
Capítulo V: De tío a su niñero.
Xiao Zhan era un maldito paranoico y un total desconfiado, al menos, esa fue la conclusión a la que llegó después de que el Alfa se negara egoístamente a darle un poco más de tiempo para pensarlo.
Desde luego que quiso convencerlo y hacerle entrar en razón ¡Por Dios Santo! El tipo prácticamente le tenía contra reloj y entre la espada y la pared. Se sentía penosamente acorralado, asemejado con un pequeño e insignificante ratón que luchaba por su vida entre las filosas garras de un gato; la batalla era vana, y el resultado absurdamente evidente.
Pero él sencillamente no podía tomar una decisión así de seria en un par de minutos, no tenía el corazón, aunque claro, eso Xiao Zhan no lo comprendía, o quiza, solo no quería hacerlo. Irse tan abruptamente no resultaría justo para nadie; Yi Xung estaba muy emocionada de visitar a sus abuelos y ellos también se les veía muy emocionados por tener con ellos a su nieta consentida —y la única—, arrebatarle esa pequeña chispa de felicidad justo ahora que las cosas van tan mal no solo le haría sentir un egoísta, si no también, quedaría como un completo desconsiderado ante sus ojos.
¿Existía otra salida? ¿La tenía? Con dolor y un amargo sabor en la boca descubrió que no, él no la tenía.
No obstante, él estaba en su completo derecho de hablar con su familia respecto a esto, pero no contaba con mucho tiempo. Desde luego que reempacar de nueva cuenta sus maletas cuando no hacía ni cinco horas que habían llegado levantaría altas sospechas de las que no sabría como salir ileso sin revelar en el camino absolutamente nada. Porque hasta eso le prohibió el muy imbécil.
—Escúchame bien, Wang Yibo, porque no lo repetiré dos veces —demandó fieramente el Alfa con implacable autoridad. Él asintió con desagradable disgusto, destinado a hacer su santa voluntad si no quería salir perdiendo—. Entrarás por esa puerta, empacarás y dirás que te surgió una excelente propuesta de trabajo, misma que, por supuesto, no puedes rechazar. Así que no tienes de otra más que partir de vuelta con Yi Xung, y si se oponen a la idea de que te lleves contigo a la niña, no dudes en ser persistente y contundente en la decisión que has tomado.
Al terminar de decir eso, solo tuvo un único pensamiento.
Debe estar acostumbrado a que todos se sobajen ante él e inclusive le besen los pies , concedió con repulsa. Pero ni crea que va a poder conmigo tan fácilmente, aunque debo aceptar que esta es una devastadora excepción.
Avergonzado consigo mismo por no ser capaz de oponerse a sus —algo crueles— planes sabiendo de antemano la dolorosa conclusión final, Yibo se abstuvo a inmiscuirse en una pelea verbal de la que de ninguna manera saldría bien librado, todo lo contrario. Y aún odiando el despotismo con que le hablaba, como si de algún extraño modo él no fuese diferente al resto de sus miles de empleados, tomándose la innecesaria molestia de tratarlo como uno aunque estuviera lejos de serlo.
Existían tantas cosas que él odiaba y, por ningún segundo, toleraba, entre ellas, que le dijesen que debía o no hacer. Era un adulto soltero sin mayores compromisos; excepto criar a su sobrina y estar al pendiente de su padre y su pareja, procurando que nada les faltase mientras tuviese vida y salud.
Completamente abatido, cerró los ojos con fuerza, estaba tan estresado que lo único que deseaba hacer era mandarlo derechito al infierno y regresar a su ajetreada y complicada vida sin el constante temor que regresara y le quitara a Yi Xung para siempre.
Se mordió el labio inferior y expresó con amable sinceridad:
—No los conoces, sobre todo a mi padre, parece estúpido pero no lo es. Todo lo contrario, es muy astuto y me conoce bien —agitó la cabeza, contrariado y continuó—. Él no va a tragarse nada de eso, te lo puedo jurar.
Y no mentía.
Bastaba con que Wang Bing le mirase a los ojos para saber lo que recelosamente le ocultaba. Infinidad de veces no fue siquiera necesario que le sacara la verdad a punta de palizas como su madrastra lo hacía con Lusi, y en vez de sentirse agradecido por ser un libro abierto a sus ojos, tantas veces llegó a odiar serlo.
Nunca pudo ocultarle un solo secreto, y muchas veces tuvo que soportar la incomodidad y vergüenza de ser apuñalado con la mirada cuando escondía algo sucio de su padre. Como aquellas veces en que fue casi sorprendido besándose con Vi Zhing en su habitación y en medio de un desordenado faje, recordó con gracia y un atisbo de aflicción porque en verdad tuvo la ilusión de que se casarían en su debido momento.
Lástima que no fue así.
—Tendrás que ser mas convincente entonces si no quieres que te deje aquí y me lleve a mi hija sin tú permiso —dictó con frialdad, arrancándole de sus pensamientos.
Se incorporó de golpe en la cómoda silla y se volvió hacia él con los dientes apretados, furibundo con su despotismo y detestable seguridad.
—No puedes hacer eso —gruñó—. ¡Te demandaré y refundiré en la cárcel si te atreves!
Xiao Zhan se rió, divertido con su rápida reacción y esa bravuconería que le exasperaba pero, a la vez, le encantaba de alguna rara forma.
—¿Olvidas quién soy?
Yibo se sintió tonto por olvidarlo y se mordió la lengua, reprimiendo sus agrias emociones en el fondo de su pecho.
—No.
—Entonces, si eres lo suficientemente inteligente harás exactamente lo que te he dicho —advirtió con desdén, intimidándole con su áspera voz y sus penetrantes ojos obsidianas que se tornaron pétreos y él tembló, presagiando una dura amenaza—, si te niegas, ya sabes las consecuencias.
—¿Por qué haces esto? —se tragó el llanto que trepaba vertiginosamente por su garganta y ahogó las lágrimas que se agolpaban en sus ojos, negándose a mostrarle lo mucho que le afectaba esta situación—. ¿Por qué de este modo?
—Tengo mis propios motivos —suspiró, apartando su atención del Gamma que parecía temblar en el asiento del copiloto.
—Quiero escucharlos, tengo tiempo.
—No, tú no tienes —le recordó mordaz, volviendo su atención a él—. Además, ¿por qué debería decírtelos precisamente a ti?
—Me lo debes —señaló con desesperación.
—No le debo nada a nadie, mucho menos, a alguien como tú —escupió como si lo que había dicho fuese una total ofensa.
—¿Alguien como yo? —se rió falsamente, adivinando a donde iban las cosas—. ¿Te refieres a alguien de clase baja?
—En ningún momento insinúe eso.
—¿Así? —torció los labios antes de resoplar—. Porque no te creo.
—Es tu problema —sus bronceadas manos apretaron el volante con impresionante fuerza, Yibo lo notó y se dio cuenta que se equivocaba.
—Oh, ya se a que te refieres —gesticuló sin una pizca de sorpresa—. Es porque soy un insignificante y patético Gamma, ¿no es así? —Su silencio le dio la respuesta que esperaba—. Ya veo.
—Sabes, tu actitud me fastidia —dijo, mirándole con mayor intensidad y un interés que le calentó el estómago por un segundo—. Demasiado que apenas te soporto.
Enarcando una ceja y alzándose de hombros sin mostrar signo de verse afligido por sus ofensivas pero muy sinceras palabras, colocó una mano en la puerta del vehículo, listo para salir de allí.
No pudo hacerlo, Xiao Zhan le había metido el seguro a último minuto.
—Si lo haces o no realmente no me importa.
—¿De verdad? Porque viéndote tratando de huir de mi no me lo parece —se mofó y Yibo le gruñó enseñándole los colmillos.
—Cállate y retira el seguro. ¡Ahora! —ordenó de muy malhumor, demostrándole que si no accedía iba a golpearlo.
Se atrevía ¡Oh, claro que se atrevía! Él no era ningún jodido cobarde.
Esbozando una maliciosa sonrisa de labios sellados, el Alfa cedió—: De acuerdo, pero con una condición.
—¿Cuál? —le miró con suspicacia.
—Cierra los ojos.
Desconcertado por la abrupta solicitud lo hizo de mala gana, solo queriendo salir del lujoso auto de una buena vez, sin embargo. Sintió como el asiento se movía y hundía lentamente, se asustó y trató de ver lo que pasaba pero un embriagante aroma a Alfa puro golpeando sus fosas nasales se lo impidió y lo dejó hecho piedra, tan indefenso.
Yibo quiso abrir los ojos y ver lo que sucedía, pero una suave y poderosa mano se lo impidió.
—Aún no los habrás.
—¿Por qué? —frunció el ceño y respiró con pesadez, sintiendo que se derretía bajo suyo—. ¿Qué es lo que planeas?
Xiao Zhan respondió a su pregunta con un apasionado e inesperado beso que le puso completamente rígido contra el asiento que acabó de reclinarse hacía atrás para agradecimiento de éste, facilitándole las cosas con el lindo Gamma. Los ojos de Yibo se abrieron de la impresión y las pupilas le temblaron cuando se encontró en una nueva y comprometedora posición; recostado con las piernas abiertas y el guapo pero odioso Alfa encima suyo, lamiéndole obcenamente los labios mientras sujetaba sus manos arriba de su cabeza.
Se reprochó por sucumbir ante él una vez más, sobre todo, cuando su rodilla se rozó contra el bulto en sus pantalones que comenzaba a despertar y él jadeó quedito, necesitado de más contacto. Abrió su boca, queriendo obtener más oxígeno pero, en cambio, Xiao Zhan aprovechó esa oportunidad para meterle la lengua y profundizar el arrollador beso aún más, tornándolo húmedo y sucio.
Respiró bruscamente el escaso aire que encontró y se sacudió como un poseso al instante en que Xiao Zhan dejó sus labios y descendió por su afilada pero firme mandíbula, chupando con la boca abierta mientras se cernía contra el cuerpo gelatinoso del Gamma.
—Mng... Más, Alfa. —Rojo de la vergüenza por haber soltado semejante e insensata cosa, Yibo abrió los ojos con horror e intentó cubrir su trémula boca, pero no pudo hacerlo; sus muñecas estaban siendo sujetadas por el Alfa con una fuerza contra la que no podía combatir aún si estaba luchando—. ¡Suéltame!
—¿Por qué debería hacerlo? —le cuestionó Xiao Zhan con una voz tan grave y distorsionada por el deseo, percibiendo con claridad la manera en que su propio cuerpo parecía traicionar al Gamma bajo suyo.
—Porqué te lo estoy ordenando —escupió rechinando los dientes de la furia que parecía envolverlo, misma que se veía reflejada en sus hermosos ojos de ciervo, dándole un toque de sensualidad que ponía demasiado duro a Xiao Zhan, nublando su juicio y su razón—. ¡Imbécil, te ordené que me soltaras!
Yibo logró sacarse al Alfa de encima tras propinarle un doloroso cabezazo que puso a éste a maldecirlo en diferentes idiomas mientras se sobaba la frente. El golpe había sido duro, pero no lo suficiente para que se librara tan fácil de él. Así que cuando Yibo se dio la vuelta y pretendió escapar de él, lo derribó una vez más con una facilidad tan majestuosa que se puso histérico y comenzó a golpearlo con rabia.
—Espero que seas consciente de que tu impertinencia para conmigo va a costarte muy caro tarde o temprano, cariño —dijo con cierto desden, ganándose una afilada mirada del rubio.
—No soy tu jodido cariño, hijo de puta —murmuró con tanto odio que le cegó y terminó por escupirle a la cara. Cuando se dio cuenta de lo que había echo se puso blanco como un papel, sobre todo, cuando los ojos del Alfa cambiaron de color y adoptaron un rojo profundo, tan escalofriante que le hizo soltar un chillido de auxilio—. Yo... No quise.
Contrario a lo que se esperó, Xiao Zhan salió de sobre él de un salto y le abrió la puerta con una brusquedad que le llenó de incertidumbre y miedo.
—¡Lárgate! —ladró hosco, con la mirada baja.
—Xiao Z....
—Lárgate. De lo contrario, no respondo. —Algo en su timbre de voz le hizo tragar grueso, era una amenaza, nada nuevo en Xiao Zhan. Siempre valiéndose de ellas con tal de tener a quien quisiera bajo sus pies, dominado, pero esta vez había sobrepasado los límites empleando su voz de mando con un simple Gamma.
Un Gamma que jamás iba a obedecer aún si usaba en su contra aquella asquerosa y horrible voz que tanto detestaba Yibo.
—Yi Xung no va a irse contigo a ningún lado —prometió aun si era consciente que no poseía medios suficientes para retenerla a su lado.
Finalmente, Xiao Zhan lo miró. Los ojos rojos desaparecieron, pero un brillo terrorífico resplandeció en sus pupilas, paralizándolo.
—Eso está por verse, Wang Yibo.
Despavorido, Yibo salió prácticamente huyendo del auto. Xiao Zhan lo vio entrar a la casa echo un mar de nervios, no lo siguió, es más, ni siquiera intentó hacerlo. Únicamente exhaló hondo, golpeó el volante con fuerza, repudiándose por haber perdido el control, pero una cosa si era segura; Wang Yibo iba a pagárselas.
Con aquel vengativo pensamiento en mente, arrancó el auto y desapareció bajo el intenso atardecer de Luoyang.
Una semana después, cuando el correo llegó, Wang Xuan se sorprendió al hallar una carta destinada a su hijastro. Desde luego que aquella misteriosa carta la llenó de cierta intriga, sin embargo, su propia curiosidad tenía límites que, por el momento, no estaba dispuesta a traspasar.
Yibo se hallaba en la cocina preparando la comida, un tanto distraído para siquiera notar a su madrastra aproximarse. Notó su presencia hasta que la tuvo de frente, exhaltándolo y provocando que gritara.
—¡Qué demonios pasa contigo, Zhuo Xuan!, ¿acaso pretendes deshacerte de mi a estas alturas?
La señora Wang rodó los ojos, acostumbrada a ser llamada por su nombre de soltera y no de casada. Tiempo al tiempo, se dijo. Al menos.. al menos Wang Yibo ya la había aceptado.
—Acaba de llegar la correspondencia —anunció con una inquisitiva mirada.
Yibo resopló.
—Que bien. Pero, ¿a mi en qué me afecta eso?
—Te llegó esto —le entregó un sobre, ganándose la intriga de Yibo quién, aparentemente, lucía despreocupado, en el fondo, se estaba muriendo de miedo.
Un par de días antes, Lusi había llegado repentinamente, su presencia no fue muy agradable para Yi Xung, ni que decir de él. Su hermana le advirtió sobre esto, Xiao Zhan no era conocido como alguien que desistía rápidamente con lo que quería. No se equivocó.
—¿Qué es esto? —lo cogió con manos algo bruscas, mirando el remitente con los ojos desencajados y el corazón apretujado.
Imposible.
—No lo se. Pero si la abres sabrás la respuesta.
Asintió con un semblante dificil de leer para alguien como Wang Xuan, después de todo, no lo conocía lo suficiente todavía.
—Claro —apoyó sus palabras y atrajo el delgado papel contra su pecho en un puño, estrujándolo—. Enseguida vuelvo.
—Adelante.
Cuando Yibo llegó a su antigua habitación, cerró la puerta con más torpeza de la que incluso poseía, se recargó en ella y desgarró el sobre con desesperación. Abrió la hoja cuidadosamente doblada en el interior y un muy conocido aroma se filtró en sus fosas nasales, enfureciéndolo a límites insospechables.
Te lo advertí, Yibo. Se me agotó la paciencia. A partir de ahora vas a hacer lo que yo te diga, si continúas reúsandote, no respondo de lo que pueda suceder. Y no estoy hablando solo de Yi Xung.
Atentamente: Xiao Zhan.
Posdata: Tu próximo jefe.
Rechinó los dientes con mas fuerza de la que pudo soportar mientras deslizaba su espalda por la puerta y una lágrima de impotencia se abría paso de su ojo derecho. Xiao Zhan imbécil estaba de regreso en su vida, y esta vez, no podía solo romper la carta en mil pedazos y huir con A-Xung.
No tenía escapatoria, a donde quiera que se le ocurriese esconderse, Xiao Zhan indudablemente lo encontraría.
El maldito desgraciado lo había acorralado en su propio territorio, lo comprobó cuando, desesperado, se asomó por la ventana y vio a su padre de la mano de A-Xung, frente a ellos estaba el Alfa, sonriendo inocentemente como si jamás lo hubiese amenazado.
Corrió al baño, se mojó la cara y se preparó mentalmente para bajar, no sin antes, esconder bajo llave la amenazante carta, y por supuesto, la advertencia de desalojo que Xiao Zhan se había atrevido a mandarle escondida en el sobre.
El Alfa se había salido con la suya.
Los ojos oscuros de Yibo observaron la espaciosa y lujosa sala con ojo crítico, detestando la sonrisa triunfante que no se borraba de los labios del Alfa desde que había aceptado ser parte de aquel absurdo juego. Porque eso era lo que para él significaba todo aquel teatro innecesario que se había montado el Alfa a base de amenazas. Un tonto juego que bien podía salirsele de las manos en cualquier momento, sin embargo.
Su única preocupación era Yi Xung, sus propios padres parecían actuar más con los pies que con la cabeza, porque sencillamente no comprendía como ambos podían ser tan necios y, al mismo tiempo, tan inmaduros.
Intentaba comprender los sentimientos de cada uno de ellos, pero fracasaba en todos sus intentos. Xiao Zhan y Zhao Lusi no estaban capacitados para cuidar de una niña pequeña, que se tratase exactamente de su hija no disminuía el problema en el que ambos se hallaban insmiscuidos, todo lo contrario.
Se quedó callado cuando pudo revelar la verdad detrás de aquel embrollo frente a su familia, y esa fue su sentencia para convertirse en una de las piezas del juego macabro que estaba iniciando. Permitió que Xiao Zhan se presentase en su hogar como su nuevo jefe y pusiera en práctica su plan; llevarse a Yi Xung y a él a Beijing, dónde su empresa principal se encontraba.
Sus fines netamente laborales, supuestamente.
Por supuesto, su padre no se tragó del todo aquello, pero Xiao Zhan era lo suficientemente astuto para manipularlo a su antojo. Al final, él y su sobrina habían recogido sus cosas y volado a Beijing con el Alfa ese mismo día.
Temía que prestarse a esto lastimara a la personita mas importante en su miserable vida; Yi Xung, su amada sobrina que desde que llegó al mundo, le trajo únicamente felicidad. La felicidad que creyó no volver a sentir nunca desde que perdió a su madre y, más tarde, sufrió el engaño de quien consideraba el amor de su vida.
—Tío Yibo, ¿no volveré a ver nunca más a la señorita Meng ni a Xing-ge? —la inocente pero dura pregunta de su sobrina le desgarró el corazón.
Nada de esto era justo, Yi Xung no se merecía esto.
Pero, por ella es que estaba allí, sometiéndose ante alguien que detestaba pero, al mismo tiempo, se compadecía.
—¿Quién te dijo eso, A-Xung? —se puso a su altura y retiró un mechón de pelo oscuro detrás de su oreja.
La cachorra se mostró triste y respondió en apenas un muy bajo murmullo—: El señor Xiao me dijo que no regresaríamos nunca más a casa.
Yibo luchó consigo mismo para no lanzarse encima de aquel insensato y abofetearlo hasta la muerte. Yi Xung no tenía por qué presenciar ninguna clase de violencia, además, el Alfa se las pagaría a su debido tiempo.
Decirle eso a su propia hija fue... demasiado ruin y despiadado.
—El señor Xiao no sabe lo que dice, A-Xung. No lo escuches.
Yi Xung asintió despacio, limpiándose las finas lágrimas que soltó dominada por el pánico al creer que nunca más los vería. La señorita Meng a veces era muy gruñona y le daba algo de miedo pero, pensar que no volvería a verla la ponía melancólica, y más melancólica la ponía no poder jugar más con Fan Xing.
—¿Eso significa que el señor Xiao está loco?
Yibo torció la boca, desconociendo por completo el razonamiento al que llegó Yi Xung.
—¿Qué te hace creerlo?
—Bueno... —se sonrojó furiosamente cuando vio al extraño Alfa acercarse a lo lejos, pero ella nunca se quedaba callada, siempre tendía a decir lo que pensaba—. Los locos no saben lo que dicen.
Incapaz de aguantar la risa, Yibo comenzó a carcajearse como un estúpido, al menos, a los ojos de Xiao Zhan que lo miraba con una expresión de disgusto.
Así no era como se comportaba un Omega, mucho menos, un Gamma, o eso pensaba Xiao Zhan.
—¿Podrías dejar de reírte de esa forma? —solicitó chasqueando la lengua cuando Yibo no se inmutó y continuó carcajeando libremente—. Pareces un loco.
—No mas que tú, Xiao Zhan. No más que tú —dijo una vez que la risa había mermado.
Tomó la mano de Yi Xung y comenzó a seguir a la empleada que los llevaría a sus nuevas habitaciones, pero el repentino agarre del Alfa en su brazo lo hizo detenerse en seco y mirarlo.
—¿Qué demonios estás insinuando, Yibo? ¡Contesta! —Si algo no toleraba Xiao Zhan era que lo ofendieran, y Yibo lo había hecho.
Dejarlo ir tan fácilmente no era una opción para él.
—Hay una niña presente, Xiao Zhan. Así que, o controlas tu vocabulario y tu cavernícola actitud o lo controlas —lo amenazó, enfureciéndolo aún más por la manera grosera en que le hablaba—. No me hagas arrepentirme de haber aceptado esto.
Estaba listo para tomarlo del cuello, arrastrarlo a su habitación y enseñarle quien mandaba en esa casa, pero bastó una simple mirada a su hija para desistir.
La había asustado.
Carraspeó, incómodo y sintiéndose culpable.
—Sa Ding, lleva a Yi Xung a su alcoba, por favor —la Beta acató su orden de inmediato y cogió la muñeca de la pequeña, alejándose escaleras arriba—. Y tú —no hizo falta que dijese su nombre—, sígueme.
Yibo rodó los ojos, sabiendo que no dejaría pasar su grosería, sin embargo, se mordió la lengua y, en silencio, le siguió hasta su despacho.
Todo sea por el bienestar de su sobrina.
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Hola que tal queridos lectores, les traigo un nuevo capítulo como cada semana, espero les haya gustado y empiecen a entender un poco la historia. Las cosas se pondrán interesante 😉😏 Este es el capítulo más largo hasta ahora, publicado por supuesto, hay otro mucho más largo, arriba de las cuatro mil palabras, pero bueno, todo sea por la trama.
Nos leemos el próximo sábado.
☪Yessie
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