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El último mes había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Desde aquella tarde en el restaurante de sushi, Jimin había caído en una rutina extraña, una mezcla de caos y calma. Entre clases agotadoras, el peso de los exámenes de mitad de semestre y los inesperados momentos con Jungkook, su vida parecía avanzar como un tren del que no podía bajar.
Los pasillos de la universidad eran un hervidero de ansiedad. Estudiantes murmuraban términos médicos y fórmulas como si eso pudiera incrustarlas en sus cerebros, mientras otros caminaban cabizbajos, con mochilas tan llenas como sus horarios. Jimin era uno más entre ellos, con los hombros tensos y los ojos fijos en el reloj. Pero ahora, entre toda la presión, había algo distinto: Jungkook. Sus apariciones espontáneas desordenaban su rutina, pero, de alguna manera, también lograban aligerarla.
Cuando entró en la cafetería, el bullicio lo golpeó como una ola: la fila para el café se extendía hasta la puerta, y las mesas estaban abarrotadas de estudiantes enterrados en apuntes y laptops. Jimin recorrió el lugar hasta encontrar a Soo Hee y Taehyung, cómodamente sentados en una esquina, con bandejas llenas frente a ellos.
Taehyung estaba, como siempre, hablando a un volumen ligeramente inapropiado.
—¿Sabían que el estrés de los estudiantes de medicina es igual al de soldados en entrenamiento? —dijo entre mordiscos de su sándwich, como si estuviera compartiendo un dato revolucionario.
Soo Hee, removiendo su café con calma, lo miró con una ceja arqueada.
—Por supuesto que te lo inventaste. Aunque, si fuera cierto, tú serías el caso más relajado de esa estadística.
—¡Exacto! —Taehyung levantó una mano en señal de victoria, ignorando por completo el sarcasmo—. Mi técnica infalible: negación absoluta.
Jimin dejó caer su mochila junto a la mesa y se desplomó en la silla con un suspiro largo, hundiéndose en el respaldo como si el peso del mundo descansara sobre él. Tenía los hombros caídos y los ojos cansados, delatando una jornada especialmente pesada.
Soo Hee lo estudió con esa mirada perspicaz que siempre parecía perforarlo.
—¿Mal día? —preguntó, su tono suave pero directo.
—No peor que los demás —respondió Jimin, encogiéndose de hombros mientras sacaba una botella de agua de su mochila. Bebió un sorbo, pero ni siquiera eso logró borrar la tensión que llevaba encima. Aún le quedaban tres temas por repasar esa noche, y el cansancio ya le pesaba.
Taehyung, con su sonrisa traviesa de siempre, se inclinó hacia Jimin.
—No tendrás tiempo si sigues escapándote al cibercafé después de clases.
Jimin lo miró con el ceño fruncido.
—¿De qué hablas?
Taehyung soltó una carcajada, señalándolo con el dedo.
—¡Te vi el martes! No puedes negarlo. Estabas con Jungkook en la biblioteca. ¿Así es como aprovechas tu tiempo libre?
El rostro de Jimin se encendió al instante, el calor subiéndole por el cuello hasta las mejillas. Ajustó sus lentes con un gesto nervioso mientras evitaba sus miradas.
—Eso no tiene nada que ver —murmuró finalmente, su tono apenas convincente.
Soo Hee, que había estado observándolo con curiosidad creciente, sonrió como un gato que acababa de atrapar a su presa.
—Claro que no. Pero dime, ¿el snack de ayer lo eligió él o tú?
Jimin abrió la boca para responder, pero nada salió. El silencio que siguió fue suficiente para confirmar las sospechas de ambos. Taehyung se rió, sacudiendo la cabeza mientras tomaba una papita de su bandeja.
—No importa —respondió Jimin rápidamente, aunque el rubor en sus mejillas decía lo contrario.
Soo Hee y Taehyung intercambiaron una mirada cómplice, y luego Soo Hee agregó con una sonrisa burlona:
—Ajá, claro, Jiminnie. Lo que tú digas.
Jimin, sintiéndose acorralado, se concentró en abrir su mochila, como si el mundo dependiera de ello. Sus dedos jugueteaban con el cierre mientras ignoraba las risas de sus amigos. Sabía que no lo dejarían en paz por mucho tiempo, pero al menos el ruido cálido de la cafetería le ofrecía un pequeño respiro.
—Hablando de cosas importantes... —interrumpió Soo Hee, apartando su bandeja y sacando un cuaderno lleno de anotaciones desordenadas—. ¿No sienten que Fisiopatología es una tortura?
Taehyung dejó escapar un suspiro dramático digno de un actor y se recostó exageradamente en su silla.
—No me lo recuerdes. El tema de insuficiencia renal me hizo sentir como si mi cerebro también estuviera fallando. ¿De verdad esperan que entendamos esto?
Soo Hee dejó escapar una risa breve, pasando la página de su cuaderno.
—Eso no es nada. Espérate a los síndromes coronarios. Me dijeron que es como aprender tres idiomas a la vez. Creo que sería más fácil aprender japonés.
Jimin soltó un pequeño suspiro, asintiendo mientras miraba la mesa. Aunque la conversación era ligera, le reconfortaba saber que no era el único lidiando con la presión.
—Es difícil, sí, pero es la base de todo —dijo mientras tomaba un sorbo de agua—. Si no entendemos esto ahora, estamos perdidos para los próximos años.
—¡Míralo! Siempre tan sabio —dijo Taehyung, agitando una papa frita como si estuviera brindando un discurso—. Nuestro Jiminnie, iluminándonos con su sabiduría médica.
—Es que tiene razón, Tae —intervino Soo Hee, apuntándolo con su bolígrafo antes de girarse hacia Jimin con una sonrisa divertida—. Pero dime algo, Jiminnie: ¿cómo encuentras energía para todo? Clases, prácticas, tareas, y... —hizo una pausa con intención, ladeando la cabeza— tus escapadas al cibercafé con tu "nuevo amigo".
El comentario hizo que Jimin levantara la cabeza de golpe, sus ojos encontrándose con los de Soo Hee antes de desviarse rápidamente. Fingió interés en la bandeja de Taehyung, pero el calor subiendo por su cuello lo delataba.
—Eso no tiene nada que ver —dijo, ajustándose los lentes en un gesto nervioso.
—Ajá. Claro que no —respondió Soo Hee, ladeando la cabeza mientras lo miraba con un "te tengo" pintado en la cara.
Taehyung se inclinó hacia adelante, apoyando un codo en la mesa con una sonrisa traviesa.
—El estrés afecta menos cuando tienes distracciones interesantes.
—¡No es una distracción! —replicó Jimin rápidamente, aunque el color en sus mejillas y el titubeo en su voz decían otra cosa.
Lo miró con una mezcla de paciencia y exasperación, sus ojos entrecerrándose ligeramente mientras buscaba una respuesta que cerrara la conversación. Pero antes de que pudiera decir algo, Taehyung habló de nuevo, esta vez con un tono más tranquilo, aunque aún cargado de su habitual desenfado.
—¡Jiminnie, no te enojes! —dijo Taehyung, ladeando la cabeza con una sonrisa suave—. Solo digo que no estaría mal si algo pasara entre ustedes.
El comentario hizo que Jimin lo mirara fijamente, frunciendo el ceño. Esta vez, la broma no llevaba su típico tono burlón; había algo más, algo genuino que lo descolocó.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó, su voz más baja y seria.
Taehyung se encogió de hombros, aunque su sonrisa se mantuvo calmada, casi reflexiva.
—Solo que... desde que conoces a Jungkook, pareces menos estresado. Y te ríes más seguido. Sí, son como agua y aceite, pero eso no tiene por qué ser malo. A veces, eso los hace más interesantes.
Jimin dejó escapar un suspiro, inclinándose hacia atrás y cruzando los brazos. Era su gesto defensivo habitual, una barrera que levantaba cuando sentía que alguien estaba entrando en un territorio incómodo.
—No sé de qué hablas —murmuró, aunque incluso él sabía que no sonaba convincente.
Soo Hee intervino, dándole un suave empujón en el brazo y sonriendo con esa mezcla de ternura y picardía que siempre lograba desarmarlo.
—Sí sabes, Jiminnie. Solo que no quieres admitirlo todavía.
El silencio que siguió pesó más de lo que Jimin estaba dispuesto a reconocer. Las palabras de sus amigos flotaron en el aire como una semilla plantada en su mente, una que no quería regar pero que ya comenzaba a crecer. Antes de que pudiera responder, la campana sonó, anunciando el inicio de la siguiente clase y rompiendo la tensión como un vaso que se cae al suelo.
—¡Nos salvamos! —exclamó Taehyung, levantándose de golpe con su bandeja en mano. Guiñó un ojo a Jimin mientras decía—: Porque Soo Hee estaba a punto de dar su famosa conferencia sobre "los beneficios del amor en la productividad académica".
—Ni lo intentes, Kim Taehyung —respondió Soo Hee entre risas, acomodando su cuaderno bajo el brazo mientras caminaba junto a ellos—. Pero no te preocupes, Jimin. Esto no ha terminado. Solo digo que deberías pensarlo.
Jimin negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro bajo una sonrisa ligera, como si quisiera ahogar sus propios pensamientos.
Mientras caminaban hacia el aula, Jimin no podía sacudirse la sensación de que las palabras de Soo Hee y Taehyung lo seguían como un eco. Era una idea persistente, incómoda, que prefería ignorar.
El final de la clase llegó con esa mezcla familiar de cansancio y ansiedad. Jimin esperó a que la mayoría de los estudiantes saliera antes de recoger sus cosas. No tenía prisa, pero su plan era claro: almorzar algo rápido y encerrarse en la biblioteca hasta que los apuntes comenzaran a tener sentido. Sin embargo, al girar por el pasillo principal, se detuvo en seco.
Jungkook estaba allí, apoyado contra la pared con una naturalidad casi irritante. En una mano sostenía un par de snacks y, en la otra, una taza de café. Su saco estaba ligeramente abierto, y su cabello despeinado parecía cuidadosamente casual. Cuando levantó la vista y lo vio, una sonrisa ladeada apareció en su rostro, y Jimin sintió un nudo extraño en el estómago.
—Puntual como un reloj, delegado. —Jungkook levantó uno de los snacks como si fuera un premio—. Creí que necesitarías un empujón para sobrevivir el día.
Jimin parpadeó, sorprendido pero tratando de no demostrarlo. Se acercó con pasos medidos y tomó la taza de café, estudiándolo con la mirada.
—¿Debería preocuparme de que ahora estés monitoreando mis horarios? —preguntó, alzando una ceja.
—Solo los tuyos. —Jungkook le guiñó un ojo, su tono juguetón pero, de algún modo, genuino—. Vamos, Ricitos. Necesitas aire fresco.
Jimin tomó un sorbo del café, disfrutando del calor que recorría su garganta, aunque mantuvo su expresión neutral.
—¿Y qué tienes en mente? —preguntó, desconfiado.
—El cibercafé —respondió Jungkook sin dudar—. Es más divertido que verte sufrir en la biblioteca.
—¿Eso qué tiene de aire fresco? —replicó Jimin, cruzándose de brazos.
Jungkook soltó una carcajada, inclinando ligeramente la cabeza.
—¿Y cuándo dije que íbamos a estar al aire libre? —Sonrió con picardía y señaló con la cabeza hacia la salida—. Vamos, Jimiiinn. Sabes que no aceptaré un "no" por respuesta.
Jimin suspiró, aunque una sonrisa ligera amenazaba con asomar en sus labios. Jungkook tenía esa habilidad de hacer que decirle "no" fuera más complicado de lo que debería.
—Eres imposible —murmuró, ajustándose la correa de la mochila.
—Lo sé —respondió Jungkook con una sonrisa deslumbrante, guiándolo hacia el estacionamiento.
El rugido de la moto llenó el aire cuando Jungkook giró el acelerador. Jimin se colocó el casco con movimientos automáticos, sin el nerviosismo de las primeras veces. Ahora todo se sentía extrañamente natural, como si esta rutina se hubiera instalado en su vida sin pedir permiso.
Jungkook lo observó de reojo mientras Jimin subía, manteniendo esa ligera distancia entre ellos que siempre parecía resistir. Pero, al sentir el motor bajo ellos, Jimin colocó las manos en la cintura de Jungkook casi sin pensarlo.
—¿Vas a sujetarte o vas a confiar en tu equilibrio milagroso esta vez? —bromeó Jungkook, encendiendo el motor con facilidad.
Jimin rodó los ojos, pero no perdió tiempo en responder. Sus manos ya estaban en su lugar, firmes pero relajadas.
—¿Sabes que ya no necesitas recordármelo, verdad? —replicó con tono seco, pero sin verdadera molestia.
—Es divertido verte fastidiado, delegado —respondió Jungkook con una sonrisa que Jimin pudo sentir incluso sin verla.
La moto avanzó, dejando atrás el bullicio del campus. El viento despeinaba el cabello de Jimin, y el zumbido del motor bajo ellos resonaba como un latido constante que marcaba el ritmo de la ciudad. Jimin no podía ignorar la extraña sensación de seguridad que siempre lo invadía cuando estaba cerca de Jungkook. Por más que quisiera negarlo, había aprendido a disfrutar esos trayectos: el viento fresco, la sensación de movimiento, y la tranquilidad inesperada que venía con la compañía del chico frente a él.
Las luces de los semáforos y los destellos de las farolas pasaban como destellos fugaces mientras avanzaban. Por un instante, el ruido del mundo exterior pareció desvanecerse, llevándose consigo el estrés que Jimin cargaba. Fue un momento breve, pero suficiente para darle un respiro.
Cuando llegaron al cibercafé, Jungkook estacionó la moto con precisión y apagó el motor. Bajó con esa fluidez despreocupada que lo caracterizaba, quitándose el casco y sacudiendo el cabello de una manera que parecía sacada de un comercial. Luego giró hacia Jimin con una sonrisa amplia, esa mezcla de diversión y confianza que nunca parecía abandonar su rostro.
—Sigues siendo mi copiloto más callado —dijo, tomando el casco que Jimin le devolvía.
Jimin arqueó una ceja, ajustándose la mochila al hombro mientras lo miraba con una mezcla de sarcasmo y diversión.
—¿Esperas que te cante o algo? —replicó, dejando que un toque de humor suavizara la conversación.
—No estaría mal. Pero, en su defecto, una confesión dramática también serviría. —Jungkook se encogió de hombros, su sonrisa descarada ampliándose mientras comenzaba a caminar hacia la entrada del cibercafé.
Jimin negó con la cabeza, soltando un suspiro, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios mientras seguía a Jungkook. Había algo en esos intercambios, algo en esa familiaridad que había crecido entre ellos en el último mes, que lo hacía sentirse... más ligero, aunque no quisiera admitirlo.
El interior del cibercafé era acogedor, con luces bajas y el aroma a café mezclado con pasteles de chocolate llenando el aire. El murmullo de las conversaciones y el sonido de videojuegos envolvían el lugar en una atmósfera cálida, como si el tiempo ahí transcurriera de forma distinta.
Se sentaron en su rincón habitual, junto a la estantería de cómics desgastados. Era su lugar. Jimin cruzó las piernas mientras observaba cómo Jungkook pedía sus usuales: café negro y pastel de chocolate. Jimin, fiel a su estilo, optó por un té verde.
El silencio que compartían no era incómodo. Jimin tamborileaba los dedos contra el borde de la mesa, distraído con los cómics frente a él, mientras Jungkook jugueteaba con una cuchara, aparentemente relajado, aunque sus ojos no dejaban de deslizarse hacia Jimin de vez en cuando.
Fue Jungkook quien, como siempre, rompió el silencio, con su característico tono casual, pero cargado de intenciones.
—Entonces, Ricitos... —comenzó, inclinándose hacia adelante con una sonrisa traviesa—. ¿Cuántas excusas tienes ya listas para desaparecer las próximas semanas?
Jimin, que estaba a punto de beber de su taza, dejó escapar una risa suave, más sincera de lo que pretendía.
—No son excusas —respondió, bajando la mirada hacia su té mientras el vapor subía en espirales—. Los exámenes están cerca, y necesito concentrarme.
La sonrisa de Jungkook se suavizó apenas, pero sus ojos adquirieron un brillo distinto, uno más atento. Dejó la cuchara a un lado, inclinándose ligeramente hacia la mesa.
—Entiendo. Pero... ¿eso significa que tienes que desaparecer por completo? —preguntó, su tono tranquilo, aunque lo suficientemente firme como para que la pregunta no pareciera una broma.
Jimin alzó la mirada, encontrándose con los ojos de Jungkook. Había algo en ellos, algo que lo calmaba y lo desafiaba al mismo tiempo. Tragó saliva y bajó la vista de nuevo.
—No quiero distraerme, Jungkook. Ni tampoco distraerte a ti —murmuró Jimin, fijando la mirada en su taza mientras el vapor ascendía en espirales.
Jungkook dejó escapar una risa breve, suave, pero con algo más escondido en ella.
—¿Distraerme? —repitió, apoyando los codos en la mesa y entrelazando las manos frente a él. Sus ojos, oscuros y atentos, estaban clavados en Jimin, y había algo en esa intensidad que hacía que le resultara imposible ignorarlo.
Jimin frunció ligeramente el ceño, incómodo por la forma en que Jungkook lo observaba, como si estuviera buscando algo detrás de sus palabras.
—Es solo que... —dudó, jugueteando con la cucharilla de su té para no mirar directamente a Jungkook—. Estas salidas son un buen respiro, pero ahora que los exámenes están cerca, no sé si puedo darme el lujo de seguir tomándome tanto tiempo libre.
Por un instante, Jungkook no dijo nada. Lo observó con la misma tranquilidad de siempre, pero Jimin sintió que su mirada llevaba más peso del habitual. Finalmente, Jungkook se inclinó hacia adelante, y la cercanía repentina hizo que Jimin respirara un poco más lento, notando que la distancia entre ellos se había reducido más de lo necesario.
—¿De verdad crees que una hora aquí y allá va a hundir tu promedio? —preguntó Jungkook, su tono ligero, pero con un matiz más suave que hizo que Jimin levantara la vista sin querer.
El contacto visual duró apenas un segundo, pero fue suficiente para que Jimin sintiera un tirón incómodo en su pecho.
—Tal vez no lo hunda, pero tampoco va a ayudar —respondió Jimin, desviando la mirada rápidamente hacia su taza, como si ahí encontrara una barrera contra la intensidad que Jungkook parecía proyectar.
Jungkook soltó un suspiro ligero, recostándose en la silla. Su postura era relajada, pero sus ojos no dejaban de seguir cada pequeño movimiento de Jimin.
—Ricitos, estás exagerando. Una hora aquí, una partida allá, no va a matarte. —Hizo una pausa, su tono bajando un poco, casi como si la frase que estaba a punto de decir fuera solo para Jimin—: A veces, necesitas tomarte un respiro.
Jimin finalmente levantó la mirada, y esta vez no pudo evitar mantenerla. Sus ojos se encontraron con los de Jungkook, y por un momento, el ruido del cibercafé se desvaneció. La seriedad en la expresión de Jungkook lo desconcertó, como si esas palabras llevaran más peso del que quería admitir.
—Lo sé —admitió Jimin, su voz más suave ahora, casi tímida. Bajó la mirada hacia su té, intentando reordenar sus pensamientos—. Pero no quiero que las cosas se me salgan de control.
Jungkook inclinó ligeramente la cabeza, con una expresión que mezclaba comprensión y algo más que Jimin no podía descifrar del todo.
—Está bien, entiendo. Solo prométeme que no vas a desaparecer del todo, ¿sí?
Jimin parpadeó, levantando la mirada con sorpresa.
—¿Desaparecer?
—Sí, desaparecer. —Jungkook sonrió suavemente, pero su tono seguía siendo serio, como si estuviera pidiendo algo más de lo que decía en voz alta—. Pero el cibercafé no es la única excusa que tenemos para vernos. Estaré aquí de todas formas, con exámenes y todo.
Jimin parpadeó, sorprendido por la firmeza en las palabras de Jungkook. Había algo en su tono que lo hizo sentirse extraño, como si Jungkook no estuviera simplemente bromeando, como si realmente lo dijera en serio.
—¿De verdad? —preguntó Jimin, su voz más baja ahora, cargada de una vulnerabilidad que no sabía cómo ocultar.
—De verdad —repitió Jungkook, asintiendo despacio mientras lo miraba. Su tono era tranquilo, pero la sinceridad en su mirada era inconfundible—. Si necesitas tiempo, dilo. No pasa nada. Pero tampoco te escondas detrás de los exámenes para evitarme.
La honestidad de esas palabras lo desarmó más de lo que esperaba. Jimin sintió que el calor subía lentamente por su cuello hasta sus mejillas mientras volvía a bajar la mirada hacia su taza.
—Gracias —dijo al fin, su voz apenas audible, pero lo suficientemente clara para que Jungkook lo escuchara.
Cuando Jimin levantó la vista, encontró a Jungkook sonriendo, pero no con su habitual sonrisa burlona. Esta era más suave, cálida, casi... reconfortante. Era una de esas raras expresiones que Jungkook parecía guardar solo para ciertos momentos, y que, de alguna manera, hacía que Jimin sintiera que el mundo era un poco menos abrumador.
—Solo no te olvides de mí cuando te conviertas en ese gran médico que todos esperan que seas, Ricitos.
Jimin dejó escapar una pequeña risa, más relajada esta vez, aunque todavía sentía un nudo en el pecho que no podía explicar.
—No creo que eso pase —respondió, negando con la cabeza mientras una sonrisa juguetona asomaba en sus labios—. No planeo desaparecer, pero tampoco esperes verme tanto como hasta ahora.
Jungkook inclinó la cabeza con dramatismo, llevándose una mano al pecho como si estuviera herido.
—Qué lástima. Justo cuando empezabas a caerme bien.
La respuesta fue suficiente para arrancar otra risa ligera de Jimin, aunque no pudo evitar mirarlo con un destello de incredulidad.
—¿"Empezabas"? —repitió, alzando las cejas en un gesto casi desafiante—. ¿Eso significa que he pasado más de un mes entero contigo sin caerte bien del todo?
Jungkook respondió con una sonrisa amplia, aunque había algo en sus ojos que le daba más profundidad a la broma.
—Bueno, es un proceso lento. Pero creo que ya casi llegas a mi lista de favoritos, Ricitos.
—Wow, qué honor —replicó Jimin, en un tono seco que intentaba ocultar la diversión que se asomaba en sus labios.
Por un momento, ambos se miraron en silencio, esa sonrisa juguetona colgando entre ellos como un hilo invisible. Fue breve, pero lo suficiente para que el aire a su alrededor se sintiera distinto, como si algo no dicho flotara en el espacio entre ellos.
Finalmente, Jimin volvió a tomar su taza de té, llevando la mirada hacia un punto indefinido del cibercafé, tratando de ignorar la forma en que el corazón le latía un poco más rápido de lo normal.
Jungkook lo observó en silencio, su sonrisa suavizándose mientras recogía su chaqueta del respaldo de la silla. Sin prisa, se puso de pie, pero en lugar de dirigirse hacia la salida, se quedó junto a la mesa, mirando a Jimin con una calma desconcertante.
Jimin dudó por un instante, pero algo en la postura de Jungkook lo hizo levantarse también, casi como un reflejo. Ahora que estaban ambos de pie, la cercanía entre ellos se sintió diferente, más directa, casi tangible. Había algo en el aire, algo que hacía que incluso el más leve movimiento pareciera significativo.
El aroma del café, ese murmullo constante que llenaba el espacio, comenzó a desvanecerse a medida que sus miradas se sostenían. Mientras sus cuerpos se inclinaban, apenas un poco más cerca el uno del otro, lo hacían sin darse cuenta, como si algo invisible los empujara. Era un movimiento imperceptible pero innegable, y Jimin no podía evitar sentirse atrapado por el momento.
Cuando quedaron a apenas un par de pasos de distancia, el tiempo pareció ralentizarse. Los latidos de su corazón retumbaban con fuerza en sus oídos, el calor de las luces sobre ellos se sentía más intenso, y la presencia de Jungkook, tan cerca, se volvió imposible de ignorar.
Jungkook fue el primero en detenerse. Bajó la mirada hacia Jimin, y la chispa despreocupada que solía habitar en sus ojos ahora había sido reemplazada por algo más profundo, más serio. No dijo nada, pero la intensidad en su rostro hablaba por sí sola.
Jimin, incapaz de desviar la mirada, sintió cómo su respiración se volvía más pesada, el peso del momento anclándolo en el lugar. Había algo en los ojos de Jungkook, algo que parecía desarmarlo, y, aunque no lo entendiera, no podía evitar sentirlo.
El espacio entre ellos se volvió denso, como si estuviera cargado de algo no dicho pero profundamente presente. Jungkook inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, acercándose apenas. Fue un gesto sutil, pero suficiente para que Jimin lo notara. Sus labios se entreabrieron, como si estuviera a punto de hablar, y ese pequeño movimiento hizo que un escalofrío recorriera a Jimin de pies a cabeza.
El aire entre ellos parecía electrificado, y Jimin pudo sentir cómo sus propios dedos se cerraban con fuerza alrededor del borde de su taza, buscando algo que lo anclara. Pero lo que realmente lo desarmó fue la cercanía. Jungkook estaba demasiado cerca, y el mundo a su alrededor parecía haberse reducido a ese instante, a esa burbuja que los envolvía.
Incapaz de soportar la intensidad, Jimin reaccionó. Una risa nerviosa escapó de sus labios, rompiendo el silencio como el sonido de un cristal que se astilla. Fue torpe, temblorosa, pero era lo único que podía hacer para disipar el peso que se había acumulado entre ellos.
—Esto... empieza a parecer una escena incómoda de película —murmuró, desviando la mirada hacia un costado mientras sus manos, casi automáticamente, comenzaban a juguetear con el borde de la taza.
Por un instante, los ojos de Jungkook parecieron oscurecerse, como si la risa nerviosa de Jimin lo hubiera tomado por sorpresa. Pero su expresión se suavizó rápidamente, y una carcajada baja brotó de su garganta, cálida y ligera.
—Tienes razón —dijo, su sonrisa ampliándose mientras negaba con la cabeza, como si intentara disipar lo que había quedado flotando entre ellos—. Mejor lo arreglamos antes de que pase algo vergonzoso.
Con un gesto casual, pero cargado de una intención que Jimin no quiso analizar demasiado, Jungkook extendió la mano hacia él.
—Saludo oficial de despedida. —Su tono estaba entre ligero y serio, ese equilibrio que siempre lograba desconcertarlo.
Jimin miró la mano extendida, parpadeando por un segundo más de lo necesario. Era un gesto simple, cotidiano, pero el contacto visual de Jungkook lo hacía sentir como si significara algo más. Finalmente, aceptó el gesto, chocando sus palmas en un movimiento breve.
Sin embargo, Jungkook apretó ligeramente su mano, deteniendo el contacto por un instante más de lo habitual. No fue un movimiento evidente, pero suficiente para que Jimin lo notara.
El calor de la mano de Jungkook le resultó casi incómodo por lo presente que se sentía. Instintivamente levantó la mirada, encontrándose con esos ojos oscuros que parecían analizarlo, atraparlo en un espacio donde el ruido del mundo exterior no existía.
—¿Qué? ¿Se supone que te aplauda? —preguntó Jimin, intentando sonar sarcástico, aunque su voz salió más baja de lo que quería.
Jungkook soltó una risa suave, soltándolo con deliberada lentitud.
—Todavía no. Estoy esperando que lo hagas cuando te gradúes con honores. —Su sonrisa permaneció, pero había algo en su mirada que no dejaba de revolverle el estómago.
Jimin negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro que intentó convertir en una risa ligera.
—Eres imposible.
—Y tú sabes que voy a insistir si empiezas a desaparecer, ¿verdad? —dijo Jungkook, su tono bajo pero firme, con una intención que parecía demasiado clara para ser una broma.
Jimin no respondió de inmediato. Podía sentir el calor de la mano de Jungkook incluso después de que este lo había soltado, como si el contacto hubiera dejado algo más que un recuerdo físico.
—No esperaba menos de ti —dijo finalmente, esbozando una pequeña sonrisa, intentando que sonara relajada. Pero incluso mientras las palabras salían de su boca, sabía que algo había cambiado, aunque no supiera nombrarlo.
Cuando Jungkook soltó su mano, el eco del contacto persistió, como si la calidez no hubiera desaparecido del todo. Ambos regresaron a sus asientos, retomando sus bebidas casi vacías, actuando como si ese momento no hubiera sucedido.
La conversación fluyó hacia temas ligeros: una película que Jungkook quería ver, las canciones que Taehyung había recomendado. Jimin, sin embargo, notó que, incluso hablando de banalidades, había algo distinto en el aire. Tal vez era el ambiente cálido del cibercafé o el aroma reconfortante de su té, pero sospechaba que lo que realmente hacía la diferencia era la presencia de Jungkook. Incluso en los silencios, su compañía se sentía cómoda, como un ancla que lo mantenía estable, aunque no podía decir por qué.
Cuando finalmente decidieron salir, la noche ya había caído. Las calles estaban tranquilas, iluminadas por el brillo tenue de las farolas, y el aire fresco acariciaba sus rostros. Aunque no lo mencionaron, ambos parecían conscientes de que ese rato compartido había sido más significativo de lo que estaban dispuestos a admitir.
Jimin se giró hacia la dirección de la parada del autobús, listo para despedirse, pero Jungkook señaló su moto con un movimiento casual de la cabeza.
—Te llevo a casa —dijo con esa naturalidad que siempre lograba desarmarlo.
Jimin lo miró por un momento, con duda pero también con algo que no se atrevía a nombrar. Finalmente, dejó escapar un suspiro resignado.
—Está bien, pero sin locuras. No soy fanático de las velocidades extremas.
Jungkook soltó una risa baja mientras sacaba el casco extra del compartimento bajo el asiento.
—Ricitos, ¿crees que arriesgaría mi vida contigo detrás? —bromeó, sus ojos brillando con esa chispa de diversión que siempre lo descolocaba.
Jimin bufó, ajustándose el casco con cuidado.
—Espero que no, porque sería un desastre explicarle a mis amigos por qué confié en ti.
La risa de Jungkook resonó en el aire fresco, grave y baja, mientras ambos se subían a la moto. Jimin, con movimientos que habían perdido su torpeza inicial, se acomodó detrás de él. Pero esta vez, no había nada automático en el gesto. Cada detalle era imposible de ignorar: el calor que irradiaba la chaqueta de Jungkook bajo sus dedos, la proximidad de sus cuerpos, la vibración del motor bajo ellos. Todo parecía más... intenso, como si el aire mismo estuviera cargado de algo que Jimin no podía nombrar.
Jungkook giró ligeramente la cabeza hacia él, su perfil iluminado por la luz suave de las farolas.
—Puedes sostenerte de mí, Ricitos. No voy a dejar que te caigas —dijo, su tono tranquilo, carente de bromas.
La frase era tan sencilla como lo había sido muchas veces antes, pero algo en la voz de Jungkook, en la firmeza despreocupada con la que lo decía, hizo que Jimin se quedara congelado por un instante. Tragó saliva, y su mente se burló de él por lo absurdo de la situación: era solo un consejo práctico, pero la calidez en las palabras lo desarmaba de una manera que no podía entender.
Finalmente, Jimin levantó las manos y las apoyó en los costados de Jungkook. Su toque fue ligero al principio, casi precavido, como si tocara algo que no debía. Pero en cuanto Jungkook giró el acelerador y la moto avanzó, tuvo que aferrar los dedos contra la tela de la chaqueta para no perder el equilibrio. El contacto lo hizo más consciente del calor de Jungkook, de la firmeza de su espalda, y sintió cómo su corazón se aceleraba, no por la velocidad, sino por algo más profundo que trataba de ignorar.
—Si aceleras de más, te juro que te arrepentirás —dijo Jimin, su voz algo más baja de lo habitual, como si el ruido del motor hubiera reducido la necesidad de proyectarla.
Jungkook soltó una risa breve, esa risa suave y grave que siempre parecía deslizarse bajo la piel de Jimin.
—Descuida, delegado. Estoy portándome bien... por ti.
El comentario llegó acompañado de una pequeña sonrisa que Jimin no pudo ver, pero que sintió en el tono. Cerró los ojos brevemente, tratando de ignorar cómo esas palabras parecían provocar un nudo en su pecho.
La moto se deslizaba por las calles como si el mundo entero se moviera a su ritmo. Las luces de la ciudad pasaban rápidamente a su alrededor: neones parpadeantes, farolas proyectando sombras largas en el asfalto, el murmullo distante de la vida nocturna. Pero para Jimin, nada de eso existía realmente. Todo se reducía al rugido constante del motor bajo sus pies, al viento fresco que despeinaba su cabello y a la calidez de Jungkook frente a él, un ancla que lo mantenía conectado al momento de una manera que no entendía del todo.
Por un momento, cerró los ojos, dejando que la sensación de movimiento lo envolviera. Era una sensación extraña, casi liberadora, como si cada metro recorrido se llevara un poco del peso que siempre cargaba en los hombros. Los exámenes, las expectativas, las tensiones acumuladas... todo parecía desvanecerse en el sonido del viento y el calor reconfortante que lo rodeaba. Pero esa libertad venía acompañada de algo más. Una corriente eléctrica casi imperceptible que parecía recorrerlo cada vez que sus manos, inconscientemente, se apretaban un poco más contra el cuerpo de Jungkook con cada curva que tomaban.
Cuando finalmente llegaron frente a la casa de Jimin, Jungkook desaceleró con cuidado, estacionando la moto con movimientos fluidos. Apagó el motor y giró levemente para mirarlo, sus ojos oscuros brillando bajo las luces tenues de la calle.
—Otro viaje exitoso. Me estoy volviendo muy bueno en esto, ¿no crees? —dijo, con una sonrisa ladeada que mezclaba burla ligera y algo más, algo que parecía querer probarlo.
Jimin se quitó el casco con movimientos deliberados, enfocándose en los broches y las correas como si fueran la tarea más complicada del mundo. Aún podía sentir la vibración de la moto en sus piernas y el calor persistente en las palmas de sus manos.
—No exageres. Solo significa que aún no me has obligado a saltar de esta moto en movimiento —respondió Jimin, su tono pretendidamente neutral, pero sin la firmeza suficiente para ocultar el leve temblor en su voz.
Jungkook inclinó la cabeza, su mirada fija en Jimin, como si buscara algo en su expresión. Con un codo apoyado en el manubrio, parecía más relajado de lo que Jimin creía posible.
—Tal vez deberías empezar a confiar un poco más en mí. No soy tan imprudente como piensas.
Jimin alzó la mirada, encontrándose con esos ojos que siempre parecían leer más de lo que estaba dispuesto a mostrar. Una pausa pesada se instaló entre ellos, breve pero densa, como si la noche misma estuviera conteniendo la respiración.
—Gracias por el aventón —dijo finalmente Jimin, rompiendo el momento con una inclinación de cabeza antes de dar un paso hacia la acera.
Pero antes de que pudiera alejarse del todo, la voz de Jungkook lo detuvo.
—Jimin.
Su nombre salió con una suavidad que lo hizo girarse de inmediato, como si hubiera sido llamado por algo más fuerte que las palabras. Jungkook estaba de pie ahora, junto a la moto, con las manos metidas casualmente en los bolsillos de su chaqueta. Pero había algo en su postura, en la manera en que lo miraba, que se sentía diferente. Más... presente.
—No te estreses tanto, ¿sí? —dijo Jungkook, pero el tono con el que lo hizo no era casual. Había algo en esas palabras, en la forma en que su mirada permanecía fija en él, que las hacía sentirse mucho más grandes de lo que parecían.
Por un instante, Jimin sostuvo su mirada, su pecho apretándose bajo un peso que no sabía cómo manejar.
—Lo intentaré —respondió al fin, su voz apenas un murmullo.
El silencio entre ellos fue profundo, cargado de algo que ninguno estaba dispuesto a nombrar. Jimin sintió la brisa nocturna rozar su piel, pero el calor de la mirada de Jungkook lo mantenía fijo en su lugar, como si no pudiera moverse aunque quisiera.
Finalmente, giró hacia la puerta de su casa, sus pasos resonando suavemente en la acera. Era consciente de cada movimiento, del peso de la mirada de Jungkook que seguía fija en él incluso mientras se alejaba. Pero, en lugar de incomodarlo, esa sensación lo reconfortaba de una manera que no lograba entender del todo.
Cerró la puerta detrás de él y se apoyó contra la madera, dejando escapar un suspiro largo, como si hubiera estado conteniendo el aire durante todo ese tiempo. Afuera, el rugido del motor de la moto volvió a encenderse, un sonido que quedó grabado en su mente incluso después de que se desvaneció en la distancia.
Dentro de su casa, el silencio habitual lo recibió, un contraste con la energía del momento que acababa de dejar atrás. Con un movimiento automático, dejó caer la mochila en el suelo de la entrada y subió las escaleras hacia su habitación. Cerró la puerta detrás de él y se dejó caer sobre la cama, exhalando profundamente mientras el colchón crujía bajo su peso.
A pesar del cansancio físico, su mente seguía trabajando sin descanso. Las imágenes del día volvían en destellos nítidos: el viento despeinándolo mientras la moto zumbaba bajo ellos, la risa de Jungkook resonando como un eco persistente, y ese instante en el cibercafé, tan breve y tan cargado, donde todo parecía haber cambiado sin que ninguno lo dijera en voz alta.
Su mente regresaba, inevitablemente, al contacto de sus manos. Era un gesto simple, pero el recuerdo seguía ardiendo, cargado de algo que no podía poner en palabras. La tensión en el aire, la intensidad en los ojos de Jungkook, todo ello hacía que la sensación fuera mucho más que un roce. Era como si, por un instante, algo se hubiera abierto entre ellos, solo para cerrarse antes de que pudiera comprenderlo del todo.
Jimin soltó un pequeño suspiro frustrado, llevando una mano a su rostro.
"¿Qué me pasa?", pensó, mirando el techo, donde la pintura blanca no ofrecía respuestas. Había algo en Jungkook, algo en su mirada y en sus gestos, que removía cosas que él prefería no tocar. Una inquietud que lo hacía cuestionarse más de lo que quería. Era como si Jungkook tuviera una facilidad innata para desarmarlo sin siquiera intentarlo, para derribar muros que Jimin había levantado hace mucho.
Incapaz de quedarse quieto, Jimin agarró su teléfono, buscando una distracción que lo alejase de los pensamientos persistentes que lo rondaban. Abrió el chat grupal con Taehyung y Soo Hee, esperando que ellos pudieran aportar algo de claridad... o, al menos, un poco de ligereza.
Jimin: Necesito hablar con ustedes. Llamada ahora.
Taehyung: ¿Esto es sobre Contabilidad Boy otra vez? Porque si no, voy a estar decepcionado.
Soo Hee: ¡Voy por un café! Esto promete.
Jimin soltó una pequeña risa al leer sus respuestas. Era reconfortante saber que, incluso en medio de su caos interno, sus amigos seguían siendo su ancla, siempre listos con sus bromas sarcásticas. En menos de cinco minutos, estaban en una videollamada.
La pantalla mostró a Taehyung en su cama, despeinado y usando un sweater holgado, mientras Soo Hee, impecable como siempre, aparecía rodeada de libros y con una taza de té en la mano. Era una escena tan familiar que Jimin sintió que el nudo en su pecho se aflojaba un poco.
—Ok, empieza —dijo Taehyung, apoyando la barbilla en su mano mientras lo miraba con ojos brillantes—. ¿Qué pasó esta vez? Y no digas que no es importante, porque no habrías llamado si no lo fuera.
Jimin dudó. Bajó la mirada hacia sus manos, que jugueteaban nerviosamente con el borde de su camisa. Respiró hondo antes de hablar.
—Voy a ser breve —dijo al fin, exhalando como si el peso de su día se reflejara en sus palabras—. Hoy, antes de que Jungkook me dejara en casa, pasó algo... raro.
Soo Hee inclinó la cabeza, interesada.
—Define "raro" —pidió con curiosidad.
Antes de que Jimin pudiera continuar, una nueva voz surgió desde el fondo de la pantalla de Taehyung.
—Tae, dile a Jimin que si dice que "no fue una cita", casi siempre significa lo contrario. —Jin, el novio de Taehyung, apareció brevemente en pantalla, con un delantal manchado de harina y una sonrisa descarada.
—¡Jinnie! —exclamó Jimin, sintiendo cómo sus orejas enrojecían al instante.
—¡Hola, Jiminnie! —respondió Jin con una expresión divertida—. Solo digo que negar algo así casi siempre confirma que es verdad. Pero, ¿qué sabré yo? Yo solo hago postres.
Taehyung le lanzó un cojín para sacarlo de la conversación, mientras Jin salía riendo fuera del cuadro.
—Perdón por eso. Sigue, Jiminnie —dijo Taehyung, todavía sonriendo.
Jimin tragó saliva y continuó, aunque el rubor en sus mejillas persistía.
—Cuando estábamos en el cibercafé, hubo un momento... —se detuvo, buscando las palabras correctas—. Un segundo en el que sentimos que nos acercábamos demasiado. Más de lo normal.
Taehyung arqueó una ceja y dejó escapar un leve silbido.
—"Más de lo normal", ¿eh? —repitió con una sonrisa burlona—. ¿Eso significa lo que creo que significa?
—¡No! —replicó Jimin, levantando las manos como si intentara defenderse—. No pasó nada. Solo... fue incómodo. Ambos nos detuvimos, y al final terminamos chocando las manos como si fuéramos dos desconocidos.
Soo Hee dejó la taza de té sobre la mesa, su expresión perdiendo la diversión habitual. En lugar de un comentario sarcástico, lo miró con una seriedad que no esperaba.
—¿Y cómo te sentiste con eso? —preguntó finalmente, con voz suave.
Jimin parpadeó, sorprendido por la pregunta.
—No lo sé —admitió al fin, pasándose una mano por el cabello, frustrado. Su voz bajó un poco, como si temiera que las palabras tuvieran demasiado peso—. Fue raro, pero no en un mal sentido. Más como... confuso.
Taehyung inclinó la cabeza, observándolo con detenimiento.
—Confuso, dices —murmuró, entrelazando los dedos sobre su regazo—. Entonces, ¿no se trata de lo que pasó, sino de cómo te hizo sentir?
Jimin abrió la boca, pero las palabras no salieron. La intensidad en las miradas de sus amigos, esperándolo pacientemente, lo hizo sentirse vulnerable. Bajó la mirada hacia sus manos, que jugueteaban con el borde de su almohada.
Soo Hee habló entonces, con una suavidad inesperada.
—¿Y cómo te sentiste después?
La pregunta lo descolocó. Jimin alzó la vista, buscando respuestas en los rostros de sus amigos, pero solo encontró expectación. Su mirada se perdió un momento en la pantalla antes de hablar, con voz baja, casi inaudible.
—Confundido —repitió, como si decirlo en voz alta ayudara a entenderlo—. No sé qué esperaba que pasara, pero... tampoco sé por qué no puedo dejar de pensar en ello.
El silencio que siguió fue denso, cargado de un entendimiento tácito entre los tres. Soo Hee lo miraba con una mezcla de comprensión y cautela, mientras Taehyung, inusualmente serio, parecía escoger sus palabras con cuidado.
—A veces —comenzó Taehyung finalmente, apoyándose en la cabecera de su cama—, lo que sentimos no tiene mucho sentido al principio. Pero si no puedes dejar de pensar en ello, tal vez sea hora de admitir que significa algo para ti.
Soo Hee asintió lentamente, sosteniendo su taza de té entre las manos como si necesitara ese apoyo para hablar.
—Y eso no tiene que ser malo, Jimin. Pero sí necesitas entender por qué significa tanto. ¿Es solo curiosidad? ¿O hay algo más que no quieres ver todavía?
Jimin desvió la mirada, el peso de sus palabras hundiéndose lentamente en él. Su voz salió apenas en un murmullo.
—No lo sé... todavía no lo sé.
Taehyung lo observó en silencio un momento, como evaluándolo. Luego inclinó la cabeza y habló con una seriedad poco común en él.
—Jimin, voy a ser directo porque sé que me odias cuando hago bromas en momentos como este. Te importa. Más de lo que estás dispuesto a admitir.
El comentario golpeó a Jimin con fuerza, haciéndolo bajar la mirada otra vez, como si el contacto visual fuera demasiado intenso para soportarlo.
Soo Hee intervino, su tono más calmado, pero igual de firme.
—Y no está mal que te importe. La pregunta es... ¿por qué? ¿Es porque te ves reflejado en él? ¿Porque te reta? ¿O porque hay algo más que ni siquiera tú quieres aceptar todavía?
Jimin apretó los labios, sus dedos enredándose en la sábana que descansaba sobre su regazo. Las palabras se quedaron suspendidas en su mente, tan claras y confusas a la vez.
—Es complicado... —admitió, después de un largo silencio.
De pronto, Jin reapareció en la pantalla, dejando un plato de galletas en el regazo de Taehyung con un movimiento teatral.
—Claro que es complicado —interrumpió, sonriendo con satisfacción—. Pero si no fuera complicado, probablemente no valdría la pena.
Taehyung le lanzó una mirada exasperada mientras Jin desaparecía del cuadro otra vez. Sin embargo, el comentario dejó un eco en la llamada, una pausa que nadie supo cómo llenar de inmediato.
Finalmente, Soo Hee rompió el silencio, inclinándose hacia la cámara con una expresión más seria.
—Jimin, escucha. Tienes que priorizarte. Ahora mismo tienes demasiadas cosas encima: los exámenes, las prácticas, todo el final del semestre. Y... —hizo una pausa, su mirada suavizándose, pero no menos firme—. Yo todavía no confío del todo en él. No quiero que te haga daño, Jiminnie.
Jimin frunció ligeramente el ceño, atrapado entre la mezcla de apoyo y cautela en las palabras de Soo Hee.
—¿Y qué hago con todo lo demás? ¿Con... lo que siento?
Soo Hee lo miró directamente a través de la pantalla, su voz más firme, pero cargada de calidez.
—No lo ignores, Jimin. Pero ponlo en pausa. No necesitas resolverlo ahora. Cuando llegue el momento y tengas la mente despejada, piensa en Jungkook. Sal con él, habla más, y descifra qué es lo que realmente sientes. Por ahora, concéntrate en ti.
Taehyung, que había permanecido en silencio más tiempo de lo habitual, asintió con un gesto firme antes de intervenir.
—Exacto. No tienes que correr, Jiminnie. Ahora mismo estás demasiado tenso para ver con claridad. Pero no pasa nada. Es normal.
Las palabras de sus amigos cayeron sobre él como un bálsamo, pero también dejaron una punzada de inquietud. Por más sensato que sonara, no era fácil dejarlo de lado.
—Supongo que tienen razón —dijo, más para sí mismo que para ellos, dejando escapar un pequeño suspiro.
Soo Hee sonrió con esa confianza tranquila que siempre parecía tener.
—Claro que la tenemos. Ahora, ve a dormir. Mañana necesitas energía para mantener esa fachada de "todo bajo control".
Taehyung rio entre dientes y añadió con su tono despreocupado:
—Y no olvides dormir lo suficiente. No querrás que Contabilidad Boy te vea con ojeras. Lo tenemos todo cubierto, Jiminnie.
La llamada terminó minutos después, con bromas ligeras que lograron aliviar la tensión. Pero cuando la pantalla de su teléfono quedó en negro, Jimin se encontró mirando su reflejo, con la mente aún atrapada en los eventos del día. Sus amigos tenían razón: no necesitaba resolverlo todo ahora. Pero eso no hacía que fuera menos confuso.
Se dejó caer en la cama, cerrando los ojos mientras un suspiro largo y tembloroso escapaba de sus labios. Ya se había cambiado a su pijama, y la oscuridad de la habitación lo envolvía en una calma que no conseguía trasladar a su mente.
Por más que intentara distraerse, las imágenes del día volvían a su mente con una nitidez que lo desarmaba. La sonrisa ladeada de Jungkook, su risa baja resonando en el cibercafé, y el calor fugaz de su mano al despedirse frente a su casa. Ese momento, tan breve pero tan cargado, había dejado una marca que no lograba descifrar.
Cerró los ojos con fuerza, como si pudiera apagar el torbellino en su mente. Pero la pregunta seguía ahí, latiendo con insistencia: ¿qué era lo que realmente lo tenía tan inquieto? ¿Era simple curiosidad? ¿O algo más profundo que no estaba listo para admitir?
Suspiró, girándose sobre su costado mientras abrazaba la almohada. El frío de las sábanas contrastaba con el extraño calor que sentía en su pecho, esa mezcla desconcertante de confusión y tranquilidad. Su respiración se fue calmando, y la tensión en sus hombros comenzó a disiparse poco a poco.
Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, casi sin que se diera cuenta. No entendía del todo lo que estaba ocurriendo, pero había algo en la incertidumbre que no le pesaba tanto como antes. Era como si pudiera permitirse no tener todas las respuestas. Y aunque el caos seguía presente, de alguna forma, no se sentía tan solo.
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Según investigue por Internet Fisiopatología. Es el núcleo del entendimiento de las enfermedades y sus mecanismos, y suele ser una de las asignaturas más exigentes, tanto por la carga teórica como por las evaluaciones prácticas, algún estudiante de Medicina confirma? Jeje
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