Capítulo VIII: Luchas en el bosque
"El mas grande orgullo que puede alcanzar un maestro es ver la superación de su discípulo"
Canto I:"Estrellas perdidas"
La travesía guiada por el príncipe Neydimas Aldebarán ascendió hacia el norte del continente, en un viaje interminable para volver a su cuidad natal.
Deberían seguir el tránsito de un río intercontinental que los llevaría a las tierras feudales de Khallin, después, atravesarían el territorio de los cuatro países para después seguir un único sendero rumbo a la cuidad de Edén.
Cuando el arroyo crecía se formaba un matorral de arboles y vegetación intensa que hacia difícil el paso de los corceles.
En situaciones como esa, el joven Onassis se imaginaba montar sobre un Pegaso, que lo llevará volando con sus alas emplumadas sobre el frondoso monte, pero sería una situación poco recurrente encontrarse a algunos de ellos.
Hace muchos años, los Pegasos emigraron al hemisferio occidental, precisamente donde abarcaba la soberanía de los Rhiannianos, se hablaba de leyendas rurales sobre encuentros breves entre Indahs y caballos alados, pero solo eran relatos con poca credibilidad, también unicornios, que al parecer terminaron siendo un exótico animal con valor de oro por su famoso cuerno curativo.
La odisea hasta esos momentos estaba durando 28 días (un ciclo bilunar completo) y se extendería por otro plazo, con cada kilómetro internándose al lado norte, el frío helado del sur de extinguía con lentitud dando lugar a un aire más húmedo y fresco, produciendo el crecimiento de plantas y arbustos de toda clase. Esos terrenos eriales, parecían carecer de alguna actividad humana eh Indah en la labranza, pero cuando el monte se cerraba mas siguiendo la corriente del arroyo, la fauna hacia acto de presencia.
Al caer la noche, el líder de la travesía ordeno desmontar los caballos y reposar el plazo nocturno, al día siguiente no se detendrían, deberían continuar, y seria un gran alivio para todo el grupo vislumbrar las murallas de Edén.
Por la seguridad de su viaje decidieron no sacar a relucir las banderas simbólica del ejército, al menos que se encontraran con un pelotón o exploradores de territorio.
Cenaron a gusto en torno a un cálido fuego, devorando el sabor grasoso de los peces cocinados a las llamas, todos se entretenían en torno la narración de leyendas en las cercanías del monte, Aron Baronte al subir a la cima de un árbol alto, había divisado las luces de un poblado cercano fuera del monte, no obstante, definitivamente se negarían a visitarlo.
Cuando la ronda de bebidas y las platicas fueron consumidas como la leña en el fuego, los cinco dormitaban sobre musgo o la tierra húmeda, mientras a él joven Evander Onassis le correspondía la primera ronda de guardia.
El príncipe Neydimas, se recostó en un árbol frutal que para la estación de invierno lucia estéril, intento dormir pero sus esfuerzos eran en vano, sus párpados no se podían cerrar, con cada minuto el tiempo pasaba ignorando la notable posibilidad de que no tendría una nueva oportunidad de reposo por un largo periodo.
Hizo un conteo mental de cuanto tiempo llevaba sin cerrar los ojos, tal vez eran diez o dieciséis días y noches. Para un Indah eso no era un problema a gran escala, su cuerpo estaba diseñado para trasmitir energías a cada célula y tejido, y cuando la conexión anexa a su individual "energía cósmica " aumentaba, su capacidad de resistencia física también lo hacia.
Pensó en sus largos viajes, aventuras que parecían interminables, la sensación de sentir el peso del valor de la vida sobreviviendo en el campo de batalla, el contraste que requería el retorno a una cuidad y la reunión poco agradable que tendría con sus progenitores.
Para distraerse comenzó a revisar la mochila que había empacado con sus objetos personales, tenia varios libros encuadernados orientada a distintas ciencias, una libreta donde tenia el registro exacto del número total de tropas que dirigía, suministro de armas, y bajas en el combate. Además de garabatear algunos bocetos de paisajes en su tiempo libre, tenia un viejo cuaderno, era su guía teórica de entrenamiento, había sido escrita por su maestra hace algunos años.
Al final del cuaderno, se podía observar el dibujo de un ojo, con mucha delicadeza sus líneas habían sido finamente trazadas, aparecía en cada parte conectores indicando el nombre de las partes del órgano ocular, y en la parte superior un escrito garabateado con una muy mala caligrafía decía:
"Este poder ocular es algo que no se ha visto en generaciones en la familia real, mi aprendiz lo posee y estoy dispuesta a averiguar los misterios de este fabuloso don especial con la colaboración de mi amigo. Impulsare al muchacho a sacar a luz la parte esencial de su espíritu, le daré alas para volar y el mismo velara la responsabilidad de sus habilidades."
Neydimas cerró el libro y suspiro exhausto, se pellizco el puente de la nariz. Tenia la teoría de que esa pagina final hacia alusión a él, su tutor se refirió a el color de los ojos del muchacho, no se trataba de una anormalidad de nacimiento sino era el símbolo legendario de sus antepasados.
Hasta ahora, el había logrado hacer grandes cosas, se valía por si mismo en su aprendizaje, por muchos años consideró el singular color de sus ojos como una maldición personal, hasta que su misma maestra le hablo de un poder místico que radicaba en los ojos que se creía extinto hacia finales de los conflictos territoriales con el continente Rhiannon.
Cuando su maestra falleció se juro a si mismo nunca desfallecer, el entrenamiento que le brindo esa valiente mujer no sería en vano, el nombre de Berenice Atlas sería reconoció por todo Indah existente por mil generaciones futuras con las proezas de su alumno, y sin embargo, sentía que le estaba fallando, pues no era ni la mitad de poderoso que su antigua guía.
Unos sonidos de pasos suaves hizo que Neydimas saliera de sus pensamientos, entre los arbustos observó la silueta de su conocido compañero acercándose.
—¿No puedes dormir? —inquirió Evander, aproximándose junto a su amigo.
Neydimas hecho la cabeza gacha atrás y levanto la barbilla, un gesto clásico Iøunnadiano que expresaba una negación.
—Yo tampoco, aún no puedo creer que estemos regresando a Edén.
—¿Eso te molesta? —le cuestión el príncipe curioso.
—Si te dijera que me molesta, seria el más grande mentiroso, mí amigo —comentó, con una cálida sonrisa —. No puedo evitar añorar mi cuidad patria, volver a ver el rostro de mi querida esposa, se que es un sentimiento que un soldado debe ignorar, cada día uno lo vive como si fuera el último, y aún así no puedo evitar perderme en la visión de mi casa de tejados rojos, el jardín de tulipanes blancos, mi sueño tranquilo y calmado, mi querida esposa cantando cual sirena en el teatro.
Los labios de Aldebarán se crisparon en una sonrisa casi imperceptible.
—Edén nunca fue un hogar para mi, he vivido momentos regulares pero...nunca tuve muchos memorables, y tu lo sabes bien.
Evander acertó con la cabeza, no conocía a fondo y detalle la vida de su amigo en su círculo familiar sanguíneo directo, pero por el poco tiempo que convivían pudo deducir que el guardaba cierto rencor a su padre y madre, los motivos seguían siendo desconocidos. El joven Onassis siempre pensaba que su primo tenia capa tras capa de personalidad, y él a penas si conocía una parte de esto.
—¿Qué te inquieta, amigo mío? —le preguntó curioso, notando bajo ese impasible semblante la sombra de dudas. Era notable que estaba genuinamente hastiado por el retorno a su cuidad, aún así, había algo mas.
—Reflexionaba en volver a retomar mi entrenamiento —le respondió sin expresión alguna, sin dedicarle ninguna mirada a su amigo.
—Muy sugerente, he de decirte que no creo que tengas alguna habilidad que mejorar —admitió Evander, en sus años de entrenamiento había tenido cierta envidia por las habilidades de su amigo, pero en esos momentos no podía estar mas que orgulloso —. Tal vez tu velocidad y reflejos a largo plazo, pero eso es algo que la experiencia y la edad únicamente te pueden brindar.
Evander garrapateó reflexionando un segundo si estaría bien decir lo que pensaba a continuación.
—Además, después de lo que ocurrió... ¿Quién te podría entrenar?
Neydimas clavo sus ojos purpura en las hojas sobre su cabeza agitadas al ritmo del viento helado del sur.
—He estado pensando en...
Sus palabras fueron calladas por el chitón que hizo el primo del joven príncipe.
—¿Qué pasa? —preguntó Neydimas, inquieto, mirando a todos lados intentando captar con sus ojos el objeto de la molestia de su compañero.
—¿No lo escuchas?—susurró Evander, poniendo todo su sentido auditivo en las profundidades del monte.
El "guerrero amatista" se quedó en completo silencio, conocía que la habilidad genuina de su primo consistía en una mejora en el órgano auditivo, intento concentrarse todo lo que pudo en el sonido que le llamaba la atención tan fervientemente.
Amplificado, buscando lo que quería escuchar además de el graznar de los gansos en el río, el croar de las ranas o el susurro del viento en los arboles, logro oír algo distinguido, el retumbar de una voz humana o Indah.
—Suena como...
—Sí —acertó Evander —. Proviene de ese lugar —, señalo un matorral de arboles espinosos que guiaban a la zona más interna del monte.
—Iré a investigar —dispuso él príncipe.
Neydimas se puso de pie con rapidez haciendo a un lado sus colchas o la vestimenta pesada.
—Despierta a los demás, y después sigue mis pasos —susurró —. Si se trata de presuntos hombres peligrosos ataca cuándo mi arma sea empuñada.
Evander Onassis asintió con la cabeza y su primó marcho a toda prisa internándose en los matorrales espinosos del monte.
El joven guerrero estaba ligeramente inquieto, ¿ y si se trataba de una trampa?. En lugares deshabitados como esos es posible que habitaran tribus de Blemias* come hombres o monstruosas Equidnas*, a pesar de aquello, se trataba de una posibilidad y entre sus ligeros pasos a una velocidad el doble de rápido que la de un humano promedio, notaba que se trataba de la voz de una mujer pidiendo de forma desesperada socorro.
Corrió a todo pulmón hasta divisar entre los arbustos las siluetas de cuatro sujetos, se agacho ligeramente y redujo la velocidad, cuidando que sus botas no pisaran de manera estruendosa, se inquieto al deslumbrar que en medio del sendero había cuatro bandidos atosigando a una muchacha y a un hombre atado con fuertes sojas a un árbol.
—Vaya pequeña Bruja si que eres provocativa —rio uno de los hombres teniendo inmovilizada a la indefensa mujer.
Por el porte arrogante Neydimas dedujo que se podía tratar del líder.
—¡Suélteme! —gritaba la joven, intentaba zafarse del agarra de hierro que infligía el desconocido a sus muñecas —, ¡por favor se los suplicó!,¡No me hagan daño!
—¡Silencio pequeña bruja! —sentencio él bribón, cogiendo del cabello a la indefensa chica —.¡Tomaremos una deliciosa flor como pago! —, expresó malvadamente, mientras la chica se retorcía en los brazos de su acosador.
—No por favor se los ruego —chilló la indefensa chica, sus ojos empañados de lágrimas,— mi padre les pagara lo que su señor solicita, no me lastimen.
Las suplicas de la víctima no hicieron ningún efecto en su atacante, los demás hombre que estaban junto al pobre campesino atado y amordazado, reían con diversión, mientras el padre de la chica se retorcía entre las sogas inútilmente.
—¡Cierra la boca maldita puta! —ladró el hombre, del bolsillo de su abrigo de piel estrato una daga, la hizo girar entre sus dedos disfrutando la mirada de terror infligida en su víctima —. Tu padre será testigo como esta noche te conviertes en una mujer hecha y derecha —una sonrisa maquiavélica se formo en los labios de ese hombre, entonces, procedió a realizar un acto que heló los huesos de la chica, rozo el filo de la navaja en su mejillas de piel clara, en su torso y sus caderas.
—¡No!, ¡No! —gritó la chica llena de miedo, prediciendo el espantoso acto al que seria sometida —. ¡Auxilió!
El desdichado progenitor de la muchacha intentaba gritar, salir del agarre de las sogas que lo sujetaban a un fuerte álamo, pero era inútil, solo pudo lloriquear amargamente.
—¡Dije que te calles maldita! —sentenció el líder encolerizado, mirando a la chica con sus ojos de un depredador.
—¡Suéltenla! —bramó Neydimas, saliendo de su escondite en los matorrales.
Los tres hombres se giraron observando a el recién llegado llenos de furia y asombro.
—¿Qué dijiste pequeña rata? —inquirió con los dientes apretados el líder de la banda, mirando de pies a cabeza al recién llegado.
—Dije —Neydimas empuño su espada —, que la —, posicionó la hoja en sentido vertical a la altura de su torso —, sueltes —, de la empuñara nació un potente brillo violeta que se entendió por toda la hoja de la espada.
La intensa luminiscencia de esa espada dejo impactado a todos los presentes, los otros tres que atosigaban al prisionero atado dieron unos pasos hacia atrás, empezaban a temer, esas cualidades de manipulación se encontraban en uno de los elevados niveles de aprendizaje Indah, pero su líder era testarudo y dominante, no se vio intimidado por el recién llegado.
—Vaya, vaya, tenemos aquí un Indah singular —bufoneo con desprecio —. Pero sabes una cosa, eso no te servirá.
El hombro cogió a la desolada muchacha por sus largos caballos y de forma sorprendente, la cuchilla que sostenía firmemente se torno de un rojo sangre hasta formar claramente la punta afilada de una mortal arma.
El también era capaz de realizar ese mismo truco.
La muchacha sollozaba de forma compulsiva sintiendo el calor abrazador de la daga carmesí.
—Si te acercas, la niña y el granjero se mueren —amenazó con ímpetu —,¿Qué vas a ser ahora, héroe?.
Antes de que "El guerrero amatista" comenzara a cuestionar su actuar precipitado, sintió la muy familiar esencia energética de su cercano compañero.
—¡Que rayos! — el rufián sintió como su muñeca ardía al rojo vivo, una especie de soga anaranjada estaba reteniendo su mano causándole un terrible ardor. La joven mujer desesperada se desplomó en la hierba llevando las manos a su rostro conmocionada por la situación.
Los demás hombres entraron en alerta, trataron de cortas la soja pero los soldados al mando de el príncipe Neydimas salieron de entre las sombras de los arboles y sometieron a los vagabundos sin un mayor problema.
Evander había enlazado las muñecas de su enemigo, impidiendo la posible muerte de la rehén.
El muchacho de los ojos negros destruyo la soga naranja finamente entretejida que le retenía las muñecas, y intento escapar pero fue emboscado por Neydimas con su espada de luz brillante en mano.
En hombre intento acuchillarlo, el joven Aldebarán intercepto la hoja de su daga con su espada y con fuerza lo hizo retroceder hasta caer a el suelo pastoso.
Neydimas lo miro con odio y desprecio, ahora que tenia a esa clase de ser frente a el una curiosa pregunta se le vino a la cabeza.
«¿Que hubiera pasado conmigo si jamás hubiera creado mis reglas inspiradas en la ética de una de las pocas personas que confió en mi?» pensó, sin bajar la guardia con su adversario. «Este hombre tiene la mente retorcida, ideales podridos, un camino sin rectitud»
—Me matarás —dijo el hombre, no era una pregunta, mas bien una afirmación, retaba al joven príncipe con la mirada.
Neydimas Aldebarán, muchas veces mato a otros Indahs, en el campo de batalla la regla principal era asesinar o morir, si mataba a ese tipo le estaría haciendo un favor su propia raza, pero mirando el brillo de los ojos negros de su adversario se daba cuenta que eso era exactamente lo que quería.
—No —Neydimas bajo su espada envuelta en luz violeta —, pero le obsequio algo inolvidable.
—A que te refi...
Las palabras de ese hombre fueron calladas al sentir el dolor hiriente de un puñetazo descomunal, la fuerza implementada en la mano del entrenado príncipe fue de tal fiereza que desplazo a el atacante a los arboles y se estrelló contra tres firmes troncos.
—¡Ere-es... un maldito bastardo!, ¡Hijo de una perra humana! —murmuró a duras penas el líder de la banda de vagabundos, escupía sangre por la boca, el lado derecho de su rostro estaba ligeramente deformado por el puñetazo, la piel y los tejidos corroídos por la energía del puño.
Neydimas no parecía lucir alterado por los insultos, todo lo contrario su estado de indiferencia se plasmó más en su rostro estoico, y dijo con voz firme pero inexpresiva:
—Detesto a quienes no poseen honor, no mereces ser un hombre, es más, no eres digno de ser un Indah.
—¿Se encuentran bien? —preguntó Evander a la muchacha atacada , tomando gentilmente su mano y colaborando en ponerla de pie.
La desconocida chica asintió con la cabeza, temblaba ligeramente y su padre (luego de ser liberado por Aron Baronte) la envolvió en sus brazos repleto de dicha al ver a su hija mayor sana y salva.
—Gracias, muchas gracias caballeros por salvar a mi hija y evitar que esos maquiavélicos intentaran cobrar mi vida. Si hubiera alguna forma de compensarlos...
—Eso no es necesario —dijo Jab Talía —, estábamos de paso por este monte, vimos lo que esos vagos intentaban realizar y actuamos como todo buen defensor de la ley debe actuar.
—No es necesario que nos den recompensas —dijo iker Fotsis, rescatándose las manos —, pero si tanto se ofrecen, podrían darnos algo de alimen ... ¡Auh!.
Evander lo calló, pisando con fuerza el pie derecho de Fotsis. La muchacha que había sido antes atacada, se agacho al suelo y recogió una bolsa de cuero, la guardo en uno de los bolsillos de su vestimenta con mucho cuidado. Contenía algo muy importante en su interior, esa era la razón por la cual había abandonado la seguridad de su hogar.
—Agradecemos su hospitalidad —dijo Neydimas —, pero no es necesario
—Si me permiten quisiera conocer el nombre de nuestros salvadores —sugirió el campesino, dándole su abrigo de piel a su hija.
—Eso por cuestiones reglamentarias es imposible, pero confiare en su discreción señor, para confiarle mi identidad —se expreso el príncipe —. Soy Bemus Adrián, líder de este escuadrón y viajamos al norte por cuestiones relacionadas con la milicia —, Neydimas hizo una reverencia —, me temo que eso es todo lo que les puedo decir.
—Muchas gracias, nobles señores por socorrer a esta humilde mujer —musitó la jovencita con suma cordialidad, todavía lucia pálida, sus piernas y brazos se sacudían ligeramente —. Les debo mi mas sincera gratitud, en espacial a usted, señor Adrián.
—No me debe nada —respondio el príncipe con indiferencia.
—Permitame presentarme a mi también, joven señor. Me llamo Claus Agneta. Son recientes de una humilde granja en las cercanías del monte.
Los individuos presentes inclinaron ligeramente la cabeza en señal de un correspondiente saludo, tal cual era la costumbre de los iøunnadianos.
—Por favor— inquirio el señor Claus Agneta—, caballeros, para mi esto no es un acto se sumisión, se trata de gratitud, si no tienen un lugar donde pasar la noche pueden reposar en mi humilde mirada, soy el dueño de una granja no muy lejos de aquí, por favor, no quiero ser castigado por los dioses al no corresponder los deberes de la hospitalidad.
Neydimas Aldebarán permaneció dubitativo un momento, miro a su amigo y este acertó con un ligero movimiento de cabeza.
—Si ese es el caso, estaríamos encantados en aceptar su oferta —dijo el joven guerrero, recordando claramente las costumbres Iøunnadianas.
—Ustedes dos, traigan los caballos —ordenó Neydimas, dirigiéndose a Iker Fotsis y Jab Talía.
—Si señor.
—Mañana por la mañana seguiremos viaje.
Evander reunió a los cuatro asaltantes en torno a el álamo mas grueso y los ato con mucha fuerza con su propia soga, todos estaban inconscientes por sus heridas (incluyendo su líder que debido a las secuelas del golpe de Aldebarán quedó aturdido irremediablemente ) ellos no lo matarían, pero dejaría que cualquier bestia del monte se diera un festín.
—¡Señor Adrián! —, llamo a su amigo por su falso nombre —, mire esto —señalo con su dedo índice una curiosa marca en la mano de uno de sus atacantes.
La luz de las lunas gemelas ilumino la piel clara del sujeto revelando un curiosa tatuaje:
"Ατη"
para un Indah común esas letras no tendrían ningún significado, no obstante la de un soldado Iøunnadiano era distinta.
—Creo que esta será una larga noche —comentó Evender, entendiendo que ese descubrimiento traería problemas.
Glosario:
🌟Blemias :Criaturas que no tienen cabeza, pero su cara esta ubicada en su torso, viven en tribus.
🌟Equidna: Monstruo con torso de mujer y cuerpo de serpiente.
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