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𝟑


<<𝐑𝐄𝐒𝐔𝐋𝐓𝐀𝐃𝐎𝐒>>


[OCHO AÑOS ATRÁS]


Refugio canino "Hope Paws", Bahía Aventura (CA).
Noviembre 13, 2016

03:21 PM

La fémina de cinco años de edad, que yacía apostada tras el mostrador, revisaba atentamente el formulario de tres hojas que entregó hacía diez minutos y que, cinco minutos después, le fue devuelto por el joven cliente; el primero al que atendía en ausencia de su madre, quien hacía poco más de dos horas y media había salido a realizar un chequeo de emergencia a la morsa macho recientemente adoptado por el capitán Horacio Turbot. Alzó la vista por un instante, y le observó sentado en uno de los asientos de plástico duro anclados en la pared norte, al lado de las puertas automáticas. Ella siempre se había referido a él cómo: "El Forastero", al igual que muchos otros en la ciudad. Pero tras haber leído los datos de la primer hoja del formulario, descubrió su nombre real.

<<Uno poco usual pero lindo>>

Soltó un profundo suspiro antes de recordar que debía volver a su labor, a revisar el formulario. Bajó la vista, pero al cabo de unos segundos optó por mirarle a él un rato más. ¡Era imposible no hacerlo! Le parecía un chico apuesto, dadas sus facies y a su extravagante cabellera castaña en punta. Y con buen estilo; llevaba una chaqueta roja de marca ligeramente ajustada y unos jeans azules. También pensó que debía ser alguien curioso y culto, debido al libro que se hallaba leyendo: <<Policía>>, de Jo Nesbo. La décima entrega de, lo que era hasta ese momento, una extensa saga de diez libros.

<<Increíble —pensó, y soltó otro suspiro—. Yo apenas si he terminado "El Redentor">>

El Forastero alzó la vista. Y tras encontrarse con los ojos azules de la recepcionista, le regaló una sonrisa cálida.

Ella advirtió esto y regresó a la realidad de golpe, avergonzada. Sus mejillas se tornaron rojas al tiempo que se recriminaba mentalmente por haber hecho eso. <<Ahora va a pensar que soy una loca mirona>>, pensó. Volvió la vista al formulario. Y se aseguró de que la firma de El Forastero estuviera presente en todas la casillas correspondientes. No faltaba ninguna, perfecto. Revisó otros datos, todo en orden. Abrió el primero de tres cajones y sacó un gran sello, pintado en rojo. Selló las tres hojas, independientemente. Y las guardó en un folder manila, mismo que depositó dentro de un contenedor rectangular de vidrio situado al lado derecho del ordenador. Tal como su madre —y dueña del establecimiento "Hope Paws"— le había indicado hacer hacía tres semanas en caso de que ella no se encontrara en el lugar.

Luego llamó al muchacho y le pidió que se acercara. Él se puso de pie, y guardó su libro de bolsillo.

Conforme fue avanzando, la recepcionista en miniatura no pudo evitar volver a poner una mirada perdida y sentir un calor en el pecho. ¡Éste tipo le traía loca, sin duda! Tenía todas las cualidades que ella siempre había deseado que tuviera su pareja ideal. Pero había algo más en él, recordó. Un enigma, un misterio que quería desentrañar tras verle por primera vez hacía tres meses caminando frente a su establecimiento y luego de oír algo sobre él. Resulta que, aquel día de Agosto, su madre le comentó —lo que averiguó a través de terceros, por cierto— que el chico de cabello castaño, refiriéndose en todo momento a él cómo El Forastero, proveniente de la Costa Este, se había instalado en lo que alguna vez fue el puesto de observación de WeatherGS; un equipo meteorológico enviado por la Universidad de Harvard que tuvo que abandonar las instalaciones —situadas en la colina Hollmenkollen— luego de quedarse sin fondos a mediados del Junio del presente año. Instalaciones que El Forastero, con ayuda de su propio dinero de origen desconocido, logró remodelar, convirtiendo dicha infraestructura en una auténtica pieza de modernidad excéntrica. La recepcionista en miniatura se quedó intrigada.

Una semana después, la madre de la joven recepcionista le contó que había ido a visitar al Forastero para darle la bienvenida oficial a Bahía Aventura y, ya de paso, averiguar las razones que le habían traído a la ciudad costera. Él, con una sonrisa cálida, sólo había respondido: <<Dentro de poco, usted y todos los de esta ciudad lo averiguarán>>. Y antes de que pudiera abandonar la gran infraestructura, en cuyo centro fue instalado una enorme placa con la silueta de una pata de perro grabado en el centro, la madre de la recepcionista le juró haber visto a un precioso cachorro, de pelaje marrón, sacando la cabeza por el balcón de la planta alta.

Volviendo a la realidad, la joven recepcionista se quedó pensando. ¿Qué es lo que planeaba hacer el Forastero? ¿Y si ya tenía un cachorro, por qué quería adoptar a dos más?

—¿Hola?

La joven recepcionista salió de sus pensamientos tras oír la voz del muchacho. Éste le miraba divertido. Sus ojos parecían brillar.

—Lo lamento —dijo la fémina al tiempo que las mejillas se tornaban ligeramente rojas—. Pensaba en algo.

El muchacho se mostró comprensivo y dijo que no había problema alguno. Ya curioso, preguntó en qué pensaba. A lo que ella, titubeando un poco, respondió que pensaba en las actividades por realizar el día de hoy. Volvió a recriminarse mentalmente, esta vez por mentir. Luego, abrió el segundo cajón. Y de una carpeta roja, sacó una hoja de color rosado. La colocó sobre el mostrador y apresuró en firmas los espacios en blanco.

Para cuando hubo terminado, extendió el documento hacia el muchacho.

—Eso es todo, verdad —preguntó con tono afable El Forastero al tiempo que cogía el documento, lo doblaba en cuatro y lo guardaba en su bolsillo.

Ella recobró el control de sus emociones, y asintió.

—¡Perfecto! ¿Y en dónde están los...?

Ella se adelantó. Se volvió hacia su derecha y señaló un pasillo.

—Sigue ese camino e ingresa a la habitación del fondo —explicó, dirigiéndose al Forastero con confianza—. El área de los pequeños se encuentra ahí.

—¡Muchas gracias...! ¿eh? —El Forastero miró el gafete de la recepcionista cuando ella se volvió hacia él, y leyó el nombre—. ¡Katie!

Ella sonrió, y volvió a sonrojarse al tiempo que jugaba con su cabello rubio. Quería decir algo más, pero cuando estaba a punto de hacerlo el Forastero desapareció por el pasillo.

.............

El Forastero arribó a la última puerta, y tocó dos veces antes de abrirla con lentitud. Lo que vio le dejó boquiabierto.

La habitación en sí era increíblemente amplia, similar a un gimnasio de alguna preparatoria particular. No había ventanas, pero allí había una muy buena iluminación gracias a los potentes focos fluorescentes que colgaban del techo. Veinte en total. Los muros, de grueso concreto, mostraban hermosos murales de cachorros (as) y niños (as) jugando al aire libre. Y, de los parlantes colgados en las cuatro esquinas, se oía una bella melodía que causaba una auténtica sensación de relajación y confort. ¡Increíble! Algo más que advirtió el Forastero fue, que, allí, no había ninguna sola jaula. En cambio, había una gran cantidad de camas para perro. Grandes y chicas, y de muchos colores. Todas estaban vacías, a excepción de la que yacía situada en el centro de la habitación. En la que descansaban los únicos dos cachorros del lugar: Una cockapoo y un dálmata. Ambos de dos y tres años de edad, respectivamente.

<<Qué lindos>> —pensó el Forastero.

Les contempló por trece segundos más antes de cruzar el umbral y dirigirse hacia ellos. Pero con la mayor cautela posible. Quería despertarlos él mismo, dándoles la buena noticia. Sin embargo, para cuando estuvo lo suficientemente cerca, se percató de que ambos cachorros no estaban dormidos, sino que solamente fingían.

Curioso por esto, se acuclilló y dijo:

—Sé que están despiertos.

Pero no hubo respuesta.

—¿Qué sucede, pequeños?

Nuevamente nada.

<<Qué raro>> —pensó.

Colocó suavemente una mano sobre el lomo del dálmata, esperando causar alguna reacción. Hubo una, pero no fue la esperada. El dálmata se hizo bola y escondió la cabeza entre sus patas delanteras. Su compañera le imitó.

—No tengan miedo —prosiguió El Forastero—. No les voy a hacer daño. Solo quiero hablar con ustedes.

Otra vez silencio. Al ver que no iba a lograr nada así, optó por otros medios. Ojeó a sus alrededores y localizó un juguete chillón, lo cogió y lo apretó.

—¿Qué les parece si jugamos un poco?

Los dos cachorros se acurrucaron entre sí. El Forastero soltó un suspiro de decepción.

—No lo entiendo —añadió el Forastero. Dejó el juguete en el piso—. Por lo general, los cachorros cómo ustedes no suelen estar recostados en una cama todo el día. Suelen jugar al aire libre, riendo y saltando y...

—Y es verdad —habló la cockapoo por fin en voz baja, sin siquiera levantar la cabeza—. Pero el hecho es que..., que...

Dudó en proseguir. Gimió y guardó silencio.

—Puedes decírmelo con confianza —alentó el Forastero, en un tono sereno.

Ella se lo pensó por un momento.

—La razón por la que no estamos jugando es porque..., porque..., porque simplemente no estamos de humor, es todo.

—Oh ¿Y eso por qué, cachorra?

—¿Cómo que por qué? ¿Qué acaso no es obvio? —contestó la fémina. Su tono de voz seguía apagado—. Nadie nos quiere, nadie nos ama. Y todo porque somos huérfanos. P-Por eso... por eso nadie nos ha querido adoptar.

El Forastero estaba intrigado, le preguntó un poco más al respecto. Ella, poco a poco, se lo dijo.

Hacía cinco meses y medio, la cockapoo y el dálmata, acompañados por sus respectivos padres, fueron a un viaje de esquí a la Montaña de Jake. Se situaron en la sección media, en el "Área para práctica", no muy lejos del Resort Little Snowy. Los cuatro se la estaban pasando en grande hasta que, de un momento a otro, quedaron inmutados luego de que se oyese un fuerte estruendo, similar a la detonación de un artefacto explosivo; siendo seguido por una avalancha de grandes proporciones. Los cachorros sobrevivieron de milagro luego de resguardarse, a duras penas, en el interior de una diminuta cueva. Pero sus padres, al igual que otros treinta y siete esquiadores novatos que también se hallaban en dicha área, no tuvieron la misma suerte. Las autoridades tardaron casi diez horas en localizar todos los cuerpos (algunos intactos mientras que otros, en cambio, fueron encontrados en partes). Y dos horas más en hallar a ambos cachorros, abrazados uno junto al otro tiritando de frío. Ya en el helicóptero de rescate fueron trasladados rápidamente al refugio "Hope Paws", donde se les brindó el tratamiento inmediato. Al mismo tiempo, se les hicieron un par de preguntas; principalmente enfocadas en el origen del misterioso estruendo. Ellos negaron saber la respuesta. Las autoridades registraron esto, y les preguntaron a ambos si tenían otros familiares a los cuales pudiesen llamar. Con una apesadumbrada y llorosa expresión, respondieron que no tenían más familia. Ante esto, las autoridades les explicaron que, debido a todas las circunstancias, tendrían que quedarse en el refugio "Hope Paws", donde guardarían asilo y recibirían cuidados hasta que fuesen adoptados por una buena familia.

Transcurrieron días, semanas y meses. Y el día de adopción para ambos jamás llegó. Cada persona que ingresaba al refugio optaba por escoger a alguno de los golden retrievers, pequineses y fox terriers. Pero a ellos, no. Ni les dirigían la mirada. Ambos cachorros se deprimieron un poco y, con el paso del tiempo, la llama de la esperanza se fue apagando.

—... por eso estamos aquí —terminó de contar la cockapoo—, porque nadie en esta ciudad nos quiere.

Soltó un par de lágrimas y gemidos. Ante esto, El Forastero se quebró por dentro. Optó por guardar la compostura, se limpió la mirada llorosa y, con un tono neutral, dijo:

—No digas eso, cachorra. Eso no es verdad.

—Claro que sí...

—Claro que no.

—¡Por supuesto que sí! —replicó a gritos, levantando la cabeza. Su mirada empañada, que además del dolor emocional también reflejaba ira y rabia, le miró por unos cuantos segundos antes de volverse hacia sus laterales y señalar las otras camas vacías—. Sólo mire —añadió—. Las pruebas de lo que digo están ahí. El resto de los cachorros ya fueron adoptados..., a excepción de mi amigo y yo.

Sonó su nariz y, en un acto rápido, volvió a esconder la cabeza. El silencio que se hizo a continuación fue mortal.

—Pero eso va a cambiar —aseguró El Forastero. Luego frotó la cabeza de la cockapoo. Ésta volvió a levantar la vista—. El día de hoy... —prosiguió al tiempo que le limpiaba las lágrimas con un pañuelo—, tu amigo y tú tendrán un hogar. Se los aseguro.

Una cabeza moteada salió de su escondite y se unió a la conversación.

—¿Y cómo está tan seguro de eso, señor?

El muchacho le miró. Tras limpiarle las lágrimas a él también, metió una mano en su bolsillo. Sacó el documento de color rosado, que desdobló. Y se los enseñó a ambos. Ellos leyeron el título, impreso en grandes letras negras. Y no daban crédito a lo que veían. Volvieron a leer el título, por si acaso. Éste ponía: <<TRÁMITE DE ADOPCIÓN>>.

—No puede ser verdad...

—Pero lo es. Acabo de adoptarlos a ambos, cachorros. Ahora yo soy su dueño.

—¿En... en serio? —preguntó la cockapoo.

El Forastero asintió.

Y no sólo les daré una casa —añadió, sonriendo de oreja a oreja—. Sino que, también, obtendrán un hogar. Además de eso, también les asignaré a cada uno un trabajo muy especial.

—¿Un trabajo? —preguntaron los cachorros casi al unísono. Sus miradas mostraban perplejidad y curiosidad.

—Es parte de mi iniciativa para crear un equipo de rescate...—comenzó a explicar El Forastero—, pero les daré los detalles luego, jeje. Por el momento, es hora de llevarlos a casa conmigo.

Ahora las miradas de ambos mostraron un brillo. Esbozaron una sonrisa y, tras levantarse de golpe, se abalanzaron sobre El Forastero, derribándolo en el acto. Luego, le regalaron un par de lamidas en el rostro.

—Muchas gracias. Gracias. Gracias. ¡Gracias! ¡Gracias! —exclamó la cockapoo con alegría. Tras pensar en algo, dijo—: Y a propósito, ¿cómo se llama, señor?

El muchacho logró incorporarse. Su sonrisa seguía presente.

—Me llamo Ryder. Y no soy señor —replicó. A la par, dejó escapar una risilla—. ¿Y ustedes?

—Mi nombre es Skye. S—K—Y—E. Jejejeje... y el dálmata junto a mí es...






[DE REGRESO A LA ACTUALIDAD]






Adventure Beach, Bahía Aventura (CA).
Noviembre 19, 2024

05:24 PM

Comparado con los asesinatos en serie del "Acechador Nocturno" ocurridos entre el 2015 y el 2019, y los ataques terroristas de "La Bombardera de la Mochila Azul" a fines de Noviembre del 2020, el derrame de crudo en Adventure Beach, que tuvo lugar en la tarde del 14 de Septiembre del presente año, fue una de las noticias menos impactantes, más no menos importantes.

La alcaldesa Goodway acudió al lugar de inmediato y había declarado ante la prensa que la situación era de carácter urgente y que "se tomarían prontas medidas para limpiar el océano para evitar un posible colapso del ecosistema marino". Y así se hizo. Ese mismo día, se llamó a muchas compañías de limpieza, ya sea de ciudades cercanas y otras con sede fuera del estado californiano. Pero sólo una de ellas aceptó brindar su apoyo: "Limpiezas Armstrong", de Redmond (Washington). El jefe supervisor, Jeremías Armstrong, de treinta y nueve años, bajito, calvo y afroamericano, llegó al área la mañana del día siguiente. Y tras estudiar toda el área, él y su equipo se pusieron manos a la obra. Primero establecieron un par de barreras de contención autoinflables de gran tamaño, cercando la marea negra (el área afectada). Paralelamente, colocaron unas cuantas rejas para evitar el acceso del público. Luego armaron los skimmers, también llamados desnatadores, y los activaron para poder succionar toda el agua contaminada por los hidrocarburos, almacenándola en una serie de tanques móviles. De acuerdo con lo que le explicó Armstrong a la alcaldesa, este proceso tardaría como mínimo un mes y medio. Y mientras las máquinas se encargaban de esto, él y su equipo, por su parte, se encargarían de la limpieza manual de las rocas cercanas. Esto último, añadió Armstrong, demoraría un poco más.

Ya en la actualidad, a las cinco con treinta de la tarde menos seis minutos, Jeremías Armstrong soltó un grito de victoria en el momento en que terminó de limpiar la última roca. <<¡Otro trabajo exitoso!>>, exclamó. Y sus cincuenta y cinco empleados de uniforme anaranjado se le unieron a él, mostrándose igual de alegres y satisfechos. Armstrong abrazó a todos y les dijo que invitaría las rondas de cerveza. Otra nueva ola de gritos eufóricos se oyó. Y, uno a uno, fueron abandonando la playa, llevándose consigo todo el equipo en un par de camiones. Armstrong fue el último en irse. Primero tenía que tomar una fotografía de la playa y enviársela a la alcaldesa Goodway, adjuntando el siguiente mensaje: <<TRABAJO CONCLUIDO>>. Para cuando lo hubo hecho, se encaminó hacia la salida. Cerró la puerta de metal con llave y se encaminó hacia su furgoneta. Se subió, encendió el motor y abandonó el lugar. Ya mañana temprano volvería para retirar las rejas.

En aquel momento, una figura moteada emergió de entre los arbustos. Y al ver que ya no había nadie, apresuró en cruzar la calle. Una cámara, situada en un poste, le observó en todo momento.



<<Te observaré en todo momento —habló nuevamente la voz femenina en su cabeza—. Así que no intentes nada>>



<<Ni lo haré>> —dijo él para sus adentros.

Quedó antes las enormes rejas, y apresuró en escalarlas. Tras llegar a la parte superior, miró hacia abajo y, tras constatar que no había nada, bajó de un salto. La arena estaba suave y húmeda, y se le metió entre los dedos de sus patas. Se acomodó la capucha al tiempo en que se volvía hacia su izquierda y apresuraba en correr. No se detuvo hasta que llegó a la cueva. Ingresó en la misma y, tres minutos después, volvió a salir, empujando, con ligera dificultad, un pequeño bote de motor. Lo depositó en el océano y se subió de un salto.

Rebuscó en la gran caja negra que había traído y sacó una brújula. Mientras trataba de hallar el norte, encendió el motor.

.............

Los comensales del Restaurante Porter estaban tan conmovidos por lo que acababan de presenciar que, de un momento a otro, y sin pensárselo dos veces, optaron por documentar el acontecimiento y compartirlo con sus amigos y conocidos.

Sacaron sus teléfonos celulares e hicieron una innumerable cantidad de fotografías y vídeos, que publicaron en sus redes sociales; principalmente Facebook, Twitter e Instagram. En menos de treinta segundos, la primera fotografía ya había sido compartida entre 1.500 usuarios de Facebook en toda la ciudad costera y ya tenía más de 1.000 comentarios. La mayoría rezaban cosas cómo: <<¡YA ERA HORA!>>, <<¡¡¡VIVA LA FELIZ PAREJA DEL AÑO!!!>> y <<¡SKYExCHASE FOR EVER!>>.

—Parece que somos tendencia, mi amor —Skye le comentó a Chase, sonriendo. Éste se mostró de acuerdo y compartieron otro beso. Los flashes se hicieron notar otra vez.

A ellos se les acercó el señor Porter, y les dio sus felicitaciones. Los cachorros, al unísono, le dieron las gracias.

—¿Saben? Creo que esto hay que celebrarlo.

—¡Y estoy de acuerdo! —dijo Skye Wilkinson al comentario del restaurantero—. ¿Qué tiene en mente?

Mientras ellos entablaban conversación, Chase, por su parte, decidió aprovechar este momento para sonreír y meditar.

<<¡Éste es el mejor día de mi vida!>>

Su sonrisa aumentó.

<<Te prometo, Skye, que seré el mejor esposo que hayas podido desear>>

Un bip metálico tipo alarma le sacó abruptamente de sus pensamientos. Bajó la vista y chequeó su reloj inteligente. Eran las 05:35 PM. En aquel instante, recordó que tenía que estar en otro lugar... y que ya se le estaba haciendo demasiado tarde.

Carraspeó dos veces y llamó a Skye, quien le miró. Le pidió una disculpa y añadió que debía irse.

—Oh, ¿en serio? —inquirió, sorprendida—. ¿Seguro que no te quieres quedar? El señor Porter dice que nos hará su famosa pizza con sabor a hígado.

A Chase se le hizo agua al hocico. Después de todo, ese era su platillo favorito y desde hacía varios meses que no probaba un buen bocado. ¿Y si se quedaba por unos minutos más y...? Agitó la cabeza y desechó esa idea tan pronto como surgió en su cabeza.

—Lo lamento, Skye, pero debo irme —repuso él con tono firme.

Skye bajó la mirada. Su semblante alegre desapareció.

—Entiendo, Chase... No te preocupes —Gimió y soltó una lágrima—. Tu trabajo está primero. Lo comprendo.

—¡Oh, no! No es por el trabajo —aclaró rápidamente Chase—. Sólo iré al... bueno...

En aquel instante, Skye levantó la vista. Y para sorpresa del pastor alemán, descubrió que su prometida había recuperado los buenos ánimos.

—Jeje. Sólo jugaba contigo, Chase. No estoy triste

El pastor alemán soltó un suspiro de alivio.

—Además —añadió Skye—, ya sé adónde quieres ir. Y no hay problema con eso. Así que adelante. Ve.

—¿Segura que no hay problema?

Ella le dijo que no lo había.

—Te prometo que no tardaré mucho —le aseguró Chase a Skye—. Te veré en el Mirador, ¿vale?

—Jeje, vale. Adiós, Chase.

—Adiós, amor —le robó un último beso. Y una nueva ola de flashes se hizo evidente. Tras terminar el acto, Chase giró en redondo, dirigiéndose ahora hacia su vehículo patrulla. Se subió, lo encendió y tomó la calle Elk River.

.............

El cementerio Shadow Grey es el más antiguo de toda Bahía Aventura. Sin mencionar que es bastante peculiar.

Construido a fines del siglo XIX por un tal Richard Gaghoz proveniente de Noruega, el cementerio, que yace ubicado en el área norte de la ciudad, ocupa un total de cincuenta y ocho hectáreas cuadradas. Y hasta a fines de la década de 1950, el lugar se encargaba de darle estancia eterna únicamente a las personas. Resulta que, poco después de que, a inicios de 1960, el director del lugar, otro desconocido de nacionalidad noruega y de nombre y apellido extraños, falleciera de una cruel neumonía, se contrató a un nuevo director. Éste último, a diferencia de su predecesor, que era testarudo, mezquino, egoísta y cerrado; era de buen carácter, comprensivo y de mente abierta. Tanto así que, tras oír una sugerencia por parte de una niña de escasos recursos cuyo labrador dorado murió ahogado en un río, decidió dividir el cementerio Shadow Grey en dos áreas. Y asignar el área norte para las personas y el área sur, para las mascotas.

Hoy en día, el área de las mascotas posee un total de tres mil quinientos cincuenta y tres lápidas. Mil quinientas más que la del área de las personas. A pesar de esto, Chase Schülze no tuvo problemas para localizar la lápida de su amigo moteado.

En ella, en la parte superior, se leía:



MARSHALL SMITH

"EL HÉROE DE BAHÍA AVENTURA"

14/10/2014 - 23/11/2020



Alrededor de la base de la lápida, se apreciaban unos ramos de flores, fotografías enmarcadas del dálmata, cartas cerradas y unos cuantos peluches.

A Chase una sonrisa se le dibujó en el rostro. Recordó en ese instante el titular de uno de los diarios del exhibidor: <<CUATRO AÑOS, Y AÚN TE RECORDAMOS>>. Y allí, frente a él, estaban las pruebas. Con delicadeza y cuidado, movió un par de fotografías enmarcadas y, en el espacio que quedó, depositó el ramo de flores que había traído: Una docena de azucenas azules; el símbolo de la inocencia del alma y las favoritas de Marshall. Retrocedió dos pasos. Cerró los ojos y se quedó en silencio durante un minuto exacto mientras observaba la lápida, en señal de respeto. Luego pensó en qué decir. Siempre se le hacía difícil escoger las palabras adecuadas cada vez que venía.

Tras pensárselo bien, tomó un poco de aire y lo soltó despacio. Carraspeó, y con un tono neutro dijo:

—Hola, Marshall.

Hubo una pausa larga. Y prosiguió:

—Nuevamente estoy aquí. Un año más, ¿quién lo diría? El tiempo sí que pasa volando. Bueno, yo... —se rascó la nuca. Titubeó y añadió—: T-Te extraño. Sé que siempre digo eso cada vez que vengo a verte, pero es la verdad; te extraño, Marshall... y mucho. Me haces mucha falta, al igual que a los demás. Todos en el equipo te echan de menos.

Una diminuta lágrima se le escapó a Chase. Éste se la limpió casi de inmediato.

—¿Sabes una cosa? Voy a casarme con Skye.

La lápida le devolvió un profundo silencio.

—Lo sé, lo sé. Sé que la noticia es increíble, no tienes porqué mostrarte tan emocionado —bromeó. Al menos, eso intentaba—. Todos están emocionados —añadió—, sobre todo Skye. Y todo es gracias a ti. De no haber sido por tu ayuda, jamás le habría dicho a Skye lo que siempre sentía por ella. Y por eso siempre..., siempre estaré eternamente agradecido contigo. Desearía que estuvieras aquí, hermano, sé que te hubiera gustado ser mi padrino.

Una fuerte brisa, proveniente del oeste, trajo consigo un par de hojas secas, depositándolas sobre la lápida. Chase las retiró de inmediato.

—Fuiste un gran amigo —prosiguió—, el mejor de todos. Aún recuerdo todas las aventuras que tuvimos.

En los siguientes diez minutos, Chase comenzó a revivir, en voz alta, todas las anécdotas que compartió con el difunto cachorro moteado. Rio y lloró algunas veces. Para cuando hubo terminado, un pensamiento pasó por su mente, haciéndole fruncir ligeramente el entrecejo.

—Jamás te olvidaré Marshall —declaró—. Y aunque Ryder te haya reemplazado con ese... con ese can, tú siempre serás para mí el único cachorro bombero/paramédico de los Paw Patrol. Tú y nadie más. ¡Ah! Algo más —añadió sorpresivamente—. Sé que siempre digo esto cada vez que vengo a verte, pero aún así lo diré: Tarde o temprano, atraparé a July Harris. Le haré pagar, Marshall. Y no me importa si tienen que pasar cuatro años más, y no me importa lo que tenga que hacer. Ten por seguro que, algún día, llevaré a esa criminal ante la justicia.

.............

Al mismo tiempo, a unos 239 kilómetros al sureste de las costas de Bahía Aventura, dentro de una habitación oscura de un edificio ubicado en el centro de una isla poco conocida, se hallaba July Harris. Tenía la vista clavada en una de las treinta pantallas de la pared oeste, en la pantalla número 12. En la esquina inferior/derecha del aparato se leía: <<CEMENTERIO SHADOW GREY. TRANSMISIÓN EN VIVO>>.

Con ayuda del teclado, rebobinó el vídeo. Tras retroceder cinco segundos, apretó el botón de reproducir.



<<... y no me importa lo que tenga que hacer —dijo el pastor alemán de la pantalla—. Ten por seguro que, algún día, llevaré a esa criminal ante la justicia>>



La West Highland Terrier sintió regocijo al oír las palabras de Chase Schülze, a quién, por cierto, consideraba cómo su peor enemigo desde hacía poco más tres años luego de ver aquella conferencia de prensa, celebrada a mediados de Agosto del 2021 en Bahía Aventura. Volvió a rebobinar el vídeo y oyó por segunda vez la promesa tan trivial y vacía de Chase, y sonrió. Volvió a repetir el proceso tres veces más. Rebobinó y escuchó, rebobinó y escuchó, rebobinó y escuchó. Hasta que, finalmente, se detuvo y dejó escapar una fuerte risotada.

—Pobre iluso —dijo. Y dejó escapar una risilla—. ¿En serio cree que podrá capturarme? ¡Ja! Me salí con la mía una vez. Y nuevamente, lo volveré a hacer.

Acto seguido, la puerta se abrió. July Harris se calló y se volvió a su izquierda, observando a una figura, de camiseta gris y jeans negros, materializarse en el umbral

Odiaba mucho que alguien de su equipo ingresase, sin anunciarse primero, a su espacio privado mientras ella realizaba sus dos únicos deberes relacionados con el <<Plan B>>; revisar los monitores para poder seguirle el paso a su "emisario moteado" y asegurarse de que llevase a cabo los ataques en Bahía Aventura, y reexaminar —y perfeccionar de ser necesario. Aunque ya no lo era— en su ordenador portátil las estrategias y acciones a tomar para el denominado "Golpe Directo", que se llevaría a cabo dentro de dos días, a las nueve menos cuarto de la mañana. ¡Ya estaba harta de tanta indiscreción! Por eso, frunció el entrecejo y preparó en su mente una extensa lista de improperios hirientes para lanzárselas, sin titubear, a aquel intruso. Sin embargo, cuando estaba apunto de lanzar el primer: <<¡Son of Beatch...!>>, se mordió la lengua al ver de quien se trataba: Era Michael Harding, su mano derecha.

Michael era de tes blanca y de extensa cabellera negra, que le llegaba a la altura de los hombros. Tenía tan solo de diecisiete años. Pero sus rasgos faciales bien desarrollados, sumados a su buen porte y a su extraordinaria y envidiable complexión física, le daban pinta de ser más mayor de lo que en realidad era. Y a diferencia que con los otros adolescentes que trabajan bajo su cargo (sus "Centinelas", como ellas les llamaba), July Harris era capaz de tolerar la inesperada intromisión de Michael. Pero no porque ella le considerase como a un amigo en especial —para ella, Carmen seguiría siendo su única y verdadera amiga en el mundo—, sino porque él siempre traía consigo excelentes noticias. De todos los miembros en su equipo, él había demostrado ser el más eficiente.

—¿Todo bien, Michael? —preguntó July con tono casual. Él asintió.

—Todo bien —confirmó Michael—. Sólo pasaba por aquí para darte mi informe: Ya me encargué de los tres fugitivos. Todos están muertos.

—¿Y te aseguraste de...?

—Grabé las muertes y les mostré los vídeos a los demás prisioneros. Ten por seguro que ninguno intentará escapar de ahora en adelante.

—Excelente.

—Por cierto, hace un rato te escuché reír. ¿Sucedió algo?

July Harris asintió, y le comentó lo que había presenciado en uno de los monitores. Ahora Michael exhibía una enorme sonrisa, y junto a July dejaron escapar una fuerte risotada.

—Pobre iluso.

—¡Eso mismo dije yo! —declaró July, divertida.

—Ya ansío verle la cara cuando ataquemos su porquería de ciudad. —Luego, su expresión se endureció. Resopló y añadió—: Es una pena que tengamos que esperar dos días para dar nuestro gran golpe.

—Paciencia, Michael. Paciencia —aconsejó July, más calmada—. Ya no falta mucho. Cuando llegue el momento, tú y los demás podrán divertirse y ejecutar su venganza jurada contra esa ciudad.

—Pero tenemos el armamento y el equipo necesario —apresuró en protestar Michael—. Ya podríamos ir hoy mismo y....

—Me agrada tu entusiasmo —confesó July—. Y aunque es cierto que ya tenemos todo lo necesario, no podemos dar nuestro golpe ahora. Si lo hacemos, perderíamos una gran ventaja. Y tú, mejor que nadie, sabes de sobra que a mí no me gusta perder.

Y Michael lo sabía. Oh, por supuesto que sí.

—El plan ya está trasado —señaló July, determinada—. Y si no lo seguimos al pie de la letra, fracasaremos.

Michael se limitó a mostrarse estar de acuerdo.

—Huelo tu impaciencia. ¿Pero recuerdas lo que te dije hace años, cuando trazamos el <<Plan B>>?

—Por supuesto.

—Entonces lo entiendes. Ambos queremos una victoria garantizada, ¿verdad?. Y es precisamente por eso que ese manchado está realizando esos viajes, liberando nuestra arma más poderosa. En la guerra, para derrotar al enemigo, primero hay que reducir el número de oponentes. Mientras haya menos gente...

—... se nos hará más fácil acabar con los que queden.

—¡Exacto!

En aquel instante, la expresión de July Harris se endureció.

—¿Sucede algo?

Ella asintió.

—Es sobre ese manchado.

—¿Qué pasa con él?

—No me trae confianza, eso es lo que pasa. De él depende que se lleve a cabo la segunda fase del plan: "La reducción del enemigo". Y hasta el momento, lo ha hecho bien. Pero si atreviese a contactar a sus viejos amigos y les advierte, todos nuestros planes podrían irse al Diablo y...

Michael trató de ser optimista, en un intento por desvanecer la ira de su jefa.

—Dudo mucho que eso pase —dijo, con tono despreocupado—. Con la amenaza que le has lanzado, es muy poco probable que ese miedoso intente hablarle a esos pulgosos.

July meditó un poco al respecto.

—Sí, tienes razón.

—Además, tienes que admitir que el primer ataque lo realizó a la perfección.

—Puede ser. Pero aún así, hay algo que no me permite....

En aquel instante, una estrepitosa alarma comenzó a hacerse audible. La West Highland Terrier y Michael reaccionaron casi de inmediato. July le miró. 

—Parece que los prisioneros no captaron tu mensaje —comentó July.

Michael trató de excusarse. July le cortó, y le apuró. Ambos salieron de la habitación y apresuraron en cruzar el largo pasillo. Mientras se encaminaban hacia la salida principal, Michael, por su parte, metió una mano dentro de sus vaqueros y sacó su arma: una Odessa rusa. La cargó y le quitó el seguro.

.............

Ya fuera del edificio, July Harris y su mano derecha torcieron a la izquierda y, a paso de liebre, se encaminaron hacia la infraestructura que se alzaba al lado.

De acuerdo con la enorme placa grisácea situada por encima de las puertas automáticas de la entrada principal —siendo el único acceso, además—, dicha edificación recibía el nombre de <<LA GRANJA>>; aunque de granja no tenía nada. Al menos, no en el sentido tradicional. Se trataba de un moderno complejo arquitectónico de cinco plantas, de color blanco claro, cuyo amplio tamaño parecía ocupar varias hectáreas; equivalente poco más o menos que tres campos de fútbol. Y su propósito era, y sigue siendo brindar instalaciones cómodas y equipadas con la tecnología más moderna que puede haber en el mundo para poder llevar a cabo una serie de experimentos; probando así la efectivad de "EL ARMA" y buscando formas de hacerla más letal en cuestión de nanosegundos. De ahí el nombre <<LA GRANJA>>, por <<GRANJA EXPERIMENTAL>>.

Cuando July Harris construyó las instalaciones a fines de Febrero del 2022, y un poco antes de que comenzaran las primeras pruebas en humanos, bloqueó por fuera los enormes ventanales de cristal blindando con rejas de acero e instaló un moderno sistema de seguridad que le daría pronto aviso sobre cualquier intento de fuga del Pabellón B: "El ÁREA DE PRUEBAS". ¡Medidas de seguridad que, hasta hoy en día, seguían siendo efectivas... sobre todo la última!

July Harris y Michael quedaron ante las puertas automáticas. Y el sensor, posicionado por debajo del suelo, tardó un poco en detectar la señal emitida por los microchips que ambos tenían implantados en sus respectivas nucas. Para cuando lo hubo hecho, se oyó un bip metálico y las puertas se abrieron. July y Michael cruzaron el umbral, enfilaron un largo pasillo y torcieron a la derecha. Siguieron adelante y torcieron a la izquierda. Llegaron a una puerta cuya placa dorada rezaba: <<PABELLÓN A: LABORATORIO>>. Pasaron de largo, enfilaron otros dos pasillos y arribaron al PABELLÓN B: "EL ÁREA DE PRUEBAS". Michael, con su arma en mano, fue el primero en ingresar. Observó a ambos lados al tiempo que apuntaba al frente con su Odessa. Habían largas filas de camillas; algunas vacías y otras ocupadas. No observó nada raro en el lado izquierdo, pero en el derecho... Sonrió al momento de observar a la persona que, de alguna forma, había logrado liberarse de las correas que le mantenían sujeta a las barandillas de la camilla y que, ahora, apenas si podía mantenerse de pie con ayuda de un porta sueros móvil y tenía la vista clava en el suelo.

—Todo despejado —Michael informó con voz clara, sin volverse. Guardó su arma—. Ya puedes pasar.

July ingresó. Se situó a un lado de Michael y estudió a la fugitiva.

Se trataba de una adolescente, probablemente no mayor de dieciséis años. De tes blanca. Con una complexión física deplorable y cabellera castaña que, poco a poco, se iba cayendo. Estaba encorvada. Y llevaba una bata de hospital tan pequeña que apenas si le cubría los miembros superiores e inferiores. Mismos que, a su vez, dejaban a la vista una horribles ampollas negras.

—¡Eh, tú! —llamó July.

No hubo respuesta.

—¡Te estoy hablando!

La adolescente levantó la cabeza por fin. Sus ojos teñidos en sangre se cruzaron con los de July. Abrió la boca y trató de emitir palabra, probablemente alguna súplica, pero solo dejó escapar un fuerte acceso de tos; expectorando sangre. Dio un paso al frente, y su pierna, completamente debilitada, no respondió adecuadamente. Perdió el equilibrio y cayó de cara al suelo, jalando consigo el porta sueros móvil. Intentó incorporarse, pero solo logró levantar la cabeza. Observó por segunda vez a July. Y, con dificultad, le extendió una mano. <<Ayúdame>>, dijo con una voz carrasposa. Pero July ni se movió.

—Por favor —añadió la joven, dejando escapar unas cuantas lágrimas—. N-No quiero morir así. Ayúdame.

En lugar de ofrecer auxilio o de mostrar alguna pizca de compasión, July Harris solo se limitó a regalarse una sonrisa malévola. Luego, giró en redondo y se encaminó a la salida. Abrió la puerta. Pero antes de cruzar el umbral, dijo sin volverse:

—Encárgate de ella, Michael.

—Con mucho placer —afirmó el aludido, mejor conocido entre sus colegas cómo "El Ejecutador". Un nombre apropiado, dado su labor. Aquel que disfrutaba tanto.

Tomó a la chica del cuello de la bata y la puso en pie de un solo movimiento. Luego, en un acto rápido, sacó dos bridas de su bolsillo trasero y le esposó las manos y los tobillos. Y la colocó sobre la parte alta de su espalda. Como si se tratase de un saco de arena. Tras coger sus brazos con la mano izquierda y las piernas con la derecha, sacó a la chica de la habitación. Torció a la derecha y enfiló una serie de cuatro pasillos hasta que hubo quedado ante una puerta. En medio de la misma, se leía una sola palabra: <<MATADERO>>.

—Me voy a divertir mucho contigo —declaró El Ejecutador. La chica levantó la vista y sintió temor al ver la palabra en rojo. Hubiera suplicado de no haber sido por un fuerte acceso de tos que se le escapó.

.............

Tras abandonar <<LA GRANJA>>, la West Highland Terrier optó por volver a su oficina privada y revisar las transmisiones en directo desde Bahía Aventura. Quería divertirse volviendo a observar el sufrimiento de Chase Schülze. No obstante, para cuando hubo recorrido la mitad de camino, se detuvo en seco. Otra idea pasó por su mente.

<<Me pregunto cómo estará mi viejo amigo>>

Se volvió hacia su derecha y, a paso lento, se encaminó al tercer edificio. Aquel que era empleado como calabozo.

A diferencia de los otras dos infraestructuras, esta carecía de buen cuidado y de modernidad. La puerta en sí, que era tan común como cualquier otra, era de madera de caoba y no tenía mucha seguridad, tan solo un picaporte cerrado con llave. Misma que yacía colgada de un clavo, anclado al lado derecho de la puerta. July soltó un ladrido, y de su mochila emergió una garra metálica que cogió la llave. Abrió la puerta. Pero no entró de inmediato, no. Siempre se tomaba su tiempo antes de ingresar a esa cueva de agonía, amaba mucho crear algo de suspense en sus prisioneros. Gozó por unos trece segundos más antes de abrir, lentamente, la puerta e ingresar. El lugar carecía de buena iluminación. Pero no era necesario que hubiese más luz, ya que solo había un único pasillo por recorrer. A los lados, se encontraban las celdas.

July miró a los prisioneros del lado izquierdo, luego del derecho. Había hombres y mujeres. Niños, jóvenes y ancianos. Algunos eran rubios, con ojos azules, altos y de buena complexión física. Mientras que otros, en cambio, eran de cabello negro, con ojos color verdes o ámbar, bajos pero exageradamente delgados, y con rasgos asiáticos. Pero hay algo que todos ellos tenían en común: La vestimenta. Todos llevaban camisetas de manga corta de color blanco que ponían cosas cómo: <<I ❤️ NEW YORK>>, <<Welcome to LAS VEGAS>> y <<IT'S TIME TO VISIT MIAMI!!!>>, pantaloncillos cortos, riñoneras y zapatillas.

Algunos, al ver a la bola de nieve, salieron de la oscuridad. Pegaron sus caras empolvadas y rasguñadas contra los barrotes. Y una fuerte ola de súplicas se hicieron audibles:

—Ràng wömen chuqù —gritó un hombre en chino mandarín—. ¡Déjanos salir!

—S'il voúsplait, madmoasoulle. Nous libère —exclamó una mujer en francés. A un lado, yacía su hijo pequeño de seis años que le abrazaba con fuerza la pierna derecha—. Por favor, señorita. ¡Libérenos!

El resto de los allí presentes hicieron lo mismo. Pero July Harris no les hizo caso en lo más mínimo. Y oír esas súplicas hizo que una nueva sonrisa maliciosa se dibujara en su rostro. El sufrimiento humano le causaba placer.

Para cuando llegó a la última celda del largo pasillo, propinó un fuerte puñetazo contra los barrotes y exclamó:

—¡Despierta!

No hubo reacción.

—¡Eh! —reclamó July Harris—. ¡Te estoy hablando!

Finalmente, de la esquina derecha del fondo de la celda, cubierto por una capa negra de oscuridad, emergió una figura canina. Y a diferencia de los otros cautivos, este se veía limpio y bien alimentado. July se había encargado de eso, pero no por compasión y lástima. ¡No! Sino porque no podía dejar que su <<objeto de diversión>> y <<pieza esencial para su venganza>> se convirtiera en una mugre y muriera de hambre.

Para cuando sus miradas se cruzaron, un intenso silencio sepulcral se apoderó del lugar.

—¿Qué quieres? —preguntó el prisionero, frunciendo el entrecejo—. ¿Acaso no estás satisfecha con lo que me hiciste ayer por la noche y vienes por más?

Sí, ayer por la noche July Harris estaba tan contenta de que el primer ataque perpetrado en Bahía Aventura saliera a la perfección, que, de un momento a otro, decidió celebrarlo con su prisionero. Una fiesta privada que comenzó en la cómoda cama de la cachorra a las nueve de la noche y que no terminó hasta la una de la madrugada, cuando el prisionero, adolorido del abdomen para abajo, fue regresado a su celda.

—No es por eso que vine —aclaró July. Luego sonrió y añadió—: Pero admítelo, te divertiste tanto como yo.

Él solo gruñó.

—Eso me gusta. Que saques tu lado malo, el lado salvaje. Ojalá lo hicieras cada vez que tenemos nuestros encuentros cercanos.

Él blasfemó, y le dijo que podía irse al infierno. July se encogió de hombros.

—Volviendo a lo que vine... —dijo July—. Quise venir a verte. Ver tu expresión por saber que un arma mortal está matando gente ahora mismo, y que tú no podrás hacer nada al respecto.

La mirada del prisionero se endureció.

—No creas que porque estoy aquí encerrado, nadie te detendrá. Mis amigos....

—¡¿Tus amigos?! ¡Ja! No me hagas reír. Esos inútiles no estuvieron ni cerca de detenerme la primera vez.

—¡Sí, pero eso fue porque nos pusiste una trampa! —exclamó—. Dejaste esa bomba en tu casa, y eso te dio la oportunidad para escapar. No jugaste limpio. Además, si yo fuera tú, no me confiaría mucho. Tarde o temprano, ellos se enterarán de tu plan. Y en cuanto eso suceda, te van a buscar y.....

—¡¿Y qué?! —le apremió July, dando un paso al frente—. ¿Qué me van a hacer si me encuentran, eh? Por si no lo sabes, quien tiene la ventaja aquí soy yo. ¡Y sólo yo! —reiteró—. Nadie podrá detenerme, ni a mí ni a mi plan. Y si llegan a enterarse... ¡sólo si llegan a enterarse!, ya será muy tarde.

—Vas a perder.

—¿Quieres apostar? —blofeó de repente. Luego, se hizo el silencio—. Acéptalo, querido. Voy a ganar. Tus amigos morirán. Y esa ciudad pagará todas sus trasgresiones. El fin es inevitable

Él se le quedó viendo por un largo rato, echando chispas por los ojos. La realidad de la situación era horrible, por no decir frustrante. Quería hacer algo, tenía que hacerlo. <<¡Maldita!>>, gritó a los cuatro vientos. Luego, se hizo agua al hocico y lanzó el escupitajo. July Harris se apartó de la línea de fuego.

—Patético —se burló July—. Ahora si me disculpas, debo ir a ver los resultados de mi plan.

La fémina de pelaje blanco procedió a abandonar el lugar. El prisionero canino, por su parte, se aferró a los barrotes. Trató de sacudirlos, haciéndolos rechinar. A la par, comenzó a gritar:

—¡No te saldrás con la tuya! ¡Los Paw Patrol te van a derrotar! ¡¿ME OÍSTE?! ¡TE VAN A DERROTAR!

.............

El Hospital General Marshall Memoriam, nombrado así en memoria del "Héroe de Bahía Aventura", se localiza en el área sureste de Bahía Aventura. Justo en frente del lago artificial Lakeview.

Valorizado en 5.4 millones de dólares, el edificio, cuya altura alcanza los diez metros de altura, ocupa un total de cinco hectáreas cuadradas. Está equipado con las maquinarias más novedosas que se hayan inventado hasta el momento. Y, metafóricamente hablando, es el segundo hogar de una gran cantidad de empleados; cincuenta médicos, sesenta técnicos de enfermería y trece paramédicos. Posee un pequeño helipuerto, situado en el techo junto al pararrayos; y un estacionamiento subterráneo. Y, frente al edificio, del lado derecho, la flotilla de ambulancias yace aparcada hasta que los paramédicos —todos de 20 años para adelante, por cierto— eran llamados a atender algún caso de emergencia.

Eran las seis con veintidós de la tarde. Y el ambiente del lugar era tranquilo. ¡Exageradamente tranquilo! Y además del misterioso robo de una de las ambulancias —acontecido dos semanas atrás, valga aclarar—, casi nunca sucedía nada interesante en el hospital. Sin embargo, el día de hoy, dentro de unos cuantos minutos, esa monotonía sería destruida.

La líder del Área de Emergencias es Rachel Holden, una can de raza Samoyedo de nueve años de edad y graduada de la Universidad de California en San Francisco (UCSF). Y de todos los miembros del personal médico, ésta fémina canina se la considera como la más eficiente a nivel profesional. E increíblemente perfecta en lo que respecta a destreza social, además. Siempre sacaba un buen tema de conversación, y era capaz de ablandar los semblantes duros y fríos de las licenciadas y enfermeras veteranas. Todos sus colegas, al igual que los pacientes, le amaban y respetaban. Rachel les quería por igual. Se hallaba tecleando en su ordenador, revisando un par de archivos, cuando la alarma de su reloj de pulsera, que llevaba en su pata izquierda, comenzó a sonar.

<<Terminó mi turno>>

Apartó la vista del ordenador e hizo tronar su cuello. Luego estiró sus patas delanteras y se las llevó a la sección media del lomo, donde comenzó a aplicarse unos cuantos masajes. ¡Reconfortante! Volvió la vista a su ordenador y lo apagó. Se encaminó a la salida de su oficina y cerró la puerta tras suyo.

Recorrió un largo pasillo a la izquierda y dos a la derecha antes de arribar a la recepción. Se detuvo un momento para despedirse de sus colegas:

—Nos vemos mañana, chicas.

—Hasta mañana, Rachel —dijeron al unísono las enfermeras de recepción.

La samoyedo estaba a punto de retomar su trayecto cuando unos gritos despavoridos, provenientes de fuera, le detuvieron en seco.

<<¿Y ese escándalo?>>

La respuesta llegó por sí sola.

Las puertas automáticas se abrieron y una gran muchedumbre comenzó a ingresar, sin cuidado, al Área de Emergencias. La gran mayoría eran niños, niñas y adolescentes, de entre 10 y 14 años, acompañados por sus padres. Y sólo ellos [los niños], sin excepción, argumentaban fuertes dolores de cabeza. También se quejaban de dolor en el pecho y de problemas para respirar. Algunos ya tenían las manos alrededor de sus respectivos cuellos, mientras tosían con brusquedad.

Rachel se quedó absorta, más no permaneció así por mucho. Sacudió la cabeza. Se aclaró la garganta y, con un fuerte tono de voz, se dirigió a los jóvenes, pidiéndoles que mantuvieran la calma para que, dentro de poco, pudieran ser atendidos lo más rápido posible. Tras terminar, se volvió sobre su hombro.

—¡Eh! —llamó a sus desconcertadas colegas de recepción—. No se queden ahí. ¡Muévanse y ayúdenme!

Ambas pestañearon al unísono y cerraron la boca antes de levantarse de sus respectivos asientos y ponerse manos a la obra.

—Mantén la calma —le dijo Rachel a un niño rubio y bajito que no dejaba de chillar y gritar—. En un momento te atenderemos y....

En aquel instante, un nuevo grito agudo captó la atención de la samoyedo. Se volvió hacia las puertas automáticas, y pudo ver a dos niños ingresar. El varón, de diez años de edad, ayudaba a la fémina, de once años, a mantenerse de pie. La boca de ésta última estaba roja.

—¡Por favor! —exclamó Alex Porter—. Mi novia no se siente bien, no sé qué es lo que tiene. No ha dejado de toser sangre.

—¡Melany! —llamó Rachel a una enfermera que pasaba por ahí, al tiempo que se acercaba donde los dos menores de actual ingreso—. Trae una camilla. ¡Rápido!

La aludida, que quedó aturdida por la escena, asintió. Se giró y desapareció por un pasillo.

—Tenemos que sentarla —dijo Rachel. Alex asintió y ayudó a su novia a sentarse. Su cabeza se ladeaba de un lado a otro. Rachel le hizo preguntas rutinarias: "¿te duele algo?", "¿pasó o hiciste algo que te causó esto?" y "¿desde hace cuando te está pasando esto?". Pero no obtuvo respuesta. Al menos, no una clara. Solo incoherencias y una maraña de palabras sin sentido. Luego soltó tres toses, expectorando un poco de sangre. Misma que, por cada tos lanzada, aumentaba en volumen. No faltó mucho para que dicho fluido empezara a escaparse también por la nariz. Rachel soltó un suspiro de preocupación, pero no por la hemoptisis y la epistaxis, sino por lo que contempló en el rostro de la adolescente: diminutas ampollas negras que empezaron a surgir de la nada en la sien y en ambas mejillas.

Qué extraño. Por si eso fuera poco, lo que pasó a continuación fue increíblemente abrumador. Ella, por alguna idiopática razón, trató de ponerse de pie. Pero las piernas no le respondieron. Cayó de bruces al suelo, boca arriba, lanzando unos cuantos gemidos. <<Alex>>, susurró. Y levantó una mano. Fue entonces cuando puso su mirada en blanco y comenzó a convulsionar violentamente.

—¡Oh por Dios! —gritó un aterrado Alex, llevándose las manos a la cabeza—. ¡Qué alguien le ayude, por favor!

La samoyedo no tardó en responder. Y mientras trataba de controlar la situación, advirtió que los otros niños allí presentes comenzaron a presentar, casi al unísono, la misma sintomatología: La epistaxis y la hemoptisis, las caídas al suelo, las vistas en blanco y las terribles convulsiones.

<<Esto no puede ser....>>

Aquello parecía ser totalmente irreal. Más no lo era. Así lo comprendió Rachel. También entendió que ella y sus otras dos colegas previamente mencionadas, así como el resto del personal del Área de Emergencias, no podrían manejar esta situación por su cuenta. Debía hallar una solución, y tenía que actuar cuanto antes.

Sin apartarse de la adolescente, activó la placa de su collar con un ladrido y apresuró en llamar al director del hospital.

—Aquí el director Malford —dijo educadamente una voz grave y débil a través del aparato.

—Señor... —comenzó a decir la enfermera canina mientras hacía un esfuerzo por mantener la calma—, tenemos una situación en Emergencias.

¿Qué sucede?

—¡No sé qué es lo que sucede! —exclamó sorpresivamente, evidenciando angustia en su voz—. N-No sé cómo explicarlo. Solo... necesito ayuda. ¡Necesito más personal!


[8.286 PALABRAS]

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