
𝐈𝐥𝐮𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐃𝐞𝐥 𝐏𝐚𝐬𝐚𝐝𝐨
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⊱❑┇ _____ Stark┇❑ ⊰
Desperté al girarme y notar el espacio vacío a mi lado.
La ausencia fue lo primero que sentí.
Abrí los ojos con dificultad, la luz que se colaba por el balcón hería mi vista como si el mundo me castigara por lo que había hecho.
Mi cabeza palpitaba con una mezcla de resaca y confusión. Cuando al fin pude enfocar el resto de la habitación, me encontré con el desorden: ropa por el suelo, copas a medio vaciar, restos de una noche que parecía sacada de un sueño... o una locura.
Me llevé la mano al rostro, intentando ordenar mis pensamientos, pero solo una imagen se repetía, vívida, intensa.
Loki.
Bajé la mirada hacia mi cuerpo, aún envuelto en las sábanas revueltas, y no pude evitar que el recuerdo me golpeara de lleno.
—Carajo... —murmuré, cubriéndome con el resto de las sábanas como si eso pudiera ocultarme de la realidad—. Papá me va a matar...
No era el hecho de haberme acostado con alguien lo que me preocupaba.
Era con quién.
La hijita de Tony Stark...
Pasando casi todo su viaje en compañía de un hombre que su padre consideraba inestable, peligroso, "inconfiable".
Y ahora, como guinda del pastel, había terminado en su cama.
Muy Stark de mi parte.
Con un suspiro resignado, hice aparecer ropa ligera con un gesto de magia. No podía quedarme ahí tirada, y menos en ese desastre. Ni siquiera estaba en mi habitación.
Recolecté mis cosas y las dejé sobre uno de los sillones. Cuando me acerqué a la cama para acomodar las sábanas, algo captó mi atención: una pequeña mancha roja sobre la tela blanca.
Me quedé helada.
Definitivamente... no fue un simple sueño húmedo como intenté convencerme por un segundo.
Retiré la sábana con cuidado y la dejé doblada a un lado, para que quien entrara después a limpiar supiera llevársela. Me peiné rápidamente, recogí el resto de mis pertenencias y salí de la habitación con cautela.
Era la habitación de Loki.
Y no necesitaba rumores corriendo por los pasillos.
Me asaltó una sola pregunta mientras avanzaba por los corredores en silencio:
¿Dónde estaba él?
No lo sentí moverse, no lo escuché salir... y eso, viniendo de él, era extraño.
Pero no quise arruinar el momento con suposiciones. Por una vez, quería quedarme con el recuerdo dulce.
Cuando finalmente llegué a mi cuarto y cerré la puerta tras de mí, lo vi.
Algo reposaba sobre mi cama.
Algo que no estaba ahí cuando me fui.
Tomé la pequeña rosa entre mis manos. Era fría al tacto, pero a la vez cálida... como él.
Delicada, translúcida, parecía esculpida en una fina capa de hielo. Una flor imposible, y por eso, tan perfecta. Tan Loki.
Mis dedos temblaron al desplegar la nota. La leí una, dos... cinco veces.
La caligrafía era suya. Esa mezcla entre elegancia y caos que reflejaba su mente.
Imaginé su voz murmurando aquellas palabras, con ese tono grave y pausado, y sentí un vértigo cálido en el pecho.
Guardé la nota dentro de uno de mis libros —ese que siempre llevaba conmigo— y coloqué la rosa en un jarrón olvidado que hasta entonces solo servía como decoración. Ahora tenía propósito.
Mi "mañana" comenzó como cualquiera: entre música y rutina. Tomé mi ropa interior, el iPod, y me encerré en el baño. No sabía cuánto tiempo había pasado en la tina, solo que ya iba por la séptima canción de la playlist. Me sentía... bien. Mejor de lo que había estado en días.
— I want to lay it at your feet... 'Cause boy, I was made for you —canturreé al salir del agua, moviendo la cabeza al ritmo— ¡And boy, you were made for me!
Me miré al espejo, improvisando mi propio concierto. Sí, le había cambiado algunas palabras, pero esa era la magia del momento.
— I was made for lovin' you, baby, you were made for lovin' me... —empuné el cepillo como micrófono, cantando con energía— And I can't get enough of you, baby... can you get enough of me?
Me cepillé los dientes, sequé el cabello y por fin me vestí con mis prendas normales. Extrañaba sentirme yo misma.
Unos mom jeans, un top violeta, un cárdigan blanco con manchas negras y mis tenis blancos (que ya no eran tan blancos).
Tomé el iPod, los audífonos, una manzana del frutero que siempre aparecía como por arte de magia... y salí rumbo a las celdas, escoltada por mis "guardianes", que más bien parecían perros esperando orden.
—Buenos días, grandote —saludé con un mordisco final a mi manzana, al llegar frente al guardia—. Ya sabes a qué vengo.
—Lo lamento, Lady Stark, pero hoy los prisioneros no tienen permitido recibir visitas.
—¿Ocurrió algo? —me incliné, intentando mirar a través de la reja. Nada.
—Todavía hay invitados retirándose del palacio. No sería... —me lanzó una mirada cargada de insinuación— apropiado que un prisionero anduviera suelto mientras los reyes de otros reinos se despiden.
—Claro... —respondí con sarcasmo, rodando los ojos—. Haré como que no insinuaron que el príncipe escaparía.
Le sonreí con esa falsedad que dolía más que cualquier insulto y di un paso al frente.
—En serio. Necesito entrar. Tengo una lección pendiente con el príncipe.
El hombre carraspeó y bajó la lanza en señal de negativa.
—Pensé que esa lección ya se había adelantado anoche... durante la fiesta, Lady ______.
—¿Disculpe? —le quité el auricular con lentitud, furiosa—. Mire, no me gusta ponerme en este plan.
—Solo repito lo que se me ha comunicado. No tiene por qué ocultar sus verdaderas intenciones con el príncipe. Yo sé perfectamente cuáles son.
Inspiré hondo, sintiendo el enojo golpearme en la garganta.
—Le recuerdo que está hablando con Louise Stark, aliada de Midgard, invitada del Rey Odín, amiga del príncipe Thor, y aprendiz de la Reina Frigga.
Así que ahórrese sus insinuaciones de mierda y abra esa puerta de una vez.
El silencio se hizo espeso.
—Lo lamento, Lady Stark. Son órdenes desde más arriba.
—Bien... —dije entre dientes—. Será mañana entonces.
Me giré con dignidad, pero no sin lanzar mi último dardo.
—Nos vemos después, pedazo de Ходячий дерьмо.
Mis fieles acompañantes me seguían como sombras.
—Vamos, Pancho. Juancho. Mamá tiene hambre —dije con resignación.
El resto del día fue... aburrido.
Ni Thor, ni Frigga.
Supuse que ella estaría entretenida con las últimas visitas y él... probablemente muerto de resaca.
Pasé por la biblioteca, los jardines y finalmente regresé a mi habitación cuando la tarde empezó a caer. Mis pasos siempre seguidos por los guardias. Un reality show sin cámaras.
Me dejé caer sobre la cama mirando el techo.
Aún pensaba en lo extraño que fue no haber sentido a Loki irse por la mañana.
Pero al menos dejó un gesto que bastaba por mil palabras.
Volví a mirar la rosa.
Tan pequeña... tan única.
Sonreí sola.
Justo entonces, alguien tocó y abrió la puerta. Solo una persona tenía ese nivel de confianza.
—Pensé que habías seguido la fiesta en otro reino —bromeé al ver a Thor entrar.
—Tuve la intención, pero estaba demasiado cansado —respondió mientras se sentaba en las escaleras del balcón—. Aunque creo que tú y mi hermano llevaron su propia fiesta a otro nivel.
—¡Cállate! —le lancé un cojín—. Solo salimos por aire. El ambiente se volvió insoportable en el salón.
—Deberías haber visto la pelea que estalló en cuanto se fueron. Por poco y arruinan la noche antes de que sirvieran el postre.
—¿Tan grave fue? —Thor asintió. Me tapé la cara con una almohada y solté un grito ahogado.
Mi showsito me había salido caro.
—¿No me vas a contar lo que pasó anoche? —me miró con curiosidad.
—No. El chisme te tiene mal, Thor. Eres terrible disimulando.
—Vamos, ______... haré lo que me pidas.
Lo miré de reojo. Si tanto insistía...
Quizás no era tan mala idea.
—Está bien —sonreí como quien prepara una trampa dorada—. Siempre quise trenzarte el cabello desde que nos conocimos. Así que siéntate, y no te muevas.
Pasé casi toda la noche con Thor. Logré convencerlo de dejarme arreglarle el cabello —algo que siempre quise hacer— y hasta se dejó aplicar una de las mascarillas que traje conmigo desde Midgard. Entre risas y trenzas, le conté parte de lo que había pasado con su hermano la noche anterior. Estaba justo llegando al punto más importante, cuando me interrumpió con una expresión entre asombro y desconcierto.
—No puedo creer que Loki se haya comportado así... —dijo con voz baja, casi incrédula—. Es cariñoso con madre, claro, pero nunca al extremo que estás describiendo.
—Supongo que... son posiciones distintas —musité, aplicando arcilla sobre su mejilla—. Su madre es una cosa... y yo soy otra.
—Aun así, es extraño. Él no suele permitir que nadie se acerque tanto.
La verdad, yo también lo sentí extraño... pero si hasta Thor lo encontraba fuera de lo común, entonces era claro que lo que viví esa noche no era algo que se repitiera con frecuencia.
—Pero apuesto a que no fue lo único que pasó, ¿verdad? —añadió Thor con una sonrisa ladina.
Me limité a negar con las mejillas encendidas, mientras él soltaba una carcajada estrepitosa.
—¡Lo sabía! ¡Debí apostar! Me habría forrado en oro.
—Shhh, no te emociones tanto, beach boy —me acomodé detrás de él para seguir con su peinado—. Además, no he sabido nada de él hoy...
—Es precaución, pequeña Stark —dijo girando apenas para mirarme con una sonrisa amable—. Seguro mañana lo verás. Se darán muchos besitos, caricias, y luego...
Lo golpeé en la cabeza antes de que siguiera. Era imprudente, pero lo quería como a un hermano.
—Cállate o te unto la mascarilla en todo el cabello —lo amenacé, a lo que él solo respondió con una carcajada.
Thor me dijo que esperara hasta el día siguiente.
Y lo hice. Uno... tres... cuatro días. Semanas. Un mes.
Pasó casi un mes y no tuve ni una sola señal de Loki. Me dijeron que no estaba en condiciones de recibir visitas, que estaba delicado, que necesitaba reposo. Cada día una excusa nueva. Y cada día, una ansiedad distinta en mi pecho.
¿Estaba enfermo? ¿Había perdido el control? ¿O, tal vez... no quería verme?
Su madre, la reina Frigga, había partido unos días antes a una reunión con otras magas en un reino lejano. Thor, por su parte, estaba viajando de reino en reino resolviendo conflictos con sus amigos. Y yo... me quedé atrapada entre hechizos, libros y la gema que, para colmo, resultó no ser única.
Insistí. Pregunté. Presioné a doncellas, sirvientes y guardias. Pero todos me daban la misma respuesta: no podían hablar de él. No estaban autorizados. No sabían. No, no, no.
Lo único que me quedaba era aquella rosa marchita en el jarrón, aferrada a su fragancia y al recuerdo de una noche que ya parecía un espejismo.
Cerré el libro con fuerza. No podía más.
Creé una ilusión para distraer a los guardias —nada perfecto, pero lo suficientemente convincente— y salí. No podía seguir esperando.
Cerca de la entrada a las celdas, vi a una doncella salir cargando libros. Reconocí de inmediato a quién pertenecían. Nuestros ojos se cruzaron apenas un segundo, pero bastó para que la siguiera, guiada por el presentimiento de que algo no estaba bien.
La vi hablar con otra doncella, entregando los libros a un sirviente antes de susurrar algo. Me acerqué con cautela, usando magia para que no me notaran.
—Por fin terminé de llevar las cosas del príncipe —suspiró la castaña—. Aunque esté en una celda, lo siguen consintiendo como si nada.
—Por lo menos ya no tendremos que ir más a ese lugar —respondió la rubia—. Estar entre delincuentes no es lo mío.
—Aún no entiendo por qué le dieron una habitación...
Me detuve en seco. ¿Una habitación?
¿Qué habitación? Nadie me había informado de ningún traslado. Nadie me dijo nada.
El presentimiento en mi pecho se convirtió en un nudo. Cambié mi apariencia con uno de los hechizos que había aprendido sola y volví a acercarme. Fingí no oírlas, pero claramente ya sabían que las seguía.
—Por suerte la reina regresa mañana —se quejó la rubia—. No soporto tener tantas tareas.
—Somos afortunadas, Sigyn —rió la castaña empujándola con la cadera—. Al menos no nos persigue la midgardiana.
¿Midgardiana? ¿Yo?
—Pobre Ellia, dice que esa mujer no deja de preguntar por el príncipe. Es un fastidio constante —rió la otra—. Sigue yendo hasta las celdas como una tonta creyendo que él aún está ahí.
No aguanté más.
Deshice la ilusión, mostrándome ante ellas. El miedo les congeló el rostro en cuanto me vieron.
—¿Dónde está? —pregunté, con voz fría como el acero—. ¿Dónde está Loki?
—L-lady Louise... no fue mi...
—No quiero excusas. Habla.
—E-el príncipe Loki... se encuentra en el ala este. Es la única puerta, al fondo del pasillo —dijo la rubia, tragando saliva.
No esperé más. Corrí. Corrí como si se me fuera la vida en ello. Escuché los pasos de las doncellas siguiéndome, pero ya no me importaba.
Me habían mentido. Me habían ocultado todo. Y yo, como una idiota, me aferré a una rosa.
Frente a la puerta del ala este, dudé. Sabía que lo que iba a encontrar podía herirme. Pero también sabía que no podía seguir viviendo sin saber la verdad.
Toqué la puerta. Una vez. Dos. Tres.
Una mujer abrió, con el rostro rígido, sin saber cómo reaccionar.
—¿Necesita algo, Lady Louise?
—Quiero ver a Loki. Sé que está aquí.
La mujer miró hacia adentro, luego a las doncellas detrás de mí, como si evaluara el riesgo. Y entonces, lo supe.
Algo no andaba bien.
—Lo lamen...
No terminó.
Abrí la puerta de golpe con un chasquido de mi mente.
Y en ese instante, sentí cómo mi corazón... simplemente se detuvo.
Ahí estaba él. Ese dios que una vez la miró como si fuera su todo, ahora en brazos de otra mujer. La desconocida deslizaba sus manos por su pecho, acariciando su piel expuesta mientras lo alimentaba con una cucharada de postre. Ambos voltearon al notar su presencia, pero la mirada de Loki fue tan fría que la atravesó como un puñal.
—¿Q-qué está pasando? —preguntó _____ con la voz quebrada, sus ojos recorriendo el salón, como si necesitara confirmar que aquello era real—. ¿Loki?
—No deberías estar aquí —dijo él, incorporándose con parsimonia mientras se ajustaba la ropa.
—Respóndeme... de una maldita vez.
Las manos de _____ sudaban. Cada fibra de su ser le gritaba que huyera, que aquello era una pesadilla, un malentendido... tenía que serlo.
—Pues como puedes ver —respondió con frialdad—, estaba disfrutando un momento agradable antes de que llegaras a arruinarlo.
—¿"Un momento agradable"? ¿Loki, por qué no supe nada de ti en casi un mes?
Él soltó una carcajada seca, girando los ojos con desdén mientras avanzaba hacia ella.
—¿De verdad vas a empezar con reclamos ahora?
Su corazón latía con violencia. Todo en ella quería correr, pero sus pies no se movían.
—Loki... —intentó tomarle la mano, pero él se apartó con desprecio.
—Me sorprende lo ingenua que eres... Patética criatura.
—Habla claro —exigió ella, alzando la barbilla con determinación mientras lo miraba a los ojos—. No entiendo qué está pasando.
O tal vez sí. Tal vez lo sabía... pero se negaba a aceptarlo.
—Y pensar que creí que había algo en esa cabecita tuya —susurró él con una sonrisa venenosa, inclinándose hacia su rostro—. Fuiste el placer de una noche. Nada más.
—¿Q-qué?
—Lo que oíste. Aunque debo admitir que para ser una simple mortal, no estuviste tan mal. Llegué a pensar que tal vez sentía algo por ti... pero luego de acostarnos, quedó claro que no.
—Esto... esto tiene que ser una broma —murmuró _____, su voz apenas un suspiro—. ¿Y la rosa? ¿Por qué me la diste?
—¿La rosa? —repitió burlonamente—. Solo fue un gesto para calmar tus dramas. ¿De verdad creíste que significaba algo?
—¿Por qué? —preguntó, más para sí que para él, sintiendo que el mundo se derrumbaba bajo sus pies.
—Poder —confesó sin un ápice de remordimiento—. Hay algo en ti que me pertenece. Intenté obtenerlo por distintos medios, pero necesitaba mi cetro. Nada más.
—El trono... eso es lo único que siempre quisiste, ¿verdad?
—Exacto. Pero tuve una ayudita inesperada —sonrió con arrogancia—. Y con eso, finalmente alcanzaré mi objetivo. Ya no tengo que seguir fingiendo interés por una patética midgardiana.
—Eres un idiota.
—¿Eso fue un insulto? Porque tengo muchos más si quieres intercambiar.
_____ se quedó en silencio, sus puños apretados con tanta fuerza que le dolían. El dolor era insoportable. Había sido una estúpida. Creer que algo perfecto podía durar.
—Debí imaginarlo... —murmuró, bajando la mirada—. Debí verlo venir.
—Tu necesidad de afecto te hizo caer en la trampa —se burló—. Estás tan rota que creíste que un poco de amor podía reconstruirte. Eres una asesina. Una criatura insignificante, abandonada. Ni siquiera tu figura paterna te quiso. Solo has servido para satisfacer los deseos de otros.
_____ soltó una risa seca, amarga, cargada de rabia y dolor. Aquello llamó la atención de Loki.
—¿Qué? ¿La ratita se ríe del engaño?
—Ay, Loki... —sonrió con ironía, apartando la mirada—. Puedo ser todo lo que dices: basura, rota, indeseada. Pero hay algo que jamás podrán decir de mí: que lastimé a quienes me amaron, que traicioné su confianza.
—Si eso es tu intento de hacerme sentir mal, te aseguro que solo me da risa.
—Al menos no soy la burla de un reino entero... y de otro planeta —se acercó lentamente a él, evaluándolo de arriba abajo—. Seré pequeña, humana e insignificante, pero aún así, ni con toda tu magia estás a mi altura.
—Oh, preciosa... —rió con altanería—. Al fin muestras los colmillos.
—No somos tan distintos, ¿sabes? —cruzó los brazos, observando a las doncellas que la habían seguido, aunque decidió ignorarlas—. Pero tienes razón. No somos iguales. Yo jamás haría algo tan cobarde como esto.
—No tienes ni idea de quién soy, criatura patética.
—Y tú nunca entenderás lo que es tener valor —se giró hacia la puerta—. No fue un placer conocerte, Loki Laufeyson. Desde este instante, estás muerto para mí... como yo lo estoy para ti.
El dios no respondió. Su rostro ya no expresaba nada.
_____ se dio media vuelta y salió, cerrando las puertas tras de sí con un portazo que retumbó en los pasillos.
—Lady _____... ¿se encuentra b—
—Sí —sonrió con cortesía, sin que llegara a sus ojos—. Gracias por avisarme. Me disculpan, iré a mi habitación.
Cuando se alejó lo suficiente, la sonrisa se desvaneció como si nunca hubiera existido.
Su mente estaba en blanco, flotando entre el dolor y la incredulidad. Al entrar en su cuarto, cerró la puerta con torpeza y se dejó caer contra ella. Su respiración se volvió errática. Comenzó a desgarrar la ropa con desesperación mientras las lágrimas nublaban su vista. El pecho le dolía como si algo se le hubiese roto desde dentro.
Corrió al baño. El vómito le subió por la garganta.
Trató de calmarse, lavándose el rostro una y otra vez. Pero el dolor seguía ahí. Como fuego.
Ella estaba rota.
El sonido del agua cayendo, las gotas golpeando el lavabo, y su propia respiración agitada eran lo único que llenaban el silencio.
—El sufrimiento es parte de ti. Deberías acostumbrarte.
La voz la hizo estremecer. Secó su rostro rápidamente, temerosa.
—¿Quién está ahí?
Miró a su alrededor, pero no vio a nadie.
—Ay, querida... Solo mírate. Cada vez estás más destrozada.
Se giró hacia el espejo. Y ahí estaba. Su reflejo... pero distorsionado. Ella misma, con el cabello desordenado cubriéndole medio rostro, los ojos hundidos y vacíos. Pálida, demacrada. Una versión oscura de sí misma.
—N-no... Esto no es real...
Su respiración se aceleró. El corazón amenazaba con salirle del pecho.
—Pequeña... Mírate —la figura señaló el espejo.
_____ giró lentamente. El vestido destrozado dejaba a la vista su piel marcada por el dolor. Cicatrices viejas y nuevas. Heridas invisibles hechas carne.
—Cada parte de ti está fracturada. Tu mente. Tu alma. Tu corazón.
—C-cállate... —murmuró, apretando los ojos y cubriéndose los oídos—. No eres real.
—Pero lo soy —dijo la figura con voz cantarina—. Solo que tú no estás lista para aceptar la verdad.
A su lado apareció una ilusión de Loki, susurrando con crueldad mientras deslizaba los dedos por su cabello.
—Tan frágil... ¿De verdad pensaste que no te rompería?
Los sonidos, las voces, el goteo del lavamanos... todo resonaba con fuerza dentro de su cabeza.
—Aléjate de mí... —suplicó en un hilo de voz.
—Pero eso no dijiste cuando te hacía mía.
—¡QUE TE ALEJES DE MÍ!
El grito brotó desde lo más profundo de su ser. Cayó de rodillas, cubriéndose el rostro. La ira, el dolor, la desesperación la inundaron.
Fragmentos de vidrio por todo el baño se clavaron en su piel mientras ella sollozaba.
El ruido cesó. Las ilusiones se desvanecieron.
Gateó fuera del baño, arrastrándose hasta la cama. Las lágrimas seguían cayendo sin tregua. Estaba hecha pedazos.
—Ay, mi ratita... Pensé que con mi muerte te harías más fuerte. Pero sigues igual de débil.
La voz la congeló. Los recuerdos dolorosos la embistieron con fuerza.
—No... Por favor, no —cubrió su rostro, hecha un ovillo en el suelo.
—Debí eliminarte cuando tuve la oportunidad.
El Soldat apareció a su lado, silencioso, cruel.
—Basta... por favor...
Respiraba con dificultad. El pecho le dolía. Gateó en busca de su mochila. Cuando la encontró, buscó entre el caos su pastillero lila. Apenas podía abrirlo.
—Prometiste que me protegerías.
Una niña apareció a su lado. Su propia voz.
_____ giró lentamente. Su corazón se rompió un poco más.
—L-lo lamento... Lo intenté... Lo juro... —arrojó el pastillero con fuerza, viendo cómo las pastillas se desparramaban—. Hice lo que pude...
—Lo sé —susurró la niña—. Pero tal vez era algo que no podías evitar. Somos como un saco de boxeo, ¿recuerdas? Recibimos cada golpe... pero nunca devolvemos ninguno.
El silencio la envolvió.
Los sollozos eran lo único que llenaba el aire.
Entonces, una voz conocida.
—Pequeña... ¿qué tienes?
El tono la hizo temblar. Se giró lentamente.
—¿Papá...? —su voz se rompió al ver a Tony, mirándola con ternura.
—Mi nenita... ¿quién te hizo esto?
Abrió los brazos para abrazarla. Ella corrió hacia él... pero cuando lo tocó, desapareció.
_____ terminó abrazándose a sí misma.
Estaba completamente sola.
✩。:•.───── ❁ . ❁ ─────.•:。✩
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