
𝐂𝐨𝐧𝐟𝐢𝐚𝐫
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⊱❑┇ _____ Stark┇❑ ⊰
Después de caminar de regreso a mi habitación, me dispuse a estudiar los libros que la reina había seleccionado para mí.
—A ver... no puede ser tan difícil —murmuré, pasando mi mano por la página e intentando traducirla con magia por quinta vez, tal como Loki me había enseñado. Pero nada. Simplemente, no funcionaba.
Estaba agotada, y por la tenue luz que se colaba por las ventanas, ya debía de ser bastante tarde. Me rendí por esa noche. Mañana lo intentaría de nuevo, con la cabeza más despejada. Me cambié y me puse mi pijama habitual, buscando algo de comodidad.
Me acomodé en la gran cama, me arropé entre las suaves sábanas... y caí rendida.
Y entonces, como tantas otras noches, apareció uno de mis sueños: un rincón de fantasía que mi mente recreaba con sorprendente frecuencia. Un valle que parecía sacado de otro mundo, bañado en luz dorada, con una paz que traspasaba la piel y se instalaba en el alma.
Caminé por sus senderos con los pies descalzos, sintiendo la tierra cálida bajo mis plantas y el viento suave acariciando mi rostro. Seguí avanzando, y fue entonces cuando lo vi.
Una figura alta a lo lejos. Me acerqué, y al reconocerlo, me detuve en seco.
Loki.
Estaba allí, sereno, con una ligera sonrisa dibujada en los labios, observando el paisaje como si fuera el paraíso mismo. Me contempló, y sin apartar los ojos de mí, se acercó hasta quedar a escasos centímetros.
Era una escena que conocía bien, pero esta vez, sus palabras me atravesaron:
—¿De verdad confías en mí?
Me desperté de golpe.
Su voz sonó tan real que por un momento creí que estaba allí, en la habitación. Busqué con la mirada, pero no había nadie. Estaba sola.
Suspiré, me levanté y caminé hacia el balcón antes de ir al baño a darme una ducha. Al salir, me vestí con uno de los muchos vestidos colgados en el armario.
Mi estómago rugió. Claro, no había comido nada la noche anterior. Como si alguien hubiese leído mi mente, entraron varias sirvientas con bandejas rebosantes de comida. Dejaron todo en silencio sobre una mesa y salieron.
Tras devorar el banquete, retomé mi intento con los libros. Pasé de uno a otro, frustrándome más con cada intento fallido. Terminé por arrojar varios de ellos a la cama, uno tras otro. Según Loki, esto era magia básica... pero para mí, tenía poco de "básico".
"Relájate, serena tu mente, y luego pasa tu mano por la página", recordé su consejo.
Me senté con otro libro entre las manos. Cerré los ojos, respiré hondo y traté de calmar mi mente. Pasé la mano con cuidado sobre la página... y algo fluyó. Una chispa de energía recorrió mi piel. Abrí los ojos.
¡Lo había logrado!
No pude evitar emocionarme. Una cosa tan simple... y al mismo tiempo, tan importante para mí.
Con el paso de los días, devoré libro tras libro. Algunos incluso los leía en compañía de Loki cuando lograba colarme a verlo.
Sí... terminé sobornando a los guardias. Unas pocas horas a su lado valían más que cualquier moneda. Compartir ese tiempo con él fue reconfortante, más de lo que me gustaría admitir.
Las tutorías con la reina continuaron, más teóricas que prácticas. Prefería esperar a conocer la decisión de Odín sobre mi propuesta antes de profundizar en lo demás.
Mientras tanto, practicaba encantamientos sencillos, repitiendo las palabras de Loki como un mantra: "Relájate y serena tu mente". Bastaba recordar su voz, ronca y paciente, susurrando esas palabras, para que mi mente viajara directo a él.
Mi control era cada vez más preciso. Ya no necesitaba tanta concentración para mover un simple objeto. Levité varias pilas de libros a la vez.
—Definitivamente tienes talento para esto, ______ —me felicité a mí misma con una sonrisa—. Aunque bueno... el idiota de Loki no es tan malo enseñando...
—¿Hablas sola o hay alguien más con quien compartes tus halagos? —La voz de Thor me sobresaltó, casi dejé caer todos los libros.
—Ja, ja, ja... te voy a enseñar a tocar antes de entrar, qué falta de educación —le saqué la lengua, fulminándolo con la mirada.
—¡Ah, espera! Eso sí lo sé hacer. —Salió, cerró la puerta y la tocó tres veces con teatralidad—. ¿Lady _____, me concede el honor de entrar a vuestro sacrosanto dormitorio?
—Oh, claro que sí, Su Alteza. Qué privilegio más grande —dije con sarcasmo, colocando un libro contra mi pecho como si fuera un abanico.
—Me imagino que sería un honor igual —o incluso mayor— que mi querido hermano pudiera estar en tu cuarto también... ¿o me equivoco? —preguntó con una sonrisa ladina, cruzándose de brazos.
Le sonreí con dulzura... y apunté a un jarrón. Lo lancé directo a su cabeza. Por poco lo esquiva.
—Juro que un día te voy a romper esa cabezota, beach boy.
—Eso será el día que aprendas a apuntar bien.
Bufé y dejé los libros en el suelo, rodando los ojos.
—¿Qué necesitas? —me acerqué con los brazos cruzados.
—Al parecer, padre ya tomó una decisión respecto a tu propuesta —respondió, serio.
—¿Qué dijo? —le pregunté, sintiendo una punzada de ansiedad.
—Aún no me ha dicho nada. Solo pidió que fueras a verlo.
—¿Y tú qué opinas?
—No lo veo muy probable, ______.
Asentí en silencio... y salí corriendo descalza, con Thor siguiéndome de cerca. Me negaba a abandonar mis ilusiones antes de oírlo con mis propios oídos.
Al llegar al salón, escuché voces. Una en particular captó toda mi atención.
Loki.
Me detuve justo antes de entrar, quedándome a unos pasos de la puerta. Thor también se detuvo a mi lado.
—Sigo sin comprender el alboroto —decía Loki con fastidio.
—¿De verdad no entiendes la gravedad de tus crímenes? —respondió Odín, negando con la cabeza—. A donde vas, dejas guerra, dolor y muerte.
—Viajé a Midgard como un dios benevolente, dispuesto a gobernar —contestó Loki, alzando el mentón—. Tal como tú lo hiciste.
—No somos dioses. Nacemos, vivimos y morimos... igual que los humanos.
—Con la diferencia de cinco mil años —susurró, con arrogancia.
—Y todo... porque Loki desea un trono.
—¡Es mi derecho natural! —exclamó con rabia.
—TU DERECHO NATURAL ERA MORIR CONGELADO... solo, sobre una roca helada.
Me giré hacia Thor, que bajó la mirada, evitando la mía.
¿Morir congelado? ¿Qué demonios...?
—Si voy a morir hoy, por piedad, hazlo de una vez. ¿Te parece?
Esa frase me heló la sangre. Thor intentó detenerme, pero fue inútil. Entré en el salón sin pensarlo dos veces.
—Frigga... y esa joven —dijo Odín al verme— son las únicas razones por las que sigues vivo.
—Padre... —susurró Thor, siguiendo mis pasos.
Un silencio cayó sobre la sala. La mirada de Loki se encontró con la mía. Estaba encadenado. Verlo así me rompió el corazón.
—Lady _____... no esperaba verla tan pronto —dijo, con la voz baja, dirigiendo una mirada breve a Thor, quien solo negó resignado.
—Escuché que me necesitaba. Supuse que era urgente, su majestad —respondí, con una reverencia firme, aunque los nervios me carcomían por dentro.
—Lo es. Ya he tomado una decisión sobre tu petición.
Sentí las manos sudar.
¿Por qué hice esto? ¿Por qué no me quedé callada? Maldita sea...
Noté la mirada desconcertada de Loki sobre mí. No tenía la menor idea de lo que le había pedido a Odín.
—¿De qué está hablando? —preguntó, confundido.
—Yo... le pe—
No tuve oportunidad de terminar la frase. Odín me interrumpió, su voz resonó con autoridad en todo el salón.
—Loki puede instruirte en el manejo de la gema y ayudarte a controlar su poder. Sin embargo, será bajo estricta vigilancia. No se les permitirá salir del palacio juntos, y durante las lecciones estarán siempre acompañados por guardias.
Me quedé atónita. Por un momento pensé que era una cruel broma. Jamás imaginé que aceptaría mi petición.
Titubeé, buscando la forma adecuada de responder, pero las palabras no fluían con facilidad.
—Gracias, su majestad —murmuré apenas, evitando a toda costa cruzar miradas con Loki.
—Entonces no perdamos más el tiempo —declaró Odín al levantarse de su trono—. Llévenlos a los aposentos de Lady ____.
Los guardias acataron la orden sin demora. Loki y yo caminamos en silencio hasta mi habitación, custodiados en todo momento.
Ya dentro, el ambiente se volvió tenso al instante.
—¿Vas a explicarme qué demonios le pediste a Odín? —su tono era frío, cargado de rabia contenida.
—Tal como lo escuchaste... le pedí que te permitiera enseñarme a controlar los poderes de la gema —respondí mientras recogía algunos libros sin mirarlo.
—Nunca te pedí que lo hicieras. ¿O es que acaso... me tienes lástima?
—No lo hice por compasión ni porque me lo pidieras. Lo hice porque era necesario.
Nos encontrábamos en extremos opuestos de la habitación, y podía sentir cómo su enojo crecía con cada segundo.
—¿Necesario? ¿Para qué? ¿Para atormentarme con tu falsa preocupación? ¿Fue idea de ustedes tres? ¿Una nueva forma de castigo?
—Te lo dije desde el primer día que llegamos... Ya sé que te irrito, no hace falta que me recuerdes que soy un fastidio para ti.
Un silencio incómodo se impuso por unos instantes.
—¿Y de verdad crees que esto va a funcionar?
—¡Creo que es mejor que pudrirte solo en una maldita celda! —exclamé, al borde del colapso—. Si hubiera sabido que reaccionarías así... habría dejado las cosas tal como estaban desde el principio.
Volvimos al silencio. Largo. Denso.
⊱❑┇ Loki ┇❑ ⊰
Todavía no entiendo qué motivó su acción. ¿Por qué insistir en que sea yo quien le enseñe? Mi madre habría sido una opción más sensata.
No puedo evitar pensar que esto es una trampa de Odín. O quizás una idea absurda de Thor. Ella dijo que fue por una "necesidad". Pero... ¿qué necesidad?
Esta mujer está volviéndome loco.
—Si hubiera sabido que esta sería tu reacción... habría dejado las cosas como estaban desde el principio —murmuró dándome la espalda, con la decepción dibujada en cada palabra.
No supe qué responder. No podía comprender por qué lo hizo... pero lo hizo. Volvió a suspirar, se acercó al balcón y se recostó contra la barandilla, con la mirada perdida en el cielo asgardiano.
¿Me sentía como un idiota? Sí. Y ni siquiera sabía por qué. Tal vez por el modo en que la tristeza en sus ojos se clavó como una daga en mi pecho. Esa mirada... contenía algo que no supe identificar del todo. Un eco de algo prohibido.
Estaba claro que esta mujer comenzaba a enamorarse de mí... Y sí, tal vez podía usar eso a mi favor. Tal vez.
—¿Puedes dejar de mirarme así? Ya me siento bastante estúpida como para que me juzgues también con la mirada...
—No... lo siento —dije con sinceridad, acercándome con cautela—. No estoy juzgándote. Solo... me cuesta entender que alguien confíe en mí.
—¿Tan mal has vivido que crees que nadie puede confiar en ti?
—¿Y qué te hace pensar que no voy a traicionarte?
—Porque sé que no es eso lo que tu corazón desea... —dijo con firmeza, alzando la vista para encontrar la mía.
¿Cómo podía estar tan segura?
—¿Y según tú... qué es lo que mi corazón desea?
—Ser amado... de verdad.
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