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𝟐


<<𝐋𝐈𝐁𝐄𝐑𝐀𝐃𝐎>>


●P.O.V DE CHASE●


Industrias Laloz, Bahía Aventura (CA).
Noviembre 20, 2024

09:32 PM

Para cuando hube quedado a una distancia de tres metros del encapuchado can, me detuve. Le apunté con mi arma y exclamé:

—No tiene a dónde ir. ¡TÍRESE AL SUELO!

El can, que aún seguía de espaldas mirando la pared, se irguió de inmediato. Cómo si hubiera pegado un bote. Volví a repetir mi petición, levantando aún más la voz. Nada. En su lugar, y sin hacer mucha prisa, comenzó a volverse hacia mí. Intenté verle el rostro, pero su capucha me lo impidió.

<<Muéstrate —pensé, furioso—. Quiero verte la cara, cobarde>>

Cómo si me hubiera leído el pensamiento, el can procedió a retirarse la capucha. El acto en sí pareció ser eterno. Pero cuando finalmente pude verle el rostro —un rostro moteado, por cierto—, sentí que mis mundos habían hecho colisión. El desconcierto me había invadido de repente.

<<Esto es Imposible>>

Aquel rostro que tenía delante, del que destacaba una diminuta cicatriz en la mejilla derecha, no lo había desde hacía mucho tiempo. Años, a decir verdad. Tras el "trágico incidente", mismo que afectó a toda la ciudadanía de Bahía Aventura, se concluyó que ese can había muerto a pesar de que su cuerpo moteado jamás fue localizado. Y sin embargo, ahí estaba. Era como si un espectro estuviera frente a mí.

Abrumado por la revelación, intenté decir algo. Más no logré hacerlo.

—Hola, Chase —saludó el can, nervioso, rompiendo el muro de silencio que se alzó entre ambos.

—Eres... eres tú —solté finalmente. Mi arma aún le apuntaba—. ¿Pero cómo? ¿Qué sucede aquí?! ¡Exijo una explicación!


●FIN DE P.O.V DE CHASE●






[UN DÍA ANTES]






Restaurante Porter, Bahía Aventura (CA).
Noviembre 19, 2024

05:37 PM

Un par de niños, de entre siete y ocho años, jugaban a las atrapadas en la acera de la calle 34, gritando con euforia un par de frases: <<¡A que no me atrapas, Charlie!>> y <<¡Eso ya lo veremos, Sam!>>. Corrieron calle abajo hasta quedar fuera del punto de vista de Chase Schülze, que yacía quieto al lado derecho de la entrada principal del restaurante Porter. No se extrañó al advertir que ambos pequeños llevaban un grueso abrigo y una bufanda, respectivamente.

<<Frías ventiscas>>

Esa misma mañana, la meteoróloga Sonia "Sunny" Reynolds, mejor conocida cómo: "La Rubia del Clima", anunció que, debido a un brusco cambio climático, producto de un imprevisto tifón proveniente del oeste, las temperaturas bajarían hasta los 28°C a partir de las cinco de la tarde perdurando hasta el mediodía de mañana. Y aconsejó a la ciudadanía tener a la mano un abrigo, una bufanda, guantes y una gorra de lana.

Desde su posición, Chase observó a una gran cantidad de personas con gorra de lana (en su mayoría de color rojo y con la imagen de una ballena morada bordada profesionalmente en la parte delantera) y otras prendas de invierno ocupando las mesas del área exterior del restaurante Porter, charlando entre sí. Curiosamente, Chase era el único que no llevaba gorra de lana o alguna otra prenda invernal. No sentía frío. Al menos, las ventiscas no le afectaban tanto como a los demás. ¡Un beneficio de haber pasado sus primeros cuatro años de vida en la Isla Mount Desert! Ahí sí que hacía frío, y las ventiscas de allá (una ciudad a la que juró nunca regresar, por cierto) podían estremecer a cualquiera por más ropa de invierno que llevasen. Algunas personas nativas de la isla; principalmente estudiantes y profesores de literatura, por lo que pudo recordar Chase, comparaban ese clima helado con el del noveno círculo del infierno, descrito en "La Divina Comedia" del afamado florentino Dante Alighieri.

El pastor alemán vestía su uniforme: Una chaqueta de color azul oscuro, cuatro botas negras, un reloj inteligente, su collar y su gorra de oficial. Misma que utilizó durante su prologando período de servicio en el equipo Paw Patrol, y en cuyo interior yacía oculto su más preciado tesoro: Una fotografía de su novia Skye Wilkinson, tomada hacía tres años.

<<Skye>>

Pensar en ella le sacó una sonrisa. Misma que aumentó cuando oyó la risas de los dos pequeños que había visto correr calle abajo, y que habían regresado.

<<¡Ay, la juventud!>> —pensó para sí, y reflexionó.

Antes, desde que llegó a Bahía Aventura en el 2017 hasta hacía poco más de tres años, jugaba a las atrapadas con sus amigos y antiguos colegas de rescate, y solía ser el segundo al mando del equipo Paw Patrol. Y ahora, ya convertido en un can adulto, era líder de su propio departamento; conformado por trece oficiales.

<<Mis amigos>>

Desde que dejó el equipo a mediados de Junio del 2021, le prometió a Ryder y a sus amigos que los visitaría cada fin de semana. Una promesa que cumplió pero que quedó rota cuando dejó de visitar el Cuartel Cachorro a partir del mes de Septiembre del presente año.

¡Pero no fue su culpa! Sino del trabajo. Ser el capitán de la Decimocuarta Estación de Policía (y la única en toda la ciudad, por cierto) requiere comprometerse al cien por cien, 24/7, y aceptar responsabilidades; cómo establecer y mantener altos estándares, supervisar el desarrollo del personal, garantizar la prestación de servicios al público, atender quejas y sugerencias, asistir a reuniones con la alcaldesa Goodway y su Consejo Municipal, revisar viejos casos, papeleo, etc. Estaba tan abstraído cumpliendo todas estas labores que, cuando llegaba a casa, apenas si tenía fuerzas para quitarse el uniforme, darse un baño rápido y echarse a dormir en el sofá.

Por fortuna, su trabajo no había desgastado su ya prolongada relación con Skye. Gracias a su increíble capacidad para organizar actividades, Chase se las había arreglado para salir temprano del trabajo cada Viernes, y así poder cenar con su amada cockapoo en Porter's.

<<Pero el día de hoy, ese no será el caso>>

Hará cosa de una media hora, Chase llamó a su pareja. Pero al no contestar ella, se vio obligado a dejar un mensaje en su contestador. Fue corto y breve:



<<Amor, necesitamos hablar sobre algo importante. Te veré en Porter's en cuarenta minutos. Adiós>>



Aquello fue todo, no hubo más detalles. Así de misterioso era Chase. Chequeó su reloj y advirtió que faltaban diez minutos para el arribo de Skye.

<<Skye>>

Volver a pensar en ella le sacó otra sonrisa. Le amaba bastante, de eso no cabía duda. ¡Un sentimiento, tan puro y genuino, que nació y creció desde que vio a la cockapoo por primera vez! Fue en ese momento cuando su mente le arrastró al pasado. Al 13 de Diciembre del 2016, para ser exactos.

Bahía Aventura había ingresado al segundo mes del período invernal..., y recién había caído la primera nevada. ¡Nada extraño, debido a la locación! Los niños, felices por haber culminado un nuevo año escolar, habían salido con sus padres a disfrutar del día en la recientemente inaugurada Pista de Patinaje Snow Ball, situada a unas tres cuadras al sur de la Biblioteca Pública. Al lugar también había asistido una innumerable cantidad de parejas juveniles, unos pocos residentes de la Casa de Reposo, un grupo reducido de turistas chinos y japoneses, y Hailey Daily; célebre reportera del canal 02, junto a su camarógrafo. Pero estos últimos, a diferencia de los demás, habían acudido al lugar con tal de trabajar.

Luego de que el camarógrafo encendiera su pesado aparato y se lo pusiera al hombro, miró a Hailey y le hizo una seña con la mano derecha. Hailey asintió. El camarógrafo levantó la misma mano, extendió cuatro dedos y, uno a uno, los fue bajando.



<<¡Buenos días, Bahía Aventura! —saludó Hailey con una sonrisa contagiosa para cuando la cuenta regresiva hubo llegado a cero—. Me encuentro aquí, en la Pista de Patinaje Snow Ball, donde una gran cantidad de personas andan disfrutando de...>>



La transmisión se cortó de repente. Pero no por algún problema en la señal, sino porque Chase Schülze (primer miembro canino del equipo Paw Patrol, valga aclarar), que, en ese momento, se hallaba cuidando el Cuartel Cachorro, había apagado el televisor luego de advertir el rugido de un motor chirriante, proveniente de afuera.

<<Ryder —pensó. Y esbozó una sonrisa de oreja a oreja—. Mi nuevo jefe, y segundo padre, ha regresado>>

De un salto se bajó del sillón y se encaminó hacia las puertas automáticas. Cuando se abrieron, cruzó el umbral e, inmediatamente, tras ser golpeado en el rostro por una fuerte ventisca que ni le hizo temblar, corrió hacia la camioneta roja, aparcada a unos cuatro metros al sur del Cuartel.

—¡Ryder!

El aludido se volvió tras oír el llamado. Al ver a la figura peluda corriendo hacia él, sonrió. Se acuclilló, abrió los brazos y recibió al pastor alemán.

—Me alegra mucho volver a verte.

—Lo mismo digo, Chase —convino Ryder.

El abrazo cesó. Ryder cerró la puerta de la camioneta y la rodeó.

—Y a propósito —dijo Chase con tono inquisitivo, siguiendo a su líder—, ¿adónde fuiste?

Ryder esbozó una sonrisa.

—Ahora lo descubrirás.

Para cuando se hubo situado en el lado derecho de la camioneta, colocó una mano sobre la manilla de la puerta e hizo una pausa dramática. La abrió, asomó la cabeza al interior de la camioneta y, en voz, baja, dijo algo. A pesar de esto, Chase Schülze pudo oír todo con claridad. <<Ya pueden bajar>>, había oído Chase. Extrañado, se acercó, a paso lento, donde su líder. Pero antes de poder decir nada, se quedó congelado en el aire tras observar que, de la camioneta roja, descendieron dos pequeñas figuras. Una de ellas, en particular, había capturado su total atención.

Se trataba de una cockapoo. Era pequeña, más baja que Chase. Sus ojos, tan vibrantes así como increíblemente hipnóticos, era de color rosado. Y su pelaje color beige, tan fino y elegante, parecía brillar bajo el sol invernal. Para Chase, estaba ante la presencia de un auténtico ángel.

<<He muerto sin saberlo. Y ahora estoy en el cielo>>

Ryder advirtió su expresión y soltó una risilla.

—Chase... —comenzó a decir Ryder, sacando al cachorro de sus pensamientos. Se volvió hacia los dos pequeños—, te presento a los nuevos integrantes de nuestro equipo de rescate. Los saqué de un refugio. Ella es Skye.

<<Skye —pensó Chase volviendo a clavar la vista en el ángel—. Qué lindo nombre>>

El muchacho prosiguió y presentó al otro cachorro: un dálmata que parecía tener la misma edad que la cockapoo. Dos años, tal vez un poco más. Pero Chase no prestó atención, había vuelto a perderse en su mundo. ¿Qué debía hacer ahora, acercarse al ángel y llevarla a recorrer el Cuartel Cachorro? ¿O debía llevarle a visitar algún lugar especial (cómo "Porter's", "La Montaña de Jake", o el mirador "Punta Hermosa") y garantizarse así su amistad y cariño? ¿O tal vez no? ¿Y si el ángel se asustaba por tales avances y le rechazaba?

Luego de sopesar todas estas opciones, así cómo otras más que fueron llegando, regresó a la tierra con una clara acción a tomar. Con una cálida sonrisa, se acercó a la cockapoo y, con un tono afable, dijo:

—Bienvenida al equipo, Skye. —Extendió una pata—. Es un placer conocerte. Me llamo Chase. Chase Schülze.

La cockapoo, de semblante tímido e inseguro, permaneció callada e inmóvil por unos cuantos segundos antes de estrechar la pata de Chase. Pero cuando finalmente lo hizo, miró al cachorro a los ojos y le regaló una sonrisa.

<<Una cálida bienvenida —dijo una voz dentro de la mente de Chase—. Eso siempre funciona>>

Los gritos de algarabía por parte de los dos niños previamente mencionados trajeron al pastor alemán de regreso al presente. Volvió a chequear su reloj.

<<Ocho minutos>>

Metió una pata en su bolsillo y palpó el objeto cuadrado —y forrado con terciopelo— que llevaba consigo.

<<Ya ansío ver la cara de Skye cuando vea lo que le tengo preparado>>

Al cabo de un momento, y tras haber repasado, por vigésima segunda vez, el discurso que desde hacía dos semanas llevaba escribiendo, una hoja muerta (arrastrada por una fría ventisca proveniente del oeste) que le rozó, superficialmente, el cuello hizo que Chase se volviera hacia su derecha, observando ahora un pequeño exhibidor de periódicos.

Chase no era de leer noticias, las consideraba monótonas y deprimentes. Aun así, y por razones que ni él mismo pudo comprender, se acercó al exhibidor. Probablemente, fue pensando Chase conforme iba avanzando, la mayoría de los periódicos dirían algo respecto al aumento de las colegiaturas, los impuestos innecesarios recientemente implementados por la alcaldesa Goodway o incluso sobre la esperada re-apertura de "Adventure Beach", que, desde hacía dos meses y medio, fue cerrada por motivos de limpieza luego de quedar afectada por un grave derrame de crudo.

Para cuando hubo llegado al exhibidor y leyó uno de tantos titulares, Chase, antes feliz y animado, se mostró triste y decaído.



[MARSHALL SMITH, "EL HÉROE DE BAHÍA AVENTURA"]



Eso es lo que ponía el titular del Daily News, impreso por encima de una gran fotografía en la que se apreciaba a un sonriente dálmata.

Chase desvió la vista hacia la derecha, hacia la primera plana del Adventure Bay Examiner. Éste rezaba:



[NUESTRO HÉROE MOTEADO. JAMÁS OLVIDAREMOS SU SACRIFICIO]



Chase observó los demás titulares. Todos rezaban lo siguiente:



[EL HÉROE DE HÉROES: LA HISTORIA DE MARSHALL SMITH]



[MARSHAL: LA LEYENDA MOTEADA DE BAHÍA AVENTURA]



[CUATRO AÑOS TRANSCURRIDOS, Y AÚN LE RECORDAMOS]



<<Cuatro años... —dijo para sí Chase—, y aún te recuerdo, hermano>>

Luego de que Marshall fue declarado cómo legalmente muerto a pesar de que su cadáver nunca fue localizado (Septiembre 23/2020), Chase estuvo a punto de caer en una profunda depresión.

Los primeros días tras el funeral, no pasó nada. Pero luego, al cabo de una semana, comenzaron los primeros síntomas: La falta de apetito, el retraimiento y los cambios de aptitud. Luego, y para desgracia de Chase, surgieron las distracciones acompañadas por fuertes dolores de cabeza que le afectaban, únicamente, durante las misiones. Y en muchas de ellas, tras no haber tenido éxito debido a su reciente dificultad para organizarse y planificar estrategias, estuvo a punto de perder los estribos. Sus amigos no tardaron en darse cuenta de que algo no andaba bien. Y en privado, charlaron con él y le sugirieron que llevase alguna terapia.

Se requirió de dos semanas, en las que se dieron lugar fuertes discusiones y gritos por parte del pastor alemán, pero finalmente (y por orden de Skye) éste aceptó. Ya en el consultorio, y luego de trece sesiones, soltó todo: Ira, cólera, rabia y odio. Luego fueron lágrimas de dolor y llanto. Seis meses después, las terapias concluyeron. Y aunque Chase le había asegurado a su terapeuta de que todo estaba bien (ya que así lo había demostrado en las últimas cuarenta sesiones), de vez en cuando lloraba por las noches, preguntándose: <<¿Tal vez si...? ¿Y si todo hubiera sido de otra forma?>>. A raíz de esto, miles de escenarios se formaron en su mente. Principalmente en sus sueños. Y en la mayoría de ellos, soñaba con que Marshall lograba regresar a la seguridad de tierra firme luego de haber arrojado esa bomba atómica en el Océano Pacífico. En otros, en cambio, Chase soñaba con que él mismo era quien se subía al helicóptero..., y que era él quien acababa muriendo en la explosión. Afortunadamente para él, esto no causó ninguno efecto negativo (ni positivo) en su vida diaria.

Hoy en día, recordar la partida de su mejor amigo y hermano le causaba un dolor en el pecho..., tal vez no tan fuerte cómo antes, pero aún le dolía.

—¡Hola, Chase! —saludo una voz masculina, serena y vibrante.

El pastor alemán, que fue sacado abruptamente de sus pensamientos, dio un respingo antes de volverse rápidamente sobre su hombro izquierdo, quedando ante una figura corpulenta que no tardó mucho en identificar como Joseph Porter, el tendero más querido de toda la ciudad.

—Buenas tardes, señor Porter.

Con base en su tono apagado, Joseph Porter advirtió que algo no andaba bien.

—¿Te sucede algo Chase?

Silencio.

—Eh..., sí —titubeó antes de responder—. ¿Por qué lo pregunta?

El tendero de cuarenta y cinco años, cuyas cejas, bigote y barba diminuta se habían tornado en un blanco puro desde hacía mucho, levantó la charola de plata pura (que Chase ni siquiera logró ver) y la colocó en ángulo para que el can pudiera ver su reflejo.

Lo que vio hizo que se llevara rápidamente una pata hacia su mejilla derecha, donde sintió algo húmedo. Había llorado inconscientemente.

—Creo... que me entró algo en el ojo —Chase apresuró en mentir. Se limpió las lágrimas y apartó la vista—. Pero estoy bien, se lo aseguro.

El tendero se le quedó viendo por un momento antes de decir:

—¿Seguro, Chase?

Él sólo asintió.

—¿O es que acaso estás triste por lo de Marshall? —aventuró el señor Porter—. Porque entendería si lo estuvieras. A decir verdad, a mí también me duele.

Nuevamente, silencio.

—¿Chase?

—Tiene razón... —musitó Chase.

—¿Perdona?

—Que tiene razón —confesó Chase, volviéndose hacia el señor Porter. Su mirada estaba ligeramente empañada—. Estoy triste por lo de Marshall..., lo admito.

Un nuevo muro de silencio se alzó entre ambos cuando Chase se volvió nuevamente hacia su derecha para limpiarse las pocas lágrimas (tres, por cierto) que se le habían escapado. Al poco tiempo, cerró los ojos, inhaló una gran cantidad aire puro y soltó un profundo suspiro. Repitió cinco veces este proceso hasta que hubo recobrado algo de calma y control. ¡Muchas gracias, terapias! Sin hacer mucha prisa, volvió a abrir los ojos. Y sin poder evitarlo su vista fue nuevamente atraída hacia el pequeño exhibidor de periódicos. Levantó la cabeza y, de izquierda a derecha, miró los titulares de los cinco periódicos, perfectamente acomodados, de la tercera repisa que no llegó a leer al principio. Se detuvo al tercer diario cuando la vio. Y su expresión, antes apesadumbrada, se tornó en una mezcla de odio y rabia.

La parte central de la primera plana del Adventure Bay Times estaba dividida en dos secciones. En el lado izquierdo se apreciaban seis instantáneas; que mostraban a tres varones y tres féminas, todos de entre 16 y 20 años. Y, en el lado derecho, yacía una fotografía superpuesta de una West Highland Terrier.

<<July Harris, la maldita que lo cambió todo>>

Mientras hacía un esfuerzo por no perder los estribos, volvió a leer el titular:



[CAYERON 6. UNA ESCAPÓ]



Sí, aquello no fue una sorpresa para Chase. Porque al igual que con el sacrificio de Marshall, los actos terroristas por parte de July Harris, en los que se perdieron un total de sesenta y nueve vidas sin incluir la del dálmata, aún eran objeto de atención por parte de la prensa; tanto local como nacional. Así como de todos los norteamericanos en general.

Desde el 2020, y dada la naturaleza de los ataques, la fémina de pelaje blanco se había convertido en objeto de estudio en las escuelas de criminología y en la academia del FBI. Se habían realizado tres documentales sobre ella, incluida una serie de 10 capítulos y una película, estrenada a fines del 2023. Incluso, también, se había publicado un libro que profundiza la vida de July Harris, y en el que la autora (y agente retirada del FBI, Sharon Danville) explica como ciertos factores psicológicos y sociales habían influenciado a la West Highland Terrier respecto a la toma de decisiones.

Para cuando todos los detalles del caso salieron a la luz, la prensa le acuñó a la West Highland (como suele ser en casos de ésta índole) un característico apodo: "La bombardera de la mochila azul". Un mote que se le quedaría pegado por siempre luego de que fuese difundido por los usuarios de Internet. Aún así, Chase se refería —y seguía refiriéndose— a la fémina de pelaje blanco con una única palabra: <<MONSTRUO>>. Después de todo, eso es lo que July Harris era: Un auténtico monstruo de aspecto inofensivo. El rostro vivo de la maldad. Y una criminal que, a diferencia de la prensa y los fanáticos morbosos, Chase Schülze no iba a glorificar.

—Quisiera hacerla pagar... —musitó Chase entre dientes, sin dejar de observar la fotografía—, y enviarla a prisión por el resto de su vida.

El señor Porter le dijo que le entendía.

—A muchos —añadió el tendero con voz pausada— nos molestó que esa cachorra hiciera todo eso y escapara sin recibir castigo alguno. —Hubo una pausa—. Pero recuerda lo que Marshall solía decir en este tipo de situaciones: "Es mejor perdonar que odiar. Dejar el pasado en el pasado, y seguir..."

—¡¿Qué cosa?! —exclamó Chase con furia al tiempo en que se volvía hacia el Señor Porter—. ¡¿Acaso... acaso está diciendo que debería perdonar a ese criminal y actuar como si nada hubiera pasado?!

El señor Porter, con voz serena, le pidió que se calmara. Chase se negó e iba gritar un par de cosas más, pero en el último minuto hizo reparo en que, a tan solo unos cuantos metros de su ubicación, yacía una jocosa multitud que, hasta el momento, había ignorado su pequeño arrebato.

Prefiriendo no realizar un escándalo, el pastor alemán volvió a realizar sus ejercicios de respiración. Esta vez, inhaló y suspiró veinte veces.

—¿Todo bien, Chase?

Tardó un momento en reaccionar, asintió solamente.

—Sé que es difícil..., lo sé. Al inicio —añadió el señor Porter—, yo tampoco quise perdonarla. No hasta que recordé otra frase que nuestro amigo manchado solía decir: "El odio que albergamos hacia alguien..."

—"... poco a poco nos destruye, convirtiéndonos en lo que menos queremos ser" —completó Chase. Conocía esa cita de memoria—. Lo recuerdo bien.

—Por eso preferí dejar toda esa furia y rencor en el pasado. Y aunque sé que tú ya has llevado terapia —esto es algo que todos en la ciudad sabían. Una desventaja de las metrópolis pequeñas—, te sugiero que, por tu bien, sigas el consejo de Marshall. Albergar y cosechar odio no es bueno, Chase. Ya que eso, tarde o temprano, te cambiará. ¿Sino cómo explicas lo de July?

—Pero ella es diferente...

—¿Y por qué es diferente? Te recuerdo que July, al igual que tú, también perdió a alguien a quien quería..., y mucho.

—¿Y esa es una excusa para sus acciones? —rugió Chase volviéndose nuevamente al tendero. Se notaba que quería vociferar, pero se estaba aguantando.

—No estoy tratando de excusarla, ni nada —respondió el Señor Porter—. Es solo que..., bueno, a lo que quiero llegar es que, si no lo dejas atrás, podrías acabar como ella: Lleno de amargura, deseoso por satisfacer una venganza y furioso contra el mundo. Dime, ¿es eso lo que quieres?

Pero Chase no respondió. Estas últimas palabras le dejaron pensando por unos cuantos segundos. Poco tiempo, pero bastó para hacer que Chase entrara en razón.

<<Si no lo dejo atrás —dijo para sus adentros—, terminaré como July. ¡O peor!>>

—Y además... —prosiguió el señor Porter—, no creas que porque ya pasó mucho tiempo July Harris quedará libre por siempre. Algún día caerá. July caerá. Y serás tu quien la atrape.

—¿Y cómo está seguro de eso?

El tendero se acuclilló y colocó una pata sobre el hombro del pastor alemán.

—Porque eres un gran can, del tipo que no se da por vencido. Y al igual que cuando eras miembro de los Paw Patrol, eres muy dedicado en tu nuevo trabajo como capitán. Has llevado ante la justicia a un centenar de criminales. Y a pesar de que algunos se te escaparon, lograste encontrarlos y encerrarlos. Eres el mejor, Chase, y yo... ¡todos en la ciudad!, estamos orgullosos de ti.

La mirada ligeramente seria de Chase se ablandó. Su mirada se empañó. Y sus labios esbozaron una pequeña sonrisa.

—Agradezco sus palabras, señor Porter. En verdad, no sabe cuanto falta me hacía oír algo así.

El tendero asintió.

—Me alegra haber ayudado.

—Y espero que tenga razón.

—¿Sobre?

—En lo de July —respondió Chase al instante, con una voz serena—. Espero capturarle algún día y hacerle pagar su deuda con la sociedad. Se lo debo a todos, incluido Marshall. Juré sobre su tumba que así lo haría.

—Y lo harás, Chase. No lo dudes. Solo dale tiempo al tiempo.

El pastor alemán hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

—Cambiando de tema... —volvió a hablar Chase—, ¿podría ayudarme con una pequeña cosa? —preguntó, haciendo hincapié en la palaba <<Pequeña>>.

—¡Por supuesto! —respondió el señor Porter, sonriendo de oreja a oreja—. ¿De qué se trata?

Chase metió una pata en su bolsillo y sacó la pequeña cajita forrada en terciopelo. Luego, y con voz pausada, le explicó su plan al señor Porter.

.............

Frente al restaurante Porter, al otro lado de la calle, una figura canina, esbelta y con sudadera azul, permanecía oculta entre dos grandes arbustos.

<<Recuerda las reglas —dijo para sí—: "Actúa rápido pero con discreción">>

Aguardó unos segundos más antes de hacer movimiento alguno. También agudizó el oído, por si acaso. No escuchó pasos cercanos. ¡Perfecto! Se levantó la capucha y se colocó un par de gafas oscuras. Sacó, superficialmente, la cabeza de su escondite. Y entornó los ojos para tratar de observar, a mayor detalle posible, el restaurante Porter. Si las circunstancias eran favorables (si es que había una gran cantidad multitud y una buena ventisca), llevaría cabo el segundo ataque.

Para desgracia suya, todo era perfecto. Allí, en las mesas del área exterior, se apreciaba un buen número de comensales.

<<No me queda de otra —pensó, y soltó un suspiro—. Ahora sólo debo esperar a que...>>

Durante aquella milésima de segundo, advirtió algo que le tensó los músculos de la cara, haciendo que abriera los ojos y la boca y levantara las cejas. Sudó frío de inmediato. ¿Acaso era posible...? Volvió a entornar la vista, centrándose específicamente en la entrada principal del restaurante.

Allí, observó a dos figuras: Un hombre cuarentón y un can de pelaje marrón y de prendas azules. Éste, por segunda vez, le pareció familiar.

<<¿Podrá ser...?>>

Hizo un máximo esfuerzo por tratar de observar las facies del can de prendas azules, más no lo logró. Éste estaba de espaldas, y la distancia que les separaba a ambos dificultaba el intento de reconocimiento. Al cabo de un momento, el misterioso can encapuchado desistió (concluyendo que no podía tratarse de su viejo amigo) y, tras levantar la oreja derecha y advertir un par de pasos acompasados provenientes de ese lado de la calle, volvió a ocultarse en los arbustos.

Asegurándose de mantenerse lo más quieto posible, se llevó, cuidadosa y silenciosamente, una pata al pecho. El corazón le latía con fuerza, su respiración se aceleró. Soltó un par de suspiros antes de que pudiera recobrar el control. Oyó por segunda vez los pasos acompasados, cada vez más y más fuertes. Como si se acercaran específicamente a él. ¡Diablos! ¿Acaso no había sido lo bastante rápido y le acabó viendo algún transeúnte curioso? Con esta idea en mente, metió una pata en el bolsillo de su sudadera, palpó el pequeño táser, lo cogió sin sacarlo y colocó un dedo sobre el botón de encendido. Debía estar preparado. No podía permitirse el lujo de ser descubierto.

Los pasos siguieron y siguieron hasta que pasaron de largo. Con base en las voces, se trataban de dos féminas. Probablemente adolescentes, dado el tema de la conversación que mantenían entre ellas.

—... y lo mejor de esta ciudad... —dijo una de las chicas, con acento de la costa este. Quizá Nueva York—...es que tiene un magnífico hotel.

—¿El hotel Diamond White? —preguntó la otra. Su amiga de acento respondió que sí.

—Me he quedado ahí las últimas dos veces que vine aquí a pasar las vacaciones. Y te puedo asegurar que es toda una joya, ¡un auténtico paraíso! Y ahora que ya terminamos nuestro tortuoso ciclo de exámenes, no puedo esperar para llegar al Spa del hotel y sumergirme en ese cuarto de vapor.

Las amigas charlaron hasta que sus animadas voces y sus pasos se apaciguaron, poco a poco, hasta desvanecerse. La figura esperó unos diez segundos antes de soltar el táser y dejar escapar un suspiro de alivio.

<<Qué cerca estuvo>>

Con la misma cautela, y ya con la mente despejada de toda preocupación, volvió a sacar la cabeza de su escondite de ramas y hojas verdes. Volvió a observar el restaurante Porter y se centró en la clientela, esta vez con mayor detenimiento. Y se lamentó. Había reconocido unos cuantos rostros. Los niños pecosos se habían convertido en adolescentes con granos. Los adolescentes con granos en jóvenes. Los jóvenes en adultos, y algunos de ellos iban en compañía de sus respectivas parejas e hijos pequeños. ¡Dios, qué dilema! No quería hacer esto, pero no tenía otra opción.

En un acto reflejo, desvió la vista hacia la izquierda, hacia un poste de luz. En la parte superior, yacía instalado una cámara de vigilancia.



<<Si no cumples con tu trabajo —comenzó a resonar una voz femenina dentro de su mente—, me enteraré. Y luego te cazaré y te mataré>>



Estas últimas palabras resonaron en su mente por unos cuantos segundos más antes de advertir que estaba sudando frío y que tenía seca la boca y la garganta. Estaba asustado, de eso no cabía duda. Siempre se asustaba cada vez que recordaba la amenaza impuesta por su patrona, a quién también, por cierto, le tenía mucho más miedo.

Sí, su patrona. Atractiva y adorable por fuera pero podrida por dentro, esa can de pelaje blanco le había ayudado hacía cuatro años. Desde entonces, le había obligado a servirle. Y ahora, desde el día de ayer y en contra de su voluntad, le había convertido en partícipe en este maquiavélico plan... destinado a cegar muchas vidas. ¡Vidas de inocentes! ¡Inocentes a los que alguna vez juró proteger y servir!

Él pudo haberse escapado en cualquier momento —muchas oportunidades se le habían presentado antes de llevar a cabo el primer ataque—, pero la otra amenaza siempre se lo impidió:



<<Si intentas darte a la fuga, me desquitaré con tus amigos>>



Su temor aumentó al igual que su pulso y su respiración. ¡Si algo malo les llegase a pasar a...! Desechó esta idea de inmediato tan pronto como se la imaginó. Luego, se llevó las patas a la cabeza y se masajeó las sienes. Trató de serenarse. Debía estar sereno y libre de toda preocupación para poder llevar a cabo, con la mayor eficiencia posible, el próximo movimiento.

Sabía de sobra lo que pasaría si fracasaba.



<<Cosas malas..., muy MUY malas te pasarán>>



Finalmente, luego de tres minutos, volvió a despejar su mente y recobró la tranquilidad.

Soltó un suspiro al tiempo que lanzaba una mirada rápida al cielo. Una bardada de gansos, cuyos seis miembros habían formado una <<V>> perfecta, se dirigía al sur, pero no fue lo primero que advirtió el can. El sol estaba ocultándose, y el azul claro comenzaba a tornarse en un matiz rojo-anaranjado. Bajó la vista y chequeó su reloj. Eran las cinco con cuarenta y tres minutos.

La voz femenina volvió a resonar en su mente:



<<Una vez que lleves a cabo el ataque, regresa a la base secreta antes de las doce. De lo contrario, consideraré que te has largado. Y ya sabes muy bien lo que pasará>>



En un acto inconsciente, tragó saliva.

<<Tengo menos de seis horas para realizar esto..., y regresar con ella>>

Volvió a clavar la vista en el restaurante.

<<Al menos ya encontré un lugar concurrido pensó. E inevitablemente volvió a chequear su reloj. Eran las 05:45 PM—. Ahora me falta un único elemento>>

Una ligera ráfaga de viento le recorrió la nuca, el cosquilleo hizo que levantara la cabeza. Fue cuando la vio.

Allí, sobre el techo del restaurante, advirtió una pequeña bandera. Estaba quieta, muerta. Pero en cuanto recobrara la vida y se agitara con fuerza, con dirección norte, el ignoto canino tendría luz verde para proceder.

.............

A varios kilómetros al éste de Bahía Aventura, en la ciudad de Richmond (Virginia), se encuentra la prisión federal femenil Mount Pleasent.

Construida en 1990, e inaugurada en Diciembre del año siguiente, la prisión, que ocupa casi 4 hectáreas cuadradas, alberga un total de 2.500 celdas, un extenso patio (rodeado por muros de concreto de casi cinco metros de altura) e, incluso, posee un increíble y sofisticado sistema de seguridad. Pero además, la prisión es famosa por albergar a diez destacadas criminales, entre ellas: Michonne Langley, mejor conocida cómo "La envenenadora de dulces de Maryland", acusada de matar a 12 niños en el Halloween del 2019; Abigail "Abby" Naranjo; empresaria de nacionalidad mexicana que estafó a una gran cantidad de personas de la tercera edad con los ahorros de su vida; y Everest Volkova, una husky siberiana que, cuatro años atrás, detonó un artefacto explosivo en Bahía Aventura con el fin de despejar todas las sospechas de su amor platónico: Marshall Smith, que, en esa misma época, era el principal sospechoso de una serie de bombardeos.

Los primeros días en la cárcel fueron tranquilos. Sin embargo, y con el pasar del tiempo, la situación se volvió totalmente dura.

Tras enterarse del lugar de procedencia y de la antigua labor de la husky, las otras reclusas, que eran en su mayoría féminas caninas de entre 10 y 12 años, le hicieron la vida imposible. Después de todo, Everest, quien además de haber participado en una innumerable cantidad de misiones, también había frustrado los planes de formidables villanos; incluido el ex-alcalde J. Humdinger. Desde el punto de vista de las reclusas, Everest era casi similar a una oficial de la Ley. Y según las reglas de la prisión: "Los oficiales de policía no serán muy bien recibidos". En los últimos años, la husky se involucró en media docena de peleas —las cuales ella no provocó, pero que sí ganó—. Sin mencionar que, en más de una ocasión, tuvo que cuidarse la retaguardia, fracasando una sola vez. Aun así, a pesar de todo esto, la can no se dejó influenciar. E hizo un máximo esfuerzo por ser una prisionera modelo.

Para cuando finalizó la hora de la cena, Everest Volkova regresó a su celda (que fue cerrada de inmediato por una guardia) y se sentó en su cama. Se volvió hacia su derecha, hacia la pared de concreto. Y, atentamente, observó los artículos recortados, agrupados y pegados en una fila vertical. Todos titulaban lo siguiente:



[LA COMUNIDAD LLORA POR QUIENES MURIERON EN LOS ATAQUES]



[TRES ATAQUES. MUEREN MÁS DE 60]



[UN GRUPO FUE EL RESPONSABLE. LA LÍDER SIGUE PRÓFUGA]



[LA VENGANZA FUE LA PRINCIPAL MOTIVACIÓN]



[MARSHALL SMITH, "EL HÉROE DE BAHÍA AVENTURA"]



[LA BÚSQUEDA DE MARSHALL SMITH CONTINÚA]



[EL FBI DECLARA AL RESCATISTA LEGALMENTE MUERTO]



Releer los últimos tres artículos hizo que la mente de la husky regresara a esa fatídica época, a ese fatídico 20 de Noviembre.

Estaba dentro de una celda de la estación de Policía de Bahía Aventura. Era fría y grisácea. Carente de buena iluminación y ventanas. Se hallaba durmiendo en el piso hasta que, de un momento a otro, se despertó de golpe luego de oír una gran detonación, al que le siguió una fuerte agitación por parte de los oficiales de policía. <<¡¿Qué sucedió?!>>, había preguntado Everest a los cuatro vientos, con la cara pegada contra los barrotes. Pero nadie se molestó en responderle.

Tuvo que quedarse con la duda por tres horas completas hasta que su amigo, Chase Schülze, fue a verle. Con base en su mirada, supo que algo no andaba bien. Y tenía razón.

<<Se ha ido —le había dicho Chase luego de un intenso silencio sepulcral, aguantándose las ganas de llorar—. Marshall murió>>

Everest se quedó atónita, boquiabierta. Pensó que era una broma de mal gusto, pero Chase lo negó. Everest pidió detalles. Y Chase se los dio. También le pasó el mensaje de Marshall para ella:



<<Dile a Everest que la amo. Siempre la quise, y siempre lo haré>>



Lo siguiente que recordó Everest fue que, tras haber escuchado esto, había comenzado a caminar de un lado a otro antes de aceptar los hechos y gritar. Vociferar, más bien. Vociferó y maldijo cuanto pudo. Al menos, hasta que se le agarrotó la garganta. Luego, se recostó en el suelo, hasta hacerse bola, y lloró hasta el cansancio.

No volvió a llorar así hasta tres días después, cuando se le informó que el cadáver moteado de su amado no pudo ser localizado.

<<¿Por qué? —Everest cuestionó para sí—. ¿Por qué tuvo que pasar esto?>>

La husky estaba tan inmersa en sus pensamientos que no se percató de la can que le llamaba del otro lado de las rejas.

—¡EVEREST!

El grito fue suficiente para sacar a la ex-rescatista de sus pensamientos. Abrió los ojos de par en par al tiempo que pegaba un respingo. Se volvió hacia su izquierda, quedando cara a cara con una cachorra vestida de traje.

Tardó un momento en reaccionar, pero cuando lo hizo habló con energía.

—Oh..., ¡Hola, Avery!

Pero la aludida no respondió. Y su sonrisa, poco a poco, desapareció.

—¿Sucede algo?

—Eso debería preguntarte yo —respondió Avery al mismo tiempo—. ¿Estás bien, Everest?

—Eh..., sí. ¿Por qué?

Avery se lo dijo. Everest puso una pata sobre su mejilla derecha, y tras sentir la lágrima apresuró en limpiarse la mirada llorosa.

—Me entró aire en el ojo —apresuró en mentir—. Pero estoy bien, lo juro —declaró, con tono enérgico. Se bajó de la cama y, con una leve sonrisa, se encaminó hasta quedar lo suficientemente cerca de la pastor alemán, que parecía haberse tragado la mentira porque había vuelto a sonreír—. Pero bueno, ¿qué haces aquí? Hacía meses que no vienes a verme.

La agente federal se le quedó mirando por un largo momento.

—En serio lo intenté —comenzó a explicar Avery sintiéndose culpable por haber roto su promesa—, pero tú sabes como es mi labor. Un día estoy aquí, y al otro ya me encuentro del otro lado del país. Desde que me ascendieron a jefa de la UAC, me han asignado tantos casos que...

—Jeje, lo entiendo, Avery —dijo Everest asintiendo, en señal de comprensión—. De verdad. No tienes porqué darme explicaciones.

Avery se sintió mejor consigo misma, le agradaba saber que Everest no le guardaba rencor.

—Pero aún no me dices que haces aquí. A menos que..., ¿pasó algo, es eso?

—¿Qué te da esa impresión?

—Hmmm, no sé. Tal vez el hecho de que tú, siendo la jefa de una de las unidades más importantes del FBI, hayas logrado darte una escapada para venir a verme aquí, en Virginia. A varios kilómetros de Quántico.

—Estoy de vacaciones —aclaró Avery, sin dejar de sonreír—. Pero has acertado en algo; pasó algo. Y es muy importante.

—¿En serio? —preguntó la husky, curiosa—. ¿De qué se trata?

Avery soltó una risilla.

—Por favor, Everest. ¡Adivina una vez!

La husky se rio también y puso a su cerebro a trabajar. Necesitó de dos minutos exactos para poder pensárselo con calma y soltar una respuesta:

—Ni idea.

Una fuerte risotada por parte de ambas féminas caninas se oyó a continuación, causando eco a lo largo del pasillo. Para cuando se hubieron calmado, Avery se volvió hacia su derecha y llamó a una guardia cercana de postura recta y semblante frío. Esta se acercó.

—Abra esta celda, por favor.

La guardia obedeció, sin siquiera decir nada o cambiar su expresión. Como si de un robot se tratase. Tras hacerlo, Avery le pidió que se retirara. Everest, por su parte, estaba confusa.

<<¿Qué sucede aquí?>>

—Muchas felicidades —dijo Avery, volviéndose hacia la desconcertada husky—. Ya eres libre.

El desconcierto de Everest Volkova no hizo más que aumentar.

<<¿Acaso dijo lo que creo que dijo?>>

—Me has oído bien —prosiguió la pastor alemán, como si le hubiera leído el pensamiento a la husky—. Everest, ya estás libre.

—¿E... en serio?

Avery asintió.

—¿Pero por qué? Todavía me faltan unos años para cumplir mi sentencia y...

—Lo sé. Pero teniendo en cuenta tu buena conducta, logré convencer al juez para que te liberara antes de tiempo.

Everest carraspeó.

—¿Me estás tomando el pelo?

—Por supuesto que no.

—¿O es que acaso me quedé dormida y estoy soñando?

—No, Everest. ¡No! Esto no es una broma de mal gusto, y tampoco estás dormida. Es la realidad, y lo que te acabo de decir es verdad. Haz recobrado tu libertad.

Tardó un poco más en aceptarlo, pero cuando lo hizo una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de la husky. ¡Ya era libre! ¡Por fin era libre!

Con lágrimas de felicidad escapándosele de los ojos, Everest miró a Avery. Corrió hacia ella y le regaló un fuerte abrazo. Avery correspondió el acto.

Muchas Gracias. Gracias. ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! expresó la ex-rescatista—. Te lo agradezco mucho, Avery.

No hay de que, Everest. —El abrazo cesó. Avery se acomodó el cerquillo, jalándolo de las puntas rojizas hacia la izquierda—. Ahora, salgamos de aquí. La verdad es que no me gusta mucho las prisiones.

Jejeje... tardas mucho en acostumbrarte.

<<Me imagino>> —pensó la agente federal.

Mientras abandonaban el edificio, cruzando por una serie de pasillos que parecían ser interminables, ambas féminas caninas decidieron entablar una conversación.

¿Y qué tal todo en Bahía Aventura? —preguntó la husky abiertamente—. ¿Sabes algo de mis amigos?

De hecho, sí —respondió la pastor alemán al tiempo que comenzaba a recordar la conversación que tuvo con Chase hacía un par de horas. No pudo evitar sonreír.

<<Mi hermanito dará inicio a nueva etapa en su vida, estoy tan feliz. Ya ansío poder ir a verle>>

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Para cuando su lado del semáforo se puso en verde, Skye Wilkinson miró a ambos lados antes de cruzar la calle Sverre Olsen.

Llegó a la acera y, tras girar a la izquierda, tomó Franklin Avenue. Un par de personas que pasaban por allí le saludaron. Y ella, con una aptitud encantadora y una dulce sonrisa, les devolvió el saludo. ¡Cómo le agradaba vivir en Bahía Aventura! Avanzó una cuadra más antes de llegar al final de la avenida y torcer nuevamente a la izquierda. Fue en aquel momento cuando, y sin poder prevenirlo, acabó chocando contra una pequeña figura, que venía del sentido contrario.

—¿Qué pasó? —dijo un confundido Alex Porter, sentado en el suelo. Tras recobrar el sentido, advirtió a la cachorra tirada en el suelo—. ¡Oh, Skye! —dijo, y ayudó a la cachorra a ponerse de pie—. ¿Estás bien?

Ella respondió que sí.

—No sabes cómo lo siento. No fue mi intención.

—Descuida, Alex —dijo ella, sin mostrarse enojada—. Pero a la próxima, ten más cuidado, ¿vale?

—Jeje, vale.

—Y por cierto, ¿adónde ibas con tanta prisa?

El chico, actualmente de diez años y de cabello largo, hizo una breve pausa.

—Voy a ver a mi novia —respondió con voz pausada—. Ella... no se ha sentido muy bien últimamente.

—¡Oh, no! ¿Y qué le pasó?

Alex Porter se lo dijo. Skye tardó un poco en procesarlo.

—¿Una intoxicación?

Alex asintió.

—Según su madre, Livy ha presentado fiebre y malestar general desde ayer.

—¿Y cómo fue que pasó?

Nuevamente con voz pausada, Alex explicó que, el día de ayer, en el gimnasio de la Mackentire Elementary School, se había realizado una hermosa actividad —como se suele hacer anualmente desde 1999— para despedir el año escolar: El baile invernal.

Hubo música, un dj, un concurso de baile, un área para hacerse fotografías de recuerdo, muchos juegos, comida y ponche. Y el ponche, según fue contando Alex conforme fue recordando los hechos que leyó en un anuncio publicado por el director en el sitio web de la escuela: "Mackentire.edu.pe", debió ser contaminado discreta y probablemente por algún bromista qué, y cito, <<se pasó de la raya>>.

—Un momento... —interrumpió Skye—, si todo eso es verdad, significa que tu novia no fue la única que se enfermó, ¿o sí?

Alex hizo un gesto negativo con la cabeza. Y confirmó que, en efecto, además de su novia un año mayor que él, Livy Ferris, un gran número de estudiantes, al igual que todos los docentes y otros empleados de la institución educativa, también habían caído enfermos. Un anuncio, que también fue publicado en el sitio web de la escuela, dio a conocer este hecho.

Skye estaba atónita. Luego, cayó en la cuenta de algo.

—¿Y cómo es que tú no estás enfermo?

—No asistí al evento —respondió Alex al instante—. Me quedé en el restaurante a ayudar a mi abuelo.

Skye asintió en señal de comprensión.

—Pues vaya suerte que tuviste, ¿eh?

Pero Alex no se sintió suertudo. Alguien que amaba mucho estaba muy mal de salud.

—En fin, ahora mismo voy a ver como está Livy.

—¿Y en donde vive tu bella dama, si está bien que pregunte?

—En el otro extremo de la ciudad.

—¡¿Tan lejos?! ¿Y por qué no tomaste el autobús?

Alex se rascó la nuca.

—Ehhh..., sí lo consideré en un principio, pero es muy lento. Además, planeaba de paso ir por la farmacia y comprar algún medicamento que ayude a Livy a mejorar y uno de esos peluches gigantes que sujetan un corazón que dicen: "Te amo, recupérate pronto".

—Awwww. Se nota que la quieres bastante, "Romeo".

—Jeje, qué curioso —comentó Alex, con las mejillas ligeramente rojas—. Eso mismo me dijo mi abuelo hace rato.

—Y con razón. Tus acciones hablan por sí solas. Además..., eso está en tus ojos.

—¿Qué cosa?

—El brillo.

—¿El brillo?

Skye asintió.

—Aquel que solo causa el verdadero amor.

—Oh, ya veo —dijo él en tono comprensivo, volviendo a sonreír. Chequeó su reloj—. Me gustaría quedarme a conversar contigo, Skye, pero me tengo que ir.

—No te preocupes, entiendo. Nos vemos después, Alex.

El aludido se despidió haciendo un ademán. Rodeó a la cockapoo y retomó su camino, corriendo cada vez más y más. Skye, por su parte, hizo lo mismo. Con la excepción de que iba a paso ligero.

<<Increíble —pensó la can—. El pequeño Alex Porter ya tiene novia. ¿Quién lo hubiera pensado? El tiempo sí que pasa volando>>

.............

Transcurrido unos veinte minutos, y luego de saludar a unas cuantas personas más durante el trayecto, Skye Wilkinson arribó a su destino.

Conforme fue rodeando el edificio hacia la entrada principal, advirtió una agradable melodía. Producto de un violín bien afinado, de eso no cabía duda. ¿Pero quién lo estaba tocando, y por qué?. La respuesta a la primera incógnita llegó por sí sola cuando Skye llegó a la entrada principal, descubriendo que el misterioso violinista era nada más y nada menos que el señor Porter. Esto le sorprendió bastante.

<<¿Desde cuando sabe tocar el violín?>>

Skye se le acercó, pero antes de poder decir nada el señor Porter, que no dejó de tocar el instrumento de cuatro cuerdas, se le adelantó:

—Buenas tardes, Skye.

Ella le devolvió el saludo. Luego, añadió:

—Hermosa melodía.

—Gracias.

—No sabía que tocaba el violín.

—Jeje, estoy lleno de secretos.

Skye asintió en señal de aceptación.

—¿Y... cómo se llama esa canción?

El señor Porter se lo dijo. La pieza que estaba tocando era una versión en violín de "Solamente tú", de Pablo Alborán.

—La aprendí hace mucho tiempo... —fue explicando el restaurantero—, solo la toco en momentos de gran importancia.

—Oh, ¿y qué se está celebrando?

—Un evento memorable.

—¿De verdad?

El señor Porter volvió a asentir.

—Y tú eres el centro.

—¿Yo? —preguntó ella al tiempo que se llevaba una pata al pecho. Su mirada expresaba extrañeza—. No le entiendo, ¿qué quiere decir con eso?

Otra voz masculina habló:

—Skye, mi amor.

La cockapoo se volvió hacia atrás, quedando cara a cara con su amado.

—Hola, Chase... —saludó Skye al tiempo que le regalaba una sonrisa. Él hizo lo mismo.

—Lograste llegar —dijo él—. Perfecto.

—¿Qué, pensaste que no vendría? Porque puedo irme si quieres —bromeó de repente.

—No, no —apresuró en decir Chase. Luego, él y Skye se miraron y rieron al unísono—. Bueno, iré directo al grano. ¿Sabes por qué te cité aquí?

Skye respondió que no.

—Solo me dijiste que tenías que hablar conmigo sobre "algo muy importante". Nada más.

—Y así es —confirmó. Se acercó hacia su novia. Y, con delicadeza, le cogió una pata—. Skye... —empezó a decir. Carraspeó un poco—, desde que te vi por primera vez, supe que había encontrado el amor. Sabía que tú serías mi cachorra especial. Pero se me hizo difícil confesarte lo que sentía, ya que no sabía como ibas a reaccionar. Pero al final, lo hice.

Skye rio.

—Querrás decir que te ayudaron, ¿lo olvidaste?

A Chase las mejillas se le tornaron ligeramente rojas.

—Es verdad —admitió—. Pero el punto es que, en esa habitación de hospital, acabé por confesarte todo el amor que sentía por ti. Y a raíz de eso, formamos una bella relación. Y durante estos cuatro años, me has hecho el can más feliz del mundo.

—Awwww, Chase.

Skye sonrió de oreja a oreja. Sus ojos color magenta parecieron brillar.

—Tú también me has hecho la can más feliz del mundo al ser mi pareja —añadió Skye.

—Y ahora... —volvió a decir Chase—, estamos aquí porque he decidido dar el siguiente paso en nuestra relación.

Las finas cejas de Skye se levantaron hasta el punto más alto de su sien, expresando sorpresa. ¿Acaso Chase había dicho lo que creía que dijo? Probablemente no..., tal vez se lo había imaginado o había oído mal. ¿Pero y si no?

—Me has oído bien, Skye —dijo Chase, como si le hubiera leído el pensamiento—. Estoy listo para dar el siguiente paso.

Ésta oración se oyó fuerte y claro. Tanto así que no pasó inadvertida por los comensales que, de un momento a otro, cesaron con sus propias conversaciones, volvieron sus cabezas hacia donde los cachorros y agudizaron sus oídos.

El pastor alemán carraspeó un par de veces antes de retomar la palabra.

—Yo, Chase Schülze, estoy aquí frente a ti, en presencia de muchos testigos... —dijo, dando un rápido vistazo a los curiosos. Luego, metió una pata en su bolillo y sacó una cajita forrada de terciopelo—, para pedirte que...

<<No puede ser. Está pasando —Skye pensó para sus adentros—. ¡En serio está pasando!>>

—... que te cases conmigo —declaró. A su vez, abrió la cajita, dejando a la vista el esplendoroso anillo de compromiso. Los pocos rayos del sol iluminaron el gran diamante de color rosado—. ¿Qué me dices, Skye? ¿Quieres ser mi esposa y unir tu vida junto a la mía?

La cockapoo se quedó viendo la pieza valiosa por unos cuantos segundos más antes de dejar escapar un chillido de emoción y una lágrima de alegría. Miró a Chase.

—¡Sí, Chase! —respondió, asintiendo una y otra vez—. Por supuesto que sí. ¡Acepto! ¡Acepto casarme contigo!

Entonces, Skye se le abalanzó y le robó un beso al pastor alemán. Éste correspondió el acto, y le abrazó.

El señor Porter, que no se había alejado ni por un segundo y se había mantenido a la expectativa de todo, cesó su tocada y les felicitó. Los comensales, por su parte, gritaron de alegría y, casi al unísono, se levantaron de sus respectivos asientos y dejaron escapar unos fuertes silbidos. Los vítores de aplausos tampoco tardaron en hacerse audibles.

En ese momento, el ocaso comenzó a hacerse notar con más claridad. Y una fuerte ventisca, que nadie advirtió, levantó las servilletas de las mesas.

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Tras ver que la bandera comenzó a ondular con agitación, el ignoto canino de diez años supo que era el momento indicado para llevar a cabo su próximo ataque.

<<Pero con cuidado>>

Metió una pata en el bolsillo delantero de su sudadera y sacó el segundo objeto que traía además del táser: Un estuche negro de treinta centímetros de largo.

Lo contempló por un momento antes de abrirlo y sacar a la luz un tubo de ensayo de quince centímetros, sellado con un insignificante corcho. Para cuando lo hubo retirado, volteó, lentamente, el tubo de ensayo. Y su fatal contenido; unos gránulos blancos similares a las partículas de polvo, fue arrastrado inmediatamente por la fuerte ventisca con dirección norte, hacia el restaurante Porter.

<<¿Qué estarán celebrando?>> —pensó al tiempo que observaba al feliz gentío.

Diez segundos después, el tubo quedó vacío. El can lo guardó nuevamente en el estuche, que regresó a su bolsillo.

Tras observar a los alrededores y confirmar que no había nadie cerca, salió, por completo, de su escondite de un salto. Se volvió hacia su derecha y corrió calle abajo. Había logrado recorrer unos tres metros antes de detenerse y, de un momento a otro, volverse sobre su hombro y observar por última vez a la animada clientela del restaurante.

—Lo siento —musitó al tiempo que experimentaba una sensación de culpa y arrepentimiento—. Por favor, perdónenme.


[8.180 PALABRAS]

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