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▬ act two

Hallazgo de la hora dorada
.


El hueco de la piedra ahora desaparecida estaba en el suelo marcado, miré hacia todos lados sin tener absolutamente ningún tipo de señal o sentimiento ante la zona. Me agaché, toqué y respiré toda el aura de la calle esperando a que lo más mínimo me sonara familiar, reconocía la zona de la roca de mi anterior visión, pero no reconocía nada más. La parte que yo vi no estaba por ningún lado. Ahora había tres casas nuevas.

—Esto es inútil, han construido aquí cientos de veces desde entonces. —dijo Edwin con una mano en el bolsillo ajustándose las gafas de sol

—Sé que no está muy lejos de aquí, tiene que ser alguna de estas casas. —argumenté mirando con ojos entrecerrados por el sol

—No podemos entrar sin tener una orden judicial. —suspiró

—Kevin fue quemado junto a esa mochila, Edwin —lo miré sin cortarme— Si esperas encontrar algún tipo de restos no lo vas a encontrar nunca.

Corté de hablar rápidamente al notar un increíble dolor de cabeza que me está entrando, los pinchazos eran cada vez más y más intensos, cerré los ojos al abrirlos, tenía de frente a un hombre al cual no podía ver la cara, estaba encapuchado y tenía las mangas de la sudadera remangadas, podía escuchar como se reía en mi cara, segundos más tarde de la risa pasaron a gritos y su espalda ardía por completo, luces brillantes saliendo de una mochila llena de luces negras, hizo gestos con las manos de desesperación y su capucha bajó, dejándome ver que su rostro era completamente negro e incógnito, pero una rosa en su cuello tatuado me mantuvo curiosa, pasaba del cuello a la cara, de la cara al pecho, del pecho a las piernas. Dejándome saber que el sospechoso tenía tatuaje, un grito helado y terrorífico me sacó del trance haciéndome daño en los ojos del cambio de colores, me encontraba siendo sujetada por Edwin, que ahora tenía un tanto de preocupación en su mirada.

—Un tatuaje. —jadeé intentando respirar

—¿Un tatuaje? ¿Dónde? —entrecerró los ojos

—Había una rosa flotando por todo su cuerpo, creo que eso lo tenéis que averiguar vosotros. —suspiré— Siento no ser de más ayuda.

—¿Bromeas!? —exhaló— Gracias a ti sabemos qué pasó con él, por muy jodido que haya sido, no teníamos esperanzas de que estuviera vivo todavía.

—Siento que quiero reventar todo de la impotencia. —sonreí nerviosa

—Bienvenida a mi mundo. —me sonrió de lado, dejándome ver sus dientes blancos —Vámonos de aquí.

Una vez ya en casa me duché y arrinconé en una esquina de la cama, estaba destrozada por lo que había visto, nunca era agradable ver lo que yo veía y mucho menos, aguantarlo. Él que siempre me ayudaba emocionalmente en estos casos era Gael, nunca me preguntaba por nada de lo que veía, se centraba en mí y en los riesgos que conllevaba, solo lo sabía él hasta que Brooke y Edwin llegaron a mi vida. Nadie más lo sabía y pretendía que siguiera de esa manera. Una parte de mí gritaba por enviarle un mensaje y la otra parte luchaba por no hacerlo. ¿Tan mal estaría que le enviará un mensaje después de años sin hablarnos?

—¿Estás?

Sin respuesta. Llevaba dos años dejándome sin respuestas. Todo mi chat con él es básicamente textos míos. Odiaba eso. Me acomodé a mi cama, apagué la luz y cerré los ojos para dormir.

»Me encontraba en una calle, andando junto a una mujer, un hombre y una niña. "Esta era la casa de la abuela" dijo la mujer. Nos encontrábamos de pie admirando una casa con las puertas de rejas blancas, con un pequeño patio lleno de macetas con flores vivas. Abrieron la puerta y nos dejaron entrar a esa desconocida casa que desprendía auras amarillas y cálidos, me adentré en ella para encontrarme con la casa más bonita que había visto. No por la decoración ni los muebles, por el aura que se respiraba de... conformidad y ternura. Seguí andando hasta llegar a unas escaleras, miré hacia arriba y encontré a un hombre encapuchado. "Vienen, vienen!", salió corriendo. Corrí y me sentí un caracol, sin poder correr la tensión me salía del pecho. Cuando llegué a las escaleras me encontré a un niño, ese niño era Kevin. Él flotaba y era pequeño como un duende, brillaba y el aura que lo cubría era rosa y gris«

Abrí los ojos ante el tono de llamada de mi móvil, descolgué al ver que era Edwin.

—Eres la puta hostia, Blair —sonaba contento— Hemos encontrado la cartera.

—¿Dónde estás? —respondí anonadada abriéndome de las mantas que tenía por encima

—En comisaría, eres libre de venir. —colgué y me preparé para salir corriendo.

Iba con unos leggings, una camiseta de un festival de cerveza y unas zapatillas blancas. Llegué a comisaría, y al entrar a la sala de interrogatorios estaba Edwin dentro. Con su camisa remangada haciéndole preguntas.

—Llevamos una hora aquí dentro, Pete. —Edwin sonaba cansado—¿Me vas a volver a decir lo mismo otra hora más?

—Ya le he dicho que no sé de qué me está hablando.

Edwin dio un golpe a la mesa y salió por la puerta, al abrir la sala de los interrogatorios sus ojos brillaron al verme ahí, sonrió sabiendo por completo lo que íbamos a hacer. Entramos los dos a la sala y nos sentamos en la mesa como el bueno y el malo. El tal Pete tenía cara de no saber qué estaba pasando, él suspiró fuerte.

—¿Entonces? —Repitió Edwin

—No sé por qué me habéis traído aquí, no sé quién es ese niño! —gritó

—¿Qué hiciste ese cuatro de Julio? —preguntó Edwin

—¿De este año? Estaba en Florencia. —burló el sospechoso

—No me toques los cojones. —Edwin dio un golpe en la mesa— Tú sabes de qué día. ¿Asesinaste o no a Kevin Maxwell? —preguntó directo y su entorno se volvió naranja

Sonreí en mi interior al ver que tenía se estaba poniendo nervioso

—¿Quién es? —Respondió cuidadoso y yo entrecerré mis ojos

—Un pobre niño al que un desalmado asesinó el cuatro de Julio. —sacó las imágenes del crimen para mostrarle quien era.

—No tengo ni la más mínima idea de quién es. —su cara se situó recta y su aura naranja oscura

—Miente. —dije sin dejar de mirarlo. Sus ojos se cruzaron con los míos y miles de escalofríos entraron en mí.

—¿Mientes? —bufó Edwin con un tono amenazante

—No. —respondió incómodo

—Hablemos de la cartera que hemos encontrado deteriorada en esa zona, que gracias a nuestros compañeros hemos conseguido dar con una identificación antigua. — sacó la identificación y el hombre quedó blanco como la pared, mientras su aura ahora, se tornaba negra.

—Sí, la perdí una vez que fui a andar con mi madre por esa zona. —tragó saliva

—Curioso, no es una zona de senderismo. —Replicó Edwin

—Nos gustaba andar.

—¿Y de camino te encontraste a un niño, lo cogiste y lo mataste de camino a andar? —pregunté yo, no respondió, solo se limitó a mirarme

»Joder, y esta mujer quien coño es.« Pensó él

—Soy la que puede probar todas tus patéticas y baratas mentiras. —respondí yo ante su pensamiento y él abrió la boca en modo de sorpresa

—¿De qué color era la mochila que llevaba, Blair? ¿Verde? —Edwin burló y me dio un toque para seguir la trama

—Azul, me temo —repliqué ante ello— Que acabo en cenizas junto a Kevin.

Pete quedó tan sembrado que parecía que iba a florecer tallos negros dentro de su boca, pude ver cómo se volvía amarillo ante mi respuesta, lo habíamos cazado.

—Quiero hablar con mi abogado —Edwin y yo sonreímos con la mirada cuando respondió, oficialmente era nuestro.

No había muchas pruebas físicas, pero tenía la esperanza que jugando con sus pensamientos diera algún tipo de testimonio sobre lo que hizo. Cuando salimos por fin eran las cinco de la mañana, Edwin me acompañó hasta el coche, después de todas las desapariciones que estaban habiendo en el pueblo intentábamos ser cuidadosos

—Gracias por hacer esto. —agradeció Edwin

—Con tal de ayudar —Sonreí tímida

—¿Puedo llamarte si te necesito? —Preguntó nervioso

—Solo si crees que te puedo ayudar de verdad —suspiré

—No me refería a trabajo. — me miró por encima de sus claros ojos — No es nada, tonterías. Mañana te enviaré algo en cuanto sepa —dijo en mi ventana bajada con una sonrisa

—Adoro que me mientas, pero nunca te sale bien. ¿Que ocurre?

—Solo estoy cansado. —su aura era triste y sus ojos se caían de lo pesados que estaban.

—Yo no soy Brooke pero, te puedo ofrecer chocolate caliente y dulces para acompañar mientras hablamos.

—Está bien, tengo trabajo todavía. Te tomo la palabra para otro día. —me dió un beso de despedida en la frente.

Coloqué la marcha atrás para salir del parking me despedí de él con la mano. Una vez llegué a casa, me tiré en la cama para caer redonda en dos segundos.

»Me volví a encontrar en esa calle con la casa enfrente, las mismas personas, mismos diálogos y mismo ropaje. Estaba en un bucle. ¿Qué hay todavía que no he captado? Confusa y extraña volví a entrar a la casa y a seguir los mimos pasos, esta vez ya me lo sabía y decidí ir directa, pasé por las flores, el aura amarillas desprendió en mi rostro, el encapuchado y cuando fui a subir las escaleras me paré en seco al ver una foto de un niño, una mujer y un hombre, sus padres. Me fijé bien en la foto, ya que estaba borrosa y un vuelco en el corazón me dolió con intensidad al ver que se trataba de Gathy, la mujer que me dio acogida. La distorsión de todo desmoronándose, cuál televisión sin señal empezó a nublar mi vista, yo quedé quieta sin mover ni un ápice, toda mi visión era la perspectiva de alguien pequeño, Gathy y Noel aparecían en él, jugaban, besaban, abrazaban, Incluso pude ver cómo vivió el maldito secuestro, como cayó a la roca y su asesino lo agarró de la cabeza para volverlo a meter sin cuidado ninguno, estaba en los recuerdos de Kevin.

Él me llevó de nuevo hasta el momento, él podía sentir miedo, terror e inocencia justo antes de irse para siempre. Volví a visualizar como el hombre nervioso andaba de un lado para otro antes de tirar la mochila a la hoguera, una vez lo hizo ya no podía ver el aura de Kevin, ahora podía ver claramente el del sujeto, miles de colores salían de él al mismo tiempo, naranja, morado, gris y negro. »Joder, joder, joder. ¿Qué coño he hecho?!«, gritó exasperante y yo fruncí el ceño de sorpresa, agarró su móvil y su cartera cayó al suelo lleno de barro, bichos y hojas. No presté atención a la cartera, ya que su voz, sonaba demasiado joven, la visión empezó a desaparecer y yo caminé rápido detrás del asesino anónimo, me coloqué delante de él y me topé con un joven, rubio, de ojos verdes que desprendía colores anaranjados, sus ojos brillantes a punto de romper en llanto.

Cuando me crucé con sus ojos todo se volvió negro, una cara muy conocida como era la de Gathy apareció terrorífica enfrente de mí» Tenemos que matarlo «acompañando de un grito fuerte y lleno de dolor que me hizo abrir los ojos en pánico.«

Me levanté dando un leve grito, con gotas de sudor en todo mi cuerpo, haciendo que jadeara rápido respondiendo a las pulsaciones de mi interior, por primera vez en mi vida tuve miedo de un sueño desde que era pequeña.

¿Mis padres de acogida eran los padres de Kevin?









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