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Capítulo IV: Hablemos.


—¡Oh, Dios! Ven acá cariño, mira lo lujoso que se ve a simple vista ese coche, ¿será qué por fin tendremos nuevos vecinos? —exclamó eufórica la señora Wang, una Omega de cuarenta y cuatro años y grandes ojos almendrados mientras espiaba por la ventana, sin una pizca de disimulo.

El señor Wang miró profundamente apenado a su hijo que se hallaba frente a él tomando en pequeños sorbos un refrescante vaso de limonada, disculpándose de antemano por la actitud cotilla de su mujer, éste solo se limitó a agitar la cabeza con una divertida sonrisa en los labios.

Un inmenso alivio invadió su cuerpo al notar lo a gusto que Yibo parecía sentirse en presencia de Zhao Xuan, ahora, Wang Xuan; hasta hace poco menos de seis años, su hijo se opuso completamente a aceptar a la Omega en su hogar, encaprichado hasta la médula en que la arrojase lejos de su vida, recurriendo con bajeza al mismísimo chantaje para obtener lo que quería aún a costa de la infelicidad de su padre. La inesperada llegada de su querida nieta, la pequeña Yi Xung trajo consigo un gran don; el don de la unión familiar y la aceptación. Al menos, en lo que concierne a su hijo.

Yibo aceptó en medio de lágrimas de aflicción que no podía seguir siendo un egoísta caprichoso durante el resto de su existencia. Por alrededor de dieciséis años se la pasó haciendo de su madrastra un verdadero infierno, sin embargo. Lusi llegó unos meses mas tarde de que su padre eligiese a otra compañera, y el odio que expresaba sin guardarse nada tanto a su padre como a su nueva “madre” pareció mitigarse, no mucho, pero cedió y eso era todo lo que importaba en ese entonces. Cuidó y puso el ejemplo a Zhao Lusi, su pequeña y energética hermana, que aunque no era de su misma sangre, la amaba como si lo fuese. Pero con Zhao Xuan nada cambió, siempre mantuvo levantada una brecha de indiferencia y repudio hacía la madre de ésta, claro, hasta que el nacimiento de Yi Xung llegó y curó las heridas de su corazón por la muerte de su amada madre.

—¿Qué esperas para levantarte de allí, Wang Bing? —Se volvió hacia su Alfa con una ceja alzada y una mirada intensa que no daba lugar a reproches u objeciones.

Yibo no pudo evitar ahogar una risa fluida y divertida contra su puño cerrado al observar a su estricto y autoritario padre ponerse en pie y acatar la solicitud de su mujer como si fuese el mas manso de los corderos.

—Voy cariño. No hay necesidad de hacer tanto escándalo —dijo Wang Bing mirando con absoluta desaprobación a su hijo que parecía disfrutar de su docilidad.

—¿Qué no lo hay? ¿¡Qué no lo hay!? —incrédula y con los ojos desencajados le tomó de una oreja y empujó frente a la ventana—. Míralo por ti mismo. 

—Si sabes que no soy un cachorro, ¿verdad? —le cuestionó el Alfa sobando su rojiza oreja.

—Sé. Pero a veces actúas como uno, y no me mires así porque bien sabes que tengo la razón —le abrazó por la espalda y como recompensa por jalar su oreja le besó la nariz y parpadeó con inocencia.

El señor Wang suspiró derrotado, consciente de que si le llevaba la contraria se toparía con una pared y eso sería una batalla perdida.

—Sí, la tienes. Siempre la tienes —canturreó divertido, haciéndola enrojecer.

—Basta de cursilerías, Bing Bing. Echa un vistazo y dime que opinas de ese auto —le señaló con la mirada.

—De acuerdo —accedió y se posicionó lo suficientemente cerca, eso si, tratando de que no fuese descubierto.

Yibo observó a su recto padre espiando por entre las costinas y negó con la cabeza. Antes, cuando su madre aún vivía, él nunca actuó de ese modo, es más, siempre le reprochó a su esposa que estar chismoseando por la ventana o con los vecinos era un mal hábito que debía dejar ya si no quería ser tachada de chismosa. Por supuesto, su madre lo hizo, y poco a poco se aisló del mundo entero, a tal punto que la soledad la deprimió y la consumió.

Tomó una honda inhalación y bebió de golpe todo el contenido del vaso, al terminar se sintió mas tranquilo y lo agradeció.

—Papá, ¿no te parece que espiar por la ventana no habla muy bien de ti? —interrogó pero su padre no se inmutó. Gruñó y echó la cabeza hacia atrás, las sienes le palpitaban de una manera que, asumía, pronto tendría una jaqueca insoportable— ¿Tan impresionante es ese auto que ni siquiera me escuchan?

—¡Āiya! Deja de ser un amargado, Yibo. Tú padre solo quiere comprobar si tendremos un vecino rico y... —su madrastra se detuvo de golpe—. ¡Oh por Dios!

Tanto su padre como Wang Xuan se apartaron de la ventana con los ojos abiertos de par en par. El Gamma se incorporó en el sillón y enarcó una ceja, intrigado.

—No me digan que el dueño de ese auto los pescó de mirones —trató de no echarse a reír.

—Lastimosamente lo hizo, hijo —confesó el Alfa, reaccionando por fin, y tratando de pensar por qué razón se había aparcado frente a su hogar—. Pero eso no es lo importante.

—¿¡Qué no es lo importante!? —Yibo se rió—. Padre, un desconocido les pescó mirando su lujoso vehículo como un par de buitres, eso, amerita que se les caiga la cara de vergüenza.

—¡Wang Yibo!

—Lo siento, padre, pero solo estoy diciendo la verdad.

En ese momento, el conocido sonido del timbre resonó por toda la casa, frenando el pronto enfrentamiento entre padre e hijo por un asunto trivial y sin la menor importancia. Aunque claro, la Omega no iba a permitir que por su culpa su hijastro cambiase de opinión y se marchara con su nieta.

—Ve a abrir, Yibo —dijo Wang Xuan tomando a su pareja por el brazo.

—Yo me encargo —se puso en pie y bajó las escaleras sin mirar a nadie y con más prisa de la requerida. No llevaba un día en esa casa y ya comenzaba a arrepentirse de venir allí solo a refugiarse de los tantos problemas más que se le venían encima por culpa de ese Alfa.

No obstante, al abrir la puerta, nada le preparó para encontrarse frente a frente con el individuo responsable por el que se vio orillado a meterse a la casa de su padre antes de lo previsto, huyendo cual cobarde.

—Es un placer volver a verte, cariño —saludó el Alfa con su peculiar sonrisa de jugador.

Yibo exhaló con brusquedad cuando su potente y imponente aroma a Vodka y cilantro se filtró por sus fosas nasales y ocasionó que su animal interno se pusiera a olfatear el aire. Tal vez la leve atracción que el Alfa le provocaba se debía únicamente a su aroma, o mas bien, al delicioso olor del cilantro.

Sí, seguramente se debía a eso, pensó con obstinación.

Él era un consumidor compulsivo de los cilantros, amaba comerlos a todas horas y en cualquier época del año, sin cansarse o aburrirse. Así que allí estaba la razón por la que ese tipo le hacía agua la boca.

—Métase su cariño por donde mejor le quepa —exclamó con la mandíbula apretada de la vergüenza y la cólera.

Hace solo unos instantes riñó a su progenitor por andar de chismoso, pero nada se compara con su comportamiento fácil al permitir que un total desconocido le bese y él mismo le permita el acceso absoluto a su boca sin la menor oposición.

Se estremece de solo recordar.

Xiao Zhan agitó la cabeza y se relamió los labios, repasando cada minúscula curva de su cuerpo con aballazadora intensidad, haciéndolo temblar de deseo.

—Si piensas que hablándome de ese vulgar modo vas a hacerme desistir estás completamente equivocado. Pero no es de tu comportamiento de quien vengo a hablar hoy, si no de Yi Xung.

La simple mención de su sobrina hizo que su cuerpo se enfriara.

—Deja de mentirme, puede ser que te lleves una sorpresa, porque tampoco soy el crédulo que seguramente tienes en mente. A-Xung no tiene padre, y así será por el resto de su vida —escupió con odio, dando un paso hacia atrás y tratando de cerrarle la puerta en la cara y terminar de una vez por todas esa estúpida conversación.

No lo logró.

El Alfa sostuvo la puerta con una poderosa mano y lo doblegó en un parpadeo con su mirada helada.

—Quise ser educado, pero me doy cuenta que contigo los modales no funcionan —manifestó Xiao Zhan con deliberada ironía—. Así que no me culpes por no ser un caballero.

Dicho esto, empujó la puerta con la suficiente fuerza bruta que Yibo casi trastabilla y acaba de culo en el suelo de no ser por los fuertes y ágiles brazos del Alfa que le atraparon en el aire justo en el preciso instante y le hicieron girar por los aires como una bailarina.

Para Xiao Zhan, el millonario Ceo mas aclamado y guapo de Asia significó una deliciosa tentación mirar a través de esos preciosos y brillantes ojos oscuros sin pasar por alto el igualmente interés sexual que se abría paso entre ellos. «Los ojos son la ventana del alma», decían. Y vaya cuanta verdad existía en esa frase.

Ante su mirada analítica y avallasadora, el Gamma de sedosos y ondulados cabellos dorados como el mismísimo sol era el ser mas hermoso que había visto en su vida de libertinaje. Su etérea belleza no tenía punto de comparación, y él lo sabía muy bien por experiencia.

Wang Yibo era un ángel por fuera, pero por dentro, mmm... por dentro seguramente albergaba a una fiera tan hambrienta como él mismo. Una fiera que ansiaba con ansias despertar y seguidamente corromper.

—Ni se te ocurra volver a, hmg... —el hilo de determinación de su voz se apagó y, en su lugar, unos apasionados y expertos labios reclamaron los suyos.

Sus piernas dejaron de reaccionar y su corazón se detuvo por una fraccion de segundo.

Xiao Zhan soltó una risa triunfal y socarrona, ahogada en medio del hambriento y intenso beso por haber roto sus absurdas barreras y causar estremecerlo en sus brazos. Su virilidad latía adolorida y necesitada por el cuerpo sensual que se contoneaba contra su sensible piel, atormentándolo de un modo u otro. Yibo se sentía flotar, los demandantes y voraces besos del Alfa le paralizaron y le pusieron el corazón a mil. Él nunca antes perdió la razón por nadie, ni siquiera por el imbécil de su ex, pero Xiao Zhan.

¡Oh, por Dios!

Ese infeliz ponía su mundo a temblar y prendía en su cuerpo una hoguera ardiente que nacía en el centro de su estómago y crepitaba por las demás partes de su piel, haciéndolo arder de placer.

—No tienes una idea de lo mucho que me gustaría desnudarte y hacerte mío aquí mismo, pero de verdad, no podemos seguir evadiendo el tema de mi hija por mas tiempo, y lo sabes —profesó el Alfa una vez recuperado sus labios, respirando pesadamente y directo en la oreja izquierda de Yibo, haciendo que éste gimoteara y se aferrara a sus hombros, perdido todavía en la espesura excitación que los consumía.

—De verdad... —se controló y solo después de embriagarse con el aroma del Alfa, prosiguió—: ¿De verdad eres el padre de Yi Xung?

Xiao Zhan acarició su espalda y él se contrajo bajo su toque, obteniendo más de su aroma al repasar su nariz por el centro de su pecho, se curvó contra él y ahogó un gemido necesitado cuando la caliente mano descendió y depositó una caricia sutil en su zona baja. 

—Sí.

El Gamma asintió y tuvo que apartarse de él en contra de la voluntad de su lobo, porque su culpa no era ¿Qué diablos le sucedía? ¿Qué extraña clase de magnetismo poseía ese Alfa que le atraía como un imán y lo dejaba todo atontado y reprendiéndose por sus pensamientos sucios y sus actos no menos indecentes?

—Hablemos afuera, Yi Xung está en su habitación pero se que puede bajar en cualquier momento —sugirió temiendo esa enorme posibilidad.

—¿Piensas ocultárselo? Porque si esa es tu intención, lo lamento mucho, pero yo no pienso mantenerme apartado de mi hija por otro o más años —le advirtió reemplazando el deseo con qué lo miraba con un frío hielo—. Ni siquiera voy a esperar meses o inclusive semanas, por eso estoy aquí, para hablar como los adultos civilizados que somos y hacerte una propuesta.

Controló su respiración y le miró bajo sus pestañas oscuras.

—¿A qué clase de propuesta te refieres?

—De acuerdo, lo hablaremos aquí —se encaminó al living, pero cuando la escalera emitió un traicionero rechinido sus ojos volaron a ella, pero no encontró a nadie allí.

Sin embargo, Yibo, conociendo al par de chismosos que dejó arriba en la sala de estar, cerró los ojos y se sonrojó furiosamente.

—No, es mejor si lo hablamos fuera.

—¿Fuera? ¿A plena luz del día y bajo ese insoportable calor? Estarás de broma —se carcajeó, asumiendo que bromeaba.

Pero el Gamma no mostró signo de estar bromeando, todo lo contrario, su semblante se endureció.

—Si tanto te interesa hablarlo accederas, si no, allí está la puerta, ya la conoces —extendió su brazo y la apuntó con el ceño fruncido.

—¿Es encerio?

—Muy enserio, Xiao Zhan —dijo firmemente y con el mentón en lo alto, recio a bajar la cabeza y dejarse doblegar otra vez. Él ganaría está vez, y lo hizo luego de un reñido enfrentamiento de miradas.

Negando con la cabeza, Xiao Zhan le siguió fuera del hogar.

—¿Te han dicho alguna vez lo obstinado que eres?

Yibo se alzó de hombros y no respondió.

—Y bien, soy todo oídos —se acomodó en el asiento del copiloto y volvió su atención hacia el Alfa detrás del volante.

Xiao Zhan presionó un botón y la temperatura comenzó a enfriarse, llenando el vehículo, siseó de alivio, casi retorciéndose en la silla.

—Gracias.

—Recuerda que fue tu idea hablar aquí. Solo ten en mente que el auto pudo no contar con aire acondicionado y corríamos con la mala suerte de estar todos pegajosos por el sudor.

—Pudo, pero no es este el caso. Después de todo, no eres alguien común y corriente como yo —se cruzó de brazos y miró a traves de la ventana—. ¿Los vidrios son polarizados?

Desconcertado por aquella pregunta, el Alfa respondió—: Tienes razón, no soy cualquiera persona, pero tú tampoco eres ningún corriente, así que no te menosprecies porque eres incluso mejor que el Omega catalogado como el mas hermoso del mundo. Y si, los vidrios están polarizados, ¿por qué la curiosidad? No me digas que albergas serios deseos de saltarme encima.

Yibo se atragantó con su propia saliva y comenzó a toser, el Alfa le palmeó la espalda pero le dio un manotazo y lo alejó de él.

—¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? —exclamó, rojo como un tomate maduro, sus oídos zumbaban y su corazón latía desbocado dentro de su pecho.

Xiao Zhan se ahorró la respuesta, no hacía falta, además, no quería ni ofenderlo ni mucho menos alejarlo.

No ahora.

—Yi Xung es mi hija y quiero hacerme cargo de ella. Zhao Lusi, su madre, no es un buen ejemplo para ella, mucho menos, una verdadera figura materna. Me enteré por medio de mi abogado que el detective privado que contraté le informó que abandonó a la niña a tres días de nacida.

Yibo, quien siempre metía las manos al fuego por su hermana tuvo que contenerse de no bofetear al Alfa por estar criticando a Lusi. Sobre todo, cuando él mismo tampoco asumió su responsabilidad en su momento.

—¿Por qué ahora?

—¿Perdón?

Cerró los ojos con vigorosa fuerza y respiró hondo, demasiado hondo para no estallar—: ¿Por qué te interesa ahora A-Xung? ¿Y por qué tuviste que dejar pasar más de siete años para buscarla y asumir la responsabilidad que por derecho y sangre te corresponde? —exigió saber, encarándole.

Xiao Zhan no supo muy bien como debía abordar el asunto, pero una cosa si era cierta, debía ser preciso y no dejar lugar a malentendidos.

—Siendo sincero, hasta hace poco menos de dos días no tenía idea de su existencia —confesó sinceramente.

Yibo se carcajeó.

—¡Hay por favor! No me quieras ver la cara de tonto, porque yo de tonto no tengo un pelo —advirtió, sus ojos negros, recelosos a creer semejante mentira.

—No te estoy mintiendo, Yibo. Tu media hermana, Zhao Lusi, jamás me informó de su embarazo, y yo no tuve medios para saber que tenía una hija.

—¿Qué no tuviste medios? Xiao Zhan, sé claro, por favor, o te juro por lo que mas quiero que es A-Xung que voy a bajarme de tu maldito coche y no nos volverás a ver. Nunca —prometió, y el rostro del Alfa se oscureció.

—Tú no puedes hacer eso, pero de igual forma te lo diré; Zhao Lusi y yo tuvimos una aventura de una noche hace exactamente siete años, yo era un iluso, y accedí a acostarme con ella sin protección. En aquella época no era el hombre que soy ahora y no tengo la certeza del porque ella no tomó precaución o, por lo menos, me notificó de la niña.

—Continúa —alentó luego de una tensa pausa.

—Hace dos días me llegó una carta, era ella, me amenazó que si no le depositaba dos millones de dolares a su cuenta los medios de comunicación filtrarían la noticia de que abandoné a Zhao Yi Xung, mi hija.

—¡Mientes! Lusi no es ese tipo de persona —salió en su defensa.

Xiao Zhan lo compadeció, él seguramente no tenía una idea del alacrán que era su hermana.

—Lamento desilucionarte, pero si, ella lo es. Es ese tipo de persona e incluso peor. Hace dos días nos reunimos precisamente luego de tantos años, reconoció que sí, la niña es mía, me amenazó de nuevo pero antes de que me dijese más tú apareciste y, bueno, ya sabes el resto.

Incapaz de creer que su hermana haya hecho tal cosa contó hasta diez mentalmente y le clavó sus penetrantes y fieros ojos de ciervo que secaron la boca de Xiao Zhan.

—Haré como que te creo, pero entonces, ¿qué estás buscando tú aquí? En todo caso con quien debes hablar es con Lusi.

—Lo intenté, pero rechazó todas mis ofertas de encontrarnos. Además, no es con ella con quien quiero hablar, es contigo.

—¿Conmigo?

Asintió.

—Sí, quiero proponerte algo.

—Dispara.

—Voy a llevarme a Zhao Yi Xung conmigo y obtendré su tutela en un chasquido de dedos y sin la ayuda de Zhao Lusi. Pero como soy alguien demasiado bondadoso, te doy a elegir. O quieres quedarte aquí y seguir apoyando encarecidamente a la trepadora de tu hermana o te vas ahora mismo junto a mi y mi hija a Beijing  y te conviertes en su niñero ¿Que dices, aceptas o declinas? Es tu decisión.

Por primera vez en su vida Wang Yibo no supo que decir. El Alfa le había quitado las palabras de la boca.


Yessie

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