todo más simple, de transformar la rutina en algo más llevadero, más humano.
Un aplauso repentino lo devolvió a la realidad. Sus ojos regresaron al escenario, pero su mente seguía enredada en el eco de esos pensamientos.
"Nunca pensé que alguien como él pudiera ser tan... constante."
—Recuerden que esto no es solo una carrera. Es una responsabilidad —continuó el decano, su voz firme y pausada llenando cada rincón del auditorio—. Como médicos en formación, están construyendo las bases de una profesión que exige más que conocimiento. Exige compromiso, ética y humanidad.
Algunos estudiantes se enderezaron en sus asientos, sintiendo el peso de esas palabras. Jimin también. A pesar del agotamiento, sintió una chispa de orgullo en el pecho. Había dudado tantas veces, había estado al borde de rendirse, pero no lo hizo. No solo por sí mismo.
Y entonces, sin pensarlo, su mirada volvió a buscarlo.
Jungkook seguía en la tercera fila, pero esta vez no tenía esa expresión despreocupada que parecía tan suya. Miraba hacia el escenario, serio, los dedos inmóviles sobre su rodilla. Algo en su postura lo hacía ver distinto, más... contenido.
"¿Sentirá lo mismo que yo? ¿Esa mezcla de alivio y ansiedad?"
La pregunta lo tomó por sorpresa. Sus carreras eran opuestas, sí, pero en ese momento, en esa sala llena de futuros médicos y contadores, Jimin sintió que había algo en común entre ellos. Algo que nadie más entendería.
El estallido del aplauso general lo sacó de su ensimismamiento. El decano de Contabilidad subió al escenario, comenzando su propio discurso, pero Jimin apenas lo escuchó. Para él, lo importante ya había pasado.
El caos en los pasillos era palpable. Estudiantes se agolpaban frente a los tableros de calificaciones, sus voces mezclándose en un torbellino de nervios y risas. Cada grupo que encontraba sus resultados estallaba en emociones crudas: suspiros de alivio, exclamaciones de sorpresa, incluso algunas lágrimas contenidas.
Jimin avanzó con calma, pero su corazón golpeaba con fuerza. Se abrió paso hasta el tablero de Medicina, sus dedos ya preparados para recorrer la lista.
Y entonces, ahí estaba.
"Park Jimin — 10"
Por un instante, el mundo se quedó en silencio.
Todo el peso del semestre —las noches en vela, los repasos interminables, los miedos silenciosos— se desvaneció poco a poco. Soltó un suspiro largo, como si al fin pudiera respirar después de semanas conteniendo el aire. La sonrisa que se formó en sus labios fue pura, auténtica.
Lo había logrado.
—¡Sabía que no podía ser menos que perfecto! ¡En todas, Jiminnie... TODAS!
La voz de Taehyung lo sacudió justo antes de que su amigo le diera una palmada tan fuerte en el hombro que casi lo desestabiliza.
—¡Taehyung! —exclamó Jimin entre risas—. ¿Intentas dislocarme el brazo?
—¡Considera esto un acto de admiración, Jiminnie! —respondió Taehyung con dramatismo, señalando el "10" junto a su nombre—. Esto merece una ovación de pie.
Antes de que Jimin pudiera replicar, Soo Hee apareció junto a ellos, echando un vistazo a las calificaciones con una sonrisa satisfecha.
—Es oficial —declaró, con un gesto elegante hacia el tablero—. Jiminnie es nuestra arma secreta. Y yo que pensaba que eras un humano común y corriente. Qué decepción.
Jimin rió, sacudiendo la cabeza.
—Solo hice lo mejor que pude. Además, ustedes también trabajaron duro. ¿Cómo les fue?
Taehyung puso cara de falsa indignación antes de señalar su nombre.
—¿Ves eso? —dijo, teatralmente ofendido—. Un 8.5. Un maldito 8.5. Pero, siendo honesto, ese examen de Bioquímica era un castigo divino. Sobrevivirlo ya me hace un héroe.
—Yo estoy feliz con mis 8 —intervino Soo Hee, cruzando los brazos con satisfacción—. Si no me toca repetir nada, entonces gané. No necesito más drama en mi vida.
Jimin los miró con alivio y cariño. Sabía cuánto esfuerzo habían puesto. No importaban los números, lo habían logrado.
—Ambos lo hicieron increíble —dijo, sincero—. ¿Celebramos después?
—Yo ya tengo planes con Jin —respondió Taehyung, guiñándole un ojo—. Ramen, videojuegos y una siesta épica. Pero tú también deberías celebrar, Jiminnie. No se vale quedarte en casa después de esto.
—Eso mismo iba a decir —añadió Soo Hee, dándole un leve apretón en el brazo—. Yo visitaré a mi madre, pero prométeme que harás algo divertido. Y no cuentan los libros ni tus películas deprimentes de terror.
Jimin levantó las manos en rendición, riendo.
—Está bien, está bien. Haré algo divertido. ¿Felices?
—Muy —respondió Soo Hee con una sonrisa antes de despedirse con un gesto rápido.
Taehyung le lanzó una última mirada cómplice antes de alejarse con su energía inagotable.
—Nos vemos luego, Jiminnie. Y recuerda: celebrar no es opcional.
El área común del campus comenzaba a vaciarse. Unos pocos grupos seguían congregados bajo la luz suave de la tarde, riendo, planeando celebraciones improvisadas. Otros se marchaban con las mochilas al hombro y un cansancio imposible de disimular.
Jimin permanecía bajo la sombra de un árbol, quieto, como si el mundo se hubiera ralentizado solo para él.
El aire cálido, el murmullo de las hojas, el eco de las risas en la distancia.
Cerró los ojos por un segundo, permitiéndose sentirlo todo.
"Lo logramos."
La calma se rompió.
—¡Delegado perfecto!
La voz de Jungkook lo alcanzó como un golpe certero, arrastrando consigo algo que hizo que el corazón de Jimin diera un pequeño salto.
Cuando levantó la vista, lo vio acercarse con esa confianza arrolladora que parecía grabada en su esencia, como si el mundo entero gravitara a su alrededor sin esfuerzo.
Y, sin pensarlo, Jimin también se movió.
No hubo duda, no hubo titubeo. Sus pies se despegaron del suelo antes de que su mente pudiera alcanzarlos.
Jungkook abrió los brazos un segundo antes de que Jimin llegara a él, como si lo hubiera sabido de antemano.
Y entonces, el abrazo.
No demasiado fuerte, no demasiado flojo. El punto exacto donde uno podía perderse.
Jimin sintió el calor reconfortante de Jungkook envolviéndolo, un refugio inesperado tras semanas de agotamiento.
Su corazón latía con fuerza, acelerado y sin orden, como si intentara igualar el ritmo del de Jungkook.
Por un instante, todo lo demás desapareció.
El mundo —las hojas susurrando, los murmullos distantes— se volvió un fondo borroso, irrelevante.
Solo estaban ellos dos.
Jimin cerró los ojos sin darse cuenta, permitiéndose sentir.
El perfume de Jungkook —jabón fresco y un leve rastro amaderado— se grabó en su mente con una precisión casi insoportable.
Y entonces, tan rápido como llegó, el abrazo terminó.
Jungkook fue el primero en aflojar los brazos, pero su tacto se demoró un segundo más de lo necesario. Como si no quisiera romper el momento del todo.
Jimin se separó un poco, lo justo para mirarlo a los ojos.
Jungkook le devolvió genuina y llevaba algo más profundo en el fondo: orgullo, alivio... y quizás algo que Jimin no se atrevía a nombrar.
—Sabía que lo lograrías, Ricitos.
Su voz tenía una suavidad inesperada. Un reconocimiento implícito.
Jimin sintió el impacto de esas palabras en su pecho.
Se alejó un paso, ajustando los tirantes de su mochila con un gesto automático.
—¿Cómo sabes eso?
Su tono intentó sonar neutral, pero el leve rubor en su piel lo traicionó.
Jungkook se encogió de hombros, su sonrisa inclinándose de nuevo hacia la suficiencia.
—Taehyung. No sé si sabes que tu amigo no entiende el concepto de discreción. Estaba gritándolo por los pasillos como si hubieras ganado el Nobel.
Jimin bufó, rodando los ojos.
—Exagera demasiado. Solo... hice lo mejor que pude.
Su voz sonó más modesta de lo que pretendía.
—"¿Solo lo mejor que pude?"
Jungkook repitió sus palabras con incredulidad fingida.
—Ricitos, tu nombre está prácticamente tatuado en el tablero con esos "10" perfectos. ¡No te hagas el humilde!
Jimin abrió la boca para replicar, pero la risa ligera de Jungkook lo desarmó.
Y aunque intentó mantenerse serio, no pudo evitar que una sonrisa lo traicionara.
—¿Y tú? —preguntó, recuperando su tono más firme—. ¿Cómo te fue?
Jungkook se pasó las manos por los bolsillos con una despreocupación que parecía ensayada.
—No es un "10" en todo, pero tampoco fui expulsado, así que digamos que sobreviví con estilo.
Jimin arqueó una ceja.
—Eso no suena como una victoria.
—Claro que sí. —Jungkook alzó una ceja con picardía—. ¿Sabes cuántos de mis compañeros ni siquiera llegaron al final del semestre? Esto es prácticamente una medalla.
Jimin cruzó los brazos, mirándolo con ojos afilados.
—Déjame ver tus notas.
Jungkook sonrió, sin inmutarse.
—¿De verdad te importa tanto?
—Claro que sí.
No hubo resistencia cuando Jimin avanzó hacia el tablón de Contabilidad. Localizó su nombre en segundos, sus ojos recorriendo la lista con precisión.
Y entonces, lo leyó en voz alta, sin poder ocultar su sorpresa.
—Jeon Jungkook... 9, 9, 9 y... ¿10 en Derecho Financiero?
Jungkook inclinó la cabeza, orgullo satisfecho brillando en su mirada.
—Te lo dije: sobreviví con estilo.
Jimin aún lo miraba, asimilando la información.
—Eso es impresionante —admitió, su voz más suave—. ¿Por qué no lo dijiste antes?
—Porque prefiero las reacciones espontáneas. —Jungkook sonrió con suficiencia—. Mira tu cara: valió la pena esperar.
Jimin negó con la cabeza, pero no pudo evitar soltar una risa pequeña, casi resignada.
—Está bien, genio de Contabilidad. ¿Y ahora qué vas a hacer?
—Celebrar. Lo mismo que tú.
La respuesta fue inmediata, su mirada fija en él, sin dejar espacio para excusas.
—Nada ruidoso ni lleno de gente, ¿entendido?
—Lo prometo, Ricitos. Algo tranquilo. Bueno, más tranquilo que yo, al menos.
La forma en que lo dijo, con esa sonrisa ladeada y juguetona, hizo que Jimin suspirara, aunque el ligero cosquilleo en su pecho no pasó desapercibido.
—¿A dónde vamos?
Jungkook sonrió aún más.
—Te lo diré en el camino.
Jimin entrecerró los ojos, desconfiado.
—¿Qué estás tramando?
En lugar de responder, Jungkook señaló el aparcamiento con un gesto exagerado.
—Pero primero... ¿listo para la moto?
El corazón de Jimin tropezó.
Se cruzó de brazos, soltando un suspiro como si estuviera reuniendo toda su paciencia.
—¿Otra vez?
—Vamos, Ricitos. —Jungkook rió suavemente—. Admitámoslo: te estás acostumbrando. Además, soy un excelente piloto. Lo sabes.
—Si haces otro giro cerrado en la esquina de la cafetería, me bajo y camino.
—Prometido. Sin giros cerrados... esta vez.
Jungkook alzó las manos en un gesto de falsa inocencia.
Jimin lo fulminó con la mirada, pero cuando Jungkook le tendió el casco extra, sintió cómo la sonrisa volvía a escapársele.
—Vamos, delegado perfecto. No puedes dejarme colgado ahora.
Jimin tomó el casco con un suspiro teatral, pero en el fondo, su pecho ya vibraba con una emoción que no terminaba de entender.
—Esto es una mala idea.
—Las mejores siempre lo son.
El casco encajó con un leve clic mientras Jungkook caminaba hacia su moto con la seguridad de alguien que no temía nada. Cuando el motor rugió al encenderse, un sonido grave y vibrante que cortó el aire, Jimin se sobresaltó. Varias cabezas se giraron, pero Jungkook ni siquiera pareció notarlo.
—¿Listo? —preguntó, volteándose apenas, con un destello de diversión en los ojos.
Jimin tragó saliva antes de subir, acomodándose con cuidado en el asiento trasero. Sus manos buscaron el borde del asiento, manteniendo la distancia... hasta que la moto avanzó y el equilibrio le jugó una mala pasada. Terminar aferrándose al saco de Jungkook fue inevitable, sus dedos torpes, cautelosos.
—Por cierto, Ricitos… —La voz de Jungkook flotó sobre el rugido del motor, despreocupada—. Confía en mí. Este plan te va a encantar.
Jimin frunció el ceño, aún más desconfiado.
—Eso lo veremos.
La moto aceleró y su cuerpo se balanceó ligeramente hacia atrás antes de corregirse. Sus manos se soltaron del borde del saco solo para rodear la cintura de Jungkook, buscando algo más firme. Sintió el calor que se filtraba a través de la tela y cerró los ojos por un segundo, aclimatándose al movimiento.
El viento comenzó a golpear su piel, fresco y revitalizante, colándose entre los pliegues de su ropa. La ciudad pasaba como un desenfoque de luces y sombras, con voces lejanas que quedaban atrás en segundos.
Jimin, sin querer, comenzó a relajarse.
Había algo en esa velocidad controlada, en ese caos perfectamente manejado por Jungkook, que lo tranquilizaba de una forma absurda. Sus brazos, tensos al principio, se acomodaron con más naturalidad alrededor de él.
Y aunque no podía verlo, Jimin estaba seguro de que Jungkook sonreía.
—¿Ves? —dijo sobre el viento, su voz vibrando en el aire—. No es tan terrible.
Jimin bufó, pero su sonrisa pequeña y temblorosa lo delató.
—¡No me hagas hablar o terminaré mordiéndome la lengua!
Jungkook soltó una carcajada, una que el viento no pudo llevarse por completo. Jimin sintió cómo esa risa vibraba en su espalda, recorriéndolo como una corriente cálida.
No lo admitiría, ni aunque lo amenazaran.
Pero en ese instante, con el viento acariciándole el rostro y el mundo reduciéndose a movimiento y velocidad, algo en él encajó en su lugar.
El rugido de la moto se apagó con un eco suave en el abarrotado estacionamiento del centro comercial, dejando un silencio extraño en los oídos de Jimin, aún zumbando por la velocidad del trayecto.
Jungkook maniobró con irritante facilidad, girando el manubrio con un movimiento ágil antes de estacionarse. Bajó primero, quitándose el casco con un gesto fluido, más escena de película que acto casual. Sacudió su cabello con una perezosa naturalidad, logrando que las hebras oscuras volvieran a caer en su desorden perfecto.
Jimin, por su parte, tardó un segundo más en moverse, recuperando el equilibrio antes de quitarse el casco con cuidado, asegurándose de que no se veía como si acabara de sobrevivir a una montaña rusa.
—¿Qué pasa, Ricitos? —bromeó Jungkook, girándose hacia él con una sonrisa a medio camino entre el desafío y la burla—. ¿Te vas a quedar ahí arriba o necesitas un empujón?
Jimin rodó los ojos, pero sus labios esbozaron una sonrisa inevitable. Miró la mano extendida de Jungkook con un instante de vacilación, como si ese contacto tuviera implicaciones que aún no estaba listo para procesar. Pero, finalmente, cedió.
Sus dedos rozaron los de Jungkook cuando se dejó ayudar a bajar, un contacto breve pero lo suficientemente firme como para dejar un cosquilleo cálido en su piel.
—Gracias —murmuró, desviando la mirada demasiado rápido.
—De nada, Ricitos —respondió Jungkook, con una diversión contenida que decía claramente: te vi.
Dentro del centro comercial, el cambio de atmósfera fue casi abrumador. El murmullo de las conversaciones, los pasos apresurados y las risas de los niños se mezclaban en una sinfonía caótica. Las vitrinas brillaban con luces y colores llamativos, atrayendo a familias y adolescentes que paseaban entre ellas, muchos cargando bolsas o posando para selfies frente a decoraciones navideñas.
Jimin se sintió un poco fuera de lugar, pero la presencia relajada de Jungkook, caminando a su lado con su burbuja de calma impenetrable, lo ayudó a centrarse.
Aunque… no era solo Jungkook lo que llamaba su atención.
Era la manera en que los demás lo miraban.
Chicas y chicos seguían su paso con la mirada, algunos con descaro, otros con sonrisas contenidas que desaparecían demasiado tarde. Un par de personas incluso parecían debatirse entre acercarse o no, como si Jungkook fuera algún tipo de zona restringida.
Jungkook, por supuesto, ni se inmutaba. O peor aún, parecía perfectamente acostumbrado.
Jimin frunció los labios, confundido por una sensación extraña. No era enojo exactamente, pero algo le hormigueaba en el pecho. Algo molesto.
—Vaya, parece que tienes tu propio club de fans —comentó finalmente, fingiendo indiferencia.
Jungkook le lanzó una mirada de reojo, con esa sonrisa de victoria privada.
—No puedo evitarlo, Ricitos. La gente tiene buen gusto.
Jimin ya estaba listo para rodar los ojos, pero antes de que pudiera responder, Jungkook añadió, con un tono más bajo y cargado de intención:
—Aunque… si te soy sincero, no creo que solo me estuvieran mirando a mí.
El comentario lo tomó desprevenido.
Jimin sintió el calor subirle a la cara antes de poder frenarlo. Como un reflejo, su mano fue directo a sus gafas, ajustándolas sobre el puente de la nariz aunque no lo necesitara.
—¿De qué hablas? —intentó sonar indiferente, pero su voz tartamudeó apenas.
Jungkook sonrió, más satisfecho que nunca.
—Nada, Ricitos —respondió con falsa inocencia—. Solo digo que puede que tengas más admiradores de los que crees. Esos anteojos tuyos son un clásico, después de todo.
—No digas tonterías —murmuró Jimin, su mirada vagando hacia cualquier cosa que no fuera Jungkook. Se obligó a enfocarse en la vidriera más cercana, su mano aún jugando con los anteojos como si con eso pudiera borrar el comentario de su mente.
Pero no funcionaba.
El calor persistía en sus mejillas y, aunque intentara ocultarlo, una pequeña sonrisa—de esas tímidas y traicioneras—se coló en la comisura de sus labios.
Jungkook no dijo nada más, pero la expresión en su rostro lo decía todo: lo había notado.
Y lo disfrutaba.
Mientras avanzaban entre el bullicio del centro comercial, Jimin sintió algo extraño.
Por primera vez en semanas, no estaba contando las horas ni repasando pendientes en su mente. No había exámenes, responsabilidades o esquemas apretándole el pecho. Solo el ritmo despreocupado de Jungkook a su lado, absorbiendo el caos del mundo con una facilidad que resultaba… contagiosa.
Y, quizás, solo quizás, Jimin comenzó a disfrutar un poco de ese caos también.
Entonces, un chico disfrazado de Art the Clown apareció de la nada.
Su silueta emergió entre la multitud como una sombra inesperada. El maquillaje agrietado y la sonrisa torcida le daban un aire inquietante, como si hubiera salido directamente de una película slasher.
—Ustedes… tienen pinta de disfrutar del terror —dijo con voz dramática, alargando cada palabra mientras extendía un flyer con movimientos lentos, casi hipnóticos.
Jimin dio un paso instintivo hacia atrás.
Jungkook, en cambio, tomó el flyer sin dudarlo, como si le hubieran ofrecido una invitación a un reto personal.
—¿Disfraces? —repitió con interés, girándose hacia Jimin con una expresión imposible de descifrar—. ¿Qué opinas, Ricitos?
Jimin entrecerró los ojos.
—No sé si es lo mío —respondió con tono seco, cruzándose de brazos.
El chico disfrazado inclinó la cabeza, su sonrisa pintada ampliándose de forma perturbadora.
—Piensen en ello. Pero no tarden… las entradas se acaban rápido.
Su voz descendió hasta convertirse en un susurro, antes de girarse con movimientos teatrales y desaparecer entre la multitud con una rapidez que resultó demasiado eficiente.
Jungkook guardó el flyer en el bolsillo, una sonrisa reluciendo en sus labios.
—No digas que no sin pensarlo, Jimiiin... Podría ser divertido.
Jimin lo fulminó con la mirada, buscando una respuesta contundente que cerrara el tema de inmediato. Pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta.
Porque, en el fondo, Jungkook tenía razón.
La idea era absurda, pero… ¿cuándo había sido la última vez que hizo algo así?
Mientras caminaban, con Jungkook soltando comentarios sobre escaparates o lanzando bromas sobre los compradores, Jimin intentó ignorar la pequeña semilla que le había dejado plantada.
"¿Y si, por una vez, voy a una fiesta a la que se que no me encontrare con compañeros de la universidad"
Sacudió la cabeza, alejando el pensamiento.
Pero la voz de Jungkook seguía repitiéndose en su mente:
"¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo divertido?"
Jimin lo miró de reojo.
Jungkook caminaba con las manos en los bolsillos, su postura tan relajada y confiada que parecía completamente ajeno al dilema interno que acababa de provocarle.
Finalmente, Jimin exhaló un suspiro resignado.
—Está bien —murmuró, con reticencia evidente—. Pero no prometo nada.
La sonrisa de Jungkook fue inmediata, ancha y victoriosa.
—Sabía que no podrías resistirte, Ricitos.
Giró sobre sus talones y alzó una mano para llamar al chico disfrazado, que aún merodeaba por la zona.
El joven Terrifier giró lentamente, como si ya supiera que volverían. La sonrisa pintada se amplió, complacida.
—Dos entradas para la fiesta —anunció Jungkook con la seguridad con la que habría pedido café.
El chico sacó los boletos con un gesto exageradamente lento, entregándoselos como si fueran un objeto de poder.
—Lo sabía —murmuró, bajando la voz hasta un susurro—. No lo olviden: este sábado. Disfraces obligatorios.
Jungkook pagó sin dudar, guardando las entradas en su camisa con aire satisfecho.
Jimin, que había permanecido callado hasta ahora, no pudo más.
—¿Disfraces obligatorios? —repitió, alzando una ceja—. Eso significa que tú también vas a disfrazarte.
Jungkook lo miró con diversión y confianza.
—Por supuesto, Ricitos. ¿Qué sería una fiesta de disfraces sin disfrazarse?
Se inclinó levemente, sus ojos recorriéndolo con una mirada crítica pero juguetona.
—Aunque… me cuesta imaginarte en algo que no sea tu impecable bata.
El comentario hizo que Jimin desviara la mirada de inmediato.
Como siempre.
Sus dedos se movieron nerviosos hacia el borde de su chaqueta, ajustándolo en un gesto automático.
—Eso es porque tengo estilo —respondió, intentando sonar casual, aunque su voz tembló ligeramente—. No necesito disfraces para llamar la atención.
Jungkook soltó una risa suave, burlona pero con un trasfondo más difícil de descifrar.
Lo miró con una chispa en los ojos.
—Veremos si sigues diciendo eso después del sábado, Ricitos.
Jimin lo fulminó con la mirada, cruzando los brazos en un intento poco convincente de recuperar el control de la conversación.
—Si yo tengo que disfrazarme, más te vale que el tuyo sea decente. No pienso hacer el ridículo solo.
Jungkook rió con ganas, golpeándole suavemente el hombro antes de echar a caminar de nuevo.
—No te preocupes, Ricitos. Tengo un estilo impecable.
Su sonrisa se amplió, más traviesa, más luminosa.
—Vas a ser tú quien tenga que alcanzarme.
Jimin frunció los labios para ocultar una sonrisa, pero no pudo evitar que algo en su pecho se aflojara.
Era una tontería, pero, de alguna forma, se sintió un poco menos agotado.
Caminaron durante un rato más, deteniéndose a observar algunas vitrinas.
Sin embargo, Jungkook, siempre atento a los detalles, notó cómo los hombros de Jimin se inclinaban sutilmente hacia adelante, el cansancio empezando a hacer mella en él. Con un gesto despreocupado pero calculado, señaló una cafetería cercana.
—¿Te parece si nos sentamos un rato? Mis pies ya están amenazando con abandonarme —bromeó, aunque su tono ligero tenía un matiz genuino.
Jimin levantó la mirada y asintió casi de inmediato, sintiendo cómo el agotamiento volvía a instalarse en su cuerpo ahora que el ritmo había bajado.
La cafetería tenía un aire cálido y acogedor, con una ventana amplia que dejaba entrar los últimos tonos del atardecer. Naranjas, rosas y violetas se fundían en el cielo, pintando el lugar con una calma inusual.
—¿Qué quieres? Yo invito —preguntó Jungkook, hojeando el menú sin mucha prisa.
—Un café americano está bien —respondió Jimin sin siquiera mirarlo.
Jungkook arqueó una ceja.
—¿Nada más? Con todo lo que estudias, me sorprende que no quieras algo que venga con un balde de azúcar.
Jimin rodó los ojos, pero una sonrisa tímida asomó en su rostro.
—Estoy bien con un café, gracias. No todos necesitamos un postre para funcionar.
Jungkook soltó una risa baja antes de levantarse para hacer el pedido. Jimin aprovechó el momento para inclinarse hacia la ventana, dejando que su mente se perdiera en la tranquilidad del atardecer. Era un lujo raro. Uno que había olvidado cómo disfrutar.
Cuando Jungkook regresó, colocó dos cafés sobre la mesa. Y, junto a ellos, un par de muffins.
—Por si cambias de opinión, Ricitos —anunció con una sonrisa casual—. No quiero que te desmayes antes de la fiesta de disfraces.
Jimin lo miró con sorpresa y diversión, pero en lugar de replicar, simplemente envolvió su taza entre las manos, disfrutando del calor reconfortante.
Afuera, el sol seguía su descenso, y los reflejos naranjas se filtraban a través del vidrio, iluminando las facciones de Jungkook con una suavidad inesperada. Jimin, sin darse cuenta, dejó escapar un pensamiento en voz alta:
—¿Sabes? Hace mucho que no me siento así... tranquilo.
Las palabras lo tomaron por sorpresa a él mismo.
Sintió cómo su estómago se encogía al darse cuenta de lo que había dicho, pero antes de que pudiera retractarse, Jungkook levantó la vista de su muffin y lo miró con curiosidad.
—¿Así de tranquilo o así de cómodo conmigo?
La sonrisa en la comisura de sus labios era juguetona, pero sus ojos reflejaban un interés genuino.
Jimin giró ligeramente el rostro hacia la ventana, su reflejo delatando el rubor que subía por sus mejillas.
—Digamos que... ambas —admitió finalmente, su voz apenas un murmullo.
Jungkook sonrió, apoyando los codos en la mesa y acercándose un poco, como si el momento fuera un secreto solo entre ellos.
—Vaya, eso sí que es un cumplido, Ricitos. Me estás malacostumbrando.
Jimin soltó una risa breve, sacudiendo la cabeza para ocultar su nerviosismo.
Después de eso, la conversación se aligeró. Hablaron de tonterías: películas de terror que Jungkook insistía en ver, ideas absurdas de disfraces que iban desde superhéroes hasta verduras antropomórficas, y planes para las vacaciones que ya estaban a la vuelta de la esquina.
Las tazas se vaciaron.
El día se desvanecía.
Jimin se recostó ligeramente en su silla, observando el fondo de su vaso vacío como si escondiera una verdad importante.
—Gracias por esto. Creo que... lo necesitaba más de lo que pensaba.
Jungkook recogió la bandeja con un encogimiento de hombros que intentaba restarle importancia, aunque la sonrisa en su rostro decía otra cosa.
—Para eso estoy... —Hizo una pausa, alzando una ceja con picardía—. Pero no creas que me olvido de nuestra misión principal: convencerte de ir a esa fiesta.
Jimin rodó los ojos, aunque una sonrisa divertida le curvó los labios.
—No me lo vas a dejar olvidar, ¿verdad?
—Ni por un segundo. —Jungkook le guiñó un ojo antes de levantarse—. Ahora, vamos antes de que el tráfico nos mate el ánimo.
Jimin rió suavemente mientras lo seguía hacia la salida del centro comercial.
La noche había caído por completo cuando llegaron al estacionamiento.
El aire fresco envolvía la ciudad con una calma que contrastaba con el bullicio del día.
Jungkook sostenía un casco con una mano, pero su mirada iba directo a Jimin, con una de esas sonrisas suyas: despreocupadas, pero con una calidez que él comenzaba a reconocer.
—¿Listo, Ricitos? —bromeó, colocando el casco sobre su cabeza con un gesto burlón pero sorprendentemente cuidadoso—. Tal vez en esta ruta consigamos más admiradoras.
Jimin rodó los ojos, ajustando las correas con manos algo nerviosas, aunque su sonrisa lo delató.
—Dudo que alguien pueda competir con tu club de fans.
Intentó sonar neutral, pero la broma salió más relajada de lo que esperaba.
Jungkook soltó una pequeña risa, esa que parecía contagiar todo a su alrededor.
Se subió a la moto con su facilidad habitual, girando la cabeza hacia él mientras el motor rugía bajo sus manos.
—¡Vamooos! Prometo evitar las calles llenas de baches esta vez.
Su tono era ligero, pero su mirada sugería una consideración real.
Jimin vaciló solo un instante antes de subirse detrás de él.
Esta vez, su agarre fue menos titubeante.
Mientras la moto avanzaba y el viento golpeaba su rostro, cerró los ojos un segundo, permitiéndose sentirlo todo con más intensidad.
Cuando llegaron a la casa de Jimin, Jungkook estacionó la moto con su habitual habilidad despreocupada.
Jimin permaneció en su asiento un segundo más de lo necesario.
Su respiración aún era irregular por el viento helado, y sus manos seguían aferradas—ligeramente, pero aferradas—al borde del saco de Jungkook.
No fue hasta que sintió el cuerpo de Jungkook moverse delante de él que reaccionó, soltándolo con un gesto apresurado, como si acabara de darse cuenta de que todavía lo estaba tocando.
Jungkook bajó primero y se giró hacia él con una facilidad irritante, como si nada.
—Mira nada más. —Le tendió una mano, su sonrisa ladeada pero con un brillo distinto en los ojos—. Ya eres todo un profesional, Ricitos.
Jimin tragó saliva.
Era ridículo, completamente ridículo, pero bajó la mirada a la mano extendida.
Podía hacerlo solo.
Pero la mano de Jungkook seguía ahí. Esperándolo.
Su garganta se secó un poco cuando la tomó.
El contacto fue breve. Apenas unos segundos. Pero Jungkook tenía calor en la piel—o tal vez era Jimin quien lo sentía de esa manera.
Cuando sus pies tocaron el suelo, el impulso de soltarlo fue inmediato.
Pero Jungkook tardó un segundo más en hacerlo.
Solo un segundo.
Y aunque el roce fue mínimo, aunque suelta fue rápida, hubo algo en ese instante que se quedó flotando en el aire.
Jimin apartó la mirada, despeinándose con una mano como si eso pudiera disipar el cosquilleo en su pecho.
—Piénsalo —dijo Jungkook de repente, con ese tono que era puro desafío disfrazado de ligereza—. La fiesta será divertida. Pero no me vengas con un disfraz aburrido, ¿eh?
Jimin bufó, intentando parecer indiferente, aunque el calor en su cuello contaba otra historia.
—Buenas noches, Jungkook.
Deslizó el flyer en su bolsillo, sin saber todavía si eso significaba algo.
Jungkook sonrió, pero esta vez su expresión fue más suave, más real.
—Buenas noches, Ricitos. —Se acomodó sobre la moto, encendiendo el motor con un rugido grave—. No te mates estudiando para tu disfraz.
Guiñó un ojo antes de acelerar y desaparecer en la distancia.
Jimin se quedó quieto, mirando el camino vacío.
El eco del motor aún retumbaba en su pecho. O tal vez era su propio corazón.
Inspiró hondo, como si eso pudiera devolverle el control de algo.
Pero la sensación seguía ahí.
Persistente y molesta.
Al entrar a su casa estaba oscura y silenciosa, sin rastro de su padre: ni su voz firme ni el eco de sus pasos.
Esa ausencia, aunque habitual, siempre le provocaba una sensación ambigua. Como si el alivio y la incomodidad pudieran coexistir en el mismo espacio.
Jimin colgó su bata en el perchero con movimientos casi automáticos y subió las escaleras despacio, sintiendo cada paso como un regreso a la rutina que conocía demasiado bien.
Su mochila cayó junto al escritorio en cuanto entró a la habitación.
Se dejó caer en la cama, hundiéndose en el colchón con un suspiro largo.
El silencio era casi abrumador después del bullicio del día.
No había fórmulas girando en su cabeza ni recordatorios implacables de lo que tenía que hacer al día siguiente.
Solo había imágenes dispersas:
El sonido del viento mientras montaban la moto.
Las risas despreocupadas.
El tono desafiante pero amable de Jungkook.
Jimin giró el rostro y encontró su reflejo en el espejo del escritorio.
No lucía distinto, pero se sentía distinto.
Sacó el flyer del bolsillo y lo dejó sobre la mesa.
La imagen colorida y exagerada del evento de disfraces lo miraba desde el papel.
Lo observó por un instante, con la cabeza apoyada en la almohada.
"Tal vez salir de mi zona de confort no sea tan malo después de todo", pensó.
Jimin sacó su teléfono y, sin pensarlo demasiado, abrió el chat grupal con Soo Hee y Taehyung.
Jimin: Llamada grupal ahora. Necesito ayuda.
Soo Hee: ¿Algo relacionado con Jungkook? Si no, voy a decepcionarme, son mi novela de todas las noches.
Taehyung: Dame cinco minutos. Estoy secuestrado por Jin.
Jimin dejó escapar una risa baja mientras se cambiaba a su pijama: camiseta gris holgada y pantalones cómodos.
Encendió la lámpara del escritorio, dejando que la luz suave bañara la habitación. Se sentó frente a la pantalla, tamborileando los dedos contra la mesa, nervioso pero decidido.
Soo Hee apareció primero, ajustando la banda de una mascarilla facial mientras sostenía su taza con una elegancia exagerada.
—Esto suena importante —dijo, entornando los ojos con dramatismo.
Segundos después, Taehyung entró en la llamada, el borde de un sweater enorme cubriéndole las manos. Jin apareció detrás de él con una galleta a medio comer y una sonrisa ancha.
—A ver, Jiminnie, suéltalo —instó Soo Hee, cruzando los brazos—. ¿Qué hizo Jungkook esta vez? ¿Te secuestró para otro paseo ilegal en moto?
Jimin suspiró, aunque su sonrisa lo traicionó.
—Algo así... —admitió, rascándose la nuca—. Me convenció de ir a una fiesta. Este sábado.
—Ajá... —Taehyung alzó una ceja, expectante.
—De disfraces.
El silencio duró un segundo.
Después, el caos estalló.
Taehyung soltó una carcajada tan fuerte que Jin tuvo que empujarlo suavemente para poder verlo mejor. Soo Hee, en cambio, quedó congelada, con la boca entreabierta, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Una fiesta de disfraces? —repitió, entre incrédula y fascinada—. ¿TÚ?
—Bueno, mejor que sea en otro lugar. Así no te cruzas con nadie de la universidad —añadió, como si aún buscara razones para aceptar esta nueva realidad.
—¿Jungkook también va? —intervino Taehyung con una sonrisa pícara, recostándose contra su silla—. Porque eso lo explica TODO.
Jimin sintió el calor subirle al rostro.
—Sí... él fue quien compró las entradas.
El silencio en la llamada fue casi tangible.
Entonces, Soo Hee sonrió lentamente, como un gato que acaba de atrapar un ratón.
—Qué curioso —murmuró—. Jungkook no parece el tipo de persona que gasta dinero en cosas sin motivo.
—O el tipo de persona que va a fiestas con cualquiera —añadió Jin, dándole otro mordisco a su galleta con aire pensativo—. Hmm... interesante.
Jimin cerró los ojos con frustración.
—¡NO es tan profundo! Solo me invitó, fin de la historia.
Pero nadie parecía convencido.
—Ajá, claro. —Taehyung asintió, claramente sin creérselo—. Entonces, ¿por qué estás tan nervioso?
Jimin vaciló.
—Porque... necesito ayuda.
—¿Para qué? —preguntó Soo Hee, aunque su mirada ya era afilada, como si ya supiera la respuesta.
Jimin respiró hondo.
—No sé qué disfraz usar.
El escándalo fue inmediato. Jin se irguió como si acabara de recibir una misión de vida o muerte.
—¡Déjamelo a mí! —declaró, tocándose el pecho—. Jiminnie, te juro que serás el protagonista de esa fiesta.
Soo Hee ya tenía una libreta en la mano.
—Necesitamos algo que vaya contigo —dijo con seriedad—. Icónico, pero no ridículo. Llamativo, pero sin hacer que te quieras morir.
Taehyung chasqueó los dedos.
—Algo sexy pero sofisticado.
—¡NO NECESITO QUE SEA SEXY! —exclamó Jimin, escandalizado.
—Pff, claro que sí —respondió Jin, sin siquiera levantar la vista de su libreta—. Es Jungkook. No vas a presentarte vestido de espantapájaros.
Jimin se atragantó con su propia saliva.
—¿Qué tiene que ver Jungkook con esto?
Soo Hee apoyó el mentón en su mano, mirándolo con una paciencia casi divertida.
—Cariño, si fuera solo por la fiesta, te habrías negado sin dudarlo, pero él te convenció... eso significa algo.
—Y si vas con él, mínimo que lo hagas bien —añadió Taehyung, acomodándose en su silla con una sonrisa satisfecha—. No puedes dejar que "Contabilidad Boy" se lleve todo el protagonismo.
Jimin se cubrió el rostro con las manos, sintiendo que la situación se le escapaba de las manos.
—Ustedes son imposibles.
—Nosotros somos realistas —respondió Jin con confianza—. Y te vamos a hacer brillar.
Mientras Jin murmuraba ideas—un detective clásico, un príncipe moderno, un villano con clase—y Soo Hee seguía anotando en su libreta, Jimin los observó en silencio.
Y en medio de todo el bullicio, su mente volvió a Jungkook.
A la forma en que lo había convencido.
A su sonrisa confiada.
A ese brillo en sus ojos cuando le dijo: "No me vengas con un disfraz aburrido, ¿eh?"
—Jiminnie, prepárate. Vas a ser el protagonista de esa fiesta —declaró Jin con orgullo, como si ya pudiera verlo entrando con luces de fondo y aplausos.
Jimin suspiró, finalmente rindiéndose.
—Está bien. Con tal de no hacer el ridículo, pueden hacer lo que quieran.
El grito de victoria de Taehyung, el brindis de Soo Hee con su taza de té y el aplauso dramático de Jin hicieron que Jimin sonriera sin querer.
El caos de sus amigos era lo único que lo mantenía cuerdo en medio de los cambios que estaban ocurriendo en su vida.
Y Jungkook...
Jungkook era otra historia por completo.
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