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𝐂𝐚𝐜𝐞𝐫í𝐚 𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐠𝐚𝐥𝐨𝐬

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Las emociones encontradas y confusas de la noche anterior se habían disipado considerablemente al amanecer. El bullicio constante de la oficina y la encrucijada de decidir qué obsequio sería perfecto para Loki mantenían la mente de ______ más ocupada de lo que hubiera querido. La incertidumbre sobre qué regalarle, sumada a la tarea de escoger presentes para sus seres queridos, la hacía perder la concentración frente a la pantalla de su computadora.

Estas fechas, cargadas de nostalgia y alegría, siempre despertaban en ella una ansiedad positiva, no tanto por los regalos, sino por la oportunidad de compartir momentos especiales con cada nueva persona que se sumaba a su círculo cercano año tras año. Este año no sería la excepción. La celebración de Nochebuena en la Torre de los Vengadores prometía ser única, con la inesperada presencia del dios de las travesuras como invitado de honor en lo que se consideraba una "fiesta familiar".

Consultó su reloj de pulsera y, con un suspiro decidido, redobló sus esfuerzos en el teclado. Determinada a encontrar el obsequio perfecto para su compañero de risas y momentos íntimos, así como para el resto de los Vengadores, llamó a la inteligencia artificial con voz firme:

—¿Jarvis? —pronunció Louise, interrumpiendo el silencio concentrado de la habitación.

Sí, señorita Stark, ¿en qué puedo asistirla? —respondió la voz serena y mecánica de Jarvis.

—¿Quiénes han confirmado su asistencia para la fiesta de Nochebuena? —preguntó mientras abría una nueva nota en su tableta.

Hasta el momento, señorita, han confirmado su presencia el señor Steve Rogers, Clint Barton, la señorita Natasha Romanoff y su padre, el señor Stark —informó Jarvis con su habitual precisión.

—¿Sabes si Bruce Banner y Pepper estarán presentes? —inquirió, anotando rápidamente los nombres mencionados.

Sus invitaciones han sido enviadas. Sin embargo, el señor Banner ha respondido que su asistencia aún está por confirmarse; ha indicado que posiblemente podrá acudir a la reunión —aclaró Jarvis.

—Entendido... —murmuró Louise, concentrada mientras tomaba su tableta y comenzaba a registrar datos relevantes sobre cada invitado—. Jarvis, necesito que me ayudes a elaborar una lista de posibles regalos adecuados para cada uno de los asistentes. Basate en las notas que he tomado recientemente y, por favor, enfócate especialmente en encontrar algo perfecto para Loki... aún no tengo ni la menor idea de qué podría regalarle.

La inteligencia artificial procesó su solicitud con eficiencia, iniciando la búsqueda de sugerencias mientras Louise, con el ceño fruncido y una sonrisa leve, empezaba a empacar sus cosas para irse.

Aún era temprano y, aunque el sol apenas iluminaba las calles, ya era hora de comenzar con las compras navideñas. Los centros comerciales solían estar abarrotados de personas desesperadas por completar sus interminables listas de regalos. Era mejor adelantarse antes de que la fiebre de última hora convirtiera la experiencia en un desafío épico.

Faltaban tan solo cuatro días para Navidad.

De camino hacia la torre, decidió que sería más eficiente ir directamente a buscar a Loki. Sabía que si lo dejaba por su cuenta, probablemente terminaría sin comprar nada para el intercambio secreto. Por eso, prefirió "obligarlo" a participar en la tradición.

— Cuernitos, pasaré por ti en 15 minutos — anunció por teléfono, con un toque de firmeza en la voz.

Loki respondió con su típico tono desganado:

— ¿Por qué? ¿Acaso ha sucedido algo grave?

— Iremos por los regalos para el intercambio y los demás, así que ni se te ocurra inventar excusas.

Se escuchó un gruñido al otro lado de la línea.

No entiendo por qué tu padre decidió incluirme en esto — refunfuñó Loki.

— Piensa que es como una de esas fiestas en Asgard — replicó ella, intentando darle un giro positivo.

— ¿En serio quieres comparar esas fiestas gloriosas con las reuniones mundanas de este planeta? — la ironía en su voz fue tan evidente que ella rodó los ojos, conteniendo una carcajada.

— Tú solo alístate. Te veré abajo en cuanto llegue.

Quince minutos después, Loki se subió al auto con su habitual expresión de aburrimiento eterno. Llevaba un abrigo elegante, probablemente más adecuado para una gala asgardiana que para una salida navideña al centro comercial.

— Vaya, qué espíritu festivo el tuyo — comentó ella, arqueando una ceja.

— Este es mi único espíritu festivo. Considera que me he esforzado, linda— replicó con un deje de sarcasmo.

Mientras avanzaban por la ciudad decorada con luces y adornos de temporada, el tráfico navideño comenzó a hacer de las suyas.

— ¿No podríamos haber hecho esto de forma más eficiente? Tal vez enviar a alguien más o, no sé... ¿magia? — sugirió Loki, mirando por la ventana con desdén.

— Sí, claro. Porque nada dice "cariño navideño" como hacer aparecer los regalos de la nada — respondió ella, soltando una risa.

— Podría encantar un par de piedras y envolverlas. Nadie notaría la diferencia — bromeó él, cruzándose de brazos.

— Loki, si regalas piedras encantadas, te aseguro que el intercambio de miradas de odio será el mejor de la fiesta.

— Menos trabajo para mí. Un éxito rotundo.

El resto del camino estuvo lleno de comentarios sarcásticos, risas contenidas y discusiones sobre qué era peor: las multitudes humanas o las interminables celebraciones asgardianas.

Finalmente, llegaron al centro comercial, donde una marea de gente se movía frenéticamente entre tiendas y decoraciones brillantes.

— Bienvenido al verdadero campo de batalla — dijo ella, aparcando el coche.

Loki soltó un suspiro dramático.

— Prefiero enfrentarme a un ejército de gigantes de hielo que a esta horda de compradores desesperados.

— Pues prepárate, cuernitos. Esto apenas comienza.

villancicos resonando por todos lados, familias cazando gangas y niños emocionados por ver a un Santa Claus claramente al borde del agotamiento. Las luces brillaban con intensidad, haciendo que todo pareciera salido de una postal encantada. En medio de esa atmósfera mágica, Loki desentonaba por completo, como un lobo en medio de un rebaño. Su porte distinguido y su bufanda negra contrastaban con el espíritu alegre que lo rodeaba. A su lado, ______ avanzaba decidida, con la energía de quien tiene una misión entre manos.

—Vamos, Loki. El regalo perfecto no se va a aparecer por arte de magia —dijo, tomándolo del brazo.

Loki le dirigió una mirada cargada de sarcasmo y resignación.

—¿De verdad crees que este juego trivial merece mi atención? Podría encontrar algo mucho más fascinante con solo chasquear los dedos.

—Claro, pero eso arruinaría toda la diversión —replicó ______ con una sonrisa desafiante—. Además, tengo la sospecha de que disfrutas demasiado tus quejas como para quedarte fuera.

Loki levantó una ceja y soltó un suspiro, siguiéndola dentro de una tienda atestada de artículos navideños. Había estantes repletos de suéteres con estampados festivos, juguetes de temporada y adornos que brillaban por todos lados. Mientras Louise revisaba meticulosamente cada rincón, Loki se limitaba a observar todo con aire de superioridad.

—¿Y este suéter para Banner? —preguntó ______ levantando uno verde con la frase: "No me hagas enojar, estoy felizmente navideño."

Loki lo tomó con expresión analítica, como si fuera una reliquia antigua.

—Interesante elección. Aunque dudo que el "doctor" lo encuentre gracioso. Probablemente lo tome como una provocación.

______ soltó una risa y continuó revisando los estantes.

—¿Y para Steve? Algo que lo defina. Tal vez un libro de "Cómo relajarse sin culpa."

Loki sonrió con ese gesto suyo, mezcla de picardía y peligro.

—O un reloj de arena, para que mida las eternas horas que dedica a hablar de ética y moral.

— ¿ves? Tienes grandiosas ideas de regalos para cada uno —dijo ella mientras seguía explorando— veo que no necesitaré la lista que me hizo Jarvis —Loki, entretanto, se detuvo ante un adorno con forma de serpiente.

—¿Y esto? Podría ser un guiño a mi infancia con Thor... aunque seguramente él lo vea como una amenaza.

La pelinegra lo miró con diversión.

—O tal vez sea solo eso: un adorno. No todo tiene que tener un doble sentido contigo.

Loki se acercó y la tomó suavemente por la cintura acercándola a él, sus ojos brillaron con esa mezcla de encanto y misterio.

—¿No? ¿Y si te dijera que todo lo que hago tiene un motivo... incluso estar aquí contigo, en este festival de excesos festivos?

Ella sintió el calor subir a sus mejillas, pero no se dejó vencer. No era el momento para coqueteos en plena tienda.

—Entonces tu propósito es encontrar el regalo ideal y demostrar que incluso un dios petulante puede tener buen gusto.

—Touché —respondió Loki, inclinando la cabeza con una sonrisa—. Aunque debo reconocer que tu compañía hace esta tarea... soportable.

Juntos siguieron explorando la tienda, entre bromas y risas. Louise encontró unos calcetines decorativos con cabras para Thor, mientras Loki escogía una elegante bufanda para Pepper, asegurando que incluso los mortales merecen algo de estilo, confesando que la pelirroja era la que mejor le caía de todos en la torre. Al salir, con las manos llenas de bolsas, ______ le sonrió satisfecha.

—¿Ves? No fue tan terrible. Admito que tus comentarios sarcásticos fueron... útiles, prácticamente no usé la lista de recomendaciones que me dio Jarvis.

Loki la miró con una expresión más suave de lo habitual.

— Eres sorprendentemente buena lidiando conmigo. Tal vez por eso el destino decidió cruzar nuestros caminos.

______ se quedó pasmada por un segundo.

—¿acaso eso ha sido un cumplido?

Loki sonrió, esa sonrisa que desarmaba a cualquiera.

—Tal vez. Pero no te acostumbres.

Ella rió y lo tomó del brazo.

—Vamos, príncipe del sarcasmo. Aún nos faltan unas tiendas.

Mientras caminaban entre las luces centelleantes del centro comercial, Loki se permitió disfrutar un poco del momento. Quizás la Navidad no era tan insoportable... al menos no con su "pequeña bestia" al lado.

—Ah, cierto. Jarvis te dejó un mensaje: ¿quién te tocó en el intercambio?

—Creo que esa máquina me detesta. Me asignó darle un regalo a tu padre.

_____ negó con la cabeza. Tony y Loki no eran precisamente almas gemelas, así que sabía que tendría que ayudarlo sí o sí.

—¿Y a ti quién te salió?

—Eso no puedo decírtelo. Pregunté por el tuyo porque imagino que es tu primera vez en un intercambio navideño... al menos aquí en Midgard. Mejor deja que te oriente.

Caminaron entre tiendas y puestos con diferentes objetos, pero ninguno parecía convencer a alguno de los dos del todo.

—Así que... ¿tu padre, eh? —dijo Loki, mirando una vitrina llena de gadgets tecnológicos con expresión de genuino desagrado—. ¿Qué se le regala al ególatra más brillante de Midgard que ya posee todo, incluidas sus propias citas enmarcadas?

— Citas que tú accidentalmente alimentas cada vez que lo provocas —replicó _____ con una sonrisa divertida mientras tomaba un sorbo de su Frappuccino—. Y no, no le puedes regalar una bomba de relojería camuflada en una cafetera.

—¿Y un espejo grabado con la frase "Mírate y agradécelo"?

—Tampoco —rió ella, empujándolo suavemente hacia otra sección—. Piensa en algo que él no se compre a sí mismo, algo que valore por el gesto, no por la utilidad.

—Ah, sentimientos... esa rara moneda de cambio. Fascinante —murmuró Loki, paseando entre estantes con relojes, libros de diseño, artefactos de colección y hasta robots de cocina con inteligencia artificial—. ¿Qué opinas de una maqueta detallada de su reactor en tamaño escala?

—Demasiado obvio —contestó _____, mientras dejaba el vaso vacío en un bote de basura cercano—. Tiene cinco. Uno incluso tiene música disco.

—Por supuesto que sí —resopló Loki—. ¿Y si lo dejo en su laboratorio una noche, le borro el sistema operativo y le regalo la experiencia de reconstruirlo todo? Eso es afecto, ¿no?

_____ lo fulminó con la mirada.

—Eso es vandalismo, y de paso te mataría a ti y luego a mi.

—Detalles.

Mientras discutían entre ironías, sarcasmos y verdaderos intentos de encontrar algo digno, Loki se detuvo frente a una vitrina secundaria. Sus ojos se enfocaron por un segundo en una cámara antigua, de esas con cuerpo metálico y cuero desgastado, con el obturador de precisión aún visible bajo la lente de cristal. La observó en silencio, sin ningún comentario sarcástico. Por un momento, sus dedos se alzaron como si quisiera tocarla, pero los dejó caer al ver que ella se acercaba.

—No me digas que la nostalgia te atrapó —dijo ella, notando su mirada.

—Solo recordé que los Midgardianos se entretenían tomando fotos... antes de que todo fuera filtros y narcisismo en tiempo real —respondió Loki, desinteresado otra vez—. No es relevante. Sigamos.

_____ no dijo nada, pero sonrió apenas. Guardó ese momento en su memoria como un ladrón guarda un mapa.

Unos minutos más tarde, con Loki distraído entre una discusión con un vendedor sobre lo absurdo de los suéteres con luces integradas que pensaba llevar para happy, _____ se escabulló.

Encontró al dueño del pequeño local de antigüedades: un anciano con gafas gruesas y una bufanda tejida a mano que lucía tan antigua como la cámara en el escaparate.

—Disculpe —dijo Louise—. La cámara plateada del estante... ¿está a la venta?

El anciano levantó la vista y sonrió, como si le hubieran preguntado por un viejo amigo.

—Esa pequeña ha estado aquí desde que mi esposa la usó para tomar la primera foto que tengo de nosotros juntos. Era 1954. Ella decía que esa cámara tenía alma.

_____ la observó de cerca. Tenía pequeñas marcas en el metal, pero el lente brillaba como si aún guardara recuerdos intactos.

—¿Funciona?

—Claro. La he cuidado bien. Pero más que funcionar... guarda historia. Se ha usado para capturar momentos felices, pero también silencios importantes. Supongo que ahora necesita seguir su camino y capturar recuerdos nuevos.

Louise sonrió, tocada por la historia.

—Me la llevo.

El anciano asintió y envolvió la cámara con delicadeza, como si le estuviera confiando un secreto.

—¿Es para alguien especial? —preguntó con complicidad.

—Mucho más de lo que él mismo sabe. ¿sabe si tal vez podría grabar algo en ella?

— por supuesto, seguro al nuevo dueño le encantará saber que tendrá un mensaje en ella con cariño por siempre.

Poco después, _____ alcanzó a Loki, quien estaba probándose gafas de sol ridículamente ostentosas frente a un eespejo.

—¿Tú crees que Tony apreciaría una foto mía autografiada como regalo? —preguntó con una sonrisa malvada.

—Solo si quieres que el intercambio se convierta en una declaración de guerra —replicó ella, ocultando la caja de la cámara en su bolso.

—Tentador —dijo Loki, quitándose las gafas—. Pero está decidido. Le regalaré algo... soportable.

—Estoy tan orgullosa de ti, cuernitos —ironizó ella—. Un dios haciendo un regalo navideño sin que el mundo se acabe.

—No exageres. Lo hago bajo protesta y por obligación social. Y porque Jarvis me amenazó con asignarme a Clint la próxima vez...

Ella rió y le tomó el brazo.

—Eres insoportable.

—Y aún así, aquí estás —respondió Loki, mirándola con esa media sonrisa que solo usaba cuando bajaba un poco su guardia.

Mientras salían del centro comercial entre risas, luces y bolsas, Loki no tenía idea de que el regalo más perfecto de esa Navidad estaba ya asegurado... para él. Una cámara olvidada por el tiempo, comprada por alguien que lo veía de verdad.

Y aunque no creía en esas cosas, cuando Louise le diera esa cámara, y él notara los detalles, el peso, la historia... tal vez entendería que no todos los regalos se eligen con lógica. Algunos se eligen con el corazón. Aunque él jamás lo admitiría.

—Anda, príncipe del caos. —dijo la pelinegra, con su tono habitual—. Aún tenemos que envolver lo que compramos. Y no, no puedes usar magia.

Amenazo a lo último con un tono de autoridad.

—¿Ni siquiera para envolver mal a propósito?

—Especialmente no para eso.

Y entre juegos, sarcasmo y una inesperada ternura no declarada, siguieron caminando.

La víspera de Nochebuena se acercaba rápidamente, y con ella, la inminente llegada de cada integrante de esa peculiar "familia" que se reuniría para celebrar al día siguiente.

Louise aún estaba organizando sus regalos y escribiendo las tarjetas navideñas en la sala de estar. Sentada en el suelo, rodeada de papeles de colores y cintas brillantes, sostenía una taza de chocolate caliente y mordisqueaba una galleta de jengibre. Todo parecía tan cliché que, para su sorpresa, le resultaba entrañable.

El sonido del ascensor interrumpió suavemente el ambiente cálido, apenas sobresaliendo sobre la melodía de jazz que flotaba en el aire.

—¡Ah, finalmente llegó el mismísimo espíritu navideño en persona! —exclamó Tony con su habitual energía al cruzar la puerta dejando los paquetes de regalos en suelo de la entrada.

_____ se levantó de un salto, tropezando ligeramente en su apuro por abrazar a su padre, a quien no veía desde hacía casi un mes.

—¡Por fin estás aquí! —dijo, envolviéndolo en un abrazo tan apretado que Tony fingió jadeo.

—También es un gusto verte, cariño, pero... —se separó ligeramente para mirarla de arriba abajo con una ceja arqueada— ¿qué rayos te hiciste en el cabello?

Ella llevó instintivamente la mano a su melena recién cortada, olvidando por un momento que ahora lucía un estilo corto y ondulado, similar al de Dora la exploradora, pero con un toque más rebelde.

—¿Se ve mal?

—Claro que no, aunque habíamos acordado que en esta casa no se permitían decisiones estéticas cuestionables —bromeó Tony, soltando una carcajada. ____ rodó los ojos y le dio un suave golpe en el brazo.

—¿De dónde sacas esas tonterías, papá?

—Sabes que los chistes malos son mi especialidad, cariño.

—¿Pero en serio, me queda bien?

—Te ves preciosa, aunque ahora podría confundirte con nuestro... huésped, al que aún no termino de acostumbrarme.

—Papá...

—Es broma, pero dime, ¿este nuevo look es por "ya-sabemos-quién"? ¿O es parte de una etapa de cerrar ciclos?

—Dios, claro que no... Solo quería un cambio de estilo —respondió, aunque una pequeña sonrisa delataba la verdad a medias.

En ese preciso instante, la puerta de la cocina se abrió con un chirrido suave y apareció Loki. Su porte altivo y la ceja elegantemente arqueada daban un aire de superioridad que parecía casi calculado. Llevaba un delantal de colores festivos, el cual se quitaba con parsimonia.

—Linda, ya terminé las galletas... —dijo arrastrando las palabras con desdén fingido, pero se quedó estático al notar la presencia de Tony en la sala. Entrecerró los ojos, esbozando una sonrisa maliciosa—. Vaya, la reunión familiar está en pleno apogeo. ¿No se suponía que todos llegarían mañana? —añadió con un tono sarcástico que flotó en el aire.

Tony frunció el ceño, cruzándose de brazos con un gesto que sugería una mezcla de fastidio y desafío.

—Es mi casa, para empezar. Y tú, ¿qué haces aquí tan temprano, cuernos de cabra? ¿Acaso estabas envenenando la comida para mañana? —replicó con una sonrisa ladeada.

Loki se acercó un poco más, dejando caer el delantal sobre una silla mientras mantenía la compostura intacta.

—Me aburría, y ya sabes, ______ me pidió ayuda con algo que, claramente, está más allá de sus limitadas habilidades. Pensé que alguien debía aportar un poco de clase a esta... modesta reunión —su voz era un susurro afilado, diseñado para pinchar el ego de Tony.

Louise soltó una risa nerviosa, intentando disipar la creciente tensión, pero era inútil; el roce entre ambos hombres era tan evidente que casi podía palparse en el aire.

—¿Clase? Con ese atuendo, parece que te escapaste de una funeraria para el entierro en el taller de Santa —replicó Tony, alzando una ceja con gesto burlón.

Loki se adelantó un paso más, sonriendo con frialdad.

—Al menos tengo la capacidad de vestir con dignidad, incluso con lo más básico. Algo que no puedo decir de alguien que considera el sarcasmo su mayor virtud.

______ se interpuso rápidamente entre ambos, levantando las manos en un intento desesperado por calmar los ánimos.

—Bueno, bueno, ¿no podemos simplemente... no empezar una pelea hoy? Quizá podríamos intentar, solo por una vez, no comportarnos como adolescentes en un patio de recreo.

Ambos hombres bufaron casi al unísono, pero se apartaron, lanzándose una última mirada cargada de desafío. La tensión quedó suspendida en el ambiente, pero también una chispa de diversión irónica que parecía inevitable cuando estaban juntos.

—¿Por qué está todo este papel tirado en el suelo? —preguntó Loki, frunciendo el ceño al ver el desorden que él mismo había ayudado a limpiar unas horas antes.

—Ah, estoy terminando de escribir las cartas de Navidad para mañana —respondió la pelinegra, sonriendo con suavidad mientras se acomodaba nuevamente en el suelo, rodeada de sobres y papeles decorados.

—¿También hay que escribir una carta? —preguntó Loki, dejando escapar un suspiro teatral, claramente fastidiado por la idea.

—Si quieres. Yo las hago por costumbre, en realidad. Creo que para un regalo es adecuado añadir una, le da un toque más personal —contestó sin levantar la vista de su tarea.

Loki hizo una mueca de disgusto mientras se dejaba caer en un sillón, buscando entre los cojines uno de los libros que había dejado pendiente. Sus dedos encontraron la tapa dura, y se acomodó para continuar su lectura.

—Solo espero que mañana no haya ninguna sorpresa desagradable gracias a la presencia de tu 'amigo'... —murmuró Tony sin apartar la vista hacia Loki y una desprobatoria hacia su hija.

—Ve a descansar, papá. Estás bastante irritable. —______ lo miró de reojo, con una mezcla de resignación y una pizca de molestia.

Tony recogió sus cosas en silencio y se retiró a su habitación. Tenía demasiado que planear por su cuenta y, sinceramente, prefería evitar cualquier otro encuentro cara a cara con Loki.

El silencio se instaló por una hora, solo interrumpido por el suave rasgar de la pluma sobre el papel. Loki cerró el libro con un suspiro teatral, girándose hacia ella mientras una sonrisa ladeada se dibujaba en su rostro.

—Linda, ¿no estás cansada? Ya tenemos todo organizado para mañana... podríamos, no sé, tomar un descanso —sugirió con ese encanto despreocupado que parecía inherente en él.

Ella esbozó una sonrisa sin apartar la vista de la carta que escribía.

—Termino esta carta y seré toda tuya —respondió con una suavidad que llevaba una promesa implícita.

Loki fingió un puchero exagerado, recostándose dramáticamente en el sillón y dejando caer un brazo con aire de derrota.

—Creí que yo era tu prioridad —bromeó, su voz cargada de una calidez que disimulaba tras la queja juguetona.

Ella alzó la vista, una risa traviesa escapando de sus labios.

—¿En serio me estás reclamando por un poco de atención? —inquirió arqueando una ceja, fingiendo incredulidad.

—Oh, claro que no, bestia —contestó, enderezándose con rapidez al ver que ella tomaba el control de la situación—. Solo sugería un descanso opcional.

Sin creer en su excusa, dejó la pluma a un lado y comenzó a gatear hacia él. Loki sintió un escalofrío recorrerle la espalda al ver cómo su amada se deslizaba por la alfombra, con la gracia felina de quien sabe el efecto que causa. Louise disfrutaba ver cómo él se tensaba, intentando mantener una fachada de indiferencia.

—Si sigues comportándote así, estarás en problemas —murmuró Loki en un suspiro tembloroso cuando Louise se apoyó en sus rodillas, inclinándose hacia él.

—¿Y qué planeas hacer al respecto? —susurró ella, sus labios a escasos centímetros de los suyos, sus ojos brillando con un desafío pícaro.

Loki tragó saliva, esbozando una sonrisa ladeada mientras entrecerraba los ojos.

—Oh, haré mucho más que algo —replicó, rodeándola con sus brazos en un movimiento rápido y haciéndola caer sobre su regazo, lo que provocó un grito ahogado seguido de risas juguetonas.

Louise intentó zafarse entre risas suaves, pero las manos firmes de Loki la mantuvieron cerca, sus rostros tan próximos que solo un suspiro cabía entre ellos.

—Ahora sí eres toda mía —murmuró contra sus labios antes de besarla con una ternura cargada de promesas.

—E-espera, aún no termino. Además, tengo que organizar lo que dejaste a medias —balbuceó entre risas, intentando recuperar el aliento.

Loki, divertido por la situación, chasqueó los dedos organizando mágicamente la sala.

—No pongas excusas tan rebuscadas —dijo con una sonrisa triunfante.

—¡Eres un perezoso! —protestó ella, aunque una risa escapó de sus labios.

—Soy recursivo, mi lady. Y ahora tengo otra prioridad —añadió con picardía antes de levantarla en brazos.

La carta quedó olvidada sobre la mesa mientras se dirigían a la habitación. Ninguno salió en toda la noche; después de todo, el descanso previo a Nochebuena era necesario, pues mañana apenas tendrían un momento para ellos.

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