
Capítulo I: El Inicio de un Problema.
Xiao Zhan, el prestigioso, guapo y codiciado soltero multimillonario de treinta y un años no podía estar atravesando una situación como esa.
¡No!
¿Qué dirían los medios de comunicación y sus socios si se llegaran a enterar? La prensa se lo comería indudablemente vivo, y aquellos que le guardan envidia por ascender en la empresa de la noche a la mañana no durarían un segundo para despellejarlo con tal de quitarle el alto puesto que, aunque se había ganado a base de inmenso esfuerzo, no tendría ahora de no ser por la benevolencia del señor Lu Jian Min.
Ganándose con ello el odio puro de sus dos hijos, a quiénes, por algún modo que incluso él desconoce, deseredó un día antes de su retiro en los negocios. Y por extraño que lo parezca, la fortuna entera del hombre quedó en sus manos, depositando en él una pesada carga que a veces le asfixia y no le permite pensar razonablemente.
—¿Acaso es esta una retorcida clase de broma? —preguntó Xiao Zhan al único hombre en quién confiaba en la vida, Li HaiKuan, su mejor amigo.
Curiosamente, también su abogado personal.
—Me conoces perfectamente, Xiao Zhan. No soy alguien que se preste a las bromas, mucho menos, a una tan delicada como esta —contestó HaiKuan con una dura expresión en el rostro, mostrándose ofendido por su desconfianza.
Xiao Zhan chasqueó la lengua y se echó hacia atrás en su cómoda silla de cuero negro, buscando una manera, cuál sea, de salir de ese terrible aprieto.
—¡Es qué simplemente no puedo aceptarlo! Debe haber alguna clase de error ¿Qué tal si esto es un chantaje infundado? ¿Qué si ella solo quiere aprovecharse de mí y engañarme vilmente? No sería de extrañarse.
HaiKuan suspiró con pesadez.
Para nadie era un secreto, mucho menos para él, que su mejor amigo disfrutaba de su trabajo más que ningún otro; la satisfacción y triunfo plasmada en toda su cara cada vez que cerraba un nuevo trato empresarial y que le llenaría los bolsillos de millones de yuanes más, no pasaba desapercibido fácilmente.
Xiao Zhan, siendo un Alfa puro, era competitivo por naturaleza, pero también, un digno enemigo para quienes osaran intentar difamarlo y poner en cuestionamiento su coeficiente intelectual con tal de arrebatarle su puesto como CEO. En nada más ni nada menos que en la más reconocida y exitosa empresa mundial, Lu Corporation; a la que pasó de ser un simple secretario a tener el control absoluto en sus manos.
Su suerte desató una ola de envidia y conmoción seis años atrás, y todavía lo seguía haciendo.
—¿En serio me preguntas eso a mí? —HaiKuan enarcó una ceja y le miró bajo sus gruesos lentes de montura. Cruzó las piernas y torció la boca.
—¡Oh vamos! Eres la persona en quien mas confió, por no decir, la única —dijo Xiao Zhan incorporándose en la silla e inclinándose sobre la mesa con un aire exasperado y molesto.
Muy molesto.
No estaba de ánimos para rodeos innecesarios, y eso, HaiKuan, lo podía notar por su aroma más que ácido, no por nada le tenía echando humo prácticamente en frente.
—De hecho, sí. Soy el único en quién confías —dijo muy seguro el Alfa, escondiendo una sonrisa de autosuficiencia.
Xiao Zhan rodó los ojos.
—Tienes un ego muy alto, HaiKuan —musitó entre dientes.
—Puede. Pero no estamos hablando de mi ahora, si no de ti, mi estimado amigo. Dime una cosa ¿Cómo diablos se te pudo haber cruzado por la cabeza confiar en una chica que no pasaba de veinte años, con quién, al parecer, te acostaste sin el uso adecuado de protección? —le reclamó, consternado de que alguien tan minucioso, calculador y responsable como él haya caído en las artimañas de una simple universitaria con ansias de escalar rápidamente en la sociedad.
—¡Ya lo sé! No tienes por qué tirarmelo en cara. Fui un imbécil que cayó en los juegos de Zhao Lusi y ahora no se como diablos salir de este lío. Si no accedo, va a destrozarme la vida, ¡eso júralo! Y todo por lo que he luchado hasta ahora se va a ir a la mismísima mierda si hago caso omiso a lo que ella me está exigiendo.
Xiao Zhan se jaló los cabellos con frustración, negándose a mirar una vez más la fotografía dentro de la carpeta abierta de la sonriente niña pelinegra de seis años que parecía haber heredado todos sus rasgos faciales.
¡Joder! ¿Qué carajos va a hacer?
Tiene la mente tan revuelta que no puede pensar en una solución infalible que le saqué de aquel enredo en un simple chasquido de dedos.
—No ganas nada poniéndote histérico, Xiao Zhan. Lo sabes, ¿verdad? —le hizo saber con su típica voz calma HaiKuan.
Xiao Zhan le fulminó con la mirada, reprimiéndose a insultarlo y decirle que no podía pedirle serenidad cuando la Omega con la que se revolcó hace siete años y la misma con quien acordó no usar protección al ésta asegurarle que no corrían con ningún riesgo le había mentido a la cara. Y aunque jamás lo reconozca ante nadie, en esa —no muy lejana— época, era un remedo de Alfa; ingenuo, atolondrado y conformista.
—¿¡Y qué quieres que haga!? ¿¡Eh!? Ella me juró que era infértil ¿Cómo podría yo saber que mentía? Además, ¿por qué querría dejarse embarazar por un completo desconocido que, en ese entonces, no era más que un pobre diablo que a duras penas tenía lo necesario? Ah... Esto es una locura.
—Lo es —afirmó HaiKuan, obteniendo una dura mirada de su parte. Agitó la cabeza y comenzó a mostrar verdadero interés por el asunto—. Primeramente, lo que ella hizo no estuvo bien, pero tampoco es un delito, y no podemos condenarla.
Xiao Zhan se paró de un salto de la silla y se puso a dar vueltas por toda su oficina como un león enjaulado. Un león a quién una patética pero no menos lista Omega tenía acorralado y atado de manos y pies, sin muchas posibilidades de su lado.
—¡Ella me engañó, Li HaiKuan! —demandó con el rostro deformado en auténtica cólera y resentimiento—. Se dejó preñar por un fin que todavía desconozco.
—¿No es obvio?
—¿Qué?
HaiKuan se ajustó sus lentes y dijo—: Ella quiere tu dinero, Xiao Zhan.
—¿Crees qué no se eso? Lo que en verdad me tiene con los nervios de punta es como ella pudo saber quién soy — . HaiKuan iba a abrir la boca otra vez, pero él negó con las fosas nasales dilatadas—. Antes de que me digas lo obvio, te digo que sé perfectamente bien que mi rostro está plasmado en cada rincón de este maldito país e, incluso, por todo el mundo.
—Bueno, hombre. Ya que ella dio el primer paso y te hizo saber de la existencia de la niña después de tantos años, podemos llevarla a juicio y pelear la custodia de la pequeña —comentó HaiKuan con entusiasmo.
Xiao Zhan negó, horrorizado.
—De ninguna manera.
—¿Vas a defenderla después del problema en que te metió? Es que no lo puedo creer —incrédulo, se volvió hacía él y le juzgó por estar poniendo la seguridad de esa mujer por sobre la suya.
—¿Defenderla? ¿¡Te volviste loco!? Lo que pase con esa mujer del demonio no me interesa en lo mínimo, pero piensa una cosa. ¿Qué va a suceder si todo esto se lleva a juicio? Será el escándalo del año, quizás, de los años venideros —explicó con inteligencia—. No puedo permitir eso. Mi reputación se vendría abajo si la noticia que tengo una hija perdida por allí se filtra, además, no soy tan hijo de puta para exponer a esa niña a los medios y que mas adelante me odie. Si tengo que reconocerla será a mi manera y bajo mis propias reglas, no soy tan insensible como aquella arpía.
—Entiendo. Mira, ¿qué te parece si empezamos por acceder a lo que ella quiere? Sabemos que busca dinero, pero por el momento, no te lo ha pedido, ¿no es así? —Xiao Zhan asintió débilmente—. ¡Grandioso!, ¿a qué hora te citó hoy?
—Ocho de la noche —dijo apesadumbrado.
Xiao Zhan tenía otros planes para esa noche; una hermosa modelo le esperaba en el mismo hotel de siempre ¡Dios! Cuán frustrado e impotente se sentía por no poder disfrutar de un buen sexo por culpa de una aventura del pasado que venía a joderle la vida justo ahora.
—Supongo que Yang Zi tendrá que esperar —se burló HaiKuan.
—Ni que lo digas. Esta mañana recién regresó de su viaje y planeaba darme una sorpresa en la noche ¡Maldita sea! —enfurecido por tener que cambiar sus planes abruptamente y, de paso, contentar a la mujer con algún obsequió caro, Xiao Zhan sintió que comenzaba a perder la paciencia.
—Buena suerte entonces —dijo HaiKuan poniéndose en pie y dándole una dura palmada en el hombro—. Y recuerda no caer de nuevo en sus trucos, cualquier cosa, puedes llamarme.
Agradeció su apoyo, bien sabía que HaiKuan no le defraudaría jamás.
—Gracias, amigo —sonrió a duras penas.
—De nada. Para eso estamos.
Cuando HaiKuan abandonó la oficina, se dejó caer contra su silla de nuevo, mas que dispuesto a no pensar en lo que sucedería en la noche.
Consultó su reloj armani y se dio cuenta que la hora de almorzar casi llegaba. Extrañamente había perdido el apetito, así que tras volver a su computadora y reanudar su trabajo, bastó una rápida mirada a la fotografía de la niña, su hija, para que perdiera la concentración en un segundo.
—Mierda —masculló por lo bajo, cerrando la carpeta de golpe y colocándola en uno de los cajones de su escritorio.
Eso si, bajo llave.
La tarde se fue volando, y cuando menos lo pensó, faltaba solo media hora para el encuentro acordado. Se puso de pie, cerró sesión y se despidió al salir.
Hizo una rápida parada en su mansión, tomó un baño corto y se puso presentable. No lo hacía por Zhao Lusi, simplemente deseaba demostrarle que pese a tener una envidiable cuenta bancaria, no le sacaría un solo yuan, a menos claro, que fuera solo para cerrarle la boca definitivamente.
—Al fin llegas, comenzaba a impacientarme, creí que no te dignarias a aparecer, pero me alegro de haberme equivocado —dijo Zhao Lusi con claro entusiasmo.
Sus sensuales labios se apretaron en una rígida línea, cada músculo de su cuerpo se tensó tras volver a verla después de siete años de no hacerlo.
Asintió con firmeza, desabotonando el botón de su saco negro.
—Déjate de rodeos, Zhao Lusi ¿Por qué me has citado aquí? —exigió saber, conteniendo su ira por que no deseaba darle el gusto de verle fuera de sus casillas.
Zhao Lusi le sonrió con esa misma sonrisa coqueta y tierna que le dio en el pasado.
Apretó la mandíbula, recio a caer otra vez por alguien oportunista y doble cara. Ella no había cambiado en nada estos años, continuaba tan hermosa como ese día. Vestía un hermoso vestido azul celeste descontado, ceñido a cada curva de su complexión delgada, resaltando sus pequeños pero firmes pechos. Su largo cabello castaño ondulado caía como cascada hasta su pequeña cintura, irradiando un brillo que aseguraba lo sedoso y bien cuidado que estaba, su maquillaje no era exagerado, si no sutil.
Ella podría haber obtenido todo lo que deseaba siendo una hermosa e inteligente Omega, excepto claro, a él.
—Me encargué de dejarlo claro, Xiao Zhan. Dime una cosa, ¿te sorprendiste? Nuestra hija es tu viva imágen, así que no puedes dudar de mi palabra porque es evidente quién es su padre —apuntó confiada, sus ojos marrones fijos sobre los suyos.
—Se lo que tramas, y créeme, no obtendrás nada de mi si no deseas que te hunda —amenazó, inclinándose hacia ella.
Zhao Lusi se rió como si hubiese dicho la mejor de las bromas.
—Ah, ah, ah ¿Creés que estás en posición de amenazarme? No, querido. Aquí quién lleva todas las de perder eres tú, no yo —alegó, ensanchando su sonrisa.
Si, eso también lo sabía Xiao Zhan, pero por ningún modo iba a dejarse intimidar por una simple Omega.
—¿Qué me dices de tus padres? Me he enterado que están por perder su casa, una casa en la que han vivido por más de veintiséis años. Es una pena que tengan que ser desalojados y echados a la calle a su edad —se lamentó, atrayendo la atención de Zhao Lusi de inmediato.
Sus ojos se abrieron, atónicos, y su boca se frunció lo necesario para hacerle saber que la había descolocado y tomado por sorpresa.
Sonrió victorioso.
—Ya veo, con que también tú puedes jugar sucio.
—Por supuesto ¿Qué pensabas, que accedería a cada una de tus reglas como un idiota? No, Zhao Lusi. Hace mucho que dejé de ser ese hombre estúpido y confiado que conociste —dictaminó sin borrar su expresión inflexible.
—Que no se te olvide lo rico que te has vuelto, y no me refiero solo al dinero —fingió avergonzarse, revoloteando sus pestañas en un intento de seducción, liberando su exquisito aroma a rosas. Cuando ella quiso tomar una de sus manos y acariciarla, la alejó educadamente—. Que rencoroso, Xiao Zhan. Solo quería recordar los viejos tiempos.
—Zhao Lusi, por favor. Tú y yo nunca nos entendimos mas que en una cama, y solo fue una vez —le recordó con seriedad—. Así que ve al punto o me iré, y no estoy jugando.
La Omega acomodó un mechón de pelo castaño tras su oreja y soltó ansiosa—: Bueno, si eso quieres entonces yo... —su voz se apagó al ver a la persona que había hecho acto de presencia.
—Buenas noches ¿Puedo tomar su... —el jóven mesero apartó la mirada de la pequeña libreta entre sus manos, su sonrisa cordial se borró de un plomazo y parpadeó incrédulo ante lo que veía— orden?
—Hola, Yibo —saludó una avergonzada e incómoda Zhao Lusi encogiéndose en su sitio, sintiéndose amenazada por la dura mirada que el recién llegado le estaba dando.
—Zhao Lusi —musitó Yibo, machacando su nombre como si se tratara de clavos.
Xiao Zhan frunció el entrecejo y arrugó la nariz al sentir la tensión incrementada en el ambiente. Un aroma repugnante le llegó a la nariz; una extraña combinación de caramelo ácido y algodón de azucar se filtró por sus fosas nasales, despertando a su lobo que se puso a olfatear el aire aún cuando le desagradaba.
—¿Quién eres tú? —indagó firme y en un instante de debilidad. Fue tarde para arrepentimientos.
El mesero, quien sabía que se llamaba Yibo porque Zhao Lusi lo había dicho, se volvió hacia él con una expresión endurecida y fiera.
—¿Disculpa?
—No lo repetiré dos voces, mocoso —gruñó, molesto por que, por primera vez, alguien le mirara directo a los ojos con una prepotencia de la que nadie tuvo el valor de hacerlo.
Jamás.
—¿¡Mocoso!? Porque no mejor se mete el mocoso por el cu... —Zhao Lusi saltó fuera de su silla y le cubrió la boca antes que se metiera en problemas y causara un escándalo aún mayor del que ya lo hacía.
—Basta, Yibo. Cállate o harás que te despidan de nuevo —exclamó mirándole con grandes ojos de preocupación.
—Veo que careces de modales, una lástima. Pensaba dejarte una generosa propina —dijo, fingiendo decepción.
Yibo, quien a juzgar por su extraño aroma, dedujo que era un Gamma, se zafó del agarre de la Omega y, en un ágil movimiento, le apresó del cuello de su exclusivo traje azul marino de un prestigioso diseñador francés.
—Puedes quedarte con tu cochino dinero, no lo necesito. Total, no voy a morir de hambre mientras tenga dos manos con las que trabajar —espetó cerca, demasiado cerca de sus labios.
Su aroma le revolvió el estómago, pero su rostro perfectamente maquillado y tallado por los mismos dioses le dejó paralizado, y la boca se le secó al tener al alcance unos carnosos labios rosáceos, tan suaves a la vista que no supo que clase de magia lo instó a hacer la barbaridad que hizo poco después.
Lo asió desesperadamente del cuello cuando lo vio alejarse, y pese a percibir la perplejidad que azotó aquel etéreo rostro que lo había cautivado sin la menor intención, no perdió un segundo para permitir que hablara y empezara a discutir otra vez, él solo se inclinó hacia adelante y lo empujó directamente a sus labios, besándolo con una pocesividad que ni siquiera sabía que poseía.
¿Qué rayos estaba haciendo ahora?
☪Yessie.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro