Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🥀𝟏𝟒🥀

El domingo se desvaneció entre pilas de apuntes, resúmenes llenos de colores y hojas cubiertas de fórmulas que Jimin repasaba con una concentración casi obsesiva. Había empezado temprano, decidido a exprimir cada minuto, como si el tiempo fuera algo que pudiera controlarse con suficiente disciplina. El agotamiento era inevitable, pero, de algún modo, había una paz escondida en la repetición mecánica de su rutina. Cada línea subrayada, cada palabra memorizada, era un recordatorio de que, al menos, esto dependía únicamente de él.

Pero no todo era tan sencillo.

Por más que intentara mantener su mente fija en los textos, ciertos pensamientos se filtraban sin permiso, como gotas en una grieta. La imagen de la mañana del sábado seguía volviendo a él con una claridad incómoda: el brazo de Jungkook sobre su pecho, el calor envolvente que había sentido y ese silencio tan natural entre los dos. Lo racionalizó una y otra vez: "Fue algo circunstancial. Nada más que eso."

Sin embargo, el recuerdo persistía, como una nota suave que se niega a desaparecer. Mientras sus dedos trazaban líneas precisas con el subrayador, su mente volvía a aquel instante. Esa calma. Esa inexplicable sensación de pertenencia. Era desconcertante, y lo peor —o lo mejor, quizás— era que no le había disgustado.

Al caer la noche, cerró el último libro con un suspiro pesado, dejando que el silencio llenara por completo su habitación. Había dado todo de sí ese día. Lo sabía. Y aunque la ansiedad del examen aún se aferraba a su pecho, una sensación extraña de alivio lo acompañaba.

Preparó su ropa para el día siguiente: algo cómodo, neutral, pero lo suficientemente presentable. Revisó su mochila por tercera vez, asegurándose de que todo estuviera en orden. No había margen para el error.

Antes de acostarse, se detuvo frente al espejo, observando su reflejo con detenimiento. El Jimin que veía no era muy distinto del habitual: los hombros ligeramente caídos por el cansancio acumulado, el ceño fruncido como si aún estuviera calculando cada pequeño detalle del día siguiente. Pero había algo más, una sombra de seguridad que apenas lograba reconocer en sí mismo, como si estuviera redescubriendo una parte que creía perdida.

Quizás era eso. Ese pequeño brillo en sus ojos, ese leve asentamiento en su postura. Se veía más... él. Más decidido.

—Lo harás bien —murmuró, su voz apenas un susurro, pero lo suficientemente firme como para que sus propias palabras se sintieran reales. Se quedaron suspendidas en el aire, como un pacto silencioso que solo él podía sellar.

Cuando el lunes llegó, Jimin ya estaba despierto antes de que la alarma comenzara a sonar. No había sobresaltos ni prisas: solo la calma medida de alguien que ya había decidido enfrentar el día. Las primeras luces del amanecer se filtraban por las cortinas, pintando la habitación de tonos suaves y cálidos, como si incluso el sol estuviera dándole un empujón silencioso.

Se movió con precisión: la ropa preparada, la mochila ordenada, cada paso un recordatorio de que, al menos en ese momento, todo estaba bajo su control. La cocina estaba silenciosa mientras preparaba café. El vapor subía perezoso desde la taza, y el aroma se extendía por el aire, envolviéndolo con una calidez reconfortante. Por un instante, se permitió disfrutar de ese pequeño ritual, de esa pausa antes de que el mundo despertara del todo.

—Hoy empieza todo —murmuró, el temblor leve de su voz reflejando una mezcla de nerviosismo y anticipación.

Cerró la puerta tras de sí y salió a la calle, donde el frío de la mañana lo recibió como una bocanada fresca.

El campus ya estaba vivo cuando llegó, con una energía distinta que delataba la proximidad de los exámenes. Grupos de estudiantes cruzaban los pasillos apresuradamente, algunos revisando notas de última hora, otros susurrando fórmulas como si eso pudiera fijarlas mejor en sus mentes. El murmullo del estrés compartido flotaba en el aire, cargado de ansiedad y determinación.

Jimin inspiró profundamente al acercarse al edificio. La correa de su mochila presionaba su hombro, el peso familiar actuando como un ancla, un recordatorio de todo el esfuerzo que lo había llevado hasta allí. Su mente repasaba cada concepto, cada esquema meticulosamente trazado, como si al repasarlos mentalmente pudiera asegurarse de que todo permaneciera intacto en su memoria. Nada podía quedar al azar.

Sin embargo, incluso en medio de ese enfoque, algo más persistía, pequeño pero constante, colándose entre los espacios de sus pensamientos. Al llegar a la entrada, sacó el teléfono casi sin darse cuenta, como un reflejo que no podía controlar. La pantalla seguía vacía, sin notificaciones. Su mente, rápida y traicionera, se preguntó si Jungkook estaría despierto.

El pensamiento lo tomó desprevenido, un ligero tropiezo en su concentración. Pero Jimin sacudió la cabeza con un suspiro, enderezándose de inmediato. "No ahora", se dijo con firmeza. No era el momento para distracciones.

Empujó las puertas del edificio con pasos firmes, sus hombros tensos pero la mirada resuelta. Hoy no podía fallarse a sí mismo.

El bullicio del campus se fue apagando a medida que avanzaba por los pasillos. Al pasar frente al edificio principal, vio a un grupo de compañeros conversando en voz alta, sus risas rompiendo el aire tenso de la mañana. Uno de ellos levantó la mano y le lanzó un saludo animado. Jimin respondió con una sonrisa breve, apenas una sombra de amabilidad, antes de continuar su camino. Hoy no había espacio para nada más.

Mientras subía las escaleras, las palabras de Soo Hee de la semana pasada regresaron a él, suaves pero persistentes:

"Estás más que preparado, Jiminnie. Solo necesitas confiar en ti mismo."

Era un recuerdo reconfortante y, al mismo tiempo, inquietante. Porque confiar en sí mismo implicaba dejar de buscar control en todo lo demás, y Jimin no estaba seguro de saber cómo hacerlo. Siempre sentía que algo le faltaba, como si un segundo de descuido pudiera ser su perdición.

Cuando llegó a la puerta del aula, se detuvo, permitiéndose un instante. Respiró hondo, sintiendo el aire llenar sus pulmones mientras buscaba estabilidad en esa calma momentánea. Sacó su bolígrafo favorito del bolsillo frontal de la mochila y lo sostuvo entre los dedos, girándolo ligeramente en un gesto casi ritual.

Dentro, el salón ya estaba medio lleno. Algunos estudiantes repasaban frenéticos, con libros abiertos y miradas desbordantes de ansiedad, mientras otros miraban al vacío, como si intentaran vaciar sus mentes de cualquier pensamiento. Jimin se abrió paso hacia un asiento junto a la ventana, donde la luz natural caía con suavidad, bañando su escritorio con un dorado tenue.

Dejó su mochila a un lado y echó un último vistazo a sus apuntes. Los minutos previos siempre eran los más tensos: un instante suspendido entre el nerviosismo y la calma, donde el tiempo parecía retener el aliento antes de soltarse.

Cuando el profesor comenzó a repartir las hojas de examen, el sonido del papel contra las mesas fue lo único que llenó la sala. Jimin respiró profundamente una última vez, alineó su bolígrafo y, cuando la hoja quedó frente a él, su mundo se redujo a eso: una serie de preguntas y espacios en blanco.

Los primeros ejercicios fluyeron con facilidad, casi con naturalidad, como si el papel y su bolígrafo estuvieran de acuerdo en que todo saldría bien. Era un alivio breve, una recompensa por las horas invertidas. Pero a medida que avanzaba, las preguntas comenzaron a enredarse, como nudos que requerían paciencia y concentración para deshacer.

Jimin sintió el tiempo escurrirse entre sus dedos como arena mientras repasaba mentalmente las fórmulas y teorías. Su mente funcionaba a toda velocidad, pero con un orden preciso, como un engranaje bien aceitado. Aún así, en algún momento, tuvo que detenerse. Cerró los ojos unos segundos y respiró, permitiéndose reconectar con el silencio momentáneo dentro de sí mismo antes de continuar.

Cuando el tiempo finalmente terminó y entregó su hoja, sintió que una parte de él se quedaba sobre ese escritorio, junto con cada respuesta que había escrito. Reunió sus cosas con movimientos lentos y salió del aula, exhalando un suspiro largo que parecía arrastrar todo el agotamiento acumulado.

El pasillo estaba lleno de murmullos: estudiantes comparando respuestas, quejándose de la dificultad o soltando risas nerviosas. Jimin los atravesó en silencio, sin detenerse. Aún sentía el peso del examen en los hombros, pero, por primera vez en días, algo más comenzaba a instalarse en su pecho.

Un pequeño alivio.

Jimin dejó escapar un suspiro al salir del aula. No estaba seguro de si sus respuestas eran perfectas o si algún detalle se le había escapado, pero había dado lo mejor de sí. Y por ahora, eso era suficiente.

Sus pasos resonaron suavemente en el pasillo, el aire fresco colándose por las ventanas al final del corredor, donde la luz del mediodía se filtraba con un brillo más intenso que antes. Jimin se permitió una sonrisa diminuta, apenas un gesto, pero sincero.

Lo había hecho. Había hecho lo que tenía que hacer.

La risa inconfundible de Taehyung, acompañada por el tono más bajo pero igual de reconocible de Soo Hee, interrumpió sus pensamientos. Allí estaban, esperándolo cerca de las escaleras con expresiones que oscilaban entre la preocupación y el entusiasmo. Soo Hee sujetaba su taza de café con esa calma característica suya, mientras Taehyung, como siempre, parecía listo para montar un espectáculo.

—¡Por fin! —exclamó Taehyung con dramatismo, levantando los brazos al cielo como si recibiera a un héroe—. Pensé que te habías quedado atrapado o que el profesor te iba a ascender en el acto por excelencia académica.

Jimin rodó los ojos, aunque la sonrisa cansada en su rostro lo delataba.

—Fue intenso, pero... creo que sobreviví —respondió, encogiéndose de hombros.

Soo Hee, siempre observadora, inclinó la cabeza, evaluándolo con la precisión de alguien que lo conocía demasiado bien.

—¿"Sobreviví"? Eso no suena muy convincente, Jimin. ¿Tan terrible estuvo?

—No lo sé. —Jimin pasó una mano por su cabello, intentando sacudirse el peso mental del examen—. Hubo un par de preguntas al final que me hicieron dudar, pero... creo que hice lo mejor que pude.

Taehyung, fiel a su estilo, le dio una palmada en la espalda con más fuerza de la necesaria, logrando que Jimin se tambaleara ligeramente hacia adelante.

—¡Exacto! Lo mejor que pudiste. Ese es el lema del día. Y ahora que terminó, podemos relajarnos, ¿verdad? —Su sonrisa era tan amplia que resultaba contagiosa.

Antes de que Jimin pudiera responder, sintió su teléfono vibrar en el bolsillo. El gesto fue automático: lo sacó, y la pantalla iluminada capturó su atención. Al leer el mensaje, una sonrisa suave apareció en sus labios, sin que pudiera evitarlo.

Jungkook: ¿Qué tal el examen, Ricitos? ¿Sobreviviste o hay que mandar refuerzos?

—Déjame adivinar... Jungkook. —Soo Hee habló con calma, sin apartar los ojos de su café, pero su tono estaba cargado de una diversión que la delataba.

Jimin intentó disimular, guardando el teléfono en el bolsillo con una rapidez que delataba su nerviosismo. Pero el calor que subió a sus mejillas no fue tan fácil de esconder.

—Es solo un mensaje —murmuró, encogiéndose de hombros como si no le diera importancia.

—"Solo un mensaje", dice —intervino Taehyung, rodando los ojos con una exageración digna de un actor frustrado—. Porque, claro, los mensajes casuales siempre provocan esas sonrisas tontas.

—Déjalo en paz, Tae —replicó Soo Hee con su calma habitual, aunque su sonrisa astuta contradecía su tono protector—. Aunque, Jimin, tal vez deberías contestarle. Parece que está bastante pendiente de ti.

—No es para tanto —bufó Jimin, apartando la mirada como si eso pudiera calmar el rubor que seguía aferrado a su rostro. Pero, a pesar de sus palabras, miró de reojo la pantalla del teléfono, donde el mensaje seguía brillando, esperándolo.

Jimin: Sobreviví. Pero no estoy seguro si por suerte o por preparación.

No pasaron ni dos segundos antes de que el teléfono vibrara nuevamente. El sonido, aunque leve, hizo que Jimin tragara saliva con algo parecido a la anticipación.

Jungkook: Entonces celebremos tu buena suerte. ¿Un almuerzo rápido después? Yo invito.

Se detuvo, el pulgar suspendido sobre la pantalla mientras procesaba lo que acababa de leer. Estaba cansado, agotado hasta los huesos, y su cama sonaba terriblemente tentadora. Pero entonces pensó en Jungkook, en su sonrisa fácil y su energía imposible de ignorar, y...

No lo admitiría ni bajo tortura, pero la idea le gustó más de lo que esperaba.

—¡Dile que sí! —La voz de Soo Hee lo sacó de sus pensamientos. Al girarse, la encontró mirándolo con una sonrisa suave, como si ya conociera el final de aquella historia—. Un descanso te hará bien.

Jimin frunció el ceño, sorprendido.

—¿Cómo sabes que estaba pensando en eso?

—Porque te conocemos, Jiminnie. —Taehyung le guiñó un ojo, su tono burlón pero genuino—. Anda, ve. Distráete un rato.

Jimin exhaló un suspiro resignado, pero su sonrisa fue imposible de ocultar. Antes de que pudiera pensarlo demasiado, sus dedos ya se movían sobre el teclado.

Jimin: Está bien. ¿Dónde nos vemos?

Cuando guardó el teléfono, Soo Hee y Taehyung lo miraban con sonrisas cómplices y miradas cargadas de significado.

—¿Qué? —preguntó Jimin, cruzándose de brazos en un intento inútil de parecer molesto.

—Nada. —Soo Hee le dio otro sorbo a su café, su sonrisa tan inocente como delatadora—. Solo que hace un mes habrías dicho que estabas demasiado ocupado para salir después de un examen.

—Se llama evolución, Soo Hee. —Taehyung rió, palmeándole la espalda con más fuerza de la necesaria—. Anda, ve. No hagas que Contabilidad Boy espere demasiado.

—Contabilidad Boy... —Jimin bufó, negando con la cabeza mientras luchaba por mantener su expresión seria. Pero la sonrisa en sus labios lo traicionó.

Con un gesto de despedida —y bajo la mirada cómplice de sus amigos—, Jimin se alejó por el pasillo.

El murmullo constante del campus no logró ahogar el leve tamborileo de su corazón, que seguía latiendo un poco más rápido de lo habitual.

Por otro lado, en una de las mesas del patio principal, Jungkook giraba entre sus dedos un vaso de café vacío, el cartón crujía levemente bajo la presión de su agarre. La luz del sol se filtraba entre las ramas de los árboles, proyectando patrones irregulares que danzaban sobre la mesa. Aunque su postura parecía relajada —espalda apoyada en la silla, piernas estiradas—, sus ojos seguían vagando por el campus, como si esperara que alguien apareciera en cualquier momento.

Frente a él, Yoongi estaba absorto en su teléfono, los auriculares colgando alrededor de su cuello como siempre, mientras Eunwoo observaba a ambos con su habitual sonrisa burlona, ese gesto que parecía no tomarse nada en serio.

—Entonces... —comenzó Eunwoo, con un tono cargado de insinuación que rompió el silencio—. ¿Qué pasó con Soojin? ¿Ya no es tu sombra oficial?

Jungkook levantó la vista lentamente, arqueando una ceja.

—¿De qué hablas?

Eunwoo fingió sorpresa, encogiéndose de hombros con teatralidad.

—Solo digo que últimamente has estado muy ocupado con alguien más. Quizá un delegado de Medicina, cabello rizado, obsesionado con el orden... ¿te suena?

Jungkook dejó el vaso sobre la mesa con un sonido seco pero controlado. Por un segundo, una sombra de molestia cruzó su rostro, pero desapareció tan rápido como había llegado.

—Soojin y yo nunca fuimos nada, y lo saben.

—Tranquilo, tranquilo —respondió Eunwoo, alzando las manos en un gesto de rendición. Pero la sonrisa que llevaba seguía intacta, cargada de malicia—. Solo bromeo. Pero hablando en serio, parece que Jimin te está cambiando. Antes eras el tipo que arrastraban fuera de cada fiesta. Ahora te pasas los fines de semana estudiando. ¿Qué pasó ahí?

Jungkook se recostó en la silla, cruzando los brazos sobre su pecho con aire pensativo. Su mirada vagó hacia un punto indefinido del campus, como si intentara buscar la respuesta más allá de lo evidente.

—No estoy cambiando. Solo estoy... haciendo algo diferente. ¿Eso tiene que ser un problema?

Yoongi levantó la mirada al fin, dejando su teléfono a un lado con un suspiro que parecía mucho más viejo que él.

—No es un problema, Kook. Pero sí es algo nuevo. Y, para ser honesto, no me disgusta verte más enfocado. —Pausó un momento, mirándolo con ojos afilados—. Solo espero que sepas lo que estás haciendo.

Por un instante, la sonrisa ladeada de Jungkook perdió su filo. Ladeó la cabeza, como si procesara las palabras de Yoongi.

—Siempre sé lo que hago.

Se inclinó hacia adelante entonces, apoyando los codos en la mesa. Su voz bajó, pero el peso de sus palabras no pasó desapercibido:

—Y por si les interesa, Jimin no es una excusa para cambiar nada. Solo... me gusta pasar tiempo con él, ¿ok?

El silencio que siguió no fue incómodo, pero sí pesado. Eunwoo y Yoongi intercambiaron miradas rápidas, como si acabaran de escuchar algo que no esperaban.

Antes de que pudieran reaccionar, el teléfono de Jungkook vibró sobre la mesa. Él lo desbloqueó con rapidez, y al leer el mensaje de Jimin confirmando el lugar del almuerzo, una sonrisa pequeña —pero auténtica— asomó en sus labios. Apenas perceptible, pero suficiente.

—Y hablando de él... —murmuró mientras se levantaba, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta con un gesto casual—. Tengo algo que hacer. Nos vemos luego.

Eunwoo dejó escapar una risa suave al verlo alejarse.

—¿Algo que hacer? Más bien, alguien que ver.

Yoongi lo fulminó con la mirada, su expresión más seria de lo habitual.

—Déjalo tranquilo. Si Jimin lo está ayudando a centrarse, mejor para él.

Eunwoo ladeó la cabeza, arqueando una ceja con curiosidad.

—¿Desde cuándo eres tan protector con él?

Yoongi sostuvo su mirada por un momento antes de desviar la vista, como si estuviera eligiendo con cuidado sus palabras.

—Desde que se nota que esto no es una de sus tonterías pasajeras.

Eunwoo quedó pensativo por un momento, pero no dijo nada más. Mientras tanto, Jungkook caminaba hacia el punto de encuentro, sus pensamientos ya lejos de la mesa y centrados en una sola persona: Jimin.

Cuando llegó a la entrada de la cafetería, se apoyó contra el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y esa expresión despreocupada que parecía pegada a su rostro. Sus ojos escaneaban el pasillo con calma, pero en cuanto reconoció la silueta de Jimin acercándose, algo en su mirada se suavizó casi imperceptiblemente.

Jimin venía caminando con paso firme, aunque su mochila colgaba ligeramente de un hombro, y su cabello, algo despeinado, parecía rebelarse contra su habitual orden. Aun así, en sus ojos había un brillo, una mezcla sutil de orgullo y alivio, como si el examen hubiera drenado su energía pero le hubiera dejado algo más importante: la certeza de que lo había dado todo.

—Ahí estás, Ricitos —lo saludó Jungkook con una sonrisa amplia mientras se enderezaba. Su tono ligero parecía envolver las palabras con algo extra—. ¿Cómo te fue en el examen? ¿El delegado perfecto sobrevivió al apocalipsis médico?

Jimin bufó suavemente, pero no pudo evitar que las comisuras de sus labios se curvaran. La manera en que Jungkook decía esas cosas, con tanta facilidad y sin ningún tipo de presión, tenía un efecto extraño en él.

—Sobreviví, sí —respondió, ajustando la mochila en su hombro—. Pero no estoy seguro de si fue gracias a la preparación o porque los planetas se alinearon a mi favor.

Jungkook soltó una pequeña risa, como si lo encontrara más divertido de lo que Jimin pretendía. Le sostuvo la puerta con un gesto sencillo, indicando el interior de la cafetería.

—Vamos, cuéntamelo mientras comemos.

Ya dentro, encontraron una mesa junto a una ventana, donde la luz del mediodía caía suavemente sobre la madera. Jimin dejó su mochila en el suelo y se dejó caer en la silla con un suspiro audible, como si el peso del examen —y del día— por fin lo alcanzara. A su alrededor, el murmullo constante de los estudiantes mezclaba risas, conversaciones y el ocasional sonido de platos y vasos, creando una atmósfera sorprendentemente tranquila.

Jungkook lo observó por un momento antes de apoyarse en los codos sobre la mesa, su atención fija en Jimin con genuino interés.

—Entonces... —Su voz arrastraba una curiosidad relajada—. Cuéntame. ¿Cómo fue?

Jimin dudó un segundo, casi con la misma precaución con la que manejaba cualquier cosa fuera de su rutina. ¿A Jungkook realmente le interesaría escuchar sobre renina, aldosterona y casos clínicos? Pero cuando levantó la vista, encontró a Jungkook observándolo con paciencia y esa sonrisa que no era burlona, sino... expectante.

—Bueno... fue intenso —comenzó, apoyando los brazos sobre la mesa—. Nos dieron un caso clínico con un paciente que tenía hipertensión secundaria, y había que determinar si el problema era renal o endocrino.

—Ajá... —respondió Jungkook, asintiendo lentamente con una expresión que era mitad interés genuino y mitad confusión.

Jimin se permitió una pequeña sonrisa antes de continuar.

—El truco estaba en los niveles de renina y aldosterona. Si ambos estaban altos, podía ser un hiperaldosteronismo secundario. Si la renina estaba baja pero la aldosterona alta, probablemente era algo más raro, como un adenoma suprarrenal. Y luego estaban los resultados de la prueba de supresión con sal, que... —Se detuvo, dándose cuenta de que había hablado sin parar. El color subió ligeramente a sus mejillas—. Bueno, creo que tomé las decisiones correctas.

Jungkook lo miraba con una fascinación que parecía genuina, aunque era obvio que no entendía ni la mitad de lo que Jimin acababa de decir. Aun así, no lo interrumpió, como si disfrutara simplemente escuchándolo.

—¿Así son todos los exámenes de Medicina? —preguntó finalmente, entre divertido y asombrado—. Porque suena como si estuvieras resolviendo un acertijo para salvar al mundo.

Jimin dejó escapar una risa ligera, ese tipo de risa que solía reservar para momentos contados. Jungkook tenía una habilidad inesperada para sacarle ese tipo de reacción.

—Es más o menos eso —admitió Jimin, relajándose un poco más. Luego, apoyó los codos en la mesa y miró hacia su vaso de agua, su tono volviéndose más reflexivo—. Pero me quedan tres más esta semana... y otros tres la siguiente.

—¿Seis exámenes más? —Jungkook abrió los ojos, con una mezcla de incredulidad y lástima—. ¿Y los llaman exámenes o castigos?

—Ambas cosas. —Jimin rodó los ojos, aunque su sonrisa seguía ahí—. Es agotador, pero... sobreviviré.

Jungkook se inclinó hacia atrás en su silla, cruzando los brazos y observándolo con una mirada que no dejaba lugar a dudas.

—Claro que lo harás.

Su tono era tan firme, tan seguro, que Jimin sintió cómo una parte de él realmente empezaba a creerlo también. Alzó la mirada, animado por un impulso inesperado.

—¿Y tú? —preguntó con genuino interés—. ¿Cómo te ves para tus exámenes de Contabilidad?

Jungkook se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa.

—Nada que no haya hecho antes. Números, tablas, más números... lo típico.

—¿Lo típico? —Jimin arqueó una ceja, la incredulidad pintada en cada línea de su expresión—. ¿Te sientes preparado?

Jungkook tomó un sorbo de su bebida, sin perder la sonrisa que parecía estar siempre en su rostro.

—Más o menos. No soy del tipo que memoriza todo como tú, pero me las arreglo.

—¿Te las arreglas? —repitió Jimin, entre burlón y exasperado—. Eso no suena muy convincente.

Jungkook dejó el vaso sobre la mesa con un gesto tranquilo, inclinándose ligeramente hacia adelante. Sus ojos se encontraron con los de Jimin, y su sonrisa se tornó un poco más traviesa, más afilada.

—¿Por qué? ¿Te preocupa que me vaya mal?

El comentario lo tomó por sorpresa, y Jimin se enderezó ligeramente, como si el espacio entre ellos se hubiera reducido de golpe.

—No es eso —respondió rápidamente, desviando la mirada hacia la ventana—. Es solo que... te conozco lo suficiente para saber que no te preparas demasiado.

—O quizás soy un genio oculto —añadió Jungkook con una sonrisa descarada, haciendo que Jimin bufara una risa suave.

—Sí, claro. Un genio del caos, más bien.

—Lo tomaré como un cumplido. —Jungkook apoyó la barbilla en su mano, mirándolo de forma más directa, aunque su tono seguía ligero—. Además, ¿no decías que sobrevivir era suficiente?

Jimin lo miró por un instante, sorprendido por sus propias palabras siendo usadas en su contra. Sin embargo, no pudo evitar sonreír, aunque lo hizo escondido tras su vaso de agua.

—Eres imposible —murmuró finalmente.

Jungkook soltó una carcajada baja, inclinándose un poco hacia él con esa sonrisa juguetona que parecía grabada en su rostro.

—Tranquilo, Ricitos. Prometo no reprobar. Pero si lo hago, ya sabes a quién culpar por distraerme con charlas sobre hipertensión y glándulas raras.

Jimin rodó los ojos, pero su sonrisa seguía ahí, suave y sin pretensiones. Era extraño cómo Jungkook lograba eso: tomar el peso del día, de los exámenes, de sus interminables responsabilidades y reducirlo a algo más liviano. Algo manejable.

La conversación siguió fluyendo, con una naturalidad que habría sorprendido al mismo Jimin hacía apenas unas semanas. Aunque Jungkook claramente no entendía la mitad de lo que él decía, escuchaba con una atención inusual, como si lo que importara no fueran las palabras, sino el hecho de que Jimin estuviera dispuesto a compartirlas.

Un zumbido interrumpió el momento. El teléfono de Jimin vibró sobre la mesa con una notificación que iluminó la pantalla. Al ver el nombre del chat grupal de delegados, la tranquilidad que lo había acompañado hasta ahora comenzó a desvanecerse.

Chat de delegados: [Decano Kim] Recordatorio: Mañana tienen la clase práctica de semiología a las 7:00 a.m. Los delegados tienen una responsabilidad adicional: supervisar y garantizar que el grupo tome en serio esta práctica. Lean el caso clínico enviado por correo y prepárense adecuadamente.

Jimin sintió cómo una presión familiar se instalaba en su pecho, como si el mensaje fuera una losa que caía justo sobre sus hombros. Cerró el chat de inmediato y dejó el teléfono boca abajo sobre la mesa, sin mucho cuidado. La taza de café frente a él parecía de repente mucho menos interesante.

Jungkook, que no se perdía ni el más mínimo cambio en el ambiente, frunció ligeramente el ceño, su tono aún relajado pero con un dejo de interés genuino.

—¿Algo importante?

Jimin suspiró, cruzando los brazos sobre la mesa, sus dedos jugueteando con la manga de su chaqueta.

—El decano Kim nos recordó la práctica de mañana. A los delegados nos toca supervisar al grupo y asegurarnos de que todos tomen la práctica en serio. —Su voz bajó ligeramente, como si decirlo en voz alta lo hiciera más real—. Es mucha presión.

Jungkook arqueó una ceja, inclinándose hacia adelante con curiosidad.

—¿Y eso es... malo?

—No es malo —respondió Jimin con un gesto automático, pero su rostro decía lo contrario—. Solo que significa que tengo que estar perfecto. No puedo permitirme fallar. Si no estoy preparado o si no doy el ejemplo, no solo me afecta a mí, sino a los demás también. —Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo ligeramente—. Y si el decano ve que no estoy a la altura, eso puede costarme oportunidades importantes más adelante.

Por un momento, el silencio se instaló entre ellos. La cafetería seguía siendo un murmullo lejano, pero en la mesa de ambos, el tiempo pareció detenerse. Jimin miraba su taza como si pudiera encontrar respuestas en el reflejo oscuro del café, mientras Jungkook lo observaba con una intensidad que contrastaba con su habitual despreocupación.

Finalmente, Jungkook rompió el silencio, su voz tranquila, segura, como si no permitiera que sus palabras cayeran en saco roto.

—Hey, Ricitos. —Su tono era bajo, pero cargado de una confianza casi contagiosa—. No dejes que eso te arruine el momento. Por lo que escuché, puedes resolver exámenes que yo usaría como crucigramas. Estoy seguro de que mañana también lo harás bien.

Jimin soltó una risa pequeña, un respiro necesario que logró aligerar un poco la tensión. Sin embargo, la sombra de la duda aún no desaparecía del todo.

—¿Y si no lo hago? —murmuró, más para sí mismo que para Jungkook.

Jungkook se recostó en su silla, cruzando los brazos con una sonrisa confiada que, de alguna manera, parecía más sincera que nunca.

—Entonces simplemente te levantas y lo intentas de nuevo. Nadie que sea bueno en algo lo es sin tropezarse un par de veces. Además... si fallas, yo estaré aquí para molestarte hasta que te olvides de todo.

La respuesta logró arrancarle una sonrisa genuina, una que intentó disimular mirando hacia otro lado. Siempre hacía eso, ocultar la vulnerabilidad tras pequeñas evasivas. Pero esta vez, el gesto apenas tuvo efecto.

—Gracias, Jungkook —dijo finalmente, su voz más suave—. Supongo que necesitaba escuchar eso.

Jungkook se estiró en su silla, esa sonrisa perezosa aún jugando en sus labios, pero algo en su tono dejó una nota diferente en el aire, un eco que ninguno de los dos parecía dispuesto a enfrentar.

—Claro, Ricitos. Es parte del servicio de amistad premium que ofrezco.

Jimin sintió cómo su pecho se apretaba al escuchar esa palabra: amistad.

En otro momento habría pasado desapercibida, pero otra vez no se sentía del todo correcta. Jungkook, con su facilidad para bromear y su manera despreocupada de estar ahí, lograba hacerlo sentir visto, escuchado, incluso cuidado. Pero... ¿era eso solo amistad?

Intentó apartar la idea de su mente, empujándola a algún rincón donde no pudiera alcanzarlo, pero la palabra seguía resonando en su cabeza, como un eco que se negaba a desvanecerse.

Jungkook, ajeno al conflicto interno que bullía en Jimin, continuó observando el fondo de su taza con una concentración que no encajaba con su actitud habitual. Había sentido un cambio, un sutil desliz en el ambiente, como si su comentario hubiera tocado una cuerda que no debía tocar. No podía explicarlo, pero lo sentía.

—¿Te desconectaste, Ricitos? —preguntó al cabo de un instante, su voz ligera pero su mirada atenta, intentando leer algo más allá de las palabras.

Jimin parpadeó, volviendo a la conversación como si acabara de despertar.

—No, solo estaba pensando en mañana —respondió rápidamente, obligándose a sonreír—. Tienes razón, no debería preocuparme tanto.

Jungkook ladeó ligeramente la cabeza, evaluando esa respuesta como si no terminara de creérsela. Pero, fiel a su estilo, no insistió. Lo conocía lo suficiente para saber que Jimin hablaba menos cuando algo lo inquietaba.

Mientras terminaban sus bebidas, la conversación derivó hacia temas más ligeros: un profesor particularmente insoportable, un compañero que siempre olvidaba el nombre de los huesos en clase. Jimin se rió más de lo habitual, como si quisiera ahogar cualquier pensamiento incómodo bajo el peso de las bromas. Pero Jungkook, aunque siguió el ritmo con comentarios rápidos y sonrisas fáciles, no dejó de notar ciertos detalles: la forma en que Jimin jugueteaba con el borde de su taza, el instante en que su mirada se apagaba antes de volver a encenderse con una sonrisa que no siempre llegaba a sus ojos.

Incluso para Jungkook, "amistad" no se sentía del todo correcta. La palabra había salido sin pensar, como solía hacer con tantas cosas, pero esta vez le resultaba molesta, casi incómoda. Había algo en Jimin que desafiaba esa definición, algo en la forma en que lo miraba, en la manera en que se dejaba ser vulnerable con él, que hacía que esa palabra se quedara corta, insuficiente.

—Bueno, Ricitos —dijo finalmente Jungkook, rompiendo el silencio con un tono ligero que parecía querer devolverlos a tierra firme—, creo que es hora de que vayas a salvar el mundo médico... o lo que sea que los delegados hacen después del café.

Jimin dejó la taza con cuidado, respondiendo con un leve asentimiento, su expresión más suave.

—Gracias por el café. Y por escucharme. —Hizo una pausa, como si dudara en decir lo siguiente, pero terminó soltándolo—. Supongo que... es bueno tener a alguien que me saque de mi cabeza por un rato.

Las palabras lo golpearon más fuerte de lo que esperaba. Jungkook sonrió, pero el gesto no fue tan despreocupado como solía serlo. Hubo un destello de algo más, algo que él mismo no pudo descifrar del todo.

—Para eso estoy —respondió, intentando que sonara tan casual como siempre, aunque algo en su tono se sintió menos ligero—. Servicio premium, ya sabes.

Ambos se levantaron de la mesa, el sonido de las sillas arrastrándose rompiendo el silencio entre ellos. La incomodidad, aunque leve, se quedó suspendida en el aire como una brisa imperceptible. No era lo suficientemente fuerte como para alterar su dinámica habitual, pero sí lo bastante presente como para que ambos la notaran.

Jungkook empujó la puerta de la cafetería, dejándola abierta para que Jimin pasara primero. La luz del exterior golpeó sus rostros, demasiado brillante después de la calidez del café.

—Nos vemos después, Ricitos —dijo Jungkook, con ese tono desenfadado que a veces parecía su forma de decir cosas que no se atrevía a admitir del todo.

Jimin asintió, ajustándose la correa de su mochila con un gesto automático.

—Sí. Descansa un poco, Jungkook.

Mientras se separaban, cada uno tomando caminos opuestos, ambos sintieron que algo había cambiado. Era una sensación pequeña pero persistente, una grieta invisible que se había formado bajo sus pies. Ninguno de los dos lo dijo en voz alta, pero ambos lo sabían: la amistad ya no era una definición tan sencilla.

Jimin caminó hacia su próximo destino, su mente volviendo al examen del día siguiente, pero sus pensamientos seguían tropezando con algo más. Con él. Con el eco de las palabras de Jungkook, con el peso de una conversación que había parecido ligera en la superficie, pero que escondía algo más profundo.

Jungkook, por su parte, se quedó mirando el camino por el que Jimin se había ido, con las manos en los bolsillos y la mandíbula ligeramente tensa. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no tenía todas las respuestas.

Ambos tenían días largos por delante, llenos de exámenes, responsabilidades y noches en vela. Pero en algún rincón de sus mentes, ambos sabían que esos momentos—esa pequeña grieta— no se iría tan fácilmente. Tal vez, después de todo el caos, habría que enfrentarlo. Tal vez, después de todo, no era solo una pausa para recargar energías.

Tal vez era algo más.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro