Un gato maullandole al oído es lo que le da la bienvenida.  Eventualmente, se vuelve más fuerte, hasta que alguien de la izquierda de Ringo habla.

"Elvis, pequeña- no vayas a despertar a tu papá", dice.  Cuando Ringo se mueve bajo las sábanas, la persona suspira.  Lentamente, se vuelve hacia un lado y abre un ojo.

Frente a la ventana, una silueta se sienta con las piernas cruzadas en una silla, con el sol de la mañana detrás de el como un halo emanando.  Después de que el gato se pavonea, Ringo, todavía medio dormido, solo puede distinguir las palabras "no premios" y "gatito malo".  Temblando bajo la manta, se da cuenta de que está completamente desnudo, excepto por sus bóxers.  Su cuerpo también se ha vuelto más delgado.

El espacio a su lado todavía está cálido, dejando una forma que intenta trazar, hasta que la figura migra de la silla para sentarse en la cama, justo a su lado.

"Hola, tú", saluda.  Lo primero que ve Ringo es un familiar par de ojos marrones.

"Hola", responde con voz áspera, como por pura costumbre.

Una vez que su visión se aclara, Ringo observa el cabello cobrizo alborotado que le llega a los hombros y, detrás de los lentes redondos, la cara de un hombre que conoció por primera vez no hace mucho tiempo.  La nitidez pronunciada todavía está allí, pero se ve menos marchito y más jovial, retrocediendo a un par de décadas de su juventud.  En lugar de una mueca, tiene una sonrisa juguetona pintada en su rostro.

"¿Dormiste bien?"  El hombre susurra, acercándose poco a poco.  Ringo no puede evitar moverse hacia él.

"Sí", murmura. Confusión, aunque todavía resbalando en su pecho, decide tomar un asiento trasero para este.

El hombre le sonríe y, después de acariciar suavemente la mejilla de Ringo, se inclina hacia adelante hasta que sus labios se rozan ligeramente.

Ringo acaba de cumplir 18 años y nunca antes había besado a un hombre, pero la forma en que el hombre lo mira con tanta ternura, leyendo más de lo que puede comprender por sí mismo, hace que sea difícil alejarse.

De hecho, se siente como una escena que han representado durante varias vidas, como si precediera a todo lo que la mente de Ringo puede abarcar.  Es natural, entonces, que se encuentre con los labios suaves a mitad de camino, con el hombre sonriendo contra los suyos.

Ringo se apoya en su codo, sus dedos rozando la barba del hombre, hasta que apoya su mano en su nuca.  Su beso sigue siendo casto y dulce, y mucho mejor que cualquier primer beso que Ringo haya compartido con una chica.  Él no puede tener suficiente.

Solo se separan una vez que el hombre se ríe.  "Ese es el beso más suave que hemos tenido, creo".

Ringo asiente, con los ojos aún cerrados.  "Me encanta."

"A mi también."  El hombre salpica más besos ligeros en la esquina de la boca de Ringo, en la manzana de sus mejillas, en su frente.  Las entrañas de Ringo se están convirtiendo en papilla.

"Traté de dibujarte hace un tiempo", dice el hombre.  "Antes de que Elvis viniera y te despertara".

"¿Si?"  Ringo se anima.  Nadie había hecho eso antes.  "¿Puedo ver?"

"Ah-ah", bromea el hombre.  "Aún no está terminado. Parece una mierda".

"No me importa", insiste Ringo.  "Tu arte nunca es una mierda".

El hombre se sonroja y arruga la nariz.  "Eh… te lo mostraré cuando esté terminado, lo prometo."

"Está bien", cede Ringo. "Pero prepárame una taza de té, ¿quieres?"

"Eres un marido tan exigente", dice el hombre.  Haciendo resoplar a Ringo.

Es cierto que cuando Ringo mira su mano izquierda, la misma banda plateada está allí.  Se deja caer de nuevo sobre las almohadas, con una sensación de martilleo y aleteo enjaulado en su pecho.  No puede dejar de sonreír.

"¿Qué estás haciendo?"

"Todavía tengo sueño".

El hombre se ríe, casi fuera de la puerta.  "Bien, duerme bien, anciano. Gritaré cuando el desayuno esté listo".

Ringo cierra los ojos, pero después de un minuto, está de vuelta en su habitación.

Apresuradamente, toma un pequeño cuaderno y escribe algo como besos suaves, esposo, dibujo, gato Elvis.  Cuando termina la página, mira hacia el otro lado de su cama, suave, fría y apenas tocada.  Envía una punzada agridulce en su pecho.  Por primera vez, anhela.

Si Ringo envía una oración silenciosa al universo esa mañana, deseando que sus caminos se vuelvan a cruzar en sus sueños, es solo para que él lo sepa.