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Capítulo XXXI: Tormenta.


El viento aullaba como un lobo herido, arañando las ventanas de la mansión Xiao con una furia implacable. La lluvia golpeaba el tejado con la fuerza de un ejército enfurecido. Jian Yu, acurrucado bajo las mantas, temblaba como un cervatillo asustado, sus ojos oscuros reflejando el terror que lo atenazaba.

Un trueno ensordecedor sacudió la mansión, iluminando la habitación con un destello cegador. Un grito desgarrador escapó de los labios de Jian Yu, y se escondió bajo la cama, sus pequeños puños aferrados a las sábanas, susurrando el nombre de su madre como un mantra.

Yibo apareció al instante, su corazón latiendo con fuerza en el pecho al saberlo tan atemorizado. Desde que las noches se habían convertido en un infierno de truenos y relámpagos, había tomado la firme decisión de dormir con Jian Yu, a pesar de las miradas de reproche de Xiao Zhan, quien se había convertido en su pareja no oficial de nuevo. Pero el instinto maternal de Yibo era más fuerte que cualquier otra cosa. Compartía su sentimiento de protección hacia un ser sangre de su sangre y carne de su carne. Incluso Yi Xuan, con casi ocho años, aún se atemorizaba con las noches tormentosas y había casi exigido que su padre velara sus sueños a partir de ahora, para diversión de su tío.

—Jian Yu, mi amor, mamá está aquí —susurró Yibo, agachándose para mirar al bulto tembloroso bajo la cama—. Sal de ahí, mi pequeño. Te protegeré de la tormenta.

Con los oídos tapados y los ojos llenos de lágrimas, Jian Yu lo miró con súplica.

—Tengo miedo, mamá. Llegaste tarde.

Un nudo de culpa se formó en la garganta de Yibo.

—Lo siento, mi príncipe. Estaba en la ducha... —pero no solo. Un rubor carmesí tiñó sus mejillas al recordar la razón de su tardanza.

Con un sollozo, Jian Yu se lanzó a sus brazos, aferrándose a él con fuerza. Yibo lo levantó, acunándolo contra su pecho, sintiendo el latido acelerado de su corazón contra el suyo. Encendió la lámpara de noche, aliviando el miedo a la oscuridad que compartían.

Mientras le cantaba una canción de cuna, Jian Yu se removió en sus brazos, sus ojos fijos en el rostro de su madre, que lo cubrió con su aroma en un intento de tranquilizarlo.

—¿Qué ocurre, mi vida? ¿No puedes dormir? —preguntó Yibo con ternura.

Con los ojos llenos de lágrimas, Jian Yu comenzó a llorar de nuevo.

—¡Quiero ir con bàba! —exclamó entre sollozos—. Lo extraño mucho, mamá. ¿Por qué no está aquí?

El corazón de Yibo se contrajo ante la confusión de su hijo. Seis meses habían pasado desde aquel trágico suceso que había cambiado sus vidas para siempre. La búsqueda del paradero de su hija fallecida, bajo la afirmación de Lusi, era un fantasma que lo perseguía día y noche, y que lo había consumido, alejándolo poco a poco de Jian Yu, quien ahora sufría la ausencia no solo de su padre, también de su madre.

—Mi pequeño —susurró Yibo, besando la frente de su hijo—. Papá te ama mucho. Y yo también. Siempre estaremos aquí para ti, aunque no vivamos juntos.

Se enfocó tanto en su búsqueda que bloqueó temporalmente el cambio tan drástico que significó para Jian Yu vivir de un instante a otro con su madre, y no con su padre, con quien había vivido momentos muy difíciles a partir de la detección de su enfermedad, formando un vínculo irremplazable. Y aunque apenas era muy chico para recordarlo en su adolescencia, la marca de su separación estaba aún fresca y empezaba a echar raíces.

Vi Zhing lo sorprendió muchísimo, puesto que no solamente había respetado su decisión de rehacer su vida con el hombre que amaba, también se portó como todo un verdadero ser humano cuando le entregó por voluntad propia a Jian Yu, citando lo siguiente con el corazón en la mano: «Nadie merece más estar con él que tú, Yibo, han perdido mucho, es tiempo de recuperarlo. Cuídalo de mi parte».

—¿Por qué no está aquí? Lo necesito.

La culpa comenzó a abrirse paso en su pecho. No es que su ex abandonara a su hijo o que él le prohibiera las visitas, simplemente este tuvo que hacer un viaje con respecto a algo relacionado con su hermana y desde entonces la única comunicación que habían tenido era por teléfono, pero al niño ya no le era suficiente, quizás él debió insistir en que volviera, pero no lo hizo.

—A'Jian, si tu padre y yo no estamos juntos es porque no somos adecuados, nuestro tiempo ya pasó y es momento de que ambos avancemos en distintas direcciones —su intento de explicarle no fue favorable, y era comprensible.

—No entendí.

Soltó una pequeña risita y le acarició el pelo a su niño.

—Cierto, eres muy pequeño aún para comprenderlo, pero una cosa sí es segura.

—¿Qué?

—Él siempre será tu padre, y podrás verlo siempre que así lo desees, aunque me ponga celoso por tener que compartirte —se dio el lujo de hacer un mohín.

Eventualmente, ante el visto bueno de que podía ver a su padre, Jian Yu se incorporó de golpe y empezó a saltar en la cama, eufórico, ignorando la furiosa tormenta.

—¡Gracias, mamá! Te prometo que no dejaré de quererte, pero lo extraño mucho, mucho, mucho —expresó en tanto se detenía y se acurrucaba como si fuese un bebé en sus brazos, enterneciéndolo.

—¿Quieres verlo mañana? —la propuesta provocó que los dulces ojos del niño brillaran como dos luceros.

—¡Sí, por favor, sí! —lo abrazó tan efusivamente al punto de estrangularlo.

Yibo le palmeó el trasero suavemente.

—Muy bien, ahora baja de mi cuerpo y déjame arroparnos, es hora de dormir —demandó con dulzura, Jian Yu se dejó hacer.

—Sí. Buenas noches, mamá. Te quiero —besó su mejilla derecha y se acurrucó contra su pecho, cerrando sus ojitos.

—Buenas noches, A'Jian, no te quiero, te amo, dulces sueños —besó su frente y lo abrazó protectoramente, prometiendo en silencio nunca más hacerlo sentir abandonado.

Era un sábado despejado pero con mucha ventisca. El desayuno, dispuesto con esmero por la nueva cocinera de la mansión Xiao, yacía casi intacto. Xiao Zhan observaba a Yibo, cuya actitud distante y silenciosa le llenaba de una inquietud punzante. Había contratado a la cocinera, a pesar de las protestas de Yibo, quien insistía en encargarse de todo por si mismo. Tres días habían bastado para demostrarle a Yibo que la carga era excesiva, pero ahora, su mutismo le preocupaba más que cualquier objeción.

—¿Sucedió algo? —preguntó Xiao Zhan, bajando su taza de café y limpiando la comisura de sus labios con una servilleta, la preocupación palpable en su voz.

Yibo suspiró con parsimonia, levantando la mirada hacia él, sus ojos reflejando un cansancio que calaba hondo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Me preocupo por ti, Yibo. Eres mi... —dudó un instante, eligiendo las palabras con cuidado—... mi pareja. ¿Cómo no mostrar preocupación?

—Espera —interrumpió Yibo, su voz cargada de una repentina defensiva—. ¿Desde cuándo soy tu pareja, Xiao Zhan?

La pregunta, lanzada como un dardo, sorprendió a Xiao Zhan, sobre todo, por la mordacidad empleada.

—Desde hace seis meses. Creí que lo sabías.

—Si la vida se basara en suposiciones, el mundo estaría aún más perdido —replicó Yibo con un tono gélido—. No des por hecho que somos pareja cuando no me lo has pedido como es debido.

La tensión en el aire se volvió palpable, espesa como la niebla. Yibo jugueteaba con la comida, sin probar bocado, su mirada desviada, adsorta en sus muchas preocupaciones, las cuáles debía ir resolviendo una a una, o de lo contrario se volvería loco.

—Estás muy extraño hoy, Yibo —dijo Xiao Zhan, tratando de aligerar el ambiente pesado—. Si no supiera que tu celo pasó hace unos días, diría que estás embarazado.

La broma se desvaneció en el silencio opresivo que siguió al terminar de hablar. El color abandonó el rostro de Xiao Zhan, el tenedor cayendo de sus manos con un estrépito metálico.

—Yibo... —murmuró, la voz apenas un susurro horrorizado—. No me digas que ese no fue el celo.

—No, Zhan —respondió Yibo, inundado de una calma tensa, sus manos temblaban en sus piernas, presagiando lo que se venía—. Como tampoco los anteriores.

—¿Qué quieres decir?

—Estoy esperando un hijo tuyo —reveló Yibo, la mirada fija en Xiao Zhan, su voz apenas un susurro cargado de incertidumbre—. Tengo cuatro meses de embarazo. Me enteré esta mañana.

El silencio se instaló de nueva cuenta entre los dos, pero esta vez era más ensordecedor, angustiante e intolerable. Ni siquiera las risas de los niños en el comedor rompieron con tal atmósfera incómoda. El rostro de Xiao Zhan se contrajo, sus ojos oscureciéndose con una mezcla de incredulidad y furia contenida.

Xiao Zhan se quedó paralizado, la noticia golpeándolo con la fuerza de un maremoto. Cuatro meses. Un hijo. Otro hijo.

La vida, con su ironía cruel, le había jugado dos veces el mismo juego, solo que, esta vez, se encargaría personalmente de tomar la decisión que mejor se le apeteciera.

—Buenos días, tío Yibo, papá —saludó Yi Xung, consciente de la tensión entre ambos, su voz temblando ligeramente.

—¡Buenos días a todos! —secundó un risueño Juan Yu, ganándose las carcajadas de su prima por su voz chillona, y acabando con la poca paciencia del Alfa.

Separando los labios, recio a permitirse involucrar a su sobrina e hijo en sus problemas de adultos, Yibo quiso devolverles el saludo y entablar una charla con ellos, pero no se le fue permitido.

—¡Cierren la maldita boca los dos o los castigaré! Necesito pensar —y sin decir más nada, empujó la silla hacia atrás y se levantó, sus pasos dirigiéndose hacia la salida con premura.

Conteniendo las ganas de echarse a llorar amargamente por su reacción, Yibo sorbió sobre su nariz, tragándose las lágrimas y centrándose en fingir que nada había cambiado, cuando efectivamente, lo hizo. Su corazón latía con fuerza, un tamborileo frenético que resonaba en sus oídos. El miedo, frío y punzante, se extendía por sus venas, paralizándolo.

Amaba a Xiao Zhan y temía horriblemente perderlo, como alguna vez perdió a Vi Zhing de la noche a la mañana, por este dolor que está sintiendo no tenía siquiera punto de comparación, lo que significaba que su ex nunca fue el amor de su vida, si de su lobo. No es que a Vi Zhing no lo amara más, sencillamente su amor era distinto, porque no nacía de él, la parte racional.

—Tío Yibo, ¿qué le sucede a papá? Nunca nos gritó de esa manera, incluso asustó a xiao-Jian —expresó Yi Xung, herida y conmocionada por la actitud tan tempestuosa de su padre, a quien nunca vio así antes. Con su atención sobre el más pequeño, que tenía los ojos visiblemente llorosos y temblaba como hoja en otoño, le acarició la espalda.

Yibo se levantó de golpe al percatarse de lo asustado que lucía su hijo por culpa de Xiao Zhan, lo tomó en brazos y lo apretó contra su pecho, inevitablemente éste se soltó a llorar, y él le siguió. Los ojos de Jian Yu, grandes y llenos de lágrimas, se clavaron en los suyos, buscando consuelo. Yibo lo apretó contra su pecho, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo, una fuente de fuerza en medio de la tormenta emocional que lo dominaba.

Ahora muchas cosas tenían sentido, como su extraña sensibilidad a la menor cosa, hambre voraz a altas horas de la noche y un apetito sexual comparado al celo, extrañamente solo en la fecha de este, por eso descartó el embarazo y solo se hizo la prueba por el comentario del Alfa días atrás, eludiendo que se estaba poniendo más bueno y su aroma lo volvía loco, aunque su vientre continuaba igual de plano, las diez pruebas de embarazo positivas no mentían, sin embargo.

¿Qué debía hacer a continuación? ¿esperar a qué el padre del niño en su vientre se tranquilizara y digiriera la noticia adecuadamente? ¿o quizás todo indicaba que la noticia no le hizo la menor gracia y le pediría abortar? Aunque esa etapa había pasado, abortar no estaba en él, aunque no tenía en ese margen al Alfa, quizás lo estaba pensando mucho y éste lo único que necesitaba era un momento a solas.

—Tío Yibo, ¿papá también te asustó? —volvió a hablar Yi Xung, confundida de verlo en tal estado. Se acercó a él y le frotó la espalda—. Ya no llores, si continúas xiao-Jian te seguirá.

Asintió porque sabía que ella tenía razón, tomó una larga respiración y soltó después toda la carga de negatividad que comenzaba a asfixiarlo.

—Tu prima tiene toda la razón, A-Jian —dijo Yibo, su voz temblando ligeramente—, si seguimos llorando como cocodrilos tu padre no nos reconocerá, ¿quieres eso?

—¡No! Extraño a Bàba —sollozó Jian Yu, aferrándose a Yibo.

—Descuida, lo llamé en la madrugada y ¿qué crees? Va a volar desde París solo por ti, ¿no ese un motivo por el que hay que celebrar? —dijo Yibo, tratando de animarlo.

La carita llorosa del niño se transformó en felicidad.

—¡Sí! Bàba vendrá a ver a Jian Yu, ¡sí! —levantó sus cortos brazos al aire y se balanceó de atrás hacia adelante aún en el regazo de su madre que había vuelto a sonreír.

—Lo hará, ten la certeza que lo hará, pero será hasta la noche, el viaje es largo —lo abrazó fuertemente, sintiendo que su mera existencia lo obligaba a continuar luchando y no dejarse caer.

—Oye, no se olviden de mi —reclamó Yi Xung, con una mueca de celos idéntica a la de su celoso padre.

Compartir al Gamma había sido la misión más imposible en sus vidas, padre e hija eran iguales, pero bastó una amenaza letal de éste para que se dejaran de tonterías. Xiao Zhan tuvo que aceptar compartir el amor de Yibo con su hijo al igual que Yi Xung, de lo contrario se irían para siempre y no estaban dispuestos a regalarle exclusivamente toda su atención.

Escondiendo una sonrisa de medio lado, Yibo extendió una mano hacia su sobrina y murmuró en un tono maternal—: Ven aquí, A-Xung, únete al abrazo de oso.

Inmediatamente Yi Xung envolvió sus brazos en torno a la cintura de su tío, que al sentir la presión en su vientre retrocedió por instinto y ella se apartó al percatarse del rechazo de su parte.

Fue cuestión de segundos para que los ojos se le humedecieran, pero antes que se diera la vuelta y corriera a su habitación a llorar, Yibo bajó a su hijo y la detuvo por los hombros.

—Lo siento, A-Xung —dijo Yibo, su voz cargada de culpa—, no fue mi intención hacerte sentir mal, es solo que...

—Dejaste de quererme, lo entiendo —aceptó con resignación, bajando la cabeza y apretando los puños, odiando la suerte de su primo—. Tienes a xiao-Jian, quién si lleva tu sangre, ya no me necesitas más.

—¿Qué tonterías dices, A-Xung? —afligido por su sentimiento de sentirse desplazada, le colocó una mano en la cabeza y le revolvió el pelo. Ella ni siquiera pestañó, así que se preparó para sincerarse—. Te amo, te crié como una verdadera hija, no tienes motivos para sentirte desplazada porque no es así.

—Pero no soy tu hija —objetó, limpiándose las lágrimas con furia.

—Xung-jie —murmuró Jian Yu a su lado, tratando de consolarla pero ella trató de empujarlo a cambio, Yibo la detuvo.

—No hagas eso, A-Xung, ¿qué no te das cuenta? Somos una familia; tú, tu padre, Jian Yu y yo, pronto alguien más va sumarse a nosotros, ¿no te maravilla la idea?

—No te compartiré con nadie más —sentenció Yi Xung con dureza, cruzando los brazos.

—Ni yo —secundó Jian Yu, aferrándose a la pierna de Yibo.

—Niños, calmados —dijo Yibo, tratando de mantener la compostura. —¿Sabes porqué retrocedí cuando me abrazaste, A-Xung? —ésta negó aún dolida—. Porque me abrazaste muy fuerte.

—¿Qué con eso?

—Bueno, si te lo permitía temo que su hermanito o hermanita resultaría herido.

—¿Bebé? ¿Qué bebé? —preguntó Yi Xung, con los ojos abiertos de la impresión.

—El que está en mi pancita. A-Xung, A-Jian, serán unos excelentes hermanos mayores —se llevó instintivamente la mano a esa zona en específica y sonrió como si fuese el sol, y en efecto para ambos niños, lo era.

—Tío Yibo, entonces, si tienes a mi hermanito en tu panza eso significa que serás mi madre, para siempre —trató de corroborar Yi Xung, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y temor conjuntados.

—Dígamos que sí, porque tu, mi querida A-Xung, siempre has sido mi hija —respondió Yibo, acariciando la mejilla de su sobrina, o mejor dicho, hija.

—Mamá, te amo mucho, nunca me dejes por favor —pidió Yi Xung, abrazando a Yibo con fuerza, como si temiera que desapareciera en cualquier momento.

—Nunca mi princesa, nunca —susurró Yibo, besando la frente de Yi Xung, sintiendo un nudo en la garganta por saberla con el temor de ser abandonada como aquella vez la hizo sentir.

—Tampoco a mi, mamá —se unió Jian Yu, colándose al abrazo, sus pequeños brazos rodeando la cintura de Yibo con suavidad.

—Es una promesa —se permitió cerrar los ojos, sintiendo la calidez de sus hijos contra su piel y dejándose envolver por su amor, pero en lo profundo de su alma alguien más faltaba en ese cuadro: su primogénita, una primogénita que realmente parecía estar muerta y que durante todos estos meses, Xiao Zhan y él no lograron dar con su paradero por más esfuerzos y energías pusieron.

Solo esperaba que, algún día, al menos pudiera estar frente a su lápida y pedirle perdón por todo el daño que sufrió inmerecidamente. Aunque internamente rogaba al cielo que estuviese con vida.

El reloj marcaba las diez menos un cuarto de la noche cuando, finalmente, la persona que habían estado esperando todo el día hizo acto de presencia. Sin embargo, los niños ya estaban dormidos en la antigua habitación de Jian Yu en el departamento del Delta. A Yibo no le pareció conveniente hacerle una fiesta de bienvenida a su ex en el territorio de su actual pareja, y menos aún con el humor agrio que Xiao Zhan traía consigo desde su regreso por la tarde. Así que, sin pedir permiso, pero dejando un breve mensaje a la ama de llaves, salió con los niños para esperar al padre de Jian Yu.

—Llegas tarde, los niños se cansaron de esperar y se durmieron —reclamó Yibo, su voz cargada de reproche.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Vi Zhing, quien arrastró su maleta al interior del apartamento y se plantó frente a Yibo.

—Yibo, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó, su voz teñida de confusión al percatarse de la decoración en el living.

—Esperándote, ¿tan difícil es de creer? —replicó Yibo, con un deje de sarcasmo.

—Bueno, tú... estás con Xiao. Por cierto, felicidades por tu embarazo, ¿cuánto llevas? —cambió de tema Vi Zhing, tratando de aligerar el ambiente.

—Gracias, cuatro meses. Me enteré hace poco —respondió Yibo con sequedad, incluso a su ex le bastó olfatearlo para saber sobre su embarazo, algo que ni Xiao Zhan o él pudieron siquiera deducir.

—Vaya, eso sí que es una sorpresa. No se te nota nada. ¿Cómo lo tomó Xiao? —se interesó Vi Zhing, intrigado, en tanto hacía oídos sordos a la horrible desilución de haberlo perdido pera siempre.

—No quiero hablar de él —cortó Yibo, con una tenacidad que lo sorprendió.

—¿Pelearon?

Yibo apretó los labios y su expresión se ensombreció. Vi Zhing alzó las manos en señal de paz.

—Muy bien, entendí. El viaje se prolongó más de lo previsto, pero lo importante es que ya estoy aquí y no volveré a separarme de mi hijo —dictaminó Vi Zhing con fulgorosa determinación.

—Vi Zhing, puedo hacerte una pregunta —dijo Yibo, su voz tan tensa como las cuerdas de un violín.

—Adelante —accedió, cauteloso de lo que pudiera tratarse, aunque se hacía una idea.

Inevitablemente se preparó para lo que se venía.

—Tu hermana te dijo algo respecto a lo que pasó hace años cuando fui por primera vez al hospital que Zhoucheng dirigía. 

Asintió despacio y tomó asiento, su expresión sombría le dio escalofríos a Yibo, quien lo miró espectante.

—Sí, y no solo eso. Deberías sentarte o acabarás por desmayarte y no sabría qué hacer lidiando con el imbécil de Xiao después de saber la verdad —le aconsejó, planeando el espacio vacío a su lado.

—Está bien, empieza a hablar —. A regañadientes, y sintiendo que el corazón se le saldría de la impaciencia, se sentó a su par, conteniendo la respiración.

Perfecto, aquí tienes el capítulo con diálogos más variados y evitando la repetición de palabras:

—Lusi tenía razón, tu primogénita es una niña, o mejor dicho, lo fue —soltó Vi Zhing con un nudo en la garganta.

—Ella... murió. Entonces, es cierto —balbuceó Yibo, aturdido, apretando su pecho, intentando contener el dolor desgarrador que le arañaba las entrañas. Las lágrimas brotaron de sus hermosos ojos, empapando su rostro al instante.

Vi Zhing lo consoló mientras Yibo lloraba con impotencia, hasta que se calmó y limpió su cara con manos trémulas. Vi Zhing se separó, sintiendo el sufrimiento de Yibo resonar en su alma.

—Sí, Yibo, pero ella fue engañada por Zhoucheng. Jamás fue inseminada con tu material genético. Transcurrió mucho tiempo, sin embargo, alguien más si lo hizo —reveló Vi Zhing, con un amargo sabor en la boca.

—¿Quién? Debo saber quién llevó en su vientre a mi hija. Debo conocerla y suplicarle de rodillas que me cuente todo —exigió Yibo, furioso, sacudiendo a Vi Zhing por la camisa.

—No es necesario, yo puedo hacerlo —argumentó Vi Zhing, con una sonrisa agridulce.

Yibo se quedó inmóvil, incapaz de entender lo que Vi Zhing intentaba decir. Vi Zhing tomó sus manos con fuerza temblorosa, devolviéndole el habla. Las besó con ternura desgarradora, llorando frente a él.

—Vi Zhing, acaso ustedes...

—Desconocía tal verdad, A-Bo. Esto es duro, pero tienes derecho a saberlo —dijo Vi Zhing, sereno, mirándolo fijamente—. Se llamaba Hui Lan, o mejor dicho, Lu Hui Lan, mi sobrina.

—¿Qué dices? —preguntó Yibo, incrédulo.

—Lu'er anhelaba ser madre, pero nadie llenaba sus expectativas, así que acudió a Zhoucheng y él la ayudó, pero su naturaleza Delta rechazó el embarazo, tuvo que usar tu material genético y únicamente así funcionó —reveló Vi Zhing, enojado, sabiendo de la crueldad de su hermano, pero sin imaginar tal grado—. Él se aprovechó de darle la hija que tanto deseaba, aunque no fuera suya, amenazándola y ensuciando su nombre en negocios sucios, incluso después de que A-Lan muriera. Ella no tuvo nada que ver con el secuestro de aquella vez, tampoco le interesa la herencia.

—¿Cómo murió A-Lan? —preguntó Yibo, tembloroso.

—Accidente automovilístico, fue una muerte instantánea. Desde entonces, Lu'er vive muerta en vida, consumida por la culpa y odiando al conductor, que paga en prisión por arrebatarle la vida a un ser inocente.

—¿Qué edad tenía al fallecer? —preguntó Yibo, ahogado de tanta información.

—Casi siete años. Pero fue una niña feliz, la más dichosa que conocí. Te mostré fotos y videos suyos, ¿recuerdas? —inquirió melancólico.

Yibo asintió, desatandose en llanto de nuevo.

—Sí. Qué ironía del destino. Pude conocerla viva, pero no se dio y no me interesé —murmuró—. Si tan solo hubiera sabido que era mi hija, yo...

—No podías saber que era tu hija. Mis hermanos lo sabían y callaron —lo confortó.

—Vi Zhing, llévame con ella. Debo pedirle perdón por no estar cuando más me necesitó —suplicó Yibo, desesperado.

—De acuerdo, pero ella no está aquí, y dudo que Xiao te deje viajar.

Yibo se puso repentinamente serio.

—Iré con o sin su autorización. No debo pedirle permiso, no es mi padre. Pagué la hipoteca de mis padres, Lusi se desvaneció en el aire y no me interesa saber su paradero. Tengo a Jian Yu, Yi Xung y este bebé. Debo encontrarme con A-Lan para sentirme pleno, ¿me ayudarás?

Resignado, el Delta apretó su mano.

—Sí, A-Bo. Pero mañana, ahora debemos descansar. Duerme en mi habitación, yo lo haré en el living.

—Gracias, buenas noches —expresó poniéndose en pie, apagado.

—Buenas noches, A-Bo. No seas duro contigo mismo, ¿lo prometes? —le pidió Vi Zhing, preocupado.

—Lo intentaré —respondió escuetamente Yibo, encerrandose en la habitación, inmerso en su propio dolor y el duelo de saber confirmado la muerte de su hija.

Su pequeña Hui Lan.

Su teléfono vibró en su pantalón pero lo ignoró, seguramente era Xiao Zhan y justo en estas instancias no tenía cabeza ni ganas de discutir con él. Mañana el sol volvería a salir y solo entonces, podría empezar a arreglar su caótica vida.

Queridos lectores el siguiente es el final.

☪Yessie

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