Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo IX: Sentimientos ignorados.


—¿Cómo está? —se escuchó decir a una grave y conocida voz en el medio de la oscuridad.

Yibo encendió las luces al reconocer al intruso en su habitación y frunció el ceño lleno de disgusto, su incapacidad de creer que Xiao Zhan estaba preocupado por Yi Xung le mantuvo con la guardia alta todo el tiempo.

—¿Ahora te interesa? —le reprochó con aspereza mientras se dirigía al tocador y procedía a retirarse el reloj de oro y el par de pendientes de diamantes con una delicadeza y calma que exasperó al Alfa.

—No soy ningún insensible —protestó Xiao Zhan enseguida, casi sintiéndose insultado.

Enarcando una ceja, divertido con lo que escuchaba, Yibo se desabotonó la camisa con intenciones de ponerse algo mucho mas cómodo, pero casi de inmediato desistió.

—Esa no fue la imagen que diste hace unas horas, por cierto —lo miró a través del espejo, inquisitivo—, ¿qué hiciste para qué se fueran tan rápido?

—Únicamente los invité a retirarse amablemente —respondió él, como si casi casi no los hubiese echado.

—¿Amablemente? —se rió, incrédulo—. Más bien diría que no les diste oportunidad alguna de objetar, ¿o me equivoco?

La sensual boca de Xiao Zhan se apretó con tanta fuerza que los músculos de su mandíbula se tensaron de una forma que le favoreció, provocando una sensación de placentero y, a la vez, penoso cosquilleo en la piel de Yibo que le hizo erguirse como una vara y apretar las piernas con rabia y vergüenza.

El efecto que Xiao Zhan tenía sobre si era tremendo, casi risible pero, sin un solo atisbo de caricia, ya estaba temblando por él, porque le tomara de nuevo como esa madrugada lo hizo.

El simple recuerdo lo humedeció como nadie lo hizo jamás.

—No, ahora respóndeme lo que te pregunté —ordenó con una severidad implacable que casi lo puso de rodillas ante él.

Yibo suspiró con un alto grado de dificultad, sus propias hormonas se hayaban tan descontroladas como si estuviese por entrar en celo. Y su estúpido lobo no le ayudaba en nada, incluso podía olfatear sus propias feromonas en el aire seduciendo al Alfa y llamándolo a aparearse con él.

Esto era inaudito pero, a su lobo parecía encantarle el Alfa de Xiao Zhan que no veía nada más allá que la belleza física y su impotente virilidad.

Nada más

—A-Xung se siente muy dolida al descubrir que eres su padre —admitió con un resquemor en la zona de entre sus piernas, se tragó una larga bocanada de aire para poder seguir y se clavó las uñas en las piernas con una fuerza brutal que debió dejar un rastro de marcas—. Debo aceptar que Lusi no ha sido una buena madre para ella, y descubrir que su padre también la abandonó de cierta forma, no es fácil de asimilar.

—No la abandoné —salió a recalcar Xiao Zhan, contrayendo el rostro y adquiriendo una expresión que encendió a Yibo todavía mas de lo que ya se encontraba.

—Tal vez no pero... has sido un padre ausente y tus actos recientes no han sido del todo correctos.

—¿Tan mal fue?

—¡Por supuesto! —su grito mezcla reclamo y gemido produjo una especie de encanto en el Alfa que se puso en pie con las pupilas dilatadas y las fosas nasales abiertas, aspirando el aire. Yibo se estremeció de impaciencia, sudando de ansiedad—. Jamás imaginé que alguien fuese capaz de dar una noticia de tal magnitud en público. Ciertamente, no fue tu mejor movimiento, eres un pésimo padre, la verdad.

—¿Quieres ayudarme a acercarme a mi hija?

La petición silenciosa de ayuda le hizo girar en la silla de golpe y enfrentarlo con la boca seca y la respiración agitada.

—¿Cómo porqué lo haría? —increpó, poniendo mucho esfuerzo en mantener su postura firme y no ceder ante su naturaleza—. No te lo mereces.

—La quieres demasiado como para alejarla de su padre —dijo con convicción, dejándolo sin argumentos para refutar. Xiao Zhan sonrió como un felino que tenía rodeada a su presa, se aproximó a él haciéndolo tragar en seco—. Por lo tanto, no serás el villano de la historia y te rehusarás a ayudarme. Me ha quedado bastamente claro que por Yi Xung eres capaz de dar saltar al fuego si es necesario, así que me comprometo a no ser tan duro contigo de ahora en adelante. Claro, si te portas bien.

—¿Es acaso esta una broma tuya? Porque ya puedes dejar de actuar.

Los ojos obsidianas de Xiao Zhan se obscurecieron de una forma que lo atrajo enseguida como la miel a las abejas, y lo hizo levantar el rostro por voluntad propia en cuanto éste posó una poderosa y caliente mano en su barbilla, instándolo a mirarlo a los ojos.

—Nunca he bromeado en mi vida, Yibo —confesó con indulgencia, acariciando con pasión su voluptuoso labio inferior.

En un instante de lucidez, Yibo interceptó su mano y la apartó como si le quemara, y en efecto, lo hacía. Se sentía un pequeño e insignificante conejo en las garras de un león, odiaba esa sensación de dominancia y poder.

—Tampoco eres alguien que pida favores —señaló sin atreverse a mirarlo a los ojos—. Usualmente, cuando te propones algo, lo haces solo y sin la ayuda de absolutamente nadie.

—Tienes razón —dijo él en un tono orgulloso y despectivo que le erizó todos los vellos de su cuerpo. Se inclinó sobre el Gamma indefenso y que, a sus ojos, había perdido sus garras—. No te necesito para ser mi intermediario respecto a mi relación con mi hija, pero sabes para que si te necesito, cariño.

—No tengo la menor idea —mintió con los dientes apretados cuando Xiao Zhan hizo un recorrido descarado con su aliento desde la textura frágil de sus labios hasta el hueco pronunciado de entre sus clavículas.

—Mm, mentiroso —susurró en su oído y cogió su rostro sin un ápice de delicadeza, mirándolo con un gesto sombrío que lo hizo encogerse—. Sabes que te deseo, y que estoy muriendo por hacerte mío en este momento.

—¿Por qué no lo haces? Nadie te lo impide —farrulló, estremeciéndose.

—¿No te molesta?

Yibo resopló con fastidio.

—Después de leer tu horripilante contrato, me queda perfectamente claro mi posición en tu vida, Xiao Zhan.

A juzgar por la llamarada de cólera en sus ojos, Xiao Zhan supo que nuevamente mentía. Alguien de su naturaleza indomable no iba ser fácil de domar.

Y lo sabía.  

—No me digas que te molestaron mis términos —dijo él en un tono socarrón que casi puso a echar fuego por la boca al rubio—. Soy un hombre bastante generoso, sabes. Siempre y cuando me den un buen servicio.

Esa fue la gota que derramó el vaso, y la personalidad fiera que Xiao Zhan estuvo buscando despertar desde el principio rugió.

Sonrió triunfal.

—¡Hijo de puta! —se levantó como una fiera y lo atacó sin preámbulos, recordando lo miserable que había sido desde que le hizo firmar ese maldito contrato—. ¿Qué te crees que yo soy? ¿¡eh!? —lo empujó, o al menos trató de hacerlo porque no lo hizo retroceder ni un centímetro. Aquella admisión acrecentó su cólera y golpeó su pecho sin medir fuerza alguna, tenía los ojos húmedos producto de las lágrimas de humillación—. ¿Tu fulana? ¡Contéstame, infeliz!

—Ese término en que te catalogaste no me gusta, ¿qué te parece si lo dejamos en compañero de cama personal? —propuso con un semblante tan tranquilo, como si pidiese su opinión respecto al clima.

—¡Eres un cínico! —dolido por su humillación, trató de abofetearlo pero el Alfa atrapó su mano en el aire y la torció hacia atrás junto a la otra, exponiendo su cuerpo ante su hambrienta mirada—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? —sollozó, sintiéndose tan patético por mostrar una debilidad que muy seguramente le costaría caro mas adelante.

—Tú firmaste, yo no te obligué —le recordó con agresividad.

—Pudiste impedir que firmara algo tan asqueroso como eso, ¡pero no lo hiciste!

—¿Por qué lo haría? Ambos ganamos, no le veo el problema.

—Eres... Insoportablemente frívolo y despiadado —escupió.

—Cambialo por inteligente.

Yibo detestó la forma en que su cuerpo lo traicionó y se entregó sin reparos al desenfrenado y voraz beso que Xiao Zhan le dio e hizo girar su cabeza como un torbellino. Por lo que, mandando al carajo su raciocinio, dejó que éste lo levantara y lo aventara a la cama sin delicadeza alguna. El carísimo traje gris del Alfa cayó al suelo y su camisa se abrió, revelando un pecho firme y un abdomen plano y marcado.

La boca de Yibo se aguó ante la vista, y con los ojos dilatados de deseo, alargó una mano y lo atrajo de nuevo a un beso mucho mas sucio e intenso que el anterior. La ropa fue cayendo como lluvia a su alrededor, y una vez desnudos, piel con piel en la cama, jadeantes, Xiao Zhan ató en un movimiento ágil las manos de Yibo al cabezal de la cama usando su exclusiva corbata.

—Qué... ¿Qué estás haciendo? —atinó a increpar Yibo, visiblemente asustado pero no menos excitado.

Xiao Zhan abrió la boca y la cerró en torno a su bonito ombligo, chupando con avidez y hundiendo la lengua allí, produciendo en Yibo una gigantesca ola de calor que lo puso a retorcerse como un poseso.

—Relajate, cariño. Te aseguro que te va a fascinar —prometió, mirándolo desde abajo con una picardía que aceleró el corazón del pobre Yibo.

—No me siento cómodo en esta posición, Xiao Zhan —se sinceró, sonrojado hasta la raíz del pelo. Tiró de la corbata, pero había sido apretada con tanta fuerza que eventualmente su esfuerzo fue inútil—. Désatame.

—Tranquilo.

—Te dije que... ¡Oh por Dios! —gritó, extasiado aventando la cabeza hacia atrás con los párpados entrecerrados por el placer.

La hábil lengua entre sus muslos, ignorando adrede el sexo lloroso y clamando por atención, le hizo ver auténticas extrellas detrás de sus ojos.

—Ya vez, lo estás disfrutando mucho mejor de lo que supuse. Y aún viene la mejor parte.

—¿De qué...? —el hilo de su voz murió en tanto vió que Xiao Zhan salía de la cama y, después de abrir el último cajón de la mesita de noche, volvía a la cama con una venda transparente de un tono plata y un par de condones—. ¿Cuándo pusiste eso?

—Dígamos que siempre estuvieron allí, solo no te diste cuenta —respondió con un encogimiento de hombros.

—De echo, no —se mordió el labio inferior y retrocedió instintivamente—. Ni por la mente se me cruzó que pudieras guardar algo como eso en mi habitación. ¿Qué vas a hacer a hacer con eso?

Rígido como una tabla, recogió sus piernas hacia su pecho y le lanzó una mirada desconfiada al Alfa.

—Darmos placer —y eso fue todo, antes que la oscuridad cubriera sus ojos y una boca experta reclamase la propia con fulgorosa determinación.

El suave y reconfortante toque en sus rodillas lo instó a bajar sus defensas y a destensar sus músculos. Un grito ahogado inundó la habitación cuando Xiao Zhan lo jaló hacia abajo hasta quedar extendido en la cama, indefenso y a su completa merced.

—Xiao Zhan.

—Shh. No hables, solo disfruta —susurró en su oído y seguidamente mordió con sensualidad el lóbulo de su oreja.

Chilló y quiso enterrar su uñas en su espalda pero no pudo, empezaba a ahogarse de placer.

—¿Siempre eres así? —Apenas y pudo hablar, la forma morbosa en que el Alfa se frotaba contra él no tenía precio.

Se ahogó con su saliva y los dedos de sus pies se contrayeron de placer.

—¿Así como? —plantó un beso en su garganta, dejando un chupetón que lo mas seguro es que horrorizara a Yibo en cuanto lo viera al amanecer.

—Tan mandón.

—La mayor parte del tiempo.

—Compadezco a la persona que se case contigo —soltó entre risas y quejidos.

—¿No quieres ser tú?

Consciente que estaba filpiando con él. Yibo se rió secamente.

—Que absurdo, eso no va a pasar jamás.

—¿Por qué?

Yibo fue incapaz de apreciar la decepción atravesar de un latigazo el guapo rostro del Alfa.

—Porqué te odio —respondió él con un argumento que al segundo quedó invalidado cuando se lanzó hacia adelante y sus labios se encontraron con los ajenos.

Xiao Zhan se acomodó en el medio de sus muslos abiertos y los instó a enredarse en su cintura, la flexibilidad de Yibo le permitió amarrarlo a él como un pulpo.

—Me encantas —murmuró entre largos besos—. Eres una muñequita que no deseo compartir con nadie.

—Que pena, eso no se va a poder —sonrió Yibo con superioridad—. Algún día esto se acabará y ambos conoceremos nuevas personas.

—Me rehusó a dejarte ir, pero mientras tanto, marcaré tu cuerpo con mis besos y llenaré tu interior de mis hijos las veces que se me den la jodida gana —prometió apasionado, alineándose en su entrada y entrando de lleno con un gruñido gutural.

Yibo creyó que moriría de placer allí mismo. Sobre todo, cuando Xiao Zhan comenzó a mover las caderas y a embestirlo con una furia abismal y un sentimiento de posesión en sus venas que perdió el juicio y todo signo de timidez. La habitación se llenó de un cántico de obscenidades de los que nadie a demás de ellos podía oír para tranquilidad de Yibo.

El sudor empezó a bajar por el pecho lampiño y duro como roca del Alfa, que sin estar del todo satisfecho sin las caricias de Yibo, lo desató fácilmente y ambos rodaron en la cama como un par de bestias hambrientas de sexo.

Una vez saciados, se desplomaron uno sobre el otro respirando irregularmente.

—Eso... ha sido... una locura —balbuceó sonriendo como un tonto sobre su pecho, embriagandose de su aroma a macho Alfa y arrancándose la cinta de los ojos.

—¿Te gustó? —él inclusive se quedó anonadado tras preguntarle aquello.

Regularmente, durante el sexo, se dedicaba más en satisfacerse así mismo que en complacer a su pareja sexual; las palabras durante el acto, ya sea cariñosas o morbosas no existían, al menos, de su parte, que precisamente Yibo sea el primero de una extensa lista de amantes con esa ventaja lo aterrorizó.

—Me encantó —concedió risueño, arrastrando sus labios desde el centro de su pecho hasta encontrarse con su boca, pero antes que lo besara, Xiao Zhan lo apartó, dejándolo frío—. ¿Qué pasa?

—Tengo trabajo que hacer.

—¿Ahora?

—Sí. Por cierto, ¿iniciaste las píldoras anticonceptivas que te dejé esta mañana? —le cuestionó marcando distancia.

—Lo olvidé completamente, ¿por qué?

—¡Maldita sea! —despotricó, rojo de indignación e ira.

Habían sido un par de descuidados adolescentes que solo vieron por el placer y no por las posibles consecuencias que vendrían después.

Esto no podía estar pasándome otra vez. Otro hijo definitivamente no, pensó Xiao Zhan, histérico.

Leyendo la desesperación en sus ojos, Yibo abrió lo suyos con horror y se levantó de la cama aún desnudo, viéndolo vestirse con tanta prisa que su estómago se retorció de incertidumbre.

—Xiao Zhan, tú... Usaste protección, ¿verdad?

—Necesito tomar aire, no me sigas —le dejó en claro cuando intentó tomar su mano y exigirle una respuesta.

La puerta se cerró tras su espalda, dejando atrás a un pálido y conmocionado Yibo que cayó en la cama; desecho y al borde de una crisis cuando sintió un líquido espeso deslizarse por sus piernas.

El par de condones que Xiao Zhan extrajo del cajón descansaban en el suelo, ignorados.

—De ninguna manera puedo tener un hijo suyo, o será mi condena —llegó a la conclusión.

Rápidamente, se incorporó y abrió él primer cajón, y con manos temblorosas y pálido como una vela, sacó la tableta intacta de anticonceptivos. Y sin importar nada más que un embarazo no deseado, se tragó tres píldoras de una.

Rogándole a Dios porque no le diera un hijo justo ahora, se metió a la ducha con el miedo de ser madre arraigado con vehemencia en su pecho.




Yessie.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro