▬ act six
No seremos más que polvo
.
Estábamos los cuatro en el salón, Edwin, Brooke y Gael se encontraban mirándose los unos a los otros, yo, en cambio, tenía mis ojos clavados en Gael.
—Bueno y... ¿De qué os conocéis? —preguntó Edwin. Pude contemplar cómo Brooke le regaló un golpe a Edwin tras la pregunta. Al no recibir contestación, Brooke añadió algo más absurda todavía
—¿Gael, te quedas a cenar?
—Sí. —No. Respondimos al mismo instante.Desafiamos las miradas como si fuéramos a terminar el mundo con ellas.
—Vale... Nosotros nos vamos y creo que no volveremos hasta que toda esta perturbación se vaya. —Brooke señaló a Gael— O sea, tú. — se levantaron, cogieron sus cosas y al oír la puerta recién cerrada el ambiente seguía caldeado.
—Tiene temperamento. —dijo en voz baja— ¿Qué tal estás?
¿Qué tal estoy?
—Bien. —la rudeza en una oración fue posible— ¿Y tú?
—Con el oficio para a lo alto, nos llegan todos los días nuevos estilos de prendas lista a vender, te he traído el catálogo por si quieres verlo.Me acercó una revista y lo agarré con mis cejas subidas y mi boca abierta
—¿Me estás vendiendo ropa de tu agencia? —pregunté lo obvio
—Yo te he dado el catálogo. —sus ojos eran tan sinceros que pensaba que me estaba tomando el pelo, dejé el librillo encima de la mesilla cuando él seguía hablando— Esos jeans son elásticos, los que vienen genial con estas camisetas, al menos es lo que más compran las adolesc-
—Gael. — interrumpí y él miró honrado a mi dirección— ¿Qué estás haciendo aquí exactamente?—Cerró el cuaderno y dio un soplo gastado, sus ojos reflejados en los míos pedían tanta tregua que daba miedo
—Termino antes si te pregunto qué que quieres saber. —ahí estaba otra vez ese tono robusto y firme
—Ya sabes que te quiero preguntar, ahora mi pregunta es... ¿Me vas a contestar claro y sincero, o me tengo que guiar por tus mentiras delatadas por tu aura?
Pude oír el "crash" de un relámpago haciendo una fina torre de tensión entre nosotros, sus ojos se oscurecieron y se volvieron feroces junto a su aura que estaba negra, se había enfurecido por ese comentario.
—Está bien. —echó su espalda para atrás en el sillón— ¿Quieres sinceridad? Pregúntame.
—¿Por qué me encontré con el morro de tu coche en mi cara esa noche?
—Llegábamos tarde a una quedada.
—¿Por qué había gente con armas?
—Es un terreno peligroso, hay que llevar protección. —estaba respondiendo con franqueza, pero me dejaba las migas en mis labios hambrientos.
—¿Por qué te llamaban Gato? —entrecerré los ojos
—Me pusieron ese mote hace muchos años.
—Dijiste que tú eras su jefe.
—Así es. —suspiró y se movió con fastidio
—¿Qué pasó con la chica que iba en el otro vehículo? —era lo único que quería saber.
—Siguiente
—Está bien. ¿Quién era la chica? —solo se limitó a mirarme serio— Dijiste que contestarías a mis preguntas.
—Te dije que contestaría a algunas. Esto me estaba cansando más de lo que os podríais imaginar.
—Gael. —me levanté del sofá— No me hagas perder el tiempo.Él parecía alterado ante mi protesta, miró cada fracción de mi cuerpo hasta que se posó en mi mano
—¿Qué te ha pasado? —frunció el ceño y se acercó a mí
—Me corté, no lo recuerdo. Estaba teniendo una visión un tanto rara. ¿Hemos terminado? —dejé que le diera prórroga a objetar y que siguiera hablando, que me contará lo que hace, hacía o había hecho, pero eso solo pasa en las películas y Gael vacío miró hacia la entrada haciéndose la víctima.
—Voy a ir a por la cena. Te acompaño al coche.
Abrió los labios para cerrarlos al segundo, a mala gana suspiró y salió conmigo por la puerta, él fue a llamar al ascensor y yo quedé cerrando el portón, maldiciendo al casero por no haber dado el informe de la cerradura todavía. Pasó una oscuridad fría detrás de mí mientras yo seguía mirando la cerradura, tenía a alguien detrás, me di la vuelta para poder ver quién quiera que fuera. Me encontré un hombre, de 1.90 más o menos de alto, con un mohín abierta de par en par, subió sus manos y me dejó ojear sus llaves.
—¿Perdón? —él seguía haciendo gestos— No le entiendo.
—Potresti aiutarmi con la porta, per favore?
Alzó sus manos con las llaves para dármelas y yo las agarré, rocé sus dedos y toda su aura apareció en todo el pasillo, desprendía tan oscuro que ni un ligero índice de brillo estaba presente, mi cabeza me daba pinchazos y con ellos imágenes desagradables donde me veía yo llena de sangre, en una aparecía mirando a ese hombre de frente, la forma de su cabeza cambio para convertirse una calavera, la mismísima morgue. Una violenta punzada de cabeza me dejó verme a mí, degollada, y ese hombre que tanto me hablaba en italiano limpiándose las manos mientras me miraba.
Con una impresión de asfixia volví al rellano, miré a ese hombre a los ojos, sus ojos marrones tiraban sangre cuando cambió su mohín animado a completamente tétrico y siniestro y como si a cámara lenta fuera, solté las llaves y salí corriendo de él, corrí por el rellano gritando por el nombre de Gael, corrí hacia el ascensor, pero estaba cerrado y Gael no estaba.
Di golpes en el ascensor mientras maldecía por Gael. Miré por el pasillo y ese hombre me seguía a marcha de tortuga. Cogí las escaleras y bajé corriendo las escaleras, sin aire llegué al portón del edificio, abrí la puerta y la cerré.
Después de bajar un sexto en menos de un minuto me quedé mirando la puerta sin absolutamente nada de oxígeno en mi organismo ahora mismo.
»Llama a Gael.«
Fue lo único que pensó mi mente, si me hubiera traído el teléfono lo haría. Maldita sea. ¿Dónde estará el imbécil? Hace unos minutos estaba llamando al ascensor.
¿A dónde iba a ir? Necesitaba ese maldito e inútil teléfono. Y entonces recordé, tenía un bote de spray pimienta en el bolso.
»No lo hagas, Blair. «Gracias cerebro, ¿Vas a recordar tú los números a los que tengo que llamar? Pues eso.
—Scusa. —mis ojos se llenaron de estremecimiento al oír de nuevo esa maldita voz, me di la vuelta para mirarlo.Seguía con esa mueca que ahora me daba pánico y un arma apuntándome con ella, miré hacia los alrededores, pero no había ni un alma fuera.
—Sei stata inutile, puttana. —apuntó hacia mí
Ahí estaba yo, con mi corazón latiendo más veloz de lo usual, él se encontraba cara a mí con la pistola entre sus manos, decidido a disparar, buscaba una manera de salir corriendo sin ser herida, pero mi cuerpo me traicionaba, estaba completamente paralizado, aunque mi cerebro mandaba las órdenes de moverse.Este es mi fin, pensé.
—ciao ciao pezzo di merda. —era lo último que oiría
Cerré los ojos esperando el disparo, rindiéndome ante él. Los segundos parecían horas, solo quería terminar con esto rápido. El sonido del arma resonó en mis oídos, pero no caí al suelo como esperaba.Abrí mis párpados lentamente, mi corazón se detuvo al ver al hombre en el suelo, completamente muerto.Voltee con cuidado, sabiendo a quién me encontraría, él estaba ahí con la pistola en sus manos, sin arrepentimiento alguno.
Ahora me encontraba temblando y adolorida por el sonido del impacto, buscó alguna parte de mí que estuviera herida, en sus ojos solo estaba el alivio de verme bien.Caminó hacia mí guardando la pistola detrás de él, moviéndome para atrás con desconfianza, él agarró mi codo y de manera gentil me atrajo hasta él, subió una mano y Acarició mi mejilla como si me fuera a resquebrajar, con el dedo gordo limpió una zona de ella, movió sus dedos hasta la parte de atrás de mi cabello y juntó su cabeza con la mía dejándome con olor a menta saliente de su boca.
—Ya estoy aquí, estás a salvo.
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