✩｡:•.─────  ❁  ❁  ─────.•:｡✩

✩｡:•.───── ❁10.6kwords❁ ─────.•:｡✩
Long chapter
‼️

⊱❑┇  Loki  ┇❑ ⊰

No sé cuánto tiempo había pasado.
Minutos, tal vez. O tal vez horas que se estiraron como una cuerda tensa al borde de romperse.

Había silencio.

Un silencio pesado, incómodo. De ese que no se disfruta.

Al menos, yo no lo disfrutaba en lo más mínimo. Era de esos que se aferran a las paredes, se instalan en los muebles y respiran lento después de una discusión que quedó abierta como una herida.

La televisión seguía encendida, mostrando el mismo desfile de programas absurdos que ninguna criatura pensante debería ver, ni siquiera por aburrimiento mortal. Pero ni esa pantalla insulsa podía competir con lo que había presenciado hace apenas un rato:
Su mirada, su voz quebrada y el modo en que se fue... como si lo único que necesitara fuera salir de aquí, de mí.
Sin importar lo mal que luciera. sin pensarlo dos veces, con el cabello aún húmedo, una sudadera mía y el primer abrigo que encontró.

Mi sudadera.
Mi abrigo.

Como si incluso eso que era mío ya no lo fuera del todo.

Me quedé en el sofá, los codos apoyados en las rodillas, la cabeza entre las manos.
Miré el suelo, como si la madera pudiera ofrecerme alguna respuesta.

No la ofreció, claro.

Ni el suelo, ni la pantalla, ni JARVIS con sus eternos recordatorios sobre temperatura ambiente y horarios de inyecciones.
El sistema estaba tan desesperado por hacer que todo siguiera funcionando...
como yo.

Ella se había ido por mi culpa.

Ni siquiera se llevó su teléfono. Seguía vibrando sobre la encimera como un recordatorio patético de todo lo que no terminé de decirle. Me acerqué, activé su portátil con apenas un roce del dedo. Ahí estaban: los archivos abiertos, los cálculos, las simulaciones, como si su mente siguiera aquí, atrapada, incluso después de que su cuerpo se marchó.

Lo cerré. No con rabia.
Sino con culpa, esa maldita culpa que no se por qué debería de sentir.

Y lo peor...

es que no estoy seguro de no merecerla.

Quizás fui demasiado lejos.

Quizás ese ataque de celos disfrazado de lógica fue más torpe que protector.
Quizás —aunque jamás lo admitiría en voz alta— me sentí amenazado por un idiota que le envía mensajes llenos de símbolos amarillos y le ofrece galletas como si con eso pudiera reemplazar lo que nosotros somos.

Pero... ¿acaso no tengo derecho a estar molesto?

Conozco a los mentirosos. Lo he sido toda mi vida. Y Yung... ese sujeto la observa como quien desea algo que no le pertenece.
Le sonríe como quien oculta un segundo rostro.

Y ella ya no se da cuenta. Y eso es lo que más me molesta.

Fruncí el ceño. Me dolían los nudillos. No recordaba haber apretado los puños. Regresé al sofá y tomé el vaso de whisky. Estaba tibio. Como todo aquí.

—Soy un imbécil... —murmuré, girando el vaso entre los dedos.

El licor midgardiano no servía de nada. Era como tragar ceniza, se sentía seco, arenoso he inútil. No calmaba ni una mínima parte de todo lo que sentía por dentro.

Todo seguía en su lugar. Las palomitas, las golosinas, el bowl de gomitas absurdamente dulces que ella comía hace un rato con un gusto inmenso. Esperando una escena que ya no iba a suceder. Una tarde que se deshizo entre notificaciones, orgullo y todo lo que no supe detener.

Y entonces...

—Señor Laufeyson —dijo JARVIS, con su precisión irritante—. La agente Romanoff está en la puerta.

Me puse de pie de inmediato.

No porque esperara a _____. Sino porque Natasha no aparecía así, de improviso, a menos que el infierno se estuviera abriendo bajo nuestros pies.

Abrí la puerta sin mediar palabra. Ahí estaba.

Gabardina verde, rostro alerta, el teléfono aún en la mano. Sus ojos... eran los de alguien que venía con malas noticias.

—Romanoff... ¿qué sucede?

—¿Por qué demonios no estabas con ella? —espetó, sin filtros.

Mi pecho se contrajo y mil escenarios posibles me golpearon al mismo tiempo.

—Pasaron cosas. Discutimos. Ella... se fue. No quiso que la siguiera. No iba a forzarla—

—¿Y no fuiste tras ella? ¿Qué demonios te pasa?

Sacudió la cabeza. Como si intentara poner orden a lo que venía, como si no le alcanzaran las palabras. Yo seguía sin entender.

Seguía sin poder procesarlo.

—¿Qué ocurrió? ¿Está bien? ¿Dónde está?

Ella entró sin esperar invitación.
Claro. Era Natasha.

—Está con Rogers.

—¿Con Rogers? —mi voz salió más baja de lo que quise— ¿Qué hacía con él?

—No tengo ni la más puta idea y no es lo importante ahora. No estaban juntos por casualidad. Algo ocurrió.—respondió con esa ironía seca que usaba cuando estaba conteniendo la furia—. Lo que importa es que hubo un ataque. En su departamento.

Sentí cómo mi cuerpo se tensaba.
Las manos sudaban. El mundo se volvía más ruidoso en mi cabeza.

—¿Qué...? ¿Qué le pasó? ¿Está herida?

—No lo sé. Solo logré hablar con una agente del equipo que cubría la zona. Dicen que van camino al Roosevelt. Fury está grave.

—¿Fury?

Todo se volvió más absurdo por segundo.
Fury. Rogers. _____. Todos en el mismo escenario.

Y yo aquí... bebiendo whisky como un idiota. Sentí lo mismo que cuando me contaron la muerte de madre, que fui yo quien los guió a su destino final y ahora había hecho lo mismo con ella. La dejé irse sin saber que algo así podría pasar.

Sin pensar, ataraje las llaves del auto hacia mi mano y salí, conjuré prendas lo más rápido que pude mientras bajaba las escaleras. Natasha me siguió, cerrando la puerta tras ella.

Yo solo podía pensar en _____.

Lo que no hice y lo que le dije, la manera que se lo dije. En todo lo que dejé en pausa mientras jugaba a protegerla de alguien que, en el fondo, nunca fue la verdadera amenaza.

—¡Van hacia el hospital Roosevelt! —gritó Natasha desde el auto, aparcado justo detrás del nuestro—. Está cerca del Capitolio.

Asentí sin decir nada y me subí.
Encendí el motor y pisé el acelerador como si la vida —la de ella, la mía, la de los dos— se me fuera en ello.

El volante crujía bajo la presión de mis dedos. No era consciente de cuánto lo apretaba. Ni del zumbido del motor. Ni del aire frío colándose por la rendija de la ventana. Solo pensaba en ella.

Y en lo estúpido que fui.

Podía enfrentar dioses, monstruos y mundos enteros... pero no su mirada cuando se sintió traicionada.
No por el enemigo.

Por mí.

"Estoy harta de obedecer", dijo.
Y yo, con todo mi poder, con todo mi ingenio, lo único que supe hacer fue recordarle que no era libre.

Qué patético.

Dije que quería protegerla, pero terminé empujándola justo hacia donde no podía alcanzarla. Y ahora... ahora puede que el universo me la quite antes de que tenga la oportunidad de enmendarlo.

¿Y si no la alcanzo a tiempo?

¿Y si algo le pasó realmente?

¿Y si su última memoria de mí es esa discusión absurda, mi arrogancia, mis celos... mis malditos celos?

Apreté los dientes. El semáforo frente a mí parpadeó, ignorado. No podía detenerme. No ahora.

Nunca entendí el concepto de "temor humano". Pero ahora lo conocía con nombre propio. Era temor a perderla.

No por la muerte. Sino por mí mismo.

Porque si algo le pasaba...
yo sería quien la empujó hacia ese destino.
Y no habría universo en el que pudiera perdonarme.

El recorrido al hospital no fue tan largo como parecía en su cabeza, aunque la ansiedad lo hizo eterno. Loki se saltó semáforos, ignoró señales de alto y hasta maldijo en voz baja a los vehículos que osaban interponerse entre él y el edificio blanco donde sentía que la historia iba a quebrarse.

Frenó en seco al llegar a la entrada. El auto ni siquiera alcanzó a apagarse por completo cuando ya había abierto la puerta de un empujón y descendido sin mirar atrás. Natasha llegó justo detrás de él, tan silenciosa como siempre, con el ceño fruncido y los labios apretados en esa expresión que usaba cuando la preocupación era demasiado grande como para disimularla con sarcasmos.

Ambos cruzaron el vestíbulo del hospital sin pedir indicaciones. Los pasillos eran largos, fríos, impersonales. Todo olía a cloro, a urgencia, a muerte contenida.

Y entonces, lo vieron. Entraron a la habitación oscura que dividía el quirófano y una sala de espera.

Frente al cristal del área quirúrgica, estaba el Capitán. Steve Rogers, apoyado contra el vidrio como una estatua tensa, clavando la mirada en el interior del quirófano con los ojos oscuros de alguien que acaba de ver la muerte demasiado cerca.

Natasha se acercó con paso contenido, pero firme, y al llegar al vidrio se quedó congelada al ver la escena dentro: los médicos rodeaban el cuerpo del director de S.H.I.E.L.D., moviéndose rápido, intentando sostener algo que parecía desmoronarse frente a sus manos.

Nick Fury estaba en la camilla, inerte.
El hombre que siempre tenía un plan, que caminaba por los pasillos del poder con un solo ojo y toda la voluntad del mundo, ahora parecía un gigante herido, un símbolo que se desplomaba sin aviso. Verlo ahí, tan vulnerable, era como contemplar la caída de un dios.

Pero Loki no se detuvo. No buscaba a Fury. Su mirada barrió la habitación con ansiedad creciente, su cuerpo rígido, los músculos tensos como si fueran a estallar. Y entonces la vio.

Estaba allí, acurrucada en una esquina de la habitación, lejos del foco de atención, casi invisible entre las sombras de la sala. El cabello revuelto, una mancha de sangre seca en la frente, la sudadera manchada de sangre y los ojos...

Esos ojos.

Vacíos. Asustados y llenos de lágrimas que se negaban a caer.

Parecía estar atrapada entre el presente y un recuerdo antiguo. Una pesadilla repetida.

Se le acercó sin pensar, dejando atrás todo el resto del mundo. El corazón latía tan fuerte que le dolía dentro del pecho.
Y sin una palabra, se puso frente a ella. La miró. Reconoció los rasguños, las manchas, las heridas pequeñas... y también las que no se veían.

Ella alzó la vista, lo vio por apenas un segundo... y fue suficiente. Se dejó caer en sus brazos como si el solo contacto con su cuerpo le devolviera una parte de sí misma.

Se hundió contra él. Y él la sostuvo.
Como si al apretarla pudiera mantenerla entera. Como si no soltarla jamás fuera suficiente castigo por haberla dejado ir.

Sintió su temblor debajo de la sudadera, el frío en su piel, el temblor leve de alguien que ha estado demasiado cerca de algo que no puede explicar.

Estaba viva. Y eso, por un instante, fue todo lo que importó.

—¿Están bien? —preguntó Natasha, con un tono distinto al que solía usar. Sin dureza. Sin juicio. Solo preocupación real.

Ella solo asintió con la cabeza, sin soltarse del pecho de Loki, como una niña demasiado cansada para hablar, demasiado herida como para explicar.

Natasha entonces se volvió hacia Steve, que seguía como un centinela frente al cristal.

—¿Crees que sobreviva? —preguntó ella, ahora en voz baja, como si el volumen alterara el resultado.

—No lo sé... —respondió Rogers automáticamente, sin apartar los ojos de Fury.

El silencio que siguió fue espeso. Pesado. Como el aire justo antes de la tormenta.
Y entonces Natasha, siempre la más centrada en medio del caos, rompió esa pausa con una orden que no tenía discusión:

—Háblame del que lo hizo.

Steve bajó la mirada. Un escalofrío recorrió su espalda. Recordó la azotea. El metal brillando bajo la luz de la luna. El contra ataque con su escudo.

El frío.

—Es veloz... fuerte...

Pero las palabras se le atragantaban. No quería decirlas. Como si al nombrarlas se hicieran más reales.

Hasta que otra voz —quebrada, dolida— se adelantó.

—Tenía un brazo de metal...

Natasha giró lentamente hacia ella.
Y Loki también. El cuerpo del dios se tensó, como si una corriente lo atravesara de golpe.

____ no había hablado hasta ese momento.
Pero lo que acababa de decir no era un dato.
Era un recuerdo.

Y un recuerdo no se inventa. No se imagina.
Se revive.

Loki la abrazó con más fuerza, sintiéndola temblar como una hoja expuesta al viento. Estaba helada. Tenía miedo. Un miedo real, profundo, ancestral. Uno que él no sabía cómo calmar porque ni siquiera entendía del todo de dónde venía.

—Era...

—Sí... es él —dijo ella, con la voz hecha pedazos.

Loki cerró los ojos con fuerza. Tragó saliva. No sabía qué hacer, cómo sostenerla sin romperla más. El nombre no fue pronunciado, pero todos sabían que se había colado en el cuarto como un espectro.

Maria Hill, que hasta entonces había permanecido en silencio, se acercó al grupo. Tenía el rostro pálido y la mandíbula tensa. Sus ojos se clavaron en Fury, con esa mezcla terrible de profesionalismo y desesperación.

—¿Balística...? —preguntó Natasha, sin levantar la voz, pero dejando claro que no era una simple curiosidad.

—Tres balas. Las estrías no se pueden identificar —contestó Hill en un tono apenas audible.

—Son balas soviéticas.

—¿Sí...?

Y entonces el caos se desató dentro del quirófano.

Las máquinas comenzaron a sonar con fuerza. Alarmas, pitidos, gritos ahogados.
Algo iba mal. Muy mal.

—¡Su presión está bajando! —gritó uno de los médicos— ¡El desfibrilador!

—¡Cárguenlo a cien!

____ se separó casi por reflejo de Loki y corrió hacia el vidrio. El dios la siguió, sin querer separarse de ella ni un segundo.

Ambos se aferraron al cristal, mientras dentro del quirófano los médicos se movían frenéticos, como hormigas tratando de tapar una grieta en una represa a punto de estallar.

—Ayúdame con la cortina... —susurró uno de ellos, temblando.

El cuerpo de Fury convulsionaba con cada descarga.

Una, dos... nada.

—¡Todo el mundo atrás! —ordenó el cirujano, con las placas en las manos.

Natasha estaba tiesa. Como si cada descarga la recorriera a ella también.
Sus ojos brillaban, pero no parpadeaban.
Y entonces lo dijo:

—Nick... no te atrevas...

____ apoyó ambas manos contra el vidrio, los dedos abiertos, la frente casi tocando la superficie.

Estaba en shock.

El hombre que la había rescatado del infierno, que la había ayudado a renacer... estaba muriendo frente a sus ojos.
En ese instante, no importaban las amenazas que le hizo en esa tarde, ni lo mucho que se cuestionaba que tan bueno era lo que estaban haciendo.
Solo importaba que ese hombre viviera.

Loki la sostuvo por los hombros, y por un segundo. Como si eso la pudiera contener de quebrarse en ese instante.

Pero no podía.

Las cargas siguieron. La tensión creció.

—Nick... no te atrevas... no te atrevas —murmuró Natasha, apenas un hilo de voz.

Las súplicas eran lo único que se escuchaba.
Súplicas y ese maldito pitido que no se detenía.

Steve apretó los puños. Hill mordió su labio inferior. ____ se aferró a la idea de que tal vez... tal vez aún podía resistir.

Le inyectaron morfina., le dieron otra descarga. Y luego...

Nada.

Los doctores bajaron las manos. Uno de ellos negó con la cabeza. El silencio se volvió absoluto.

—¿Qué hora es? —preguntó el cirujano

—Diez de la noche con trece minutos —contestó una enfermera.

—Hora de la muerte.

Y esa frase... fue un golpe.
Uno que no se escuchó, pero se sintió en el pecho de todos.

Natasha dejó que una sola lágrima escapara de sus ojos. Su expresión dijo todo. Maria Hill y ella se apartaron del vidrio, en silencio. No quedaba más que mirar.
El hombre del parche... ya no estaba.

La sala donde permitirían verlo por última vez estaba helada. No solo por el aire acondicionado, sino por esa quietud densa que dejan los cuerpos sin alma. El silencio pesaba como una losa sobre los hombros de los presentes.

Natasha contemplaba el cuerpo inerte de Nick Fury con una rabia que no gritaba, pero sí ardía en sus ojos vidriosos. Tenía lágrimas en las mejillas. Lágrimas sinceras, dolorosas. Lágrimas de quien pierde algo más que un superior o un compañero: un vínculo irremplazable que nadie más comprendería.

A su lado, Louise se mantenía quieta, con la cabeza ligeramente inclinada y la expresión enmudecida por el impacto. Sostenía con cuidado la mano de Fury, por encima de la sábana blanca. Su contacto era suave, casi reverente, como si con ello pudiera mantenerlo un momento más entre los vivos.

Se sentía terrible. No lo conocía tanto, pero lo suficiente como para que le doliera.
Su primer encuentro con él fue mientras intentaba huir. Y el último, mientras intentaba esconderse.

Solo que esta vez... era él quien huía. Y ya no tenía a dónde ir.

Steve estaba al fondo. No se acercaba. Apenas si se dignaba a mirar el cuerpo. Su expresión era rígida, los labios apretados, la mandíbula tensa. Parecía sostener el control solo por obligación. Loki, en cambio, se mantenía de pie junto a _____. Observaba el cadáver sin pestañear. Frío, inexpresivo. Como alguien que ya ha visto demasiados muertos como para conmoverse por uno más. Pero no era Fury lo que le preocupaba. Era ella. Su silencio. Su temblor. Su dolor sordo. Eso, y lo que vendría ahora: ¿qué pasaría sin el director de S.H.I.E.L.D. al mando? ¿Quién tomaría el control en medio de un sistema que claramente estaba resquebrajándose desde adentro?

Los pasos de Maria Hill rompieron el silencio.

Entró con la mirada cansada y el rostro marcado por la tensión. Se veía agotada, devastada, pero no perdió la postura.
Aun así, su voz tembló ligeramente cuando se detuvo frente al cuerpo.

—Vengo a llevármelo... —fue lo único que dijo.

Ni Natasha ni Louise reaccionaron de inmediato. Seguían allí, clavadas al suelo, sumidas en ese instante imposible entre el adiós y la negación.

Steve se acercó con sutileza. Con una calma que parecía ensayada. Posó una mano en el hombro de Louise y la otra con suavidad en la cintura de Natasha.

—Natasha... —dijo, apenas un susurro.

Ella se tensó al instante. No lo miró. Se quedó quieta unos segundos... y finalmente, acarició la cabeza de Fury, con un roce de despedida. Luego dio media vuelta y salió sin decir más.

___ hizo lo mismo. No dijo nada. Solo apretó el brazo del hombre por encima de la sábana, forzando una sonrisa amarga que no llegó a los ojos. Caminó lentamente hacia la salida, arrastrando los pies. Loki la siguió en silencio, su sombra constante, sin alejarse ni un paso.

—¡Natasha!.

La voz de Steve los detuvo a todos. La espía se detuvo en seco, pero no se giró. Louise y Loki se quedaron a pocos pasos de ellos, observando desde una distancia prudente lo que ya no parecía una simple despedida, sino una conversación suspendida desde mucho antes.

—¿Qué hacía Fury en tu departamento? —preguntó Nat, girándose por fin. Su mirada estaba fija en Rogers, seria, molesta, inquisitiva. Luego, sus ojos se posaron en Louise con igual severidad—. ¿Y tú qué hacías con él?

—Yo... necesitaba hablar con alguien —respondió ____, de inmediato, sin mentir.

Steve suspiró y se llevó ambas manos a la cintura. Estaba abrumado. El peso de demasiadas verdades no dichas le colgaba de los hombros.

—No lo sé... —contestó finalmente, y mintió.

El ambiente se volvió aún más incómodo. El silencio entre ellos era tan espeso que costaba respirar. Natasha lo miraba con los ojos entrecerrados, como si intentara leer lo que no decía.

Unos pasos rápidos retumbaron en el pasillo. Todos se giraron, menos Natasha, que mantenía la mirada fija en Steve como si el resto del mundo se hubiese desvanecido.

—Cap, te necesitan en S.H.I.E.L.D. —anunció Rumlow, apareciendo por el corredor.

—Sí, dame un segundo —respondió Steve sin apartar la vista de Natasha.

Pero el agente insistió:

—Te quieren ahora.

El ambiente se tensó aún más, si eso era posible. Steve sostuvo la mirada de Natasha. Ella no apartó los ojos.Había algo más ahí. Algo no dicho. Una historia larga entre ellos que se respiraba, incluso para quienes nno la conocían.

Finalmente, él solo asintió. Un gesto leve, casi imperceptible, acompañado de un "ok" apenas audible.

Y antes de marcharse, giró la cabeza hacia Louise y Rogers . Sus ojos estaban opacos, cansados, pero dolidos.

No había juicio. Solo decepción.

—Ustedes dos... —dijo, con voz grave—. No saben mentir.

Con eso, se dio la vuelta y se marchó por el pasillo. Louise lo observó hasta que desapareció. Estaba confundida, aturdida. No entendía qué había visto Fury, qué sabía Natasha, ni por qué Steve parecía llevar una carga aún más pesada que la muerte de su jefe.

A la distancia, un viejo dispensador de golosinas brillaba al final del pasillo, con un leve parpadeo eléctrico. Loki lo observó de reojo, sin darle importancia... pero Steve, antes de doblar la esquina, lanzó una última mirada hacia esa máquina. Fugaz, pero significativa. Como si escondiera algo más. Como si la máquina no estuviera ahí solo para dar dulces.

El camino de regreso fue silencioso.
El auto avanzaba por las calles húmedas de Washington mientras la ciudad se sumía en la mañana que se asomaba, ajena a la pérdida que acababan de presenciar.

Ella iba sentada con los brazos cruzados sobre el pecho, la cabeza apoyada contra la ventanilla, los ojos clavados en la oscuridad de la calle. No decía nada. Pero su silencio hablaba a gritos.

Loki conducía con una seriedad inusual, sin desviar la mirada del camino. No necesitaba verla para sentirla. Sabía que estaba luchando con algo más profundo que el miedo o el dolor. Era más antiguo. Más visceral. Como si una puerta se hubiese abierto dentro de ella y lo que había del otro lado no podía cerrarse del todo.

—¿Quieres que diga algo...? —preguntó en voz baja, sin apartar los ojos del camino.

Ella negó con la cabeza.

—¿Quieres que me calle...?

No respondió.

Y eso fue respuesta suficiente.

Loki asintió levemente, como si entendiera que, por ahora, el silencio era todo lo que podían compartir.

Cuando llegaron al apartamento, ____ no esperó a que él apagara el motor. Abrió la puerta y entró primero, caminando sin energía, como si cada paso costara demasiado. Loki fue detrás, siempre detrás, observándola con esa mezcla de culpa y cuidado que no sabía cómo manejar.

Ella se quitó el abrigo al llegar al salón y lo dejó caer sobre una silla. Luego simplemente se dejó caer en el sofá. No dijo nada. No encendió la televisión. No se acercó a la cocina.

Se quedó ahí. Sentada.

Mirando el vacío.

Loki se acercó, pero no se sentó junto a ella. No aún solo la miró.

Se quedó en el sofá, inmóvil.
Estaba llena de sangre, su cabello pegado al rostro por la humedad, las zapatillas aún puestas. Parecía congelada.

Loki no se atrevió a hablar al principio. Caminó por la sala con pasos suaves, mirándola de reojo, esperando... algo. Una palabra. Un movimiento. Un suspiro. Cualquier cosa que no fuera ese silencio espeso que ya lo estaba devorando por dentro. Pero ella seguía allí. Sin decir nada. Con las manos cruzadas en el regazo, la mirada perdida en un punto del suelo. Como si estuviera recordando algo que ni él podía alcanzar.

Finalmente, Loki se sentó en el otro extremo del sofá, manteniendo la distancia. Le dio unos segundos más. Y entonces, habló.

—No pensé que... —su voz se detuvo a medio camino. Apretó la mandíbula y volvió a empezar—. No pensé que el día iba a terminar con un cadáver más sobre la conciencia.

Ella no respondió.

—No te vi sangrando —añadió, intentando sonar sereno, aunque por dentro ardía—. No estás herida, pero igual estás mal. Y no sé cómo arreglar eso sin arruinarlo más.

Louise parpadeó, como si apenas ahora recordara que él estaba ahí. Y giró apenas la cabeza para mirarlo. Había cansancio en sus ojos, sí, pero también algo más profundo. Algo que no era solo agotamiento físico. Era decepción. Tristeza. Esa mezcla amarga que deja una traición, incluso cuando nadie quiso traicionar a nadie.

—No fue solo por lo de hoy —dijo al fin, con voz ronca—. No fue solo por Fury... ni por el Soldat.

—Lo sé.

—Entonces, ¿por qué?

—Porque soy un idiota —respondió sin pensarlo, sin sarcasmos—. Porque me dio miedo. No por ti, si no por mí. Porque vi que algo —o alguien— podía entrar en tu vida otra vez con una sonrisa, y tú ibas a dejarlo quedarse. Y no pude soportarlo.

Ella lo miró, sin dureza. Solo con ese gesto de quien ya no tiene fuerzas para defenderse.

—¿Crees que después de todo lo que pasó... me importa lo que pasó con la llamada? ¿Después de ver a Fury morir frente a mis ojos? ¿Después de saber que el hombre que le disparó tenía el brazo metálico y una mirada que me hiela la sangre... y que yo lo conozco?

Su voz se quebró en la última palabra. Por un momento, se mordió el labio, intentando no llorar. Pero una lágrima traicionera cayó igual.

Loki se inclinó un poco hacia ella. No se acercó demasiado. Solo lo suficiente para que ella supiera que lo escuchaba, que estaba ahí.

—No confío en él, ____. Ese Yung tiene algo que no cuadra. Lo sé y lo siento. Me odio por cómo lo dije, por cómo reaccioné y lo que te hice. Pero... no me equivoqué en eso. Solo en cómo lo manejé.

Louise se pasó las manos por la cara. Tenía la cara roja, el cabello enredado, las manos manchadas aún con la sangre seca de Fury.

—Hoy... —comenzó, bajando la voz—. Hoy sentí frustración de verdad. No solo por lo que pasó. Sino por mí. Por lo que soy capaz de soportar y de callarme... Nat me gritó frente a Steve. Me juzgó como si fuera una traidora. Como si no tuviera derecho a buscar consuelo en alguien que no fuera ella.

—¿Y eso te dolió más que todo lo demás?

Ella asintió con un nudo en la garganta.

—tal vez... porque no quiero perderla. Pero tampoco quiero seguir callando cosas solo porque no quiero que amenacen a otros. Porque no soy como ellos. Y me di cuenta cuando Fury lo hizo —lo miro por un instante—. Y casi cometo una estupidez... aparte de no tomar el medicamento casi recaigo. No se como me controle.

Sus miradas se cruzaron.

Loki la escuchó sin interrumpirla. Sin justificarse. Sin pelear. Porque por primera vez entendía que no era solo lo que había hecho mal. Estuvo al borde de perder una batalla que había ganado contra una adiccion... y cómo casi recae por llevarla al limite sin saber lo que estaba pasando detras.

—Tú no elegiste todo esto que te esta pasando —dijo entonces, con una voz suave, inesperadamente tierna—. Tu quisiste darte la oportunidad de buscar algo mejor. Yo solo fui el imbécil te persiguió y que se enamoró de ti, una humana demasiado fuerte como para rendirse... y demasiado frágil como para que el mundo no intente romperla una y otra vez.

Ella cerró los ojos. Las lágrimas se desbordaron entonces. No por Fury. No por Natasha. No por lo pasado con Loki horas antes por una llamada. Por ella. Por todo lo que cargaba sola. Por lo que nadie le decía, pero todos esperaban de ella.

Loki se acercó. Esta vez, sí. La rodeó con ambos brazos y la atrajo con firmeza. No le pidió permiso. No necesitaba hacerlo. Ella se dejó llevar. Se aferró a él. Hundió la cara en su pecho. Y lloró.
Lloró como si pudiera vaciar todo lo que llevaba dentro.

—Estoy cansada —susurró, apenas audible—. Cansada de todo esto. De que mis pesadillas se vuelvan realidad, estar en medio de guerras que no pedí, recordar cosas que no quiero.

—Entonces quédate aquí y no salgas más —respondió él, apoyando el mentón sobre su cabeza—. No tienes que hacer nada... No tienes que demostrar nada. Solo quédate. Aquí. Conmigo.

Ella no dijo nada. Solo lo abrazó más fuerte.

Cuando sus lágrimas empezaron a calmarse, y su respiración dejó de temblar, el silencio volvió a instalarse entre ellos. Esta vez, más suave. No tan opresivo como antes. Un silencio de después. De esos que llegan cuando no quedan fuerzas para seguir resistiendo.

Loki deslizó una mano por su espalda, lenta, suave, reconociendo cada estremecimiento leve de su cuerpo. No dijo nada. Solo esperó a que el momento indicara el siguiente paso.
Y cuando la sintió desfallecer un poco más, apenas consciente de sí misma, se inclinó hacia ella y susurró contra su frente:

—Ven conmigo.

Antes de que ella pudiera decir algo, la envolvió con ambos brazos y la levantó del sofá con una facilidad casi mágica. ____ no protestó. No tenía energía para hacerlo. Se dejó llevar, apoyando la cabeza contra su pecho, con los párpados ya medio cerrados.
El calor de su cuerpo, la firmeza de sus brazos, la seguridad que siempre encontraba en él... todo eso era un ancla.

Cruzó el pasillo hasta la habitación sin prisa. La mañana era espesa, y el silencio de la casa parecía respetar el momento. Al llegar, abrió la puerta con un suave movimiento de su magia, y entró sin dejar de mirarla.

—Vamos a quitarte todo esto —le dijo en voz baja, casi como si hablara con una niña herida.

La dejó sentada al borde de la cama y se agachó frente a ella.

Comenzó a desatarle los tennis, uno por uno. Luego se deshizo del abrigo, la sudadera empapada y manchada de sangre seca. No había morbo, ni intención alguna más que la de cuidarla. Ella sabía que con él estaba segura. Incluso después de esa pelea sabía que el la cuidaría estando así... vulnerable.

Su torso quedó descubierto y desnudo, dejando ver que solamente había salido con apenas dos prendas luego de la discusión. Se preguntó si no sintió frío después de que se fue.

Loki la tomó de nuevo en brazos y la llevó directamente al baño. Abrió la ducha con un gesto de la mano. El vapor comenzó a inundar el ambiente mientras el agua caliente caía en forma de cascada serena.

Ella se mantenía en silencio. Había algo en sus ojos que parecía estar lejos, aún atrapado en la escena del hospital, en las manos frías de Fury, en el metal del brazo del asesino.

—Déjame ayudarte —murmuró él, mirándola con dulzura.

Ella asintió levemente.

Loki le retiró con cuidado la licra, procurando no romper ese frágil estado de confianza que ella le entregaba sin reservas. Luego el se quitó la camisa, los zapatos, y entró con ella a la ducha. No por deseo. Por necesidad, necesitaba presencia, porque ella no podía estar sola.

El agua tibia resbaló por su piel, lavando la suciedad del día, la sangre seca, el sudor del miedo.

Loki la sostuvo todo el tiempo, con un brazo alrededor de su cintura mientras la otra mano recorría su espalda con calma.
____ dejó caer la frente contra su clavícula. No dijo una sola palabra. Pero las lágrimas silenciosas volvían a mezclarse con el agua.

Él no la apuró. Solo la sostuvo.
Como si su sola presencia fuera una muralla contra la oscuridad, protegerla incluso de los recuerdos.

Cuando terminaron, la envolvió en una toalla grande y mullida, la llevó de vuelta a la habitación, y la ayudó a vestirse. Pijama suaves, ropa limpia. Ella colaboró con movimientos lentos, torpes, como si estuviera en piloto automático. Aún no hablaba. Aún no miraba mucho. Pero cada gesto decía más que las palabras.

Luego la acomodó en la cama, levantando las sábanas y metiéndola entre ellas con el mismo cuidado que un cirujano usaría con un cuerpo abierto. Se despojó del resto de su ropa, dejó solo un pantalón de tela fina, y se metió junto a ella.

Durante varios segundos, solo el sonido de sus respiraciones llenaba el cuarto. Louise tenía la cabeza sobre su pecho, una mano en su abdomen, la otra bajo la almohada. Loki acariciaba lentamente su cabello húmedo, sin presión, sin dirección. Solo porque necesitaba tocarla. Necesitaba recordarse que estaba viva.

Y entonces, con un susurro apenas audible, preguntó:

—¿Quieres hablar sobre lo que pasó?

_____ no respondió al principio. Pero no se tensó.

Solo inspiró profundamente.

—Lo vi, lo reconoci... —dijo al fin, con la voz áspera por el llanto—. Desde que lo vi saltar de ese techo, supe que no era un hombre cualquiera. Su forma de moverse, la precisión. Me recordó a algo... algo que no creía que llegara a pasar.

Loki no interrumpió. No la apretó. Solo bajó la mano de su cabello a su hombro, envolviéndola.

—Y cuando lo vi de cerca... —continuó ella—. Vi el brazo de metal. Y sus ojos... eran como los recordaba. No había nada ahí. Nada, como si le hubieran arrancado el alma.

Su voz comenzó a quebrarse.

—se veía igual que como cuando era niña. No supe que hacer, me quedé parada como una tomta cuando el atacó a Steve con su propio escudo... creí que si me movía vendría por mi. Que me llevaría con ellos.

Loki la abrazó con más fuerza.
Sintió el temblor de su cuerpo, el dolor crudo de una verdad que apenas empezaba a comprender.

—Tengo miedo —susurró ella—. No entiendo que hace aquí... como nos encontró. Por qué atacó a nick... ¿y si vienen por mi?

—el no te hará nada, yo no lo permitiré...

—se que hay algo más grande, algo más pesado y que no solo tengo que ver yo en esto... pero no quiero, temo que cumplan eso que me dijeron en mi sueño.

Las palabras colgaron en el aire, pesadas, aterradoras.

Loki bajó la cabeza y besó su frente, lento, con devoción.

—no pasará, te lo aseguro —le dijo—. Y si hay algo que temer... lo enfrentaremos juntos. Tú no eres lo que te hicieron. Y él no te va a tocar.

Louise se aferró a él. Cerró los ojos. No dijo nada más.

Solo respiró. Creyendo las palabras de ese dios... que por algo era las del dios de las mentiras.

Durmieron lo suficiente.
No como para decir que estaban bien, pero sí para seguir caminando con el peso de la noche anterior a cuestas. Lo justo para no derrumbarse del todo.

Y eso, en los tiempos que corrían, ya era una victoria.

La casa estaba en silencio cuando salieron. Nadie dijo mucho. El le preguntó si se sentía segura de asistir ese día al trabajo. Ella al principio parecía no querer, pero sentía un deber y un impulso que no sabía de dónde salía para hacerlo. Solo se intercambiaron miradas que hablaban más que las palabras: ¿estás lista? ¿podrás con esto?

Afuera, Washington los recibía con un cielo encapotado, un gris que no era solo climático. El aire pesaba. La ciudad parecía contener la respiración.

El Triskelion, alto e imponente, se alzaba frente a ellos con sus muros de cristal como espejos rotos. Aparentemente sólido, pero con grietas internas que ya comenzaban a dejar pasar los problemas. Los agentes hablaban bajo, como si la muerte de Fury aún flotara por los ductos del aire acondicionado.

_____ caminaba por los pasillos con los hombros tensos y el rostro neutro. Había algo en su andar que hablaba de costumbre... pero no de estabilidad. Se movía como alguien que sabe lo que tiene que hacer, pero ya no recuerda por qué lo hacía. Los tonos oscuros ahora por un luto los envolvían.

Loki la acompañaba, sin separarse. Vestido con tonos oscuros, pasos silenciosos, mirada aguda. A su alrededor, los agentes que solían mirarlo con desdén ahora lo evitaban. Era una presencia densa, peligrosa, difícil de ignorar.

Cuando llegaron a su estación de trabajo, Louise dejó la carpeta sobre la mesa y se acomodó frente a las pantallas. Se dedicó a revisar los archivos del algoritmo sin verdadera concentración. No estaba realmente allí. Su mente seguía atrapada en la noche anterior, en la camilla, en la mirada vacía del Soldado, en el sonido del monitor cardíaco bajando a cero.

Y entonces, una voz familiar estalló esa burbuja.

—Hey...

Nicolás.

Ella levantó apenas la cabeza.

Él estaba ahí, parado a un par de metros, con una taza de café en la mano y esa sonrisa sutil que se le notaba entrenada.
Vestía de traje, como siempre. Nada que llamara la atención. Y sin embargo... siempre lograba colarse en el momento justo.

—Me enteré de lo de Fury —dijo, dando un par de pasos más hacia ella—. Una mierda. Nunca pensé que él... bueno, que pudiera morir, ¿no?

Louise no dijo nada.

Él dejó el café en el borde de su escritorio, inclinándose ligeramente como si le ofreciera el mundo en un gesto amable.

—¿Cómo estás?

—Trabajando —respondió ella sin mirarlo.

—Sí, ya veo... —murmuró, sin irse—. Pero lo preguntaba en serio.

El silencio volvió. Solo los ventiladores del sistema y los zumbidos eléctricos de las pantallas llenaban el aire. Nic no se movió.

—Mira, sé que tienes a... —se detuvo, buscando cómo decirlo sin sonar ofensivo—, bueno, a Loki cerca. Muy cerca.

Ella alzó un poco la mirada, sin expresión.

—Y me parece bien —añadió, con tono ambiguo—. Aunque no estoy seguro de que... siempre te haga bien.

Ella no respondió.

—No quiero decir que esté mal que esté a tu lado. Es solo que... no sé. A veces, alguien que te quiere mucho también puede asfixiarte un poco. Sin querer. Solo porque no sabe amar de otra forma. ¿Me entiendes?

Louise apretó ligeramente la mandíbula.

No quería entrar en esos juego ahorita, ya tenía suficiente con lo del día anterior como para empezar con eso. Pero Nicolás no se detenía. Sabía que ella estaba débil. Herida. Y él olía esas fisuras como un sabueso entrenado.

—Lo que quiero decir es... si en algún momento necesitas otra voz, otro espacio...
yo estoy aquí. No como antes, claro. Solo... alguien que aún se preocupa por una amiga —le sonrió de una manera dulce, acercó su mano y se la tomó con suavidad—. Te conozco y sé que esto te afecta más de lo que quieres decir.

Se miraron por un instante, su tono había sido suave con ella. Pero eso no parecía de gracia para alguien que había estado en la sombra de la habitación.

Loki apareció detrás de ella sin emitir sonido. Ninguno de los dos lo había notado hasta que la atmósfera se volvió más densa.
Mucho más fría. Instintivamente ella alejó la mano y apretó los labios en una sonrisa que parecía muy falsa.

Nicolás se giró apenas, y ahí estaba.
El dios, erguido, inmóvil, con la espalda recta, la mirada fija.

Ni una palabra.

Ni un músculo de más.

Solo esos ojos verdes oscuros, cargados de algo que no se podía explicar... pero que sí se podía temer. Una advertencia sin voz, era como marcar límite que no necesitaba ser marcado con lenguaje.

Nicolás no se tenso, solo bajo la vista con disimulo y una sonrisa burlona. Dio un paso atrás, como quien se retira de una conversación que ya no tiene sentido —o espacio.

—ya sabes, si necesitas algo sabes cómo buscarme. Nos vemos, abejita. —murmuró, y se fue.

Loki solo lo observó irse. Ese presentimiento cada vez se hacía más fuerte, aunque para ella eso no era realmente importante.  Luego el dios se sentó al borde de la mesa, girando apenas la cabeza hacia ella.

—¿Estás bien?

Louise asintió una sola vez, sin apartar la vista de la pantalla. Pero sus ojos habían cambiado. Estaban más claros y mas firmes.

—Sí. Mejor de lo que él cree —mintió.

Loki sonrió apenas.

En ese instante, un agente joven apareció por la entrada del módulo, con un datapad en la mano.

—Señorita Stark... —dijo, con una cortesía nerviosa—. El Secretario Pierce solicita verla en su oficina. De inmediato.

____ no se sorprendió. Solo recogió su carpeta. Miró a Loki y por primera vez en horas, habló con decisión:

—¿Vienes conmigo?

Loki asintió cómo siempre, y juntos salieron del laboratorio.

El juego ya no era entre líneas de código ni teorías matemáticas. Ahora las piezas se estaban moviendo... y cada paso los acercaba al borde.

Los pasillos del Triskelion eran más silenciosos de lo habitual, pero esa clase de silencio que no tranquiliza: uno tenso, mecánico, como si las paredes supieran que algo está por romperse.

Louise caminaba al lado de Loki, su carpeta apretada contra el pecho, el corazón palpitando más por terror que por estrés. Loki no decía nada, pero iba atento. Sus ojos verdes escaneaban a todos los que pasaban. Nadie era inocente hasta que se demostrara lo contrario.

Giraron en uno de los corredores principales y, justo al final, vieron a Steve.

Estaba solo. Caminaba con determinación, el rostro tenso, las cejas ligeramente fruncidas. Algo en su postura hablaba que estaba por enfrentarse a algo... o a alguien.

Ella frenó el paso por un segundo, obligando a Loki a detenerse con ella.

—Cap —dijo, en un tono bajo pero firme.

Él se giró. La vio. Su mirada se suavizó solo un poco.

—____... —respondió con un asentimiento—. Loki.

Loki inclinó levemente la cabeza, en un gesto de saludo educado, aunque distante.

—¿Vas a alguna parte? —preguntó Louise, buscando algo en su mirada.

—A ver a alguien. Cosas de rutina —respondió Steve con esa calma que no le pegaba. Forzada. Fabricada. Su tono era tranquilo, pero sus ojos estaban cargados—. ¿Y ustedes?

—Pierce pidió hablar conmigo —respondió ella.

—¿Ahora?

—Sí. En su oficina.

Steve asintió otra vez. Bajó la mirada apenas por un instante. Como si supiera algo que no podía decir. O que no quería arrastrarla a saber.

—Sean cuidadosos —fue lo único que dijo.
Y con eso, dio media vuelta y siguió su camino. Sus botas resonaban en el suelo como tambores de guerra.

Loki se giró para verlo alejarse al ascensor, habían hombres ahí. Pero se veían extraños.

—Lo están esperando —murmuró—. Pero apuesto que no para una conversación.

Louise no respondió. Miro hacia las puertas y estas ce cerraron apenas el entró. Siguieron caminando por el pasillo, ahora más rápido. La puerta de la oficina de Pierce entreabierta cuando llegaron.

Un agente los hizo pasar de inmediato.

Dentro, Alexander Pierce los esperaba de pie, perfectamente vestido, con su usual elegancia sin emociones. Estaba junto al gran ventanal de cristal, dejaban pasar la luz opaca del día nublado.

—Señorita Stark, señor Laufeyson —los saludó con una sonrisa suave, casi acogedora—. Gracias por venir tan rápido.

___ no respondió. Loki tampoco. Ambos se quedaron de pie frente a él.

—Sé que anoche fue... intenso —continuó Pierce, con una rara compasión en la voz—. Lo de Fury fue trágico. Aún estamos tratando de entender lo que ocurrió, pero me pareció importante hablar directamente con ustedes. Especialmente ahora que... bueno, ciertas decisiones deberán tomarse.

Hizo una pausa, como si esperara una reacción. No la hubo.

—Fury confiaba en usted, señorita Stark —añadió, girándose hacia ella—. Por eso tenía acceso al núcleo del algoritmo y las simulaciones en desarrollo. Yo quiero mantener esa confianza. Pero, claro... las circunstancias han cambiado. Y S.H.I.E.L.D. no puede permitirse errores.

—Entiendo —respondió ella, con tono neutro.

—Perfecto. Porque ahora que el liderazgo de la organización queda temporalmente en mis manos, debo asegurarme de que todo lo que estamos construyendo siga avanzando sin obstáculos ni... desviaciones emocionales.

El subtexto era claro. La mirada de Pierce, también. Loki, aún en silencio, dio un paso más cerca. No dijo nada, solo se posicionó detrás de ella, como un ancla o más como una amenaza silenciosa.

—Espero —prosiguió Pierce, sin dejar de mirar a Louise— que no haya distracciones externas que interfieran con su trabajo. Entiendo que está pasando por mucho. Pero todos lo estamos. Y necesitamos estar... enfocados, por eso mismo quería preguntar ¿qué estaba haciendo Nick en el apartamento del capitán Rogers anoche?

Louise sostuvo la mirada. No tembló. Pero sentía el pulso en la garganta.

No sabía que era lo que venía o el por qué de esa pregunta.

—Estoy comprometida con el proyecto, señor. Y anoche, lo único que le puedo decir es que no tengo ni la más mínima idea de que hacía el ahí —dijo con convicción.

—Es extraño, por qué según entiendo usted estuvo cuando el director le dijo a él capitán que no debía confiar en nadie —añadió, y sonrió, pero no había calidez en esa curvatura. Solo dientes—. Y claramente tampoco en el ¿no es así?

—Necesitaba hablar cosas de asunto personal con Steve Rogers, nunca imaginé que Fury se estaba escondiendo en el departamento.

El hombre solo asintió pero su mirada mostraba todo menos calma. Ella sentía esa clara tensión con el hombre, cada que lo veía era como si un horrible peligro la estuviera viendo directamente a los ojos.

Justo entonces, una alarma aguda cortó el aire. Pierce giró levemente la cabeza hacia el comunicador de la sala.

—Código rojo, piso 23. Bloqueo en curso.

____ frunció el ceño y Loki entrecerró los ojos. Lo sabía, algo estaba pasando.

Pierce no pareció sorprendido. Más bien... irritado.

—Parece que alguien no está muy de acuerdo con la nueva cadena de mando —dijo, y volvió a mirar a la Stark—. Si me disculpan, este asunto requiere mi atención inmediata. No se vaya muy lejos señorita Stark, aún tenemos una charla por terminar...

Ella asintió, tensa.

Pierce les hizo un gesto con la mano para que se retiraran. No era una sugerencia. Era una orden disfrazada de cortesía.

Al salir del salón, el pasillo estaba más agitado. Agentes corriendo, otros susurrando por los comunicadores. Las pantallas de emergencia empezaban a mostrar advertencias.

—Está ocurriendo —murmuró Loki.

Louise lo miró confundida.

—¿Steve?

—Si. Y si no salimos pronto, estaremos atrapados en esto, bueno más de lo que deberíamos.

Ella asintió con rapidez. Sabía que las masscaras estaban cayendo. Y si no se movían ahora... alguien más las iba a usar en su contra.

Las alarmas seguían sonando cuando salieron del pasillo que los llevaba a la oficina de Alexander. El ambiente en los pasillos había cambiado por completo: agentes corriendo, comunicadores activados, puertas bloqueadas, luces rojas parpadeando como si todo el Triskelion estuviera a punto de colapsar.

Loki caminaba justo detrás de ella, que intentaba mantener la calma, aunque cada célula de su cuerpo le gritaba que corriera. El tono del lugar, la forma en que los agentes y el equipo STRIKE se miraban entre sí, las órdenes sin contexto... todo hablaba de una traición que ya no era secreta.

—¿Qué está pasando? —preguntó ella, apretando su carpeta contra el pecho.

—Están cerrando los niveles —respondió Loki, mirando de reojo una de las terminales—. Saben que Rogers no se va a rendir. Lo van a cazar.

—¿Y nosotros?

—Nosotros también deberíamos salir antes de que empiecen a preguntarse de qué lado estamos.

Un grupo de agentes pasó corriendo frente a ellos sin detenerse. Las pantallas en las paredes ahora mostraban imágenes de seguridad: fragmentos de la pelea en el ascensor, órdenes de emergencia, códigos de acceso revocados. Y un mensaje grande en ellas "Sospechoso" que alzaba sus alarmas aún más.

En una de ellas, alcanzaron a ver la figura de Steve empujando a varios agentes fuera de sí, luchando con la furia de alguien que sabe que lo traicionaron desde dentro. Ella lo vio un segundo. Sus ojos. Su rabia. Su desesperación. No se parecía al hombre que ella había visto hace minutos.

—Tenemos que salir. Ahora —murmuró Loki.

____ asintió, y juntos se desviaron hacia el ala norte, donde el acceso a la zona de vehículos aún no estaba completamente bloqueado, para su suerte, su auto estaba en esa zona. Loki usó un simple gesto mágico para desactivar un panel de seguridad y abrir una puerta de emergencia.

—¿Y si nos detienen? —preguntó ella.

—No va a pasar. Yo los detendré a ellos —respondió con sequedad.

Corrieron por los corredores metálicos, bajando dos niveles por una escalera de mantenimiento. La vibración del suelo comenzaba a sentirse. Algo grande se estaba moviendo.

Al llegar a la salida de personal restringido, vieron cómo varios empleados estaban siendo retenidos para verificación. Loki no esperó. Agitó la mano con un movimiento rápido, y los sensores se apagaron como si nunca hubieran funcionado.

Aunque parecía que unos de ellos los tenía en la mira, se acercó a la pareja cosa que hizo que Loki la tomara de la mano para sacarla a rastras de ahí.

—Vamos.

Una vez fuera del edificio, el aire libre fue como un puñetazo en el pecho. El cielo seguía gris, pero el espacio abierto les permitió ver lo que estaba ocurriendo.

Y entonces lo vieron.

Steve.

Montado en su moto, saliendo disparado del Triskelion hacia el puente principal.
Detrás de él, una escuadra de vehículos blindados.

Y desde el cielo... el zumbido inconfundible de un quinjet. Uno que descendía con intenciones mortales.

—Dios... —murmuró Louise.

—No exactamente —respondió Loki, con una mezcla de ironía y tensión.

Desde donde estaban, cerca de la salida técnica del ala este, tenían una vista lateral del puente. Podían ver cómo el Capitán maniobraba entre los autos, esquivando disparos, lanzando su escudo, derribando a los soldados uno a uno.

No estaba huyendo. Estaba sobreviviendo.

—¿estás bien? —preguntó Loki, tomándola de la mano.

— ah... ¿por qué?

— dijiste que no querías estar metida en una guerra y creo que ya lo estamos.

Ella lo miró. Sus ojos estaban abiertos con claro temor en ellos. Tenía claro que lo que estaba pasando no lo podría evitar, tal vez lo hubiera atrasado al no ir como Loki le insistió pero los buscarían.

—No importa, de alguna u otra manera irían por nosotros —respondió, y apretó su mano.

Corrieron hacia uno de los autos de seguridad aún desocupados. Loki forzó el encendido con magia pura. El motor rugió. Louise subió sin decir palabra tomando el volante.

Mientras el quinjet disparaba contra la motocicleta de Steve, ellos se alejaban del Triskelion con dirección opuesta, en zigzag, escapando del epicentro.

—Si lo están persiguiendo así —dijo ___, sin quitar la vista del retrovisor—. Es porque tiene algo. O sabe algo.

—Y nosotros ahora también. Por eso nos van a buscar.

—tenemos que buscar la manera para....

Loki miró al frente, con el ceño fruncido.
Su voz sonó como una promesa. O una advertencia.

—¿ocultarnos? Sabes que eso es lo menos para mí.

Detrás de ellos, las explosiones del puente seguían resonando.

Y el mundo —el que apenas habían empezado a conocer— acababa de romperse por completo.

El coche seguía avanzando por calles secundarias mientras el caos quedaba atrás. Louise no hablaba. Mantenía la mirada fija en el camino, los ojos perdidos en algún punto invisible del horizonte.

—Estás callada —murmuró Loki desde el asiento del copiloto—. Lo que, considerando la situación, puede ser o muy bueno... o extremadamente malo.

Ella no respondió de inmediato. Solo frunció el ceño levemente, como si estuviera armando un rompecabezas.

—Hay algo que me está molestando —dijo por fin—. Algo que no me encaja desde anoche.

Loki la miró de reojo, interesado.

—¿De qué hablas?

—De lo que pasó en el apartamento de Steve.

—¿en dónde hubo el tiroteo?

—Sí... pero cuando pasó eso. Antes de que todo se fuera a la mierda —dijo Louise, con el tono de quien está hablando en voz alta consigo misma, más que con el otro—. Cuando Fury estaba en el suelo, herido, y yo trataba de parar el sangrado... lo recuerdo claramente. Fury le pasó esa pequeña memoria. Una especie de USB. Y Steve la ocultó. Pero cuando me acerqué a él, justo antes de que llegara la policía, vi que la guardo en su bolsillo y al salir del hospital el estaba mirando una máquina...Una estúpida máquina dispensadora.

Loki frunció el ceño, curioso.

—¿Una máquina de dulces?

—Sí. Pero capi la miró con demasiada atención. Como si la marcara mentalmente. No fue casual. Lo conozco. Fue como una de esas cosas que a veces se le atraviesan en su cabezota vieja, como una idea.

El dios lo pensó y casi como si le leyera la mente dijo:

—¿crees que fue ahí donde guardó la memoria?

—No lo creo —dijo ella, ya girando el volante—. Lo sé.

Loki sonrió con una mezcla de ironía y orgullo.

— Que mujer tan inteligente.

—Más te vale recordar eso cuando quieras subestimarme o cuestionarme otra vez.

—¿Yo? Jamás. Solo admiro tu capacidad para convertir paranoia en brillantez.

Louise aceleró. El tráfico empezaba a aligerarse en esa zona. Ya tenían un destino claro.

El auto dobló por una de las calles laterales, el edificio comenzaba a perfilarse a lo lejos. Al llegar al hospital, el ambiente era tenso pero no desbordado. Lo suficiente para que no llamaran la atención, pero aún cargado con la sombra de lo ocurrido la noche anterior.

_____ bajó del auto primero, caminando directamente hacia la entrada del vestíbulo. Loki iba detrás, con paso calmo, pero alerta.

Y entonces, al cruzar la puerta de cristal, la vio.

De espaldas.

Frente a la máquina. Natasha, mascando un chicle como si nada malo estuviera pasando.

Llevaba una chaqueta de cuero oscura, el cabello suelto. Una mano aún dentro de la rendija de la máquina, con los dedos sosteniendo algo.

Louise frenó en seco. Natasha giró, como si ya supiera que ellos estaban ahí.

Sostuvo la memoria entre los dedos, alzándola con sutileza.

—Llegaron tarde, revoltosa—dijo con una media sonrisa cansada.

—¿Hace cuánto estás aquí? —preguntó ____, sin molestarse en fingir sorpresa.

—El tiempo suficiente para confirmar que mi intuición sigue siendo mejor que la de todos ustedes juntos —respondió Natasha, mientras guardaba el dispositivo en el interior de su chaqueta—. Aunque debo admitir que no esperaba verte aquí tan pronto, y mucho menos acompañada de... bueno, tu noviecito.

—Un placer como siempre, Romanoff —murmuró Loki, con una reverencia apenas visible.

Natasha lo ignoró. Miró a Louise con algo más que sarcasmo. Había tensión y molestia, sí. Pero también una chispa de cariño velado.

—No podemos hablar aquí. Ni ahora —dijo—. Las cosas están en movimiento. Y si lograron llegar hasta aquí, significa que ya están metidos hasta el cuello.

—Lo estuvimos desde el primer día —respondió la mas joven.

Natasha asintió.

— el viejito no debe tardar en venir.

—¿hablaste con él? —preguntó la pelinegra.

Romanoff negó con la cabeza mientras se acomodaba en una de las sillas cercanas.

— se ofendió por la misión que me encargó Fury, y casi casi me bloqueo pero de la manera en la que lo hacía en su época.

— si... me imagino que te aplicó la ley del hielo —se cruzó de brazos y suspiró rendida— conozco muy bien lo que es eso.

Loki soltó un suspiro, como quien recuerda por qué y como la ah cagado tantas veces.

—¿sigues enojada...? —preguntó Lou llevando las manos a sus bolsillos.

Ella negó cruzándose de brazos aunque había algo que le picaba en la garganta.

— No. Pero de igual manera ya no importa, supongo que lo necesitabas él en ese momento.

____ sonrió ante las palabras de Natasha con algo que parecía melancolía.

—ni yo sé cómo termine ahí... fue algo pesado.

—Me imagino por quien habrá sido —subió su mirada a la figura oscura que estaba a unos pasos de ellas—. A veces pienso que te saca la rabia solo por diversión.

___ sonrió por un momento y lo miró. Si habían momento que podían ser así, pero otros en los que ambos con sus propias acciones herían al otro.

— No lo hago por gusto propio; solo como se lo dije a ella, hay cosas y personas que no son de fiar. Como todo lo que está pasando.

Ambos se miraron, aún había peso en esa conversación. El seguía fiel a su posición y ella aún guardaba una duda entre lo que podía pasar y la posibilidad que le planteaba su pareja.

Louise se apoyaba contra la máquina dispensadora, los brazos cruzados y el ceño fruncido. Loki estaba unos pasos detrás de ella, observando con atención la entrada principal, como si esperara que la puerta explotara de un momento a otro.

Natasha seguía sentada en una de las bancas metálicas del pasillo, con la pierna cruzada y la chaqueta abierta. Tenía esa expresión suya: fría, evaluadora, pero no indiferente.

Y entonces, la puerta giratoria se movió.
Steve entró.

Llevaba una sudadera con la capucha en la cabeza, los hombros tensos y los pasos rápidos.

Cuando vio a Louise, se detuvo apenas un segundo... pero su atención se dirigió de inmediato hacia Natasha. Cerró los ojos como quien sabe que ya había llegado muy tarde al escondite del pequeño dispositivo.

—¿Dónde está? —preguntó, sin rodeos.

Natasha sacó el USB de su chaqueta y lo sostuvo entre dos dedos.

—Hola a ti también, Rogers.

—Nat —gruñó Steve, con esa mezcla de reproche y alivio.

Ella se puso de pie y le tendió el dispositivo sin dramatismos. Con algo de rudeza la tomó del brazo y la metió en una de las habitaciones abiertas para luego ponerla contra la pared.

Louise y Loki se miraron apenas y entraron detrás de ellos aunque Loki se quedó en la parte de afuera, custodiando que nadie sospechoso se acercara.

—Estaba en la máquina. Tal como la dejaste —dijo, con media sonrisa—. Aún tienes tus momentos brillantes.

Steve lo tomó sin agradecer. Lo guardó en el bolsillo de su chaqueta, manteniéndose en silencio un segundo. Luego levantó la mirada y la fijó en ella.

—¿Por qué estás aquí?

Natasha lo miró, tranquila.

—Porque quiero respuestas igual que tú. ¿de dónde la sacaste?

Louise se mantuvo al margen. Solo observaba. Loki, a su lado, bajó la mirada hacia ella, como preguntando en silencio si quería estar ahí. Ella necesitaba escuchar esto y aparte no quería perderse lo que podía salir de estos dos.

—¿por que tendría que decírtelo? Yo no soy el que ha estado ocultando cosas todo este tiempo.

Loki y Lou se dieron una mirada fugaz, casi cómplice. Al parecer ellos no eran los únicos con problemas de confianza y comunicación.

— Fury te la dio... ¿por qué? —acusó Natasha con duda.

Ambos se miraron la tensión entre el capitán y la espía de sentía incluso en el aire, y claramente era intrigante. Algo tenía que haber ahí como para que esos dos estuvieran a tal grado de indiferencia.

—¿qué hay en ella? —preguntó Rogers

— no lo sé.

— no mientas... ¿quieres? —la sacudió con desesperación.

—Bueno, calmémonos un poquito ¿quieren?—intervino ____.

Steve apenas si la volteó a mirar, era casi como si ella no existiera en ese cuarto.

— yo no lo sé todo, Steve —contestó Nat, mirándolo a los ojos—. Solo finjo que lo sé...

—vaya... eso explica muchas cosas —bufó en un susurro Lou con los brazos cruzados.

Steve miró hacia la puerta, temiendo que alguien pudiera escucharlos.

—¿sabías que fury contrató a los piratas?

Ella lo miró con verdadera sorpresa.

—no me extraña la nave tenia algo... y fury necesitaba entrar al igual-

Steve nuevamente volvió a agarrarla con fuerza. Cosa que provocó que Louise lo jalara con la suficiente fuerza para apartarlo.

— Steve tampoco es necesario recurrir a la violencia, incluso tú lo has dicho.

El hombre la miró, y respiró en un intento de contener la ansiedad y molestia que tenía en ese momento.

— y yo que creía que nosotros éramos los únicos que discutíamos hasta casi matarnos —comentó Loki desde afuera con una sonrisa burlona.

Los tres se quedaron en silencio por un momento, hasta que el capitán se cruzó de brazos y miró de manera seria a la pelirroja nuevamente.

—no te preguntaré otra vez... ¿Sabes quién era verdad? —preguntó Steve .

Natasha no respondió de inmediato. Miro a Lou quien a su vez quedó sorprendida por la pregunta del rubio. Cerró los ojos con fuerza Luego, asintió lentamente.

—Sí.

—¿Quién?

—muchos en la comunidad de inteligencia piensan que no existe... pero los que sí, lo llaman "el Soldado del Invierno". Un asesino que ha trabajado para diferentes gobiernos en las últimas cinco décadas. Nadie sabe de dónde vino, nadie ha podido probar que existe. Pero yo sí lo vi.

Steve dio un paso más cerca.

_____ al oír las palabras de Natasha quedó casi pasmada, ella sabía lo del hombre del brazo de metal. Era algo que claramente le confesaba a ella desde hace tiempo. Pero esto tenía un peso diferente, algo más allá de una simple información. No sabía que ella lo conocía como tal, nunca se lo imaginó.

— ¿así que es un cuento?

Lou se acercó y la miró con seriedad.

— no, no tiene nada de cuento. Es real —volteó a mirar a Steve—. Yo también lo conocí cuando era pequeña... lo que no entiendo es por qué tú nunca me dijiste que lo conocías personalmente.

Natasha miró fijamente a la pelinegra, como si quisiera seguirse guardando información de una manera en la que ya era casi imposible.

—Natasha... ¿de donde lo conoces?

La espía soltó un suspiro cansado, ahora eran dos personas quienes la mantenían contra la espada y la pared.

—del cuarto rojo... el también me entrenó un tiempo mientras estaba ahí.

Louise sintió como su estómago se encogía, no sabía si reclamarle o no. Ambas habían pasado por cosas muy difíciles, solo que una prefería no contar lo que le pasó a la otra.

— la última vez que lo vi fue Hace cinco años. Fui enviada a proteger a un ingeniero nuclear iraní. Lo escolté hasta la salida, íbamos camino al aeropuerto. Hasta que nos atacaron y casi caímos por un barranco... ahí fue donde lo volví a ver. Yo traté de proteger a mi ingeniero. Pero con una sola bala le disparo atrás vez de mi
Se subió la esquina de una blusa y dejó ver su cicatriz apenas visible en el abdomen—. Me dejó eso.

—sin estrías... bala soviética —comento ___ con seriedad.

Steve miró la marca. Sus labios se tensaron.
Lou y nat se miraron por un instante.

—no más bikinis —enarco una ceja con ironía.

Rogers y ella volvieron a mirarse a los ojos, el estaba tenso y ella aún más.

—Sí... apuesto a que se te ven horribles.

Louise rodó los ojos. Era como oír a Loki, solo que más reprimido y "educado".

—Si van a coger, podemo...

—¡Loki! —regañó entre dientes, sin poder evitar sonreír pese a la situacion.

el solo levanto las cejas conteniendo una sonrisita con burla, los tres se miraron y steve solo poso sus manos en la cintura.

—Si vamos a hacer esto —continuó Natasha, más seria ahora—, necesitamos ayuda. Y tiempo.

Steve asintió. Luego miró a Louise.

—¿Y tú? ¿Estás con nosotros?

Louise lo sostuvo la mirada con firmeza, aunque por dentro le temblaba todo.

—Desde que los amenazaron y fury tambien lo hozo conmigo. Sí, estoy con ustedes.

Steve le dio un leve asentimiento, sin palabras.

Loki se limitó a cruzar los brazos, con una ceja alzada.

—Y supongo que yo soy el bono caótico en este grupo de guerra mortal.

—Tú eres el que hará explotar algo si se pone feo —respondió Natasha, sin molestarse en bromear.

—Oh, Romanoff... no sabes cuánto lo deseo —murmuró Loki con una sonrisa oscura.

Steve respiró hondo. Miró el USB en su bolsillo, luego al resto.

—Entonces no perdamos más tiempo.

Y con eso, salieron del hospital por la puerta trasera, sabiendo que en cuanto insertaran esa memoria en una terminal... todo el infierno se desataría.

✩｡:•.───── ❁ ❁ ─────.•:｡✩
No se ustedes pero yo amo el Romanogers ✋😭 aunque ahorita estén peleados.
Pero no importa, confíen en mí: aquí SÍ va a pasar algo. No vine a repetir errores de guion ajenos.

No como en el MCU (mlps).

Mis criaturitas del caos, Ahora, cambiando de tono... mil gracias por seguir leyendo, comentando en este fic conmigo.
Sé que les prometí maratón nivel intensito, pero la vida me lanzó un evento triste (mi abue). Aun así, escribir esto me está ayudando a distraerme, así que gracias por estar del otro lado💕

Este capítulo es como la calma tensa antes de que todo explote. Porque sí, se viene acción. Y se viene fuerte. Así que prepárense: emociones, drama (mucho drama) y problemas... pero con estilo.

Si me da tiempo de editar el siguiente, tal vez se sube más tarde hoy. Si no, paciencia, que no pienso dejar esto a medias. Me demoro, pero cumplo mi palabra.

Les amo! Nos vemos en un ratote.