
Capítulo VII: Al calor de la pasión.
Un tentador y níveo trozo de piel, a simple vista fragante y suave como los pétalos de una delicada rosa, se reveló ante los oscuros ojos de Xiao Zhan con sensualidad, haciéndolo tragar en seco, y ahí supo que no debió haberlo tocado nunca.
Se estaba adentrado a un juego demasiado peligroso, y aunque él mismo disfrutaba del sexo tanto como disfrutaba ganar dinero, una alarma parecía haberse encendido en su cabeza ni bien el rubio tomó la iniciativa de besarlo. Jamás se preocupó por los sentimientos de las personas en general, así que, mucho menos se iba interesar en comprender a quienes tenían la dicha de pasar bajo sus sábanas.
Pero poseer a Yibo no suena tan emocionante como seguramente con quienes se enrolla por primera vez si, quizás, y sólo quizás, no está dispuesto a lidiar con las consecuencias que indudablemente vendrían después de tomarlo. Verlo ilusionarse y luego sufrir porque de ninguna forma va a corresponderle, le duele más de lo que pensó.
Una cosa si es segura por ahora; debe detenerse o ambos acabaran muy mal.
No lo hizo, en cambio, cogió su rostro sin una pizca de delicadeza y prácticamente violó sus labios, los abrió con la punta de su lengua y se regocijó con el jadeo ahogado que Yibo liberó, mordió la sensible piel y eso le abrió paso para saquear toda su boca como un loco sediento de sexo.
Había pensado que Yibo le tomaría el pelo y comenzaría a golpearlo por atreverse a besarlo, en cambio, él mismo le había besado de regreso. Iniciando algo que podía volverse un laberinto más tarde, y aun claro dolor de cabeza para él.
Mezclar sentimientos en el sexo es lo peor que uno puede hacer, por experiencia, lo sabe. Pero desconoce el pensamiento de Yibo, así que se detiene aún si no quiere.
—¿Por qué paras? —hizo una pausa, su cuerpo entero temblaba y sus hormonas bailaban, emocionadas de ser escuchadas por primera vez—. ¿Acaso no quieres?
Xiao Zhan negó con la cabeza, desilucionándolo, pero no se apartó.
—Yibo, esto no es correcto.
—¿Quién lo dice?
—Lo dice la razón. Pero la verdad, es que me estoy muriendo de ganas de hacerte mío —confesó con una voz demasiado ronca, conteniéndose por muy difícil que eso fuera.
—Hazlo entonces —provocó.
—No podría.
—¿Por qué no? —no lo comprendía ni un poco—. Ambos nos tenemos ganas, eso es evidente.
—No hagas eso —cerró los ojos por un efimero instante y alejó la traviesa mano que recorrió su pecho con descaro, hasta posarse en el bulto en sus pantalones—. O si no, perderé el maldito control y te joderé tan fuerte y tan duro que inclusive olvidarás como hablar correctamente
Un delicioso escalofrío atravesó la espalda de Yibo, quién liberó una cantidad exagerada de su aroma con el afán de seducirlo y hacerlo caer de una buena vez en sus redes.
¡Había enloquecido!, eso seguro. Si se viera ahora mismo, no se reconocería y se odiaría por estar actuando como un Omega en celo.
No estaba en celo, o quizá si. No, imposible.
Solo eran sus ganas de follar las que estaban actuando por él.
—Nadie te lo impide.
—Me vas a odiar cuando todo esto acabe —se lamentó—. Lo sé.
—¿Qué si lo hago?
—No me lo perdonaría nunca. Yi Xung es mi hija, y se lo mucho que ella te quiere, que me odies hará que ella también lo haga, además...
—¿Además?
—No quiero que las cosas entre nosotros se vuelvan tensas si nos acostamos.
—¿Por qué lo harían? —inquirió con extrañeza.
—Vas a acabar enamorándote de mí, lo sé, Yibo.
Incrédulo por lo que escuchó, Yibo empezó a carcajear. Ese Alfa de pacotilla era un egocéntrico de mierda.
—¡Tines un ego demasiado alto, Xiao Zhan! —no podía para de reír.
—¿Eso qué tiene que ver?
—Que jamás me enamoraría de alguien así. Confieso que eres bastante guapo pero —posó un dedo sobre los labios del Alfa—, aunque eres mi tipo, tienes mas defectos que virtudes. Y eso te resta puntos, lamentablemente.
—Es bueno entonces.
No fue una pregunta, pero Yibo respondió de igual modo
—Sí. Ahora, ¿qué tal si te callas y mejor cumples lo que dijiste? —se aferró a su cuello y lo empujó hacia sus labios, sus narices se rozaron, y pese a que su corazón brincó, lo ignoró esta vez.
—¿Sobre qué? —fingió demencia.
—Xiao Zhan.
—Está bien. Pero te advierto que una vez empiezo, no hay manera de que pueda parar.
—Eso solo lo hace más emocionante —sonrió.
—Tú lo pediste.
Y Xiao Zhan se lanzó sobre su boca con perceptible pasión.
Su consciencia le dijo, ¡suéltalo ahora mismo, antes de que te arrepientas!, pero Yibo no le hizo caso. Eran adultos, y a fin de cuentas no iba a hacerle nada malo. Al menos, nada que Xiao Zhan no quisiese.
Mientras se deshacía una a una de sus prendas, Xiao Zhan se debatía entre la razón y la locura. Desde que lo conoció, supo que Yibo iba ser su muerte, no por nada lo besó de la nada y con el afán de marcar territorio. Yibo no era nada suyo, pero había algo en él que lo enloquecía, algo mas allá que su belleza física y que, incluso para un casanova como él, que solía enredarse exclusivamente con Omegas mujeres, le resultaba irresistible.
Ahuecó sus mejillas hasta que se tornaron rojas y tiró de sus hebras doradas con fuerza, ganando un gemido satisfactorio de su parte. Después, dejándose llevar por un mero impulso, cubrió su rostro sonrojado y maltratado con húmedos besos, evitando mirarlo porque, aunque tenía los ojos cerrados, intuyó que lo miraba con desconfianza y extrañeza.
La sensación de sus cuerpos desnudos presionándose con ahínco y desesperación contra él otro le resultó fuera de este mundo. Increíble. Tenía la necesidad enferma de presionarse contra Yibo un poco mas fuerte, un poco más duro e incluso sádico. Quería ahorcarlo, azotarlo y poseerlo una, y otra. Y otra vez.
Yibo abrió los labios y empujó la cabeza hacia atrás cuando molió sus sexos, pidiéndole más entre bajos murmullos.
De haberlo conocido antes, Xiao Zhan no lo hubiera pensando, y ahora, Wang Yibo sería su esposo y el padre de sus hijos. A la mierda la estúpida sociedad y sus absurdas leyes. Un Alfa y un Gamma también podían estar juntos y formar su propia familia, sin embargo. Con el paso de los años, él había cambiado, tal vez demasiado, se volvió un hombre frío y carente de sentimientos, pero de alguna rara forma, Yibo lo hacía sentir desnudo, que temió que lo abandonase cuando se enterara de la horrible persona que era.
No obstante, Yibo desconocía casi todo sobre él, y eso era bueno. Así que mientras éste lo besaba con avidez y deseo, él exploró su cuerpo con caricias posesivas y graves gruñidos. Yibo tenía todo lo que le disgustaba de una pareja, pero raramente, le fascinaba.
Sus manos recorrieron la estrecha cintura y luego bajaron por los delgados muslos, hasta que se aferraron al jugoso trasero que tanto le había provocado desde un inicio.
—Eres hermosísimo, Yibo —expresó, reconociendo en voz alta lo que infinidad de veces repitió en su mente.
—Xiao... Xiao Zhan —dijo su nombre mientras temblaba de deseo. Se estaba entregando a un hombre al que apenas y conocía, lo poco que lo hacía, todo su ser lo detestaba.
Xiao Zhan bajó la boca hasta su nuez de adán, y chupó con vehemencia, deleitándose con los glamurosos gemidos del Gamma, instándolo a seguir y cubrir su piel de chupetones. Llenó su cuerpo entero de ellos, y cuando lo volteó y se comió literalmente su culo, Yibo gritó con la cara enterrada entre la almohada.
—Joder, necesito metértela —dijo, abriendo sus nalgas con su goteante polla, rozando su húmeda entrada y burlándose de ella con simples fricciones.
Eso no era suficiente. Yibo quería más. Mucho más.
—Por favor —rogó.
—Sé paciente —se negó, levantando su mano derecha y dejándola caer sin consideración alguna sobre ese pálido trasero.
Yibo mordió la almohada y, pese a que contuvo el alarido de dolor que razpó su garganta, el segundo golpe lo tomó de sorpresa. Gritó con todas sus fuerzas, luego llegó el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto.
Fue inevitable no comenzar a jadear y gritar como un desquiciado a la vez. Al incio hubo solo dolor, después... después unicamente placer.
—Z... Xiao Zhan, ¡cógeme ya!
—Con gusto, cariño.
Xiao Zhan sostuvo su cintura y, con la otra mano, guió su polla a la entrada rojiza y estrecha que parecía palpitar con ansias por él.
Sin previo aviso, se deslizó dentro con bestialidad, la intromisión le sacó mas de una lágrima a Yibo, pero lo que vino después no se lo esperó. Xiao Zhan entrelazó sus dedos y empezó a follarlo como una muñeca inflable a la que volteaba y ponía en mil posiciones, por supuesto, en vez de indignarse, se limitó a disfrutar de esta nueva experiencia de principio a fin.
Si mañana no podía hablar le arrancaría la polla, mientras tanto, se dedicaría a disfrutar encarecidamente de ella.
¡Oh, maldita sea! Empezaba a amar su polla.
Yibo despertó esa mañana con una sensación de plenitud asentada en su pecho, la radiante sonrisa de oreja a oreja que iluminaba su sonrojada cara le hizo abrazar la almohada y chillar como colegiala. Finalmente lo había echo, se dejó llevar por la situación y se entregó a Xiao Zhan, el Alfa que detestaba pero, también le atraía como el demonio.
Demasiado que bastó a que ambos estuvieran solos para lanzarse al otro como un par de bestias y dar rienda suelta a esa explosiva pasión que se formó desde el primer segundo en que sus miradas chocaron y colisionaron.
Por mucho tiempo —un año exactamente— se reprimió tanto así mismo que su propio lobo le dio la espalda en mas de una ocasión, pasando sobre su autoridad y violando sus decisiones; tomando el control absoluto de su cuerpo con tal de satisfacer esas necesidades que se privó, y que la persona que eligió, no estuvo dispuesta a cubrirlas por toda una vida.
Menos mal que Yi Xung fue para él su mayor fuerza de voluntad para no caer en el pozo del libertinaje en el que su lobo quería hundirlo producto de un corazón roto.
Un corazón que jamás iba a elegir a otro compañero que no fuese Zhang Vi Zhing. Lastimosamente, ese era el destino cruel y despiadado al que un Gamma se enfrentaba cuando entregaba el corazón.
Tal vez, y solo tal vez, muy dentro de él se arrepiente de haber tomado a juego la mayor amenaza de ceder al amor, pero el tiempo no va a retroceder solo por un simple deseo, si no a seguir avanzando.
Con o sin él.
—Tío Yibo, ¿puedo entrar? —la suave voz de Yi Xung se dejó oír tímidamente del otro lado de la puerta.
—¡Dame un minuto A-Xung! —tartamudeó, entrando en pánico y levantándose de un salto de la —muy— desarreglada cama.
Corrió al baño, se dio un ducha casi a la velocidad de la luz y se vistió con lo primero que encontró. Olfateó el aire casi por instinto, y cayó en la penosa realidad que la habitación apestaba a sexo.
Yi Xung no podía oler eso, pese a que sus sentidos todavía no estuvieran totalmente desarrollados al no presentar su segundo género aún, no lo permitiría porque se moriría allí mismo de la vergüenza cuando empezara a preguntarle.
—Tío Yibo. —Yi Xung volvió a hablar tras varios minutos de silencio y larga espera. Tocó varias veces la puerta, señal que comenzaba a impacientarse—. Tío Yibo, ¿tardarás mucho?
—Hola, A-Xung. Buenos días. —Yibo se presentó frente a su sobrina con una aura un tanto extraña. Sonriendo cálidamente mientras le abría y la dejaba pasar.
Yi Xung frunció las cejas, analizando en silencio todo a su alrededor, casi como si sospechara lo que había ocurrido allí.
—¿Qué le pasó a la cama, Tío Yibo? —cuestionó la pequeña con mucha curiosidad, fijando sus hermosos ojos obsidianas, idénticos a los de su padre, en los suyos—. Tiene una pata rota.
Yibo pasó saliva, olvidándose de aquel dato producto de los nervios, había olvidado lo perceptiva que su sobrina podía llegar a ser, y lo intrusiva también.
—Cuando llegué, así estaba —mintió descaradamente, sintiendo su rostro arder, los recuerdos aterrizando sobre su mente más vivos que nunca, haciéndolo sentir aun poco mal por la manera en que se dio todo.
—Le diré al señor Xiao que te compre otra —refunfuñó, incapaz de no compadeserse de su noble tío, y antes de que éste pudiese negarse, continuó—. O mejor, que te deje dormir conmigo.
Yibo suspiró hondo y tomó su mano, guiándola al pequeño sofá a los pies de la cama.
—A-Xung, no te gusta la idea de vivir aquí, ¿es eso? —preguntó con el corazón tan pesado por el remordimiento.
Pero contrario a lo que se esperaba, Yi Xung sonrió y agitó rápidamente la cabeza.
—Me gusta vivir aquí —soltó, con un brillo de felicidad irradiando de ella.
—¿Qué tanto?
—Lo necesario para que, un día, finalmente podamos comprar la casita que tanto queremos.
Los ojos de Yibo se llenaron de lágrimas y su pecho se apretó tan fuerte que respirar se le hizo difícil. Yi Xung estaba dispuesta a quedarse en un lugar que no conocía, alejada de las personas que estimaba únicamente por la ilusión de conseguir esa casa en la playa que un día le prometió que tendrían.
Ella tenía solo cuatro años y medio en ese entonces, pero recordaba aquella vieja promesa tan bien que se sintió la peor persona del mundo por haberle prometido algo que jamás iba a cumplir de no ser por la aparición de Xiao Zhan.
Un padre que estaba dispuesto a poner el mundo entero en la palma de su mano si se quedaba bajo su protección.
—¿Tanto te gustó esa casita?
Yi Xung asintió, limpiando con la yema de sus dedos las lágrimas de impotencia de su tío.
—Sí, pero si no la puedes comprar hasta dentro de veinte años, no te preocupes, cuando sea grande te ayudaré y ya no tendrás que trabajar más, porque será mi turno cuidarte y a completar el dinero necesario para tener nuestro propio hogar. No me importa si es chiquito y no está en la playa, mientras te tenga a mi lado, será mas que suficiente —expresó lanzándose a sus brazos, admirando cada día mas a ese hombre que luchaba hasta el cansancio no solo por verla feliz, si no también, por darle todo lo que estuviese en sus manos—. Te quiero, tío Yibo. Nunca te canses de mi y me abandones como la tía Lusi y el tío Bin Bin por favor.
—Lusi no es tu tía, si no tu madre, Yi Xung. Ya te lo he dicho muchas veces —regañó con mas dulzura de la que un regaño pudiese implicar, fingiendo no haberle escuchado mencionar a su ex con quién la niña había convivido prácticamente desde que tuvo uso de razón, incluso antes. Envolvió sus brazos alrededor de ella y besó la cima de su cabeza, perfumándola con su aroma casi sin notarlo—. Y por supuesto que nunca me cansaré de ti ni te abandonaré, eres todo lo que un día pude desear.
—Yo también —dijo con la cara enterrada en su pecho, sus ojos cristalizados pero una gigante sonrisa dibujada en sus delgados labios—. Ella me abandonó, pero no me importa.
—Yi Xung —aseveró, sintiendo que si la niña continuaba así, solo alimentaría el odio que sentía hacia la mujer que le dio la vida.
—Porque salí ganando.
Yibo ladeó la cabeza, pero no dejó de acariciar suavemente la espalda de Yi Xung que rompió a llorar sin proponérselo. El tema de su madre le afectaba mas de lo que ella, e incluso él, pensaban.
—¿Por qué lo dices?
—Porque... —se limpió la cara toscamente con la mano y lo miró con profundo agradecimiento—... porque te conocí a ti, el mejor tío del mundo. Además, gané por dos, porque también eres la mamá que siempre soñé tener.
—Yi Xung, me vas a hacer llorar —reprendió con la voz quebradiza por el llanto.
Yi Xung se rió de él.
—Tío, pero si ya estás llorando.
—Tú también estás llorando, A-Xung. Y sabes que odio verte llorar, así que sequemos esas lágrimas de cocodrilo que la vida sigue —alentó, borrando todo rastro de lágrimas en esa carita infantil que hace su vida menos pesada y deprimente—. Ahora que recuerdo, no me has deseado los buenos días, niña maleducada —se mostró ofendido.
—Tío Yibo, son mas de las doce del día —informó entre risas para consternacion del Gamma.
—Eso no puede ser —fue a consultar la hora en su teléfono y si, evidentemente Yi Xung decía la verdad. Aunque ella jamás mentía—. Dormí mas de lo acostumbrado. ¡Rayos! Xiao Zhan va a matarme.
—No te preocupes, tío Yibo. El señor Xiao me dijo que no te despertara cuando vine a despertarte en la mañana —lo tranquilizó, viendo que comenzaba a correr de aquí para allá mientras buscaba algo digno que ponerse—. Aunque la verdad me pareció extraño que saliera de tu habitación, ¿te hizo algo malo por qué lo desperté a mitad de la noche cuando tuve una pesadilla?
Bueno, pensó Yibo, Xiao Zhan si le había echo algo malo pero, él también quizo que se lo hiciera. No es que se haya quejado en ningún instante, más que de placer, por supuesto.
Comenzó a tocer con la cara roja como un tomate al sentir que un líquido húmedo se deslizaba de entre sus muslos.
¡Mierda! No había tenido tiempo de limpiar bien esa zona.
—¿Estás bien, tío? —se preocupó, caminado hasta él pero Yibo la detuvo con un movimiento de manos.
—De maravilla. Y no, él no me hizo nada ni me informó mucho menos de ese asunto, solo... —Mal momento para quedarse sin excusas, pero Yi Xung no dejaba de observarlo, menos mal que su salvador ingresó por la puerta en el momento adecuado.
—Yi Xung, tu tío necesita darse un buen baño y ponerse presentable, así que sal de la habitación y baja. Sa Ding te dará un aperitivo mientras bajamos —ordenó, asintiendo ante la mirada aliviada del rubio.
—Pero tío Yibo ya se bañó —protestó—. Además, no quiero ir con esa señora, me quiero quedar aquí —hizo un puchero y se cruzó de brazos, volteándole la cara al hombre que no toleraba las impertinencias.
Yibo quizo reírse, Xiao Zhan tenía frente a él a una copia suya que no iba a obedecerle a menos que se ganara su cariño. Al final, no lo hizo y decidió intervenir antes que Xiao Zhan la regara fuertemente.
—A-Xung. Hazle caso al señor Xiao, bajaré rapidísimo.
—¿Me lo prometes?
—Sí, A-Xung. Te lo prometo.
—Que conste que lo prometiste —fue lo último que dijo antes de salir se la habitación mientras miraba con altanería y desconfianza a su propio padre.
Xiao Zhan respiró con fuerza y miró a Yibo con ferviente enojo.
—No la has estado educando lo suficientemente bien, es mas grosera de lo que me imaginé —le echó en cara—. Tendré que corregirla.
—Sobre mi cadáver le pones un dedo encima —amenazó, dándole la espalda, dispuesto a terminar esa estúpida conversación.
—Es mi hija —dijo rechinando los dientes.
—Y mi sobrina por si lo has olvidado —puntualizó, cerrando de golpe la puerta del baño.
—A veces me pregunto si en verdad Yi Xung es mi hija cuando se parece tanto a ti, pero después, recuerdo que es idéntica a mi y yo nunca me acosté contigo hace siete años.
En silencio, Xiao Zhan abandonó la habitación. Si tan solo Yibo fuese la madre de Yi Xung y no Zhao Lusi, todo sería totalmente diferente.
•
•
•
☪Yessie
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro