
𝐎𝐛𝐬𝐭𝐢𝐧𝐚𝐝𝐨𝐬
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Todos habían salido a hablar al pasillo hacía un rato, dejando a ambas solas en la habitación.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —preguntó tomando un sorbo de jugo—. ¿Siete u ocho horas?
—_____, estuviste casi seis días inconsciente —respondió Pepper, cruzándose de brazos mientras se sentaba al borde de la camilla.
—Buen chiste, Potts —dijo mientras agarraba una rebanada del sándwich que tenía por cena. Le dio una mordida y frunció el ceño—. Esta cosa sabe a cartón mojado. ¿Podrías pedirle a papá una pizza? Esta comida hospitalaria me va a matar más que cualquier explosión alienígena.
—No es ningún chiste, _____.
La chica negó con la cabeza, una y otra vez, con incredulidad. Soltó el sándwich con brusquedad, dejándolo caer al plato.
—No... no es posible —susurró. La idea de haber estado en coma casi una semana le provocaba rechazo. Se sentía débil. Vulnerable. Y eso era lo que más odiaba.
Se volvió hacia la ventana, donde su reflejo le devolvió una imagen que detestaba: ojerosa, pálida, conectada a máquinas. Vulnerable. Tomó una decisión.
De un tirón, arrancó la aguja del suero de su mano y se levantó, tirando todo al suelo.
—¡No, no, no! ¿Qué haces, linda? —exclamó Pepper, corriendo hacia ella para sostenerla por los hombros.
—No quiero estar más aquí. Ya me siento mejor —la miró directamente a los ojos, con una sonrisa extraña, desesperada.
—Aún no estás estable. El doctor Strange todavía no nos da los resultados de tus últimos exámenes —trató de convencerla con suavidad—. Por favor, vuelve a recostarte.
Pero _____ apartó sus manos con un gesto brusco y se dirigió a la puerta. En el pasillo se encontró con los demás, quienes tomaban café en una pequeña mesa. Su presencia llamó inmediatamente la atención.
—¿Pulga? —Clint la miró sorprendido.
—Stark, sácame de aquí ya.
—Deberías estar en cama —dijo Tony, frunciendo el ceño mientras miraba a Pepper—. ¿Cómo la dejaste salir?
—Me tomó por sorpresa —respondió ella, algo frustrada—. Y luego simplemente no quiso escucharme.
—Papá, sabes que odio los hospitales.
—No te escuché quejarte hace rato —dijo Tony, acercándose para tomarla del hombro e intentar llevarla de nuevo a la habitación.
—¡Porque pensé que había estado aquí unas horas, no una maldita semana! —se soltó del agarre y lo miró directamente—. Quiero irme a casa. Ahora.
—Deja de ser tan necia.
—Me pides lo imposible —respondió con una sonrisa sarcástica—. Por favor, ya me siento mejor. Lo juro.
Tony se llevó la mano a la frente, claramente estresado. Miró a Pepper, quien simplemente levantó los hombros con resignación.
—Déjame ver qué puedo hacer.
⊱❑┇ _____ Stark┇❑ ⊰
Nada como estar entre las sábanas de tu propia cama. O bueno, lo que quedaba de ella. Con la torre aún parcialmente destruida, era difícil sentirse completamente cómoda.
Fijé mi vista en el techo, y no pude evitar pensar en lo que Thor me había dicho mientras aún estaba en el hospital.
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—Mañana temprano partiremos a Asgard, junto con mi hermano —había dicho con esa voz grave suya, como si estuviera anunciando un desfile real.
—Entonces no era una broma lo de la gema —cerré los ojos, recostando la cabeza hacia atrás.
—Las órdenes de mi padre no son motivo de risa, Lady _____ —respondió con una leve sonrisa.
—Ya veo, Thor... Pero explícamelo de nuevo: ¿cómo que el lunático de tu hermano preguntó por mí?
Estábamos solos en la habitación. Eso ya era incómodo por sí solo.
—Créeme, ni yo entiendo por qué —bajó la mirada, negando con la cabeza—. Loki suele preocuparse solo por sí mismo.
—Exacto, dudo mucho que yo le importe.
—¿Estás segura de que no pasó nada extraño entre sus encuentros? —preguntó Thor, frunciendo el ceño con curiosidad.
—¿Qué se supone que iba a pasar? ¡Intentó matarme! Varias veces, por cierto —le respondí irritada—. Y por su culpa terminé en esa camilla horrible durante una semana.
—Solo digo que mi hermano no suele actuar así con cualquiera —respondió, más serio—. Aunque no lo creas, él no siempre fue así.
—¿Qué? ¿No soñaba con gobernar planetas con ejércitos alienígenas desde los siete años?
Thor soltó una risa baja.
—Solíamos ser casi inseparables. Aunque una vez casi me mata convertido en serpiente...
—Y eso te parece normal.
—Éramos niños...
—Pero ahora es un adulto, ¿no? Y sigue siendo igual de peligroso.
Thor se quedó en silencio, cabizbajo.
—¿Pero...? Vamos, suéltalo —le insistí.
—Creo que... le gustas —dijo finalmente, desviando la mirada.
—Ah, no, no, no. ¡No me cambies el tema con esa estupidez! —le arrojé una taza que, por poco, le da en la cabeza.
Thor esquivó el proyectil con la gracia que solo un dios nórdico puede tener, pero no pudo evitar soltar una carcajada. Yo, en cambio, estaba segura de que tenía las mejillas rojas como tomates.
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—Genial... Necesito un trago —murmuré.
Me levanté de la cama y salí de la habitación. Por suerte, la cocina y la pequeña barra del penthouse seguían en pie, aunque con cicatrices de la batalla.
Tomé una de las tazas favoritas de papá —esa que decía "Stark Fuel"— y deslicé los pies hasta la barra. Allí estaban sus preciadas botellas. Whisky, bourbon, y por supuesto... vodka.
Destapé una botella y me serví un poco, sin hielo ni sutilezas. Lo necesitaba. Me llevé la taza a los labios.
—Por Loki y sus malditas gemas... —susurré antes de dar el primer trago.
—¿Está bueno?
Maldije en silencio y giré sobre mis talones. Ahí estaba él. Mi dichoso padre, cruzado de brazos con una ceja levantada.
—¿Qué? Es solo agua —tomé otro sorbo con fingida inocencia y desvié la mirada.
—Ajá... —negó con la cabeza, clavando la vista en el suelo—. Me imagino que no es la primera vez que haces esto, ¿verdad?
—Decirte que es la primera vez sería como decir que nunca dejaste a JARVIS como mi niñera mientras te ibas a una de tus glamurosas fiestas —me acerqué a él, alzando una ceja—. No es por ofender, pero Happy habría sido una mejor opción.
—Sabías que lo necesitaba en ese viaje. Y, además, acordamos que eso ya estaba enterrado —ladeó la cabeza y me pellizcó la mejilla suavemente—. ¿Por qué no me sirves uno también?
—Está bien, está bien... Pasado pisado —puse los ojos en blanco y le serví un poco de whisky. Le tendí el vaso y chocamos las copas en un improvisado brindis—. Nada como una bebida con tu querido padre.
—¿Cómo sigue tu brazo? —cambió de tema, echando un vistazo a mi venda con una ligera mueca—. No deberías mezclar alcohol con tus medicamentos.
—Va mejor. Tengo la suerte de siempre recibir los golpes en el mismo maldito lugar. Y tranquilo, si una máquina explosiva no logró matarme, dudo que lo haga un poquito de agüita de mi tierra.
Nos sentamos en el sofá y charlamos un rato. Me habló de lo que había vivido durante la batalla con Loki. Noté que no había dormido en días. Me preocupó. Pero como era de esperarse, no quiso profundizar. Y lo entendí. Hablar de eso no es fácil.
—Todavía no puedo creer que el Padre de Todo quiera verme —dije, cambiando de tema mientras miraba por el ventanal.
—La verdad... todavía me debato si deberías ir o no —se recostó, dándole un trago a su whisky.
—Wow, ¿cuestionando la petición de un dios? Qué aires, Stark —reí por lo bajo.
—¿De verdad crees que voy a dejar que vayas con Ricitos de Oro y su hermanito emo a otro mundo? —me miró como si yo fuera la loca.
—¿Se supone que debo pedirte permiso? —me encogí de hombros, divertida.
—¿Ah sí? Entonces olvídate de tu regalo de Navidad. Y de las vacaciones de verano —se levantó y fingió irse.
—¡Nooo! Era broma, papi —lo tomé del brazo y le hice ojitos.
Definitivamente, el alcohol no me sentaba bien.
Después de algunos tragos más, papá se fue a "dormir". Claro, seguro que dormir no era lo único que haría con Pepper ahí. Yo también me fui a mi habitación. ¿Cómo llegué? Ni idea. Evidentemente, beber no era mi talento oculto.
Apenas logré quitarme el suéter. Creo que los zapatos quedaron tirados por el pasillo. Me miré en el espejo, observando mi rostro cansado... y mi brazo vendado.
—Quedé vuelta mierda —fruncí el ceño, pasándome las manos por la cara—. Todo por culpa del idiota de ojos bonitos...
—¿Acaso me llamaste idiota?
Esa voz me heló la sangre.
Me giré de golpe. Ahí estaba. Loki. Caminando hacia mí con su habitual calma y ese aire insufrible de superioridad.
Retrocedí torpemente, tropezando con la pared.
—¿Qué carajos haces aquí? ¡Se supone que estás custodiado o algo por el estilo! —lo fulminé con la mirada.
—Tengo mis trucos —dijo, acercándose aún más—. ¿O ya los olvidaste?
—Claro que no los olvidé —me puse de puntillas, acercando mi cara a la suya—. Pero ya no caigo tan fácil en ellos —le toqué la nariz con el dedo, y en un parpadeo, la ilusión se desvaneció—. Lo sabía.
Me metí al baño para mojarme la cara. Necesitaba despejarme. Me observé en el espejo, pensando en lo ridícula que me sentía por dejar que Loki me afectara tanto.
—¿Por qué tan pensativa, mi lady?
Otra vez. Esa voz. Apareció detrás de mí como si el universo se burlara de mí.
—¿Te quedaste sin palabras?
No respondí. Solo pasé de largo, abriendo el armario para buscar mi pijama.
—Deberías tener más cuidado. Tu brazo se ve... delicado —comentó mientras caminaba por la habitación, fisgoneando.
—¿Y de quién crees que es la culpa? —le lancé una mirada asesina mientras tomaba el camisón y un short.
—¿Acaso yo te obligué a tomar mi cetro? —se detuvo a observarme fijamente.
—No, pero si t—
—Pero no lo hice, así que no me culpes por algo que te pidió hacer uno de tus "amigos" —se inclinó ligeramente, acercándose.
—Si no hubieras hecho ese numerito en plena ciudad, ni siquiera habría tenido que tocar tu dichoso cetro —le lancé un peluche que deshizo su nueva ilusión. Sonreí triunfante y comencé a cambiarme.
Me quité la blusa y el pantalón, poniendo el camisón encima. Luego me senté a quitarme la venda del brazo. Tenía curiosidad... y lo que vi me dejó helada. Las cicatrices no solo seguían ahí, sino que brillaban débilmente. Como si... no fueran del todo humanas.
Pasé la mano por la piel, asombrada. Y también un poco horrorizada.
—Lindas cicatrices...
Otra vez su maldita voz. Me giré de golpe y, sin pensarlo, le lancé un cuadro. Lo esquivó con facilidad.
—Deberías apuntar mejor —se burló, colocándose justo frente a mí.
—¿¡Podrías dejarme en paz de una buena vez!? —le grité, apretando los dientes.
—¿Tanto te incomoda mi presencia, mi lady? —se agachó hasta estar a mi altura—. Dijiste que me invitarías una taza de café. ¿Por qué no ahora?
—Deberías lavarte los oídos —me acerqué, provocándolo—. Dije que si la situación fuera diferente. Pero no lo es. Así que, lo siento, te quedas con las ganas, cuernitos.
—Eres tan... obstinada —se detuvo de pronto, mirándome directo a los ojos.
—No soy tan diferente a ti, en ese sentido —le lancé una media sonrisa.
—Tampoco puedo negar que eres irritante —sus ojos recorrieron cada centímetro de mi rostro—. Pero también muy bella.
Y esas palabras... me desarmaron. Me puse nerviosa de inmediato. ¿Por qué? ¡Por Loki! ¡El tipo que casi mata a mi padre! Sentí las mejillas arderme. Mordí mi labio, sin saber qué contestar.
—Te dejo sin palabras otra vez, bestia —rió suavemente, sin apartar la vista.
—Eres tan engreído —murmuré, estirando el dedo hacia su pecho para hacer desaparecer la ilusión. Pero... no pasó nada.
Volví a tocarlo. Una. Dos. Tres veces.
—¿P-pero... cómo...? —lo miré, completamente desconcertada. No era una ilusión.
—Te dije que tenía mis trucos —tomó mi mano entre las suyas con delicadeza—. Qué manos tan pequeñas...
—Deja de jugar —retiré mi mano, provocando que soltara una risita.
—Y, sin embargo, aquí estoy, linda —se acercó aún más, apartando un mechón de mi rostro—. ¿Recuerdas lo que te dije cuando derribé a tu padre?
—Vaya, te encanta recordar los momentos donde casi matas gente, ¿no? —le di la espalda, molesta.
—Lo recuerdo más por la promesa que me hice —me sujetó de la muñeca y me hizo girar para enfrentarlo—. Te dije que te quedarías a mi lado.
—Eso era si ganabas —repliqué, frunciendo el ceño.
—Nunca dije que solo sería si conquistaba tu mundo, mi lady.
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