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🥀𝟏𝟐🥀

El aire fresco de la mañana llenaba los pasillos del campus, pero para Jungkook, algo no encajaba. Sus ojos, casi por instinto, buscaban entre las caras conocidas hasta encontrarlo: Jimin, sentado en la biblioteca, rodeado de libros y con los auriculares puestos, completamente ajeno al mundo. Había algo frustrante en ese distanciamiento, en la burbuja impenetrable que Jimin había construido a su alrededor, pero Jungkook no podía apartar la mirada.

—¿Qué demonios pasa contigo, Kook? —La voz de Yoongi lo sacó de su ensimismamiento. Apoyado contra una pared cercana, lo observaba con una sonrisa burlona que anticipaba incomodidad.

Jungkook se encogió de hombros, fingiendo despreocupación.

—Nada. Solo está enterrado bajo montañas de apuntes. Ya sabes cómo es.

Yoongi arqueó una ceja, sin dejarse convencer.

—Ajá. ¿Entonces por qué lo miras como si acabara de patear a tu perro? —El rubor en las orejas de Jungkook fue suficiente respuesta, aunque él rió brevemente para ocultarlo.

—Estás viendo cosas donde no hay nada, hyung.

Yoongi lo analizó en silencio, como siempre, capaz de ver más allá de lo que Jungkook estaba dispuesto a mostrar. Finalmente, suspiró.

—Mira, sé que Eunwoo y yo no hemos sido los mejores amigos últimamente. Tal vez te dejamos solo cuando más nos necesitabas. Y quiero disculparme por eso.

Jungkook lo miró fijamente, sorprendido por la sinceridad poco habitual de Yoongi.

—¿De verdad? —preguntó, sin saber cómo reaccionar ante esa vulnerabilidad.

Yoongi desvió la mirada un momento antes de hablar de nuevo.
—Sobre Eunwoo... Lo vi mirándote el otro día. Creo que quiere arreglar las cosas, pero no sabe cómo. Dale tiempo. Yo también estoy tratando de arreglar lo mío.

Las palabras lo tomaron por sorpresa. Yoongi no era alguien que se disculpara fácilmente, y Jungkook lo sabía.

—¿Esto es una disculpa oficial? —preguntó, alzando una ceja, intentando aligerar el momento.

Yoongi rodó los ojos, pero su tono permaneció firme.

—De Eunwoo, no. Pero de mi parte, sí. Lo siento. Y... —Se inclinó ligeramente hacia adelante, su voz bajando, como si las palabras fueran demasiado importantes para ser dichas a la ligera—. Sea lo que sea que te tiene así últimamente, hazlo bien. Si vas a cuidar al delegado o resolver tus propios líos, hazlo bien.

El peso de esas palabras se asentó en Jungkook, mezclándose con su propio caos interno. Había algo en la mirada de Yoongi que lo obligaba a tomárselo en serio.

—Supongo que eso es lo más cercano a un "te extraño" que voy a conseguir, ¿no? —dijo con una sonrisa ligera para romper el momento.

Yoongi le dio un suave golpe en el hombro, pero su expresión se suavizó.

—Cállate. Solo lo digo porque parece que lo necesitas.

Jungkook soltó una risa breve, pero en sus ojos había algo más sincero.

—Gracias, hyung.

Yoongi asintió y se alejó con las manos en los bolsillos, su andar despreocupado contrastando con la intensidad del momento. Jungkook lo observó hasta que desapareció de su vista, y luego volvió la mirada hacia la biblioteca. Ahí estaba Jimin, sumido en sus apuntes como si el mundo no existiera a su alrededor. Había algo en esa concentración que lo desconcertaba y fascinaba al mismo tiempo.

"Tal vez no necesito resolverlo todo ahora", pensó, hundiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta. "Tal vez solo necesito estar ahí."

El bullicio del campus lo envolvió mientras comenzaba a caminar. Con cada paso, las palabras de Yoongi parecían calmar un poco el ruido en su mente.

Poco después, Jungkook entró en la cafetería del campus. El aire del atardecer era frío, y cada respiración se convertía en una nube de vaho. Llevaba una botella de agua y un par de snacks que había comprado casi sin pensarlo. Su rutina parecía haberse ajustado para incluir a alguien más sin que él se diera cuenta.

Sabía exactamente dónde encontrarlo. La mesa de Jimin estaba cubierta de apuntes y marcadores, un caos organizado que parecía reflejar su mente. Allí estaba él, inclinado sobre sus notas, con el ceño fruncido y un mechón rebelde cayendo sobre su frente. Jungkook se acercó con pasos seguros pero medidos, como quien se mueve alrededor de algo delicado.

Dejó una botella de agua y un snack sobre la mesa con un golpe suave, lo justo para llamar su atención.

Jimin levantó la mirada, parpadeando como si tardara un momento en procesar su presencia. Su expresión pasó de sorpresa a una mezcla entre resignación y una chispa de diversión.

—¿Jungkook? ¿Sigues por aquí?

—Claro. —Jungkook sonrió despreocupado mientras se sentaba frente a él, como si no tuviera nada más importante que hacer—. No puedo dejar que te deshidrates mientras resuelves el misterio del hígado humano o lo que sea.

—Es fisiología, no anatomía —respondió Jimin, rodando los ojos mientras tomaba la botella.

—Lo mismo. Todo está dentro del cuerpo, ¿no?

A pesar de su cansancio evidente, Jimin dejó escapar una risa suave, y su rostro se relajó un poco más. Mientras bebía un sorbo, Jungkook lo observó en silencio, apoyando un codo en la mesa. Había algo en los movimientos metódicos de Jimin que lo fascinaba: incluso cuando estaba agotado, seguía siendo tan preciso.

—Sabes, Ricitos —dijo Jungkook, con un tono juguetón—, si sigo salvándote de la deshidratación, voy a ponerlo en mi currículum: "Asistente personal del delegado de Medicina".

Jimin levantó la vista, claramente descolocado por el comentario, pero no pudo evitar sonreír.

—¿Asistente personal? —repitió, alzando una ceja—. ¿Esa es tu nueva aspiración profesional?

—¿Y por qué no? —Jungkook se llevó una mano al pecho con fingida seriedad—. Tengo habilidades importantes, como hacerte reír cuando estás a punto de arrancarte los pelos.

—¿Eso es lo que estás haciendo ahora? —replicó Jimin, dejando el bolígrafo sobre la mesa mientras una sonrisa asomaba a sus labios.

—Exacto. Y, por cierto, soy muy bueno en eso. Admítelo, soy tu parte favorita del día.

Jimin negó con la cabeza, dejando escapar una risa más abierta. Bajó la mirada, como si intentara disimular lo fácil que Jungkook lograba desarmarlo.

—¿Parte favorita? —repitió, con un tono que intentaba sonar incrédulo, aunque la suavidad de su voz lo traicionaba—. No exageres, Jungkook.

—Eso es un "sí". —Jungkook se reclinó en la silla, cruzando los brazos detrás de la cabeza con una sonrisa triunfante—. Me lo quedo.

Jimin suspiró, pero había algo más ligero en su expresión ahora.

—Digamos que eres tolerable... a ratos.

—Tolerable —repitió Jungkook, fingiendo considerarlo seriamente—. Eso es mejor que insoportable. Me lo quedo.

Jimin sacudió la cabeza y volvió a sus apuntes, pero la sonrisa en sus labios no desapareció del todo. Por más que intentara aparentar indiferencia, Jungkook tenía esa habilidad frustrante de colarse por las grietas de su armadura, haciéndolo olvidar por un rato la presión de los exámenes. Su presencia, con esa mezcla de bromas ligeras y persistencia casi infantil, le resultaba más reconfortante de lo que estaba dispuesto a admitir.

Jungkook, por su parte, no desvió la mirada. Lo observaba con una mezcla de atención tranquila y curiosidad genuina. Cada pequeño gesto de Jimin le resultaba fascinante: cómo se mordía ligeramente el labio al leer, o cómo sus dedos giraban el bolígrafo entre apuntes antes de escribir algo apresurado. Había algo casi hipnótico en la intensidad con la que Jimin se concentraba.

Rompiendo el silencio, Jungkook comenzó a desenvolver uno de los snacks con un ruido exagerado. Jimin levantó la mirada, arqueando una ceja, claramente exasperado, pero demasiado cansado como para decir algo.

—¿Sabes qué es lo bueno de esto, Ricitos? —preguntó Jungkook, con un tono ligero pero cargado de algo más.

—¿Qué cosa? —respondió Jimin, sin apartar la vista de sus apuntes.

Jungkook mordió un trozo del snack, tomándose su tiempo antes de contestar.

—Que cuando apruebes, voy a poder decir que tuve algo que ver en tu éxito.

Esta vez, Jimin sí levantó la mirada, sus ojos entrecerrados como si tratara de decidir si hablaba en serio o solo estaba jugando. Finalmente, suspiró, aunque la ligera curva en sus labios lo traicionaba.

—¿De verdad crees eso? —preguntó, ladeando la cabeza con fingida incredulidad.

—Claro. —Jungkook asintió, con una seriedad exagerada—. Tú pones el cerebro y yo pongo los snacks. Trabajo en equipo, Ricitos.

Jimin dejó escapar una risa breve antes de rodar los ojos, aunque su expresión ya no era tan estricta.

—Ah, claro. Porque claramente no podría hacerlo sin tus contribuciones.

—Tú lo has dicho. —Jungkook sonrió ampliamente, como si se tomara el comentario como un cumplido.

Aunque intentó volver a sus apuntes, Jimin no pudo evitar que la sonrisa en sus labios persistiera. Jungkook tenía esa habilidad desconcertante para entrar en su espacio y hacer que, por unos minutos, todo pareciera más llevadero.

El silencio volvió a instalarse, pero esta vez se sentía cómodo, como si ambos estuvieran acostumbrándose a compartir el mismo aire sin necesidad de hablar. Jungkook giraba un marcador fluorescente entre sus dedos, su mirada deslizándose ocasionalmente hacia Jimin. Finalmente, habló, rompiendo la quietud con su tono habitual, pero con algo más detrás.

—Oye, Jimin.

—¿Qué? —respondió Jimin, sin apartar la vista de sus notas, pero su voz era más suave ahora, como si las barreras entre ellos empezaran a desmoronarse.

Jungkook dejó el marcador sobre la mesa, inclinándose hacia adelante como si estuviera a punto de compartir un secreto.

—Cuando terminen los exámenes, voy a invitarte a un verdadero descanso. Nada de libros. Tal vez una moto y un viaje a ninguna parte.

Jimin levantó la mirada, sorprendido. Su bolígrafo quedó suspendido en el aire, y una pequeña línea de curiosidad cruzó sus ojos.

—¿Un viaje a ninguna parte?

—Exacto. —Jungkook sonrió, esa sonrisa ladeada que siempre parecía esconder algo más—. Sin planes, sin horarios. Solo subirte a la moto y dejar que el camino decida.

Jimin dejó escapar una risa breve, bajando la mirada hacia sus apuntes mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa, como si estuviera considerando la idea más de lo que quería admitir.

—¿Por qué haría algo así?

La sonrisa de Jungkook se amplió, pero esta vez tenía un toque más sincero.

—Porque estoy seguro de que lo necesitaras.

La declaración cayó con suavidad, pero el peso de sus palabras lo tomó por sorpresa. Jimin levantó la mirada y se encontró con los ojos de Jungkook, que lo observaban con una intensidad que lo desarmó. No había burla, ni sarcasmo. Solo algo honesto, algo que no estaba acostumbrado a recibir.

Sintiendo el calor en sus mejillas, Jimin apartó la vista, fingiendo volver a sus apuntes. Pero la frase seguía resonando en su mente, haciendo que el bolígrafo en su mano girara más rápido.

—Es demasiado filosófico para alguien que no sabe diferenciar fisiología de anatomía —murmuró, intentando romper la tensión con algo de humor.

Jungkook soltó una risa baja, relajada.

—Puede que no entienda tus libros, pero entiendo cuando alguien necesita un respiro.

El silencio volvió a caer entre ellos, pero era un silencio distinto, cargado de algo que ninguno se atrevía a nombrar. Jungkook se recostó en la silla, jugueteando con el envoltorio vacío del snack, pero su mirada se deslizó hacia Jimin una vez más, como si quisiera asegurarse de que estaba bien.

Mientras tanto, Jimin trataba de enfocarse en sus apuntes, sus dedos girando el bolígrafo con movimientos rítmicos. Pero no importaba cuánto lo intentara, las palabras de Jungkook seguían resonando en su cabeza: "Estoy seguro de que lo necesitas."

Jimin levantó la mirada y lo vio allí, absorto, mirando por las ventanas de la biblioteca mientras la luz dorada del atardecer bañaba el campus. Había algo tranquilizador en la presencia de Jungkook, en la manera en que parecía entender que, a veces, la mejor compañía era la que no exigía nada.

—¿Qué? —preguntó Jungkook de repente, captando la mirada de Jimin con una pequeña sonrisa ladeada.

—Nada. —Jimin bajó rápidamente la vista hacia su cuaderno, sintiendo un leve calor en las mejillas—. ¿No tienes otra cosa que hacer?

—Probablemente. —Jungkook se estiró perezosamente mientras se levantaba de la silla—. Pero te dije que estoy practicando eso de no dejarte huir, ¿recuerdas?

Jimin negó con la cabeza, pero no pudo contener una pequeña sonrisa. La manera en que Jungkook decía esas cosas, con esa mezcla de sinceridad y ligereza, hacía que todo pareciera más simple, menos pesado.

Sin añadir nada más, Jungkook se despidió esa tarde, dejándolo con un extraño vacío cuando lo vio salir de la biblioteca, las manos en los bolsillos y ese andar despreocupado tan característico suyo.

Los días de exámenes seguían su curso, pesados y agotadores. Las noches de insomnio y los repasos interminables comenzaban a hacer mella en Jimin, pero, poco a poco, Jungkook se convirtió en un alivio inesperado.

Sin previo aviso, empezó a aparecer cada día. Lo encontraba en la biblioteca o en algún rincón del campus, siempre con algo en las manos: un snack, un té, un café caliente. Sus bromas seguían presentes, pero ahora llevaban algo diferente, como si cada comentario estuviera hecho para arrancarle una sonrisa, recordándole que no estaba solo.

Un martes, Jungkook dejó caer un paquete de galletas sobre la mesa.

—Deberías comer algo más que tinta de rezaltador, Ricitos.

Jimin lo miró de reojo, pero terminó tomando una galleta sin decir nada.

—Podrías intentar ser más sutil.

—¿Sutil? —repitió Jungkook con fingida sorpresa—. ¿Por qué hacerlo cuando puedo salvarte de ti mismo tan descaradamente?

Jimin soltó una pequeña risa, y Jungkook no tardó en notarlo.

El miércoles, Jungkook llegó tarde, algo poco común. Llevaba un té en una mano y un cuaderno bajo el brazo.

—Perdón, Ricitos. Mi chófer se quedó dormido. —Se dejó caer en la silla con su típica sonrisa burlona, pero esta vez, sacó sus propios apuntes y comenzó a escribir.

—¿Estás... estudiando? —preguntó Jimin, visiblemente sorprendido.

—Tú no eres el único con exámenes, ¿sabes? —respondió Jungkook sin levantar la vista.

Jimin no dijo nada, pero lo observó por unos segundos más de lo necesario antes de volver a sus libros. Esa tranquilidad compartida, inesperada, lo hizo sentir menos ansioso.

El jueves, fue Jimin quien rompió la rutina. Cuando vio a Jungkook acomodarse frente a él con su habitual café, decidió hablar antes de que este tuviera la oportunidad de soltar alguna broma.

—Gracias por esto. —Su voz era más seria de lo habitual cuando levantó la mirada hacia Jungkook—. No tienes por qué hacerlo, pero lo aprecio.

Por un instante, Jungkook pareció quedarse sin palabras, pero luego le dedicó una sonrisa sincera, sin rastros de burla.

—Me alegra ayudarte, Ricitos.

Ese día, las palabras y la sonrisa de Jungkook se quedaron rondando en la mente de Jimin más tiempo del que quería admitir.

Con el pasar de los días, los momentos compartidos se volvieron más naturales, casi automáticos. Jungkook incluso empezó a traer sus propios libros y apuntes, diciendo que estudiar junto a Jimin lo ayudaba a concentrarse más de lo que creía posible.

—¿Quién diría que el delegado perfecto también es un buen tutor? —bromeó un viernes mientras garabateaba algo en su cuaderno.

—¿Y quién diría que el "rey de las fiestas" sabe leer? —respondió Jimin con una sonrisa que ya no se molestaba en ocultar.

La distancia entre Jimin y Jungkook había desaparecido casi sin que se dieran cuenta. Las bromas, antes provocaciones ligeras, ahora se sentían como un lenguaje compartido, una conexión tácita que ninguno de los dos se atrevía a nombrar. Y aunque Jimin no entendía del todo cómo habían llegado a ese punto, no podía negar que Jungkook se había convertido en un ancla en medio del caos.

Para Jungkook, también era diferente. Sentado frente a Jimin, en medio de un silencio cómodo, descubrió una tranquilidad que hacía tiempo no encontraba. Había algo en la forma en que Jimin enfrentaba su estrés que lo hacía querer quedarse, incluso más de lo necesario.

Día tras día, el hábito se arraigó.

Estudiar en grupo con Soo Hee y Taehyung era parte esencial de la rutina de Jimin. Se reunían entre montañas de libros y tazas vacías de café, equilibrando el estrés con bromas ocasionales. Pero ahora, algo había cambiado: Jungkook se había unido a esa dinámica.

Al principio, su presencia parecía casual, casi accidental. Pero ahora su silla era una constante. Soo Hee y Taehyung, aunque inicialmente lo observaron con curiosidad —intercambiando miradas cómplices cada vez que aparecía con un snack o un café—, pronto lo aceptaron. Jungkook tenía una habilidad natural para desarmar tensiones, ya fuera con un comentario absurdo o con una sonrisa que derribaba cualquier seriedad.

—Es curioso —comentó Soo Hee una tarde, mientras garabateaba en su cuaderno—. No pensé que alguien de Contabilidad pudiera soportar tanto tiempo nuestras discusiones sobre fisiologia.

Jungkook levantó la vista del libro de Jimin con una sonrisa despreocupada.

—Créeme, no tengo idea de lo que estoy leyendo. Pero al menos intento parecer productivo.

Taehyung, que no perdía la oportunidad de bromear, alzó una ceja hacia Jimin.

—Claro, seguro que está aquí porque realmente ama la fisiologia, ¿verdad, Jiminnie?

—Estoy aquí por la comida —replicó Jungkook, señalando los snacks con una sonrisa ladeada—. Pero si alguien necesita un descanso, invito un café... o algo más fuerte.

Soo Hee soltó una risa suave mientras dejaba el bolígrafo. Aunque al principio había visto a Jungkook con cierta curiosidad, ahora era difícil no admitir que había algo genuinamente amable en él, algo que equilibraba su imagen despreocupada.

Jimin, que hasta entonces había permanecido en silencio, decidió intervenir antes de que sus amigos se divirtieran demasiado.

—Ya déjenlo en paz —dijo, sin levantar la vista de sus apuntes, aunque un leve rubor comenzaba a asomar en sus mejillas—. Lo último que necesita es más razones para creerse imprescindible.

Jungkook se inclinó hacia él con los ojos brillando de diversión.

—¿Así que soy imprescindible?

—No pongas palabras en mi boca —respondió Jimin rápidamente, sin levantar la mirada, aunque sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa que intentó ocultar.

Cuando Jungkook se levantó para buscar algo de beber, Soo Hee aprovechó el momento. Se inclinó hacia Jimin con una sonrisa cómplice.

—Ahora lo entiendo. Es un buen tipo. Aunque todavía me sorprende cómo encaja tan bien con nosotros.

Jimin alzó la mirada, arqueando una ceja.

—¿Encaja? —intentó sonar desinteresado, pero la curiosidad se coló en su tono.

—Es como un camaleón social —intervino Taehyung, señalando el asiento vacío de Jungkook—. Se adapta a todo, como si hubiera estado aquí desde siempre.

Soo Hee asintió lentamente.

—Sí. Pero, siendo honesta, no está mal tenerlo cerca. Aunque claro, está aquí por ti.

Jimin negó con la cabeza, volviendo a mirar sus apuntes para ocultar la pequeña sonrisa que le asomaba en los labios.

—No lo hace por mí —murmuró, más para sí mismo que para ellos.

Taehyung soltó una risita.

—¿Seguro? Porque ese café de esta mañana tenía tu nombre escrito. Literalmente.

Jimin intentó ignorar el calor en su cuello, enfocándose en subrayar una línea inexistente en su cuaderno.

—¡Están exagerando!

—Claro que sí, Jiminnie —dijo Soo Hee, con una sonrisa que lo desarmaba—. Pero, si me preguntas, creo que le importas más de lo que él mismo se da cuenta.

Jimin no respondió. Volvió a sus apuntes con más fuerza de la necesaria, pero las palabras de Soo Hee siguieron resonando en su mente.

Cuando Jungkook regresó con botellas de agua, se dejó caer en su silla con una sonrisa perezosa.

—¿Me perdí algo importante?

—Solo un diagnóstico sobre tus intenciones —respondió Taehyung con una sonrisa maliciosa.

—¿Y llegaron a alguna conclusión? —preguntó Jungkook, divertido.

—Estamos debatiendo —añadió Soo Hee, con una mirada inquisitiva.

Jungkook rió, como si el comentario no lo afectara, aunque su mirada se desvió hacia Jimin. Algo en el delegado siempre lo desconcertaba: podía estar tan cerca y, al mismo tiempo, parecer tan lejos.

Esa tarde, el estudio se sintió más ligero. Las bromas de Soo Hee, los comentarios exagerados de Taehyung y la presencia constante de Jungkook llenaron el espacio, disipando la tensión que solía acompañar esas sesiones maratónicas. Jimin, sin embargo, no pudo evitar notar lo bien que Jungkook encajaba con todos ellos, como si siempre hubiera pertenecido a su pequeño círculo.

Ese pensamiento le dejó un calor extraño en el pecho, un tipo de confort al que no estaba acostumbrado. Y, por más que intentara convencerse de lo contrario, sabía que no era solo porque Jungkook fuera fácil de tratar. Era algo más.

Ahora era viernes por la noche, y la biblioteca estaba casi vacía. La tenue luz de las lámparas proyectaba sombras suaves sobre las mesas, mientras Jimin seguía escribiendo frenéticamente en su cuaderno. A su lado, una taza de café vacío descansaba olvidada. Sus ojos estaban enrojecidos por el cansancio, pero sus manos no dejaban de moverse, como si detenerse fuera un lujo que no podía permitirse.

Frente a él, Jungkook lo observaba en silencio. Había intentado entender los apuntes de Jimin, pero pronto se rindió y optó por estudiar algo más interesante: a Jimin. La pequeña arruga en su entrecejo cada vez que se concentraba demasiado, el movimiento automático de su mano subrayando palabras claves, el leve tamborileo de sus dedos contra la mesa cuando algo no salía como esperaba. Era como ver un reloj de precisión en funcionamiento, un mecanismo perfecto que, sin embargo, parecía estar a punto de romperse por la presión.

—Jimin, estás pasándote —La voz de Jungkook rompió el silencio, suave pero firme, como si hubiera estado esperando el momento justo para intervenir.

Jimin no levantó la vista. Sus ojos permanecieron clavados en sus apuntes mientras pasaba la página con un gesto rápido, casi desesperado.

—No tengo tiempo para parar.

Jungkook entrecerró los ojos, dejando escapar un suspiro. Había algo inquietante en la manera en que Jimin se empujaba a sí mismo más allá de sus límites, como si una pausa significara un fracaso. Era algo que reconocía, porque él mismo había estado allí, en ese lugar de autoexigencia implacable.

Sin decir una palabra, alargó la mano y cerró el libro de Jimin con un movimiento firme pero tranquilo.

—¿Qué haces? —preguntó Jimin, mirándolo por fin, con irritación y cansancio en los ojos.

—Te estoy salvando de ti mismo. —Jungkook apoyó un codo en la mesa, inclinándose ligeramente hacia él mientras señalaba la pila de notas a su lado—. Ya sabes todo esto de memoria. Lo has repasado mil veces.

Jimin dejó escapar un suspiro pesado, apoyando la barbilla en su mano.

—No puedo dejar de estudiar ahora, Jungkook. Los exámenes empiezan el lunes.

Jungkook negó con la cabeza, dejando escapar una risa baja.—Justo por eso. Si sigues así, vas a llegar al lunes como un zombi. Tómate el sábado para descansar. Haz algo que no tenga nada que ver con medicina. Ve una película, duerme hasta tarde, sal a caminar, lo que sea.

Jimin jugueteó con el borde de su cuaderno, dudando.

—¿Y si me olvido de algo importante?

—No vas a olvidar nada. Eres el tipo más organizado que conozco —respondió Jungkook, con una sonrisa suave.

Jimin desvió la mirada, sus dedos jugueteando con el borde de su cuaderno.

—¿Y el domingo? 

 —El domingo puedes repasar lo que quieras. Un repaso general, sin presión. —Jungkook se recostó en su silla, su sonrisa ladeada suavizándose ligeramente—. Pero si te veo con ojeras más grandes que las mías el lunes, te juro que te hago tomar una siesta forzada antes del examen.

La risa ligera de Jimin rompió el ambiente tenso. Por un instante, el peso que cargaba pareció disminuir.

—No sé cómo logras que algo tan lógico suene tan amenazante.

Jungkook regresó con dos botellas de agua y un paquete de galletas, dejándolos sobre la mesa.

—Es un talento —dijo con una sonrisa ladeada, colocando una botella frente a Jimin. Luego, su expresión se suavizó—. En serio, Ricitos. Te mereces un respiro. Confía en mí, te hará bien.

Jimin lo miró, dudando, pero finalmente tomó la botella, dejando escapar una pequeña sonrisa.

—Gracias —murmuró. Luego, añadió, casi en un susurro—: Aunque no entiendo por qué te importa tanto.

Por un momento, Jungkook no respondió. Se sentó frente a él, su sonrisa habitual, pero algo en su mirada delataba una atención más profunda.

—¿Por qué? —repitió, encogiéndose de hombros con falsa despreocupación—. Supongo que no quiero que mi compañero de biblioteca se desmorone antes del examen.

Jimin lo miró por unos segundos, intentando descifrar algo que parecía estar escondido entre las palabras de Jungkook. Finalmente, desvió la mirada hacia la botella de agua entre sus manos, girándola lentamente, como si el movimiento pudiera calmar el remolino de pensamientos en su cabeza.

—¿Sabes? —murmuró de repente, su voz baja, casi un susurro. No levantó la vista de la botella, como si hablara más consigo mismo que con Jungkook—. No es solo por los exámenes.

Jungkook inclinó la cabeza, alerta. Apoyó los codos sobre la mesa, acercándose un poco.

—¿Qué cosa? —preguntó, manteniendo su tono casual.

Jimin exhaló, dejando que su mano soltara la botella para hacer un gesto vago hacia los apuntes, los libros, el espacio a su alrededor.

—Todo esto. El esfuerzo, la presión... No lo hago solo porque quiero ser bueno en lo que estudio. Lo hago porque... no puedo fallar.

El silencio que siguió no fue incómodo, pero estuvo cargado de significado. Jungkook no apartó la vista de Jimin, estudiándolo con una expresión más suave, más atenta de lo que Jimin estaba acostumbrado a recibir.

—¿Por qué no puedes fallar? ¿Es por ti, o por alguien más?

Jimin tragó saliva, sintiendo el nudo familiar en su garganta que siempre aparecía cuando pensaba en su padre. Todo su ser le pedía que cambiara de tema, que lo dejara ahí, pero la mirada de Jungkook, cálida y constante, lo ancló en el momento. Por alguna razón, se sintió seguro para responder.

—Mi padre. —Suspiró, su voz cargada de cansancio—. Nunca es suficiente para él. No importa cuánto lo intente, siempre encuentra algo que hago mal.

Las palabras salieron más amargas de lo que Jimin esperaba, y por un momento, desvió la mirada, incapaz de sostener la intensidad de sus propios sentimientos. Jungkook permaneció en silencio, procesando, hasta que finalmente habló, su tono bajo y tranquilo.

—Eso suena como una carga pesada.

Jimin soltó una risa seca, más amarga que divertida.

—Lo es. Pero ya me acostumbré. Es mi manera de demostrarle que valgo algo... aunque siento que nunca será suficiente.

Jimin apretó la botella entre sus manos, el peso de su confesión aún latente en el aire. Jungkook lo observó unos segundos antes de levantarse y acercarse. Con cuidado, colocó una mano sobre su hombro, cálida y firme.

—Hey... —dijo en un tono bajo, encontrando su mirada—. No tienes que cargar con esto solo.

Jimin abrió la boca para responder, pero no encontró palabras. El contacto era desconcertante, pero extrañamente reconfortante, como si la barrera que había construido comenzara a ceder.

—¿Y qué se supone que haga? —preguntó al fin, su voz temblorosa, vulnerable.

Jungkook lo miró un momento más antes de hacer algo inesperado: se inclinó y lo rodeó en un abrazo lento, pero seguro. Fue tímido al principio, pero firme cuando notó que Jimin no se apartaba.

Por un instante, Jimin permaneció rígido, su mente tratando de procesar lo que estaba pasando. Pero el calor de los brazos de Jungkook, fuertes pero cuidadosos, comenzó a relajarlo. Sus hombros, tensos durante horas, cedieron poco a poco, y sus manos se aferraron al borde de la chaqueta de Jungkook. No fue un abrazo completo, pero fue suficiente.

—No tienes que enfrentarlo solo, como dije —murmuró Jungkook, su voz baja, cerca del oído de Jimin—. Estoy aquí.

El mundo pareció desvanecerse. La tensión en el pecho de Jimin, ese peso constante que siempre lo acompañaba, se alivió aunque fuera por un instante. Permitió que ese momento lo envolviera, sintiéndose, por primera vez en mucho tiempo, menos solo.

Con cuidado, Jungkook aflojó el abrazo y dio un paso atrás, aunque mantuvo su mirada fija en Jimin.

—Gracias —dijo Jimin en un murmullo, ajustándose los lentes con manos temblorosas—. Creo que necesitaba eso más de lo que pensaba.

Jungkook le sonrió, cálido y sincero, una expresión libre de cualquier burla.

—Cuando quieras, Ricitos. Pero, ojo... no te acostumbres.

Jimin dejó escapar una risa ligera, mientras algo dentro de él comenzaba a relajarse. Jungkook, como si nada hubiera pasado, volvió a su asiento y recogió un marcador, jugueteando con él mientras lo observaba de reojo. Antes de sentarse por completo, posó brevemente su mano sobre el hombro de Jimin, un gesto pequeño, pero que decía mucho.

Jimin no respondió, pero esa presión suave en su hombro hizo que su pecho se apretara de una forma que no lograba entender. Volvió a sus apuntes, aunque su mente seguía atrapada en el eco del abrazo y en las palabras de Jungkook: "Estoy aquí".



Horas más tarde, el aire nocturno era fresco mientras Jungkook estacionaba la moto frente a la casa de Jimin. Bajaron en silencio, sus pasos resonando sobre la acera. Las farolas iluminaban la calle con un brillo cálido, envolviendo el momento en una calma peculiar.

—Gracias por traerme otra vez —dijo Jimin, ajustando la mochila en su hombro mientras sacaba las llaves de su bolsillo.

—Gracias por no gritar cuando acelero —respondió Jungkook con una sonrisa pícara que logró arrancarle una pequeña sonrisa.

Ambos cruzaron la entrada de la casa, y Jungkook, como si fuera lo más natural del mundo, se inclinó para quitarse los zapatos. Al enderezarse, desató su corbata con un movimiento rápido y la dejó caer sobre una silla cercana.

—¿Son... de Iron Man? —preguntó Jimin, alzando una ceja al notar las medias de dibujos que llevaba Jungkook.

Jungkook bajó la mirada y luego encogió los hombros con total despreocupación.

—¿Y qué? Tony Stark es mi ídolo.

Jimin soltó una risa breve, negando con la cabeza mientras colgaba su bata.

—No me sorprende. Es igual de presumido que tú.

—Presumido no, seguro de mí mismo —corrigió Jungkook mientras lo seguía al salón. Se dejó caer en el sofá con una facilidad desconcertante, como si siempre hubiera pertenecido ahí.

—Claro que sí. —Jimin rodó los ojos, pero su tono sonaba más suave, como si las palabras salieran sin resistencia.

Jungkook dejó caer la cabeza hacia atrás y miró el techo antes de hablar, rompiendo el momento de silencio con una sonrisa perezosa.

—¿Tienes algo para picar? —preguntó, acomodándose como si fuera dueño del lugar.

—¿Siempre asumes que voy a alimentarte? —Jimin arqueó una ceja, pero ya estaba caminando hacia la cocina.

—No asumo nada, Ricitos. Confío. —Jungkook lo siguió con la mirada desde el sofá, observando la forma en que Jimin desaparecía por la puerta con movimientos mecánicos, como si esto fuera algo que hacían siempre.

Unos minutos después, Jimin regresó con una bandeja de galletas y una botella de agua, que dejó sobre la mesa con un gesto automático. Jungkook inclinó la cabeza para mirarlo mejor mientras se acomodaba en el otro extremo del sofá, envuelto en una manta.

—¿Agua? —se quejó Jungkook, recogiendo la botella y examinándola con fingida decepción—. ¿Es lo mejor que puedes ofrecerme?

—Si no te gusta, la cocina está ahí. —Jimin alzó ligeramente la barbilla, con la seguridad de alguien que sabía que no se movería del sofá.

Jungkook mordió una galleta, sin dejar de sonreír.
—Es increíble lo bien que me tratas.

—Más de lo que mereces. —Jimin no apartó la vista de la televisión, pero la ligera curva de sus labios lo traicionó.

Jungkook lo observó unos segundos más de lo necesario, notando cómo Jimin tiraba de la manta y se acomodaba mejor, dejando entrever un gesto que era más íntimo que casual. Finalmente, encendió la televisión y comenzó a desplazarse por las opciones.

—¿Qué vamos a ver esta vez? —preguntó Jungkook con tono ligero.

Jimin le lanzó el control remoto con un movimiento perezoso

—Tu elección. Pero, por favor, no pongas algo aburrido.

Jungkook arqueó una ceja mientras revisaba el catálogo de películas.

—Aburrido según tú, Ricitos, es probablemente lo más interesante para el resto del mundo.

—Es fácil: no pongas nada que me haga dormir. —Jimin lo miró de reojo, desafiándolo con un toque de diversión.

—Tú ganas. —Jungkook eligió una película de terror conocida, más por los absurdos de sus personajes que por lo aterradora.

La película avanzaba entre risas suaves y bromas sarcásticas. A pesar de los comentarios ingeniosos y las burlas constantes, algo en la atmósfera era distinto. Las risas llenaban la habitación, pero el aire estaba impregnado de una cercanía que no parecía tener que ver con lo que sucedía en la pantalla.

Entre las bromas, Jungkook se permitió mirarlo de reojo. Había algo magnético en cómo Jimin se envolvía en la manta, las piernas dobladas bajo su cuerpo, los labios curvándose en sonrisas que intentaba ocultar. Jungkook no recordaba la última vez que se había sentido así de cómodo, como si no necesitara esforzarse para llenar los silencios.

Cuando los créditos comenzaron a rodar, Jungkook miró el reloj en la pared, dejando escapar un suspiro.

—Es tarde. Creo que debería irme.

Jimin, que estaba colocando los platos de la bandeja en orden, se detuvo un segundo. Sus ojos se movieron hacia la ventana, donde la noche era más oscura de lo habitual. La idea de que Jungkook se marchara lo incomodó de una manera que no esperaba.

—¿Por qué no te quedas? —preguntó de repente, casi sin pensar. La naturalidad de su tono apenas ocultaba el peso de esas palabras.

Jungkook se quedó inmóvil, parpadeando. Lo miró con una expresión que mezclaba sorpresa y algo más, algo que se sentía más... profundo.

—¿Quedarme?

Jimin asintió, apoyándose ligeramente en la mesa como si necesitara un punto de anclaje.

—Es tarde. Y... no tienes que manejar hasta tu casa. La habitación de invitados está libre. O... puedes quedarte en el sofá.

El silencio que siguió no fue incómodo, pero estuvo cargado de algo que ninguno de los dos parecía dispuesto a nombrar. Jungkook inclinó la cabeza, sus ojos buscando algo en los de Jimin, como si intentara confirmar que no había escuchado mal.

—¿Eso significa que confías en mí, Ricitos? —preguntó finalmente, con una sonrisa suave que no tenía el tono de broma que solía usar.

Jimin rodó los ojos, pero no pudo evitar que un ligero rubor subiera por su cuello.

—No lo arruines, Jungkook.

La sonrisa de Jungkook se ensanchó, cálida esta vez, llenando la habitación como si fuera la cosa más natural del mundo.

—Trato hecho.

Dejó su saco colgando de una silla y volvió al sofá, manteniendo un espacio entre ellos que no lograba romper del todo la conexión. El silencio que siguió fue más elocuente que las palabras: un pequeño paso hacia algo que ninguno se atrevía a definir.

Cuando Jimin apagó las luces del salón, Jungkook lo siguió con la mirada, observando cómo la luz tenue delineaba sus rasgos. En ese instante, supo que quedarse había sido la mejor decisión.

Descalzo y con medias de Iron Man, Jungkook le arrancó a Jimin una risa involuntaria.

—Voy a arrepentirme de esto, ¿verdad? —dijo Jimin, negando con la cabeza.

—Probablemente. Pero para eso están los amigos, ¿no?

La palabra "amigos" cayó como una piedra en el agua. Para Jungkook, sonó natural. Para Jimin, resonó en un lugar al que prefería no mirar demasiado de cerca. Si solo eran amigos, ¿por qué la presencia de Jungkook parecía ralentizar el mundo, y por qué una simple sonrisa suya hacía que su corazón latiera más rápido? Las palabras de Soo Hee volvieron a su mente: "No creo que lo que sientes por él sea solo amistad."

—¿Qué pasa, Ricitos? —preguntó Jungkook desde el sofá, con una sonrisa divertida.

—Nada. Pensaba cómo voy a explicar esto mañana a mis amigos.

Jungkook soltó una carcajada baja.

—Diles que no te diste cuenta hasta que era demasiado tarde.

Jimin rodó los ojos, sonriendo mientras buscaba una almohada y una manta. Pero incluso entonces, no podía dejar de pensar en esa palabra. ¿Amigos? ¿Realmente era suficiente?

Cuando regresó, encontró a Jungkook recostado en el sofá, mirando el techo con aire distraído.

—¿Sabes qué? —dijo Jungkook, de pronto—. Este sillón no parece muy cómodo para pasar la noche.

—¿Y qué sugieres? ¿Que te dé mi cama?

—No me atrevería a tanto, Ricitos. Pero... podríamos ver la película en tu habitación.

—¿En mi habitación? —preguntó Jimin, aturdido.

—Tu cama debe ser más cómoda, ¿no? Vamos, Ricitos, no seas tacaño con tu hospitalidad.

Jimin suspiró, llevándose una mano al cabello. Una parte de él quería discutir, pero otra —la que llevaba días buscando excusas para mantener a Jungkook cerca— decidió ceder.

—Está bien, pero si roncas, te despierto.

Jungkook lo siguió escaleras arriba con una sonrisa descarada, sus pasos resonando suavemente en la quietud de la casa. Cuando entraron a la habitación, Jimin sintió un leve nerviosismo al verlo explorar el espacio con esa mezcla de curiosidad y confianza tan característica.

—Así que este es tu refugio, Ricitos —dijo Jungkook, dejando caer la manta sobre la cama y sentándose en el borde. Se quitó las medias con una sonrisa burlona—. Demasiado ordenado, como esperaba. ¿Cómo sobrevives sin un poco de caos?

—No todos vivimos en un desastre perpetuo como tú, Jungkook —replicó Jimin, encendiendo la televisión.

—El caos es creativo. Deberías probarlo alguna vez —respondió Jungkook, inclinándose hacia atrás con aire despreocupado—. Aunque... este lugar tiene su encanto. Es muy tú.

Jimin no respondió, pero su pecho se agitó ligeramente ante el comentario. Acomodó la manta sobre la cama y ambos se sentaron. Jimin se apoyó contra el cabecero, mientras Jungkook se deslizaba más abajo, quedando casi recostado.

La película —un clásico de terror que conocían bien— comenzó, y las bromas iniciales se sucedieron entre risas:

—Si gritas, no es mi culpa —murmuró Jungkook.

—El único que se asustó la última vez fuiste tú —respondió Jimin, sonriendo de lado.

—¡Difamación! —dijo Jungkook con dramatismo fingido, arqueando una ceja.

Poco a poco, las risas se apagaron, dando paso a un silencio cómodo que envolvía la habitación. Bajo la manta compartida, el roce de sus piernas fue tan sutil como imposible de ignorar. Jimin intentó mover la suya, pero no logró crear distancia, y el contacto seguía ahí, constante, cargado de algo que no sabía cómo nombrar.

La película continuaba, pero para Jimin ya no tenía sentido. Su mente estaba atrapada en la presencia de Jungkook: la curva relajada de su boca, la forma en que su cabello caía sobre su frente, el ritmo sereno de su respiración. Es solo Jungkook, se dijo, pero el pensamiento no lo tranquilizó.

A su lado, Jungkook parecía completamente ajeno. Sus ojos seguían fijos en la pantalla, su expresión tranquila y despreocupada. Pero esa tranquilidad no hacía más que intensificar el torbellino en el pecho de Jimin.

El cansancio comenzó a pesarle, y sin darse cuenta, su cabeza comenzó a inclinarse. Fue entonces cuando sintió un peso ligero sobre su hombro: la cabeza de Jungkook se había apoyado contra él.

Era un gesto pequeño, casi inconsciente, pero el calor de ese contacto lo atravesó como una corriente suave. Jimin pensó en moverse, pero la respiración pausada de Jungkook lo detuvo: estaba dormido.

Jimin se quedó inmóvil, los latidos de su corazón resonando en sus oídos. Pensó en moverse, en decir algo, pero no pudo. La calidez de Jungkook junto a él, el peso ligero de su cabeza sobre su hombro, y el cansancio acumulado lo arrastraron hacia un sueño inevitable.

Por su parte, Jungkook había dejado de prestar atención a la película mucho antes. El ambiente, el calor bajo la manta y el ritmo tranquilo de la respiración de Jimin lo habían relajado más de lo que esperaba. No recordaba en qué momento cerró los ojos, pero, ya dormido, su cuerpo actuó por instinto: su brazo se movió, rodeando la cintura de Jimin como si esa cercanía fuera lo más natural del mundo.

El contacto era simple, casi inconsciente, pero el peso de su brazo selló el momento en una burbuja de calma. La habitación quedó en completo silencio, salvo por el murmullo de la película y sus respiraciones sincronizadas. Por primera vez en mucho tiempo, las dudas y miedos que solían ocupar sus mentes quedaron fuera de esa habitación, reemplazados por una tranquilidad compartida que no necesitaba explicación.

El rostro de Jimin, relajado por el sueño, parecía más sereno que nunca. Sin saberlo, había cedido completamente al abrazo, su cuerpo encajando con el de Jungkook en un gesto que, aunque profundamente íntimo, estaba libre de cualquier incomodidad. Era solo paz.

Jungkook se movió ligeramente en sueños, su respiración alterándose por un segundo antes de estabilizarse. Su frente rozó el cabello de Jimin, y un destello de algo —calidez, seguridad, pertenencia— pareció reflejarse en su expresión tranquila. Sin estar despiertos para procesarlo, ambos encontraron un refugio en el otro, una conexión que no requería consciencia para existir.

El viento soplaba suavemente contra las ventanas, pero dentro de la habitación había una calma casi tangible. Sin palabras, sin promesas ni confesiones, solo esa burbuja de quietud compartida.

Abrazados, se quedaron dormidos. Por primera vez en mucho tiempo, las cargas que cada uno llevaba consigo parecían más ligeras. Y aunque ninguno podía saberlo, esa noche fue el primer paso hacia algo más profundo, un hogar que comenzaban a construir en el calor del otro.

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