1.1. scandal's daughter
Ojalá se hubiera quedado en Beauxbatons, como su madre le había rogado una y otra vez.
Astraea nunca había entendido del todo el mundo mágico inglés. Le parecía un universo extraño, distante de las tardes cálidas jugando con los niños del vecindario o de las visitas interminables a la villa de su abuela en Florencia, donde el aroma a lavanda y a pan recién horneado siempre flotaba en el aire.
Pero no. Había elegido Hogwarts. Había elegido la escuela a la que iban sus amigos.
¿Y para qué?
No se hablaba con Pansy desde que esta había llamado "sangre sucia" a Hermione Granger en medio de una discusión. Y con Zabini... bueno, su amistad se había enfriado después de que sus madres terminaron enfrentadas cuando descubrieron que ambas salían con el mismo mago. Qué cliché.
Y luego estaba Draco.
Draco Malfoy y su obsesión con Harry Potter.
Había intentado convencerla al menos tres veces de que odiar a Harry Potter era algo que debía hacer por obligación moral, como si fuera un juramento de sangre que debía sellar para ser digna de sus raíces. Astraea solo se reía entre dientes y le decía que tenía cosas más importantes que hacer, como terminar su ensayo de Runas Antiguas. Esa indiferencia lo enfurecía más que cualquier insulto.
No podías ser neutral en ese tema. Si no odiabas a Harry Potter, estabas equivocada. Odiarlo era una rutina, una costumbre que se aprendía antes incluso de saber conjurar un hechizo en Slytherin.
Pero Astraea no estaba en Slytherin.
Y ese era el problema.
No era Gryffindor, eso estaba claro. La valentía no era lo suyo. Prefería evitar las confrontaciones y, a decir verdad, siempre había pensado que actuar sin medir las consecuencias era una estupidez.
Tampoco era Ravenclaw. Nunca se había sentido particularmente atraída por el conocimiento puro; no era el tipo de persona que buscaba respuestas a todas las preguntas del universo. Lo que sabía, lo sabía porque le interesaba, y lo demás... bueno, no le quitaba el sueño.
Pero Hufflepuff... Hufflepuff la había recibido con los brazos abiertos. Allí no importaba el pasado de su madre ni las sombras que proyectaban sus decisiones. Allí no era "la hija de", ni se esperaba de ella nada más que ser quien era.
Sin embargo, todo cambió cuando Sirius Black escapó de Azkaban.
El verano había sido un caos. Su madre siempre había sido una figura polémica, conocida por sus romances fugaces con magos poderosos. Su primer matrimonio, con el padre de Astraea, había sido un desastre. Un hombre tan guapo como plano, decía ella, que prometió mundos y riquezas y terminó siendo una decepción absoluta.
Su segundo matrimonio fue aún peor. Sirius Black.
El hombre que ahora aparecía en los titulares como un asesino despiadado y un traidor. Astraea no recordaba algo relevante de él. Era joven cuando se divorciaron, pero aún podía evocar algunos fragmentos congelados en retratos abandonados empolvados en el sótano de su casa italiana: su risa fuerte, el desorden que lo rodeaba, y la forma en que miraba a su madre como si estuviera atrapado en un hechizo.
Pero cuando lo arrestaron, todo se vino abajo. Su madre pidió el divorcio al instante, dejando claro que no quería tener nada que ver con él ni con su infamia. Sin embargo, la sombra de Sirius Black siempre parecía seguirlas, y ahora, con su fuga, el Ministerio había puesto a ambas bajo vigilancia.
Astraea pasó el verano con su padre, lo que solo añadió otra capa de incomodidad a todo el asunto.
¿Y qué podía decir de él?
Era un hombre terriblemente aburrido. Correcto, educado, pero tan plano como un pergamino en blanco. Sus días consistían en una rutina monótona que incluía largas reuniones y documentos que ella nunca entendía. Pasar tiempo con él había sido... extraño.
Por eso había agradecido regresar a Hogwarts, incluso con las complicaciones.
El rumor de su conexión con Sirius Black corría por el castillo como un incendio alimentado por el chisme. No importaba cuánto lo negara, siempre había alguien dispuesto a alimentar la historia.
"¿Crees que ayudó a escapar a Sirius Black?"
"¿Y si está aquí para espiarnos?"
"Dicen que su madre fue cómplice... ¿Será cierto?"
Ella intentaba ignorarlo, pero a veces los comentarios se clavaban bajo su piel como astillas invisibles. En esas ocasiones, optaba por el sarcasmo:
"No, él no es mi padre. Mi padre es estadounidense, gracias por preguntar."
"Sí, mi madre sigue soltera. No, no está interesada en adolescentes."
"¿Si lo ayudó? No lo sé, mi madre se divorcia tan seguido que ni ella lo recuerda."
No importaba cuánto lo negara. En el fondo, ella misma tenía dudas. ¿Qué tanto sabía su madre? ¿Había algo que Astraea desconociera?
Era mejor no pensarlo demasiado.
En Hogwarts, Astraea había aprendido a llevar una máscara. Ser parte de Hufflepuff le ofrecía refugio, pero no la hacía invisible. Siempre había ojos curiosos, susurros detrás de ella y preguntas que no quería responder.
Pero mientras caminaba por los pasillos del castillo, a veces se preguntaba si todo este drama había valido la pena. Tal vez, solo tal vez, debería haber escuchado a su madre y haberse quedado en Beauxbatons.
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