
𝟓
<<VIAJE SIN RETORNO>>
Muelle Johnson, BA (CA).
Noviembre 19, 2024
08:23 PM
—Okey. Vamos a ver.......—musitó el capitán Turbot, mientras revisaba sus pertenencias que traía a bordo, asegurándose de tener todo listo para su viaje de exploración—. ¿Comida? Listo. ¿GPS? Listo. ¿Mapas? Listo. ¡Perfecto! Ya tengo todo. Ahora solo necesito a cierto cachorro........
—¡Capitán!
—Jeje. y hablando de él —rio el capitán, volviéndose hacia atrás.
En cuanto vio al cachorro labrador corriendo por la playa, acercándose cada vez más y más, levantó una mano y, tras agitarla en el aire, dijo:
—¡Hola, Zuma!
Pero el labrador no respondió, al menos no en ese momento.
Para cuando hubo llegado al navío, se mostraba agitado y con las patas completamente fatigadas. Hizo un esfuerzo por mantenerse de pie. Tras tragar varias bocanadas de aire, procedió a hablar:
—Ca......pi....... tán —dijo entre jadeos—. Lamento..... la.... demora.
Seguidamente, se dejó caer de panza sobre la cubierta, para luego cerrar los ojos y sacar la lengua. Aquello causó algo de gracia en Horacio T.
—Jeje. Parece que corriste una maratón.
—Porque así fue —alcanzó a responder el labrador, tratando de bromear. Luego de recomponerse y levantarse, añadió—: Hubiera venido en mi aerodeslizador, pero por alguna razón no encendió.
—Bueno.... eso es lo de menos. Lo importante es que estás aquí. Por un momento pensé que no vendrías.
—¿Y perderme la oportunidad de realizar una expedición? ¡Ni loco! —dijo Zuma, sonriendo—. Nada ni nadie me iba a impedir venir. ¡Estoy listo para la aventura!
—¡Ese es el espíritu! —felicitó el capitán Turbot. Por consiguiente, se dirigió a la cabina y encendió el motor—. Ahora que estás aquí —añadió—, podemos partir de una vez. Siguiente parada: La isla Nublar.
—¿La isla nublar? —preguntó el cachorro con curiosidad, mientras inclinaba la cabeza.
—Exacto —respondió Horacio T. mientras mantenía fija su atención en el camino, adentrándose cada vez más en el Océano Pacífico—. Es una isla perdida.....—volvió a decir—, desconocida en su totalidad. Y posiblemente está llena de criaturas extrañas. Posibles nativos. Y muchas otras cosas misteriosas. Y nosotros seremos los primeros en visitarla.
—¡Suena genial! ¡Apresure el paso, capitán! Estoy ansioso por llegar
Esto hizo que el capitán sonriera. Tras echar un breve vistazo al labrador, dijo:
—Jeje, me agrada tu aptitud, Zuma. Ojalá Francois fuera más como tú.
—Y a propósito, ¿cuánto tardaremos en llegar a la isla?
—Oh, probablemente una o dos horas —respondió él, para luego sacar de su chaleco un trozo de papel y levantarlo al aire—. Pero con ayuda de mi mapa, podremos tomar un atajo y llegar a la isla en menos de media hora.
[OCHO HORAS DESPUÉS]
Isla Nublar.
Noviembre 20, 2024
04:23 AM
El viaje que debía ser de dos horas, tardó más de lo esperado. Después de todo, gracias al "atajo" de Horacio T., el labrador y él quedaron atrapados en una tormenta eléctrica. Como consecuencia, perdieron un par de cajas; todas llenas de provisiones.
Por fortuna, escaparon sanos y salvos, solo para ser apresados por un remolino, uno increíble grande. Por segunda vez, escaparon, y como si una broma cruel por parte del destino se tratase, se toparon y, posteriormente, fueron robados por un par de piratas japoneses. Lo importante es que ambos salieron ilesos. Y, finalmente, lograron arribar a su destino.
En cuanto el capitán Turbot atracó el barco, Zuma (sin pensárselo dos veces) saltó directamente hacia la playa. Mientras besaba la arena, comenzó a decir:
—Tierra......"beso"..........Tierra firma.
Tras descender de su barco, con un mochila en su espalda y una cámara de video en la mano derecha, el capitán Turbot se adentró a la selva. Zuma la siguió el paso.
Durante la caminata, observaron —y filmaron— la extraña vegetación. Había de todo: desde plantas carnívoras hasta árboles prehistóricos fosilizados. También había un par de insectos (todos de diferentes tamaños, por cierto) e, incluso, se toparon con un grupo de pequeños mamíferos, cuyos aspectos eran casi similares a la de los dinosaurios. La emoción de ambos aventureros comenzó a acrecentarse. Sin embargo, esto no duraría mucho.
Luego de una media hora de caminata, hallaron en la tierra un par de huellas de botas y, a su lado, yacían un par de huellas de neumáticos. Ante esto, quedaron atónitos, y la emoción (poco a poco) comenzó a desvanecerse.
—Un vehículo pasó por aquí. Y fue reciente —comenzó a decir Zuma. Casi al instante, gimió tristemente y bajó las orejas—. Eso significa...... que no somos los primeros en llegar a la isla.
—Eso parece —convino el capitán, mientras bajaba la cabeza— ¡Pero no importa! —añadió, recuperando sus buenos ánimos—. Al menos llegamos aquí y pudimos ver un centenar de cosas nunca antes vistas. Sin mencionar también que, ahora, tenemos una historia que contar.
—Sí.... ¡es cierto!
—Además...... —agregó el capitán—, ahora que sabemos que no estamos solos, creo que sería bueno ir a buscar a esos otros exploradores.
—¿Y para qué......?
En ese momento, a los dos les comenzó a rugir fuertemente el estómago.
—Jejeje. Por eso —resaltó Horacio T., para luego volver a caminar, tomando como guía las huellas de neumáticos—. Vamos, Zuma. Creo que su campamento podría estar muy cerca. Solo espero que quieran convidarnos de sus alimentos. Porque gracias a esos piratas japoneses, ya no tengo comida en el Flounder.
—Entonces démonos prisa...... —dijo el can, solo para ser interrumpido por un fuerte rugido—, antes de que mi estómago se devore a sí mismo, jeje
Quince minutos después, ambos exploradores llegaron al centro de la isla, donde acabaron encontrándose no con un campamento, sino con una serie de infraestructuras. Tres edificios para ser exactos. Aquello era confuso. Y antes de que pudieran acercarse al lugar, del tercer edificio comenzó a escucharse un par de gritos y lamentos.
Motivados por el instinto y el sentido común, decidieron esconderse detrás de unos arbustos.
Para cuando lograron cubrirse, procedieron a levantar (parcialmente) sus cabezas por encima de los arbustos y, en silencio, observaron atentamente las tres instalaciones. Pero en cuanto vieron a un par adolescentes (de entre 13 a 18 años aproximadamente), todos armados y con uniforme militar, el labrador, con algo de preocupación, se acercó al Capitán.
Casi en susurro, le dijo:
—Deberíamos irnos de aquí.........
—Aún no —respondió Horacio T. mientras grababa todo con su cámara—. Quiero saber quienes son ellos y lo que hacen aquí.
—Pero podrían arrestarnos....... o aún peor. ¡Podrían matarnos!
—No lo creo, Zuma. Además, son solo unos chic......
En ese momento, una sirena de alerta comenzó a hacerse audible. Y del segundo edificio, un hombre caucásico (de 60 años) salió corriendo, asustado. Pero antes de que pudiera alejarse del lugar, tres de los jóvenes centinelas le apuntaron con sus armas automáticas y, sin previo aviso, le dispararon por la espalda.
—¡Es hora de irnos! —dijo Zuma, aterrado.
—No debatiré eso —agregó Horacio T. al tiempo que apagaba su cámara—. Volvamos al Flounder en silencio, antes de que........
Pero antes de que pudieran moverse, escucharon lo que pareció ser un arma cargándose detrás de ellos. Así que, lentamente, se giraron hacia atrás, encontrándose con una chica (pelirroja, y de aproximadamente 19 años), que les apuntaba con un arma semiautomática.
—No se muevan —ordenó ella, sin bajar su arma. Cogió su radio y procedió a informar lo acontecido—. Alfa. Aquí Lewis. Tengo a dos intrusos en el área B ¿Qué quieres que haga con ellos?
<<No los mates —dijo la interlocutora—. Llévalos a las mazmorras. Me encargaré de ellos más tarde>>
—Perfecto —respondió la pelirroja. Apagó la radio, y con ayuda de su arma, obligó a los dos aventureros a levantarse, dirigiéndolos lentamente hacia el tercer edificio. Pero no sin antes haberle quitado la cámara de video al Capitán Turbot, para luego, arrojarla con fuerza hacia el tronco de un árbol, destruyendo así el aparato.
Una vez dentro del edificio, ambos exploradores fueron obligados a entrar en una celda. Tras cerrar con llave la puerta de barrotes, la chica armada abandonó el lugar.
—¿En que lío nos hemos metido? —preguntó finalmente Zuma.
—No lo sé —respondió Horacio T. —. Y lo más importante, ¿cómo saldremos de aquí?
—No se puede.......—dijo una voz desconocida, asustando un poco al capitán y al can.
—¿Qui-quién dijo eso? —preguntó el labrador.
En ese momento, en la celda de al frente, salió un can de entre las sombras. Su pelaje estaba sucio, y estaba cubierto de manchas. Era delgado. Y algo mayor, casi adulto. Zuma le vio la cara, más no llegó a reconocerle, no en un principio. Luego, todo se hizo claro. Se quedó perplejo, y con dificultad, dijo:
—Es-esto es.... es Imposible.
—Parece imposible —comentó el prisionero canino—. Pero heme aquí.
—No puede ser verdad......—añadió Zuma—. ¿Cómo es esto posible? ¡¿Como es esto es posible?!
—Jejeje. Yo también te extrañé, Zuma. Por cierto. Hola, capitán Turbot. Tanto tiempo sin verlo.
Pero el capitán del Flounder estaba boquiabierto, envuelto en un estado de shock. Para cuando finalmente logró regresar a la realidad, musitó:
—Lo veo y no lo creo.....
—¿En serio es....?
—Si lo es........
—Es.....es......
—¡MARSHALL! —exclamaron finalmente ambos aventureros, casi al unísono.
.............
Mientras tanto, en la entrada del primer edificio (cuya función era almacenar armas de todo tipo) charlaban dos cachorros: Un dálmata y una West Highland Terrier. Con base en el tono de esta última, no estaba para nada feliz.
—Tardaste mucho en regresar —reprochó July.
—Lo lamento —dijo el can casi en voz baja—. Pero al menos, cumplí con lo que me ordenaste.
—Sí, claro. Ahora mismo lo voy a verificar con las cámaras de vigilancia.
—Hazlo —dijo el dálmata casi en voz alta, enojando un poco a la siniestra cachorra. Se calló por un par de segundos. Luego prosiguió—. Bueno........ ahora que cumplí con el trabajo, ¿puedo irme?
—Todavía no —respondió ella con frialdad—. Aún tienes trabajo que hacer. En cuanto terminen de alistar los frascos con la cepa, tendrás que volver a la ciudad y esparcir........
—¡No, claro que no! —exclamó, sin pensárselo dos veces—. Ya no puedo hacer eso. ¡Otra vez no! No quiero. So-Solo.... solo déjame ir. Te prometo que no lo diré a nad.........
Sin previo aviso, la West Highland Terrier empujó al cachorro contra la pared. Iracunda, sujetó con fuerza el cuello del dálmata y, lentamente, le levantó y le sostuvo en el aire (a solo unos 10 centímetros del suelo), impidiéndole respirar.
La fémina le miró directamente a los ojos. Y habló:
—¡Escúchame bien, manchado! Cuando te encontré hace cuatro años, vagando en las afueras de Bahía Aventura, sin recuerdos, sin amigos, y totalmente solo, te ayudé. Pude dejarte a tu suerte, pero en ves de eso decidí ayudarte. Así que ahora, estás en deuda conmigo.
—Por..... por favor —trató de hablar el can—. So-solo quiero ir a casa.
—¡Claro que no! ¡No hasta que termines de ayudarme! Ah.... Y ni intentes escapar, porque si lo haces, te cazaré y te echaré a la fosa de las ratas gigantes.
En cuanto el rostro del dálmata comenzó a tornarse de un tono violeta, la fémina le soltó. Mientras el can comenzaba a sujetarse el cuello, tragando un par de bocanadas de aire, levantó la cabeza y observó a su agresora
—Así que ya lo sabes —añadió July Harris—; tú no serás libre hasta que termines de ayudarme. Ah, y te recuerdo esto nuevamente —siguió una breve pausa—. Si hablas con alguien en esa ciudad, o si tratas de ponerte en contactos con tus amigos rescatistas, haré que Michael los traiga a todos aquí para que los mate de la manera más cruel e inhumanamente posible. ¡Y te obligaré a verlo! ¿Entendido?
Él solo se limitó a asentir con la cabeza, enfureciendo un poco más a la West Highland Terrier. Ésta última le propinó una fuerte patada en el estómago.
—¡¿LO HAS ENTENDIDO?!
—S-Sí.
[DE REGRESO A BAHÍA AVENTURA]
Hospital General Marshall Memoriam, BA (CA).
Noviembre 20, 2024
04:47 AM
En cuanto fue despertado por la alarma de su teléfono celular, lo siguiente que hizo el pastor alemán fue buscar al Doctor Grant para preguntarle por el estado de Skye. Pero al no encontrarlo, tuvo que (y de mala gana) buscar a su ex colega rescatista, encontrándole con éxito fuera del Área de Observación.
—Muy bien, Jhonny—dijo seriamente Chase—. Ve al grano ¿Qué es lo que tiene Skye?
—Bueno, ella presenta fiebre, presión baja y un par de hemorrag.......
—Ya ya. Eso son los síntomas y eso yo ya lo sabía ¡¿Pero cual es el diagnóstico?!
—Bueno, dado la extraña sintomatología tuvimos que realizar un par dar de pruebas y análisis de sangre. Determinamos que se trata de un infección por bacteria. Y NO, aún no la hemos identificado. Pero lo que sí sabemos es q........
—¿Se puede tratar? —interrumpió el oficial canino.
El Corgie se exasperó un poco. Hizo un esfuerzo por guardar la calma y, con la mayor diplomacia posible, respondió:
—Ahora mismo le estamos administrando un par de antibióticos. Esperamos que eso frene al progreso del microorganismo. Pero para serte sincero, no creo que eso ayude.
—¿Y por qué no?
—Porque esta bacteria, a diferencia de muchas otras, es bastante agresiva.
—¿Cómo que agresiva? —inquirió Chase—. ¿Acaso la bacteria está destruyendo a Skye o algo así?
—De hecho, sí —respondió el Corgie sin tapujos—. Esta bacteria es carnívora.
En cuanto dijo esto, un breve muro de silencio se alzó entre ambos, hasta que Chase, totalmente anonadado, dijo:
—¿Car-carnívora?
—Sí, Chase —aclaró Jhonny—. Y eso es lo que más me preocupa, ya que este tipo de bacteria es difícil de combatir. El daño que causa es irreparable. Ya comprometió uno de los riñones de Skye. Al igual que el estómago y una parte del bazo. Pero el daño más significativo esta en los pulmones.
Chase Schülze se quedó perplejo.
—No puede ser..........
—Debido a eso, tuvimos que conectarle a un respirador —prosiguió Jhonny—. Pero eso no....
—Quiero verla —solicitó el pastor alemán. El Corgie le aconsejó que no era una buena idea. Chase no aceptó esto y, nuevamente, insistió con su petición.
—Okey... —dijo Jhonny, aceptando por fin—, vamos.
Mientras se dirigían a la habitación de la Cockapoo, ambos canes vieron a un par de técnicos empujando un par de camilla. Sobre las mismas yacían cuerpos colocados dentro de bolsas negras.
Al ver esta escena, el Corgie se detuvo, y casi en voz baja, dijo:
—Rayos, seis más.
—¿Cómo que seis más? —preguntó Chase. Al darse cuenta de su error, Jhonny trató de fingir incredulidad, pero antes de que dijera nada, el pastor añadió—: ¿Esto tiene que ver con Skye? ¿O acaso está relacionado con el "espectáculo" que vimos ayer en la sala de Emergencias?
El Corgie dudó en decirle, ya que se trataba de un tema bastante delicado, pero sobre todo: CONFIDENCIAL. Así que se lo pensó y, tras considerar el protocolo una y otra vez, finalmente respondió:
—Lo que te voy a decir, no debe saberlo nadie más, ¿vale?
El pastor alemán asintió. Jhonny continuó.
—Lo que sea que esté atacando a Skye, atacó a unas noventa y tres personas, en su mayoría niños. Hasta hace una media hora...... tuvimos sesenta y nueve decesos.
—¡¿Sesenta y nueve?! —exclamó con asombro—. Eso no........ No puede ser........ ¡Espera! ¿Eso significa que Skye.........?
Al ver la expresión en el rostro del médico canino, el pastor alemán guardó silencio, adivinando casi al instante el destino que le esperaba a su amada. Para cuando finalmente estuvo apunto de decir algo, una sirena de alerta (totalmente estruendosa) comenzó a hacerse audible. Un par de técnicos y doctores comenzaron a correr, dirigiéndose hacia el área de Emergencias.
Extrañados por esto, tanto el Corgie como el pastor alemán decidieron seguirlos.
Tras llegar a Emergencias, menuda sorpresa que se llevaron al ver a un grupo de 45 personas ingresar al lugar. Al igual que con los pacientes ingresados el día anterior, los recién llegados presentaban epistaxis, disneas (dificultad para respirar), tos con sangre e incluso, también, las ampollas negras en la piel.
—¡Jhonny! —exclamó Rachel, mientras ayudaba a una niña pequeña a subirse a una silla de ruedas. Tras terminar con la tarea, se acercó donde el Corgie y añadió—: Estamos en serios problemas. Ahora tenemos un segundo grupo de infectados.
—¿Podría ser esto alguna epidemia? —preguntó Chase, entrometiéndose en la conversación.
—Tal vez —respondió Jhonny—. Debemos identificar como contrajeron la bacteria en primer lugar. Y encontrar el punto de origen.
—Puedo encargarme de eso —volvió a decir Chase—. Puedo investigar el último paradero de todas estas personas. Posiblemente visitaron el mismo lugar en las últimas horas.
—¿Pero y Skye?
—Ahora lo primordial es hallar el foco de la infección, cerrarlo y evitar más contagios —respondió el Pastor alemán.
—Esta bien, Chase. Encárgate de eso. Y si pasa algo con Skye, te avisaré. Mientras tanto, Rachel —la aludida miró al Corgie—; atiende a los recién llegados. Yo iré al Laboratorio. De seguro ya pudieron descubrir algo que nos ayude a combatir esta bacteria.
[DE REGRESO CON ZUMA]
Área de las mazmorras, Isla Nublar.
Noviembre 20, 2024
05:12 AM
—........Y así es como llegué aquí —terminó de narrar el dálmata.
—¿Y por que no trataste de escapar? Y para empezar, ¿qué es este lugar? —inquirió Zuma. Y antes de que Marshall pudiera responder, al lugar llegó un centinela varón. Así que, rápidamente, los tres prisioneros se echaron al suelo y fingieron estar dormidos.
—¡Despierten! —gritó el recién llegado (un chico de 17 años). Al no ver que atacaban su orden, el muchacho enfureció. Luego, cogió su garrote y comenzar a golpear fuertemente los barrotes de la puerta de la celda—. ¡¿Qué no oyeron?! ¡Dije que despierten!
—Sí, ya oímos —respondió Zuma amargamente, siendo seguido por el Capitán Turbot.
Seguidamente, el joven guardia (de apellido Doyle, según su gafete grabado en el bolsillo derecho de su uniforme) abrió la celda. Y con ayuda de su arma automática, obligó a ambos exploradores a salir del lugar, llevándolos hacia el "Área de Pruebas". Y una vez allí, fueron obligados a sentarme en un par de camillas individuales.
El Capitán Turbot trataba de obtener información por parte del centinela, sin lograr sacarle una sola palabra. El labrador, por su parte, decidió observar el lugar en el que se encontraba. Estudió el ambiente con la mirada, de arriba a abajo. De izquierda a derecha.
En cuanto vio a un par de camillas vacías, cuyas sábanas blancas estaban manchadas de sangre, un escalofrió comenzó a invadirle.
Al cabo de unos minutos, al lugar llegó un anciano, de entre 50 a 60 años. Caucásico y de expresión pétrea. Y con base en su bata blanca y al maletín que cargaba, parecía ser un doctor de alguna clase.
Se acercó dónde Zuma. Y tras colocar su maletín sobre la camilla del can, el anciano la abrió. Con un tono de voz casi grave, dijo:
—Не шевелись.
—¿Eh? —preguntó el cachorro, mostrándose confuso—. Disculpe pero, ¿qué fue lo que dijo?.
—Dijo que no te muevas —tradujo el centinela de 17 años. Mientras el ruso sacaba de su maletín una jeringa y un pequeño frasco, Doyle le miró y preguntó—: ¿Где, черт возьми, Джули?
—Придет через пару минут.
—Psss, Capitán......—susurró el labrador—. Puede traducir......
—¡Silencio! —espetó el joven. Al poco tiempo, retomó la charla con el anciano ruso, quien procedió a inyectar un extraño líquido en el hombro derecho del labrador. Tras finalizar aquello, repitió el mismo proceso con el Capitán Turbot.
Al terminar con su labor, el viejo doctor recogió sus cosas, colocándolas nuevamente dentro de su maltratado maletín de cuero. Poco después, miró al centinela y, en un claro español, pero acentuando simultáneamente su acento ruso, dijo:
—Ya inyecté Patógeno. Irme ahora.
—De acuerdo, doctor. Y ya de paso, busque a July y dígale que venga de una vez.
En cuanto pronunció ese nombre, tanto el labrador como Horacio T. se miraron entre ellos, pensando si se trataba o no de la misma July, a quién se habían enfrentado cuatro años atrás. Volvieron la vista hacia el centinela y el médico ruso. Pero antes de que pudieran preguntar, la ya mencionada West Highland Terrier llegó al lugar.
—Vaya vaya —dijo ella con malicia, mientras se acercaba lentamente hacia los dos aventureros—. Miren lo que me trajo la marea.
—Eres.... ¡Eres tú! —exclamó el labrador, lanzando un bajo gruñido. A la par, enseñó los dientes y frunció el entrecejo—. ¡¿Qué rayos haces aquí?!
—¿Cómo que qué hago aquí, cachorro de agua de sucia? Este es mi escondite, ¿qué no es obvio?
—¡¿Y quien es ese Doctor?! ¿Y que fue lo que.........—sin previo aviso. El labrador comenzó a sentirse mareado. Tocó su frente, y sintió un poco de calentura. Seguidamente, un par de cefaleas comenzaron a afectarle. Y en cuanto comenzó a sentirse fatigado, procedió a recostarse (lentamente) sobre la camilla en la que se encontraba—. ¿Qué me inyectó? —finalmente preguntó.
—Oh, nada importante. Solo es una bacteria carroñera que te comerá vivo.
—¡¿Qué?! —gritó aterrado el Capitán Turbot, para luego imitar al labrador y recostarse sobre su propia camilla.
—Verán......—continuó July Harris—, lo que sienten ahora son solo los síntomas iniciales de mi peligrosa arma biológica. Diseñada genéticamente para garantizar una muerte cruel y dolorosa —el capitán nuevamente se estremeció. July sonrió—Pero descuiden. Sus estados de agonía no durarán mucho —añadió con frialdad—. En un par de horas, ambos morirán. Jeje.
—¿Por qué..... por qué creaste esta bacteria? —dijo Zuma con dificultad, mientras el joven centinela armado procedía a sujetarlo a la camilla con un par de correas—. ¿Qué buscas hacer con eso? ¿Y por que nos lo inyectaste?
—Bueno, debía de darles una lección. Nadie viene a aquí a husmear en mis asuntos y vive para contarlo. Y respondiendo a la primera pregunta. Digamos que, crear esta bacteria es solo la primera fase de mi plan.
—¿Plan? ¿Primera fase? ¿De...de que estás hablando?
—¡¿Qué acaso no es obvio, Zuma?! —preguntó ella con enfado—. ¿Para qué crees que creé esta arma biológica? ¡¿PARA JUGAR?! ¡¿Ah?! ¿O es acaso que debo recordarte la época en la que ataqué tu maldita ciudad?
Tras terminar el despotrique, el labrador, por su parte, comprendió todo.
—Atacarás a Bahía Aventura, ¿vedad?
—Ay, hasta que por fin adivinas.—añadió July—. Y para tu información, no voy a atacar Bahía Aventura, porque Bahía Aventura ya está siendo atacada.
El can no daba crédito a lo que oía.
—¿Qué cosa?
—Es verdad —repuso ella—. ¿Y sabes que es lo mejor? Que nadie lo está viendo venir. Y en cuanto mi pequeña creación acabe con la mayor parte de la población, mis socios y yo nos encargaremos de los que queden. Y ni tú, ni nadie podrá evitarlo —tras decir esto, procedió a soltar su risa malévola, siendo acompañada por sus dos colegas allí presentes.
Poco después, la fémina de pelaje blanco, seguida por sus colegas, se dieron la vuelta y se encaminaron hacia la salida. Pero antes de cruzar el umbral, July Harris se volvió y dijo:
—Adiós, Zuma. Disfruta de tu muerte.
Para cuando el trío abandonó el lugar, el ya enfermo labrador miró al Capitán Turbot y, tras soltar un par de toces (expectorando con un poco de sangre), dijo:
—Debemos..... salir de aquí. Debemos advertirles.
[3719 PALABRAS]
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