
•𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 11•
Leah Johnson
Recaí y entendí que toda la vida sería así, pensé que por haberlo controlado un par de veces le había ganado y superado, pero parece que de mí no se quiere ir.
Desde la partida de mi otra mitad, mi vida no fue la misma, me diagnosticaron de ansiedad, pase de psicólogos en psicólogos hasta que encontré con la que sentía comodidad, tome decisiones de mal en peor, muchas personas a las cual confiaba y amaba me dejaron atrás, solo era una amigas más del montón, el amor de mi vida me abandono.
La vida tomo la decadencia como su forma de enseñar, los momentos a sola fueron los mejores para reflexionar, que iba a ser de mi después de su perdida.
Cuando las pulsaciones aumentaron luego de salir de casa para ir a la universidad, el cuerpo me temblara y la respiración se me cortara, dejando mi mente en blanco sin encontrar alguna escapatoria, desde ahí entendí que esto había vuelto, que a pesar de estar en mi mejor momento, su presencia me recordaba una y otra vez de lo que era.
No lo soporte, el miedo me gano y volví a la seguridad de mi hogar, donde tuve que mentir a mis padres que mis clases se habían cancelado.
¿Cuándo se iba a terminar? Muchas veces se lo cuestioné a los profesionales, su respuesta solo era un momento de silencio, dejando que mi razonamiento de al paso las respuestas.
Suspiro mirando mi cuaderno aquel que tanto guardaba y tanto sabía, me ha acompañado desde que me diagnosticaron hasta ahora, llevaba un registro de todo lo que había sucedido en estos años, escribir me aliviaba, era donde podía sacar lo que de mi boca no salía.
Volver a escribir los mismos síntomas solo hacía pasar un deja vu por mi cabeza, sin darme cuenta las lágrimas inundaban mi parpado impidiéndomelas retener.
- Cariño, nos vamos a trabajar, llámanos si necesitas algo – dice mi madre del otro lado de la puerta.
- Está bien – grito de vuelta para que me escuchara.
Me recosté sobre la cama tratando de evitar mis problemas, en un momento a otro me deje llevar por el sueño y no supe más nada.
+++
Unos ruidos extraños me despertaron, tome somnoliento mi celular, vi el mensaje que me había llegado a mi celular, era de mi madre diciendo que no llegarían a cenar porque lo harían en casa de unos amigos, por lo cual me pareció raro y baje a revisar.
Los ruidos provenían de la cocina, iba a entrar pero una voz me hizo parar.
- ¿Cuantas más hasta que esto termine? – Noah habla, espere a que alguien respondiera pero no fue así – Ya estoy cansado de esta mierda – eleva su tono de voz – Esta bien –suspiro y luego solo hubo silencio, dándome a entender que había acabado con la llamada.
Entro y me apoyo sobre el marco de la cocina.
- ¿Todo en orden? - le consulto.
- Si - sonríe de medio lado, dejando lo está haciendo para acercarse a mí.
Me rodea la cintura con sus brazos y me abraza con todas sus fuerzas, le devuelvo el abrazo con la misma intensidad, cuando se separa solo lo hace unos centímetros, me acaricia la mejilla y me susurra.
- ¿Estás bien? ¿No tendrías que estar en la universidad? – me pregunta preocupado, desde ayer no ha parado de preguntar lo mismo.
- Si estoy bien deja de preocuparte, solo no tenía muchos ánimos de ir – paso mis manos por sus hombros hasta los brazos y vuelvo a repetir el movimiento – Tenía ganas de quedarme en casa.
- ¿Segura? – frunce el ceño.
- Si, solo quería quedarme en casa – miento, omitiendo el detalle de que tenía los nervios de punta y todo se sentía con tanta intensidad que aterraba – Por cierto mis padres no vienen a comer.
- Si he recibido el mensaje, podríamos hacer algo rico y mirar unas pelis ¿te parece? – besa mi frente.
- Me encanta el plan.
Veo como se voltea dejándome una buena vista de su ancha espalda, empieza a rebuscar en los estantes y dejarlas en la mesada.
- Por hoy seré tu chef privado – me da una mirada coqueta – Pide lo que deseas y lo tendrás.
- Si es así, quiero unas pizzas caseras – recordando lo bueno que era en la cocina, algo que yo nunca fui.
Puso manos a la obra y comenzó con las masas, yo lo ayude pasándole los ingredientes, bromeábamos y no podíamos despegar las manos del cuerpo del otro.
Mientras esperábamos que la masa se levantara, pusimos música y nos movimos al compás de ella, se sentía tan raro el pensar que hace nada mi mundo se colapsaba al sentir la presencia de la ansiedad nuevamente acompañándome y que ahora Noah este sanando algo que ni siquiera sabe de su existencia, me da un sabor agridulce.
Una vez terminada la comida, nos sentamos a cenar.
- Mmm... no pierdes tu toque – digo al probar la pizza.
- Lo sé, hago magia con las manos – dice con otras intenciones.
- Por primera vez estoy de acuerdo contigo – le lanzo una sonrisa.
Charlamos de todo un poco durante la cena, de nuestros sueños y metas pero él seguía sin contar nada más que lo superficial.
- Si quieres podríamos mirar una peli o podríamos aprovechar – habla una vez que estábamos echados sobre el sofá, acto seguido me levanta y rodeo su torso con mis piernas y el escuende su cara en mi cuello, repartiendo besos por todo este, se me escapa una risa nerviosa.
Sube las escaleras conmigo encima hacia su habitación, abre la puerta cuidadosamente, me deposita sobre la cama, aun repartiendo besos por todo mi cuerpo, el placer y la sensación de amor cosquilleaba mi cuerpo, nada ocupaba mi mente solo Noah y sus caricias.
- No sabes cuánto te amo – junta su frente con la mía – Segura que quieres hacer esto – me pregunta aun tan cerca de mí que podía sentir su respiración, asiento con la cabeza.
Sus labios interrumpieron mis palabras, sellando su amor con sus caricias y pasión, fue mágico y hermoso, no sabía cuánto anhelaba sentirlo, sobre mí y dentro de mí.
Susurrando el amor que me tenía, calmo cada duda y temor que guardaba, cuando él estaba no existía la ansiedad, ella no podía apoderarse de mí, porque en mi corazón solo latía un sentimiento, el amor y mi mente solo la ocupaba una neblina de paz y tranquilidad.
Las palabras salían solas de mí sin ninguna atadura de mi interior, las lágrimas de felicidad bajaban de mis mejillas al acabar, no recordaba lo hermoso que era entregarme a él, entre pasión y amor nos quedamos dormidos.
Hace rato no dormía tan plácidamente que cuando estaba a su lado, esto asustaba tanto, lo entregada que estaba, la intensidad con la que lo amaba no se apagaba a pesar del tiempo.
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