③
«...No recuerdo el rostro de mi madre o el de mi padre. Todos mis recuerdos comienzan dentro de un frívolo y sucio orfanato. Donde el hombre que lo regía era víl y despiadado con nosotros.
Nos golpeaba de una u otra manera sin aparente razón, hasta dejarnos totalmente sangrados y con unas marcas que nos harán recordarlo toda una vida. Nos drogaba, nos inyectaba sedantes con tal de no sanarnos las heridas que él nos hacía. Nos dejaba curarnos por nuestra cuenta.
De vez en cuando, encontraba algunas gasas y vendas y me limpiaba como me era posible, tenía unas manos muy pequeñas y mi espalda estaba llena de dolorosos recuerdos.
La sensación de la droga recorriendo mi cuerpo día con día desde que tengo memoria, no era una sensación demasiado agradable para tan solo un niño.
Te volvía vulnerable, con el miedo a flor de piel con cualquier paso que escuchabas dirigirse a la habitación.
Nadie era amigo de nadie, no había un buen jardín en donde jugar. La comida era asquerosa, fría y probablemente, echada a perder. Con hambre, uno se comía hasta el último bocado, mi estómago es fuerte gracias a eso.
No entre a un preescolar y me cuestionaba el echo de ir a la escuela, solo quería salir de ahí aunque sea solo por unas pocas horas.
Una escuela pública y totalmente mala, ahí fue donde estudié mi primaria. No me molestaba en lo absoluto, tampoco tenía amigos y me esforzaba por tener buenas notas, con tal de pasar las tardes en la biblioteca.
Después la secundaria. Mi vida ahí fue buena y a la vez mala. Las mujeres me tenían miedo y los hombres buscaban peleas conmigo, muchas veces se las di y casi terminaban en el hospital. Era arisco y poco sensible, la única muestra de afecto que conocía eran las felicitaciones de mis profesores por mis buenas calificaciones.
Comencé a fumar, me relajaba aunque sea un poco. No me enorgullezco, pero incluso intenté meterme algo más fuerte en mi sistema: drogas.
Las dejé al poco tiempo, me daban malas sensaciones y yo quería solo olvidarlas. Por lo que solo seguí con el cigarrillo.
Gracias a mis grandiosas calificaciones, logré obtener una beca totalmente pagada en una preparatoria privada.
El hombre del orfanato, Jigen, siempre me dijo que mi vida no será nada y que probablemente terminaría muerto entre los quince años. Que no tendría un futuro brillante y me tenía que ir haciendo a la idea de que terminaría en la calle, pidiendo limosna y comiendo de las sobras de otros.
Me molestaba que pensara eso de mi, no era tonto. Así que cada vez que podía, le restregaba mis notas en la cara, posteriormente me volvía a golpear y repetir lo que siempre me decía.
Solo esperaba a cumplir la mayoría de edad para salir de ese horrendo lugar, conseguí un trabajo de medio tiempo y ahorré todas mis mesadas para poder alquilar un departamento.
Cada vez que me pagaban, Jigen me quitaba más de la mitad de mi mesada, incluso tuve que mentirle con respecto para poder guardar mi propio dinero.
Estaba decidido en mostrarle que no era el niño ingenuo que lloraba en su habitación. Sus golpes ya no dolían y las cicatrices ya eran parte de mi. Me había propuesto a mi mismo invertir todo aquello que me decía y valer en la vida, ganar dinero y ser reconocido.
Era difícil, lo sabía. Y si seguía con el estúpido vicio del cigarro lo sería más, pero no encontraba un motivo razonable para dejarlo.
Claro, hasta que ella apareció. Yo fumaba en la azotea del instituto, viendo como todos ingresaban al colegio para el primer día de curso. Recién había ingresado al doceavo grado, el último en el bachillerato, pronto cumpliría dieciocho y hacia mis propio planes.
La vi entrando junto a un peculiar rubio que compartía algunas clases conmigo. Era hermosa, una sonrisa radiante y pureza a su alrededor. Con lo parecido, pude deducir que era la hermana del chico.
De inmediato, apagué el cigarro y tiré la colilla al cesto de basura, supuse que ella no sería una chica a la que le agradará el aroma a tabaco. Cada vez que volvía a querer encender otro, la recordaba a ella y los tiraba. Nunca más volví a encender uno.
No sabia el porqué me esmeraba en hacer lo que creía que a ella le gustaría, no sabía su nombre ni nada de ella, solo la había visto una ves, y a un distancia alejada.
Nunca creí en el amor a primera vista, y no estaba tan seguro de que fuera eso y no admiración. No fue hasta que, un día lluvioso que me quedé en la biblioteca estudiando, regresaba del baño, escuché que se acercaban pasos ligeros pero apresurados, no le tomé importancia y mantuve la mirada al suelo, hasta que sentí el impacto sobre mi cuerpo. Reaccioné con rapidez y logré sostener a la chica antes de que se golpeara con el suelo. Me quedé impactado, normalmente, las chicas huían tan solo verme, pero ella no. Por fin podía verla de frente, sus ojos azules me reflejaban, tan claros, puros y transparentes, simplemente hermosos.
Se disculpó torpemente, y me agradeció por sostenerla. Nunca imaginé que su voz fuera tan agradable y tranquilizante. Me dedicó una hermosa sonrisa, quedé hipnotizado al verla sonreírme de esa manera, era la primera vez que alguien me provocaba un sentimiento de calidez en el pecho.
Ella se despidió y volvió a correr por el pasillo, yo seguía viendo por el lugar en donde había desaparecido, preguntándome, ¿qué era ese sentimiento?.
Pasaron los días, a veces la veía ir a hablar con su hermano, era demasiado obvio que no dejaba de mirarla, pero a nadie le interesaba y no me notaban. Fue entonces cuando conocí a Sarada, ella si que notó lo mucho que la miraba.
Congeniamos casi al instante, tal vez por nuestro temperamento fuerte y arisco. Otra persona que no se apartaba de mi al instante, pero era diferente.
Sarada me contó sobre Himawari, se ofreció a presentarnos pero yo me negué y básicamente, le prohibí que le hablara sobre mi. No quería que me conociera, no en ese momento. Me limitaba a observarla discretamente, en ese año no volví a coincidir con ella otra vez.
Cumpli la mayoría de edad y el mismo día de mi cumpleaños me mudé del orfanato. Fui directo a la policía y puse una demanda sobre Jigen, mi miedo a él por fin se había desvanecido y me di el valor de mirarlo con la frente en alto cuando lo subían a las patrullas, nadie más de ese lugar volvería a sufrir.
Conseguí otra beca, igualmente, pagada totalmente. Estaba en el centro de Tokio, era una de las mejores en la ciudad. Me mudé cerca y me propuse comenzar de cero, ignorar mi pasado, aunque ver mi espalda me recordaba todo.
En el campus conocí a Shikadai. Arrogante y con una actitud de lo más desinteresada, después conocí a su padre, a quien le conté mi historia y lo que quería hacer de mi vida. Me brindaron su apoyo y me dio un trabajo de medio tiempo en su empresa. Entre clases y trabajo, todo era bastante difícil, pero todo iba dando un fruto.
Poco a poco, avance en puestos y, cuando me gradué de la universidad, monté mi propia empresa con ayuda del señor Shikamaru. Shikadai se unió a mi y uno que otro trabajador, la empresa fue creciendo poco a poco, seguía sin creerlo.
No obstante, no pude con todo solo. Siempre era Himawari quien me apoyaba inconscientemente. Tal vez ella no me recordaba, pero yo no podía sacarla de mi cabeza.
Alrededor de dos años atrás, me volví a reencontrar con Sarada, tomamos un café juntos e intercambiamos números de teléfono. Ella ya salía con Boruto y no pude resistirme en preguntar por su hermana. Me dijo que pronto sería su cumpleaños dieciocho y que festejarían en un club de la ciudad, me invitó pero pensé que sería incómodo y me negué. Aunque realmente, ese día estaba ahí.
No pude evitarlo, me sentía cansado y necesitaba al menos un poco de alcohol en mi sistema. En la barra, ella de acercó por más tragos, la reconocí de inmediato. Incluso en la oscuridad sus ojos podían verse con claridad.
Me animé a hablar, un simple y monótono diálogo. Ella contestó con alegría y conversamos por un corto rato, hasta que su pedido estuvo listo.
Después de ese nos volvimos a cruzar varias veces más y un día la invité a comer. Era perfecto estar con ella, me quiere tal cual soy y con ella puedo volverme vulnerable tan solo mirarme, nunca creí que fuera a quererme, aún así esperé por ella sin siquiera darme cuenta. Y le juro, señor Uzumaki, que si no fuera por Himawari, yo no estaría aquí hablando con usted...»
- Y esa es toda y mi verdadera historia - Kawaki se puso de pie y salió de la oficina.
Naruto no sabía que decir. Todo lo que le había contado era más que la verdad, y era dolorosa, incluso él mismo lo sintió.
Se recargó en la silla y rascó el puente de su nariz, estaba nervioso por alguna extraña razón y a la vez ansioso, se sentía un total tonto.
Pero aún no se convencía lo suficiente, debía meditarlo un poco más de tiempo.
Himawari estaba hecha ovillo en la enorme cama, cubría su rostro con la almohada e intentaba dormir, pero no le era posible. Escucho sonar el timbre, pero le restó importancia.
Un sonido en seco la puso al tanto.
- Señorita Himawari, su madre ha venido a verla - anunció una mucama.
Se quedó confundida, ¿qué acaso su madre no volvería del extranjero en unas semanas?. Se levantó de inmediato y dio agradeció el aviso. Bajó con rapidez las escaleras y pudo verla en el andén, esperándola.
No pudo evitarlo e instintivamente se lanzó a abrazarla, le hacía tanta falta en esa situación.
- ¿Mamá? ¿Que haces...?
- Boruto me llamó y me puso al corriente sobre la situación - interrumpió la mayor - Tome el primer vuelo a Japón y mírame, aquí estoy para ti.
Volvió a abrazarla.
- No sabes lo que ha hecho papá - le comentó - ¡incluso trató de casarme sin mi consentimiento con el hijo del señor Gaara! - lo volvía a repetir. Aún le costaba creer que su padre hubiera hecho tal cosa.
Hinata parpadeo un par de veces consecutivamente, aturdida. Conocía a su esposo y este no era un hombre que hiciera tales acciones solo por estar cegado por las emociones. Si, aceptaba que era codicioso, impulsivo y posesivo. Pero también era amable, comprensivo y generoso. Ella tampoco podía creerse la posición que estaba tomando.
- ¿Qué te parece si nos vamos por un café y me cuentas todo? - propuso su madre.
Sentadas a la mesa luego de haber ordenado, ninguna sabia como comenzar, por una parte, Himawari estaba nerviosa, por otra, Hinata moría de curiosidad.
Creía conocer a su hija, pero después de lo que le contó su hijo mayor, no estaba del todo segura. Pero quería hacerlo, necesitaba saber que era lo que pensaba su hija y a la vez disculparse, por aquella vez que no la escucho.
- Aquella vez... - comenzó la de ojos lavanda - La vez que me dijiste que te gustaba un chico, ¿te referías a Kawaki?.
- Si... - afirmó su contraria - Supongo que movió mi mundo cuando me di cuenta de mis sentimientos.
- Cuéntame sobre él - pidió.
- Bueno. Creció en un orfanato, donde el dueño lo maltrataba, fue a escuelas públicas hasta la secundaria ya que consiguió una beca toda pagada para ingresar a la preparatoria a donde fuimos Boruto y yo, también consiguió una para una universidad prestigiosa en Tokio y bueno, sabrás su posición actual.
Vaya resumen.
- No me refería a eso, cariño - la mayor sonrió con sutileza - Quiero que me cuentes como te trata, su actitud contigo. Específicamente, quiero que me digas, el por qué lo quieres.
Himawari sonrió inconscientemente. Siempre que pensaba en el, sentía mariposas a punto de salir de su estómago.
- Él es demasiado serio, pero sabe expresarse - comenzó, soñadora - Es respetuoso, amable, tierno y a la vez es rudo y frío. Dice intentar ser romántico por que según él, ese no es su estilo; pero le queda bastante bien. Me abraza con fuerza, dice que lo devuelvo a la vida. Me hace demasiado feliz y esos ojos grises, me vuelven loca, no puedo evitar perderme en ellos cada vez que lo veo de frente.
Suspiró, nunca lo había expresado con claridad y se sentía bien.
Hinata la miró, observó la mirada enamorada de su hija y se reflejó a ella misma, mucho más joven, locamente enamorada de Naruto. Si bien, se casaron antes de los veinte años, pero en ellos aún seguía viva esa llama de amor. Y no dudaba que, su hija no cambiara la percepción que tiene hacia el chico por nada. Aunque ella tenía que conocerlo primero, para poder juzgar con claridad.
Siguieron hablando otro raro más sobre el chico, a Hinata la sorprendía más por cada cosa que su hija le contara, desde ahora ya le estaba tomando aprecio.
Se despidieron por la tarde, Hinata trató de convencer a Himawari de volver con ella a casa, pero la menor aún seguía molesta con su padre, quien seguro estaría ahí. Hinata no tuvo más que resignarse y dejarla en la puerta de la mansión de Kawaki, para después irse a casa.
La de orbes lavanda entró a la mansión y dejó su bolso y maletas. Enseguida, su esposo salió a saludarla, desconcertado.
- ¿Hinata? ¿Pero qué haces a...?
La mencionada lo calló al instante.
- Vine aquí para saber el por qué de tu actitud - sentenció - Eh estado con Himawari y respecto a lo que ella me ha hablado, no debes tener algún motivo como para querer separarla de Kawaki. Además, ¿cómo es que querías obligarla a casarse?, si sabes que desde el primer día que conoció a Shinki huyó de él, ¿es qué te picó algo o qué?
- ¡Es que ese hombre no es bueno para nuestra niña!.
- ¿Y si sí lo es? ¡Es nuestra hija, por todos los cielos! - afirmó - ¡Le enseñamos todo lo bueno! Se da a respetar y se aleja de las personas en las que nota algo malo, ¿crees que si Kawaki fuero alguien malo para ella, Himawari no le hubiera siquiera dirigido la palabra?
Se quedó en silencio, su esposa tenía toda la razón, ¿por qué no lo había visto de esa manera antes?.
- Naruto, somos sus padres y le prometimos apoyarla en todo - su tono de voz volvió a ser tranquila - Si ella decide que casarse con él la hará feliz, la apoyaremos. Si en un momento, ella y él ya no son felices juntos y se separan, la apoyaremos. Si casarse con él es un error y se arrepiente, la apoyaremos. No nos ha dado motivos para desconfiar de ella, Naruto. Y sabes, que ella necesita más de tu apoyo, siempre has sido su ejemplo mejor que yo.
Se dejó caer en el sofá, procesando las palabras de su esposa. ¡Qué ingenuo ha sido todo este tiempo!. No merecía hacerse llamar "padre". Lo admitía, estaba más que cegado, quiere tanto a su hija menor que sigue pensando en ella como una linda niña de cuatro años, inocente, tierna y juguetona.
Recordó el día cuando nació, desde que la vio supo que debía protegerla, incluso si debía poner su vida de por medio. Que esa pequeña criatura lo podría tener comiendo de la palma de su mano sin siquiera pedirlo. Que si ella le pedía ser una princesa, sería una princesa. Que si ella lo maquilla horrible y decía que se veía de maravilla, se veía de maravilla.
Cambiarlo por otro hombre fue como un golpe en su órgano más delicado, no podía hacerse a la idea de que sea otro quien complazca sus deseos, y ciertamente, que la lleve a experimentar cosas que él no podría darle.
- Bien - se rindió - Con una condición - Hinata dio brincos internos de Victoria - Que mañana cenen aquí, con todos, incluyendo a Boruto y a Sarada.
Kawaki yacía recostado sobre su cama, descansando, relajándose con el suave toque de los dedos de Himawari recorriendo su espalda descubierta.
- Estás demasiado pensativo - dijo ella - ¿Papá te dijo algo malo?.
- No, casi no habló - confesó él - Solo... estaba pensando en algo que le dije a tu padre.
- ¿Cómo que?
Kawaki se sentó sobre la cama y abrazo a la menor, ella correspondió al instante, rodeando la espalda del chico con sus brazos. Suele abrazarla repentinamente cuando quiere aclarar su mente, y es que después de lo que le contó al Uzumaki, su mente no paraba de darle vueltas al asunto del orfanato en donde vivió gran parte de su vida. Preguntándose, ¿qué le habrá sucedido al lugar?, no sabía si alguien lo compró nuevamente o sabrá que hayan echo con los que aún seguían residiendo. Le intrigaba.
- El orfanato...
- ¿Le contaste sobre...?
- ¿Sobre mi vida? Sí, eso hice - admitió - Y juro que no es nada agradable recordarlo, incluso no sabes cada detalle de eso - la menor negó - No quiero que te alejes de mi sabiéndolo todo o que me veas con lástima.
Himawari posó su mano sobre la mejilla del chico.
- Kawaki, nada hará que me aleje de ti. Tu pasado ha hecho de ti el hombre que eres ahora, y yo AMO a ese hombre - el de orbes perla sentía que podía llorar en cualquier momento - Te has vuelto más fuerte porque tienes recuerdos que no puedes olvidar, y has crecido debido a eso. Pero entiendo, puedes tomar el tiempo que necesites para decírmelo, yo estaré junto a ti todo ese tiempo.
- Te amo - le susurró, mientras la abrazaba fuertemente y resistía las ganas de llorar.
- Y yo te amo a ti.
Pasaron otro rato más abrazados, sintiendo que podrían estar así toda una vida, nadie quería romper ese momento, sin embargo, no tenían toda una noche libre.
– Vamos, no quiero darle otra mala impresión a tu padre ahora que porfin lo está aceptando – comentó, le dio un corto beso en los labios y se dirigió a la ducha.
Himawari sonrió de lado y volvió a recostarse, solo quería que las cosas estuvieran bien entre su padre y ella.
Llegaron a la casa Uzumaki antes de la hora establecida, todos ya estaban ahí y la cena ya estaba lista. En la puerta los recibió su madre, saludó cordialmente a Kawaki y este correspondió de una manera muy amigable. Los dejo pasar y dentro saludaron a Sarada y a Boruto, Kawaki parecía congeniar muy bien con el rubio que incluso parecían que de conocían de toda una vida.
Por último, Naruto. Este último apareció minutos después, todos se levantaron de sus asientos, la tensión se podía sentir. Kawaki y Naruto se vieron por unos segundo fijamente, hasta que el bi-color le ofreció el apretón de manos. El rubio lo miro, pero no se negó. Prácticamente, hicieron las pases.
– Si alguna vez se queja de ti – sentenció el mayor – Te juro que no te quedara nada más que contar.
– No lo hará. Lo juro – prometió su contrario.
– Aún sigue sin agradarme del todo pero... Bienvenido a la familia, Kawaki – ambos se sonrieron.
Hinata no quería interrumpir tal momento, pero la mayoría de los presentes morían de hambre y la cena ya estaba lista. Anunció y todos se dirigieron al comedor.
Himawari abrazó a su padre antes de ir por la comida. Estaba tan feliz. Sin duda, su madre era la mejor convenciendo.
– Me alegra que porfin hayas recapacitado, papá – dijo esta.
– Quiero que seas feliz, mi niña – reconoció él – Pero enserio, si te hace o dice algo sin tu consentimiento o que no es de tu agrado, inmediatamente me lo haces saber.
– Lo haré papá, no te preocupes por eso.
Ambos se acomodaron a la mesa. Hablando de una que otra cosa trivial y eso, aveces los mayores hasta contaban anécdotas divertidas de los menores, cosa que tenían a estos sumamente avergonzados.
– Y dime, Kawaki, ¿qué pasó con el orfanato en el viviste? – el rubio mayor se había quedado pensando sobre eso de igual forma.
– Pues, no lo sé ciertamente. Supongo que fue tanto mi enojo con el lugar que no volví a pasarme por ahí – admitió – Aunque eh estado pensando en ello, quiero ver nuevamente el lugar y si me es posible, adquirirlo.
Todos se quedaron pasmados, Himawari apretó su mano en señal de apoyo, sabía que recordar y tomar esa decisión le estaba doliendo. Pero su intención era buena, no quiere que nadie más en sus situación pase por lo mismo que él.
– ¿Enserio? – el de ojos perla asintió – Eso es bueno, demasiado bueno. Cuenta con nuestro apoyo, cuñado – el rubio tomó una postura burlona ante la última palabra.
– También puedes contar con nosotros – agregó el Uzumaki mayor – También, puedes pasarte por la oficina y retomaremos el tema de las negociaciones. Claro, si aún sigues de acuerdo.
– Claro que si, Señor Uzumaki – agradeció Kawaki – Gracias por su apoyo, de verdad.
Himawari y Kawaki intercambiaron miradas. Estar ahí lo hacía sentir lo que era tener una familia, unidos, felices y llenos de recuerdos buenos. Era su sueño echo realidad, un deseo que nunca expuso ante la gente.
Cambiaron de tema y siguieron con las pláticas en la sala de estar. Al parecer la familia adoraba a Kawaki, aunque Naruto no lo quería admitir, pero le agradaba la presencia del chico. Y más, al ver cómo miraba a su hija, con esa carga de amor cada vez que la menor sonreía o que le dirigía una palabra. Estaba seguro de que realmente la amaba, ¿cómo es que no lo había visto antes?, si desde que apareció en su oficina por primera vez tenía la misma mirada dirigida hacia ella.
– Bueno – Kawaki se puso en pie, provocando que todos guardaran silencio – Realmente solo estaba esperando este momento para decir esto.
Todos esperaban que siguiera hablando, sin embargo el silencio se prolongó.
Kawaki le hizo ademán a Himawari para que se pusiera en pie, extendiéndole su mano, gesto que la de orbes celestes correpondio.
Acto seguido, Kawaki sacó un pequeño estuche de su saco, lo puso frente a él y se arrodilló frente a Himawari.
– Himawari Uzumaki, ¿me harías el honor de ser mi esposa por el resto de mi vida?.
Una lágrima de felicidad recorrió el rostro de la nombrada. No cabía de la felicidad. Después de todo, si le estaba dando un anillo oficialmente.
– ¡Si! – se lanzó a abrazarlo – ¡Claro que acepto casarme contigo, Kawaki!
Posteriormente, Kawaki colocó el anillo en el dedo anular izquierdo de su ahora prometida. Besó su mano y enseguida sus labios, mientras los presentes en la sala aplaudían, a excepción de Naruto, quien era sostenido por Hinata para evitar que se lanzara sobre el chico.
– ¡Esperen! – Naruto interrumpió – Solo una condición – se produjo un silencio, esperando a que hablara – Que Himawari se quede aquí hasta el día de la boda.
Sonrieron, alvidados. Pensaron que de nuevo iba a hacer otro escándalo, pero no resultó nada malo.
Y así, la familia Uzumaki celebró por lo que restaba de la noche.
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Los recuerdos van y vienen, recordar decir a su padre hace unos minuto que aún podía retirarse estaba de más.
Tenía al hombre más apuesto frente a ella, dispuesto a entregarle su amor de por vida.
Él disfruta de lo hermosa que se veía con el precioso vestido blanco que llevaba puesto, con los hermosos ojos azules que nunca lo despreciaran y que ahora, reflejaban todo el amor que ella le tenía.
– "Quiero dormir contigo. Hablo de tenerte a mi lado cuando llegue la hora de dormir, de que pongas tu cabeza en mi pecho y cuando estemos ahí abrazados me cuentes de tus sueños, de tus miedos. Quiero estar siempre contigo. Por qué tú, tan solo tomar mi mano, me salvaste del tormento que mi corazón padecía. Con tu mirada pura, me devolviste el sentido de la vida."
Sin poder evitarlo, una lágrima bajo por su rostro, la cual fue limpiada por su amada.
– "Muchas veces me has preguntado, ¿cómo te amo?. Bueno, ahora mismo lo responderé. Te amo con la hondura, altura y amplitud que mi espíritu alcanza. Te amo con la risa, el aliento y el llanto de mi vida. Y si Dios me lo permite, aún mejor, te amaré más allá de la muerte."
Ambos se miraron, con ternura.
– Kawaki, ¿quieres contraer matrimonio con Himawari y efectivamente, lo contraes es este acto?
– "Sí, si quiero."
– Himawari, ¿quieres contraer matrimonio con Kawaki y efectivamente, lo contraes en este acto?
– "Sí, si quiero."
– Ahora, procedan al intercambio de anillos.
Boruto y Sarada se acercaron, cada uno con los anillos correspondientes.
– "Yo, Kawaki, te tomo a ti, Himawari, como esposa y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida."
Con delicadeza, coloco el anillo en su lugar.
– "Yo, Himawari, te tomo a ti, Kawaki, como esposo y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida."
Posteriormente, imitó el mismo acto.
– Y por el poder que se me confiere, los declaro unidos en matrimonio. Enhorabuena, pueden besarse.
Ambos se unieron en un profundo beso, tierno, adictivo, cargado de amor.
Todo el lugar se llenó de aplausos, felicitaciones y gritos de alegría. Era una total fiesta, sencilla, nada extravagante.
Kawaki y Himawari se miraron fijamente, con una enorme sonrisa en sus rostros. Por fin, podían presentarse como esposos, oficialmente eran uno solo. Hasta que las muerte se atreviera a separarlos.
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«...𝑪𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒊𝒏 𝒔𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒓𝒂𝒏 𝒅𝒐𝒔 𝒂𝒍𝒎𝒂𝒔,
𝒒𝒖𝒆 𝒅𝒖𝒓𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒖𝒏 𝒕𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐 𝒔𝒆 𝒉𝒂𝒏 𝒃𝒖𝒔𝒄𝒂𝒅𝒐 𝒖𝒏𝒂 𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒆𝒍 𝒈𝒆𝒏𝒕𝒊́𝒐,
𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒂𝒅𝒗𝒊𝒆𝒓𝒕𝒆𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒏 𝒑𝒂𝒓𝒆𝒋𝒂𝒔,
𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒓𝒆𝒏𝒅𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒔𝒑𝒐𝒏𝒅𝒆𝒏,
𝑬𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒑𝒂𝒍𝒂𝒃𝒓𝒂, 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒏 𝒔𝒆𝒎𝒆𝒋𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔,
𝑺𝒖𝒓𝒈𝒆 𝒆𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 𝒖𝒏𝒂 𝒖𝒏𝒊𝒐́𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔 𝒗𝒆𝒉𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒚 𝒑𝒖𝒓𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒂𝒔,
𝑼𝒏𝒂 𝒖𝒏𝒊𝒐́𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒂 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂 𝒚 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒖𝒓𝒂 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐.
𝑬𝒔𝒂 𝒖𝒏𝒊𝒐́𝒏 𝒆𝒔 𝒂𝒎𝒐𝒓,
𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒂𝒖𝒕𝒆́𝒏𝒕𝒊𝒄𝒐, 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒏 𝒗𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅 𝒎𝒖𝒚 𝒑𝒐𝒄𝒐𝒔 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆𝒔 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆𝒏 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒆𝒃𝒊𝒓,
𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔 𝒖𝒏𝒂 𝒓𝒆𝒍𝒊𝒈𝒊𝒐́𝒏,
𝑸𝒖𝒆 𝒅𝒆𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂 𝒂𝒍 𝒔𝒆𝒓 𝒂𝒎𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒖𝒚𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒆𝒎𝒂𝒏𝒂
𝑫𝒆𝒍 𝒇𝒆𝒓𝒗𝒐𝒓 𝒚 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒑𝒂𝒔𝒊𝒐́𝒏 𝒚 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒂𝒄𝒓𝒊𝒇𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔
𝑴𝒂́𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒆𝒔, 𝒔𝒐𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒈𝒐𝒛𝒐𝒔 𝒎𝒂́𝒔 𝒅𝒖𝒍𝒄𝒆𝒔...»
ᴄʜʏɪᴏ67
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