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Aunque la reputación del rey era conocida por su crueldad despiadada, su falta de humanidad y su mirada gélida capaz de doblegar incluso al verdugo más inhumano, había quienes sostenían que tanto su mirada como su corazón no siempre estuvieron teñidos de intenciones oscuras. Existían relatos que afirmaban que antes de cumplir los catorce años, el rey poseía tanto un aspecto angelical como un alma pura. Como si fuera una princesa salida de un cuento de hadas, se aventuraba descalzo por los extensos prados del bosque, alimentando a los ciervos que deambulaban entre la exuberante flora. Visitaba los mercados de los ciudadanos, obsequiando flores a los bebés de las madres del pueblo. Era un verdadero ángel encarnado.
Sin embargo, todo cambió cuando fue comprometido con un alfa de cuarenta y cinco años proveniente de un reino no muy lejano. Aquel compromiso nunca llegó a concretarse, ya que el príncipe se negó rotundamente entre lágrimas, sumiendo tanto su reino como el del alfa en un caos desgarrador, desatando una guerra entre ambos territorios. Nobles y plebeyos de ambos reinos perdieron la vida en medio de este conflicto devastador.
Finalmente, tras una guerra que pareció prolongarse durante años, el reino enemigo sucumbió ante el poderío de Yeonjun y su padre. Sin embargo, el príncipe ya no era el mismo. Parecía haber olvidado su humanidad y su posición como heredero al trono. Su relación con su padre y su pueblo se volvió distante y fría. Algunos afirmaban que había perdido la memoria durante el incendio del castillo, mientras que otros sostenían que su alma de ángel, al presenciar y vivir en carne propia las llamas del infierno, se había transformado en la de un demonio, y el reino quedó atormentado por las maldiciones que lo acompañaban.
Soobin había escuchado rumores sobre esta historia, acerca de un príncipe de rostro angelical pero con una mirada de desaprobación capaz de hacer que uno suplicara por su vida. Su piel, tan pálida y suave como el algodón, tentaba a cualquiera a acariciarla, pero si uno se atrevía a hacerlo, una ola de desgracias caería sobre su destino. Su figura trascendía entre la delgadez y las curvas de sus muslos y cintura, y su voz suave y sus labios preciosos siempre pronunciaban palabras de desdén hacia cualquier ser que osara dirigirle la palabra o incluso una mirada.
Y ahora, con Yeonjun justo frente a él, Soobin pudo confirmar lo engañosos que podían ser esos hermosos ojos azules. Su mirada irradiaba ternura y sus ojos reflejaban pureza, pero detrás de esa apariencia se ocultaba una oscuridad profunda. El brillo en sus ojos no era más que el reflejo de las llamas del inframundo que ardían en su interior.
El rey se volvió elegantemente hacia el verdugo, y una sonrisa se dibujó en sus labios. Sin embargo, esta sonrisa, lejos de reflejar amabilidad y tranquilidad, parecía ser una de orgullo, como si hubiera logrado exactamente lo que deseaba.
— Lleva al prisionero a la bañera y que le proporcionen ropa adecuada — ordenó el rey con voz firme, y el verdugo asintió, acercándose al prisionero.
Cuando el verdugo tomó al prisionero para arrastrarlo hacia otra parte del calabozo, más allá de los barrotes, Yeonjun pudo percibir en los ojos del prisionero una mezcla de odio y preocupación por su futuro. Sin embargo, también notó una disposición inquebrantable para seguir sus órdenes, motivada por el bienestar de los niños.
— No — dijo el rey cuando vio hacia dónde se dirigía el verdugo — Llévalo a mi cámara de baño. — solicitó el rey, y el verdugo se detuvo en seco.
Aunque el verdugo albergaba dudas al respecto, no se atrevió a desobedecer ni a cuestionar las órdenes del rey una vez más.
— Por supuesto, su majestad — respondió el verdugo, esperando a que el rey avanzara para seguirlo.
El rey caminaba con la gracia y elegancia de un cisne, con las manos juntas, la espalda erguida y la mirada al frente. Vestía telas delicadas que solo eran dignas de adornar su cuerpo, convirtiéndose en un accesorio más de su encanto. A diferencia de los vestidos que solían usar las reinas y omegas de otros reinos, el rey no necesitaba de ellos para irradiar feminidad o poder. Además, los encontraba demasiado pesados. Él prefería lucir telas ligeras y transparentes bajo su ropa blanca de gala.
Avanzaron lentamente por las escaleras y las paredes húmedas del calabozo, que estaban ligeramente manchadas de sangre de los prisioneros, iluminadas únicamente por la tenue luz de las antorchas.
Finalmente, emergieron de aquel oscuro lugar de lamentos que exhalaba tortura. Algunos empleados los miraron con extrañeza y curiosidad. Desde que Yeonjun asumió el trono, nadie había salido del calabozo a menos que fuera condenado a muerte, y eso siempre se anunciaba con anticipación antes de sacar a alguien de allí.
— Quiero que lleven a este hombre a mi bañera, ya que también será mi sirviente — ordenó el rey, y las doncellas se apresuraron a cumplir su mandato, brindando ayuda al prisionero, quien apenas podía enderezarse debido a los golpes recibidos.
El joven fue conducido a la cámara de baño, donde se encontraba la bañera del rey. Era una magnífica bañera circular de cerámica, colocada sobre un estrado y rodeada por delicadas cortinas.
Soobin nunca antes había ingresado a un baño tan lujoso. El aroma de las rosas y el dulce perfume del rey se entrelazaban en el ambiente, creando una atmósfera embriagadora.
Las doncellas se encargaron de sentar al débil prisionero, pero cuando intentaron quitarle su atuendo, este se negó.
— El rey nos ha dado una orden. Si no desea causarnos problemas, le ruego que se someta a todo lo que el rey ha dispuesto — suplicó la doncella, y Soobin tragó saliva con dificultad.
Mientras una de las doncellas preparaba la bañera, volteaba hacia Soobin en ocasiones con preocupación, sentía que aquél joven solo traería más problemas al castillo. ¿Por qué al rey se le había ocurrido la ilógica idea de duchar a un prisionero en su bañera?
Soobin trago duro, no quería meter en problemas a esas mujeres, pero tampoco quería ser atendido como un rey. No estaba acostumbrado a ello.
— No deseo ser atendido — dijo Soobin con determinación — Es vergonzoso. El rey no se enterará, puedo ducharme solo.
Las doncellas dudaron, viéndose cómplices entre sí y dudando de la petición del joven.
— Déjenos cuidar de sus heridas. — pidió una doncella y Soobin asintió — Luego le daremos su privacidad para que pueda ducharse
Soobin solo bajó la mirada sin decir nada más mientras que la doncella se encargaba de tratar sus heridas y limpiarlas con cuidado. No sabía qué relación tenía el rey con ese hombre pero si estaba ahí era porque ellas no podían hacer lo que quisiesen o tratar mal al joven.
En cuestión de minutos, Yeonjun irrumpió en la cámara de baño, provocando un revuelo entre todos los presentes, incluido Soobin, cuyo corazón se aceleró ante la presencia del monarca.
— ¿Por qué el sirviente aún no se encuentra en la bañera? — inquirió el monarca con una voz fría y penetrante, su mirada se clavó en el joven que permanecía sentado al borde de la tina.
El rey lucía una bata de baño larga confeccionada con una tela de alta calidad, que parecía envolverlo en un halo de majestuosidad. Soobin, avergonzado y cautivado a la vez, desvió la mirada hacia otro rincón de la cámara de baño, ya que la prenda del rey dejaba poco a la imaginación debido a su traslúcida tela, revelando la perfección de su esculpido cuerpo.
Las sirvientas se vieron titubeantes, dejaron sus quehaceres con prisa y se enderezaron frente al rey, temiendo su reacción.
— Sus heridas le estaban causando un dolor insoportable, su majestad — comenzó una de las sirvientas con voz temblorosa — Queríamos brindarle esa atención antes de proceder.
El rey no reprendió ni respondió a la doncella. En cambio, se deslizó con elegancia por la cámara de baño, acercándose cada vez más a Soobin, quien aún no se atrevía a levantar la mirada hacia él. Una leve sonrisa se dibujó en los labios del rey, pero no era una sonrisa cálida ni amable, sino una sonrisa que reflejaba su orgullo y satisfacción por tener el control absoluto de la situación.
— Quiero que se retiren — demandó el rey con voz firme y autoritaria.
— Entonces, ¿no desea que bañemos al joven, su majestad? — preguntó una de las jóvenes sirvientas.
— El baño era para mí — afirmó el rey — Él se encargará de ello, así que retírense. — su mirada se clavó en las sirvientas, quienes se apresuraron a obedecer, abandonando la cámara de baño con rapidez.
Una vez que estuvieron fuera del baño por completo, el rey se acercó aún más al joven, quien sentía su presencia como una tormenta que se avecinaba, llena de peligro y deseo prohibido. Soobin podía percibir la intensidad de su mirada, aunque no se atrevía a levantar los ojos para encontrarse con los del monarca.
Con un movimiento rápido y brusco, el rey tomó la mandíbula de Soobin y alzó su rostro con una fuerza que dejó en claro su dominio y control absoluto sobre el joven.
— ¿Por qué te niegas a mirarme después de que te salvé la vida? — preguntó el rey entre dientes, su voz resonando en el silencio de la habitación.
Soobin sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la cercanía del rey, su aliento cálido y peligroso rozando su piel. La confusión se apoderó de él mientras trataba de comprender las palabras del monarca.
— ¿Salvado? — cuestionó Soobin, su voz temblorosa y llena de incertidumbre.
El rey soltó suavemente el rostro del joven, pero su mirada seguía siendo intensa y penetrante, como si pudiera leer los pensamientos más oscuros y secretos de Soobin.
— Te salvé de mí mismo — declaró el rey con una mezcla de orgullo y crueldad en su tono de voz, dejando en claro que él era el verdadero peligro al que Soobin debía temer.
Soobin tragó saliva con dificultad, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía ante la presencia dominante del rey. Cuando el omega se despojó de su casi reveladora bata de baño, dejando al descubierto su desnudo cuerpo, Soobin no pudo evitar dejarse llevar por la atracción y el deseo que emanaban de cada poro del monarca. Sus ojos vagaron por cada centímetro de la piel perfecta y seductora del rey, admirando la simetría de su cuerpo como si fuera una obra de arte divina.
En ese momento, Soobin se preguntó cuántos hombres estarían dispuestos a sacrificarlo todo por estar en su lugar y tener al rey frente a ellos. A pesar de ser odiado por todo el reino, Yeonjun despertaba un deseo ardiente en aquellos que se atrevían a mirarlo de cerca. No había piel más suave ni más tentadora que la de las piernas y el abdomen del monarca, y la perfección de su cuerpo era tan exquisita que parecía haber sido esculpida por los dioses mismos.
Sin embargo, el monarca no veía deseo ni hambre en la mirada de Soobin. No percibía las intenciones impuras y lascivas que solían acompañar a aquellos que se acercaban a él. Y eso, lejos de atraerlo, lo irritaba profundamente, despertando en él una sed de poder y control aún más intensa.
Mientras el rey se sumergía en el agua cristalina, Soobin luchaba por mantener la compostura y desviar la mirada, consciente de la tensión palpable que llenaba la habitación. El ambiente se cargaba de una energía intensa y cautivadora, despertando en el joven sirviente una mezcla de incomodidad y una curiosidad irresistible.
De repente, el rey rompió el silencio con su voz suave pero firme, dirigiéndose directamente a Soobin, quien volteó el rostro hacia el omega con sus ojos temblorosos, llenos de dudas y temor ante la presencia magnética del monarca.
— Ven — ordenó el rey con una autoridad majestuosa, su voz resonando en el aire como un susurro seductor.
Soobin sintió cómo su garganta se secaba ligeramente ante la orden del rey, su mente luchando por comprender la magnitud de lo que se le pedía. ¿Debía entrar en la bañera junto al monarca? La idea lo llenaba de una mezcla de curiosidad y nerviosismo, mientras sus ojos se posaban en el agua que, gracias a la espuma, ocultaba parcialmente el cuerpo desnudo del rey, permitiéndole mantener cierta privacidad en ese momento íntimo. El agua estaba impregnada con el aroma embriagador de las rosas, los pétalos flotando delicadamente a su alrededor, creando un ambiente de sensualidad y elegancia.
El rey, con una sonrisa ligeramente curvada en los labios, se arrodilló con gracia en el agua, acercándose al prisionero que permanecía de espaldas, sentado en el borde de la bañera. Los dedos húmedos del rey se posaron con delicadeza sobre los hombros de Soobin, acercándose lo suficiente como para que sus alientos se mezclaran en un susurro íntimo.
— ¿Tienes algún problema? — preguntó el rey, su voz cargada de intenciones que Soobin conocía muy bien, despertando en él una mezcla de excitación y temor — Dijiste que cuidarme era fácil.
Soobin se encontró con la mirada penetrante del rey al voltear hacia él, su corazón latiendo desbocado en su pecho. En ese instante, el rey había vuelto a reposar en la bañera, esperando pacientemente a su sirviente, pero su presencia seguía siendo abrumadora y magnética.
Desnudarse y entrar en la bañera con un completo desconocido, especialmente alguien con la reputación de ser la persona más cruel de todos los reinos, no era algo que Soobin hubiera planeado bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, la atracción y el misterio que rodeaban al rey eran irresistibles, y el joven se encontraba en un dilema entre la prudencia y la tentación.
Con cautela, Soobin comenzó a despojarse de su ropa, sintiendo la mirada intensa del rey sobre él mientras se deshacía de cada prenda. Cada movimiento era lento y deliberado, permitiendo que el rey apreciara cada centímetro de su piel expuesta. Finalmente, el sirviente se adentró en la bañera, manteniendo una distancia respetuosa, recordándose a sí mismo que, a pesar de la atracción que sentía, seguía siendo el sirviente del rey.
El rey, con una mirada llena de deseo y anticipación, relamió sus labios con una elegancia innata antes de cortar la distancia entre ellos, volteándose y ofreciendo su espalda al sirviente. La orden resonó en el aire con una autoridad majestuosa.
— Comienza — ordenó el rey, sumergiendo su cuerpo en la bañera con una expresión serena.
Soobin contuvo un nudo en la garganta mientras tomaba la esponja de baño, su mente se inundaba de interrogantes en relación a las recientes decisiones del monarca. No era ingenuo, comprendía que el rey había perdonado su vida debido a una extraña fascinación. Pero resultaba desconcertante.
Los soberanos solían tomar lo que deseaban sin considerar el consentimiento. Sobre todo, los alfas avaros que solo utilizaban a los omegas una y otra vez hasta cansarse. Y Yeonjun a pesar de ser omega, no era la excepción. Era inusual que un reino estuviera gobernado por un omega.
El simple acto de tocar el cuerpo del rey se sentía como un pecado, incluso con la delicada barrera de la esponja que suavizaba el contacto. Estar compartiendo la bañera con el rey y escuchar sus suspiros de placer por los masajes en su hombro era un giro inesperado y profundo para Soobin.
¿Por qué el rey había mostrado interés en alguien como él? Si el monarca era conocido por su crueldad, ¿por qué no le importaría su posición social?
— ¿Cuántos años tienes? — preguntó el rey de repente, rompiendo el silencio.
Soobin, con la mente sumida en sus pensamientos y la mirada fija en el cuerpo del rey, detuvo sus movimientos y carraspeó antes de responder, sintiéndose incómodo por la situación.
— Tengo veinticuatro años — confesó Soobin, y aunque no pudo ver la expresión del rey, percibió un leve jadeo de sorpresa.
— Tenemos la misma edad, te creí más joven. — soltó el rey mientras acariciaba sus propios brazos con una mirada reflexiva. — Masajea mi cuerpo, utiliza los aceites que se encuentran a tu disposición.
Asintiendo con rapidez, Soobin tomó los aceites corporales en sus manos. Mientras dejaba que el líquido se deslizara por su palma, una pregunta persistente surgió en su mente: ¿Sería él una excepción a la maldad del rey?
El ambiente en la habitación se volvió aún más intenso cuando Soobin, con manos temblorosas pero decididas, comenzó a masajear el cuerpo del rey con los aceites corporales. Cada roce de sus manos frías sobre la piel cálida del monarca era como una caricia divina, despertando sensaciones y emociones que ambos intentaban contener.
El rey, acostumbrado a la sumisión y a la obediencia ciega de aquellos a su alrededor, se sorprendió gratamente por la habilidad y la delicadeza con la que Soobin manejaba sus manos. Cada movimiento era calculado y preciso, como si el sirviente supiera exactamente cómo tocarlo para brindarle el máximo placer y relajación.
El rey cerraba los ojos y se abandonaba por completo al placer que le brindaba el tacto experto de Soobin. Cada movimiento de las manos del joven sirviente era como una caricia ardiente que encendía su piel y avivaba el fuego que ardía en su interior. El roce suave de las yemas de los dedos de Soobin sobre su cuerpo desnudo era como una descarga eléctrica que recorría cada centímetro de su ser, despertando una lujuria incontrolable.
Cada gemido y suspiro que escapaba de los labios del rey era una expresión de la pasión y el deseo que lo consumían. Su respiración se volvía entrecortada, su pecho se elevaba y caía con cada caricia, y su piel se erizaba ante el contacto íntimo y provocador de Soobin. Cada vez que el sirviente encontraba un punto sensible en su cuerpo, el rey se estremecía de placer, sus sentidos agudizándose y su mente nublándose por la intensidad del momento.
La presencia de Soobin tan cerca de él, sus manos hábiles y suaves acariciándolo con devoción, despertaba en el rey una voracidad insaciable. Anhelaba más, anhelaba sentir el cuerpo del sirviente contra el suyo, fundirse en un abrazo apasionado y entregarse por completo a la pasión desenfrenada que los consumía. Cada vez que Soobin se acercaba a él, el rey podía sentir el calor de su aliento en su piel, provocando un cosquilleo placentero que se extendía por todo su cuerpo.
Soobin, ajeno a los pensamientos inapropiados del rey y sumido en sus propios dilemas internos, se atrevió a romper el silencio que los envolvía.
— ¿Puedo atreverme a hacerle una pregunta? — soltó Soobin, con una mezcla de nerviosismo y curiosidad, esperando una respuesta del rey.
Yeonjun, perdido en las placenteras sensaciones que el baño le brindaba, asintió con una mirada ausente, permitiendo que su sirviente continuara.
— ¿Por qué...? — Soobin dudó por un momento, buscando las palabras adecuadas — ¿Por qué hace todo esto?
El rey esbozó una leve sonrisa, su mirada se posó en Soobin mientras se volteaba completamente hacia él. El sirviente, sintiéndose abrumado por la cercanía del pecho y abdomen desnudos del rey frente a él, bajó la mirada. Yeonjun, halagado por la reacción, disfrutaba de su poder de seducción.
— ¿Por qué hago todo esto, Soobin? — le respondió el rey, con una sonrisa ligeramente juguetona, acercándose aún más al sirviente.
Soobin, tratando de encontrar el equilibrio entre la sumisión y la curiosidad, se atrevió a expresar sus inquietudes.
— Esto... — dijo el sirviente, buscando las palabras adecuadas — Está permitiendo que entre a su bañera y... me ha perdonado la vida a cambio de convertirme en su sirviente, cuando podría elegir a muchos otros con más habilidades y talentos.
Yeonjun negó con suavidad, soltando una leve carcajada mientras se acercaba aún más a Soobin. El cuerpo del sirviente tembló al sentir las manos del rey rodeando su nuca y su cuerpo aún más cerca, casi subiéndose en sus piernas.
— Soobin, sabes muy bien que no estás aquí solo por tus modestos servicios — susurró el rey, muy cerca de los labios del sirviente — Este baño es solo una forma de crear un ambiente propicio para nuestra conexión.
Soobin, sintiéndose acorralado por la presencia del rey, se pegó a la bañera en un intento desesperado por mantener cierta distancia. Pero de repente, se vio sorprendido cuando el cuerpo desnudo del rey se posó sobre el suyo, casi sentado sobre él. El corazón de Soobin comenzó a latir con fuerza, su cuerpo se cubrió de sudor, nervioso por las acciones del rey y las emociones que despertaban en él.
Yeonjun, relamiéndose los labios con deseo, deslizó sus manos por los hombros del sirviente, quedando fascinado por las cicatrices que adornaban su cuerpo y aquella peculiar marca de nacimiento en su cuello. Una sensación de familiaridad lo invadió, como si hubiera visto esa marca en algún lugar antes.
— ¿Qué sucede, cariño? ¿Es tu primera vez experimentando algo así? — el rey rió levemente mientras se acercaba aún más a los labios del prisionero, a pesar de su resistencia.
Soobin, consciente del poder de Yeonjun y de la capacidad de engaño que poseía, no podía permitirse ser manipulado por las apariencias. Sabía que debía mantener el control en todo momento.
— Es que yo... — Soobin intentó apartar al rey suavemente, pero en ese preciso instante, ambos se detuvieron en seco al escuchar estruendosos golpes resonando en la puerta.
El rey alzó rápidamente la mirada, su expresión cambiando a una de furia. La interrupción no era bienvenida en ese momento de intimidad.
— Criada estúpida — murmuró el rey entre dientes, con la intención de levantarse y regañarla por atreverse a perturbar su tranquilidad. Sin embargo, Soobin, preocupado por el bienestar de la sirvienta y temiendo que ella pudiera enfrentar consecuencias indeseables, tomó al rey de las caderas y lo sentó sobre él sin darse cuenta completamente de sus acciones. El contacto repentino de sus cuerpos desnudos provocó un gemido involuntario en el rey.
— ¡Su majestad! — se oyó la voz de la criada del otro lado de la puerta, llena de urgencia.
— ¡Entra de una vez, estúpida! — soltó el rey con rabia, mientras Soobin acariciaba suavemente la cintura del rey, deseando proteger a la chica de cualquier problema innecesario.
Las puertas se abrieron de golpe, haciendo un gran estruendo, y una joven criada se acercó rápidamente, con el rostro lleno de preocupación.
— ¿Qué es tan urgente como para interrumpir mi baño? — preguntó el rey, con una mezcla de irritación y curiosidad.
La mirada de la joven cayó en el sirviente y el rey, en una posición tan comprometedora, y cubrió su boca con una mano, dándose cuenta del error que había cometido al interrumpir ese momento íntimo.
— ¿Qué estás viendo? ¡Habla de una vez! — ordenó el rey, su tono de voz lleno de autoridad, mientras la joven se echaba al suelo y hacía una reverencia apresurada.
— ¡Lamento mucho interrumpir, su majestad! Pero una mujer ha entrado desesperada al castillo, afirmando ser la madre de los niños y del joven, señor. — soltó la joven, con una mezcla de temor y respeto en su voz.
Cuando Yeonjun iba a girar el rostro hacia Soobin para pedirle explicaciones, el sirviente se levantó de golpe, sin importarle que el rey estuviera encima de él, y se apresuró a ponerse una bata.
— ¡Soobin! — regañó el rey, sintiéndose ignorado y frustrado por la actitud del sirviente — ¡Te estoy hablando! ¿Cómo te atreves a ignorarme en este momento crucial?
El rey maldijo en voz baja mientras salía de la bañera y se apresuraba a colocarse una bata para cubrir su desnudez.
— ¡Levántate! — le ordenó a la criada, con impaciencia — ¿No te das cuenta de la situación? ¡Ve a buscarlo, no puedo salir así!
La joven asintió frenéticamente antes de ponerse de pie y correr tras el sirviente, dejando a un Yeonjun aún más molesto que antes.
Soobin se adelantó por los pasillos, dejando a todos los sirvientes confundidos al verlo pasar con determinación.
— Oye, ¿a dónde vas? — lo detuvo una de las sirvientas que estaba preparando la tina.
— La mujer que vino, ¿dónde está? — preguntó Soobin directamente, y la sirvienta miró al resto del grupo con confusión.
— ¿De qué estás hablando?
— Vino una mujer al castillo, ¿es cierto?
— Sí, es verdad — interrumpió la criada que estaba con Yeonjun anteriormente.
— ¿Dónde está? — preguntó Soobin, acercándose a la chica con urgencia.
La mujer dudó, preguntándose si debía revelar la verdad o no.
— Esperemos al rey para resolver este asunto, por favor. Está muy enfadado en este momento.
Soobin bufó con impaciencia, sintiendo la urgencia de descubrir la verdad. Después de la masacre de su pueblo, había estado seguro de que perdió a su madre estos largos meses y en este momento se encontraba desesperado por saber si la mujer que lo buscaba era su madre.
Después de unos minutos, el rey salió de su recámara, ya vestido con sus características prendas. Su mirada llena de ira se clavó en Soobin, quien ahora no mostraba timidez ni miedo hacia Yeonjun.
— Tú estarás en graves problemas — murmuró el rey mientras caminaba directo hacia el salón, rozando al sirviente, quien solo lo siguió. — ¿Dónde está la mujer? — preguntó Yeonjun mientras una sirvienta intentaba seguirle el paso.
— Está esperando junto a los guardias, su majestad.
Cuando el rey y su sirviente bajaron por las escaleras de mármol, todas las miradas se posaron sobre ellos, incluyendo la de aquella mujer.
— ¡Hijo! — gritó la mujer, rompiendo en llanto mientras corría por el salón, sintiendo cómo el nudo en su corazón se aflojaba al ver a su hijo en buen estado.
Yeonjun dio unos pasos hacia atrás, temiendo a la mujer. Un guardia se percató de ello y alejó al rey de la mujer y su hijo, quien también corrió hacia ella para abrazarla. La mujer cayó de rodillas y Soobin la acompañó, sintiendo la emoción embargar su pecho.
— Hijo... — sollozaba la mujer, llorando en el hombro del sirviente — Gracias a Dios estás bien, hijo. — la mujer se separó ligeramente, su mirada se encontró con los ojos fríos y oscuros del rey, quien los observaba con indiferencia.
Yeonjun, en su arrogancia y desprecio hacia las emociones humanas, observaba con disgusto la escena frente a él. No podía comprender cómo la tristeza y la nostalgia podían afectar tanto a las personas. Para él, eran sentimientos insignificantes, debilidades que solo servían para entorpecer su camino hacia el poder y la dominación.
— ¡Tú! — gritó ahora la mujer, amenazando al rey con su dedo índice mientras trataba de levantarse, pero Soobin la sostuvo para evitar que cometiera algún error — ¡Encerraste a mis hijos! ¡A mis pequeños! — en su arrebato de rabia, la mujer reveló un poco del pecho desnudo de su hijo, lo que hizo que jadease de sorpresa — ¿Q-qué te hizo ese animal? ¡¿Qué les hiciste a los demás?!
El rey no cambió su expresión ni mostró ni una pizca de culpa o arrepentimiento. No sentía lástima por alguien tan débil como ella.
— ¡Un día habrá alguien que te haga pagar por todo lo que has hecho! ¡Deja de matar personas inocentes!
Aquellas palabras resonaron con fuerza en Yeonjun. Por un instante, sintió el peso de su propio karma.
— ¡Haz que se calle si no quieres que la mate aquí mismo! — gritó el rey, tomando la espada del guardia en un gesto amenazante.
Soobin sostuvo a su madre para que dejara de amenazar al rey y llorara en su pecho. Él tampoco quería levantar la mirada.
Se había visto envuelto en un gran problema, uno que amenazaba con destruirlo todo.
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El sirviente aguardaba impacientemente la llegada del rey, quien lo había expulsado del salón para discutir sobre la mujer y los pequeños. Sentía una profunda incomodidad al ser excluido de esa conversación tan importante.
Sus ojos se dirigieron rápidamente hacia la puerta cuando esta se abrió lentamente, llenando la habitación de un ruido estridente. Era el rey, quien se acercó al sirviente con paso lento y decidido.
Soobin guardó silencio, pero su rostro reflejaba claramente la molestia creciente del rey.
— Ella se llevará a los niños y se marchará. No deseo volver a verla aquí. — escupió el rey de repente, haciendo un gesto para que los guardias sacaran al sirviente de la habitación.
— ¿Cómo? ¿No puedo despedirme de ella? ¿A dónde se dirige? — Soobin forcejeó desesperadamente con los guardias, buscando respuestas del rey.
El rey, por su parte, solo bufó, sin comprender la reacción del sirviente.
— ¿En serio ella es tu madre? Parece demasiado mayor para serlo. — ignoró las preguntas del sirviente y lanzó otro comentario punzante.
— No, no es mi madre, pero me ha criado como si lo fuera, tanto a mí como a todos los niños. — declaró el sirviente, esperando que el rey comprendiera que el vínculo familiar que los unía era más fuerte que la sangre.
— Entonces, ¿por qué demonios te preocupas tanto? Eres ridículo. Llévenselo.
— ¡Espere! — interrumpió Soobin, soltándose de los agarres de los guardias — ¿Puedo despedirme de ella? — suplicó.
— No, no puedes, porque ella planea irse contigo, pero tú ahora eres mío. — declaró el rey, volviéndose hacia Soobin — Como eres mío, primero necesito educarte. No puedes abandonar a tu rey en la bañera. Eres desobediente.
Soobin frunció el ceño mientras era arrastrado por los guardias.
— ¿A dónde me llevan? — preguntó el sirviente, con una mezcla de temor y curiosidad.
— Dado que atenderme parece ser una tarea difícil para ti, por el momento cumplirás otras obligaciones.
Y en ese momento, el sirviente sintió un escalofrío al ver los ojos oscuros y la sonrisa retorcida del rey. Sabía que disfrutaba imponer castigos y eso solo aumentaba su inquietud.
Transcurrieron dos semanas completas en las que el sirviente pasó de simplemente asistir al rey a realizar los trabajos más arduos del castillo. Desde bañar a todos los caballos hasta limpiar los establos, transportar materiales para el mantenimiento del castillo, encargarse del mantenimiento de los fosos y defensas de agua, y cualquier tarea que implicara fuerza física. Al final del día, colgar las mantas húmedas del rey era agotador.
El rey disfrutaba observar a su sirviente trabajar bajo los intensos rayos del sol, notando cómo evitaba mirarlo a los ojos, consciente de que podría haberse ahorrado todo ese trabajo si hubiera obedecido. Soobin comprendió que no había excepciones para él.
La sirvienta que solía hacerle sombra al rey con una sombrilla y un abanico, bajó la mirada, sintiéndose apenada por el sirviente mientras este cavaba en el pozo de agua que se había llenado de tierra tras las inundaciones.
— ¿Cuánto tiempo lleva así el sirviente? — preguntó de repente el rey hacia la sirvienta, quien alzó rápidamente la mirada, saliendo de sus pensamientos.
— ¿Disculpe? — respondió ella, las palabras del rey resonaron en su mente apenas audibles.
— Me refiero al sirviente, ¿cuánto tiempo ha estado asumiendo las tareas de los demás obreros?
La mujer dirigió su mirada hacia el joven, quien se encontraba completamente abrumado por el trabajo pesado, dejándose caer en la tierra. Aunque los demás empleados deseaban ayudarlo, por orden del rey no podían intervenir.
— Ha sido durante catorce días, señor. — respondió la sirvienta.
— Bien.
El rey comenzó a caminar, seguido de cerca por la sirvienta, quien se aseguraba de que no le diera el sol directamente. Observó el cuerpo golpeado y exhausto del sirviente, notando que, aunque Soobin parecía estar acostumbrado a trabajos pesados, su cuerpo no resistía asumir tantas responsabilidades, empezando antes de que saliera el sol y terminando incluso horas después de que todos se hubieran acostado, y todo eso sin ayuda.
Soobin mantuvo los ojos cerrados, tratando de regular su respiración mientras su cabeza daba vueltas y vueltas, anhelando que la tierra húmeda le brindara un poco de alivio por trabajar tantas horas bajo el sol abrasador. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera esperarlo, se encontró sentado y completamente empapado. Al abrir los ojos, pudo ver al rey con una sonrisa enigmática y a un guardia sosteniendo una cubeta vacía.
Con una sola mirada, el rey hizo que el guardia se retirara rápidamente. Soobin siguió al guardia con la mirada y, al volverla hacia el rey, notó que este se encontraba más cerca.
— ¿Cómo estás? — preguntó el rey con una sonrisa que Soobin percibió como falsa. Sin embargo, solo pudo responder mientras tomaba aire.
— Estoy bien. — respondió en voz baja, su rostro mojado y las gotas de agua deslizándose por los mechones de cabello que no se pegaban a su frente.
El rey bajó la mirada hacia las manos lastimadas y sucias del sirviente debido a todo el trabajo en el pozo. Luego, secó el rostro de Soobin para evitar que se llenara de barro. Soobin lo observó confundido, mientras el resto de los empleados temían por él, conscientes de que el rey no hacía nada sin buscar algo a cambio, y muchas veces mostraba amabilidad antes de acabar con alguien, como un tigre jugando y acariciando a su presa antes de devorarla.
— Entonces, ¿te resultará difícil seguir siendo mi sirviente personal o prefieres continuar con esto? — preguntó el rey.
Soobin tragó saliva, sintiéndose expuesto en medio de tantas personas y frente a una pregunta tan inesperada. No podía complacer al rey, no después de todo el daño que le había causado, no después de que, por su culpa, su pueblo había sufrido un saqueo interminable en el que todos habían perdido sus hogares y muchos habían perdido la vida.
— ¿Vas a responder? — inquirió el rey, impaciente.
Era una situación indigna.
— ¡Su alteza le ha hecho una pregunta! — exclamó un guardia, tratando de presionar a Soobin.
Era una situación deshonrosa.
— No, no quiero seguir con esto. — murmuró Soobin.
Yeonjun sonrió ampliamente y ordenó al guardia que ayudara al cansado sirviente con sus heridas.
— Has tomado una buena decisión. — susurró el rey al sirviente antes de que fuera llevado lejos — Lávenlo en los establos. — solicitó Yeonjun, dando la última orden.
La tarde transcurrió como cualquier otra, con todos continuando con sus labores mientras el rey seguía su rutina. Después de dar la orden de que el sirviente se duchara, el rey también se dio un baño, arregló su cabello y eligió un atuendo elegante. Ese día amaneció bastante tranquilo.
Mientras se masajeaba el rostro, el rey observó una vez más el calendario en su tocador, donde se marcaba la fecha de su próximo celo. Deseaba que Soobin estuviera a su lado durante ese tiempo.
El rey no solía pasar su celo con alfas, generalmente eran las sirvientas quienes lo acompañaban, duchándolo cada hora, secando su sudor y manteniéndolo en un ambiente fresco, lejos de los alfas del reino durante todo su celo.
Pero en las últimas dos semanas, Soobin se había convertido en su debilidad, su simple presencia agitaba cada parte de su cuerpo. El hecho de que Soobin le estuviera poniendo las cosas difíciles despertaba en él el deseo de mostrarle por qué tantos hombres anhelaban ser de esos príncipes o duques que había llevado a su cama. Aunque Soobin no fuera un duque ni un príncipe, en todos los aspectos lucía mejor que cualquier otro. Además, el sirviente tenía un rostro que irradiaba inocencia en sus ojos y su voz era tan angelical que Yeonjun ansiaba poseerlo, marcar su cuerpo y su alma.
De repente, alguien tocó la puerta de su habitación y Yeonjun, como si estuviera a punto de recibir un regalo, fue a abrir con una sonrisa, revelando a Soobin junto a un guardia.
— Oh, por fin. — exclamó el rey, tomando el brazo de Soobin — Ahora, vete. — le pidió al guardia, de una manera más amable de lo que el guardia esperaba, al menos según su tono de voz.
— ¿Quería verme? — preguntó Soobin mientras era arrastrado hacia la cama del rey.
Yeonjun no dijo nada, simplemente lo hizo sentarse y comenzó a caminar hacia su armario. Soobin se sintió confundido.
— Quítate la ropa. — ordenó de repente el rey, y el sirviente levantó las cejas sorprendido — Te daré una nueva, como mi sirviente no te permitiré vestir esos andrajos.
El sirviente ni siquiera tuvo la oportunidad de negarse, ya que en cuestión de segundos, el rey estaba desabotonando su camisa. Soobin tomó las manos del rey entre las suyas para detenerlo, y Yeonjun levantó la mirada para encontrarse con los ojos del sirviente.
— Y-yo puedo vestirme solo. — dijo el sirviente, y Yeonjun simplemente frunció los labios antes de alejarse y seguir buscando en el armario.
El sirviente comenzó a quitarse la camisa, aún sin comprender la actitud del rey. Si solo buscaba sexo, ¿por qué se comportaba así? Era extraño. Había escuchado sobre el comportamiento de otros reyes, quienes simplemente tomaban a las omegas sin preguntar, sin preocuparse por el ambiente. Y entre tantas dudas, el sirviente decidió preguntar.
— Si usted quiere acostarse conmigo... — comenzó, llamando la atención del rey — ¿Por qué no lo hace y ya? — preguntó, y el rey se volvió hacia él lentamente.
— ¿Eso es lo que quieres? — preguntó el rey mientras se acercaba al sirviente, quien nerviosamente tragó saliva, dándose cuenta de que el rey no le daría una respuesta verbal — ¿Quieres que lo haga y ya?
El rey, mientras el cuerpo del alfa se encontraba paralizado, lo tumbó en la cama y abrió sus piernas para sentarse sobre él.
— No es lo q-que... — tartamudeó el sirviente cuando los labios del rey, que recorrían su cuello, se volvieron húmedos, lamiendo su marca de nacimiento — No es lo que quise decir. — dijo, con las manos inquietas sin saber dónde colocarlas.
— ¿Entonces? — preguntó el rey, apartando su rostro del cuello del sirviente.
— Solo quería saber por qué, eso es todo. — dijo el alfa — Los monarcas suelen tomar solo a sus... concubinas o a quien sea.
El rey levantó el cabello de Soobin de repente, obligándolo a mirarlo a los ojos.
— Eso lo sé perfectamente. — dijo el omega casi entre dientes — Pensé que eras más inteligente, cariño. — dijo antes de soltar su cabello y arrastrarse aún sobre el cuerpo del sirviente, para que su trasero quedara debajo de su pelvis — Puede que sea cruel, pero no me gusta abusar de mi poder para tener sexo. Y otra cosa, los reyes que conoces son alfas, alfas estúpidos que están satisfechos con meter sus horribles miembros en algo húmedo y apretado. — el rey liberó el miembro flácido del sirviente, sacándolo de sus pantalones — ¿Crees que puedo tomarte y ya? — preguntó, tomando el miembro flácido entre sus dedos, disfrutando de los temblorosos ojos del sirviente y sus leves gemidos.
— Entendido. — murmuró el sirviente, tragando saliva.
— Vístete, es hora de almorzar. A menos que quieras tener sexo en el comedor-...
— ¿Comeré con usted? — interrumpió el alfa sorprendido — Lo siento. — se disculpó al ver la expresión seria del rey.
— Sí, comerás conmigo, así que vístete. — ordenó, bajándose de la cama y del sirviente.
Soobin asintió, regresando su intimidad dentro de su ropa interior y tomando la ropa en sus manos. Era de muy buena calidad y contrastaba con la ropa blanca del rey.
El almuerzo transcurrió como de costumbre, pero esta vez Soobin estaba sentado en la mesa junto al rey. El sirviente se sentía incómodo, su corazón latía rápido y su mente estaba llena de pensamientos confusos. A medida que avanzaba la comida, el silencio se volvía cada vez más pesado.
— ¿Siempre comes solo? — preguntó Soobin, rompiendo el silencio.
Yeonjun sonrió ligeramente, dejando su copa de vino a un lado. La pregunta de Soobin desafiaba las reglas establecidas, pero el rey parecía intrigado en lugar de enfadado. Algunos empleados se voltearon para ver la reacción del rey, pero él los ignoró por completo.
— No me gusta cenar con plebeyos — respondió el rey.
— Pero... yo soy uno — dijo Soobin, con una mezcla de nerviosismo y valentía.
El rey frunció el ceño por un momento, pero luego su expresión se suavizó.
— No, no lo eres — respondió rápidamente — Ahora me perteneces, y yo no conservo objetos sin valor.
Soobin se quedó sin palabras ante la respuesta del rey. No sabía cómo interpretar esas palabras, pero algo dentro de él se agitó. La curiosidad lo invadió y decidió seguir adelante.
— ¿Qué valor tengo para ti? — preguntó Soobin, con una mezcla de curiosidad y morbo.
— ¿Nunca dejas de hacer tantas preguntas? — respondió el rey con la misma rapidez anterior, ahora volteando su rostro hacia el alfa.
— Lo siento. — se disculpó el alfa bajando la mirada.
Yeonjun regresó su mirada al frente, el silencio llenó el comedor una vez más.
— No estoy seguro, ya que no te he visto en toda tu plenitud — respondió el rey, con una mirada traviesa en sus ojos — Pero lo que tienes entre las piernas podría tener un alto valor para mí.
Soobin abrió sus ojos en demasía mientras sentía un calor acumulándose en las puntas de sus orejas, haciendo carcajear levemente al rey.
La verdad era, que Soobin jamás había tenido algo que ver con el sexo. Toda su vida fue criado en la pequeña capilla de su pueblo y al crecer se transformó en maestro. Jamás había tenido una aventura o simplemente hablar de sexo se volvía un castigo dado por las hermanas de la iglesia. Por esa razón, oír de repente al rey hablar con tanta naturalidad de ello le causaba una gran sorpresa.
— No me digas que te intimidó eso. — soltó el rey volteando el rostro hacia el alfa — Eres el único alfa que conocí que no alardea con el tamaño de su estúpido miembro. ¿Tomas vino? — preguntó de repente mientras se servía más vino.
— Solo los domingos santos. — explicó el sirviente elevando levemente la mirada.
— Mm.. — soltó el omega cruzándose de brazos sobre la mesa — ¿Fuiste criado por omegas, verdad? Omegas mujeres.
El sirviente asintió ahora viendo al rey.
— Sí, no había alfas en la iglesia además del pastor. — el rey alzó las cejas mientras bebía más vino. — ¿Usted fue criado por alfas? — preguntó de repente el sirviente y todos los demás sirvientes le hicieron señas de que ya no siga hablando.
— ¿Qué demonios quieres decir? — preguntó el omega bajando la copa ahora vacía.
— Bueno...— Soobin carraspeó buscando las palabras correctas — Es temperamental y usted se considera cruel. — dijo Soobin sin temor — Y usa a las personas como si fuera un alfa.
Uno de los guardias negó cubriendo su rostro con ambas manos. Pero la reacción que todos esperaban no ocurrió. El rey en cambio rio levemente.
— ¿Por qué crees que los omegas no podemos ser así por instinto? — preguntó de pronto el rey — ¿Es por tu estúpida religión? — el omega tiró todas las cosas y los alimentos de Soobin al suelo para subirse en la mesa y gatear hacia él. — ¿Eso dice? ¿Por qué no me cuentas? — el rey se sentó en la mesa, justo frente a Soobin, rodeando su cuerpo con sus piernas y acariciando su rostro suavemente con sus dedos.
Soobin pudo notar casi de inmediato que el rey ya estaba ebrio.
— Bueno... según mi religión. — Soobin trataba de explicar mientras era acariciado por el rey — Los omegas suelen ser más gentiles, sumisos, débiles y sensibles.
— Mmm...— Yeonjun analizó las palabras del alfa a pesar de estar abrumado en el alcohol — ¿Me crees gentil? Di la verdad. — dijo el rey mientras mordía levemente el cuello del sirviente.
— N-no.
— ¿Crees que soy sumiso? — preguntó ahora el rey enterrando sus dedos en el cabello azabache del sirviente.
— No. — respondió Soobin.
— ¿Crees que soy débil o sensible? — el rey tomó las hebras del sirviente para llevar su cabeza hacia atrás y mirarlo fijamente a los ojos.
— No lo eres. — dijo el alfa.
El rey relamió sus labios mientras soltaba su agarre y se bajaba de la mesa, la distancia entre la silla y la mesa era lo suficiente para que no lo estorbe.
— ¿Qué dice tu religión del sexo oral, Soobin? — preguntó de repente y el rostro del sirviente palideció, sus ojos temblaron hacia el resto de los sirvientes y luego hacia el rey que se encontraba de rodillas frente a él.
— Que es pecado. — comentó el sirviente sintiendo un escalofrío surgir de su pecho hasta el resto de su cuerpo.
— Pero parece que todo lo que te han enseñado es mentira. Si no soy un omega gentil, sumiso, débil o sensible es probable que el resto sea mentira también.
El sirviente se removió en su lugar, sus dedos presionando con fuerza la silla cuando el rey con agilidad quitó su miembro de sus pantalones, Soobin jadeó repentinamente por el aliento caliente del rey.
— ¿Cómo hace tan rápido eso? — preguntó de repente revolviéndose un poco en su asiento.
El rey rio levemente antes de dar una primera lamida.
— ¿No podemos ir a su habitación? — el sirviente tuvo la intención de levantarse pero el rey lo sentó de un golpe, sujetando sus muslos.
— No, tú aún te encuentras en problemas por ser tan indisciplinado.
— P-pero ellos ven. — dijo Soobin refiriéndose a los guardias que no podían retirarse a menos que el rey se lo pidiese.
— Ya me han visto muchas veces. — comentó el rey sin pudor mientras se elevaba un poco para acercarse al oído del sirviente — En cambio a ti, si esto no se erecta te irá muy mal porque mi celo es en tres días y si crees que soy cruel no me conoces aún, Soobin. — susurró antes de volver a caer de rodillas sobre el alfa. — Ya deja el maldito orgullo que no te deja ver la belleza que está frente a ti chupando tu polla.
Soobin solo asintió por inercia, dudando de cómo se sentiría la sensación de la lengua húmeda por toda su extensión hasta que de pronto dejó de ser solo una duda pues el rey estaba comenzando a lamer y chupar su erección gustoso y sin pudor a ser ruidoso. El sirviente jadeó y pudo ver la sonrisa de satisfacción en el rostro del rey al tener el miembro erecto frente a él.
— Definitivamente tiene un alto valor. — comentó el rey entre un leve gemido.
Soobin se dejó llevar por el placer, sus manos aferrándose a los bordes de la silla mientras el rey continuaba con sus habilidades orales. Cada succión y lamida enviaba oleadas de placer por su cuerpo, haciéndolo gemir sin control. Jamás había experimentado una sensación así, se sintió abrumado por la situación, su mente luchaba entre sus creencias religiosas y la lujuria que comenzaba a despertar en su interior. No sabía cómo reaccionar, pero el deseo de que el rey continúe con su trabajo comenzaba a ganar terreno.
El rey gimió cuando sintió el miembro de su sirviente en su garganta debido a los movimientos inconscientes que estaba haciendo el alfa, este embistió por error en la garganta del omega cuando las vibraciones del gemido colisionaron con su miembro. La saliva del rey comenzó a cubrir toda la extensión, goteando por su barbilla. Soltó otro gemido mientras con su mano libre liberaba su propia erección para empezar a masturbarse.
El sirviente tensó su mandíbula soltando un gemido mientras se descargaba dentro de la cavidad del rey, quien bebió cada gota y lamió el resto de la punta. El aliento se le escapaba a Soobin mientras el rey se abalanzaba sobre él, devorando su cuello con la misma intensidad de antes.
— Llévame a mi aposento. — imploró el rey con la voz entrecortada, dejando a Soobin sin aliento mientras trataba de asimilar la situación.
— Sería prudente hacerlo. — sugirió repentinamente un guardia en un susurro, tomando por sorpresa al sirviente. — Dado su estado de embriaguez, es probable que se quede dormido. — Soobin asintió, cargando al rey por los muslos y guiándolo hacia su habitación.
Conforme ascendían por las escaleras, el rey cesó sus besos en el cuello de Soobin y cayó rendido en sus brazos, sumido en un sueño profundo. Con delicadeza, Soobin lo depositó en la cama y lo arropó con suavidad antes de retirarse.
Se sentía mal, terriblemente mal. Había permitido que el rey lo tocara de una manera tan pecaminosa.
Los tres días se desvanecieron en un abrir y cerrar de ojos, un torbellino de ansiedad para Soobin. Mientras tanto, Yeonjun se debatía en su lecho, envuelto en sábanas del más profundo carmesí, consumido por un deseo creciente de tener al alfa entre sus piernas. Era como si su cuerpo estuviera en llamas, ardiendo con una pasión incontrolable que amenazaba con consumirlo por completo.
Cada segundo que pasaba sin la presencia de Soobin a su lado, el rey sentía una desesperación abrumadora. Su mente estaba marañada en pensamientos lujuriosos y fantasías ardientes, mientras sus sábanas se enredaban enredaban en sus extremidades, como tentáculos ansiosos que buscaban saciar su anhelo. El rey ansiaba desesperadamente ver el mismo destello de deseo en los ojos del alfa, la misma intensidad que ardía en su propio ser.
Sus labios, húmedos y rojizos, anhelaban los besos del alfa con una urgencia incontrolable. Eran como pétalos de rosa sedientos de rocío, esperando ser saciados por la lluvia de pasión que solo Soobin podía ofrecerle. Cada respiración entrecortada, cada gemido contenido, era una manifestación de la desesperación del rey por sentir la presencia del alfa, por tenerlo cerca, por fundirse con él en un éxtasis indescriptible.
Se retorcía en su lecho, incapaz de encontrar alivio en la soledad de su habitación. Las sábanas, impregnadas de su deseo, se enroscaban alrededor de su cuerpo, recordándole la pasión que ansiaba desatar con el alfa. Sus manos, temblorosas de anhelo, buscaban el contacto de la piel del alfa, deseando sentir su calor y su fuerza en un abrazo apasionado.
La desesperación del rey era palpable, como una tormenta que se desata en el horizonte, cargada de pasión y anhelo. Su cuerpo, en un estado de frenesí, ansiaba la unión con el alfa, como dos piezas de un rompecabezas que se encajan perfectamente. El rey estaba dispuesto a perderse en el abismo del deseo, a dejarse llevar por la vorágine de sensaciones que solo Soobin podía despertar en él.
El dulce aroma a frutos del bosque que emanaba del cuerpo del rey llenó la habitación, envolviéndolo en su esencia intoxicante. Anhelaba intensamente la presencia de Soobin, su deseo por el alfa se volvía cada vez más abrumador.
Las puertas de la habitación se abrieron de golpe, interrumpiendo la tormenta de pensamientos del rey. Una sirvienta, consciente de la situación del rey, se acercó rápidamente hacia él.
— Su majestad, ¿desea que llame a las sirvientas para atenderlo? — preguntó amablemente la sirvienta, ofreciendo su ayuda.
Yeonjun negó frenéticamente, incapaz de articular palabra alguna en medio de su agitación.
— Trae a mi sirviente. — suplicó el rey, deseando con desesperación la presencia de Soobin. La mujer alzó las cejas, sorprendida por la petición urgente del rey. — ¡Ve ya! — exclamó el rey, completamente frustrado, mientras la mujer asentía y salía corriendo de la habitación.
El rey dejó escapar un gemido de frustración antes de dejarse caer nuevamente en la cama, que estaba empapada por su deseo desbordante.
La mujer corrió por los pasillos en busca de Soobin, desesperada por encontrarlo. Finalmente, lo encontró cerca de la biblioteca, disfrutando de un té que había sido preparado especialmente para él. El rey había comenzado a consentir a Soobin, tratando de captar su atención.
— ¡Soobin! — llamó la mujer al divisarlo, pero rápidamente corrigió su error. — Quiero decir, sirviente real. — se corrigió, consciente de la posición de Soobin. — ¡El rey te necesita con urgencia en su habitación! — exclamó, transmitiendo la premura de la situación.
Soobin arqueó una ceja, sorprendido por la insistencia de la mujer.
— ¿Urgentemente? ¿Yo? — preguntó el sirviente, desconcertado. La mujer asintió, quitándole la taza de té que tenía en sus manos.
— Su majestad ha entrado en su celo. — anunció, y Soobin palideció al recordar ese detalle que había olvidado por completo. — Por favor, ve de inmediato.
No le quedó más opción a Soobin que asentir y dirigirse rápidamente hacia la habitación del rey. A medida que se acercaba, el dulce aroma a frutos del bosque embistió sus sentidos olfativos con fuerza, haciéndolo tomar aire de manera repentina y sintiéndose mareado. Parecía que el rey también había percibido el aroma del sirviente, ya que cuando Soobin abrió las puertas, el rey estaba listo para recibirlo, de pie frente a él.
— Su majestad. — murmuró Soobin, sintiéndose abrumado por el irresistible aroma del omega.
— No necesito que hables. — dijo el rey, su voz cargada de deseo, dejando en claro sus intenciones. — Deja de jugar al niño bueno conmigo. — susurró entre dientes, agarrando a Soobin del cuello de su camisa y adentrándose en su habitación. Los labios del rey se fundieron con los del sirviente en una explosión de pasión desenfrenada.
El fluir del tiempo se detuvo por completo cuando los labios del rey y del sirviente se encontraron en un beso ardiente y apasionado. En ese instante, Yeonjun liberó toda la frustración acumulada, permitiendo que el beso se convirtiera en una válvula de escape para sus emociones desbordantes.
El sabor del deseo impregnaba cada beso, como el dulce néctar de una fruta madura que se deshace en la lengua. Los labios del rey eran suaves y exigentes, mientras que los del sirviente respondían con una entrega igualmente apasionada y ferviente.
Impulsado por una necesidad abrumadora y avivado por la pasión incontenible, el rey empujó al sirviente hacia la cama con una determinación feroz, como un león que se abalanza sobre su presa.
Soobin jadeó, su mente aturdida por la repentina desesperación del rey. Nunca antes había presenciado a un omega en celo, y la intensidad de la excitación que experimentaba en ese momento superaba con creces cualquier cosa que hubiera sentido en sus propios momentos de celo. Era una sensación completamente nueva y avasalladora, como un torbellino de emociones y deseos incontrolables.
El rey se deslizó sobre el cuerpo de su sirviente con una gracia felina, colocándose estratégicamente sobre él y reclamando su dominio con una mirada penetrante y llena de deseo.
— Su majestad —susurró Soobin, su voz cargada de sumisión y ansias contenidas— ¿Está seguro de esto?
El rey, en respuesta, se abalanzó sobre el cuello del sirviente con una ferocidad apasionada. Sus labios suaves y hambrientos, sus dientes firmes y traviesos, y su lengua húmeda y juguetona exploraron cada centímetro de la piel expuesta de Soobin, dejando marcas ardientes como insignias de posesión.
— No necesito palabras —murmuró el rey con voz ronca, su aliento cálido acariciando la piel sensible del sirviente— Hoy, solo deseo sentirte, sin restricciones ni objeciones. Sé que anhelas esto casi tanto como yo.
Un gemido escapó de los labios de Soobin cuando los dedos del rey se aventuraron audazmente hacia la intimidad del sirviente, acariciando con destreza y provocando oleadas de placer que se extendían por todo su ser. La humedad y la erección que había pasado desapercibida hasta ese momento se hicieron evidentes, como un fuego ardiente que ardía en lo más profundo de su ser.
El rey soltó una risa cargada de excitación y orgullo, deleitándose con el poder que ejercía sobre su sirviente. Con un movimiento hábil, dejó al descubierto la plenitud del miembro de Soobin, mientras una brisa fresca acariciaba la punta sensible, transmitiendo una sensación placentera y electrizante que recorrió cada fibra del cuerpo del sirviente, haciéndolo estremecerse de placer y anticipación.
En ese mismo instante, el sirviente decidió tomar las riendas de la situación y se aventuró a deslizar con suavidad la prenda superior del rey, una tela casi traslúcida que parecía susurrar secretos al rozar la piel del monarca. Era un tono puro y radiante, comparable a las perlas que adornaban su cuello, y al deshacerse de aquella larga bata de dormir, reveló un cuerpo desnudo que emanaba una belleza celestial.
Yeonjun, lejos de detenerlo, se entregó al placer de sentir cómo el sirviente acariciaba su piel con delicadeza, desvelando su cuerpo desnudo ante sus ojos. Cada roce era como una caricia divina, despertando sensaciones eléctricas que recorrían su ser y alimentaban el fuego de la pasión.
El rey se alzó sobre el cuerpo del sirviente, erguido y majestuoso, cuando este rodeó su cintura con ambas manos. La cintura del monarca se ajustaba perfectamente entre los dedos del sirviente, como si hubiera sido moldeada por los mismos dioses. Su cuerpo era un pecado capital, una obra maestra esculpida con precisión y dedicación. Cada línea y curva parecían haber sido trazadas por los más talentosos artistas, mientras que su piel, bañada por la suave luz de la luna, resplandecía como un lienzo en el que se plasmaba la perfección misma.
El rey era una visión de belleza y sensualidad, una encarnación viva del arte en su forma más exquisita. Cada centímetro de su piel irradiaba una elegancia sublime, realzando sus atributos con una gracia innegable. Era como si el mismísimo universo hubiera conspirado para crear una obra maestra única en su género, un regalo divino que solo podía ser apreciado por aquellos afortunados que tuvieran el privilegio de contemplarlo.
— Solo déjamelo a mí —susurró el omega con determinación, colocando sus palmas en el pecho del alfa antes de impulsarse ligeramente con sus piernas. Con habilidad, logró encajar el miembro del rey en su húmeda entrada, utilizando una de sus manos para alinearlo mejor. Un gemido escapó de sus labios cuando sintió cómo la punta penetraba de golpe, llenándolo con una mezcla de dolor y placer indescriptible.
Y aunque el recuerdo del momento en el comedor no se borraba de la memoria de Soobin, nada podía compararse a la sensación de calor húmedo que envolvía su miembro mientras se encontraba rodeado por el rey. Aunque fuera solo la punta, el éxtasis y la conexión que experimentaban en ese instante eran incomparables y los transportaban a un mundo de pasión y deseo desenfrenado.
Soobin no quería presionar al rey, pues desconocía las emociones que este estaba experimentando. Sin embargo, de repente, fue el rey quien se sentó de golpe sobre su sirviente, arrancándoles a ambos un gemido de placer.
— Maldición —murmuró el rey, maldiciendo ante las sensaciones tan placenteras y abrumadoras que lo embargaban. Era la primera vez que experimentaba su celo de esta manera y solo podía pensar en que si hubiera conocido la existencia de Soobin antes, habría mandado a destruir ese pueblo años atrás.
Yeonjun inclinó la cabeza hacia atrás, adaptándose al tamaño de su sirviente. Mientras tanto, Soobin deslizó sus manos por el vientre del rey, sorprendiéndose al notar cómo este se abultaba ligeramente. Sintió un atisbo de preocupación, temiendo lastimar al rey, pero este no parecía preocupado por ello. En cambio, comenzó a moverse en círculos sobre el miembro del sirviente, provocando gemidos de placer ante las nuevas sensaciones que se desataban en ellos.
El alfa jadeó, dejando escapar un aliento cálido, mientras inclinaba ligeramente la cabeza hacia atrás, relajándose ante los movimientos suaves del rey. Pero de repente, un hambre voraz se apoderó de él, quemando cada célula de su cuerpo. Yeonjun gimió cuando el sirviente se sentó de golpe, sin que las manos del alfa se separaran de su cintura. El rey sonrió, satisfecho al ver el brillo lujurioso en los ojos del sirviente, y no detuvo sus movimientos. Yeonjun bajó la mirada, deleitándose en cómo el sirviente ahora manejaba sus caderas con maestría, tomando el control sin esfuerzo alguno.
— Eres tan ligero —comentó el sirviente, dejando un rastro de besos húmedos por todo el pecho del omega, ascendiendo hasta sus labios. El rey recibió con gusto aquellos besos dulces pero feroces del sirviente, intensificando aún más la pasión que ardía entre ellos, sincronizando cada movimiento de sus caderas en un compás de éxtasis compartido.
Sus labios se separaron en el preciso instante en que los movimientos de sus caderas se volvieron más bruscos y rápidos, haciendo que el rey soltara un gemido fuerte y clavara sus uñas en la espalda del sirviente. Este último tomó al rey de los muslos y se puso de rodillas sobre la cama antes de caer sobre el cuerpo del monarca, sin causarle daño alguno, al contrario, adentrándose aún más profundamente en él.
— ¡Soobin! —gimió el rey, como en todas aquellas fantasías que hasta ahora solo habían existido en su mente.
El rey se aferró al cuerpo del sirviente, sintiendo cómo los movimientos de este se volvían cada vez más rudos y voraces, golpeando justo en su punto más sensible. Era evidente que el alfa se estaba dejando llevar por sus instintos.
Entonces fueron arrastrados por la intensa y placentera sensación del clímax, perdiéndose en un éxtasis compartido que los transportó a la cima del placer. En ese momento, solo existían ellos dos, sus cuerpos fusionados en una danza de éxtasis y liberación.
Los latidos acelerados de sus corazones se desaceleraron gradualmente, mientras recuperaban el aliento y se sumergían en la calma que sigue a la tormenta de la pasión. Se quedaron abrazados, sus cuerpos aún temblorosos por las oleadas finales de placer, disfrutando del calor del cuerpo del otro.
En ese fugaz instante, se sumergieron en un oasis de calma y despeje, justo en el umbral de la inminente tormenta que comenzaba a amenazar sus destinos.
oaaaa, yo sé que van a decir "dit wtf dónde chota está el final abierto" YA SÉ, peren que falta el extra. Que lo iba a hacer acá inicialmente pero no creí que el cap tendría 10mil palabras...
jijiji lo k se viene loko, solo quiero terminarlo para ver como se enojan conmigo.
Avisen errores.
Cap concluido el viernes 12 de enero del 2024 a las 8:34am. Dit madrugadora? no, recién me voy a dormir.
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