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appare vestigium
te encontré, animalito.

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1926, Londres.

Casa Granger.

Amarillo. Esos eran los movimientos que provocaba su varita cuando la movía de un lado al otro, intentando llenar su atención con la simple acción que dejaba volar a su mente de maneras irreversibles. Evelyn Granger era la primera gryffindor en una familia donde las serpientes de cabeza blanca resaltaba por ahí, siseando chismes en vez de maldiciones, y regalando sonrisas ─aunque de vez en cuando, atrayendo al dulce karma─, cosa que la dejaba demasiado confundida porque según aquel sombrero, tenía mucho potencial. ¿Pero valentía? ¿Cómo iba a tenerla después de haber visto a su boggart? Claramente el sombrero se había equivocaba. ¿Solía pasar? Afortunadamente, según Dumbledore, no. 

Dumbledore. Extrañaba al hombre que le había enseñado muchas cosas, pero su corazón latía con fuerza al recordar al único tejón que vestía de saco azul. Habían pasado días, o tal vez semanas desde que ambos se habían separado para seguir sus caminos. Ella siendo una Aurora de puesto reconocido, se le dificultaba volver a su hogar solitario, por lo tanto, había aprovechado la oferta de su madre para pasar los días en el ático, porque tampoco dejaría que ella le aprontara la habitación para visitantes muggles. Una parte de ella lo deseaba, quizás habían dejado algo muy valioso, pero su capacidad para medir su curiosidad se había ido al garete en esos últimos días. ¿Por qué? Razón indefinida. 

── ¿Tú crees que estoy exagerando? ──preguntó la castaña al diminuto escarbato que parecía frotar el reloj antiguo con sus patas ──. Oh, encontraste algo bonito, te felicito, bonito. 

El escarbato la vio desde lejos, llegando a ser más rápido que de costumbre, guardó su reloj para acercarse a ella haciéndose una bolita de pelo dispuesta a escarbar en sus bolsillos para matar el tiempo. Evelyn río para levantarse con el en brazos. 

──Debo de agotarte con mis locuras, ¿no? ──el escarbato asintió, aunque siguió su tarea de ladrón por los rincones del ático ──. Ah, ¿quieres quedarte con las antiguas joyas de la abuela? ──el pequeño se detuvo a verla con interés ──. Eres un traidor, ¿lo sabías? Están en la tercera repisa...

Evelyn dio pasos cortos, sin provocar un solo ruido, para tomar la caja de madera de Endrino, y volver a sentarse en la pequeña cama junto al escarbato que esperaba impacientemente ver el contenido de dicho compartimiento, aunque robar para él no estaba del todo prohibido. 

──Espero que esas no sean las joyas de tu abuela.

Evelyn se dio vuelta sonriendo al ver a su pequeño amigo sumergirse allí, y sin más soltó una risa nerviosa. Zoe sin creerle una sola palabra de lo que decía, se cruzó de brazos.

──Que va, son mías. 

──Oh, desearás decírselo a tu abuela en tu viaje a París. 

──Claro, se lo diré a mí... ──ella se detuvo por un momento──. ¿Cómo que a París? Yo no pienso ir hasta allá, no pretendo ser modesta mamá, pero donde vea a Connie saltarme encima para restregarme su prometido, juro que le echaré el encantamiento Expelliarmus. 

Zoe río ante las ocurrencias de su hija, guiándose por la pequeña luz emitida por el pequeño farolito mágico que iluminaba el ático, logró sentarse enfrente de su retoño para tenderle un sobre de color ocre que por alguna razón, parecía haber sufrido un horrible viaje.

──Thomas ha dejado esto para ti.

Evelyn mostró su mejor sonrisa. Thomas Eben Granger era su hermano mayor, y si bien tenía muy mala fama por ser la serpiente mayor, era muy poco decir que Evelyn lo amaba demasiado. En otra vida, ambos solían decir que eran unos enemigos muy buenos que regalaban dulces a los ingenuos.

── ¡Tienes que decirme que irá conmigo a París! ──se quejó la castaña, aunque su madre pareció divertida con aquel pedido ──. Anda mamá, por favor, prometo que...

──Nada de promesas, Evelyn ──ella sonrió ──. Sabes que Thomas es muy bueno contigo, no dejaría a su hermanita por dos segundos.

Sin decir que era mucho mejor Aurora que él. Pero no había que ser competitivos, ¿o sí?

──Ahora, contéstale a ese amigo tuyo, un hufflepuff. Lo más extraño es que su apellido es...

── ¡Oh, santas ranas de chocolate! ──gritó al techo mientras su madre la miraba ──. ¡Newt me ha escrito, Bubble!

El escarbato la miró por un momento, pero luego volvió a su trabajo.

──Ingrato ──le llamó para luego abrir el sobre, tomar su varita y anunciar en voz alta que iría a París, sin embargo, que mandaría una lechuza para avisarle a ciertas personas que necesitaba de su ayuda, solo esperaba que dos bichitos rastreros le hicieran caso esta vez. 

──Ya era hora, ¿no crees? ──preguntó en un susurro Thomas desde la escalera del ático.

──Deja a tu hermana, por lo menos ella no oculto su ruptura con Georgia Black. 

──Pensé que había quedado claro los términos de esta discusión, mamá.

Zoe movió sus dedos como si fuera una varita, sonrió.

──Y tu recuerda que hablas con tu madre, la que te crio dentro de su vientre, pero que por sobre todo es mejor serpiente que tú. 

── ¡Eso es cierto, Thomas! ──gritó Evelyn desde lejos, provocando que su hermano sacara su varita dispuesto a lanzar Rictusempra. 

──Más que adultos, parecen niños ──se lamentó la madre de ambos jóvenes. 

── ¡Mamá! 

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