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❏ | 𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄


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𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

❝En la mañana estaba atendiendo los asuntos del estado, ¿Cómo demonios todo acabó de esta manera? ❞
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La vida es algo muy frágil, la vida de una persona puede terminar en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.

Quizá no lo supo apreciar la suya como debería.

Astoria corría descalza cargando a sus dos hijos por las poco iluminadas catacumbas del palacio imperial, ambos infantes lloraban en silencio sin entender qué era lo que estaba sucediendo. En un ambiente donde lo único que se escuchaba era el sonido de los cañones, el crepitar del fuego y el olor a sangre flotando en sus fosas nasales, no era de extrañar que se encontrarán aterrorizados.

Ella también lo estaba.

Con cada paso que daba más debilitada se sentía, había salido corriendo desenfrenada de su habitación en cuánto observó el panorama. No se cambió el camisón que traía como pijama, ni siquiera se colocó sus zapatos, lo único que tenía en mente era el bienestar de sus hijos.

Nuevamente el temblor provocado por los bombardeos a palacio le hizo perder el equilibrio y con cada uno de ellos, sus retoños ahogaban gemidos lastimeros del miedo que tenían. Los túneles secretos construidos bajo palacio servían como vía de evacuación en caso de cualquier emergencia, pero ella jamás creyó que sería la primera emperatriz en usarlos.

— Mamá tengo miedo. — balbuceo el menor, viéndola con esos ojos grises iguales a los de su padre.

Ver a Aleksander con sus ojitos llenos de lágrimas le revolvió el estómago, apenas tenía cuatro años. Su hermano Mikael se escondía en el hueco de su cuello y temblaba con cada explosión que oía, sin duda algo traumatizante.

— Todo estará bien, cariño. — dijo, apoyándose en una de las columnas para así descansar. — Papá va a derrotar a los malos, se los prometo.

No podía explicar correctamente qué era lo que estaba pasando, porque ni siquiera ella lo sabía. La habían despertado los guardias imperiales, pidiéndole que huyera hasta llegar a las catacumbas, Astoria ni siquiera pudo contestar cuando por la ventana observó un enorme ejército, iluminado con la luz de sus antorchas. En ese momento, sólo pensó en sus hijos y en que quería mantenerlos a salvo.

Su respiración se agitó nuevamente al escuchar pasos acercándose a donde se encontraban, la rubia escondió a sus retoños detrás de ella y empuño con sus temblorosas manos una daga; dicha arma fue un regalo de su esposo cuando dio a luz a Aleksander, diciendo que al igual que esa daga, su hijo sería fiero y protegería el imperio.

— ¡Astoria! — ver a Sovieshu le devolvió el alma al cuerpo y sin dudarlo dos veces dejó caer el arma y se lanzó a sus brazos, llorando. — ¿Estás bien? ¿Nuestros hijos están bien? — el de cabello azabache examinó con detalle el rostro de su mujer, limpiando delicadamente las lágrimas que no dejaban de caer por sus mejillas. — Gracias a Dios están bien. — dijo, desviando la mirada hasta sus retoños, a los cuales besó cariñosamente.

— ¿Qué es lo que está sucediendo? — preguntó débilmente, estaba a nada de desmayarse de la impresión. — ¿Quién se atreve a atacar el palacio?

— Es el ejército del rey Henrey. — la fémina no puede creerlo, es imposible. — Al parecer todo fue planeado desde el principio.

Eso quería decir que la visita del — en ese entonces — príncipe Henrey al imperio, por la celebración del banquete de año nuevo no fue coincidencia y tampoco lo fue que se haya quedado por más de tres meses antes de volver por la muerte de Wharton III. El ahora monarca había estado muy interesado en la política del imperio y mantuvo una estrecha relación con ellos durante toda su estadía, jamás pensaron que los apuñalaría por la espalda.

— ¿Cómo está la situación?

— Nuestro ejército está manteniendo a raya al suyo pero no sabemos por cuánto. — el miedo se refleja en los ojos de su esposo, ella también está asustada. — Tienes que huir, llévate a los niños.

— ¿Qué hay de ti? — cuestionó con las manos temblando, Sovieshu le sonrió levemente y se quitó su capa para ponersela a la rubia.

Su mujer se veía aterrorizada, temblando con el rostro sucio al pasar por esos túneles que jamás se usaron — hasta ahora — el cabello lo traía revuelto y lo único que la cubría era el camisón de pijama que estaba usando.

— Me quedaré a luchar, es mi deber como emperador. — respondió, mirando suavemente a sus dos niños.

— ¡No! ¡I-Imposible! — un sollozo se escapó de su boca, Astoria fue retenida por su esposo al flaquearle las piernas. — No p-puedo hacerlo sola, no puedes dejarnos.

— No los estoy dejando, Tori. — tomó sus manos entre las suyas y depositó un beso sobre su dorso. — Voy a volver por ustedes, pero ahora mismo este lugar es muy peligroso. Si te tengo aquí, no podré concentrarme, necesito saber que están a salvo, ¿Lo comprendes, cariño? —

La fémina se mordió los labios para retener el llanto y asintió suavemente, ella no era estúpida pero quiso serlo por un momento y pensar que las palabras dichas por él serían verdad. Astoria no dijo absolutamente nada durante el tiempo en el que Sovieshu la mantuvo junto a él, en el que sería su último y más cálido abrazo. Astoria y Sovieshu crecieron juntos, fueron comprometidos cuando ella tenía cinco años y durante toda su vida compartieron innumerables momentos juntos. Además de ser su esposo, era su compañero y mejor amigo, lo amaba tanto que no se veía viviendo una vida sin él.

Él sentía exactamente lo mismo, fueron compañeros de juego cuando eran infantes, tuvieron clases en conjunto para aprender a gobernar y a pesar de que su matrimonio en un comienzo fue una alianza política, ellos se enamoraron de verdad y durante los cinco años que estuvieron casados no hubo ningún imperfecto.

— Aleksander, Mikael. — ambos niños miraron a su padre con los ojos aguados. Aleksander era exactamente igual a él, con el cabello azabache y ojos grises. Mientras que Mikael era de cabellera rubia como el sol y ojos verde esmeralda iguales a los de su madre. — Protejan a su madre, ¿Sí? — ellos asintieron. — Y recuerden que papá los ama mucho.

— Lo prometo. — murmuró Alek, tomándo la mano de su padre.

— Tori. — ahora fue turno de despedirse de ella.— Te amo.

— Yo también te amo. — en ese instante no pudo controlar más su llanto y lo dejó salir de forma silenciosa, no debía de asustar a los menores.

— Voy a volver por ustedes. — prometió, besando dulcemente la frente de su esposa. — Lo juro por mi honor, volveré a encontrarlos.

Sovieshu besó las sienes de los infantes por última vez y observó con tristeza el rostro de Astoria, quería grabar en su cabeza la imagen de su bella esposa; con esos finos cabellos rubios como el sol, ojos como dos joyas que lo miraban con dulzura, labios carnosos y hermosos que le besaban con el amor más puro... Simplemente no quería olvidarse la razón por la que lucharía, incluso hasta la muerte.

Esa sería la última vez que los vería.

«Te amo» pronunció sin decir palabra, antes de dar la media vuelta, regresando por donde había venido.

El de cabello azabache tenía más de una razón para pelear con todas sus fuerzas, ganaría la batalla por su imperio, por sus hijos y por la mujer que ama, porque quería mantener lo que tenía y no permitiría que nadie viniera a arrebatarle todo por lo que había luchado.

«Regresa a a salvo, por favor»


































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ᴄ ᴜ ʀ ɪ ᴏ s ɪ ᴅ ᴀ ᴅ ᴇ s

En su primera vida, Astoria obtuvo el puesto de emperatriz por sobre Navier a pesar de ser menor que ella.

◎ En esa vida, Rashta no llegó a palacio porque Sovieshu se quedó a cuidar de Tori cuando ella se enfermó, y no fue a cazar.

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+90 ᴠᴏᴛᴏs ʏ 100 ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀɪᴏs ᴘᴀʀᴀ ᴇʟ sɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ ᴄᴀᴘ.







































































˙˚˓˒˙˛ʿʾ․·‧°⋆ও ──
¡ɴᴏ sᴇ ᴏʟᴠɪᴅᴇɴ ᴅᴇ ᴠᴏᴛᴀʀ ʏ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀ, ɴᴏs ᴠᴇᴍᴏs ᴇʟ ᴘʀóxɪᴍᴏ ᴠɪᴇʀɴᴇs!

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