No soy diferente, pero sí única
Final alternativo de la historia "No soy diferente, pero sí única" de la escritora Jeral_love, escrito por WangNini_
"Hola, amor, espero que estés bien. El motivo de mi mensaje es para decirte que te tengo un regalo. Si quieres recibirlo te espero en media hora en el parque, ¿vendrás o me dejarás esperándote?"
Por supuesto que iría y me alegro de que mi madre justo haya salido a hacer un par de trámites para terminar de ajustar los detalles del viaje. Me apresuro en arreglarme y salir hacia nuestro lugar de encuentro, con el estómago convertido en un nudo de nervios.
Allí está él, esperándome con su hermoso cabello que le hace resplandecer como si lo rodeara un halo de luz y de pureza. No le doy tiempo siquiera a saludarme, pues inmediatamente me cuelgo de su cuello y le planto un beso en los labios. Daniel me mira con los ojos abiertos, sorprendido de mi manera tan brusca, pero no puedo evitarlo, no cuando sé que será la última vez que lo vea en mucho tiempo.
Mi corazón ansioso revolotea mientras caminamos en dirección a un pequeño lago que hay un par de metros más allá y luego se detiene un instante cuando lo veo arrodillarse frente a mí.
¿Acaso me pedirá matrimonio? Soy demasiado joven para casarme.
—Este es un anillo de promesa, Mar —pronuncia suavemente—. Con este anillo refuerzo y dejo constancia de mi amor por ti, de que mi amor es tan real que nada podrá disiparlo.
Lo miro desde arriba, con una sonrisa gigante en los labios. Estoy demasiado feliz, feliz porque con esto me confirma que me ama de la misma manera en la que yo lo hago.
—¿Mariana? —Una tercera voz suena a mi espalda.
Me giro lentamente para encontrarme con el rostro de mi madre, que nos observa a Daniel y a mí con las cejas elevadas. Su expresión está pidiendo a gritos una explicación, pues mi novio se encuentra arrodillado frente a mí sosteniendo un anillo.
—Hola, mamá —digo en medio de una risa nerviosa.
—¿Quién es él? —Pregunta con una mueca extraña en los labios.
Cierto, no había tenido tiempo de presentarle a Daniel.
—Es Daniel, mi novio.
Él finalmente se pone de pie y estira su mano hacia mi madre, con la intención de estrechársela, pero ella no le corresponde y simplemente se dedica a mirarme.
—Tu novio —repite—. ¿El que dijiste que habías conocido el primer día de clases? —Desvía la mirada hacia él un instante y luego me mira. Yo asiento con la cabeza—. Mariana, este chico es mayor que tú, es imposible que sea un compañero de tu clase...
—Soy su profesor —interviene entonces Daniel.
El rostro de mi madre se desfigura por el espanto y lo único que logra hacer es tomarme del antebrazo para alejarme de él.
—¡Mamá! —Reclamo.
—Señora, déjeme explicarle —pide Daniel con una sonrisa tranquilizadora—. Salí antes de la escuela y entré muy joven a la universidad...
—¡No me importan tus explicaciones! —Le interrumpe mi mamá, apretándome el brazo con fuerza—. No me importa si eres más joven que un profesor común y corriente, ni tampoco si es que tienes la misma edad que Mariana. ¡Ella sólo tiene dieciséis años! ¡¿En qué estabas pensando, enfermo?!
—¡Mamá! —Reclamo una vez más, llamando su atención.
Entonces comienza a caminar, arrastrándome con ella mientras comienza a regañarme en voz alta.
—¡Estás en serios problemas, Mariana! ¡¿En qué estabas pensando?!
Me zafo de su agarre, sin importarme si eso me lastima todavía más es brazo, y ella se gira a mirarme con los ojos desorbitados.
Jamás la había visto tan enojada.
—¿Por qué crees que puedes estar ausente durante toda mi vida y un día simplemente decidir qué es lo mejor para mí? —Le pregunto con la respiración agitada.
—¡¿Qué es lo que estás diciendo?! ¿Estás...? ¿Estás recriminándome por no estar en casa? Mariana, sabes que así es mi trabajo.
Asiento con la cabeza mientras intento volver a la calma. No llegaremos a ningún lado si las dos nos encontramos en este estado.
—Lo sé, mamá —respondo con suavidad—, y lo entiendo. Te juro que lo hago. Pero nunca estás en casa y prácticamente he tenido que valerme por mí misma los últimos años, no creo que simplemente un día puedas llegar y desordenar todo a tu antojo.
Veo claramente cómo su mandíbula se aprieta, sé que no le ha gustado lo que le he dicho, pero de alguna manera debo hacer valer todo lo que he construido durante este corto tiempo. Ella no podrá lograr que mi relación con Daniel se rompa solo por el simple hecho de que no está de acuerdo.
Finalmente, me doy media vuelta y camino en dirección hacia donde todavía se encuentra mi novio, observando todo a lo lejos. Sé que al tomar esta decisión estoy tirando un montón de cosas por la borda: mi nueva vida en otro país y, sobre todo, la posibilidad de acceder a aquella operación que tanto he deseado.
Pero sé que vale la pena, que mi amor por Daniel es más fuerte que todo y que, con o sin operación, él me seguirá amando de la misma manera en la que lo hace.
Le tomo la mano para que ambos sigamos caminando, aunque no estoy muy segura de dónde debería ir. Sólo sé que no volveré a casa. Él me lleva hacia su casa, un pequeño apartamento cercano a la escuela que es pequeño y muy acogedor. Me dice que me puedo quedar a vivir con él si es que lo deseo, pero que nadie en la escuela debe enterarse y yo lo entiendo, pues él podría perder su trabajo y quizás a mí me llegaría una reprimenda.
Pero quiero quedarme con él, así que lo hago. Sigo yendo a clases, saliendo media hora después de la que sale él de casa, para que nadie nos vea, y debo obligarme a mí misma a fingir que apenas conozco al profesor Daniel, aunque sea él la persona que me mima por las tardes, me acompaña en la cena y duerme a mi lado durante las noches.
Es una doble vida que estoy dispuesta a llevar hasta que acabe el año escolar, así podré cambiarme de escuela y ya no tendré que soportar nada de esto.
Sin embargo, debí suponer que esto no terminaría en un felices para siempre. Al cabo de un par de semanas, mientras Daniel dicta su clase de los lunes, se escucha un estruendo en el pasillo que llama la atención de todos y luego de un par de segundos, dos hombres uniformados de negro entran al salón de clase, toman a Daniel por las muñecas y lo esposan para llevárselo.
En aquel momento mi corazón se detiene y, sin importarme si el resto se da cuenta de todo, me pongo de pie y corro detrás de ellos, gritando que por favor no se lo lleven, que no ha hecho nada malo. Otro hombre llega por mi espalda y, expresando palabras de calma, me conduce hacia la oficina de la directora.
Junto a ella se encuentra mi madre, con las manos unidas sobre su regazo, tal y como hace cuando está nerviosa. Se apresura a abrazarme, aunque yo no le respondo, y murmura cientos de agradecimientos a la directora.
—Daniel ya no podrá hacerte nada, Mariana —asegura la mujer detrás de su escritorio, con una sonrisa alentadora.
—¿Qué sucederá con él? —Le pregunto.
Mis ojos se llenan de lágrimas, sé que nada bueno puede salir de esto y que será él el que reciba todas las consecuencias. Perderá su empleo en la escuela y seguramente nunca pueda encontrar otro porque su expediente quedará manchado.
—En este momento se lo llevarán detenido, pero se someterá a un juicio y probablemente termine en la cárcel —me explica—. No te preocupes, Mar, ya pasó todo lo malo.
Mi vista se desvía al rostro de mi madre. Sus ojos llorosos me causan náuseas y me provocan ganas de gritarle, de echarle la culpa de todo lo que está sucediendo. Ha sido ella quien ha recurrido a la policía por el simple hecho de que me he escapado de casa y quizás qué ha dicho para que finalmente recurrieran a llevarse a Daniel.
Me paso el resto de la tarde encerrada en mi habitación, sin poder dejar de pensar en todo lo que ocurrió en la mañana y todo lo que está por ocurrir. Quisiera poder llamar a Daniel o poder irlo a ver a la comisaría, pero sé que mi madre no lo permitirá.
Y quizás él tampoco quiera verme en este momento.
—Nos iremos mañana, Mar —me anuncia mi madre, entrando a la habitación.
Me siento sobre el colchón y la observo desde mi posición.
Realmente no puedo creerlo.
—¿Por qué?
—Porque debemos estar allá lo antes posible.
—No —niego con la cabeza—. ¿Por qué has hecho eso?
Sabe a lo que me refiero. Suelta un suspiro y se sienta a mi lado en la cama, su mirada luce confundida y la verdad yo también lo estoy.
—Tenías razón —dice después de un momento—, no puedo simplemente llegar y querer cambiar toda tu vida si jamás he estado en ella —hace una pausa y mi corazón termina por acelerarse como si estuviera corriendo una maratón—. Pero finalmente he decidido venir a buscarte, ya no estaremos más tiempo separadas.
Trago saliva, intentando bajar el nudo que se me ha formado en la garganta. A pesar de que siempre he entendido la razón por la que ella no pudo estar siempre conmigo, sigue siendo un tema sensible para mí. No podía evitar sentir que me estaba abandonando cada vez que la veía irse en el taxi que la llevaría al aeropuerto, aunque siempre camuflé todo con una sonrisa y un tranquilo "nos veremos luego, mamá".
—Ya —respondo, asintiendo con la cabeza—, pero ¿por qué le has hecho eso a Daniel? No lo merece, es mi novio y estamos enamorados...
—Mariana —me interrumpe—, su relación no podía ser.
Me quedo esperando a que diga algo más, pero no lo hace. Aquella respuesta me deja con un sabor amargo en la boca y las lágrimas nuevamente se hacen presentes en mis ojos.
—¡¿Por qué dices eso?! —Pregunto en medio de un jadeo—. Él no es un hombre mayor, es muy joven, y me ama.
Mi madre acuna mi rostro entre sus manos para que la mire a los ojos. Ella también se ve triste, aunque no sé con exactitud la razón.
¿Estará triste por mí?
—Mar, escucha, él es el profesor y tú su alumna. No importa si es que no hay una gran diferencia de edad o si es que es prácticamente nula. Él es tu profesor, no es profesional ni ético que tenga una relación contigo. Su relación no puede ser.
Aquello termina por romperme y me desmorono sobre su regazo. Ella me abraza y me acaricia el cabello, como hacía cuando era pequeña, antes de dejarme sola durante tanto tiempo. Mi corazón late adolorido mientras pienso en todo lo que he vivido este último tiempo, desde que conocí a Daniel hasta hoy en la mañana, cuando se despidió de mí con un tierno beso en los labios y luego se fue a la escuela.
Si tan solo las cosas hubiesen seguido su rumbo, si tan solo mi madre no hubiese vuelto con aquella oportunidad entre manos, todo seguiría como estaba antes y yo seguiría siendo feliz.
Porque ahora... Ahora me siento incluso más miserable que antes y realmente no sé cómo afrontaré todas las cosas nuevas que vienen por delante. No sé de dónde sacaré la valentía para seguir adelante si es que Daniel no está conmigo.
Fin.
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