I.
CAPÍTULO UNO
— Madame Curse —
Las calles sombrías y oscuras de Birmingham eran aún más aterradoras cuando los hombres estaban en las calles. Las noches se volvían terriblemente peligrosas para los inocentes que no podían protegerse, así que siendo una mujer, las noches eran el infierno mismo.
Los hombres borrachos, bañados en vómito y sudor, oliendo a orina mientas sostenían una botella de whisky en sus manos y cantaban a todo pulmón eran una amenaza para cualquiera que naciera con dos cromosomas x. En un mundo dominado por bestias, era muy poco común que una mujer de pocos recursos conservará su inocencia, después de todo, si lo hubiera, están serían compradas por hombres poderosos que buscan joyas vírgenes y sin uso alguno para corromper y después presumir frente a la sociedad, como un pedazo de carne de la más fina y alta calidad comprada por un amante de la cocina gourmet.
Jonh Shelby sabía que encontrar a una mujer completamente limpia de la barbarie del patriarcado no seria nada fácil. Necesitaba a una mujer que se encargará de sus hijos, los cuidara y arreglarás las cosas en casa, pero una mujer que se hiciera cargo de todas esas responsabilidades con éxito no existía en su mundo.
Entonces justo cuando se había resignado, su hermano Thomas hizo un acuerdo con los Lee para evitar una posible guerra futura y para llevarlo a cabo, John tenía que casarse con una de ellos.
A pesar de resignarse al principio, termino casado con la joven gitana, quien ahora poseía el apellido Shelby.
El matrimonio iba bien dentro de lo que cabe, Jonh no podía quejarse, su esposa era una mujer bastante sana dentro de lo normal, se hacía cargo de sus hijos y los cuidaba como era debido, lo esperaba con la cena hecha y el sexo no era malo.
Todo corría como debía dentro de su vida de casado. Así que seguramente no tendría que preocuparse por nada más dentro del ámbito hogareño.
El día de hoy Thomas le había encargado hacer un cobro a uno de los burdeles más caros de la ciudad. La dueña del local, pagaba por la protección de sus chicas para evitar que algún cliente se atreviera a dañar su mercancía. Pero desde hace dos meses no estaban pagando las cuotas acordadas y John tenía que encargarse de ver qué era lo que sucedía.
El no sé quejaba, de hecho, le gustó bastante la idea cuando supo que estaría rodeado de mujeres muy hermosas en lindos vestidos de seda que dejaban mucho a la imaginación.
Sería sincero, no era la primera vez que el estaba allí, ya había ido varias veces y conocido a las más exóticas y hermosas mujeres de todo Birmingham. Eran una completa delicia.
Y bueno, ahora mismo estaba entusiasmado de ver qué cositas nuevas traían por aquí.
Entro a la gran casa llena de hermosas mujeres y quedó fascinado con todas las bellezas que en ella habitaban.
Era como estar en un mundo de fantasía.
El joven Shelby admiraba los cuerpos de las mujeres mientras caminaba hasta el conocido despacho de la dueña del lugar.
— ¡John!, ¡John!— de pronto una castaña apareció junto al chico— ¡Oh!, cariño... ¿cómo has estado?
— Josie, tan bonita como siempre...— sonríe.
Josie era una de las mujeres con la que se había acostado con frecuencia cada vez que recurría al lugar. Así que podría decirse que eran muy íntimos amigos.
— Que decirte, todo va bastante bien, supongo
— Me alegro tanto, hace mucho no venías a verme, ¿que paso?— toma su brazo cariñosa.
— Oh, Josie— aparta gentilmente su brazo—. Ahora soy un hombre casado, corazón.
Josie abre los ojos sorprendida. Vaya, nunca pensó que alguien como John sentaría cabeza.
— Cariño, esas son noticias maravillosas, ¿quien es la afortunada?
— ¿Conoces a la hija de los Lee?, Esme Lee— frunce el ceño ligeramente.
— Oh... ¡Claro!, la chica es muy hermosa— asiente.
— Si, bueno, ahora es mi esposa— sonríe orgulloso.
— Que bueno, cariño, me alegro tanto por tí — acaricia su mejilla con suavidad—. Igualmente sabes que mis servicios están a tu disposición, puedes venir aquí cuando quieras, esta es tu casa.
John sonríe agradecido. Después de todo, Josie era un amor, sabía que no lo decía con malas intenciones.
— Claro que sí, Josie.
— Y cuéntame— aparta su mano—, si no estás aquí por eso, entonces ¿que necesitas?, quizás pueda ayudarte.
— Necesito hablar con Madame Curse
— Está en su despacho, puedes pasar a verla, pero toca antes de entrar por favor— le ayuda y seguido de esto le da un ligero apretón de hombros y se va de nuevo.
John hace caso omiso a la advertencia y se dirige hasta el despacho de la segunda planta, dónde con letras doradas estaba escrito "Madame Curse" en cursiva sobre la madera. Abre la puerta con fuerza mientras entra dramáticamente a la habitación, como todo un peaky blinder.
— ¡Dios!— escucha una vocecita gritar asustada.
Al entrar se encuentra con Madame Curse apuntandole con un revolver. Eso hizo que John subiera las manos en broma.
— Por favor, Madame— sonríe con burla.
— Con un demonio, John— suspira—. Toca la maldita puerta.
— Sabes que nunca lo hago— toma voluntariamente asiento frente a la mujer, justo al lado de una chica rubia.
— Y no sabes cuánto es lo que me molesta eso— guarda el arma bajo la mesa— Dile a tu hermano que el pago se retraso por cuestiones de un robo, le pagaré el doble cuando pueda.
— ¿Un robo?— ríe—. ¿Fueron capaz de robarte a tí?
— No te recomiendo que te burles, John. Fue un descuido que jamás volveré a cometer.
— Bueno, eso no importa, Thomas quiere el dinero pronto— se enserió—. Me dijo que por lo pronto necesita un adelanto, si lo tienes agradeceríamos mucho tu colaboración.
—¿No pueden esperar
— No, tenemos muchos hombres aquí, es tiempo perdido mientras no nos pagues.
— Está bien— se rinde.
Madame Curse se levanta de su asiento y sale de su despacho.
John nota a la chica sentada a su lado y en lo tímida que se nota aquel está.
— Hola, un placer— estira su mano— John Shelby— se presenta.
La chica pasa una mano por su cabello, posandolo detrás de su oreja. Se voltea y le da la mano.
— Un placer, señor Shelby— sacude la mano gentilmente— Aunque realmente no tenía que presentarse, todos saben quién es usted.
John sonríe burlón y saca un palillo de su saco, poniéndolo justo entre sus dientes.
— ¿Ah, si?
— Sí, su familia es popular en esta casa— asiente.
— Bueno, supongo que hablan sobre cosas buenas ¿no?
— La verdad si, muchas mujeres hablan muy bien de usted— explica.
Al joven se le hizo muy linda la forma en la que la chica hablaba. Tenía una voz bastante aguda, pero suave a la vez. Y hacia gestos muy adorables, se notaba que estaba algo nerviosa, pero se dió cuenta que hacía lo posible porque no lo pareciera.
— Que puedo decir... ellas tienen razón seguramente— se acerca—. No sé lo que dicen, pero puedo darme una idea, cariño.
La rubia garraspea y comienza mirar a todas partes con nerviosismo.
— Aún no me dices como te llamas— reprocha.
— Me llamo Angelica Bennett, señor Shelby— se presenta.
— ¿Y trabajas aquí, Angelica?— pregunta curioso.
— No, no, yo no trabajo aquí— niega rápidamente.
Y justo cuando John iba a preguntar algo más, Madame Curse entra por la puerta soltando una rema de billetes sobre él.
— Eso es todo lo que puedo pagar por ahora— se cruza de brazos frente al joven.
John cuenta los billetes con rapidez.
— Esto es más que suficiente para mantener a Thomas contento— guarda los billetes dentro de su saco.
— Ahora, si no es mucha molestia, te puedes ir— señala la puerta.
— Claro, ya cumplí mi trabajo aquí— se levanta del asiento—. Adiós Madame, hasta luego, cariño— se despide guiñándole el ojo a Angélica.
Con eso John sale por la puerta del despacho.
Madame mira con Angélica se sonroja y la regaña, después de todo su madre le había encargado cuidarla y sobre todo mantenerla lejos de los hombres.
Mientras John se aleja del establecimiento con la curiosidad de saber quién era esa bonita rubia que se encontraba en el despacho de Madame Curse. Quizás un día la encontraría trabajando junto a las demás mujeres, quien sabía.
Lo que si tenía claro es que la volvería a ver. Después de todo tenía que estar al pendiente de los pagos de Madame Curse como su hermano le había ordenado, era lo mas emocionante que podía hacer ahora que se adueñaron por completo de la compañía de apuestas.
Eran los nuevos ricos de la ciudad y era fantástico.
Pero eso hacia que el trabajo fuera menos emocionante. Aunque por una gran suma de dinero no le importaba hacer su vida un poco monotona y aburrida.
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