Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XV: Visita Inesperada.

Sentado sobre el borde de su cama mientras tamborileaba sus dedos nerviosamente y mantenía sus ojos fijos en la ventana, se preguntó si su actitud realmente era correcta.

¿Qué ganaba él desvelándose y esperando su retorno como si fuese su esposa en espera de una explicación convincente? Xiao Zhan significaba para él un buen sexo; fácil de conseguir y difícil de permanecer eternamente en su compleja vida, además, él condenado jodia espléndido, no negaría eso, pero de allí a anhelar algo más allá definitivamente rayaba a lo absurdo.

Cuando las manecillas del reloj marcaron las dos y cuarto, Yibo exhaló con fuerza y se dispuso a dormir, pero la intensa luz que se filtró por entre las cortinas levemente entrecerradas lo alertó y tensó su cuerpo como las cuerdas de una guitarra.

Xiao Zhan por fin había llegado.

Mortificado por desconocer si iría a su cama como acostumbraba o simplemente lo ignoraria, se mordió los labios con nerviosismo, el corazón le latió como un tambor y las manos empezaron a temblarle de la impaciencia. Cerró los ojos, pero su espalda se puso tan rígida que dolió cuando lo sintió cerca y el tenue pero perceptible sonido de la manija de la puerta inundó sus oídos en la penumbra de la madrugada.

Él está aquí. No puede ser cierto, pensó, fingiendo tranquilidad cuando no la tenía.

Cuán inaudito sonaba la idea del Alfa colándose en su recámara a altas horas después de imponer una distancia absurda entre los dos con el único fin de volver a sus propias vidas. Lo cierto era que esa es la realidad; una realidad que le azora el corazón porque ya no sabe que pensar, se encuentra enormemente confundido con su actitud y ello lo desconcierta.

Fingiendo que dormía, se rehusó a mirarlo a la cara cuando desconocía si en verdad cumplió a su mordaz palabra y fue a los brazos de Yang Zi, la hermosísima Omega que se cargaba por amante, pareja o lo que sea.

Ni siquiera le importaba.

—Yibo, ¿estás despierto? Oh, te has dormido —se escuchó tan afligido a su espalda que él luchó contra las ganas inmensas de volverse y abrazarlo con fervor. No lo hizo, no se lo merecía el muy maldito—. Soy un bastardo egoísta, te he dañado tanto que lo último que debería estar haciendo en estar en tu habitación pero, yo... Ni siquiera he podido.

¿Qué no has podido?, quiso saber, desesperado por respuestas, sin embargo solo obtuvo silencio.

Sintió a Xiao Zhan sentarse en su cama y suspirar derrotado, mirando su rostro tan fijamente que tragó duro por la intensidad de su mirada, fija sobre sí.

Que difícil y tedioso se tornaba fingir indiferencia cuando no la sentía del todo, pero una cosa si era segura; si el Alfa no se marchaba o si por asomo osaba tocarlo, aún mínimamente, él iba a delatarse por si mismo.

Lo juraba.

Su sensibilidad le jugaba en su contra en ese preciso instante, ¿irónico? Sí, un poco.

—Sabes, debería otorgarte tu libertad, casi son siete meses desde que llegaste a esta casa y firmaste ese contrato. Nunca debí dártelo a firmar, ese contrato es una total bajeza, por ese motivo solo lo uso exclusivamente con mis amantes, y aunque modifiqué algunos términos referentes a Yi Xung, no deja de ser más espeluznante. Perdón por eso —se disculpó con la voz acongojada, dejando ver su sinceridad.

No sabía porque, pero Yibo le creyó. Xiao Zhan no sacaba nada mintiéndole cuando creía que él estaba dormido.

Trás un largo silencio, continuó:

—Yibo, es mejor así. Si te tengo de nuevo, temo que pueda lastimarte hasta los cimientos, sé que no me amas, pero... yo si te amo a ti. No sé cómo pasó ni cuando, yo solo, caí fuerte y duro por ti, ¿no es eso risible? —se rió de un modo tan sarcástico que él apretó los puños y su corazón dió un vuelco ante aquella inesperada confesión—. Ni siquiera pude tocarla, no me atreví, si lo hacía, te perdería para siempre y soy tan egoísta que no deseo que las cosas sean así para nosotros. Sé que debería ser imposible, pero me enamoré de un Gamma orgulloso y con un carácter complicado, pero eso es lo de menos; ese Gamma además de ser precioso, ama incondicionalmente a mi hija. Gracias a él hoy tengo el amor de Yi Xung, la hija que no sabía que tenía, y la cuál planeo mantener a mi lado al igual que él.

—¿Entonces por qué me alejas? —le preguntó con los ojos fuertemente cristalizados, afectado por su confesión.

Xiao Zhan enmudeció por un breve momento al verlo girarse y hablar, pero se las arregló en lo que pudo.

—¿Escuchaste todo? Creí que tú...

—¿Dormía? —Xiao Zhan asintió, impávido—. Lamento mucho decepcionarte, pero lo hice. Y no lo comprendo, tienes tanto miedo a herirme que ignoras tus propios sentimientos, Zhan, no te entiendo.

—Será mejor que no lo hagas —murmuró él con frialdad, recomponiéndose en su totalidad.

Incorporándose en la cama, Yibo lo juzgó con la mirada, tenía sus propios motivos para juzgarlo. Cuánto detestaba esa actitud bipolar, así que no se retiraría sin dar su opinión.

—Pero quiero hacerlo —afirmó con desesperación, cogiendo sus manos entre las suyas e instándolo a mirarlo a los ojos, cuando lo logró, prosiguió—. Entenderte es lo que yo más quiero pero te cierras tanto que no puedo entrar. Xiao Zhan, ¿por qué no me dejas entrar? Tu coraza me impide hacerlo y lo detesto tanto. Hiervo de furia.

—Basta de esto, Yibo. No debí venir a verte —admitió con labios temblorosos poniéndose en pie, visiblemente afectado por lo que oyó.

Yibo se aferró a su brazo derecho cuando intentó huir cobardemente pero él se zafó y se encaminó a la puerta cuál vendaval a punto de desatarse en cualquier instante.

—Puedo saber entonces por que demonios si lo hiciste —le exigió una explicación con ojos tempestuosos, temblando sobre las sábanas y no de la manera que a ambos les encantaba.

—Realmente, ni siquiera yo mismo lo sé —respondió escueto sin darle cara, acabando por irse.

Y Yibo se quedó allí, en su fría cama, completamente solo y decepcionado una vez más de él. De su cobardía, una cobardía que creyó no existía en un Alfa de su calibre pero, ¡sorpresa! Xiao Zhan no era diferente al resto de los Alfas, hombres Beta e inclusive de los Deltas. Aunque estos últimos podía llegar a ser mas permisivos y amorosos con su respectiva pareja; eran muy celosos y posesivos, mucho peor que un Alfa, incluso dominante.

La mañana llegó muy pronto, apenas y pudo dormir tres horas y, por obvias razones, moría de sueño. El desayuno ya había sido servido hace un cuarto de hora y contrario a lo que se esperó, Xiao Zhan estaba actuando con naturalidad, asombrándolo una vez más.

¿Qué acaso era bipolar? Empezaba a preguntárselo más a menudo, pero no era ningún estúpido para saciar su curiosidad con una pregunta tan simple pero que le costaría caro producto de su imprudencia.

—¿Qué planes tienes para hoy, Yibo? —se interesó de pronto haciendo que éste se señalará a si mismo, incrédulo.

—¿Me hablas a mi?

—No hay nadie más aquí a parte de nosotros dos, y yo no me llamo Yibo, ¿qué crees tú? —se atrevió a bromear con él.

—Eh, no —respondió, consternado, deseando que su sobrina estuviera allí pero la dormilona no se había levantado y Xiao Zhan no emitió queja alguna. Era Domingo y podía permitirle ser perezosa solo por un día—. Respondiendo a tu pregunta, A-Xung y yo planeamos ir al centro comercial al medio día, la navidad está a la vuelta de la esquina y no tenemos mucho en mano.

Un largo silencio descendió sobre la mesa, hasta que Xiao Zhan tomó la palabra.

—Iré con ustedes —anunció con firmeza provocando que Yibo se ahogara con su taza de chocolate—. Oye, ¿estás bien?

Desde luego que ni siquiera estaba preocupado de que casi se ahogara con el chocolate o que su torpeza lo dejara en vergüenza frente a él al derramarse un poco sobre si mismo.

Imbécil, profirió en su mente al ser conciente de lo bien que la pasaba al percibir de primera mano lo nervioso que lo ponía con solo unas pocas palabras.

—Sin problema —mintió una vez detuvo su ataque de tos, limpiándose con una servilleta el pecho, menos mal que no estaba caliente y solo fueron simples gotas—, pero confieso que gratamente impresionado.

—¿A qué se debe? —le cuestionó mientras se llevaba su taza de café negro a los labios—. Tengo bastante curiosidad.

Golpeó la mesa, incapaz de seguirle el juego.

—Zhan, por favor, deten este teatro y no actúes como si nada hubiese pasado. Ya no somos unos niños.

Yibo no podía creer que el Alfa continuara ignorando sus sentimientos hacia él como si no lo supiese ya.

—¿Qué pasó, Yibo? No sé de que hablas —continuó fingiendo que nada sucedía y se exasperó mucho más.

—Eres desesperante —bramó con clara irritabilidad, levantándose de la mesa como si se hubiese pinchado el trasero con una aguja.

—No olvides abrigarte bien, nos vemos al medio día —le recordó, sereno, admirando su vestimenta con aprobación.

La ropa ajustada le sentaba como anillo al dedo, delineaba cada curva y resaltaba aún más su belleza, ni se diga de aquel cabello rizado que estuvo casi tentado a acariciar. Yibo había cambiado su forma de vestir y su manera de peinarse por él sin la menor oposición, aunque al principio estuvo renuente acabó cediendo, enamorado de su nuevo yo.

—¿No irás a trabajar acaso? —rechinando los dientes, casi escupió.

—Iré, pero volveré a tiempo —le aseguró con una tranquilidad envidiable.

—¿Seguro? —sin dar crédito, Yibo consultó su muñequera y sus ojos temblaron, atónitos. Eran las ocho y cinco de la mañana.

—Tienes mi palabra —se mostró firme.

Yibo resopló sin creerle en demasía, a lo largo de su vida había aprendido a no esperar nada de nadie y esa no iba a ser la excepción.

—Desgraciadamente, no creo mucho en ella.

Y ante la mirada divertida de Xiao Zhan, Yibo se alejó sacudiendo las caderas como si quisiera seducirlo, pero esa era su manera de caminar y Xiao Zhan lo sabía a la perfección. Wang Yibo no sabía que lo tenía justo en la palma de su mano, comiendo de ella como nadie en el mundo.

Al dar las doce en punto, Yibo se preparaba para partir junto a Yi Xung al centro comercial, Dylan ya les abría la puerta trasera cuando un deslumbrante Lamborghini plateado se estacionó delante.

Yi Xung ya había subido pero Yibo no, así que fue capaz de ver descender del auto a ese Alfa de piernas extremadamente largas y semblante autoritario, tan implacable que se humedeció.

La sonrojes en sus mejillas le instó a bajar la cabeza, cohibido de su incapacidad para esconder sus más bajos deseos. Menos mal que Dylan era un Beta y no percibió sus feromonas deshibidas atrayendo a Xiao Zhan a tomarlo como los últimos dos días no lo hacía.

—Lo siento, casi estoy en esos días —se vio en la necesidad de aclararlo, conociendo la personalidad del Alfa éste no iba a tardar en sacar sus propias conclusiones.

A favor suya, por supuesto.

—¿Otra vez? —se impresionó, inhalando su aroma como si lo necesitara para sobrevivir.

Yibo rodó los ojos al percatarse de sus movimientos y se cruzó de brazos, aún rojo.

—¿Por qué actúas como si te extrañara? Conoces mi designación; mi rutina llega dos veces al mes y dura casi una semana y es tan insoportable que me llego a cuestionar si de ser un Omega hubiese estado mejor. Al menos, la rutina de ellos no es tan pronta, suele ser cada tres meses y prolongarse máximo tres días.

—¿Hubieses deseado ser un Omega?

—¿Quizás? —murmuró por lo bajo, observando al Alfa con suspicacia.

Xiao Zhan se echó a reír frente a la expresión desencajada de Dylan quien en casi los siete años que llevaba a su servicio, jamás escuchó a su jefe reír de esa manera tan libre y sincera.

—¿Y me lo preguntas a mi? Yibo, me has echo el día —le confió inclinándose como era su costumbre para besarlo pero no lo hizo y retrocedió con cierta tensión.

Había olvidado que las cosas estaban volviendo a ser como un inicio, casi se lamentó por su decisión.

—¿Gracias? Supongo —se alzó de hombros y centró su atención en él cuando creyó que ya no estaba tan ruborizado, su cara ya no ardía así que era un indicador favorable—. ¿Qué haces aquí?

—¿Lo olvidas? —se indignó ante su olvido—. Prometí que los acompañaría al centro comercial.

—¿Hablabas enserio?

—Siempre hablo enserio, Yibo —contestó con esa máscara de frivolidad que le arañó el orgullo.

Con las manos en los bolsillos de su gabardina Gucci, el último regalo del Alfa hace dos días después de volver de un viaje de negocios de Shanghái, le contempló tenaz y con la guardia alta.

—No siempre —dijo rencoroso, cabreando a Xiao Zhan que gruñó.

—Dylan, al centro comercial de siempre, por favor. Yi Xung irá contigo, nosotros te seguiremos —ordenó tan implacable que la boca de Yibo se contrajo, y no fue solamente esa parte de su cuerpo.

—¿Qué dices? —increpó con un marcado entrecejo que fue ignorado.

—Como desee, señor Xiao —dijo Dylan haciendo una inclinación hacia los y subiéndose al coche.

Yibo los vio alejarse y la pequeña Yi Xung lo miraba sin entender por la ventana trasera, hizo un ademán de que ahora mismo la seguiría con su padre y ella pareció entender y calmarse.

—Sube al maldito auto y arranca —ordenó embefrecido, ajustándose el cinturón de seguridad sin darle una mínima mirada.

—No sabes cuánto me pone lo mandon que puedes llegar a ser —expresó con una sonrisa sardónica mientras acataba su orden.

—Como si me importaran a mi tus bajos instintos.

—¿Seguro?

—Por supuesto, así que guarda tu distancia y sigue a Yi Xung o me bajo ahorita mismo de tu jodido auto —lo amenazó y lo único que ganó fue enojarlo.

—Hazlo y no podrás acompañarla.

—Puedo ir en uno de los autos de tus guardaespaldas —dijo muy confíado, mirando por el retrovisor la larga fila que se hacía detrás de ellos.

Más de diez autos, ¿no era aquello demasiado para si mismo? ¿Xiao Zhan se creía el rey de Roma o algo por el estilo? Su constante paranoia en ponerle escolta tanto a su hija como a él lo llegaba a poner irritable al menos tres veces por semana.

Con Dylan era suficiente pero hacer entender a Xiao Zhan era caso perdido.

—¿Tanto me odias?

—No es odio, Xiao Zhan, es espacio —aclaró al percibir una nota de dolor en su voz—. Tú mismo lo pediste.

—Puede, pero no irás con nadie más que conmigo —sentenció con una expresión endurecida, con la vista al frente y las manos al volante—. Sújetate bien.

—¿Por qué?

—Oh, ya vas a averiguarlo —se mofó lanzándole una rápida mirada.

Cuando arrancó a una velocidad realmente vertiginosa, el grito horrorizado de Yibo fue lo último que se escuchó seguido de su amenaza.

—¡Te mataré, Xiao Zhan imbécil!

Sa Ding se disponía a instruir a los dos nuevos empleados cuando él timbre sonó estruendosamente, haciéndola saltar.

—Vuelvan al jardín, ya les buscaré luego —los despachó y esperó a que desaparecieran por la puerta trasera, diseñada para el personal. Se alisó la falda negra y, de paso, su cabello negro en su trayectoria a la entrada principal y abrió con una sonrisa cordial—. Buenas tardes, me es una pena informarle que el señor Xiao no está, salió hace aproximadamente tres horas, desconozco cuánto piensa tardar.

—Ahorrate las formalidades, Sa Ding y déjanos pasar. Xiao Zhan es un completo insensible que lo desconozco, yo no lo eduqué así —expresó la bella dama de largo cabello castaño, alta y ojos marrones, a simple vista, Omega.

A su lado, un hombre rubio y de ojos azules la sujetaba del brazo, un Alfa europeo por sus fracciones.

—Cariño, tranquilízate. No hemos venido aquí para pelear —le recordó y ella asintió para si misma.

—Tienes razón, pero éste hijo mío no filial un día me hará perder la cabeza.

—Espero que no —besó castamente sus labios—. Anda, entremos, está bajando la temperatura.

—¿No me digas que tienes frío? —le preguntó con sorna.

—¿Tú no?

—No. Estoy acostumbrada a este clima, por lo visto no puedo decir lo mismo de ti —apenas envuelta por un vestido verde descotado, largo y demasiado delgado para la temporada invernal, lucía tan fresca como una lechuga para consternación del Alfa.

—Soy francés, ¿lo recuerdas? En Francia nunca hizo tanto frío como aquí —se defendió, estaba tan abrigado que causaba gracia.

—Eres un llorón —soltó riendo, adentrándose al interior de la mansión—. Sa Ding, esperaremos a mi hijo, sirvenos mientras unos bocadillos y, por favor, una copa de whisky para mi, ¿y tú, cariño?

—Un chocolate para mí es suficiente, gracias.

—Enseguida, señora.

Media hora más tarde se oyó a más de un auto estacionarse seguido de fuertes risas. Una pequeña figura pasó corriendo pero se detuvo al inicio de las escaleras al sentirse observada.

Xiao Zhan fue el último en entrar muy pegado a Yibo a quién no dejó de molestar en todo este tiempo, ambos cargados de bolsas de ropa, adornos y demás.

Sa Ding salió deprisa con una mirada algo arrepentida por no ser capaz de impedirles la entrada.

—Señor, tiene visita.

—Ya me di cuenta —dijo Xiao Zhan con rabia contenida, su mirada puesta sobre él par de intrusos en su living lujoso; su madre desparramada sobre el sofá con el pelo suelto y la ropa floja como si estuviera en su casa.

—Xiao Zhan, ellos... —antes que Yibo empezara a interrogarlo lo cortó, sonando más impertinente de lo que imaginó.

—Suban a la habitación. Ahora —la autoridad con que dijo ello causó escalofríos en la piel de Yibo.

Sabía que aquellas personas no eran bienvenidas en la mansión Xiao y el dueño no iba a tardar en echarlas a patadas pero con su hija allí, observando todo, no podría.

Suspiró hondo y sostuvo con mayor precisión las más de doce bolsas en sus manos, Sa Ding, al ver su dificultad, mandó a una empleada a ayudarle.

—Gracias —intentó tomar las del Alfa pero un empleado se le adelantó—. Xiao Zhan, cálmate y no hagas mucho escándalo, te esperamos en la habitación de A-Xung.

Xiao Zhan no respondió y Yibo no buscó pelea, subió las escaleras con una Yi Xung que no dejaba de girar la cabeza hacia abajo tratando de saber lo que pasaba, la reprendió una vez estuvieron en la segunda planta.

—Una señorita no debería estar usmeando en los asuntos de los adultos, no está bien.

—Pero tío, papá tenía la cara muy roja, me preguntó quiénes serán ellos —se llevó la mano a la barbilla mostrando que analizaba.

Yibo se rió y le golpeó suavemente la cabeza.

—¿Tanto quieres saberlo?

—Sí.

—Ya podrás preguntarle a tu padre cuando suba —le respondió a sabiendas que no iba a atreverse.

No se equivocó.

—No gracias, no quiero que papá me castigue.

—Chica lista.

Cuando estuvieron en la habitación de la menor, los gritos y reclamos no tardaron en resonar por toda la mansión, menos mal que estaba insonorizado y ni Yibo ni Yi Xung pudieron oír nada para alivio de Xiao Zhan.

Espero les haya gustado el capítulo. En cuanto a Yibo, por favor, tenganle mucha, mucha paciencia, las circunstancias lo orillaran más adelante a abrir los ojos y ver únicamente por si mismo, después de todo, se lo merece.

Yessie

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro