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⊱❑┇ Tony Stark ┇❑ ⊰

— Bien, por suerte no hubo ningún daño en el nervio obturador —murmuró Stephen mientras revisaba algunos papeles en su tabla holográfica—. Aunque no puedo decir lo mismo del nervio femoral.

Sentí que se me helaba la sangre.

— ¿Qué quiere decir exactamente con eso? —pregunté, notando cómo las palmas de mis manos empezaban a sudar con una ansiedad exagerada. No quería imaginar algo peor.

— A pesar de los esfuerzos por evitar complicaciones durante la extracción del objeto, este causó un daño considerable al momento de impactar —explicó con ese tono clínico tan propio de él—. Perdimos tiempo valioso. Tiempo que pudo haber marcado la diferencia.

— ¿Y eso qué significa...? ¿El daño es grave?

Stephen se tomó un momento, como si estuviera eligiendo con cuidado cada palabra. Maldita sea, eso nunca es buena señal.

— El nervio femoral es fundamental para la movilidad. Controla la flexión de la cadera y la capacidad de doblar la pierna. Sin él funcionando correctamente, moverse... se vuelve complicado.

— Sea directo, Stephen —dije entre dientes, conteniendo el temblor en la voz.

— La movilidad de _____ se verá afectada de forma casi permanente —declaró finalmente. Su voz era firme, pero en sus ojos vi una sombra de pesar—. Con fisioterapia intensiva, podríamos lograr una mejoría, incluso avances considerables... pero no volverá a ser como antes.

La noticia me golpeó como un ladrillazo en el pecho. Por un momento, me quedé sin aire.

Permanente.
La palabra retumbaba en mi cabeza como una campana maldita.

Sentí cómo la frustración me subía por la garganta, ardiendo con rabia. No solo por el daño físico. Sino porque... sabía lo que esto significaba para ella. El ballet. Su escape. Su refugio. El único lugar donde parecía encontrar paz desde que entró en mi vida.

— No le digas nada por ahora —dije al fin, tragándome el dolor como podía—. Sé cómo reaccionaría. No es... recomendable que se altere estando en el hospital. No ahora.

Stephen asintió sin decir más. Sabía que para mí también era difícil escuchar esto.

Cuando volvimos a la habitación, lo primero que vi fue a mi hija cambiando de canal en el televisor con el control en mano, visiblemente aburrida. Tenía esa expresión de concentración intensa que ponía cuando algo la frustraba: la nariz ligeramente arrugada, los labios fruncidos. Esa simple imagen me sacó una sonrisa inevitable.

— Adivina a quién me encontré en el pasillo —solté, intentando sonar casual. Ella giró la cabeza hacia mí, sonriendo apenas.

Me dolía verla así. Pálida, los ojos apagados, sin la chispa usual que siempre llevaba. La fragilidad en su cuerpo contrastaba con su actitud orgullosa. Se notaba que estaba débil. Como si no hubiese probado bocado en días.

— Señor Strange, ¿qué lo trae por aquí? —dijo con una ceja alzada mientras se acomodaba para ver más allá de mi hombro—. No sabía que tendría una visita tan honorable —bromeó, con un dejo de ironía que me hizo pensar sí, definitivamente es mi hija.

— Supongo que hay circunstancias que ameritan mi presencia, señorita Stark —respondió Stephen, acomodándose con tranquilidad al lado de la camilla.

Ese tono... ese maldito tono suyo me incomodaba. Elegante, sereno, como si supiera demasiado. Siempre parecía estar un paso delante.

— Lástima que sea de esta manera. Habría preferido una invitación a cenar —añadió ella con esa sonrisa traviesa que usaba cuando coqueteaba... o cuando quería molestarme.

Y el muy condenado se rió. Como si no estuviera presenciando a mi hija semiinmóvil en una cama de hospital.

Mañosita el feto andante que tengo por hija, pensé mientras apretaba los dientes.

— Calmada, vaquera. Que no se te olvide que aún estoy aquí —reclamé, solo para recibir una mirada de fastidio que decía "ya empezaste."

— Solo es una broma, papá —respondió con un suspiro, y luego, con indiferencia—. Aunque bueno... tampoco me negaría a una buena invitación.

— Me halaga la propuesta —replicó Strange, manteniendo su sonrisa diplomática—, pero por ahora, lo que más me interesa es su recuperación.

Más te vale que sea así, maguito de feria, pensé con los brazos cruzados.

— La verdad, solo quiero saber cuándo podré irme de este lugar —dijo ella, ladeando la cabeza mientras se rascaba la frente con gesto incómodo—. Odio estar aquí.

— No tendrás que preocuparte por eso, linda. Voy a arreglar todo para que regreses pronto a la Torre.

— Es importante que continúe en observación mientras esté aquí —intervino Stephen, ahora más serio—. La herida fue profunda. De hecho, fue casi de entrada y salida.

El ambiente cambió de inmediato.

La expresión de _____ se apagó. Su cuerpo se tensó, los hombros cayeron. Evitó mirarnos directamente, y no dijo una sola palabra mientras Strange estuvo presente en la habitación.

Las horas pasaron, pero su silencio persistió. Respondía con asentimientos, miradas vagas, o simplemente se quedaba mirando el techo. Algo no cuadraba. Algo le pasaba, y no quería decirlo. Y aunque me ardía la garganta de preguntas, me las tragué. No quería empujarla ni provocar un estallido que empeorara su estado.

Pero la conocía. Sabía que algo se había roto.

Y me mataba no poder arreglarlo

⊱❑┇ _____ Stark ┇❑ ⊰

Mi cabeza era un remolino de pensamientos, todos revueltos, enredados como nudos imposibles de desatar. Por más que intentaba actuar con frialdad o indiferencia, bastaba con que alguien mencionara el nombre de Thor para que mi mente se viera arrastrada de nuevo a aquellos malditos días en Asgard.

Si estuviera en mis manos retroceder el tiempo y evitar pedir la liberación de Loki... tal vez lo haría. Cambiaría esta camilla, el dolor y el caos, por estar tranquila en casa, sin molestar a nadie. O incluso seguir en Asgard, concentrándome en ese poder que ahora duerme dentro de mí.

Pero por otra parte... no lo haría. El tiempo que pasé con Loki, antes de que me mintiera, fue hermoso. Me sentía segura con él, incluso cómoda. Admito —aunque me cueste— que hasta me gustaba cuando se mostraba frío. Me encantaba un hombre que casi me mata, que estuvo a punto de asesinar a mi padre, conquistar el planeta... y cuya reputación está marcada por las mentiras y las travesuras.

Creo que tengo un serio problema. Y apenas ahora comienzo a notarlo del todo.

Aun así, me sigo preguntando... ¿en serio creía que algo entre nosotros podía funcionar?

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Después de tres largos y horribles días llenos de exámenes, inyecciones y agujas, por fin estaba lista para salir del hospital. Papá había hecho algunos arreglos para que continuara con la rehabilitación en la Torre, con la ayuda de Nat y, según él, los mejores fisioterapeutas de la ciudad.

—¿Necesita algo más?

—No, Happy. De hecho, aún me cuesta creer que hayas dejado tu recuperación para venir a trabajar de nuevo.

—Sabes que cumplo con mi deber pase lo que pase, ______ —respondió mientras quitaba los frenos de la silla de ruedas—. Además, tú sabes que no me gusta quedarme quieto.

—No hay nada que detenga al buen Harold. De eso no hay duda —bromeé.

Happy empujó la silla con cuidado, aunque no lo suficiente como para evitar que me chocara un par de veces con las esquinas del pasillo.

—¿Seguro que puedes llevarme tú? —pregunté, cada golpe me hacía ver estrellas—. Mis manos no están heridas, puedo...

—No. Yo la llevaré. Es mi trabajo —me interrumpió, y nos encaminamos al ascensor.

—Happy, deberías estar descansando, no llevándome hasta casa —dije, notando sus manos vendadas—. Deberías recuperarte bien antes de volver.

—Si lo dices por esto —levantó una mano—, son solo rasguños. Nada grave.

—Happy... —le reproché.

—¿Por qué no mejor hablamos de tu viaje a las tierras lejanas de los dioses nórdicos?

Mala idea de tema.

—Me imagino que viste criaturas mágicas y mucha hechicería, ¿no? —insistió.

—Sí... algo así.

—¿No te hiciste alguna amiga? —No sabía si hablaba en serio o si bromeaba, pero era lo último que quería recordar en ese momento.

—La mayoría tiene más de mil años. Dudo que quieran una cita con alguien que, a sus ojos, tiene edad de niño.

El ascensor se detuvo. Antes de que las puertas se abrieran, me subí la capucha y me puse unos lentes de sol, imitando a Happy.

La noticia de que la "afortunada" hija de Tony Stark estaba internada era como sangre para los buitres. Alguna enfermera había visto a papá el día del accidente y se corrió el rumor. Era inevitable: a pesar de todos sus esfuerzos, la prensa se enteró de la fecha de mi salida. Así que, por supuesto, una horda de reporteros y paparazzis nos esperaba en la puerta.

—El auto ya está afuera.

—Y los entrometidos de siempre también —dije, fastidiada al verlos tras los vidrios.

Me cubrí el rostro con el brazo mientras cruzábamos. Los flashes comenzaron a disparar como metralla, y las preguntas nos llovieron.

—¡Señorita Stark! ¿Es cierto que fue raptada por alienígenas?

—Puede ser. ¿Quieres que les pase el número de tu madre, por si acaso?

—¿Es verdad que la encontraron con una flecha en el cuerpo?

—Me han encontrado con muchas cosas en diferentes playas. No debería sorprender a nadie.

—¿Fue Hawkeye quien la atacó?

—¿Qué razones tendría un Vengador para atacarme? —respondí a la pregunta más absurda del día. Miré a Happy—. Ya vámonos, por favor.

—¡¿Por qué no responde, señorita Louise?!

Decidí ignorar el resto. No tenía energía ni para decirles de qué color eran mis bragas.

El equipo de seguridad intentó abrirnos paso, pero uno de los reporteros empujó la silla, provocando que un dolor desgarrador me recorriera. Solté una maldición entre dientes.

Happy discutió con él, mientras una guardia me ayudaba a subir al auto. El dolor seguía aumentando, pero solo quería salir de ahí.

—¿Estás bien? —preguntó Happy al cerrar la puerta.

—Sí. Vámonos.

Ya en marcha, el dolor se volvió insoportable. Me llevé la mano a la herida, presioné... y una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo. Alcé la sudadera: la venda estaba empapada en sangre.

—Говно...

—¿Qué pasa? —me miró por el retrovisor.

—Nada. Tranquilo.

—En Asgard no tenían estos problemas, ¿verdad?

Guardé silencio.

—Bueno, aunque me imagino que los accidentes también ocurren allá.

—Más de lo que te imaginas...

—Pero seguro viste muchos príncipes, ¿no? No me digas que no tuviste pretendientes.

Por primera vez, sentí que Happy era insoportable.

—¿Podrías solo conducir? —lo miré por el espejo—. Esta conversación me está hartando.

—Sí... lo lamento.

—Gracias.

El resto del viaje transcurrió en silencio, solo el murmullo de la radio acompañándonos.

⸻

Al llegar, la entrada del garaje también estaba plagada de periodistas. El ruido y los flashes deslumbraban a Happy, y a mí me retumbaban en la cabeza, más fuerte con cada minuto. Desde la pelea con Thor, esos ecos se habían vuelto constantes. Y más insoportables.

No supe cuándo estacionó. Solo noté que bajó y me ayudó a salir. Subimos en el ascensor hasta el último piso.

Las puertas se abrieron y, en la sala, el tío Steve leía un libro que reconocí al instante: Moby Dick. Qué irónico.

—Hasta que por fin llegas —saludó, cerrando el libro—. Creí que iban a hacerte un especial en el noticiero.

—Ni me lo digas. No sé cómo aguantan a esa gente.

—Yo me encargo —le dijo a Happy—. ¿Tanto tiempo fuera y ni un "te extrañé", señorita?

—No quiero inflar tu ego, tío paleta... pero mentiría si dijera que no.

—También te extrañamos. Bastante.

—¿Podrías llevarme a mi cuarto? Estoy... agotada.

Asintió y me acompañó. Hizo lo posible por dejarme cómoda, aunque eso era casi imposible con el dolor que sentía.

—Si necesitas algo, estaré afuera leyendo.

—Claro —respondí con una leve sonrisa.

⸻

Apenas salió, me forcé a levantarme y caminar hasta el baño. Necesitaba verme en el espejo.

—¿Jarvis?

—Señorita Stark, bienvenida.

—Gracias —me quité el abrigo con dificultad—. ¿Podrías hacer un escaneo y decirme mi estado actual?

—Por supuesto. [...] Presenta una herida abierta en el abdomen con pérdida de sangre considerable. Su temperatura corporal es baja.

—Maldita sea...

Fui retirando el vendaje empapado. Tenía que cambiarlo ya.

—¿Desea que llame a alguien?

—No. Puedo hacerlo sola. Ni se te ocurra avisarle a papá.

Me apoyé en el lavamanos, busqué el botiquín y lo tiré del estante alto. Recogí lo que necesitaba.

—Jarvis, no digas nada a nadie. Estoy bien.

Me senté en la tapa del inodoro y comencé a retirar la malla que mantenía cerrada la herida. Mojé una toalla con alcohol y la presioné sobre la herida. Mordí mi dedo para no gritar del dolor.

Necesitaba una forma de cerrarla.

Magia.

Recordé a la reina Frigga.

"Relájate."

Respiré hondo.

"Serena tu mente."

Cerré los ojos, vacié mis pensamientos y comencé a recordar el conjuro.

"Y solo siente cómo fluye la magia por tus manos, princesa."

Esa última frase sonó tan cerca... Me sobresalté, derribé varios frascos del lavabo.

—Mierda, no, no, no...

Me agaché por inercia. Olvidé la herida de la espalda. El dolor me atravesó como un rayo. Me sostuve del lavamanos... y resbalé.

—¡Dios! ¡Ya me cansé de ser tu mejor guerrera!

—¿S.J.?

La voz de Nat me congeló.

Intenté levantarme, limpiarme, ocultar el desastre.

—Hey, revoltosa, me estás asustando —abrió la puerta sin avisar—. ¡¿Pero qué demonios estás haciendo?!

—¡Es para un proyecto de ciencias!

Ya ni siquiera tenía tutores para justificar semejante estupidez.

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Yo en la vida soy como la rayis tratando de dar excusas.

Holaaaaa mis corazones.
Aquí de vuelta con otro cap nuevo un poco más corto que los anteriores pero quería actualizar un poco más rápido.

Prontito subiré talvez algo de smut, no tan explícito pero ajá.

Sin más quiero agradecerle a cooper_cox por la nueva portada y banners para mí historia, quedaron hermosos.❤️

Y bueno pues agradecerles a ustedes por llegar hasta aquí conmigo y acompañarme en este intento de buena historia que estoy haciendo.
ya saben que amo cuando comentan y es lo que más me motiva a seguir escribiendo.