
𝟏𝟑
<<LA LUCHA FINAL>>
Residencia de Carmen Sayer, BA (CA).
Noviembre 21, 2024
08:13 PM
Durante esa fracción de segundo, poco después de haber sido imprevistamente recibido por la West Highland Terrier, y su arma, el pastor alemán pensó únicamente en una cosa:
<<Mantén la calma>>
Como parte del entrenamiento policíaco, una de las cosas principales que les enseñan a los cadetes es a mantener la calma durante situaciones extremadamente peligrosas. Chase respiró, contando hasta 10 de manera mental. Controló su pulso. Y, al mismo tiempo, hizo un esfuerzo por no cambiar su expresión seria.
<<No le muestres temor>> —se dijo nuevamente.
—¿Qué sucede Chase? —comenzó a mofarse la cachorra de pelaje blanco. Sin bajar su arma, se acercó y cogió el arma de Chase, y la arrojó a un extremo de la habitación—. ¿No tienes nada que decir?
—Oh, pero por supuesto que sí —soltó Chase con desprecio—. Tengo mucho que decir. Pero conociéndote, no creo que quieras oírlo.
La West Highland Terrier sonrió por el comentario.
—Tienes toda la razón, no quiero oírlo —sumó July. Al mismo tiempo, empujó el cañón de su arma contra la nuca del pastor alemán—. Acércate a los televisores —ordenó ella. Chase se limitó a obedecer.
Volvió la vista a los monitores. En uno de ellos, podía verse el pasillo que llevaba directamente hacia la habitación de Skye.
—Ese doctor que carga esos archivos, trabaja para mí —tras oír esto, Chase rápidamente clavó la vista en el sexagenario que aparecía en la pantalla, acompañado por otros dos colegas de vestimenta blanca—. O tal vez no......—añadió la fémina—, tal vez mi cómplice sea ese otro doctor, o la enfermera. O simplemente no es ninguno y sólo estoy jugando contigo. ¿Qué eliges creer?
Harto de sus juegos, el pastor alemán procedió a volverse lentamente, quedando cara a cara con la West Highland Terrier. El cañón del arma de la fémina tenía como nuevo blanco la sien de Chase.
—Pienso que no eres más que una homicida psicópata narcisista —le contestó, sin inmutarse—. Y no soportas haber perdido cuatro años atrás. Regresas para vengarte.
La sonrisa fría de la cachorra pareció aumentar.
—Soy todo eso y más......—dijo, en un tono orgulloso—. Y respecto a lo último, era obvio que volvería. Después de todo, tú y todos en ésta ciudad tienen una deuda conmigo.
—¿En serio vas a seguir con lo mismo? —le preguntó. A pesar del cañón que tenía delante, su expresión seria permanecía intacta—. Nosotros no somos responsables de lo que le pasó a tu amiga.
Estas palabras hicieron que la rabia que tenía invadida a July Harris se incrementara.
—Pero claro que sí —repuso ella.
—Pero claro que no —le contestó casi al instante—. Nosotros no tenemos la culpa.
—Y entonces quién, ¡¿eh?! ¡¿Quién tiene la culpa?!
—Ni yo, ni nadie de Bahía Aventura. Compréndelo. Nosotros no somos responsables de la muerte de Carm....
—¡No digas su nombre! —le interrumpió July. Frunció el entrecejo—. No tienes derecho a decir su nombre.....—espetó—. Y además, te equivocas. Porque ustedes SI son culpables por su muerte. ¡TODOS Y CADA UNO DE USTEDES!
—¡Entiéndelo! Nadie la mató. Ella se suicidó.
—Sí, pero como consecuencia del miedo que le sembró ese monstruo al que USTEDES dejaron ir......—suspiraba. Hubo una breve pausa—. Solo debían declararlo culpable y encerrarlo......
—Sí, pero entiende que su liberación fue una decisión tomada por la corte —le interrumpió Chase—. Nadie lo quería libre. Pero sucedió. Suele pasar. Pasa todos los días.
—Sí, pero fue esa maldita decisión lo que causó que yo perdiera a mi familia. ¡A mi única familia! —la mirada de July se empañó ligeramente. Sin embargo, a pesar de este indicador de dolor emocional, sus ojos continuaban emanando una inmensa chispa de odio e ira—. Me quitaron a quien yo más quería en esta tierra......a la única persona que me amaba......Y no sabes lo que se siente........¡AÚN!
En cuanto dijo eso, Chase se quedó perplejo por un momento.
—¿Qué quieres decir con eso?
Pasado un par de segundos, la West Highland Terrier se calmó y volvió a sonreírle.
—Mira en la mesa —ordenó con frialdad.
Sin nada que hacer (al menos, por el momento), el pastor alemán obedeció y se acercó hacia la mesa sobre la que yacían los televisores. Detrás de ellos, había un documento enrollado. Era largo y de color azul.
—Cógelo —agregó July. Chase obedeció.
Cogió el documento, y tras recibir otro par más de instrucciones por parte de la airada fémina, el pastor alemán colocó dicha pieza de papel maltrecho sobre el suelo. Lo desenrolló. Y en cuanto vio su contenido, abrió los ojos como platos.
<<No puede ser verdad>>.
.............
A unos 20 kilómetros de ahí, en el área norte de la ciudad, casi cercano al restaurante Porter, yacía una pequeña casa de un solo piso.
En medio de la oscuridad, en el pequeño y desgastado sillón del salón familiar, yacía sentado Alex Porter, con la mirada clavada en el vacío. Estaba pensando en sus acciones futuras, y en las consecuencias que estas mismas conllevarían para sí.
<<¿Si no lo hago yo....—se dijo mentalmente—, quién lo hará?>>
Se mostraba indeciso.
Entonces, apartó la vista hacia la derecha, hacia el muro adyacente, de la que colgaba una pequeña instantánea enmarcada. En ella, podía verse a un feliz Alex Porter, acompañado por su novia, Livy, y por su abuelo. En el fondo, se veía un cartel que ponía: "FELIZ CUMPLEAÑOS Nº10, ALEX".
Observar aquello le hizo tomar una decisión. Frunció el ceño. Se levantó de golpe. Y sin perder tiempo, salió pitando del lugar, dirigiéndose ahora hacia la habitación de su difunto abuelo.
Para cuando puso un pie en el umbral, Alex Porter pudo sentir las buenas vibras que transmitía la habitación. La positivad y buen espíritu del hombre que lo educó desde la muerte de sus padres (cuyas vidas se perdieron en un trágico accidente de tránsito hacía 9 años) aún estaban presentes en ese lugar.
<<Ahora.....¿en dónde lo habrá guardado?>>
Pasado un par de minutos, y luego de estudiar el lugar con detenimiento, el preadolescente comenzó a rebuscar entre los cajones. No halló nada. Con la misma impaciencia, continuó buscando dentro del armario, en un baúl viejo, y por debajo de la cama.
Tras hacer esto último, halló lo que buscaba: Una pequeña caja de metal, de color verde oliva. Sobre la tapa de la misma, yacía grabado una pequeña bandera estadounidense. Y por debajo de la misma, se podía leer lo siguiente:
UNIDAD DE FUERZAS ESPECIALES (FUERZA DELTA. 1999)
Propiedad de Joseph J. Porter
Trató de abrirla. Más no pudo hacerlo. Después de todo, estaba cerrada con candado.
En esa fracción de segundo, una idea se le pasó por la mente. Se puso de pie y salió del lugar. En cuestión de minutos, regresó con un martillo en la mano, y con un cincel en la otra.
Diez segundos después, luego de un intenso trabajo y un par de martillazos, el candado de plata finalmente se rompió. Lo retiró del seguro de metal. Abrió la pequeña caja. Dentro, había ciertos objetos, entre ellos: Instantáneas en blanco y negro, un viejo diario con cubierta de cuero, y un par de medallas al valor (todas oxidadas, por cierto).
<<Tiene que estar por aquí>>
Tras rebuscar más fondo, finalmente halló lo que buscaba. Con delicadeza, cogió el pesado objeto. Al mismo tiempo, pensó:
<<Haces esto por un bien mayor>>
.............
Poco después de haberle administrado el "medicamento milagroso" a un par de jóvenes (que se recuperaron completamente en menos de cinco minutos, por cierto), Riley y Rachel se dirigieron hacia el tercer piso, hacia la habitación 314.
—Este es el último paciente que nos queda......—dijo la enfermera canina tras llegar a la puerta.
Ambos canes ingresaron al lugar, pero en cuanto pusieron una pata en el umbral, Riley se detuvo en seco, mirando con perplejidad el monitor de los signos vitales, cuya alerta de ritmo cardiaco comenzaba a hacerse audible.
En respuesta, Rachel se alarmó y corrió hacia la cama del Labrador. Al mismo tiempo, mientras procedía a realizar la RCP, encendió su placa y gritó:
—¡Alerta! ¡Tenemos un código azul! ¡Traigan las paletas!
.............
Chase quedó boquiabierto tras ver el contenido de dicho documento.
No era cualquier documento. Se trataba de algo mayor. Y extremadamente peligroso de caer en las manos y/o patas equivocadas. Eran los planos que mostraban la ubicación de todas las tuberías subterráneas de Bahía Aventura, que estaban encargadas de llevar gas natural desde una gran infraestructura (que yacía situada a unos pocos metros de la base de la Montaña de Jake) hasta cualquier punto de la ciudad.
En medio de los planos, justo encima de donde decía: "Segunda tubería principal", había una gran <<X>> roja. A un lado, estaba escrito lo siguiente: "COLOCAR LA BOMBA AQUÍ".
<<Estuvo bajo nosotros todo el tiempo>> —pensó, mientras miraba los planos con incredulidad.
—Ahora vuelve la vista al televisor.....—ordenó July. Chase Schülze tardó un momento en reaccionar. Finalmente se movió—. En cuanto el cronómetro llegue a cero.....—agregó—, la bomba detonará. Y en cuanto la tubería principal explote, todo el Hospital se vendrá abajo. El resto del sistema de tuberías también se destruirá, y en cuanto eso suceda, esta ciudad se esfumará para siempre en cuestión de minutos —pausó brevemente para ver la reacción del can—. Todos morirán......—soltó en un tono victorioso—. Y lo mejor de todo, es que sabes todo esto y no podrás hacer nada para evitarlo. ¡Has perdido! Y ahora, nos quedaremos aquí, y veremos como muere tu preciosa Skye.
Tras oír aquello, el pastor alemán trató de mantenerse tranquilo.
—¿Cómo fue que lo lograste? —le preguntó abiertamente, sin mostrarse feliz—. ¿Cómo fue qué introdujiste esa bomba en el Hospital?
La fémina soltó una risilla.
—A la próxima....—comenzó a decir July Harris—, cuando un ambulancia llegue a una escena, asegúrate de que la paramédico sea auténtica. ¡Ja! Ni te imaginas lo sencillo que fue introducir a una de mis centinelas en el estacionamiento subterráneo del hospital —la mirada del can expresaba extrañeza—. ¿Qué ya no lo recuerdas? ¡Incluso has hablado con ella!
En ese momento, Chase puso los ojos en blanco tras recordar los sucesos de esa mañana, en específico cuando habló con la paramédico que estaba a cargo de transportar a uno de los supervivientes de la masacre de "Adventure Beach". Algo en ella le pareció extraño: Su apariencia. Parecía no tener más de 18 años. Y según los requisitos obligatorios que exigían cada hospital en la ciudad, los paramédicos debían tener 20 años para adelante para poder ocupar dicho puesto.
Sucesivamente, Chase Schülze recordó algo que había oído en el vídeo del tiroteo de Adventure Beach:
"Asegúrense de dejar heridos".
La frase resonó en su mente por unos cuantos segundos. Poco después, todo tuvo sentido.
Los centinelas dejaron personas heridas intencionalmente para que fueran trasladados al Hospital General Marshall Memoriam. Y dada la situación delicada de los supervivientes, nadie cuestionaría a una paramédico de aspecto juvenil transportando a una persona con heridas de bala. De esa forma, la centinela tendría fácil acceso al Hospital. Y, a su vez, introduciría con facilidad el artefacto explosivo en el edificio.
—Ella y la bomba estaban justo bajo tus patas. ¡Y tú no tenías ni idea! —agregó July, soltando una carcajada. Posteriormente, activó su collar y llamó a su centinela Jesse Pierce. Tras darle un par de instrucciones, colgó—. Y ahora que estás aquí, y dado que no quiero hacerte esperar, adelantaré la hora de la detonación. A Skye y a todos los miserables de esta ciudad les queda menos de veinte minutos.
Chase oyó suficiente. Por consiguiente, se volvió hacia la fémina. Y sin inmutarse, y mientras se quitaba su mochila, dejándola a un lado, dijo:
—Para aclarar las cosas, me estás diciendo que la bomba está en el estacionamiento subterráneo del Hospital General Marshall Memoriam, dentro de un ambulancia, ¿verdad?
—Claro —respondió.
—Y que ahora nos queda menos de veinte minutos exactos para que ésta detone, ¿no?
Ante dicha incógnita, la West Highland Terrier comenzó a extrañarse.
—Eso es lo que dije......
—Perfecto —dijo Chase, con un tono de voz fuerte y claro—. Actúen de prisa....—agregó.
—¿De qué hablas? —inquirió, mostrando confusión—. ¿Qué estás dic.......?
En ese momento, la West Highland Terrier lo notó.
Dentro de la oreja del pastor alemán, había un pequeño dispositivo metálico, ovalado. Y de color negro. Se trataba de un audífono. La cachorra palideció al ver objeto, y antes de que pudiera decir nada, volvió la vista hacia los televisores y, en uno de ellos, podía verse a cierto Labmatian charlando con Ryder y Jhonny.
A continuación, luego de que Unai Abad Tercero se cogiera la oreja izquierda y contestara algo en voz baja, él y los otros dos allí presentes comenzaron a correr, tomando el pasillo sur, con dirección hacia las escaleras de emergencias.
Mientras July Harris trataba de procesar todo esto, Chase, ahora con una sonrisa en el rostro, le dijo:
—¿Quién ríe ahora, eh?
.............
El Labmatian miró su reloj, quedaban menos de 16 minutos.
En ese momento, mientras él, Ryder y Jhonny bajaban a toda prisa por las escaleras con destino al estacionamiento subterráneo, pensó:
<<Buen plan, Chase. Buen plan>>
Hacía no más de media hora, poco después de salir de la habitación de Skye, el pastor alemán se dirigió hacia la recepción. Tras llegar al lugar, mantuvo la calma y fingió serenidad. Luego pasó (lentamente) a un lado del Labmatian, quien se encontraba hablando con una enfermera canina.
En esa fracción de segundo, dio un falso tosido. Y casi en susurro, le dijo:
—Unai, nos vemos en el baño. Rápido.
Unai Abad Tercero se extrañó al momento de oír la petición.
Tras agradecerle a la enfermera canina por brindarle información respecto a la situación actual de Avery (quien ya había salido de cirugía hacía no más de cinco minutos, por cierto), el Labmatian giró en redondo y siguió al pastor alemán.
En menos de quince segundos, ambos canes llegaron a los sanitarios.
—¿Qué sucede, Chase? —dijo Unai, mientras cerraba la puerta tras suyo.
En ese momento, el pastor alemán procedió a buscar algo en su mochila.
—Escúchame atentamente.....—comenzó a decir—. Sé en donde está July.
El Labmatian le miró, convencido de que no le había oído bien.
—¿En serio? —preguntó. El pastor alemán asintió.
—Ahora mismo iré hacia allá.
—Pues en ese caso, yo iré contigo.
—No, eso no —añadió Chase, mirándole brevemente—. Esto es entre ella y yo. Además, tienes que quedarte aquí en el hospital. Y esperar a mi señal.
—¿Señal?
—Exacto —respondió. Unai comenzó a mostrarse confuso—. Verás, si encuentro a July, y en caso de que intente resistirse, y créeme, lo hará, podría resultar mal para mí. Y en caso de que intente matarme, antes ella podría revelarme cierta información sobre la ubicación de la bomba.
El Labmatian comenzó a comprenderle.
—¿Y por qué debo quedarme en el hospital?
—Bueno......—volvió a decir, mientras sacaba un par de audífonos de su mochila—. En caso de que termine herido, te notificaré todo con ayuda de estos audífonos. Así que mantente atento.
—Entiendo —convino él, mientras cogía uno de los aparatos y se lo colocaba en la oreja izquierda—. Pero, ¿por qué me dijiste todo esto aquí y no en la sala de reuniones?
—Por las cámaras —respondió el can—. Riley me dijo que July tenía un programa de computadora con la que fácilmente puede hackear las cámaras de seguridad de cualquier punto en la ciudad. No lo recordé hasta hace unos minutos. Por eso pedí vernos aquí. Ya que éste es el único lugar sin cámaras —tras colocarse su propio audífono, miró su reloj—. Me tengo que ir. Tú actúa como si nada hubiera pasado. Y mantente atento.
Tras volver a la realidad, el Labmatian, y sus otros dos acompañantes, se detuvieron tras llegar al final del trayecto. A su izquierda, en la pared de concreto grisácea, había un pequeño cartel que ponía lo siguiente:
PARKING →
Frente a ellos, había una puerta gris.
Sin perder tiempo, Ryder se acercó y abrió la puerta. Pero en cuanto puso un pie en el umbral, un fuerte puñetazo en el rostro le hizo retroceder con brusquedad. Cayó al suelo. Y tras recomponerse, lo primero que vio fue a una chica de 18 años parada frente a él.
—No lo lograrán —espetó la centinela—. No se los voy a permitir.
.............
July Harris estaba hecha una furia. Chase Schülze, por su parte, mantenía su sonrisa.
—Has perdido —le dijo.
En ese momento, la ira que tenía invadida a la fémina se incrementó a mayores magnitudes. Y ahora, siendo guiada por su frustración, se volvió hacia el can y gritó:
—¡Disparar!
El arma automática de July dejó escapar un tiro. Sin embargo, el pastor alemán fue más rápido. En esa milésima de segundo, dio un rápido salto hacia su derecha, logrando esquivar el tiro. La bala acabó por impactar en unos de los cinco monitores, destruyendo la pantalla. Como resultado, un pequeña ráfaga de luz comenzó a salir del aparato. La West Highland Terrier quedó ciega brevemente.
Aprovechando esta oportunidad, el can se abalanzó sobre ella y, tras hacerla caer al suelo, su mochila chocó directamente contra la dura superficie. Se dañó. Y la prominente garra metálica soltó el arma. Esta última se resbaló y quedó situada por debajo de la mesa.
La fémina notó esto. Sin hacer mucho esfuerzo, logró dar un salto, poniéndose de pie, aventando violentamente a Chase contra una pared. Como resultado, se levantó una ligera nube de polvo. Y los pocos cuadros, que yacían colgados en dicho muro, cayeron al suelo casi al instante.
Mientras se quitaba la inservible mochila, July se volvió hacia él, mirándole con furia. Chase se recompuso, y mientras fruncía el entrecejo, quedando cara a cara con la fémina, un fino hilo de sangre comenzó a escapársele por la nariz. Se la limpió rápidamente.
<<A pelear se ha dicho>>
.............
Sin titubear, y sin pensárselo dos veces, Ryder se abalanzó sobre la centinela, haciéndole caer al suelo. Al mismo tiempo, mientras sujetaba con fuerza las manos de la fémina (cuya fuerza era increíblemente descomunal), se volvió hacia los canes y gritó:
—¡Dense prisa y desactiven la bomba!
Los canes asintieron y procedieron a correr hacia el único vehículo que yacía en el lugar: Un ambulancia.
—¡No! —exclamó Jesse. Entonces, miró a Ryder, y con todas sus fuerzas, le propinó un cabezazo, teniendo como blanco principal la nariz del chico.
El aludido instintivamente se cogió la nariz, gimiendo de dolor. Al tener las manos libres, la fémina le empujó. Y rápidamente, se puso de pie. Poco después, metió una mano en su bolsillo y sacó una pequeña navaja.
Ryder se recompuso. Pero en el momento en que se puso de pie, pudo ver como la fina hoja de acero oscilaba hacia él con rapidez. Esquivó el primer ataque, desviándose hacia la derecha. Sin embargo, debido a este mal movimiento, perdió el equilibrio y casi cayó al suelo. Aprovechando esta breve oportunidad, Jesse Pierce se le acercó por detrás y, sin dudarlo, le apuñaló en la espalda baja.
El grito de dolor por parte de Ryder hizo que Unai se parara en seco. Se volvió sobre su hombro izquierdo. Y tras ver la situación del muchacho, decidió acudir en su ayuda.
En cuanto recibió la sexta y séptima puñalada, Ryder cayó de rodillas. Simultáneamente, su vista comenzó a hacerse borrosa. Un fino hilo de sangre comenzaba a escapársele por la boca.
<<Esto es por mi padre>> —pensó J. Pierce, con una sonrisa de satisfacción.
Estaba lista para degollar a Ryder. Sin embargo, una fuerte mordida en su brazo dominante le hizo detenerse, haciéndole soltar el cuchillo. Casi al instante, soltó un fuerte grito.
—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Jhonny, quien ya había llegado donde el ambulancia. Por encima de ésta última, y pegada al techo, yacía una gruesa tubería de color blanco. Una gigantesca etiqueta ponía: "TUBERÍA PRINCIPAL DE GAS NATURAL".
En ese momento, tras varios ajetreos y luego de soltar al aire un par de blasfemias, la fémina logró liberar su brazo, arrojando al Labmatian a un lado. Éste último aterrizó sobre sus cuatro patas.
—¡Yo la detendré! —gritó el can militar, sin apartar la vista de la airada centinela—. ¡Tú desactiva la bomba!
Una vez dicho eso, la lucha comenzó.
Jesse Pierce pensó que ya tenía esto logrado. Sin embargo, no fue así. Debido al estricto entrenamiento militar que recibió el Labmatian durante tres largos años, a éste último se le hizo fácil esquivar y devolver los golpes que la centinela le propinaba.
El Corgie, por su parte, ingresó al vehículo.
Rápidamente, apartó el trípode de la cámara a un lado. Luego, se volvió hacia el compartimiento que contenía la bomba. Según el cronómetro, quedaban menos de 13 minutos para la detonación. Mientras estudiaba el artefacto con la mirada, hizo un esfuerzo por mantener la calma.
<<Encuentra el cable azul>> —se dijo mentalmente, mientras hacía memoria del pequeño curso que tomó (por obligación de Chase) hacía un par de años, y recordaba los pasos a seguir para desactivar una bomba exitosamente.
Sin embargo, tras retirar la carcaza de una pequeña caja negra, descubrió que no había ningún cable azul. Todos y cada uno de los cables eran del mismo color: Rojo.
<<¿Ahora que hago?>>
En ese momento, y un poco antes de que la sensación de angustia comenzara a apoderarse de él, una idea se le pasó por la mente.
Se bajó del vehículo y cerró ambas puertas traseras con brusquedad. Luego, se dirigió hacia la cabina. Pero al no hallar las llaves, decidió encender el vehículo de una forma poco ortodoxa. Con ayuda de una navaja (que halló sobre el tablero, además), retiró una pieza de metal que yacía por debajo del tablero y, a continuación, halló un par de cables.
Pasado un par de segundos, logró encender el motor.
Cogió el volante. Y tras clavar la vista en el camino, jaló la palanca de tracción. Pisó el acelerador, y como si una carrera se tratase, procedió a conducir con rapidez, dirigiéndose hacia la rampa que daba acceso hacia el exterior.
.............
En el momento en que el Jet G550 (perteneciente al director de la cadena de la WNBC) se hallaba sobrevolando sobre los límites entre Bahía Aventura y Fondo Nuboso, el piloto se volvió sobre su hombro derecho. Se aclaró la garganta y dijo:
—Ya estamos por llegar, señorita Krown.
La Norfolk Terrier le agradeció. Luego, pegó la cara contra la ventanilla.
<<Cómo extrañé ésta ciudad —pensó ella, mientras contemplaba desde lo alto a la pequeña metrópoli, recordando con nostalgia las pocas semanas de estancia y los buenos momentos que tuvo en la misma. En ese momento, otra idea pasó por su mente—. Cuatro años......—se dijo—, y al fin volvió ese monstruo>>
"El monstruo blanco", así es como Kelly Krown se refería (y seguía refiriéndose) a July Harris mucho antes de que la prensa, tanto local como nacional, le acuñara a la West Highland Terrier su actual apodo: "La Bombardera de la Mochila Azul".
Desde los terribles sucesos que tuvieron lugar cuatro años atrás, muchas personas, incluida Kelly, se preguntaron si, tras la desaparición total de July, esta última volvería y se le llevaría ante la justicia.
Dos días atrás, esa respuesta sería contestada.
Tras terminar un reportaje nocturno (cuyo tema principal era el debate que surgía entre dos congresistas republicanos), la reportera canina se dirigió a su camerino.
Estaba exhausta, más de lo normal. Lo único que quería era regresar a casa, comer un poco, tomar una ducha tibia y leer un poco.
<<La mejor forma para iniciar las vacaciones anuales>>
Comenzó a guardar sus cosas dentro de su maletín. Pero antes de que pudiera coger su laptop (que descansaba sobre una pequeña mesa de centro), ésta última se encendió. En la pequeña pantalla, podía verse el logo de una video-llamada entrante, acompañado por el logo de una placa amarilla, en cuyo centro podía verse la silueta de una llave inglesa.
<<Rubble>> —pensó, mientras sonreía de oreja a oreja. Aquello siempre le hacía feliz.
Tras la tercera tonada, finalmente contestó.
—Hola, amor —saludó enérgicamente—. Antes que digas nada, déjame decirte que ya preparé una habitación en mi apartamento para que....
—Kelly.....—le interrumpió. Aquello tomó por sorpresa a la fémina. Después de todo, su mejor amigo (y novio por casi tres años) jamás le hacía eso—. Necesito decirte algo.
La reportera canina le escuchó, y advirtió cierto grado de consternación en su tono.
—¿Qué sucede? —preguntó. Rubble titubeó, como si dudara en responder. Pasado un par de segundos, habló. Le contó sobre la inesperada reaparición de July Harris y sobre los recientes ataques perpetrados en la ciudad costera—. ¿Acaso es una especie de broma....? —inquirió Kelly, mostrándose incrédula. El can lo negó.
—Está de regreso —confirmó el pequeño Bulldog—. July Harris regresó.
Éstas últimas palabras resonaron en la mente de la reportera canina. Estaba conmocionada. En shock.
<<Por fin regresó....—se dijo a sí misma—. Por fin apareció ese monstruo. Ésta es mi oportunidad para ayudar a capturarle. Se lo debo a Marshall....y a todos los que murieron en los ataques>>
La reportera canina se volvió hacia la pantalla.
—Sé lo que piensas, y la respuesta es no....—dijo Rubble casi al instante—. No quiero que vengas. La ciudad se ha vuelto peligrosa. Y mientras sigamos con esta situación, lo mejor será que te quedes en Nueva York.
—Pero Rubble.....
—Lo lamento, Kelly. Pero es por tu bien. Te quiero a salvo.
—Pero podría ayudar....
—La respuesta sigue siendo No —le apremió, mostrando seriedad—. Lo lamento, Kelly. No puedes venir. Te mantendré informada de todo. Te lo prometo.
A regañadientes, la fémina aceptó los términos. Al menos, eso es lo que le dijo al inocente Rubble. La video-llamada finalizó.
<<Si no querías que fuera, no deberías haberme dicho todo esto para empezar —pensó. A continuación, guardó su laptop y salió pitando del lugar, dirigiéndose hacia el estacionamiento—. Ay, mi dulce Rubble, ¿cuándo aprenderás que yo jamás acepto un No como respuesta?>>
El ruido de las turbinas del motor le sacaron abruptamente de sus pensamientos.
Por consiguiente, se recostó sobre el asiento de cuero, volviendo la vista hacia la pequeña mesa que tenía delante suyo, y sobre la que descansaba un pequeño ordenador portátil.
En la parte inferior del aparato, luego de que James Salazar (conductor de noticias del canal 13) hiciera una breve introducción sobre los recientes sucesos, para luego darle el pase a Hailey Daily (y célebre reportera, además), comenzó a titilar el siguiente titular:
ALERTA DE EMERGENCIA: EVACUACIÓN OBLIGATORIA
Al poco tiempo, la transmisión se cortó repentinamente. El aparato estaba recibiendo una video-llamada entrante. Kelly Krown miró la pantalla, sólo que ésta vez, no llegó a sonreír.
—Rubble.....—comenzó a decir. Hubo una breve pausa—. Oye, sé que no querías que volviera a Bahía Aventura, pero.......yo.........tengo algo que......—antes de que pudiera decir más, el pequeño bulldog le detuvo. Y con la mayor calma posible, procedió a compartirle cierto descubrimiento imprevisto suscitado en el caso de July Harris. Tras oír aquello, la fémina se quedó boquiabierta—. E-Espera un minuto.....—vaciló, mientras sacudía la cabeza. Su mirada expresaba una evidente incredulidad—. ¡¿Cómo es eso de que Marshall está vivo?!
.............
El pastor alemán corrió hacia la West Highland Terrier.
Tras llegar a un par de centímetros de su ubicación, ella le cogió del collar y, con todas sus fuerzas, arrojó a Chase hacia la mesa de los televisores, causando que todos los aparatos, sin excepción, cayeran al suelo. Se oyó un fuerte estruendo.
Trató de recomponerse, pero un poco antes de que pudiera levantarse completamente, July Harris corrió hacia él y saltó. Casi al mismo tiempo, la fémina sacó las garras y abrió su hocico, revelando así sus pequeños, pero afilados colmillos.
Velozmente, el pastor alemán se apoyó sobre su lomo. Luego, flexionó sus patas traseras. Y en cuanto la fémina estuvo lo suficientemente cerca, alargó las patas, arrojando a la aludida con fuerza hacia la pared del fondo. Otro estrépito se oyó, seguido por un corto gemido.
Enfurecida, la West Highland Terrier se recompuso. Luego, metió una pata en su bolsillo. Tras coger el pequeño control y presionar el único botón, se abrió una compuerta secreta de la pared que tenía detrás suyo. De ésta, cayó un amordazado dálmata.
—Marshall.....—musitó Chase. Sin pensárselo dos veces, se acercó velozmente hacia su amigo moteado. Este último estaba semiinconsciente. Presentaba un par de arañazos en el rostro y, casi por la entrepierna, había un par de moretones—. ¿Qué le hiciste? —preguntó, mientras miraba de reojo a July Harris.
La fémina experimentó una oleada de emoción.
—Nada que él no disfrutara —respondió. En ese momento, metió su pata nuevamente en su bolsillo, sacando de éste una pequeña navaja (hecha específicamente para que cualquier can pudiera manejarla con facilidad).
Pasado un par de segundos, y luego de intercambiar una mirada fulminante, ambos canes se acercaron, tratando de golpearse uno al otro. Poco después, un par de ladridos y gritos comenzaron a hacerse audibles.
A mitad de la lucha, que parecía no tener fin, la fémina soltó el cuchillo. Y, sin saberlo, este último cayó a un par de centímetros del inconsciente dálmata.
.............
El Corgie necesitaba deshacerse de la bomba. Y ya tenía una idea de donde podría desecharla.
Tras tomar la 65 y Lexington (logrando así evitar el tránsito), el can apresuró el paso. Mientras más avanzaba, logró notar que, poco a poco, por detrás de un par de edificios que tenía al frente, el puente colgante comenzaba a hacerse visible.
<<Ya estoy cerca>>
Su plan consistía en llegar al puente y arrojar el ambulancia por la barandilla, haciéndola caer en medio de la bahía. Al menos así, no habría mucho daño. Y la fuerte explosión sería apaciguada por el gran cuerpo de agua.
Estaba tan cerca de lograrlo. Había llegado a la mitad del puente colgante. No obstante, cuando estaba a punto de dirigir el ambulancia hacia la barandilla, sucedió lo imprevisto. Se oyó un ronroneo por parte del motor y, más adelante, el vehículo comenzó a detenerse. Éste último se había quedado sin combustible.
<<¡NO PUEDE SER!>>
El Corgie golpeó el tablero y gritó por la frustración.
Por consiguiente, se calmó. Y tras ver el reloj del salpicadero (descubriendo que quedaba menos de un minuto para la detonación), se inmutó y se bajó del vehículo.
<<Debo salir de aquí cuanto antes>>
En ese momento, notó que, por el lado contrario del puente, comenzaban a hacerse notables un par de luces intermitentes.
.............
La camioneta de la BBC conducía por el puente colgante. Y Michael Grenger estaba hecho una furia.
—¿Cómo rayos pudimos perder a ese pastor alemán? —vociferó, sin apartar la vista del camino.
—¿Y a mí que me preguntas? —dijo Yaneth Low en respuesta—. Te dije que le siguieras por esa calle. Pero nooooo. Tenías que tomar dicha avenida que, según tú, era un atajo.
El Border Collie volvió a refunfuñar. En ese momento, notó que, a unos cuantos metros al frente, había un ambulancia. Y fuera de esta, yacía un can de vestimentas blancas.
—Oye......—comenzó a decir Yaneth Low, mientras apuntaba al aludido parado en medio del camino—. ¿Qué ese no es el amigo del pastor alemán por el qué tanto chillas?
El Border Collie le regaló una mirada fulminante. Luego, volvió la vista al frente y aceleró el paso. Para cuando finalmente se detuvo donde el Corgie, este último se acercó a la camioneta, hacia el lado del conductor, y dijo:
—Tenemos que irnos de aquí. Hágame espacio.
El Border Collie se quedó perplejo.
—¿Cómo dic.....?
Antes de que pudiera terminar la incógnita, el Corgie se metió dentro de la camioneta, empujando al reportero canino contra su camarógrafa (estos dos se sintieron incómodos por la cercanía). Cerró la puerta. Tomó el control del volante. Pisó el acelerador y se apresuró a abandonar el lugar.
Molesto, el Border Collie se volvió hacia él y exigió respuestas.
Antes de que Jhonny pudiera decir nada, se oyó un fuerte estrépito. A la par, comenzó a hacerse visible un luminoso resplandor. Motivada por la curiosidad, la gatita Yaneth Low pegó su cara contra la ventanilla, y tras ver por el espejo retrovisor que la fuente de tal ruido y luz era por consecuencia de una explosión, experimentó una oleada de consternación.
—No puede ser.......
A continuación, otro par de ruidos extraños comenzaron a hacerse audibles.
La gatita montés, seguida por el Border Collie (quien también se acercó hacia la ventanilla), levantaron la vista, hacia los cables de suspensión del puente colgante. Estos últimos, debido a sus estados de deterioro, y a la increíble sacudida que causó la fuerza de la explosión, comenzaron a romperse uno a uno.
En cuestión de segundos, el puente colgante comenzó a colapsar.
—¡Acelera! —gritaron casi al unísono los miembros de la BBC.
El Corgie no objetó.
Jaló la palanca de tracción y duplicó la velocidad. Tenía que ser rápido. Parecía un escape simple y sencillo. Sin embargo, no fue así. El camino de concreto comenzó a zigzaguear, moviéndose hacia los laterales con brusquedad, retrasando así la movilidad de la camioneta.
Para complicar aún más las cosas, sucedió lo imprevisto. Un trozo de asfalto (de entre 18-20cm de ancho, y de 60cm de largo) se hundió, formando como resultado un pequeño agujero. En él, quedó atrapado una de las ruedas traseras de la camioneta, haciéndole parar.
Al ver que ya no avanzaban, tanto los canes como la gatita montés compartieron la misma sensación de angustia. Luego, les invadió el temor.
<<¡ES NUESTRO FIN!>>
Afortunadamente, gracias a una pequeña ondulación que levantó la camioneta de la BBC (haciendo que diera un brinco, literalmente), esta última logró salir de la pequeña trampa imprevista. Se oyó un estrépito. Tras volver a tocar tierra, el Corgie pisó a fondo y derrapó el asfalto.
Para cuando finalmente lograron salir del puente colgante, éste último acabó por colapsar en cuestión de segundos. Casi al instante, se oyeron un par de fuertes chapuzones.
Diez segundos después, el silencio se apoderó del lugar.
Jhonny seguía aferrándose al volante con fuerza, Michael jadeaba, y Yaneth..... estaba más que angustiada. Sus ojos estaban tan abiertos que parecía que iban a escapársele de sus órbitas. Se le había erizado el pelaje por completo. Y sus pequeñas garras las tenía clavadas en su cinturón de seguridad.
—¡E-Esto es todo! —comentó Yaneth Low. Michael Grenger le miró, sin dejar de jadear—. Yo no firmé para esto. En cuanto volvamos a Londres, renunciaré y me buscaré otro empleo.
El Border Collie se le quedó mirando. Y con la comisura de sus labios, esbozó una leve sonrisa.
<<Gatos —pensó él. Luego, recobró la calma—. Este trabajo no es para ellos>>
El Corgie, por su parte, salió del estado de shock y se bajó del vehículo.
Con lentitud, se acercó hacia el acceso que daba hacia el ya desaparecido puente colgante. Se situó casi al borde, y contempló la escena con detenimiento, expresando una clara incredulidad. A pesar de haber estado presente en lugar, le costaba aceptar los hechos. Aquello no pareció real. Pero lo era. Y había un gran centenar de escombros en plena Bahía que lo demostraba.
Suspiró. Y por algún motivo ignoto, levantó la vista al cielo. En aquel momento, y para su sorpresa, observó que, por delante de la luna, pasó una larga y pequeña figura.
—¿Un jet? —musitó, mostrándose confuso. Después de todo, hasta donde sabía, todos los vuelos comerciales (ya sea de entrada o de salida) habían sido cancelados por orden del Pastor alemán.
.............
La West Highland Terrier había acorralado a Chase en una esquina. Este último estaba mal herido. Apenas podía mantenerse de pie.
July Harris, que no se mostraba cansada en lo más mínimo, corrió hacia él y le propinó una fuerte patada en el estómago. Como resultado, el can cayó al suelo. Se cogió el abdomen, y escupió un poco de sangre. Trató de recomponerse, logrando levantarse a medias. Sin embargo, su agresora fue más rápida, y con la misma falta de duda, le propinó dos golpes más.
—Ríndete —siseó ella.
El pastor alemán se negó, moviendo la cabeza hacia los laterales. Escupió un segundo hilo de sangre. Tras incorporarse por fin, clavó la vista en los ojos fríos de su contrincante.
—Si quieres vencerme.......—comenzó a decir entre jadeos—, primero tendrás que matarme.
La fémina sonrió para sus adentros.
—Eso se puede arreglar —al mismo tiempo, comenzó a revelar sus pequeños colmillos—. Hasta nunca, Chase.
Antes de que la fémina pudiera abalanzarse contra el pastor alemán, una figura moteada (que comenzó a desplazarse con una gran agilidad y velocidad) se le acercó por detrás, propinándole un par de golpes y patadas. July Harris no pudo defenderse. No tuvo oportunidad. Luego, la figura moteada le cogió de la cola, y con todas sus fuerzas, le arrojó contra la pared. Como resultado, July Harris perdió el conocimiento.
Cansado, y jadeante, Marshall miró de reojo a la fémina. No sintió culpa por lo que le había hecho. A unos cuantos metros de ella, yacía el pequeño cuchillo, acompañado por un par de cuerdas anudadas, todas cortadas.
—Marshall....—dijo Chase en un tono casi bajo.
El dálmata se volvió hacia su viejo amigo. Y le sonrió. Y sin dudarlo, se le acercó y le abrazó con fuerza. A pesar del dolor que le causaba las heridas (tanto internas como externas), el pastor alemán guardó silencio, se hizo el valiente y correspondió el acto.
Pasado un par de segundos, una serie de quejidos destruyeron el reencuentro.
El pastor alemán se separó del abrazo. Buscó su mochila. Se la colocó. Ladró. Y con ayuda de la garra metálica que comenzaba a salir de la mochila, se apresuró en coger su arma. Una vez hecho eso, procedió a acercarse a la West Highland Terrier. Esta última había logrado ponerse de pie.
—No te muevas —le ordenó él. Su Glock 37 apuntaba a la sien de July. A pesar de esto, la West Highland Terrier no se inmutó en lo más mínimo—. Recuéstate en el piso y no intentes nada.
—No lo haré —le reclamó ella, sin mostrarse temerosa—. No pienso ir a la cárcel. Así que adelante, Chase......dispárame.
El can seguía viéndole. No dijo nada.
—Quieres hacerlo, puedo verlo.......—agregó. Chase seguía sin responder—. Vamos, Chase..... Se hombre. Vamos......Vamos...... —insistió, mientras acercaba su cabeza directamente contra la punta del cañón del arma automática del pastor alemán. Éste último aún no mostraba reacción—. ¡Se hombre! ¡Dispara! —le ladró. Luego, añadió—: No podrás descansar hasta que muera.
A continuación, un nuevo muro de silencio se alzó entre ambos canes. Sus miradas emanaban ira. Pasado unos cuantos segundos, el pastor alemán finalmente reaccionó. Soltó un ladrido y dijo:
—Esposas.
Y así, de su mochila salieron disparadas un par de esposas de nylon. Antes de que cayeran al suelo, Marshall las cogió con rapidez.
—Espósala, Marshall —le ordenó al dálmata. Este último asintió y procedió a acatar la orden. El ceño fruncido de la fémina pareció aumentar—. July Harris......—volvió a decir Chase, sin cambiar su expresión, y sin arrepentirse de su decisión—, quedas arrestada.
.............
Eran las diez con cinco cuando todos los involucrados en el caso (al menos, en su mayoría) arribaron a la estación de policía.
Los medios de comunicación, como era de esperarse, se enteraron de los recientes sucesos. Y en cuestión de segundos, se atrincheraron en la entrada principal del edificio, deseosos por obtener alguna entrevista exclusiva o algún comentario pequeño por parte de "La Bombardera de la Mochila Azul". Sus cámaras de vídeo, al igual que sus grabadoras, estaban preparadas para el momento.
Dentro del lugar, en una habitación del fondo, una iracunda July Harris yacía esposada. A su lado, yacían sus centinelas, mostrando la misma expresión.
—Debiste haberme matado.....—soltó la fémina con desprecio—. No eres más que un cobarde.
El pastor alemán se le acercó, y dijo:
—No se trata de eso.
—¿Y entonces? —inquirió ella, sin mostrarse feliz—. ¿Por qué rayos no jalaste el gatillo?
—Porque de haberte matado, me habría rebajado a tu nivel. No soy un asesino, July......, no soy como tú —le recalcó, haciendo una breve pausa—. Además, de haberte disparado, te habrías librado de tu laaargo y merecido castigo. Y eso algo que no iba a permitir. Ahora tienes una larga condena por cumplir.
—¿Ah, sí? Bueno..... eso ya lo veremos.
Las palabras de July resonaron en la habitación. Después, se hizo el silencio.
En la repentina quietud, se oyó un par de golpecitos bajos. Chase volvió la vista hacia la derecha, hacia la única puerta del lugar. Ésta se abrió. Y un soldado, que yacía apostado afuera haciendo guardia, asomó la cabeza.
—Capitán Schülze.....—saludó educadamente, mostrando seriedad—. Llegaron.
El pastor alemán asintió y se encaminó a la salida.
—Vigílelos bien —ordenó Chase tras cruzar el umbral. El soldado asintió, mientras cerraba la puerta.
Tras llegar a la recepción, el can se topó con cierto Labmatian. A éste último le acompañaba un joven soldado, quien traía consigo a la centinela Jesse Pierce, esposada.
<<La última que nos faltaba>> —pensó Chase al verle.
—Se breve, por favor —solicitó el pastor alemán. El Labmatian asintió. Y tras otorgar un breve reporte sobre la captura de la fémina, el can militar, junto a su compañero, dirigieron a la prisionera a la habitación del fondo.
Tras dar un par de pasos, pero antes de llegar al pasillo, el Labmatian se detuvo.
—Casi lo olvido.......—dijo Unai Abad Tercero, volviéndose hacia el pastor alemán—. Hay alguien que quiere verte.
—¿Ah, sí? ¿Y quién? —el can militar únicamente señaló hacia el fondo de la sala. Chase se volvió, encontrándose con una cachorra. La aludida estaba sentada de espaldas, y llevaba puesto un par de audífonos—. Gracias......—agregó—. Y ya llévate a esa criminal —el Labmatian asintió.
El pastor alemán, por su parte, se acercó hacia donde la fémina. Su característico pelaje de color naranja se le hizo familiar. Más no llegó a reconocerle. Tras llegar con ella, pero antes de que pudiera decir nada, la Norfolk Terrier se volvió, se retiró los audífonos y dijo:
—Hola, Chase. Tanto tiempo sin verte.
El pastor alemán se quedó mudo.
—¿Kelly? —comenzó a decir, mostrándose incrédulo—. Wow, que sorpresa. Ya pasó mucho tiempo...... pero, ¿qué estás haciendo aquí? —sin tardar, la reportera canina le explicó que, dos días atrás, Rubble le informó sobre el retorno de July. Y a pesar de sus insistencias de que no debía venir a la ciudad, ella aún así, lo hizo—. Debí haberlo adivinado.....—volvió a decir.
En ese momento, la mirada de la fémina se empañó.
—Ya sé lo de Marshall......—comenzó a decir—. Y de camino aquí, Rubble me dijo que lo hallaste, ¿es verdad? —el pastor alemán asintió. Sin previo aviso, la fémina se le acercó, y le abrazó con fuerza. Al mismo tiempo, dejó escapar un par de lágrimas—. Muchas gracias, Chase. En serio......muchas gracias.
El aludido correspondió el acto.
—Si quieres, podemos ir a verle......—dijo el can, mientras se separaba del abrazo—. Está con el resto del equipo. Ven sígueme.
Ambos canes tomaron el pasillo antes mencionado, dirigiéndose hacia el fondo del edificio. A un lado de la habitación dónde estaban encerrados July y sus secuaces, había una segunda puerta. Una placa dorada ponía:
"OFICINA DEL CAPITÁN CHASE SCHÜLZE"
Tras abrir la puerta, ambos canes ingresaron a la habitación. Dentro, estaban Rocky, Rubble y Everest hablando alegremente con un can de pelaje moteado.
—Marshall.....—llamó la Norfolk Terrier. El aludido se calló. Apartó la vista de Everest y se volvió hacia su llamante.
—¿K-Kelly? —inquirió. La fémina asintió, sonriendo de oreja a oreja.
Como era de esperarse, la reportera canina se acercó al ex-bombero y le abrazó con fuerza. Éste último correspondió el acto.
—Te eché mucho de menos.....—volvió a decir ella.
—También yo.....—convino Marshall.
Aquel momento era bello, hermoso y conmovedor. Al menos, lo era para Rocky y para Rubble. Sin embargo, para Everest, aquello no le hizo para nada feliz. Su reciente ceño fruncido y un bajo gruñido que soltó parecían confirmarlo.
<<Ay, Everest>> —pensó el pastor alemán, mientras observaba en silencio a la celosa husky.
A continuación, la placa del can se iluminó, y emitió un pitido. Así sin más, Chase Schülze abandonó el lugar. Cerró la puerta tras suyo. Tras volver al pasillo, contestó la llamada entrante.
—¿Cómo está Skye? —le preguntó directamente a Jhonny, quién había regresado al Hospital General (junto a los corresponsales de la BBC) hacía un par de minutos. Tras oír su respuesta, esbozó una sonrisa—. ¿Y Ryder? —agregó. Nuevamente, obtuvo buenas noticias. Gracias a la vacuna regenerativa que Riley diseñó, las heridas de Ryder sanaron en menos de 3 minutos—. Eres un héroe, Jhonny. Nos salvaste a todos.......Muchas gracias —y una vez dicho eso, colgó.
En ese momento, Chase volvió la vista hacia la puerta de su oficina.
Pensó en volver con sus amigos y unírseles a ellos para el abrazo grupal. Además, tenía también que vigilar a Everest para que no hiciera algo imprevisto (con lo que sucedió con Lewis, ya sabía de lo que la husky era capaz de hacer si se enfurecía). Sin embargo, una estruendosa sirena, proveniente de fuera, le hizo cambiar de idea.
Entonces, el Labmatian salió de la habitación de los prisioneros y se acercó donde Chase.
—Llegó la hora.
El líder de la decimocuarta estación asintió. Con el ceño fruncido, se dirigió a la habitación de los prisioneros. Unai le siguió.
—De pie.....—ordenó él, mientras cruzaba el umbral—. Ya llegó su transporte.
July Harris, seguida por sus centinelas, obedecieron casi al unísono. Las armas de los otros dos soldados que yacían presentes en la habitación, les persuadieron un poco.
De manera ordenada, formando una fila, los prisioneros procedieron a abandonar el lugar.
<<Nuestro momento ha llegado>> —pensaron. A todo momento, mantuvieron una postura recta y la cabeza en alto.
July Harris, al ser la líder del grupo, estaba a la cabeza. Y en el momento en que cruzó el umbral de la entrada principal, los reporteros (que estaban apostados allí mismo) se le acercaron y, subsecuentemente, le abordaron con una infinita ola de preguntas.
—¿Qué tiene que decir al respecto sobre ésta ola de ataques? —le preguntó un reportero, mientras le apuntaba con su micrófono. No hubo respuesta.
—¿Siente remordimiento por sus acciones? —le preguntó otro. La sonrisa de la West Highland Terrier pareció aumentar.
—¿Puede confirmar el rumor de que se usó una bacteria modificada como arma biológica?
—¿Por qué decidió atacarnos de esa forma?
—¿Es cierto que mantuvo encerrado a Marshall durante un largo periodo de tiempo?
—¿Acaso existen otras células?
—¿Cuántos socios tiene, o ellos son los únicos?
Cientos de preguntas, pero no se oía ninguna respuesta.
Mientras que la West Highland Terrier trataba de hacerse espacio entre la muchedumbre, con el propósito de llegar a la furgoneta blindada (que le llevaría a ella y a sus colegas a una prisión federal en Virginia, por cierto), tuvo un extraño presentimiento. Al mismo tiempo, una figura encapuchada, pequeña y delgada, llegó al lugar.
Observó a la multitud, y tras localizar exitosamente a la fémina de pelaje blanco, Alex Porter frunció el entrecejo. La ira que le tenía invadido desde la muerte de sus seres queridos, comenzó a acrecentarse.
<<Recuérdalo.....—se dijo nuevamente, mientras cogía el pesado objeto que tenía oculto en el bolsillo delantero de su sudadera—. Haces esto por un bien mayor>>.
Para cuando el peligroso grupo llegó a mitad del trayecto, Chase, que yacía en la entrada principal de la estación, se percató de la presencia de Alex Porter. Y con base en su expresión, supuso que algo no andaba bien.
En cuestión de segundos, sus sospechas fueron confirmadas.
Para cuando el preadolescente sacó el arma de su bolsillo, Chase se alarmó. Ladró. Y mientras la garra metálica de su mochila sacaba al aire su Glock 37, corrió hacia el preadolescente, y gritó:
—¡Alex, no!
Pero no importó. El muchacho solamente le ignoró.
<<Ya no hay vuelta atrás>>
Sin mostrarse dudoso, el joven Porter alzó la voz, y tras captar la atención de la West Highland Terrier (llamándole por su nombre), solo para quedar cara a cara con ella, le dijo algo en susurro y, sin pensárselo dos veces, le disparó.
Simultáneamente, poco después de que se oyera el primer tiro (seguido por otro y otro más), una nueva ola de gritos, de pánico y miedo, comenzaron a hacerse audibles.
.............
A la mañana siguiente, mientras que un cielo de color azul inmenso comenzó a refrescar a Bahía Aventura, un sol brillante naciente calentaba el cementerio Shadow Grey.
Los allí presentes, cuyas expresiones reflejaban una profunda oleada de tristeza, vestían de negro (todos y cada uno de ellos, sin excepción). A un lado de la muchedumbre, los medios de comunicación, al igual que los corresponsales de la BBC, cubrían el hecho, terminando la transmisión en directo.
<<Menudo desenlace>> —pensó Yaneth Low. Mientras guardaba su cámara, contempló la triste escena. Su mirada se empañó. Dejó escapar una sola lágrima. Era difícil no empatizar con aquello.
Pasado un par de segundos, se acercó al Border Collie.
—Pobre ciudad.....—alcanzó a decir. Grenger asintió.
—Pero mira el lado bueno —dijo él casi al instante. Yaneth Low se le quedó mirando, mostrándose confusa—. ¡Hicimos historia! —añadió con fervor—. Lo logramos, Yaneth. ¡Lo logramos! Obtuvimos la mejor historia de nuestras carreras. Ahora sólo nos queda a esperar a que llegue nuestra recompensa —siguió una breve pausa. Luego, prosiguió—. Si.... ¡Ya puedo verlo! La fama. El reconocimiento. Los premios. El ascenso. Y las miles de millones de entrevistas que nos harán a ambos. Jeje. Creo que es Navidad......Sí, eso es. ¡La navidad ha llegado antes! Y éste ha sido el mejor regalo de todos. Ya ansío volver a Londres para ver a todos esos reporteros que me hicieron menos y restregarles mi éxito en la cara. Esto les matará sin dudar. Sería bueno que....... —en ese momento, la gatita montés frunció el entrecejo—. ¿Qué? ¿Y esa cara?
—No estás hablando en serio, ¿verdad?
—Oh, pero claro que sí —le respondió sin dudar, manteniendo su tono de emoción—. ¿Qué acaso no lo ves, Yaneth? Esto es lo mejor que nos ha pasado en la vida. Si, es lamentable lo de éstas personas, pero mira lo que conseguimos nosotros; el salto directo a la fama. Ya no somos desconocidos para el mundo. No más......al menos, yo ya no lo soy. Después de todo, fue mi cara la que salió en todos los vídeos.
Y tenía razón. Ahora todo el mundo, además de conocer a la peligrosa July Harris, también conocían al can que dio a conocer su historia: Michael Grenger, reportero de la BBC.
—¡Por fin se acabó los trabajos menores para mí! Adiós a los reportajes de menos de quince segundos. Adiós a los viajes a lugares desconocidos. Adiós a las burlas por parte de los otros reporteros. Sí. ¡Todo eso acabó! Por fin obtendré lo que siempre quise: El eterno éxito. Y el reconocimiento a nivel mundial.
—Eres un maldito ambicioso, ¿lo sabías?
—¿Y qué? —dijo él, sin dejar sonreír—. Todo reportero que se respete es ambicioso. Algunos más que otros. Además, no olvides que fue mi ambición lo que nos llevó a continuar para obtener la mejor historia que la BBC jamás podría haber obtenido ni en un millón de años. ¡Me siento feliz! Y ni tú ni nadie podrá decir o hacer nada para arruinarme este momento.
La gatita montés se le quedó viendo. En aquel momento, tras recordar algo, sonrió para sus adentros.
<<Ya ansío ver tu cara cuando te diga lo que sé>>
A continuación, y a paso lento, se encaminaron hacia donde estaba la camioneta.
—Y a propósito —volvió a decir Michael—. ¿Qué fue lo que te dijo el Director de la BBC ésta mañana? —la gatita montés iba a responder, pero el reportero le detuvo—. Déjame adivinar, te ha llamado para notificarme que, en cuanto volvamos a Londres, me darán el premio Pullitzer.
—Eh, Nop.
—Hmmm. Entonces, ¿lo que me espera es un gran fiesta de bienvenida?
La gatita lo negó, moviendo la cabeza a ambos lados.
—Oh, lo tengo ¡Ya lo tengo! De seguro me cambiarán de camarógrafa y tendré como compañera a esa linda y cautivadora Golden retriever, ¿no es así?
La gatita montés le clavó la vista, arqueándole una ceja.
<<Ambicioso y lujurioso>>
—¿Y bien? —insistió el can.
—Bueno.....—comenzó a decir, haciendo una pequeña pausa—, el director sí me llamó para que te dijera algo. Pero.... no creo que sea lo que quieras oír.
El can no dejó de sonreír.
—¡Ay, por favor! Con lo que le hemos dado a la BBC, dudo mucho que se trate de algo malo. Ya dímelo, ¿qué te dijo?
—Okey, ya que insistes. Aquí voy —la gatita montés aminoró el paso. Luego, respondió—: El director quedó fascinado con tu reportaje. Tanto así que ha decidido crear una segunda oficina central de la BBC en éste país. Él dijo, y cito: "EE.UU tiene grandes historias, y debemos ser los primeros en conseguirlas".
—Eso es más que obvio. Pero aún no....
—Aún no termino —le interrumpió. Luego, comenzó a sonreír. Estaba gozando del momento, y de lo que vendría a continuación—. El director me dijo también que, como recompensa por haber sido tú quien dio a conocer toda ésta historia, serás ascendido. Y además de subirte el sueldo, te convertirás en el nuevo director de la segunda oficina central de la BBC.
En cuanto dijo eso, el Border Collie se detuvo en seco. Y su sonrisa triunfante comenzó a desvanecerse.
—Felicidades, Michael —añadió la felina, mostrándose feliz. Claramente, estaba disfrutando del efecto que causó sus palabras en el reportero—. Eres afortunado por recibir tal cargo.
Grenger no se sentía afortunado.
Para él, convertirse en director no era ningún ascenso. Sino más bien un descenso (y un castigo). Aquel cargo consistía en estar fuera del campo, lejos de la acción, y de la atención del público. Y por si fuera poco, tendría que quedarse en una oficina, encargándose del papeleo y de la contratación del personal.
—Dime que no es verdad......—habló finalmente.
—Pero lo es —reiteró Yaneth—. ¡Y no es todo! —agregó sorpresivamente. Los pocos ánimos de Grenger cayeron al suelo—. La nueva oficina central será establecida aquí, justo en el corazón de Bahía Aventura. ¿No te agrada?
—Francamente no.....—comentó vagamente, su sonrisa había desaparecido por completo—. Diablos, ¿podría esto salir mejor?
—¡Ah! Casi lo olvido.
<<¿Para qué pregunté?>>
—Dado que fui yo quien hizo las tomas, tan buenas como tu reportaje, por cierto. Me han ofrecido el puesto de segunda al mando de la oficina central.....
—¿Qué? Espera un momento. Ayer habías dicho que renunciarías y.....
—Sí, sí, ya lo sé —le interrumpió—. Y para ser honesta, no lo quise aceptar. Pero en cuanto me dijeron que me subirían el sueldo, bueno.....fue imposible decir que no, jeje. Al final, querido Michael, seguiré siendo tu mano derecha. Sólo que ahora, en lugar de algún campo de guerra, trabajaremos juntos en una oficina.
En ese momento, el Border Collie sintió unas ganas de llorar. Se alejó. Miró al cielo y pensó:
<<¿Qué hice para merecer esto?>>
.............
En el área especial para los animales fallecidos había un pequeño grupo de canes.
Chase Schülze, acompañado por Marshall, Everest, Jhonny, Rocky, Rubble, Avery (quien había sido dada de alta esa misma mañana) y Kelly, rodeaban una pequeña tumba, llorando en silencio.
En la lápida podía leerse lo siguiente:
AQUÍ YACE ZUMA ROLLINGS
<<MEJOR AMIGO Y RESCATISTA ACUÁTICO>>
13/03/2015 - 21/11/2024
Desgraciadamente, para cuando Riley finalmente logró sintetizar la vacuna, pero un poco antes de que pudiera administrársela al labrador, éste último sufrió un infarto. Y en cuestión de segundos, falleció.
El "medicamento milagroso" (llamado así por un par de doctores veteranos, por cierto) tenía la capacidad de regenerar tejidos, sanar heridas, y de destruir el terrible patógeno (la bacteria come carne). Pero no era capaz de devolver la vida.
Los canes gimieron en silencio.
Ryder, que también estaba allí presente, hizo un esfuerzo por no llorar. Se aclaró la garganta. Y en cuestión de segundos, procedió a brindar un par de palabras en agradecimiento por el servicio (y los buenos momentos de diversión) que brindó Zuma desde que lo acogió e incorporó en el equipo Paw Patrol hacía 6 años.
—......descansa en paz, Zuma —dijo él tras terminar. Luego, se hizo el silencio.
..............
Para cuando Chase Schülze llegó a la habitación de Skye, esta última comenzó a bostezar. Estiró sus patas y, al mismo tiempo, comenzó a abrir los ojos.
Aparentemente, acababa de despertarse de su larga y prolongada siesta. Sin embargo, el control remoto que yacía a su lado (y que no estaba allí cuando Chase fue a verle esa mañana antes de ir al funeral, por cierto) parecía indicar lo contrario.
—Lo has visto en la televisión, ¿no es así? —preguntó abiertamente Chase.
La Cockapoo se sentó, y se le quedó viendo en silencio. Asintió. Luego, bajó la mirada y comenzó a llorar. Su prometido se le acercó y le abrazó.
—En serio lamento lo de Zuma......—comenzó a decir Chase—. Sé que ustedes eran buenos amigos.
Hubo un silencio breve.
—Gracias por salvarme......—dijo Skye por fin. Se separó del abrazo y añadió—: Muchas gracias, Chase.
—No hay de que......—agregó. A continuación, procedió a robarle un cálido beso a su amada. Ésta última correspondió el acto—. No podía perderte, mi amor. No podía permitirlo.
Pasado un par de segundos, una idea pasó por la mente de la fémina.
—¿Es verdad lo de Marshall? —inquirió. El pastor alemán asintió—. ¿Y lo de July? ¿Es cierto que utilizó una bacteria para sus ataques?
El pastor alemán le miró. Y por segunda vez, asintió.
—¿Y como fue qué me contagié de.......?
—Es una larga historia......—le interrumpió, dejando la pregunta a medias—. Pero descuida. Ya habrá tiempo para explicarte todo. ¡Oh! Por cierto, hay....alguien que quiere verte.
La Cockapoo se extrañó. Y antes de que pudiera decir nada, el can giró en redondo y abandonó la habitación.
Dos minutos después, regresó, acompañado por un dálmata de 10 años. Éste último clavó la vista en la Cockapoo. Al verle, ella también hizo lo mismo. Su mirada expresaba una clara incredulidad. No podía creer lo que estaba viendo. Era como si, en medio del umbral, estuviese parado un fantasma moteado, cuyo rostro no veía desde hacía siete años.
Antes de poder decir nada, el dálmata se acercó a la Cockapoo y, sin dudarlo, le abrazó con fuerza.
Tras sentir el tacto y el calor de sus patas, Skye supo que aquello no era una invención de su imaginación. Era real. Su mejor amigo de la infancia (al que habían secuestrado, y al que creía muerto) estaba allí con ella.
—Me alegra que estés bien......—comenzó a decir Riley entre lágrimas—. Por favor, Skye, perdóname.
La Cockapoo le abrazó por fin, dejando escapar un par de lágrimas. Luego, levantó la vista por encima del hombro de Riley, clavándola nuevamente en el pastor alemán.
—¿Chase? —alcanzó a decir. El aludido le regaló una sonrisa. Sabía de sobra lo que su novia, y futura esposa, le quería preguntar.
—Ya te lo dije, Skye. Es una larga historia.
FIN
[9413 PALABRAS]
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