𝟶𝟷. ¿POGUE O KOOK?
〘 chapter one 〙
⚘ Pogue or Kook?
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𝐋𝐎𝐒 𝐆𝐑𝐀𝐙𝐍𝐈𝐃𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀𝐒 𝐆𝐀𝐕𝐈𝐎𝐓𝐀𝐒 𝐒𝐄 𝐄𝐒𝐂𝐔𝐂𝐇𝐀𝐁𝐀𝐍 𝐁𝐀𝐉𝐎 𝐄𝐋 𝐂𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐀𝐓𝐀𝐑𝐃𝐄𝐂𝐄𝐑. Sus siluetas eran pequeñas que formaban sombras en el terreno, sombras que eran testigos del paso del tiempo. El atardecer, aquí —en la terraza de una mansión de propiedad privada y en reformas de la isla—, era sin lugar a dudas, mágico. El mar estaba justo delante nuestra, proporcionándonos mejores vistas.
Éramos conscientes de los tintes anaranjados que se formaban y ganaban al azul para luego transformarse en un firmamento rojo bajo los rayos del sol que iluminaban nuestro rostro y en poco tiempo, ya estábamos bajo una mancha oscura en un cielo estrellado.
Mis noches favoritas eran aquellas donde había luna llena pues el movimiento de las olas bajo la luz cándida me proporcionaba tranquilidad, sin ruidos externos, sin contaminación acústica. Era una maravilla paradisíaca vivir en Outer Banks.
Y a los Pogues, eso les encantaba.
Y ahora, os estaréis preguntando: ¿quiénes son los Pogues? Somos nosotros, exceptuándome a mí. Nuestra misión principal es divertirnos este verano sin parar.
Aunque con precaución, claro.
John B estaba caminando por el borde de la azotea, manteniendo un pie levantado, concentrándose en no perder el equilibrio mientras miraba el movimiento de las olas para no despistarse. Levantaba levemente las manos hacia ambos lados para mantenerse firme y en una llevaba una lata de cerveza. Su cabello ondulado castaño se mecía de un lado a otro con el contacto suave de la brisa.
Bebió y llevó un pie hacia adelante sin tocar terreno, al vacío.
A eso se le llama no tener precaución.
Este de aquí, era John. Un chico bastante amable y educado. Era todo lo que estaba bien en este mundo aunque a veces se le iba la olla.
—Te vas a caer, JB —le dije mientras ponía los ojos en blanco—. Baja ya de ahí, por favor.
—¿Qué habrá? ¿Una caída de tres pisos? —preguntó con sarcasmo Pope desde abajo—. Te doy una probabilidad entre tres de sobrevivir.
John suspiró y se chupó un dedo. Luego, lo alzó y nos miró a todos con una ceja alzada.
—¿Lo hago?
—Sí, salta —le contestó JJ que estaba a mi lado. Balanceaba el antebrazo de un lado al otro y las piernas hacia adelante y hacia detrás en una pose parecida al aburrimiento en los huecos del soporte de metal. Nosotros dos estábamos en una plataforma todavía más elevada que John pero estábamos sentados y, para variar, no estábamos de pie a pocos pasos de estrellarnos la cabeza—. Sí, hazlo, a ver qué pasa —continuó sarcásticamente mientras se colocaba la gorra roja hacia atrás en su cabello rubio. Su camisa verde con mangas extremadamente cortas me recordaba a las mismas que se solían poner los modelos californianos.
Solo que Maybank no era un modelo. Era único y me gustaba así.
JJ era mi mejor amigo o bueno, eso creía. Fruncí el ceño al pensarlo, espero que no lo haya visto. La cosa es que él era demasiado tonto y yo, por el contrario, demasiado lista. Es broma, es broma. Pero él, rara vez se preocupaba por algo, cosa que a mí sí me pasaba. Muchas veces veía un mundo allí donde había innumerables opciones y soluciones para avanzar sin torturarme.
Si alguien le insultaba se reía del insulto en su cara. Y yo, en cambio, le daba muchas vueltas a la cabeza. ¿Y si es verdad? ¿Y si tiene razón? ¿Y si soy así? Y un largo Bla Bla Bla. Sabía que debía de aprender mucho de él aunque parezca raro. Exceptuando la idiotez.
Y también estaba enamorada de él en secreto, cosa que no le iba a decir ni aunque estuviera en peligro inminente.
—Sí, hazlo. Mientras, te dispararé —continuó Pope desde abajo que empezaba a preocuparse aunque no lo pareciera.
—¿Sí? ¿Me dispararás? —preguntó John, divertido. Apuntó con una de sus manos a Pope—. Poom.
—¡Eh! —dijo Kiara mientras venía hacia nosotros—. ¡Van a poner retretes japoneses con calentadores de toallas! —No estaba para nada emocionada, más bien, indignada.
Y yo también.
—Claro que sí, ¿por qué no? —preguntó Pope. Estaba emocionado.
—Espera, no puede ser —dije, sin creer lo que estaba oyendo—. Esto es un hábitat de tortugas.
—No lo es, lo era —contestó a toda prisa JJ para molestarme. Le fulminé con la mirada. Hizo una reverencia ante mi amenaza.
En realidad y aunque no lo parezca, a JJ le importaban las tortugas…
Pero le importaba más molestarme.
—Exacto, pero, ¿a quién le importan las tortugas…? —preguntó Kiara llena de indignación. Su cabello rizado y negro junto con sus pantalones cortos y florales me recordaban a Hawaii. Le encantaba ese estilo y a mí también.
Kiara era mi mejor amiga, ella y yo éramos iguales. Ambas teníamos esa obsesión por ayudar al medioambiente y a los animales. Tenía una gran admiración por las tortugas y los delfines, siempre que podía estaba ayudándolos o haciendo campañas por el bienestar animal. Además de eso, manteníamos a raya a JJ cuando tiraba residuos al suelo y no al contenedor adecuado. En especial, los cigarros y las latas de cerveza.
—Odio las toallas frías —contestó John con tono despreocupado. Todavía seguía arriba.
—¿Harás el favor de no matarte? —preguntó Kiara. Desde que lo vio en ese estado, frunció el ceño. No le gustaban ese tipo de juegos como a mí; si es que se llamaban juegos estar al borde del precipicio con una pierna alzada y una lata de cerveza en la mano.
—No derrames cerveza —JJ los miró a ambos y bebió de su lata, aparentemente despreocupado—. No te daré otra que lo sepas, me costaron caras.
—No te costaron nada, querrás decir —le rebatí yo—. Las robaste.
—No las robé —dijo con cara de suficiencia—. ¿Tengo pinta de ladrón?
—No me hagas contestar a eso, por favor —le contesté entre risas.
—¡No las robé! —exclamó y viendo mi expresión me dirigió una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Tan poco confías en mí? ¡Para eso están los amigos! —gritó a la nada, mirando al cielo—. ¡Para que te tachen de delincuente! —Hizo una pausa para mirar a John—. ¿JB, permiso para tirarme contigo?
—Permiso concedido —le dijo, sonriente—. Pero no mientas, todos sabemos que las robaste.
—Y si fuera eso cierto, cosa que obviamente no es —bromeó JJ sin darse por vencido—. El tiempo en el que tardó en robarlas para vosotros, malos Pogues, cuesta dinero.
—¡Ajá! —exclamé yo señalándole con el dedo—. ¡Las robaste!
—¡No he dicho eso!
—¡Sí que lo has dicho! —JJ se acabó la lata y empezó a abrir otra. Estaba a punto de advertirle sobre los riesgos que tiene el alcohol en la salud cuando alzó la vista de nuevo hacia John—. Oye, en serio, cuidado con la cerveza.
Todo normal y corriente, preguntando por la seguridad de la cerveza y no por la tu amigo, recalco, mejor amigo.
John perdió el equilibrio justo en el borde y sus dedos se doblaron hacia delante, ahogué un grito y cerré los ojos pero lo que escuché fue la lata al contactar con el terreno, haciendo un sonoro chasquido. La cerveza se desparramó.
—Mierda… —Oí maldecir a John.
—¡Por supuesto...! —proclamó JJ—. Si antes lo digo, ocurre. Lo has hecho de diez.
—¡No! ¡No! —exclamó John a su vez mirando la lata toda aplastada.
—Mira el lado bueno, JB —contesté al verlo demacrado—. Al menos no has sido tú en caer al suelo. Ahora mismo estarías en el mismo lastimoso estado que la lata.
—Capullo. —Kiara se acercó a mí mientras miraba a JJ que tiraba la segunda lata al suelo—. Recoge las latas. —Luego alzó la vista—. Y tú, John, baja ya de ahí.
JJ le dirigió una sonrisa que decía de todo menos «te voy a hacer caso».
—¡Tíos! ¡El segurata! —vociferó Pope que venía corriendo hacia nosotros—. Hay que largarse.
—¡Vaya! ¡Qué pronto viene hoy! ¿No? —John caminó por el tejado y bajó de un salto por la plataforma trasera. Ya podría haberlo hecho antes para evitar coger nervios innecesarios.
—¡Venga! ¡Yuju! —exclamó JJ que ya se había incorporado dando un rodeo rápido con su cuerpo. Aproveché que estaba cerca de él para ponerme delante y obscatulizándole el paso con un leve carraspeo. Me miró con la ceja alzada, como si no se creyera lo que estaba haciendo—. ¿Qué haces? Tenemos que irnos o nos pillará.
—Las latas —le dije y las miré de reojo—. Recoge las latas. Vamos. Venga, venga.
Kiara se acercó a mí, sonriente, rompiéndole el paso a Maybank de cualquier salida que pudiera tener por los lados.
—¿En serio? —JJ nos observó poniendo los ojos en blanco pero finalmente, obedeció—. ¿En serio preferís ir a prisión a dejar las latas tiradas? —Ninguna de las dos nos miramos pero ya sabíamos la respuesta.
—¡Sí! —dijimos al unísono.
—¡Está bien, está bien! —exclamó JJ qué ya había colocado cada lata debajo de sus axilas—. ¿Así está bien? Desde luego, no entiendo a las chicas. Y, ¿desde cuando tengo dos madres?
—Venga, deja de preguntar y vámonos —me ayudó Kiara. John y Pope ya estaban cerca de nosotros.
—¡Espera, espera! —exclamó JJ mirando a John—. ¿Y a él no le decís nada? Tiró la lata al suelo.
—Se le cayó, no lo tiró como lo hace otro cuyo nombre sé muy bien —le informé, además estaba en el balcón de abajo, no daba tiempo de recogerla—. son dos cosas muy distintas. ¿En serio prefieres ir a prisión a dejar una lata caída? —Le pregunté con el mismo tono que había usado él antes para preguntarme casi lo mismo. Me dirigió el dedo corazón como respuesta—. ¡Gracias por ser tan colaborativo!
—¡Gracias por ser tan pesada!
—Venga, tíos —nos interrumpió Pope, preparándose para correr—. Luego seguís discutiendo, tenemos que irnos.
—¡Gary! —exclamó John, divertido—. ¿Eres tú? ¡Sabes que soy yo! —No obtuvo respuesta—. ¡Yo también me alegro de verte, colega!
Yo bajé por las escaleras deslizantes junto con Kiara y Pope. John y JJ optaron por saltar de un lado a otro.
—¿¡Ya es la hora, Gary!? —vociferó JJ—. ¡Hoy no se te pegaron las sábanas al pompis, eh!
Gary era un policía; nuestro policía. Casi siempre nos pillaba por allí pero nunca nos alcanzaba.
A JJ le encantaba ponerlo de los nervios. Bueno, pensándolo mejor, le gustaba poner de los nervios a todo el mundo.
—¿Sabes que lo estás provocando, verdad? —preguntó Kiara dando varios pasos hacia delante.
—Te la estás ganando —informó Pope que se adelantaba nuestro paso.
—¡Yuju! —gritó JJ saltando de otra plataforma. En pocos segundos, ya lo teníamos a diez pasos por delante nuestra.
Cuando entramos al edificio, bajamos por las escaleras entre risas y exclamaciones.
—¡Venga! ¡No nos va a pillar! —dijo JJ al estar ya en la planta baja. Ya veíamos las calles y algún que otro coche mal aparcado.
Pope se resbaló pero se incorporó al instante.
—¡Alto! —exclamó Gary dirigiéndose hacia nosotros—. ¡Deténganse! ¡Van hacia ti! ¡Atrápalos!
Genial, se había traído a un amiguito esta vez.
—¡Claro que sí! —JJ seguía provocándolo. Aproveché que seguía estando cerca de él para darle un codazo en el brazo. —¡Ay…! ¿¡A qué vino eso!? —Una de las latas cayó al suelo. JJ me miró agudizando la mirada, intuyendo lo que iba a decirle—. Ni se te ocurra…
—¡Recógela!
—¡Has sido tú! —gritó entre risas.
—¡Venga, vámonos! —John se posicionó delante nuestra y nos cogió a ambos por los antebrazos—. ¡Vamos, vamos!
—Pero la lata…
Maldije por lo bajo.
—¡Lo tengo, lo tengo! —gritó el segundo policía atrapando a JJ.
Este hizo como que se resbalaba para aprovechar la propia fuerza del agarre y se zafó de las manos del policía que perdió la inercia al instante.
—¡Lo siento! ¡No me van los abrazos, tío! —exclamó JJ pidiéndole perdón con las manos. Ahora corriendo sin mirar hacia delante.
—¿¡Podrías dejar de hacer el idiota tan solo un instante y mirar hacia delante!? —preguntó Kiara sin poder remediarlo.
—No vaya a ser que se estampé contra la pared y se quede peor de lo que está… —susurré en voz lo suficientemente baja como para que no me escuchara mientras saltaba un pequeño bache.
—¡Te he oído…! —JJ, sumido en la diversión, saltó un gran mueble y se metió de lleno en el recoveco de dos paredes, le seguimos el paso pero a menor velocidad—. ¡Tira, tira, Pope! ¡Venga, venga! ¡Vamos, corre! ¡Corre! ¡Correeeeee!
Pope trepó una gran valla, a este los siguieron John y JJ. Kiara igual. Y yo me quedé para el final, mirándola, era de casi dos metros de altura y tenía varias rejillas pero nunca antes había hecho algo así. Todas las veces que nos pillaban había unas escaleras deslizantes que me ayudaban a subir pero esta vez, no estaba. Eché la vista hacia atrás, Gary y su compañero corrían hacia mí.
Vi que JJ se subió a una roca en el otro lado y puso su cuerpo en torno al lado de la valla para no perder el equilibrio y desde arriba aprovechó para dirigirme una de sus miradas pícaras.
—¿Ya estás cansada, tía? La diversión solo acaba de comenzar. Venga, Vamos. —Estiró un brazo hacia mí, entrelacé mis dedos con los de él y tiró con fuerza. Coloqué un pie sobre la rejilla más cercana y luego, el otro. Repetí la acción sin apartar la mirada de JJ para no mirar hacia atrás. Luego, JJ me abalanzó hacia arriba, al estar ya en la altura adecuada, salté y con un suspiro, me incorporé. Puse mis manos sobre mis rodillas y doblé mi cuerpo hacia delante mientras intentaba recuperar el aliento—. ¿Por qué no subiste cómo lo hicimos nosotros? ¿Tenías miedo?
Estuve cinco segundos sin dirigir ni una palabra. Luego, me incorporé y lo miré como si fuera un tonto.
—No me pagan lo suficiente por hacer el mono como lo hacen contigo.
Justo como me imaginé, se rió del insulto. Oír su sonrisa me produjo una sensación agradable. Nos reímos juntos. Eso era lo bueno de JJ a pesar de ser un pesado con sus bromas, siempre sacaba su lado dulce y se preocupaba por los demás.
—Eres un idiota.
—Venga, vamos, anda. ¿Quieres que te dé de la manita para que la niña no se rompa las uñitas? —me preguntó con sarcasmo, tendiéndome la mano.
Se la aparté de un manotazo.
—Ja, ja, qué gracioso.
Los Pogues eran callejeros y se habían acostumbrado a vivir en la calle. Muchas veces para conseguir un buen trabajo y algo de dinero. Los Kooks, por el contrario, eran más de hogar y lo tenían todo hecho. No debían currárselo mucho para obtener las cosas.
—¡Vamos, chicos! ¡Vamos! —nos gritó John desde lejos.
—¡Alto, niñatos de mierda! —Gary se estampó contra la valla.
—¡Flipante, Gary, hoy te lo has currado! ¡Te vas calentito a casa! —gritó JJ a mi lado.
—¡Ya nos vamos! —exclamó Pope—. ¡Quédate quieto y recupérate!
Pope tropezó con una pequeña rama y JJ le dio varias palmadas en la espalda dando una vuelta completa con su cuerpo mientras saltaba una roca.
—¡Venga, va, va, levanta!
Los ánimos lo ayudaron y se levantó corriendo.
Me fijé en que John ya había puesto la furgoneta en marcha y se paró delante nuestra. Fui la primera en subir, detrás de mí estaba Kiara. Y, por último, Pope y JJ, Maybank se había quedado para ayudarlo.
—¡Wujuuu! —exclamó Kiara mientras cerraba la puerta cuando ya estábamos todos listos.
—¡Alto! ¡Parad! —vociferó Gary detrás nuestra, estaba corriendo detrás del vehículo con una mano alzada, desesperado—. ¡Parad, cabrones!
Al subir, la falda se me levantó como una flor al vuelo. Me puse roja mientras miraba a Kiara pero esta se limitó a sonreírme.
—No te preocupes, no te vieron y si lo hicieron, no le prestaron mucha atención. John es demasiado respetuoso con las mujeres, Pope está en su propio mundo y JJ... —Miramos a JJ que empezó a hacerle caritas a Gary—: está muy ocupado haciendo el papel que mejor se le da: el papel de tonto.
Tras agradecerle que me haya calmado, me puse en el asiento de copiloto. Al lado de John.
—¡Fijáos en Gary ganándose un aumento! —bromeó John a mi lado mientras conducía. A su lado, varios muñecos hawaianos con faldas verdes y collares de flores danzaban al mismo ritmo del coche. Uno era una mujer y otro, un perro. Sí, un perro con falda y sujetador con conchas. ¿Por qué no? Me imaginé a Gary siendo uno de ellos y no pude evitar reírme—. Se lo merece.
—¡Vamos! ¡Tú puedes, Gary! ¡Sigue así! —lo animó Kiara—. ¡Cualquier reto que te propongas, puedes conseguirlo! —Kiara era demasiado benevolente pero el reto que se proponía era detenernos, creo que sería mejor no animarlo a hacerlo.
—¡Digo que paréis! ¡Parad ya! ¡Más despacio! —Gary se estaba quedando sin aliento.
—Ha dicho que vayas más rápido —gritó JJ a John. Había abierto la puerta de nuevo solo para fastidiar a Gary.
—Para ya tío —se quejó Kiara mientras se sentaba para observarlo—. Le va a dar un infarto.
Miré hacia atrás. JJ estaba asomando medio cuerpo por la puerta.
—¡Eh! —gritó—. ¡Estás muy cerca, ánimo! ¡Ánimo! —Otro que tenía ganas de detenernos—. ¡Mira, toma! —Cogió una lata de cerveza de los asientos y se la lanzó—. ¡Para que recargues las pilas o te sirva como alivio para el dolor tras el duro golpe que te comiste! —Gary no pudo lograr atraparla—. Si no te pagan lo suficiente, colega. Déjalo ya.
—JJ, para ya —le dijo Kiara agarrándolo de la camisa para que volviera.
—Déjalo en paz —murmuré pero Maybank era muy testarudo cuando se divertía como un niño pequeño.
—Venga ya —contestó JJ, sonriente—. Con esa iniciativa lo está pidiendo a gritos. —Se oyó un grito de desesperación—. ¿Lo véis?
John se rió.
En poco tiempo, ya habíamos pasado el cartel de «BIENVENIDO A OUTER BANKS» y por fin, entramos a nuestro territorio.
Los Outer Banks, el paraíso en la tierra, donde o tienes dos trabajos o tienes dos casas, dos tribus o una isla.
Los barcos costeros estaban a rebosar en la costa y en el mar, los surfistas tomaban un largo descanso en la playa para renovar las pilas para el día siguiente.
Pasamos por Figure Eight, la parte rica de la isla y el hogar de los Kooks. Casas lujosas, campos de golf del tamaño de un jardín real, piscinas enormes en las terrazas y un largo etc. Yo vivía allí y Kiara también, pero pasábamos la gran parte del tiempo con los chicos del otro bando: John, Pope y JJ.
Rebasamos esa localidad y un cartel que decía «NO PESCAR. TERRITORIO POGUE». Ahí significaba que ya estábamos en el territorio de otro bando. El de mis amigos.
El lado sur de la isla, también conocido como El Arrabal o The Cut. Vive la clase trabajadora que se gana la vida limpiando mesas, lavando yates, organizando excursiones. El hábitat natural de… ¡redobles de tambores, por favor! Los Pogues.
Claramente se veía la diferencia. Ahora en vez de casas, había chozas. En vez de campos de golf, había senderos con hierba alta. En vez de piscinas…, había piscinas, sí, pero llenas de basura y sin limpiar.
Pogues eran cebo, carnaza, marginados, incomprendidos, los últimos de la cadena alimentaria, o eso decía John. Lo malo de los lugareños que son Pogues es que los ignoran y pasan de ellos. Y lo bueno es que, los ignoran y pasan de ellos. Podían hacer lo que les daba la gana cuando le daban la gana.
JJ era el mejor amigo de John y también el mío, lo dije anteriormente pero no me paré en explicarles los detalles importantes sobre él.
¡Redobles de tambores otra vez, por favor! Maybank se hizo amigo de John desde tercero y es el estereotipo de lugareño. El último de una estirpe de surfistas, pescadores, bebedores y contrabandistas que se ganan la vida en el mar. Sí, has leído bien, contrabandista.
Una pena que haya sacado la parte de contrabandista de sus antecesores.
De tal palo, tal astilla.
Aunque nadie surfeaba tan bien como lo hacía él, opinión que John compartía conmigo. Ahora bien, no le digáis que JB y yo pensamos eso sobre él, se le subirá mucho por la cabeza.
También era un poco cleptómano y futuro evasor fiscal. Y tanto que sí.
Luego estaba Kiara.
—Chicos —dijo al examinar el mar, rompiendo los murmullos de JJ con Pope—. Hablemos de microplásticos…
—Oh, no… ya empezamos —se quejó JJ sentándose en la parte trasera de la furgoneta.
Kiara no le hizo caso.
—¿Habéis oído hablar de una pequeña isla que está contaminada por culpa de la gente que deja los envases de plástico tirados porque la gandulitis no les ofrece fuerza de voluntad para caminar dos metros y tirar el residuo en el contenedor correspondiente?
—¡Yo sí, Ki! —Ladeé el rostro a un lado—. Daría lo que fuera por ver cómo esas mismas personas se atragantan con su propio plástico en vez de los animales que no tienen la culpa de que algunos humanos sean tan necios. —Kiara me dirigió una gran sonrisa como si hubiera dicho lo más bonito que ha oído en su vida.
—Psicópatas... —susurró el rubio.
Kiara, cuando no está salvando tortugas, escuchando a Marley o tatuándose delfines, sale con nosotros. Kiara es una Kook como dije antes pero está en ambos mundos. Su familia es dueña de un naufragio de toda una institución así que se forran con los turistas que vienen durante todas las temporadas.
Luego estaba Pope. Un tipo bastante inteligente y amable. Ganador de una beca de excelencia.
Aunque un poco rarito.
Su padre, Heyward es todo una leyenda así que si necesitas cualquier cosa de la isla, él puede conseguirla.
Así que solo quedaba John. Yo lo llamaba JB.
Le miré de reojo con una sonrisa. Él me la dirigió también.
Era esa clase de chico atractivo e inteligente que cuesta mucho conseguir. Me encantaba su estilo y su forma de comportarse con los demás. En especial, conmigo. Teníamos esa clase de trato de hermano mayor y hermana menor aunque tampoco me pasaba tantos años.
Y esta, era mi pandilla. No rebosaba de dinero pero sí de valores que no se podían comprar como la amistad que habíamos formado con el transcurso del tiempo.
Definitivamente, me quedaba con los Poles.
Eran increíbles.
🌴🐚¡ALOHA! 🐚🌴
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🐳Cuanto más interacciones tenga, más seguidas serán las actualizaciones.🐳
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