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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 7


Arim;

Un sábado por la mañana lo que menos uno quiere es levantarse temprano, los sábados están hechos para descansar, para araganear todo el día en la cama y talvez con suerte levantar cabeza hasta mediodía, pero yo era una simple mortal, y lo peor es que era pobre y tenía que trabajar.

Me levanté sin mucho cuidado, con pereza por todo mi cuerpo, tratando de despertarme completamente para no chocar con los muebles. Misión fallida, estrellé el dedo pequeño de mi pie izquierdo en la esquina de la cama de Susi.

— ¡Oh, rayos! — me quejé, no muy alto porque no quería levantar a Susi que dormía con la boca abierta, además de que un hilo de baba se escurría por su mejilla.

Pasé directo al baño, tratando de ser silenciosa, porque aún era temprano y las paredes de nuestra habitación eran finas y podía escucharse todo en la siguiente habitación. De todos los que vivíamos aquí, unos pocos más y yo, éramos quienes trabajábamos, pero los demás tenían la suerte de llegar a su trabajo luego de las ocho de la mañana, yo no, yo tenía que estar ahí a las siete.

Me adentre en el baño y encendí la luz, para empezar con mi rutina de limpieza. El reflejo de el espejo no mentía, me miraba horrible, las ojeras eran más que notorias y la hinchazón en mis ojos producto del llanto de la noche anterior, hacían que mi cara pareciera a la de un muerto fresco.

— Dios, que horrible — en un día normal yo era más o menos regular, pero ahora, ahora era terrible, sin embargo, no me quejaba, porque siempre se podía estar peor.

Sin tardar mucho tiempo me metí a bañar, mientras lo hacía pensaba en el mensaje que Jungkook envió anoche, solo fue un sticker, no era la gran cosa pero creía que era demasiado pronto como para tener la confianza de enviarme un beso. ¿Y si se equivocó? Sí, talvez eso había sido, pero de haber sido mi caso yo inmediatamente lo corregiría. No era algo tan importante, ya éramos amigos ¿no?, talvez era de aquellos chicos que tomaban confianza muy rápido. No lo juzgo, en un tiempo yo yambien fui de esa manera.

Salí del baño luego de parecer una pasa toda arrugada, talvez me dilate mucho tiempo en la ducha.

Tan rápido como pude, porque efectivamente era tarde, me puse mi uniforme de trabajo, era espantoso, hasta los fines de semana tenía que usar uniforme, pero no me quejaba, al menos tenía un trabajo. Me desagradaba un poco, era uno de esos vestidos ambientado en los ochentas, cuando el rock predominaba en el mundo, algo fuera de tiempo sin duda alguna, el problema es que era cortisimo, apenas y llegaba a la mitad de mis muslos, y juraba que si me agachaba para recoger algo del piso, mis bragas se notarian.

Le di un vistazo a mi habitación antes de salir, todo era un desastre otra vez, había ropa por doquier, mi sábana estaba en el piso y parte de las almohadas también, además de eso, habían muchos libros por el piso, éstos no eran míos, eran de Susi, pero igual hacían que la habitación se mirara cutre, justo como mi vida. No podía arreglar ese desastre en este momento, así que salí con cuidado, porque aún mi compañera dormía plácidamente.

Antes de salir del orfanato por completo fui a la habitación de la abuela, porque podía ser tarde, o el mundo podía estar acabandose, pero yo jamás salía de casa sin darle un beso.

Cuidadosamente recorrí los pasillos hasta su habitación, casi de la otra punta de donde estaba la mía. Abrí la puerta y la encontré sentada tejiendo lo que parecía ser un sombrero de nieve.

— Hola abu — me acerqué a ella y besé su mejilla, haciendo que ella sonriera.

— Mi niña, ¿te vas ya? — dejo por un momento lo que estaba haciendo para concentrarse en mi.

— Sí, voy algo tarde de hecho — le dije apenada, posando mi mano en mi cuello.

— Cuídate mucho, no hables con extraños — puso su venosa y arrugada mano sobre mi mejilla — cuando regreses a casa, ven a mi habitación, hay algo que tengo que hablar contigo.

— ¿Es algo malo? — pregunté con miedo.

— Lo averiguaras cuando estés en casa — volvió a su antigua tarea, y me despedí de ella con un último beso.

Salí de su habitación y corrí hasta la entrada principal, solo hacían falta cinco minutos para que el salón de belleza donde trabajaba abriera sus puertas, se suponía que yo debía de estar ahí diez minutos antes de eso.

Por suerte el autobús no tardó tanto, logré llegar en menos de diez minutos.

— Llegas tarde — Sun, la mujer para quien trabajaba me esperaba en la puerta con sus brazos cruzados y una mirada de reproche — quince minutos tarde.

—En realidad son cinco — mi lengua, que aveces no podía quedarse quieta empezó a soltar palabras. Incontinencia verbal, le llamaba — el salón abrió hace cinco minutos, por lo que solo son cinco minutos.

—Sabes que tienes que estar aquí diez minutos antes de eso, Arim — suspiré, porque tenía razón — el día de hoy te irás diez minutos después de todos.

Suspiré, mordiendome la lengua para no decir algo que me provocara un castigo mayor.

Sabia que tenía que cuidar este trabajo, porque después de que mi tiempo en el orfanato llegara a su fin esto sustentaría mi vida, pero Sun tenía un humor de perros casi siempre, a su lado, caminaba a pies de plomo por miedo a obtener un regaño.

Tan pronto como abrimos, nuestra primer clienta llegó, era Hanna, la chica de la escuela.

— Oh, hola Arim — me dio una sonrisa de amabilidad al tiempo que levantaba su mano derecha.

— Hola, Hanna — le devolví el saludo con la misma simpatía que ella.

— No sabía que trabajabas aquí — comentó, mientras se acercaba a las sillas que estaban frente al espejo.

— Empecé hace muy poco.

— ¿Tienes experiencia cierto? — preguntó con miedo.

— No te preocupes, me han enseñado bien — busqué mis cosas para tenerlas a mano — ¿qué te harás hoy?

— Quiero un cambio — arrugó su boca y soltó su cabello que estaba envuelto en un coleta de caballo — algo innovador.

— ¿Qué tal el corte "niña bonita"? — le pregunté tomando su cabello en mis manos — tu cara es perfilada y tus facciones son parejas, talvez un corte asimétrico te haría ver diferente.

—¿Tu crees?

— Te lo prometo — asintió con felicidad. Yo procedí a preparar todo lo necesario.

Mientras yo trabajaba ella me contaba cosas de su vida, de lo que hacía y de todas sus habilidades, era un niña prodigiosa, muy buena en todo lo que hacía. En nuestra charla jamás mencionó el chisme que recorría la escuela, ella era talvez mejor que las demás, de lo que sí habló fue de la exnovia de Jungkook. Mis orejas se abrieron, mucho.

— Oye, tu que ahora estás más tiempo con Jungkook, ¿cómo está él?

— No entiendo — le dije para que soltara un poco más, ella sabía detalles que Jungkook no quiso contar y yo quería saberlos.

— ¿No sabes? Soojin, la novia de Jungkook le fue infiel por un año — amaba mucho mi trabajo. — y lo peor de todo es que yo sabía — comentó con pesar — pero Soojin en ese tiempo era mi amiga...

— ¿Ya no es así?

— No, ella se volvió grosera, y siempre le hacía el feo a Jungkook, y puedo jurarte, Arim, que ese chico vivía y respiraba solo por ella — todo lo que yo dije fue un "oh" — yo vi la cara de Jungkook cuando lo descubrió todo, se suponía que yo debía decirle desde mucho antes porque él también es mi amigo, pero Soojin tiene el poder de engatusar a las personas y amoldarlas para ella.

— Pero no es tu culpa, no eran tus asuntos — me encogi de hombros y busqué otras tijeras para perfilar el corte.

— Jungkook debe de estar decepcionado de mi, yo siempre he sido honesta.

— Te aseguro que no es así — en ese momento ella sonrió, en realidad parecía muy feliz de que Soojin rompiera con Jungkook. Obviamente le gusta.

Ella seguía sonriendo y yo no dije nada, porque no debía de meterme tanto, ya sabía una parte, la parte que Jungkook me había revelado y lo que dijo Hanna no era nada diferente de lo que nos contó nuestro amigo.

Terminé su corte y ella se mostró tan feliz con los resultados, haciendo muchas reverencias a mi en forma de agradecimiento. Luego de pagar, ella se despidió de mi con una sonrisa, prometiendo que volvería pronto por otro corte.

El salón empezó a llenarse de más personas, la tarde tenía vista de que sería agotadora, mis pies a esta altura ya dolían, y apenas era mediodía.

Conforme más clientes se iban marchando más de ellos llegaban, nunca dejaba de estar lleno, siempre se escuchaban las máquinas trabajando, y dado que también era una barbería, el ruido de las máquinas utilizadas para los hombres era peor.

∴∵

La tarde llegó y mi estómago rugía porque no tenía nada dentro, nada, lo único que tenía eran chismes que mis clientes contaban, pero eso no llenaba el estómago.

Pero claro, un chisme de vez en cuando no venía mal, gracias a mis clientes yo ya sabía las lindezas que rodeaban ese barrio, o cómo era posible que la hija del señor de las verduras que estaba en la esquina haya salido embarazada.

Dado que el salón estaba junto a un restaurante de comida rápida, pedí un delivery, estaba justo a un lado pero mis pies estaban hinchados y ya no daban para más, por eso si alguien más podía recorrer esos pequeños metros por mi, era más que bien recibido.

Diez minutos después el repartidor se asomaba por la puerta, con cara de "¿en serio no podías caminar?"

— Sí sabes que el restaurante está al lado  ¿cierto? — mientras sacaba dinero de mi bolsa escuché la pregunta del chico — pudiste ahorrarte unos billetes.

— Mi pereza era mayor — le tendi los billetes que saqué de mi billetera de pierna de pollo. Me gané otra mirada confundida de él — ¿qué? Están de moda.

— Nada, no dije nada.

— Más te vale — tomé la bolsa de la comida — gracias por traerla.

El asintió y se fue del salon. Yo me sercioré de que no hubiese nadie viniendo al salón, porque luego de que yo me sentaba a comer, no había poder humano que me levantase. Sun no estaba, había salido a reunirse con sus amigas locas fumadoras del club, por lo cual tenía campo libre para comer con tranquilidad sin que otro ser desagradable me molestara.

Saqué del empaque las alitas en salsa que había pedido, más una porción de Kimbap y una cocacola. Busque entre la bolsa las salsas adicionales que siempre acompañaban este pedido y encontré una con salsa barbacoa y la otra con ketchup natural.

Justo cuando estaba abriendo la salsa alguien entró por la puerta, ya que la odiosa campanita que siempre sonaba, tintineo por todo el lugar. Rayos. Me di la vuelta y me encontré con los ojos y la sonrisa resplandeciente de Jungkook. No me di cuenta de cómo, pero aplaste la salsa que estaba en mis manos manchando todo mi vestido. Doble rayos.

— Hola — me saludo con su típica sonrisa — ehehe, no se si ya lo notaste, pero tienes salsa por todo tu cuerpo — yo aún no podía moverme, y cada palabra que Jungkook decía aumentaba mi nerviosismo. Cuando el vio que yo no pensaba moverme se acercó a mi y me quitó el sobre de las manos para ponerlo a un solo lado — ¿estás en un viaje astral?

— Oh, yo...bueno...um — no encontraba que  decir. Soné mi garganta y recupere mi subconsciente — hola.

— Dejame ayudarte — busco en su bolsa del pantalón algo. Cuando lo encontró me dio un pañuelo — limpia esa mancha ahora.

Asentí y obedecí. Mientras limpiaba mi mancha Jungkook me observaba con tranquilidad, yo estaba avergonzada y seguramente con las mejillas sonrojadas.

— Gracias — le quise devolver el pañuelo, pero estaba todo manchado así que no lo hice — te lo daré después, lo voy a lavar — el asintió con su sonrisa de niño bueno.

Retrocedí un poco para recoger las cosas que iba a comer, tratando de meter en mi boca pedazos de pollo sin que él lo notara.

— Si tienes que comer, hazlo, puedo esperar — misión fallida, sí lo noto, con vergüenza traté de asentir — me sentaré por aquí, así voy decidiendo que corte hacerme.

Me senté en donde estaba antes que el viniera, y dispuse mi ser a disfrutar la deliciosa comida que tenía en mis manos. Mientras hacía eso, él me observaba con diversión y ¿ternura? Lo podía notar porque un tenue brillo acompañaba sus ojos, talvez solo eran cosas mías y esa era la manera en la que siempre observaba a la personas. Talvez sus ojos podían sostener el universo. Tenia que averiguarlo.

— ¿Quieres? — le ofrecí de mi plato.

— No, ya he comido, pero gracias — asentí con una sonrisa, pero en mi interior había felicidad.

Siempre era capaz de compartir todo, pero justo ahora, no quería compartir mi comida, moría de hambre.

Seguí en mi plan de atacar la comida, mientras observaba de reojo lo que hacía Jungkook. Parecía un niño curioso, observando todo lo que había a su alrededor, su vista se detuvo en las revistas de corte que estaban sobre un repisa de vidrio, rebuscando entre ellas se detuvo hasta que encontró la de su agrado. Se puso a observar las páginas, mientras él hacía eso, yo lo observaba a él.

Era como un niño, abría sus ojos si algo le sorprendía, hacía pucheros si algo no le agradaba o si tenía una duda, repetía cada una de esas cosas hasta que cambiaba a la siguiente página, entonces empezaba y hacía lo mismo.

Mientras el observaba, yo logré terminar mi comida, de manera rápida, honestamente no pude saborearla a mi gusto. Limpie mis manos y recogí toda la basura para darle mi atención a Jungkook.

— Entonces... — al parecer le asusté, porque inmediatamente soltó la figurita de cera que tenía en sus manos y me observó — ¿qué puedo hacer por ti hoy?

— Quiero cortar mi cabello — me sorprendí, porque a la verdad él era de esos pocos seres humanos a quienes les quedaba bien el cabello tan largo — las puntas han empezado a dañarse, y el cabello largo es peligroso si haces enojar a tu mamá — me reí.

— ¿Ya pensaste en un corte en específico? — él asintió y con la mano invité a que se sentara en la silla, para que yo pudiera empezar a trabajar — Veamos — le dije pidiendo la revista donde estaba el corte.

— No quiero nada extravagante, solo quiero un corte de puntas y talvez rapar la parte de abajo de mi cabello.

— ¿Quieres quedar como un coco? — dudosa le pregunté, porque aunque sabia que ese corte le favorecía, esperaba que se decidiera por otro.

— Siempre es bueno probar nuevas cosas — asentí. Preparé las máquinas y le puse el protector en su cuerpo para que el cabello no se mezclara con su ropa — ¿cómo es que sabes hacer esto? Apenas tienes diecisiete.

— Bueno, desarrolle lo que se llama instinto de supervivencia, cuando tu vida depende de algo, aunque sea de un hilo, te aferras a ello y aprendes por las buenas o las malas — nuestras miradas chocaron en el espejo, me sonroje y la aparté rápido.

— Supongo que estoy en tus manos — se encogió de hombros y no dijo más para que yo pudiese empezar a trabajar.

Estuve cortando su cabello por al menos treinta minutos, tomando mi tiempo para hacer que cada mechón compartiera el largo con el otro, orando para que el nerviosismo no me jugara una mala pasada y arruinar su cabello.

Cuando ya estaba casi listo me fijé en su rostro, estaba casi dormido, sus ojos estaban cerrados y su respiración era lenta y suave, sonreí, no quise despertarlo y cuando acabé me esforcé para no hacer ruido y dejar que descansara hasta que ya llegara la hora de cerrar.

Mientras él estaba ahí, con el cuello todo doblado y casi cayendo de la silla, yo me dispuse a limpiar cada hebra de cabello en el piso, recoger toda suciedad existente y lavar todo lo que se ensuciaba. Una vez todo limpio me senté, porque aún faltaban unos minutos para que pudiese ir a casa.

Observe su sueño y me sentí una intrusa por ver su rostro de esa manera, pero se veía tan lindo, con la boca medio abierta y las manos colgadas a cada uno de sus lados. Sus piernas estaban estiradas y su camisa se había recogido de un lado mostrando un poco de su piel. Estuve observándolo por al menos diez minutos, hasta que me di cuenta que ya era hora de salir.

Cuidadosamente me acerqué a él y toqué su frente, ni siquiera se movió. Opté por el camino rudo. Le di dos golpes en sus mejillas, rápidamente de esa manera abrió sus ojos.

— ¿Qué pasó? — me dijo aún adormilado, con los ojos medio abiertos.

— Pues nada, pero a menos que seas un guarda de seguridad es mejor que nos marchemos — asintió comprendiendo mis palabras y se sacó la tarjeta de crédito de su bolsillo.

— Pagate el corte.

— Obvio que lo haré, de no ser así, me cobrarán eso — el se levantó de la silla y yo me fui a la caja para hacer el cobro.

— Pues, no ha quedado mal — lo observé, estaba fijamente observando su cabello en el espejo — me gusta, eres la mejor peluquera que he visitado — terminé de hacer el pago y regresé junto a él.

— Lo sé, por eso he cobrado propina — le di la tarjeta y él sonreía — por cierto, roncas cuando duermes.

— ¡Oye! Yo no dormía, estaba descansando mis ojos — se quejó como niño.

— Sí, eso en idioma fácil es, "estaba durmiendo"

— Es tu culpa — me acusó y le miré sorprendida al tiempo que apagaba unas luces y desconectaba todos los aparatos electrónicos.

— ¿Mía?

— Sí, tienes las manos demasiado suaves y tocabas mi cabello con tanto cuidado que eso me adormeció.

— ¿Te gusta que te guiñen el cabello? — en realidad era una pregunta peligrosa, pero todo dependía de su mente.

— No es el asunto — me respondió con sencillez.

El local ya estaba casi cerrado, solo hacía falta poner el seguro final de la puerta. Jungkook se ofreció a ayudarme y le di permiso.

— La próxima vez que vengas, seré ruda contigo — le amenacé.

— No lo harás — me advirtió. Yo por otro lado estaba dispuesta a caminar pero el habló de nuevo — ¿puedo acompañarte? También caminare y no vives tan largo de donde yo lo hago.

— No quiero retrasarte.

— No lo harás — sonreí en respuesta y el se puso a mi lado dispuesto a que caminaramos juntos.

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Soy como Jungkook. Cuando no puedo dormir siempre me toco el cabello y así logro dormir pronto.

Psd: Jungkook caballeroso🛐

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