Prólogo
Sentía las pequeñas gotas golpear mis mejillas, el frio traspasar mi delgada ropa, aún seguía parada en el mismo lugar, presa de mis pensamientos y tormentos, como mi día a día solía ser. Los latidos de mi corazón resonaban por todo mi cuerpo y mis temblorosas manos intentaron agarrar el picaporte, al entrar una oleada de calor me albergo, sin pensarlo mucho entre apresuradamente hacia la recepción.
- Buenas tardes, tenía turno con la Dr. Gómez – dije nerviosamente.
- Si, siga derecho y doble a la izquierda, ahí puede esperar a que la llamen – dijo amablemente la señora detrás del escritorio.
- Muchas gracias
Sin más seguí sus indicaciones, encontrándome con una sala de espera y me siento en una de las sillas disponibles, no puedo evitar mover mi pierna, frente mío estaba una niña jugando en el suelo con una Barbie mientras su madre se situaba en uno de los asientos con el celular en la oreja.
Una puntada de envidia y curiosidad invadió mi sistema, curiosidad de saber por cuál de las dos se hallaban en este lugar y envidia de la niña pequeña, ya sé que está mal, pero una parte de mí no puede evitar querer estar en su lugar, de volver a esa seguridad e inocencia, de no cargar con lo que estoy afrontando ahora, de no haber sido marcada por el mundo.
Los minutos pasaban y yo me ponía más nerviosa mediante pasaba el tiempo, hasta que después de unos cuantos segundo me llamaron, entre sigilosamente observando cada cosa a mi alrededor, sin creer que en algún punto de mi vida iba a llegar a pisar este lugar.
Me siento en el sillón, que a simple vista se podía ver lo cómodo que era, delante mío estaba una mujer fundida en un conjunto medio formal.
- Hola soy la Psicóloga Martina Gómez, ¿quieres contarme porque estas acá? - dijo con amabilidad.
- Mmm.. me mando el Dr. Gibson – dije sin saber que más decir.
- Lo sé, puedo ver que él te ha derivado – dice observando el papel que le entregue – Pero además de eso, me imagino que él ya te ha dado el diagnostico, ¿no? – a lo que yo asiento.
- Sí, me lo ha dado – carraspeo, mis nervios aumentaron – pero no lo tengo aun claro que seria.
Por alguna razón me sentía tan tonta por no saber de su existencia hasta este momento, hasta que comenzó a acompañarme en el camino de la vida.
- No te preocupes, yo resolveré todas tus dudas, mientras puedes ir contándome como sucedió todo.
Como cada vez que intentaba hablar y largar con lo que cargaba por años, me quede en blanco sin saber como expresar de manera correcta todo, solo pude enredar las palabras. A demás que lo había normalizado tanto que no creí que era un problema hasta que exploto y arraso el caos.
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