
•𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 13•
Leah Johnson
Los días pasaban lentamente, sin rumbo alguno, sabía lo que debía hacer pero algo me detenía, algo me estancaba, volviéndose un bucle interminable, recordando aquellos viejos tiempos cuando la misma sensación atacaba, volví a sacar aquel cuaderno que tanto guardaba, la ayuda estaba ahí solo había que ejecutarla, ¿Por qué me costaba tanto? ¿Debía hacerle caso a mi razón o aquella voz? Mis propios pensamientos me encarcelaban por horas en mi cabeza.
Temía decirles a mis padres, que este tema sea de tensión nuevamente entre nosotros, no podría soportar ver la decepción y la frustración cruzando por sus ojos
Era sorprendente como cada vez que regresaba se llevaba otra parte de mí, me había quitado tanto, por un tiempo y por momentos era mi libertad, otra era mis personas cercanas que por actitudes mías terminaban alejándose, otra por la dolorosa insuficiencia que manejaba, como hacia sentirme la persona menos merecedora de todo, ¿Quién podría aguantar estar al lado de una persona que su mente le ganaba todos los días?, ¿Qué la mayoría de la veces no podría ir a verlo en eventos porque no soportaría estar con demasiada gente?, ¿Tal vez debería hacer lo que más esquive por mi orgullo?, tendría que dejarme medicar ¿Sera esa mi solución?.
Tenía miedo, pero más miedo me daba que esto me matara antes de poder dejarme ayudar, no soportaría dejar el dolor que ya experimente, porque era insoportable y mucho menos dejar que lo pasaran mis padres.
Y Noah...
El que tanto me dio y tanto me quito, pero aquel rencor quedaba atrás o eso tenía entendido yo, aun me perseguía la inseguridad de que se volviera a ir sin mirar atrás, aun despertaba con la ansiedad de verlo salir de su cuarto o verlo sentado en la mesa.
Tenía que arreglar tanto en mí.
En este tiempo me di cuenta que las grietas que creí sanar aún seguían más abiertas que nunca, solo por el hecho de que no las observara no quiere decir que no estuviesen ahí.
En cuanto a la ayuda, me di por vencida, ya estaba cansada del pozo oscuro y sus tormentos, por lo cual opte por enviarle a la psicóloga un mensaje, otra vez donde creí que no volvería, otra vez.
Esta guerra era agotadora, pero no me era permitido rendirme, aun no.
Tantos anhelos y sueños que tenía, no puedo dejarlos morir así porque sí.
A pesar de que me estuviera muriendo por dentro.
- ¿En donde esta esa cabeza tuya? – una voz cerca de mi oído susurro, enseguida supe de quien se trataba.
- Boludeces – digo restándole importancia, me doy vuelta para quedar frente a él.
- Si tú lo dices – no muy convencido se resigna a insistir.
- ¿De dónde vienes? ya es muy tarde – le pregunto preocupada, debido a que eran pasadas las doce de la madrugada.
- Trabajo – suspira, no muy convencida intento no insistir.
A veces me encantaría poder encararlo y que dejara de mentirme en mi cara, solía llegar tarde la mayoría de las noches, pero temía la respuesta, odiaría y no soportaría que haya otra persona, a su vez tampoco podría reclamar mucho cuando yo le he ocultado la mayoría de mi vida, sin ser honesta, en como soy verdaderamente.
Se que es algo que nos explotaría en la cara muy pronto, si no tomamos acción al respecto.
- Duerme conmigo, por favor – junta su frente con la mía, nuestras respiraciones se mezclaban, nuestros labios se rozaban.
- Está bien, solo déjame ordenar todo – deja un casto beso antes de soltarme, guardo el agua en la heladera y dejo el plato, junto al vaso en el lavavajillas, yendo junto a él, que por sus ojos se podía ver el anhelo y la necesidad, algo lo atormentaba y mentiría si dijera que no muero por saber.
Me lleva de la mano hasta su habitación, entramos sin hacer ruido, me pasa una remera suya y yo lo miro confundida, debido a que llevo mi pijama puesta.
- Quiero que duermas solo con mi remera – dice deseoso.
Acoto su petición sin rechistar ya que deseaba lo mismo.
Una vez salgo del baño solo con su remera puesta, él ya se encuentra acostado en la cama, me recuesto junto a él, enseguida siento sus brazos acorralándome y pegándome aún más a el.
- Solo necesitaba esto, tenerte así para volver a sentirme en paz – me confiesa en un susurro, teniendo su rostro escondido en mi pecho.
- Yo igual – respondo pasando mis dedos por su cabello.
- ¿Qué te sucede? – me tenso ante su pregunta – te siento tan distanciada y en tu mundo, ¿ocurre algo? ¿hice algo mal? – sigue cuestionándose cuando sale de su escondite y me mira a los ojos, en ellos veo terror y desespero, me mato por dentro que yo sea la culpable de tal remolino en su interior.
- No no, créeme que no has hecho nada mal - pongo mi mano sobre su mejilla- no te atormentes por mis propios fantasmas – esta vez era yo la que habla con acertijos, al vez el ceño fruncido en sus rostro masajee la zona tratando de borrar esa expresión.
- Se mas directa, necesito que pongas los problemas sobre la mesa – me abraza fuerte- ¿Qué sucede, Luciole? –el apodo y su tono dulce, la seguridad y confianza que emanaba del ambiente hizo que mis muros flaquearan.
La duda entro, el debate entre decirle o no era batallada en mi mente, la angustia se instaló en mi pecho y me dolía la garganta, necesitaba sacarlo, me terminaría matando seguir guardándolo.
Ya era hora, el miedo y la inseguridad no me podrían seguir manejando.
Así que con una exhalación, di el paso a la verdad.
- Esa noche... - trago profundo, como iba a costar – comenzó, luego de que nos avisaran de su muerte en esa sala de espera, yo no sé qué paso, comencé a temblar ,mi corazón parecía ir tan rápido que costaba respirar, por un momento creí que me iría con ella, me desoriente bastante y mi mente me lleno de tantos pensamientos intensos así como también me dejo en blanco solo en unos cuantos segundos pero para mí se sintió una eternidad, intente recuperar el aire y entre en desesperación al no hacerlo, me inyectaron un calmante, después de eso el médico me diagnostico con crisis de ansiedad, tuve muchas batallas ya que mis papas no lo tomaron muy bien pero con el tiempo supieron comprender y apoyarme, pase por varios psicólogos hasta que encontré con el que me sentía a gusto – suspiro y sigo – hasta que al no ver mejora me enviaron al psiquiatra, no acepte la medicación por muchos motivos de los que ahora no quiero charlar pero con el tiempo deje de ir y seguí esta batalla sola – trago saliva – e iba bien hasta ahora que recaí.
No me anime a salir de sus brazos no soportaría ver la expresión en su rostro, sea cual sea, tanto de lastima u otra, se sentía igual de mal.
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