
Extra
El día más esperado por todos finalmente había llegado. La majestuosa mansión Xiao, ahora asentada en Luoyang, resplandecía con una decoración exquisita, aguardando la llegada del miembro más joven de la familia Xiao-Wang.
El selecto grupo de invitados se congregaba en el interior, mientras que, en la entrada, los empleados esperaban con impaciencia, formando una hilera ordenada frente a la reluciente limusina que se acercaba.
Unos minutos después, esta se detuvo frente a la mansión, seguido de cerca por una escolta de guardaespaldas. El primero en descender fue Xiao Zhan, con su hijo recién nacido en brazos, una sonrisa radiante iluminando su rostro. Tras él, Xiao Yibo salió del auto con una expresión de dolor evidente, aferrándose a la mano que su esposo le ofrecía.
—Tómatelo con calma, mi amor —murmuró Xiao Zhan, acercándose a su oído y sosteniéndolo con ternura.
Yibo lo fulminó con la mirada, incrédulo ante semejante comentario insensible.
—¿Tomármelo con calma? Sí, claro, como si tú hubieras soportado horas de contracciones y ahora tuvieras una cesarea que duele como el infierno —replicó con sarcasmo, esforzándose por dar un paso sin sentir que sus órganos se desprendían—. Mm, está doliendo otra vez.
—Es normal, Yibo, acabas de dar a luz a nuestro hijo. El dolor es lo de menos —respondió Xiao Zhan con suavidad, cogiéndolo por el brazo para ayudarlo a caminar.
—Lo sé —suspiró Yibo, deteniéndose y contemplando al pequeño ser que yacía en los brazos de su esposo. Extendió una mano temblorosa y acarició su mejilla redonda y pálida mejilla con el corazón hinchado de felicidad—. Es tu copia.
—¿De verdad? —preguntó Xiao Zhan, acomodando mejor a la bebé en sus brazos, con una sonrisa de orgullo—. A mí me parece una versión miniatura de ti.
Yibo negó con la cabeza, consciente de que su Alfa solo estaba siendo adulador. Con renovada determinación, caminó junto a él con más confianza y menos dolor.
—Bienvenidos a casa, señores Xiao, felicidades por el nuevo integrante —saludó la servidumbre al unísono.
—¿Mi padre...? —inquirió Yibo, sintiendo una repentina oleada de emoción al pensar en verlo, aunque lo había visto en el hospital.
—Está adentro, con los invitados —respondió la ama de llaves, una mujer Beta de unos cuarenta años.
—Gracias, señora Fang. Pueden volver a sus labores —indicó Xiao Zhan.
La fila de empleados se dispersó y un mayordomo abrió las puertas de la mansión, revelando un espectáculo inesperado. El interior estaba decorado con un exuberante azul celeste, y una montaña de regalos perfectamente envueltos se alzaba en un rincón. Sin embargo, algo no encajaba en la escena.
—Es niño, ¿verdad, yerno? —cuestionó Wang Bing, visiblemente emocional por el nacimiento de su cuarto nieto, el tercero vivo, acercándose con su esposa y Jian Yu, quien saltaba impaciente por conocer a su pequeño hermano.
—¡Claro que es niño! —exclamó la señora Xiao, extasiada, con Albert y Yi Xung a su par.
—Papá, mamá, quiero conocer a mi hermanito —insistió Yi Xung, tratando de ver al cachorro dormido en los brazos de su padre, sin éxito alguno por impedimento de éste.
—Yo también —se unió Jian Yu, soltándose de la mano de su abuelo y comenzando a saltar frente al matrimonio.
—Enhorabuena, felicidades, A-Yi, Xiao Zhan —los felicitó Yang Mi, acompañado de Xu Kai y su hiperactivo hijo, tratando de soltarse de su firme agarre.
—Gracias —respondió Xiao Zhan, adoptando una expresión burlona que desconcertó a todos—. Pero lamento sacarlos de su error. Tuvimos una niña, no un niño.
—¡¿Qué?! —exclamaron todos al unísono, sin saber cómo reaccionar ante la inesperada noticia.
Ocultar el sexo del bebé había sido ocurrencia de Yibo, Xiao Zhan lo aceptó con emoción, pero todos estaban seguros que tendrían un niño, inclusive ellos. La mantita donde la hermosa niña descansaba era azul, ¿qué rayos?
—Familia, les presentamos a nuestra princesa, Xiao Dan Li —anunció Yibo con una sonrisa radiante.
La sala quedó en silencio, un silencio denso y cargado de confusión, mientras las miradas se posaban en la pequeña Xiao Dan Li, acurrucada plácidamente en los brazos de su padre. Wang Bing fue el primero en romper el silencio, su voz resonando con una mezcla de sorpresa y un atisbo de decepción.
—¿Una niña? Pero... ¿y todos estos regalos azules? —señaló la montaña de obsequios con un gesto de desconcierto.
La señora Xiao se llevó una mano al pecho, como si acabara de recibir un golpe inesperado.
—¡Oh, cielos! ¡Teníamos todo preparado para un niño! —exclamó, con una expresión de consternación.
Xiao Zhan soltó una carcajada, disfrutando del desconcierto generalizado.
—Lo siento, familia. Parece que nos equivocamos con el género —dijo con una sonrisa traviesa.
Yibo, aún conmovido por la emoción del momento, se acercó a su hija y la besó suavemente en la frente, tomándola en brazos y mostrándosela a sus demás hijos.
—No se preocupen, todo se puede cambiar —aseguró Yibo, pasándole la niña a su marido ante la ola de dolor en las entrañas—. Lo importante es que nuestra princesa está aquí, sana y hermosa
La tensión en la sala se disipó, reemplazada por una oleada de ternura y alegría.
Xiao Fei, aún un poco aturdida, se acercó al esposo de su hijo y lo abrazó sin ejercer mucha fuerza, sabiendo lo destrozado que sentía el cuerpo.
—Felicidades, Yibo. Sabía que nos darían una nieta hermosa —ovacionó con una sonrisa enorme, que se convirtió después en una expresión de angustia—. Oh, Dios, deberías sentarte, no es bueno permanecer de pie en tu condición.
Mientras su suegra y su madrastra, que parecía haberlo perdonado, lo ayudaban a sentarse en el sofá más cómodo, Wang Bing, por su parte, se acercó a Xiao Zhan y le dio una palmada en el hombro.
—Felicidades, yerno. Aunque me hubiera gustado un nieto, no puedo negar que esta pequeña es encantadora —admitió, sintiendo las mejillas doler de tanto sonreír. Extendió los brazos y le pidió cargarla, Xiao Zhan se la acercó manteniéndose muy cerca al igual que Jian Yu y Yi Xung, que miraban embelesados a su hermana.
—Espero no llegar muy tarde, ¿dónde está mi sobrino? —HaiKuan se hizo presente en ese momento, en su brazo izquierdo, se apreciaba una enorme caja de regalo.
Azúl, por supuesto.
—Sobrina, HaiKuan, y no, llegas justo a tiempo para la celebración —articuló Xiao Zhan viéndolo descomponerse ante la aclaración.
—¿Qué? ¿¡Tuvieron una princesa!?
—Sí, ¿algún problema? —alzó las cejas Xiao Zhan, irritado.
—Para nada. Permíteme cargarla —dejó caer el regalo al suelo, como si no hubiera gastado una pequeña fortuna en ello y se apiñó dónde la niña, sin embargo, su abuelo paterno hizo oídos sordos y no se la pasó—. ¿Ya le pusieron un nombre?
—Dan Li, Xiao Dan Li —le informó con deleite, tratando de quitársela a su suegro sin efecto alguno.
Torció los labios, HaiKuan reprimió una carcajada.
—Bonito nombre, sin embargo, no creo que te la entreguen por ahora, oh, allí viene tu madre. Hola señora Xiao, un placer volver a verla —la saludó atropelladamente, codeando con burla a su mejor amigo.
—A, sí, claro. Dame a xiao-Dan, Wang Bing, no es solo tu nieta —le echó en cara, ceñuda, y sin darle oportunidad de hablar, se la quitó.
Aburridos, Jian Yu y Yi Xung dejaron en paz a su hermana y empezaron a jugar con Xu Tian a las escondidas.
La mansión Xiao, después de un par de horas, se pintó de rosa, convirtiéndose en el escenario de un nuevo capítulo en la historia de esta peculiar familia.
—Zhan, tráeme a Dan Li, por favor —le pidió Yibo, hastiado de ver a su hija en brazos de todos excepto de él.
Su lobo estaba celoso al extremo, y su aroma pronto lo delató, para un Gamma saberse sin su cría después del parto era enloquecedor y peligroso, si aceptó este festejo fue porque los estimaba y amaba a todos, pero existían límites.
Y estaban sobrepasandolos.
—Si nuestros padres lo permiten —inició Xiao Zhan, besándole la mejilla en un intento de serenarlo, falló—, se han estado peleando por ella desde que llegamos.
—No me importa, es mi hija y si no quieren que yo se las quite a la mala, van a dármela, ¿¡no es así!? —lanzó el dardo, furioso, desprendiendo un aura amenazante que paralizó por unos instantes a los adultos.
—Por supuesto, Yibo, ten a mi nieta —se la pasó Xiao Fei, riendo nerviosa porque, efectivamente, la emoción los sobrepasó a todos, siendo desconciderados.
—Es mía, a nadie le permito más cargarla, ¿quedó claro? —sentenció con ojos posesivos, aferrándose a ella con su vida.
Xiao Zhan los envolvió con su aroma, abrazándolos. Les lanzó una mirada mordaz a sus invitados, haciéndolos tragar con dificultad.
—Muy claro —fue la respuesta robótica, pero si pensaron que a Yibo se le pasaría el malhumor, se equivocaron.
Las horas pasaron y en ningún instante soltó a su hija, y cuando su esposo se la pidió, se rehusó también, lleno de recelo. A Xiao Zhan no le quedó alternativa más que resignarse, tal vez, en la noche, cuando se durmiera, podía tener a su princesa todo el tiempo que deseara.
Para su desilusión, ni aún dormido Xiao Yibo la soltó, pero no se dió por vencido. Al amanecer, lo primero que los ojos de Xiao Dan Li vieron fue a sus padres y hermanos durmiendo junto a ella, con una tranquilidad que, lastimosamente, debía romper porque tenía hambre.
Entonces, empezó a llorar, exigiendo atención.
Fin~.
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Infinitas gracias por acompañarme en esta aventura. Sin ustedes, la historia no hubiera visto la luz y finalizado con éxito. Nuevamente, gracias. Nos vemos en otra aventura.
Besos.
☪Yessie.
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