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Aurora se aburría al punto que quiso tirarse del balcón en el que estaba apoyada.
Odiaba esos estúpidos bailes.
En su mayoría estaban formados por gente snob y egoísta, gente que nunca la respetaría ni la saludaría si todavía fuera pobre.
Ella sólo asistía a esos bailes a pedido de Elain, y por supuesto por "los pedidos de Nesta", quien dijo que los Archeron deberían mantenerse en contacto con la sociedad.
Orion odiaba y encontraba extremadamente hipócrita que Nesta nunca asistiera a los bailes y obligara a Aurora a acompañar a Elain.
Pero digamos que Orion no sentia mucha simpatía por las hermanas mayores de Aurora, excepto por Feyre, por supuesto.
— ¿Le gustaría bailar Lady Aurora?— Preguntó Lord Joseph acercándose al balcón.
El joven Joseph Winston, también conocido como el partido más grande de la región, se había propuesto como objetivo en la vida casarse con Aurora.
Y Aurora lo despreciaba, por supuesto, no porque fuera viejo y feo, ya que Joseph con su cabello rubio y ojos azules era muy atractivo, sino por su personalidad y sus creencias.
A Joseph no le importaban los pobres ni los empleados, les faltaba el respeto y los humillaba, lo cual era común en esa sociedad, pero que Aurora odiaba.
Además de eso, Joseph era el tipo de hombre que trataba a su esposa con toda la amabilidad del mundo hasta obtener lo que quería de ella, y quería a Aurora como un trofeo para lucirse.
— Lo siento, Lord Joseph, pero no bailo muy bien y prefiero mirar —. Aurora mintió.
En realidad le encantaba bailar, pero siempre decía que no a todos los que le preguntaban, bailar era algo privado para Aurora, algo que haría sola o con alguien que le agradara y en quien confiara.
Orion era el único con el que Aurora había bailado.
— Insisto, Lady Aurora, le prometo que le guiaré y no me importará que me pise —. Joseph insistió, era el tipo de hombre al que no le gustaba que le dijeran que no y siempre insistía.
— Lo siento mucho Lord Joseph pero voy a tener que decir que no otra vez, además se hace tarde, mi hermana y yo deberíamos irnos.— El señor dejó pasar una expresión de ira por su rostro practicado y Aurora buscó con la mirada a su hermana que estaba en el salón de baile.
Elain estaba bailando con una mirada apasionada en su prometido, el prometido de Elain no era muy buen hombre, pero quizás era un poco mejor que Joseph.
A Aurora le resultaba difícil encontrar buenos hombres cuando dos de ellos intentaron violarla hace años.
Para ella, Apolo, Orion y Oryas eran buenos modelos a seguir para los humanos y los Faes.
Los hombres de la alta sociedad no eran más que un montón de ratas hambrientas de dinero y poder. Muy diferente de los Faes que Aurora conocía.
— Su hermana se está divirtiendo, señorita, ¿Está segura de que usted no quiere divertirse también? — Joseph tocó las manos enguantadas de Aurora y la niña se estremeció.
Todos sus instintos le dijeron que agarrara el cuchillo escondido en su vestido y cortara un trozo de la mano de Joseph.
Una cosa era ser tocada por Apolo, Orion y Oryas, que eran personas o Faes en las que ella confiaba y amaba. Otra cosa fue ser tocada por Joseph que era prácticamente un extraño y un ser humano no tan bueno.
— Estoy seguro mi señor. Digale por mi a mi hermana que voy a seguir adelante y que pronto volverá el carruaje a recogerla, me siento mal.
Aurora hizo una pequeña reverencia y se giró hacia las puertas de la mansión Winston.
Normalmente Aurora nunca dejaría a Elain, ya que siempre encontraba a su hermana demasiado frágil para lidiar con los lobos de la alta sociedad, pero Joseph la perturbaba a un nivel grandioso, siempre tan pretencioso, siempre tan falso.
¿De verdad pensaba que Aurora era tan tonta como para caer ante sus encantos?
Estar cerca de él se sentía tan mal y causaba una opresión fuerte en el pecho de Aurora.
Estaba caminando rápidamente por el hermoso jardín de la mansión cuando unos fuertes brazos la agarraron y la arrastraron hacia una parte más oscura. Aurora no peleó, en cambio sonrió, pues conocía muy bien al dueño de esos brazos.
— Ese tipo es terriblemente aburrido y de mal carácter. Juro que me contuve y no le arrojé un cuchillo a la garganta. — La voz de Orion llenó los oídos de Aurora.
Aurora puso los ojos en blanco, claro que él estaría allí, Orion era un tremendo chismoso, obviamente él estaría vigilándola la noche del baile.
— ¿Que demonios estas haciendo aquí?— exclamó Aurora. Tal como estaban, cerca y en la oscuridad, casi parecían amantes. Pero la posibilidad era ridícula para esos dos, eran como hermanos, un tipo de hermanos muy burlones, viniendo de Orion.
— Estaba aburrido y Oryas quería que interrogara a alguien, así que escape — Confesó Orion y Aurora se rió.
La convivencia entre Apolo, Oryas y Orion era un poco complicada, bueno eran hermanos, por lo que era un poco predecible que las cosas fueran un poco difíciles ya que vivían juntos.
— ¿Interrogar a alguien? ¿Hubo algo? - Preguntó Aurora preocupada.
Verás, a lo largo de los años, los tres Faes nunca hablaron mucho sobre su Corte. Hablaron de las otras Cortes y de vez en cuando mencionaron a alguien llamado Hybern y Amarantha, pero hubo consenso entre los hermanos en no hablar de nada muy serio con la niña.
Por eso nunca le informaron sobre lo que le estaba pasando a Feyre en el lado feérico del Muro, sin importar cuántas veces Aurora preguntó.
Pero Aurora sabía algunas cosas, sabía que Apolo era el hermano mayor, seguido por Oryas, Orion y un cuarto hermano o hermana del que a los tres Faes no les gustaba hablar.
Pero Aurora entendió y tampoco le gustó y no quiso invadir la intimidad de sus hermanos.
Ya habían hecho mucho por ella, tenía derecho a no revelarle todo a la joven humana.
— No es nada importante, sólo un rumor. Oryas quería que hiciera lo de la mente. — Confesó Orion, diciendo la última parte con frialdad.
Lo de la mente.
Orion le había explicado que era un daemati, lo que significa que podía acceder a las mentes de otras personas y hacer muchas más cosas de las que no le había contado a Aurora.
Todo lo que la niña sabía era que los Faes odiaban ese poder y que él se negaría a usarlo hasta la muerte.
Pero Orion no era el único talentoso entre los hermanos.
Apolo, el mayor, era el más poderoso de ellos, o lo era, ya que según Orion, Apolo había hecho algo, hacía algún tiempo, que le absorbió prácticamente todos los poderes.
Oryas era un Cantor de Sombras y, según los hermanos, solo había otro en todo Prythian, pero según Oryas el otro era mucho más joven que él.
Una vez Aurora preguntó cuántos años tenían y Oryas soltó una risa rara y luego dijo que era mucho mayor de lo que podía imaginar.
Aurora encontró todo el asunto de la conservación de los Faes un poco extraño.
— Ya veo. Pero estas bien, ¿no? Estás todo bien, ¿verdad? — Aurora preguntó aprensivamente y el rostro de Orion se relajó.
Esa dulce niña se preocupaba mucho por él y sus hermanos. Ella era tan buena, demasiado buena para todos ellos.
— Por supuesto que sí, enana. Estamos bien. - Orion garantizado. - Ahora te voy a llevar a casa.
— Mejor no Orion, Nesta hará preguntas si no aparezco en un carruaje, además ya dije que iría con el carruaje a Joseph. — Aurora no estuvo de acuerdo.
— Me cambias por un carruaje. Esperaba más de ti Archeron.— Orión bromeó con una sonrisa burlona en sus labios.
Aurora lo apartó de ella y sonrió.
— Mejor me voy. Que tengas buenas noches Orion, y diles a Apolo y a Oryas que les mando un abrazo. — Aurora dijo y besó al Fae en la mejilla antes de caminar hacia el cochero y pedirle que la llevara a casa ya que no se sentía bien.
Unos minutos más tarde, Aurora atravesó las puertas de su lujosa casa, un lugar muy diferente a la cabaña en la que solía vivir.
Mientras se acercaba a la sala principal de la casa, Aurora escuchó voces y silenciosamente se acercó a la entrada de la habitación.
¿Quién podría haber estado allí en ese momento?
Una figura encapuchada estaba hablando con Nesta, y Nesta parecía tan furiosa, tan disgustada y en un torbellino de otros sentimientos, que Aurora sacó el cuchillo, escondido en su vestido, y lo levantó, lista para arrojarlo si era necesario.
— ¿Quien diablos eres tú? - preguntó Aurora. Nesta y la figura encapuchada se volvieron hacia ella cuando escucharon su voz.
La capucha se cayó de la cabeza de la persona y unos familiares ojos azules los miraron fijamente.
Orejas puntiagudas en lugar de las redondas que conocía Aurora.
Una cara diferente pero a la vez no.
El cuchillo dorado, regalo de Orión, cayó al suelo con un ruido sordo.
El sonido resonó en la habitación silenciosa.
La boca de Aurora quedó abierta y sus ojos muy abiertos se llenaron de agua.
— ¿Feyre? - llamó Aurora en un susurro ahogado y esa fue la señal para que Feyre corriera hacia su hermana, apenas un año menor.
Feyre se detuvo a centímetros de Aurora, como si tal vez temiera una reacción como la de Nesta, como si temiera que Aurora no pudiera amarla como era ahora.
Sin embargo, Aurora saltó sobre su hermana, rodeándola con sus brazos e intentando transmitirle a Feyre todo el amor que Aurora sentía por ella.
— Tu estás aquí. Tu estás aquí. Tu estás aquí. — Aurora susurró como un mantra, como si nada más importara, como si todo fuera hermoso y perfecto ahora que Feyre estaba allí.
Calentaba a Feyre de una manera que ni cien soles podrían hacerlo.
Estar allí, abrazar a Aurora fue como finalmente volver a su hogar después de mucho tiempo, y eso es lo que Aurora era para Feyre, eso es lo que siempre fue, un hogar.
Y Feyre se odiaba inmensamente a sí misma por acercar la guerra a quien más amaba.
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