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Long chapter
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⊱❑┇ _____ Stark ┇❑ ⊰

Mi rutina parecía haberse grabado en piedra desde que nos mudamos.
Alarma a las 6:00 a.m., una pequeña práctica de baile hasta las 7:00, y luego alistarnos para ir directo a SHIELD.

Todo perfectamente cronometrado, con la caótica armonía de dos personas demasiado testarudas para compartir un baño sin discutir... o besarse.

La casa se sentía cada día un poco más nuestra. Entre mi inevitable desorden y las quejas teatrales de Loki, las paredes empezaban a absorber nuestro ritmo.

Esa mañana no fue diferente.

Yo salía del estudio de danza, con la camiseta pegada al cuerpo por el sudor y una playlist de los 80 aún resonando en mi cabeza, cuando me lo encontré.

En medio del living.

Erguido.

Descalzo.

Con un montón de papeles, carpetas y dos libros bajo el brazo. Su cara era un poema.

—¿Sabes? A veces me pregunto si comparto hogar con una brillante mortal... o con un huracán que arrasa todo a su paso —dijo con tono irritado.

—Buenos días, amor de mi vida —sonreí con total descaro, tomando mi botella de agua—. Veo que el desayuno de hoy será a base de regaños.

—Es eso o por fin le pones orden a tus cosas y de paso cambias a otro tipo de musiquita para iniciar el día, tú eliges.

—Yo elijo ignorarte. Funciona desde 2013 —me burlé, pasando a su lado para ir a la cocina.

—en mis planes no está levantarme a las cinco. Mientras tú soñabas que bailabas con unicornios o lo que sea que te inspire a dar vueltas como una elfa borracha al amanecer.

Me giré para mirarlo con una ceja arqueada.

—¿Me estás diciendo que te molesta mi rutina de ballet?

Tenía ese gusto personal de armar una que otra coreografía con música mezclada, digo mi mente era un desastre y de alguna manera debía canalizarlo.

—Estoy diciendo que si una mañana más escucho "Take On Me" a todo volumen antes del desayuno, voy a hacer explotar el sistema de sonido con mis propias manos.

—Te encanta mi playlist. Admítelo —pase de su lado sacándole la lengua —¿quieres café? Necesito más energía hoy.

—Admito que... lo tolero. Como se tolera una bestia pariendo a su cria.

—que grosero y exagerado eres —respondi con una mala mirada ante su comentario.

Se acercó a mí en la cocina, con esa forma suya de rodear el espacio como si fuera un escenario y él el actor principal. Sus manos fueron directo a mi cintura, pegándome suavemente contra la encimera.

—¿Sabes cuál es el verdadero problema de esta rutina tuya? —susurró cerca de mi oído— Que me cuesta demasiado no distraerme contigo antes de que salgamos.

—¿Y eso es un problema? —murmuré con una sonrisita, deslizando mis dedos por el borde de su bata abierta.

—Lo es, si pretendes que lleguemos a ese infierno dirigido por el hombre del parche a tiempo.

—¿Quién necesita llegar a tiempo cuando tiene a un dios en casa que nos puede teletransportar ahí?

—Tu jefe. El mío. El país. La seguridad global...y tu misma cuando pusiste la regla de "nada de magia en asuntos mortales" ¿quieres que siga?

—No hace falta —dije, robándole un beso rápido antes de zafarme—. Pero lo tomaré como un "sí" al café.

—Y por cierto —dijo con voz baja, fingiendo desinterés—, ¿tengo que esperar otro mensaje temprano de tu entrañable colega hoy?

—¿De quién estás hablando? —pregunté con fingida inocencia mientras sacaba las tazas del gabinete.

—Oh, vamos —chasqueó la lengua—. Yung. Ese pobre idiota que finge que le interesan tus proyectos cuando en realidad lo único que quiere es desnudarte con los ojos.

—Qué descriptivo —murmuré mientras el café comenzaba a hacerse—. Recuerdo que en Asgard tus celos no eran tan notorios.

Últimamente había recuperado la comunicación con Nic, se que no era lo mejor. Pero mi posición en el proyecto me obligaba a convivir con él, quisiera o no. Y con eso venía estás "escenitas" por tenerlo tan cerca otra vez.

—Bueno era inútil sentir celos por quien ¿Frandal? No había nadie quien te cortejara aparte de mí.

Lo voltee a ver con una mala cara, obviamente muchos me querían cortejar esa vez, en el baile, lo recordaba muy bien como para pasarlo desapercibido. Cuando quise objetar el simplemente me robó la palabra, con esa misma intención de ganar la discusión.

— y no, no tengo celos. Tengo ojos — comentó con su usual mirada de superioridad mientras se cruzaba de brazos—. Y un mínimo de dignidad. Ese sujeto no conoce los límites.

Yo simplemente negué ante su comentario, y serví el café en la taza para el.

digo, estaba exagerando hasta cierto punto. Era más que claro que por más cosas que hayan pasado y el cariño de amistad que le guardo a Hon, lo elegí a él. O sea, vivimos juntos, solos, los dos, con nuestras peleas y nuestros egos que chocan.

Ah, claro y con JARVIS.

Que, como si lo hubiéra invocado, interrumpió:

—Señorita Stark. Un nuevo mensaje de Nicolás Yung ha llegado. Cito: "Buenos días, ingeniera favorita. Espero que tu sistema de vibración experimental no haya explotado. Estoy revisando los resultados por si quieres compararlos antes de la presentación. Nos vemos en el laboratorio ;)"

La ceja de Loki subió tan lentamente que por un segundo pensé que había entrado en modo asesino silencioso.

—Ese maldito emoticón me va a hacer cometer un crimen que seguro me agregaría a ese algoritmo —murmuró tomando de su tasa.

Yo contuve la risa mientras me servía mi café y le agregaba un poco de leche de avellana que estaba encima del mueble de la cafetera.

—Te lo dije, es solo trabajo.

—Claro. Y yo solo soy el dios de las mentiras. Qué título tan irrelevante, ¿no?

—No sabía que un simple mensaje de texto era una amenaza directa a tu persona —dije con una sonrisa divertida, bebiendo el mío.

Loki se acercó, sin romper el contacto visual, y me quitó la taza de las manos con calma... y una mirada que prometía todo menos tranquilidad acompañado Su tono bajó, ronco, possessivo.

—No lo es. Pero la próxima vez que lo vea acercarse, te juro por Odín que haré que desaparezca sin dejará rastro.

—O podrías confiar en mí y no comportarte como un imbecil que se deja llevar por los celos que le ocasionan unos simples mensajes de texto.

—No puedo evitarlo si tú decides ser tan... malditamente deseable antes de las ocho de la mañana —susurró, inclinándose para besarme justo bajo la mandibula.

Me reí, empujándolo suavemente con la cadera.

—eres ridículamente dramático. ¿Sabes que lo haces ver como si me estuvieras rescatando de un secuestro cada día?

—Quizá lo esté —respondió, mordiendo suavemente mi cuello—. Después de todo, ¿qué clase de dios sería si no defendiera lo que es suyo? Mucho más si Yung no es alguien que me de mucha confianza.

—¿Yo soy "lo que es tuyo"? Qué posesivo.

—¿Y tú pensabas que esta alianza se basaba en democracia? Eres mi mujer y no pienso dejar que nadie te aparte de mí.

Me giré para robarle un beso antes de darle un pequeño empujón con uno de mis dedos sobre su pecho.

—Date prisa, drama king. Hoy tenemos presentación conjunta y aún no me aprendo la mitad de las cifras de tu parte del proyecto.

—Ah, excelente. Me encantaría verte improvisar frente a Hill. El momento sería digno de una foto.

—¡entonces lleva tu cámara de rollo, rey helado!—grite mientras subía por las escaleras.

A regaños y tratando de no olvidar nada de camino a la puerta, salimos después de una hora para tomar el auto y ir de camino hacia S.H.I.E.L.D. Mientras el conducía yo revisaba los documentos para la presentación de mis avances en el algoritmo, Loki mientras tanto iba memorizando las cifras de los perfiles que habían ajustado a algunas predicciones.

El camino transcurría con ese silencio cómodo y lleno de subtextos, donde el único sonido era el leve pasar de las páginas, el clic metálico de su anillo golpeando el volante y la voz monótona del GPS, que él ignoraba olímpicamente.

—La próxima vez que te quejes de mis playlists —dije sin apartar la vista del documento—, recuerda esta hermosa sinfonía de silencio absoluto y tensión pasiva-agresiva.

—Prefiero esto a escuchar a Bonnie Tyler gritando "Holding out for a hero" mientras parecias armar una coreografía de danza interpretativa que no interpretaba casi nada—respondió sin mirar.

—Fue una obra maestra visual. Y tú estabas impresionado no lo niegues.

—Estaba preguntándome si los humanos realmente sobreviven con tan pocas horas de sueño y tanta cafeína. La respuesta, claramente, es que no.

Rodé los ojos y seguí leyendo. Las cifras seguían sin encajar en una de las simulaciones de analizar objetivos. Iba a tener que improvisar. Otra vez.

Cuando llegamos, Loki aparcó con la precisión de alguien que nunca había fallado en nada —excepto en, quizá, mantenerse lejos de mis problemas personales—. Bajamos sin hablar, cada uno con su carpeta en mano, como dos soldados perfectamente sincronizados listos para una batalla.

Entrar a SHIELD era como cruzar un campo minado con sonrisa profesional. La seguridad era ridícula, incluso para nosotros, pero Loki ya parecía que estaba acostumbrado. Sonreía mirando por encima del hombro. Yo solo mostraba mi pase, con una sonrisa que trataba de ocultar mi mal humor cuando empezaba a trabajar.

Y, por supuesto, como si el universo tuviera un retorcido sentido del humor, el primer rostro que vimos al llegar al laboratorio fue el de Nicolás.

Apoyado casualmente contra una mesa de acero, con la bata blanca ligeramente abierta sobre una camiseta ajustada de Star Wars (una provocación indirecta si alguna vez vi una), sostenía una tableta en una mano y un café en la otra. Era raro verlo vestido así mientras trabajaba, pero parecía que el trabajo lo mataba poco a poco igual que a nosotros, con menos estilo. Claramente.

—Buenos días, Stank —dijo sin siquiera mirar a Loki, sonriendo directo hacia mí—. Justo estaba revisando los últimos ajustes. Tu simulador de vibración y es una joya, aunque el mío lo supera por 0.03% de eficiencia... todavía.

—Buenos días. ¿Sabes qué otra cosa supera la tuya? Mi tolerancia al sarcasmo antes de las nueve —respondí sin despegarme de Loki.

—Oh, sarcasmo, ¿eh? —dijo, fingiendo herida—. Y yo que traje esto para ti.

Sacó de su bolsillo una pequeña bolsita con... ¿mis galletas favoritas coreanas?

Loki lo miró como si estuviera decidiendo entre desintegrarlo o clavarle un cuchillo en la cien.

—¿En serio? —pregunté, con una risa forzada—. ¿Intentas comprar mi colaboración con galletas?

—Funcionó en la empresa de tu padre, no veo por qué aquí no lo debería de hacer igual —replicó Nicolás con una sonrisita torcida y orgullosa hasta cuando volteó a ver a Loki—. Y no me mires así, Laufeyson. Es comida, no una propuesta para que regresemos.

Este hombre pedía a gritos que lo mataran.

Mi pequeño y alto demonio dio un paso adelante. Su voz fue tan suave como amenazante:

—La próxima vez que me hables como si no pudiera convertirte en un insecto, asegúrate de que tus galleta no sea lo único que se deshace en las manos de ella.

Si, bueno ellos aún trataban de no discutir —cosa que es claramente improbable—. Era obvio que esto pasaría y tenerlos conviviendo en la misma puta habitación no me ayudaba en nada. Habían momentos en que para que Loki no pensara mal de sus intenciones. yo las respaldaba fielmente como solo algo de trabajo, pero que claramente mi gran hombre del desastre no se lo creería realmente.

—¿Podemos por favor enfocarnos en la presentación y dejar el concurso de quién es mejor que el otro? —intervine, apartándolos con el codo—. Nicolás, pasa los datos del escáner de frecuencia. Loki, tú y yo vamos a repasar la parte de predicciones de lo objetivos en la sala de conferencias. Y por favor, sin amenazas en el espacio laboral.

Ambos me miraron. Uno con una ceja levantada y un leve temblor de orgullo tocado y molesto. El otro con una sonrisa que claramente escondía un insulto en cinco idiomas.

Yo respiré profundo.

No era ni media mañana.

Y ya quería tirar a ambos por el ventanal del laboratorio.

La sala de conferencias de Triskelion olía a café recalentado y a tensión institucional. Los monitores proyectaban la presentación del proyecto Insight mientras _____ explicaba los ajustes del nuevo algoritmo predictivo. Loki intervenía de forma medida, sin perder el tono diplomático, y Nicolás se encargaba de exponer la parte técnica que cruzaba datos en tiempo real con amenazas latentes y el uso que emplearían las armas que HANBADA diseñó específicamente para los helicarriers.

Maria Hill escuchaba con atención, tomando notas. Alexander Pierce, en cambio, no decía nada. Solo la observaba. Demasiado.

—Impresionante —dijo al final, con esa voz tranquila que no terminaba de encajar con la sonrisa que le acompañaba—. Stark, usted siempre ha sido un nombre en los titulares... aunque no siempre por los motivos más agradables. Es bueno verla brillar por su ingenio esta vez.

—Intento mantenerme lejos de las portadas de revistas. No siempre es fácil con mi apellido —respondió ella, sin forzar una sonrisa ordenando unos papeles.

—Sí, bueno... con un padre como Tony Stark, supongo que eso es inevitable. Pero lo que ha hecho aquí... es interesante. Muy interesante.

Hill le cortó la charla con un gesto rápido y profesional.

— Están libres por hoy. Buen trabajo, los tres y a sus respectivos equipos.

Loki le tocó ligeramente la espalda mientras recogían sus cosas.

—¿Y si me secuestras un rato esta tarde? Nada de estas cosas de trabajo. Solo tú, yo y una lista de esas películas de romance que te hacen querer obligarme a imitarlas.

Ella soltó una risa.

—Tengo que revisar unos datos en los servidores del hangar antes y realizar unas pruebas, donde están los helicarriers. Pero... puedo hacer tiempo para eso. Sobre todo si prometes comprar helado.

—Hecho —dijo depositándole un beso en la mejilla.

Mientras él se alejaba, Nicolás se quedó un poco más atrás, aparentemente distraído frente a su tablet. _____ se asomó por encima de su hombro. No era mucho de entrometerse en las cosas de los demás pero eso especialmente le llamó su atención.

—¿Buscando partes para el proyecto?

La pantalla decía otra cosa.

—¿Anillos?

Nicolás cerró la página demasiado rápido. Y ella solo arqueó una ceja con la pregunta en su rostro sobre qué era lo que estaba pasando.

—Estaba navegando. Ya sabes, anuncios dirigidos, cookies, páginas... porno —comentó algo nervioso al ver su rostro con una sonrisa burlona.

—ajá si, claro... Digamos que te creo —dijo cruzándose de brazos.

Nicolás pareció encogerse por un momento, no podía mirar a la cara por la vergüenza que sentía. Lo que para ella era absurdo, para él fue algo distrayendo de todo eso que le estaba pesando en la cabeza

Ella cruzó los brazos y alzó una ceja.

—Te conozco lo suficiente como para saber que no ves joyas por accidente. ¿Es para alguien?

Él dudó un segundo más largo del necesario. Luego rió con suavidad. Mientras seguía bajando su dedo por la pantalla.

—No exactamente. O... bueno, no aún. Digamos que estoy explorando posibilidades.

Ella arqueó las cejas, divertida.

—¿Explorando posibilidades con alguien que tiene tu nivel en las relaciones o... estás por hacerle la gran pregunta a tu terapeuta?

—Ay, qué poco romántica te volviste —contestó, dándole un sorbo a su café frío—. No, en serio. Hay alguien. Es más... ¿sabes qué es lo curioso?

Ella se quedó en silencio. Su mirada lo detalló bien hasta el último momento. Nicolás dejó la tablet a un lado y se giró un poco en su silla.

—Nunca pensé que me volvería a fijar en alguien después de ti. Pensaba que todo lo que viniera después sería... copia barata. O problemas por lo más mínimo.

—Wow. Gracias. Qué cumplido —respondió ella, sarcástica ladeando la cabeza.

—No, espera —levantó las manos en gesto de paz—. Lo digo en serio. Pero esta persona... no sé. Es como una tormenta con piernas largas. Orgullosa, impulsiva, dice lo que piensa aunque suene mal y cree que el mundo le debe algo, pero igual se parte el alma por lo que ama. Es difícil, complicada y arrogante hasta el infierno.

Ella entrecerró los ojos.

—¿Estás describiendo a Loki?

La mirada del chico fue confusa pero acompañó una sonrisa con desagrado, cosa que claramente causó una carcajada mínima en ella.

—¿Eh? —se encogió de hombros, con una sonrisa ambigua—. No, claro que no. ¿Qué te hace pensar eso?

—Te acabas de describir a ti mismo con el ego de otra persona que conozco y que es igual.

—Tienes razón —dijo bajando la vista, fingiendo modestia—. Tal vez me guste alguien que me recuerda lo que fui contigo. Pero con menos mentiras... Menos secretos, ya me entenderás.

La tensión entre ambos se volvió más densa. Sus manos agarraron el borde de la mesa y lo apretaron, si no supiera controlarse cualquiera diría que la rompería en dos en ese instante simplemente ella se aclaró la garganta.

—¿Y la señorita lo sabe? —indagó curiosa

—No. Y no creo que lo sepa pronto. Hay cosas que se deben dejar en paz... como las relaciones terminadas... y las personas que una vez amaste pero ya no te pertenecen —la miró directo entonces, con esa mirada que a veces usaba para convencerla de hacer cosas que no debía.

Ella agachó un poco la mirada. No podía evitar sentirse algo culpable. Fue ella quien lo dejó y quien provocó que todo fuera un desastre por no llevar las cosas de manera en la que no salieran heridos, pero lo hizo fue ella quien eligió a otro. A alguien que la cautivó desde la primera vez que tuvieron una charla "profunda" en su habitación en la torre.

Él lo notó. Y lo aprovechó.

—Pero oye, si alguna vez necesitas consejos sobre anillos... estaba viendo uno de Tiffany. temporada nueva. Tiene una esmeralda pequeña, montura de oro rosado. Clásico, elegante. Como alguien que siempre va diez pasos por delante... aunque a veces no vea lo que tiene frente a los ojos.

Ella lo observó un momento, procesando la descripción. Observó el que tenía entre sus dedos y lo lo acaricio suavemente con su pulgar. Sus ojos se entrecerraron apenas cuando lo volvió a ver.

—Suena bonito. Demasiado... ¿verde? —bromeó.

— el verde es un color pesado. Como el orgullo, la envidia O propios celos —añadió con tono casual, como si hablara de clima.

—No sé si confiar en tu gusto... ya sabes, después de todo, estuviste conmigo.

—me parece justo —respondió él, con una media sonrisa—. Pero fuiste mi mejor error. O mi peor acierto. Depende del día.

Ella negó con la cabeza, divertida, tratando de no caer en el juego. Se giró para tomar unas carpetas.

—Cuídate, Yung. Y no compres anillos por impulso.

—Tranquila. No lo haré... a menos que vea que ella está por perderse —dijo, en voz más baja, como para sí mismo.

Ella lo observó un momento y le guiñó un ojo. Eso era una buena señal. Si el chico ya estaba centrado en otro horizonte, eso significaba que Loki ya no le discutiría más por cosas insignificantes que hacía Yung para ella.

O al menos eso quería creer.

Agarro algunas de las carpetas para llevarlas al laboratorio y dejarlas organizadas. Al poco tiempo volvió sola, Nicolás se había esfuemado y ella solo volvió para terminar de sincronizar los registros del informe. Estaba revisando concentrada los accesos a los servidores cuando escuchó la puerta abrirse.

Como un gato cuando siente que está en un situación tensa, su cuerpo se erizo y la confirmo al mirar por el rabillo del ojo.

Pierce.

—¿Olvidó algo? —preguntó, sin apartar la vista de la pantalla.

—Nada en particular. Solo que no siempre se tiene la oportunidad de cruzar palabras con una mente como la suya sin una sala llena de gente de por medio.

Ella suspiró, girándose. Ofreció una sonrisa fingida para no parecer muy "grosera" después de todo, estaba aún más ligada a las órdenes de ese hombre.

—¿Se refiere a la mente brillante o a la hija de Tony Stark?

—Ambas. El apellido abre puertas... pero también pone a prueba el contenido que hay detrás. Que hasta ahora, está aprobada con creces.

Ella apenas terminó de cargar los archivos cerró ventana de la laptop y la apagó.

—Qué alivio. Por un momento pensé que tenía que presentar una tesis otra vez —dijo, con ironía.

Pierce rió apenas. Y se paseó por la sala, como si le perteneciera —cosa que era asi— mientras parecía analizar el ambiente con mirada crítica y una expectativa diferente a lo que pasaba.

—No, todavía no. Pero me preocupa el tipo de desiciones que ha tomado antes y despues de entrar en el proyecto que me han hecho cuestionar realmente que tan bueno es tenerla aqui... Le recomendaria no confiar demasiado en su ingenio. no siempre la mantendrá a salvo.

Ella lo miró fija. Algo se empezaba a tensar entre ellos, como en su cumpleaños, como en la fiesta de los Carusso. Sentía esa necesidad de alejarse de él, pero no podía hacerlo así como así. No entendía el por qué de sus palabras, como si ella estuviera buscando o haciendo algo que claramente le estaba molestando a él.

—¿Eso fue una advertencia?

—Fue una observación. Tiene potencial, solo asegúrese de no dejarlo enfocarlo en cosas que no merecen la pena. Después de todo usted y Nicolás hacen un gran trabajo en todo sentido.

Ella lo miró con clara molestia en los ojos y no pudo evitar no preguntar.

— ¿a que se refiere exactamente?

— es un consejo de un viejo al cual le preocupan cosas que sean posibles amenazas, ya sabe como es esto. No nos relacionamos con el peligro por que nos guste si no por que es nuestro deber.

Louise sentía una molestia que disfrazaba con una pequeña sonrisa, esa que trataba de contener una especie de confrontamiento sabiendo por donde el agua del río de esa conversación estaba desembocando.

—tenga cuidado de quienes se rodea señorita _____... no siempre los villanos de los cuentos se redimen.

Y sin decir más, se marchó. Como si no hubiera dicho nada extraño. Como si eso no le hubiera dejado la piel helada.

_____ tomó la laptop. Y pensó que de verdad necesitaba películas malas, helado, y un poco menos de gente con trajes elegantes que hablaba como acertijos y ponían en tela de juicio a su dios del desastre.

Aunque su tarea aún no terminaba, estaba por lo menos ya mandándole un mensaje a Loki por teléfono (aunque sabía que no lo leería por su disgusto al aparato).

[ ____ Stark | 10:40 AM]
Necesito esa película ridícula y el helado. Urgente.

Guardo su teléfono en el bolsillo de su abrigo el dispositivo y camino hasta la ruta que la llevaría al hangar.

bajo por el gran ascensor y frente a ella los vio.

Los tres helicarriers de nueva generación que —si todo salía según lo planeado— muy pronto estarían en órbita.

Camino por algunas de las plataformas hasta que se detuvo frente a una de las gigantescas turbinas. Un técnico le explicaba cómo estaba respondiendo al nuevo algoritmo de estabilización. Al parecer, por ahora no explotaría. Todo un logro.

Pero entonces una voz conocida —y una muy poco discreta— la sacó de su revisión técnica.

—...tres helicarriers de nueva generación, sincronizados a una red de satélites de ataque.

Su sonrisa apareció incluso antes de girarse. Sabía exactamente a quién pertenecía ese tono narrativo de trailer dramático.

— y lanzó el emure en el Star

— cuando los tengamos en el aire nunca tendrán que bajar.

—Claro... si no se funden a media órbita y nos revientan a todos con un mal cálculo —comentó ella mientras se acercaba.

La voz femenina detrás de ellos llamó automáticamente su atención. Ambos se giraron a verla y el capitán no disimuló su cara de sorpresa acompañada de una ceja levantada.

— señorita stark.

— Fury, abuelito de América.

Los tres rieron ante el saludo de la chica.

—¿Qué haces aquí? Pensé que estarías trabajando —dijo Steve.

—¿Y qué crees que es esto? ¿Un desfile de primavera? Estoy tomando té con propulsores y evitando que un técnico coreano me chamusque otra ceja. Estoy trabajando, Cap.

Fury asintió, casi orgulloso.

—Esta niña nos está ayudando con el desarrollo del Proyecto Insight.

—Alguien tenía que hacerlo. Esos motores que usaban parecían diseñados por un grupo de jubilados ciegos.

Fury ladeó la cabeza y asintió.

—Imagino que Stark padre estuvo involucrado.

—Papá dio sugerencias y yo las mejoré. Ya sabes cómo es.

Steve observó en silencio los helicarriers suspendidos como leviatanes metálicos. Su expresión se endureció, un gesto que no le pasó desapercibido a ____.

—Los cañones de precisión a largo alcance fueron cortesía de Benjamín Yung —añadió Fury.

El nombre provocó que Steve girara hacia ella con una sonrisilla burlona.

—¿Ese no es el...?

—Ni lo menciones —lo interrumpió ella de inmediato, con los ojos entrecerrados—. A Fury le gusta tanto el chisme que nos puso a mí y a Loki a trabajar con él.

Fury sonrió, más por lo cierto del comentario que por la broma. En parte, la combinación había sido su idea, pero también había intervención de cierto hombre de voz rasposa y cabello blanco que parecía disfrutar tanto como él de juntar piezas incompatibles solo para ver qué pasaba.

—No es culpa mía que tengas afinidad con gente tan... interesante. Además, necesitamos a las mejores mentes. Por ejemplo, esos cañones pueden eliminar mil enemigos en un minuto.

Steve miró a ambos, con esos ojos que expresaban más duda que entendimiento en el momento antes de que salgan de su guarida.

—Los satélites de HANBADA leen el ADN de un terrorista antes de que salga de su guarida —Fury metió las manos en los bolsillos, como si quisiera parecer casual—. Neutralizan amenazas antes de que existan.

—Normalmente, el castigo viene después del crimen —replicó Steve, clavando su mirada en Fury.

—No podemos darnos ese lujo. Y por eso el noviecito de esta jovencita —asintió hacia ella con media sonrisa— nos está ayudando a configurar el porcentaje de la amenaza en un sistema predictivo.

—¿podemos?

—Después del incidente en Nueva York —añadió, mirando brevemente a ____, quien se hizo la loca revisando su tablet— convencí al Consejo de Seguridad de invertir en una expansión tecnológica de análisis de riesgo. Por fin el juego está de nuestro lado.

—Define "nuestro lado" —murmuró ella sin levantar la vista, con ese tono burlón que la hacía sonar mucho más joven y mucho más grosera.

—No fue fácil convencer a tu dios tramposo, eso está claro. Pero sabíamos que si te integrábamos al equipo, él vendría incluido. Un trato dos por uno.

—¿Apuntando armas a la gente y llamándolo protección? —dijo Steve, con el tono moral inevitable que solía aparecer en estas conversaciones.

Ahí estaba. El comentario que siempre abría la caja de Pandora. Ella rodó los ojos, agotada antes de empezar.

—Yo creo que no estoy lista para otra discusión filosófica. Aún me duele la ceja.

—Leí los expedientes de la SSR. ¿La mejor generación? —preguntó Fury con el ceño ligeramente fruncido.

Steve lo miró, esta vez sin apartar la vista. Louise los observó en silencio. Era la primera vez que sentía esa tensión densa entre ambos. Un cruce de miradas cargado que le revolvió el estómago.

—Hicieron cosas terribles —susurró Fury.

—Sí. Sacrificamos mucho. A veces tanto que cuesta dormir por la noche. Pero lo hicimos por la libertad de las personas.

—Oigan... —trató de interrumpir Louise, visiblemente incómoda.

—Esto no es libertad, Fury —señaló Steve, mirando por encima del hombro hacia uno de los helicarriers—. Es miedo.

—SHIELD acepta el mundo como es, no como quisiéramos que fuera. Podemos evitar guerras, evitar que familias sean destruidas. Prevenir que dioses o alienígenas bajen a arrasar con todo. Que organizaciones como lo fue HYDRA sigan operando... y experimentando con personas inocentes.

Esa última frase le golpeó el pecho. ____ sintió cómo se le helaba la espalda y un escalofrío melancólico le subía por la columna, paralizándola. Dio un paso hacia atrás. Quería alejarse de ahí.

—Ya va siendo hora de que empieces a hacer lo mismo, Cap —añadió Fury.

Steve los miró a ambos, exhaló con evidente agotamiento emocional y físico.

— Pues no esperen de pie.

Sin más se dio la vuelta y caminó hacia la "salida" del lugar.

Louise se quedó allí. Miró a Fury. Él no dijo nada, pero su único ojo le bastó para lanzar una orden silenciosa que ella no quiso aceptar de inmediato. Se cruzó de brazos, indecisa.

—Si no lo haces —murmuró él con voz baja pero firme—, me cuestionaré seriamente incluir a tu dios en la lista del algoritmo.

Aquello la dejó helada. No fue una broma. No fue sarcasmo. Fue una amenaza.

Y una muy real.

Por segunda vez ese día, no supo qué responder. Estaba cansada. Saturada. Pero no podía arriesgarse a que metieran a Loki en esa ecuación. No otra vez. No así.

Suspiró, vencida. Por primera vez en mucho tiempo, obedeció sin chistar y se alejó caminando detrás del Capitán.

Steve no había llegado muy lejos cuando escuchó el repiqueteo inconfundible de sus tacones. El ritmo era firme, pero no rápido; como si dudara con cada paso si debía alcanzarlo realmente o dejarlo ir. Finalmente, fue ella quien habló primero.

—¿Te vas a ir sin despedirte?

Él se detuvo. Su silueta recta en el pasillo metálico contrastaba con la dureza que había mostrado minutos antes frente a Fury. Se giró lentamente, encontrándose con ella: aún con el tablet en la mano, la mandíbula apretada y ese brillo en los ojos que gritaba "esto es demasiado" aunque no dijera una sola palabra.

—Creí que habías tenido suficiente sermón por hoy —respondió con neutralidad, aunque sin rastro de sarcasmo patriótico.

—Lo tuve —admitió ella, cruzando los brazos mientras lo alcanzaba—. Pero también sé cuando estoy metida en medio de una tormenta... y tú eres una de esas.

Steve soltó una breve risa por la nariz. No fue burla, más bien resignación.

—No vine aquí a empezar una guerra de opiniones. Sólo dije lo que creo están manejando las cosas de una manera que no es la correcta.

—Y yo sólo estoy aquí intentando evitar que eso se convierta en otra grieta en este sistema —replicó ella, sin dejar de mirarlo—. No estoy diciendo que no tengas razón, Steve... Pero tal vez hay más detrás de todo esto que lo que viste allá arriba.

— no es solo esto —apuntó a donde estaba la entrada del hangar—. Dividen las misiones y ocultan información. Ni siquiera puedo confiar en...

Ella arqueó una ceja al oírlo tan ¿dolido?

— ¿confiar en quien? —el se tensó y pareció tragarse el nombre con orgullo—. Apuesto que fue con cierta espía pelirroja... Se te nota en la cara a metros.

El no dijo nada pero eso fue más que suficiente para ella notar que iba por ese lado.

—¿Qué más ves en mi cara? —preguntó con un dejo de ironía.

—Que llevas frunciendo la frente desde antes que Fury abriera la boca —Lo dijo sin juicio—. ¿Qué pasó?

Él vaciló, apenas un segundo. Después desvió la vista como si la pregunta lo incomodara más de lo que estaba dispuesto a admitir.

—Nada importante.

—Mentira pésima. Si quieres, ensayo una mejor y te la presto.

Steve suspiró, algo más frustrado que molesto.

—Es una larga historia.

—Tienes piernas largas. Camina y cuéntamela.

Pero él negó suavemente con la cabeza. No con brusquedad, sino con ese tipo de negación que indica que algo no está listo para salir a la luz.

—No ahora.

Ella asintió. No presionó más, pero su tono cambió levemente, bajando las defensas sin perder el filo.

—bien, no presionó. Solo ten encuenta que todos aquí cumplimos tareas que nos pesan en todo sentido. Y no siempre podemos dejarnos llevar por lo moralmente correcto y mucho menos por lo que sería ético.

Él la observó por un momento más largo del necesario. No era sólo lo que decía, sino cómo lo decía. Había algo quebrado detrás de esa firmeza que mostraba. Una especie de desorden emocional que ella estaba esforzándose demasiado por contener.

—¿Estás bien? —preguntó finalmente, esta vez sin adornos ni excusas.

Ella apretó los labios por un segundo. Como si la pregunta la tomara por sorpresa, como si ya no supiera qué responder a eso.

—Estoy... intentando de no arruinar lo que tengo. Que ya es un logro, si lo piensas bien.

Él ladeó la cabeza, y suavizó el tono:

—No tienes que convencerme de nada, ____. No si estás obligándote a hacerlo.

—¿Y quién no se obliga a hacer cosas en este lugar? Ya vimos cómo está esto de jodido—replicó ella con una sonrisa torcida—. Mira a tu alrededor, Steve. Esto ya no es sólo escudos, estrellas y discursos heroicos. Es política. Tecnología. Datos. Satélites que deciden a quién matar y a quién no. Y por alguna razón, mi ADN está metido hasta el cuello en esa ecuación.

Steve frunció el ceño. Ella nunca hablaba de sí misma en esos términos, a menos que estuviera al límite.

—¿Fury te está presionando?

—Fury siempre presiona. Pero esta vez... esta vez fue diferente. Mencionó a Loki —bajó la voz, como si incluso decir su nombre pesara—. Dijo que si no cooperaba, podría quedar dentro del algoritmo. Como si... como si pudiera borrar a las personas de la ecuación sólo porque no cumplen con su idea de "seguridad".

Steve negó con la cabeza, incrédulo.

—Eso no está bien.

—No, no lo está —confirmó ella con un suspiro—. Pero aquí estoy. Tratando de calmar egos, sostener relaciones, sobrevivir a lo que sea que es esto, mantenerme funcional en un tratamiento que está destruyendo mi cuerpo y ahora encima... convencerte de que no te alejes, porque SHIELD necesita tu imagen limpia para validar esto.

Se hizo un silencio espeso entre los dos.

—No deberías cargar todo eso sola —dijo él finalmente, con voz grave—. Y no deberías sentirte obligada a mantener la fachada para que otros se sientan cómodos.

—¿Sabes qué es lo peor? Que lo sé. Pero eso no cambia nada. Nadie te prepara para esto, Steve. Para ser el personaje que ellos necesitan mientras tú apenas puedes respirar.

Él dio un paso más cerca, sin invadir su espacio, pero lo suficiente para que sintiera que estaba allí.

—Si necesitas... detenerte. Respirar. Hablar. Sin romper cosas claramente, Lo que sea. Estoy a unas calles de distancia.

Ella lo miró de reojo, el gesto en su rostro vacilaba entre sarcasmo y gratitud.

—Gracias, abuelito de América.

—Cuando quieras, Stark.

Ambos se quedaron en silencio unos segundos más. Luego ella asintió, recobrando algo de compostura.

— ¿volverás a ir con fury?

—no, ya es hora de que me vaya... tengo asuntos que resolver.

La pelinegra lo miró por un instante, y le tomó el brazo suavemente.

— habla con ella, y por  amor a dios... supera a tu ex.

Este le negó con una sonrisa un tanto cansada y incómoda.

—si vamos a criticar, primero hay que aplicar.

Ella abrió la boca ofendida y le pellizcó por encima del traje, claramente con esa extrema fuerza que contenía.

—Steve Rogers eres un hombre muy grosero y chismoso.

El río, y se quedaron así por un momento. No hubo nada más en esa conversación solo una despedida que acompañaba a cada uno y los dejaba pensando en que era lo mejor por hacer.

Su tarde de descanso, luego de días de trabajo, desorden por todo lado, tratamiento y madrugadas pesadas, por fin parecía tranquila.

Volvieron juntos a casa. Sin urgencias. Sin alarmas. Sin planes más allá de tirarse en el sofá y fingir que eran una pareja normal.

Louise cambió el traje formal por una sudadera gigantesca —claramente no suya— que le llegaba apenas a medio muslo. El cabello mojado caía aún en ondas suaves. Caminaba descalza, con olor a vainilla y crema hidratante, arrastrando un bowl de palomitas con una sola mano como si fuera un trofeo.

Loki, en cambio, optaba por su versión de "ropa cómoda": una camisa negra impecable, desabrochada hasta media clavícula, y unos pantalones oscuros que parecían sacados de una pasarela de Milán. Perfecto, incluso para estar en el salón viendo televisión.

—En serio, todavía me pregunto cómo sobreviviste más de mil años sin dulces —comentó Louise, sirviendo también gomitas y chocolates en pequeños bowls decorativos.

El aire ya olía a mantequilla y caramelo.

—Tenemos frutos secos, néctares, frutas confitadas.—replicó él, acomodándose en el sofá como un rey en su trono—. Lo suficiente como para vivir más de mil años sin colapsar por azúcar procesada.

— que aburridos —contestó ella, dejándose caer con exageración a su lado, con las piernas cruzadas sobre sus rodillas—. Porque sinceramente, yo sin azúcar no sobrevivo ni loca.

—El azúcar es una de las principales causas de enfermedad en tu mundo —dijo él con tono de enciclopedia viva—. Es un veneno disimulado en formas adorables. Como tú.

—¿Me estás llamando veneno?

—Y adorable. Lo que es claramente un alago a ti que eres como una mezcla letal de ambas cosas.

Ella le arrojó una gomita a la cara, que rebotó en su mejilla y cayó en su regazo. Loki la levantó, se la metió a la boca sin despegarle la mirada, y mascó con lentitud provocadora.

—Asqueroso —murmuró ella.

—Sabrosa.

Louise rodó los ojos y encendió la televisión, abriendo el catálogo de Netflix.

—Te falta azúcar en la sangre. Por eso eres tan amargado a veces.

—Y tú tienes demasiada. Por eso eres tan adictiva que me estás matando de a poco.

—ewww que cursi.

El se encogió de hombros mientras llevaba una de las palomitas hasta su boca.

Ella sonrió. Se acomodó un poco más sobre él, con la cabeza recostada en su hombro y las piernas sobre su regazo. Loki deslizó una mano por su pierna, acariciándola sin prisa. Por un rato, el mundo pareció callarse. Todo estaba en equilibrio.

Las películas variaban entre el catálogo, hasta que una se asomó en la esquina de la pantalla.

"Como perder a un hombre en 10 días"

—listo, veremos esta —dijo sin pensarlo mientras dirigía la selección y le daba play a la película.

— el título me hace creer que veré algunas de tus tácticas ahi...

—puede ser —contestó llevándose un puñado de palomitas a la boca.

El espacio era cómodo y mientras la película avanzaba casi por la mitad el ambiente se había transformado en algo cálido y intimo.

Hasta que...

El celular vibró.

Louise lo revisó de forma automática, deslizó la pantalla y una segunda notificación se asomó con otra vibración.

Era Nicolás.

—¿Qué quiere ahora? —preguntó Loki, sin mover la mirada del televisor pero claramente sabiendo de quién era los mensajes.

—Solo mandó un archivo del trabajo. Nada importante.

Loki no contestó. Ella apagó el teléfono y siguió viendo la pantalla, pero noto algo, la mano de él dejó de acariciarla.

Un nuevo mensaje. los interrumpía, la notificación empezaba a llegar a irritarlo con la vibración sobre el sofá.

Pero vino otro.

Y Luego otro.

Ella respondió rápido, como si quisiera dejarlo listo de una vez.

—¿Qué tal si dejas que lo resuelva mañana? Con más calma —sugirió Loki, con el tono apenas contenido—. ¿O ya es parte de tu rutina diaria?

—cuernitos...

—No, está bien. Solo pregunto si tengo que compartirte con el también a partir de las cuatro en punto todos los días.

—Es el trabajo. No le voy a decir que no cuando estoy a cargo de su parte del equipo.

—Ah, claro. Y su tono es tan profesional cuando te manda emojis y te regala galletas desabridas.

Louise giró hacia él, molesta.

—¿Vas a hacer esto cada vez que me me hable?

—¿Te molesta que lo note? Estamos tratando de ver una película. Cosa que me aburre en lo personal, aunque adore hacerlo contigo.

—Me molesta que actúes como si yo estuviera haciendo algo mal.

—¿Y no lo estás?

—¿Responderle por temas laborales? ¿Estar atenta a un proyecto que me asignó Fury ? No, cariño. No estoy haciendo nada mal. Lo que tú estás haciendo es poner celos donde no caben.

Él la miró con frialdad elegante.

—No me molestan tus responsabilidades. Me molesta tu prioridad.

Y entonces, sonó la llamada.

Ella apretó los labios, el simplemente le apartó las piernas ya cansado de lo que estaba pasando. Claramente ofendida se levantó del sofá y fue hacia la cocina, llevando su laptop con una mano mientras contestaba con la otra.

—Sí, Nicolás, dime... estoy frente a la computadora... Sí, lo reviso ahora mismo.
...Sí, puedo ajustar eso también. No hay problema.

Desde la sala, Loki la veía de espaldas.

De pie.

Con la sudadera suelta que dejaba al descubierto la parte trasera de sus muslos cada vez que se inclinaba sobre el portátil.
Y él, otra vez, quedando como segundo plano.

El silencio en el salón era más ruidoso que cualquier discusión. La televisión seguía en tono bajo pero eso no quitaba que había algo más llenando de ruido el ambiente.

Y aunque Louise no lo supiera...
ya no estaban en una tarde tranquila. De hecho nunca lo había sido desde esa mañana.

Estaban en el umbral de una guerra.

Ella se inclinó sobre la isla de la cocina con una mano sosteniendo el teléfono poniéndolo en altavoz y la otra moviendo el cursor sobre el portátil con la luz de la pantalla iluminando su rostro tenso.

—Sí, ya lo abrí —decía, su voz profesional al límite de la neutralidad—. No, el archivo no está corrupto. Es solo que tu sistema usa otra codificación... Déjame ajustarlo.

—Perfecto. eres la mejor, abejita —respondió Nicolás al otro lado, con ese tono cálido que Louise odiaba porque sonaba amable y nostálgico... pero era demasiado personal.

Desde la sala, Loki la observaba en silencio.
Sus ojos seguían cada movimiento de su espalda, de sus muslos al descubierto, de sus labios tensos. Cada palabra leve que salía de ella mientras le hablaba a él encendía algo más oscuro en su interior.

Se levantó sin hacer ruido y la rodeó desde atrás. Apoyó ambas manos en la encimera a cada lado de su cuerpo.

—¿Sabes qué haríamos en Asgard con alguien tan insistente? —murmuró cerca de su cuello para que solo lo escuchara—. Lo lanzaríamos por el Bifröst... sin dirección de llegada.

Ella soltó una pequeña risa, nerviosa. No por la amenaza, sino por el tono de voz con el que la había dicho.

—¿Y qué harían con una mujer que intenta terminar un trabajo para estar libre el resto de la tarde? —replicó ella, sin voltearse.

—La distraerían. Y así se resolvería más fácil el problema.

Su mano subió lentamente por su cadera, apenas tocándola por encima de la sudadera. No con intención de comenzar una escenita... aún. Solo para recordarle que estaba ahí. Que él existía. Que no estaba dispuesto a seguir siendo un espectador pasivo de su atención dividida.

—amor... no. Estoy trabajando —dijo ella en voz baja, sin mucha convicción.

—No lo parece —replicó él, rozando su cintura con los dedos—. Llevas cinco días entregando tu mente a ese proyecto... y tu cuerpo a esa computadora. Empiezo a sentirme... ignorado.

Ella apretó los labios, conteniendo la risa.

—¿Ignorado? ¿Y esa es tu excusa para intentar sabotear mi trabajo?

—No —susurró él en su oído—. Esa es mi excusa para recordarte que tú y yo también somos un proyecto. Uno que necesita atención... y contacto regular.

_____ giró apenas el rostro hacia el por un momento, con una ceja levantada.

—¿Contacto... técnico?

—físico, más del necesario.

Ella solo sonrió, volteando a la pantalla.

—Ahora te paso el documento corregido —murmuró al teléfono—. Solo espera un momento...

Y en ese momento, Loki levantó lentamente la parte trasera de su sudadera. Ella se quedó inmóvil.

Sus dedos, tibios y firmes, acariciaron la curva de su cadera, como quien tanteaba el terreno a una velocidad crítica que luego bajaba por la entrepierna. Notando que estaba sin ropa interior.

Loki exhaló contra su nuca.

—¿No llevas nada debajo? ¿Te vestiste así sabiendo que ibas a hablar con él? qué Interesante.

—claro que no... —susurró ella apenas, el teléfono aún junto a su computador.

—¿Qué pasa? ¿No puedes pensar con el tonto de tu ex en el altavoz?

Ella cerró los ojos con fuerza.

—Nic, ¿puedes esperar un segundo? Mi conexión está lenta.

—Claro, sin problema —respondió él con una risa suave—. Pero por favor no me odies si te sigo mandando archivos. Maria está apretándome con los tiempos.

Loki se rió, casi en silencio, mientras deslizaba dos dedos por su centro masajeando lentamente su entrada.

—¿Te molesta que él te mande archivos? Porque a mí me molesta que estés tan mojada mientras te habla.

____ apretó los dientes, con el rostro enrojecido.

—Estoy... ocupada —murmuró al teléfono.

—¿abejita? ¿Estás bien? Te escuchas... agitada.

Ella se acomodó el cabello hacia atrás y exhaló tratando de contenerse, el no ayudaba con ese apodo. Sabía lo que le provocaba a Loki y eso lo empeoraba más.

—Estoy bien, solo... solucionando varias cosas a la vez.

Loki comenzó a mover los dedos, con esa facilidad con la que sabía manipular el ambiente y el cuerpo de ella como quien usa un encantamiento. Despacito con círculos suaves. ___ estaba en una guerra entre sí ceder ante lo que estaba haciendo el o seguir terminando el trabajo que la tenía ya estresada desde la tarde. Loki notó esa duda a través de la pantalla de la laptop y maliciosamente presionaba ese botón de carne con una precisión que la hacía estremecer.

Ella soltó un jadeo, que intentó disfrazar como una tos.

—¿Estás enferma? —preguntó Nicolás.

—No —jadeó—. Estoy bien, solo un poco cansada.

Loki aumentó el ritmo al oírlo, sentía una satisfacción al escuchar como ese hombre que tanto la estaba volviendo a distraer notaba que algo más ocurría, que alguien más la estaba alejando de él y de ese intento de llamar su atención de manera tan desesperada como lo era usar su trabajo como excusa.

Metió dos deos. profundos y rápido haciendo que un sonido húmedo y mojado sonara de fondo, su cuerpo se estaba tensando y ella solo se aferró más al mármol de la isla. Cada movimiento era exacto, el sabía cómo desarmarla ya sea con palabras o con el sexo que le ofrecía.

Louise apoyó la frente contra su brazo, temblando, sus pies ya estaban en punta intentando de contener un gemido que traía on orgasmo que retardaba tratando de mirar el archivo en la pantalla.

—Eres tan fácil de leer, princesa... —murmuró Loki en su oído—. Me pregunto si él notaría lo que estás haciendo si empiezo a chupártela ahora mismo.

—¿Lou? ¿Necesitas que te llame después?

—No... no. Dímelo ahora. Estoy escuchando.

Sus dedos se movían con precisión quirúrgica. Provocando que arañara el material del mesón dejándolo marcado. Así estaba tratado de contenerse, como si su superfuersa no fuera suficiente para detener lo que el le provocaba.

No negaría, el momento era horriblemente excitante, pero estaba confundida por que quería acabar con eso para poderse desapegar del trabajo y lo que traía detrás de todo ese día. y así por fin fundirse en lo que le ofrecía el dios. el la hacía perderse de lo malo que pasara a su alrededor pero tenía una prioridad para que eso pasara y por eso no podía dejar que eso la distrajera de terminarlo.

cada frase de Nicolás sonaba más lejos, más absurda. Como si el mundo estuviera dividido en dos:

El que estaba en la llamada...
y el que la estaba arrastrando al borde de un abismo de lujuria y deseo

—Entonces confirmamos la fecha de entrega para el lunes, ¿sí?

—Sí —jadeó provocando una sonrisa en Loki de orgullo propio.

—¿Segura? No te estoy quitando mucho tiempo, ¿cierto?

Loki se inclinó más rozando su cuerpo con el de ella, juntando su miembro que aún que estuviera cubierto por su pantalón, sobresalía ya de este duró. lo presionaba contra su trasero desnudo.

—Contéstale. Dile que lo que te está quitando es el orgasmo que yo no pienso darte.

—No, tranquilo —dijo  en voz alta, tensa ignorando lo que decía Loki a su oído—. Todo está bajo control...

Y entonces, Loki se detuvo. Como si el que dijera eso fuera la sentencia para alejarse de ella. Sus dedos salieron de su entrada provocando un gemido bajo, entre dientes, furioso.

Loki se alejó haciéndose a un lado del marco de la puerta.

— ¿Qué fue ese sonido? ¿Estás bien?

Ambos se miraron, ella con molestia y deseo que claramente la frustraba. El solo le dio una de esas sonrisas burlonas que amenazaban con ser más de venganza que nada. Le mostro sus dedos aún mojados por la lubricación de ella y sin pudor alguno se los llevo a la boca.

—Nada. Solo... necesito colgar. Ya revisé todo. Te mando el correo en un momento.

Y colgó sin esperar a que el respondiera.

Se quedó en silencio respirando agitada y con dificultad. Las piernas le temblaban por rabia y por lo poco que estaba correrse.

—¿Por qué haces esto? —dijo al fin hechando su cabello hacia atrás con frustración.

El solo alzó los hombros con indiferencia.

—Para que no olvides a quién perteneces. Y para que la próxima vez... lo pienses dos veces antes de dejarme en pausa por él.

Y se fue hasta la sala nuevamente.

Sin tocarla más.

Sin mirarla.

Louise se quedó de pie, con la pantalla aún encendida. Y las manos temblando de rabia contenida.

Y de algo peor: necesidad.

Camino hasta donde había una canasta con ropa recién lavada y ágilmente se colocó una licra deportiva negra que le llegaba arriba de las rodillas y calcetines.

Se acercó al lava platos y se hecho agua en la cara. Estaba frustrada. Ya había tenido suficiente por ese día. Estaba cansada de que todos estuvieran juzgando sus decisiones y acciones. Arrastro los pies hasta la sala en donde lo vio sentado en el sofá apenas con una mano en la cien viendo la panatalla.

Se veía igual de frustrado que ella.

—¿Podemos hablar? —dijo, sin adornos.

Él se giró y la miró. Y todo en su expresión decía "Ya estamos hablando"

—¿Eso fue necesario? —cuestiono, señalando con un gesto vago hacia la cocina.

—Lo era.

—¿Por qué? ¿Para demostrar que puedes interrumpirme? ¿Que puedes hacer lo que quieras con mi cuerpo aunque esté trabajando?

—No fue por eso.

—¿Entonces por qué...? No entiendo por qué estás haciendo esto.

—¿todavía crees que esto es solo una pelea por celos? Te lo dije, no me da confianza.

Louise asintió una sola vez. Luego caminó hacia él centro del living frente al televisor. Trataba de mantenerse relajada y no armar un alboroto. Una pelea mayor no ayudaría nada y lo sabía.

—esto no es para nada justo ¿sabes?... Hoy hablé con el.

—Que sorpresa...

—cariño, no fue nada malo. de hecho —rio casi incrédula— me dijo que ya está con alguien más, estaba viendo anillos.

—¿y lo asesoraste? O simplemente indagaste por si ya te había olvidado.

Ella bufó abrumada, estaba cansada.

— ya no puedo más, todos están juzgándome y aparte controlándome. En especial tú.

Loki frunció el ceño, confundido levantándose en un intento de no mirarla desde abajo si no a su nivel, como si pudiera comprenderla aunque le costará.

—¿Yo?

—Sí. Tú. Fury. Pierce. Hasta yo misma. El maldito tratamiento. Todos me dicen que debo de hacer —alzó sus brazos a los lados frustrada—. Haz esto, toma esto... No hables con él. Come más. Duerme menos. Respira, pero no tanto. Y hoy... fue suficiente.

El silencio que siguió pesó más que cualquier discusión previa.

Loki retrocedió medio paso. No por miedo. Por sorpresa.

—No te estoy dando órdenes. Estoy tratando de protegerte.

—¿Y eso justifica que me toques sin preguntarme? ¿Que me castigues por responder una llamada? Loki, se que te dije que soy tuya... pero me siento como un tipo de objeto cuando pasan estas cosas.

—No te castigué, no eres un objeto. Solo te recordé lo que estaba pasando justo delante de ti.

Ella lo miró con una mezcla entre risa y decepción.

—¿Sabes lo que estaba pasando delante de mí? Veía como mi pareja, no confía en mi criterio. Cómo mi pareja, prefiere controlarme y manipularme antes que hablar conmigo y darse cuenta como manejo las cosas... te estoy demostrando como le hablo, podías escuchar la puta conversación en el altavoz, solo era trabajo.

Ambos se miraron ella estaba aún dolida y cansada.

— lamento interrumpir nuestro momento, pero no lo hice con ninguna intención de dejarte de lado, quería terminarlo para que pudiéramos terminar de ver una ridícula película juntos.

Antes de que él pudiera responder, la voz suave y neutra de Jarvis interrumpió:

—Señorita Stark, son las 17:00 horas. Hora correspondiente a la dosis de inyección de la tarde de hoy. ¿Desea que prepare el dispensador?

Louise cerró los ojos, sintió el pecho pesarle y Respiró hondo. Demasiado hondo. Ya tenía unas cuantas lágrimas asomadas en los ojos.

—No, Jarvis... No quiero nada.

—¿Desea que le recuerde en unos minutos?

—No. Y no me preguntes más.

Loki dio un paso hacia ella, la veía temblando debajo de las mangas de la sudadera.

—linda... necesitas la dosis. Es parte del protocolo. Sabes que no puedes saltártela... yo te la-

Ella se giró, lentamente, con una expresión helada.

—no.

—_____, por favor. La necesitas.

—¿Sabes lo que no necesito? —lo miró con una sonrisa que se veía más triste de lo que intentaba—. Otra maldita orden.

Se dirigió al perchero.

Se puso el abrigo de el y unas zapatillas de ella que estaban en la entrada.

—¿A dónde vas?

—A un lugar donde pueda respirar sin sentirme como un proyecto fallido o una propiedad.

—No digas eso. No es lo que...

—Es exactamente lo que parece, Loki. Y ya no sé si es peor lo que crees de Nicolás... o lo que crees de mí.

Y mientras lo hacía, Loki hablaba como si pudiera revertirlo todo en una frase.

—No tienes que huir cada vez que te enfrentas con algo incómodo.

—¿Y tú no estás huyendo cuando prefieres darme una "lección" en vez de una conversación?

Loki guardó silencio. Solo la miró.

—No quiero irme. Pero quedarme se siente como otra cosa que tengo que obedecer.
Y por hoy... ya estoy harta de hacerlo.

Miro la perilla y lo dudo pero tomo la fuerza y abrió la puerta.

—Necesito espacio. —dijo como si le costará hacerlo.

—¿Y si pasa algo? ¿Y si el medicamento...?

—Entonces será mi responsabilidad. Como todo lo demás últimamente.

Y se fue.

La noche era fría.

De ese viento seco que se mete bajo la ropa y duele en los nudillos. Ni siquiera se había abrigado bien. Agarró el primer abrigo que encontró en el perchero de la entrada, uno que probablemente llevaba dias colgado allí, olvidado, y salió sin revisar si llevaba algo más que las llaves en el bolsillo.

Cuando llegó a la esquina, metió la mano en uno de los bolsillos, buscando algo.

Lo que fuera. Pero no encontró nada, probó con el otro. Vacío también.

Suspiró, resignada. Y justo cuando iba a seguir caminando, sintió un leve crujido dentro del forro. Algo estaba escondido en la costura interior del abrigo. Lo sacó con cuidado y lo desdobló bajo la tenue luz amarilla de un poste callejero.

Un billete de veinte dólares.

Estaba arrugado, como si hubiera pasado meses allí, olvidado. No recordaba haberlo puesto. Ella, que casi nunca llevaba efectivo. Que pagaba hasta una botella de agua con una tarjeta Black que llevaba su nombre completo impreso en letras tan elegantes como intimidantes. que rara vez hacía algo tan mundano como encontrar dinero suelto en un abrigo que ni siquiera era de ella.

Pero esa noche... eso era lo que tenía.

Perfecto. Pensó.

Caminó sin rumbo durante varias cuadras. No sabía hacia dónde iba, solo que necesitaba moverse. Alejarse. Dejar atrás esa casa que ese día se sentía demasiado grande para solo dos personas... y al mismo tiempo, demasiado pequeña para respirar en paz.

El cartel iluminado de una licorería le llamó la atención desde la otra acera. Seguía abierta, casi milagrosamente. Y entrom.

Caminó entre los pasillos como si no supiera qué buscaba. Y quizás no lo sabía. Al final, tomó el primer six pack de cerveza que le cupo en una mano. No se lo pensó mucho. No podía. Si lo hacía, se paralizaba.

Sabía que no debía.

El tratamiento. Las inyecciones. Sus niveles hormonales desequilibrados. La voz de JARVIS repitiendo con exactitud clínica: "no es recomendable ingerir alcohol durante este proceso".

Pero esa era precisamente la razón.

Pagó con el billete arrugado. El tipo de la caja ni siquiera la reconoció. Ella lo agradeció en silencio. Una parte de ella necesitaba ser invisible.

Tomó sus latas y siguió caminando, como si su cuerpo supiera a dónde ir incluso si su mente no lo entendía. El aire frío le secaba la cara, le mordía los pulmones a cada inhalación. Pero no se detenía. No podía.

No supo cuánto tiempo había pasado hasta que alzó la vista y se encontró de pie frente a la casa de Steve Rogers.

Todo estaba oscuro. La luz del la entrada estaba apagada, casi dormida.

Se sentó en los escalones del edificio. Dejó el six pack a un costado, apoyado en el cemento. Sacó una de las latas. La abrió. El sonido del gas escapando le pareció más fuerte de lo que debería. Se quedó observándola, fría y brillante en su mano.

Pero no bebió.

No porque no quisiera. Sino porque, de pronto, se sintió frustrada. Decepcionada de sí misma. Lo había dejado desde hace mucho tiempo y recaer en eso sería fallarle a todo lo que llevaba después de tantos meses.

Se quedó ahí. En silencio. Con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza baja, mientras la cerveza se enfriaba aún más entre sus dedos y miraba ese anillo en medio de ellos.

Unos minutos después, el rugido de una moto rompió la quietud. El sonido se acercó por la calle silenciosa y se detuvo justo frente a la acera. Steve se bajó de la moto con movimientos rápidos y tensos, se quitó el casco y lo sostuvo en una mano mientras escaneaba el porche con la mirada.

Se detuvo en seco al verla.

—_____... —La sorpresa se mezcló con confusión en su voz—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Ella alzó la vista con lentitud.

Sus ojos estaban un poco rojos, con el aire de alguien que había corrido demasiado lejos para fingir estar bien.

—ni yo lo sé —respondió simplemente.

Steve tragó saliva. Miró la cerveza en su mano, luego el resto del six pack a su lado y volvió a mirarla a ella. Había tantas preguntas en su rostro, pero ninguna salió.

—¿Estás... bien? No deberías estar bebiendo.

Louise esbozó una sonrisa apenas perceptible con una curva cansada

—lo sé, no fui capaz de igual manera... Pero tampoco quiero hablar de eso ahora.

Él asintió lentamente.

No insistió. No preguntó más.

—¿Quieres pasar?

Ella parpadeó, como si no esperara la oferta. Como si no supiera si la merecía.

Y entonces asintió.

Solo una vez.

Suficiente para el capitán.

Y entonces asintió. Solo una vez. Pero fue suficiente para el capitán.

Entraron al edificio. Ella aún llevaba el sixpack en las manos. Steve lo notó y se lo quitó con una mirada amable, casi paternal. El trayecto por las escaleras fue silencioso, hasta que una melodía suave empezó a filtrarse por el pasillo.

Al llegar al piso, la vecina rubia de Steve salió justo en ese instante.

—Hola —saludó mientras sostenía su teléfono con el hombro—. Ya tengo que colgar, tía... ok, adiós.

Steve le sonrió con cierta dulzura que a Louise le resultó incómoda. Algo en ese momento la hizo sentir como si hubiera irrumpido en una escena de otro tipo. Una más íntima de lo que ella esperaba.

—Mi tía —explicó la rubia dejando el teléfono en una cesta—. ¿Noche de juegos?

—¿Ah? No, no... solo encontramos esto por ahí —respondió Steve, incómodo.

La rubia observó a Louise con una sonrisa curiosa. Ella respondió apenas con una inclinación de cabeza y una sonrisa tensa.

—Oye... —dijo Steve—. Si quieres, solo si quieres, puedo prestarte mi lavadora.

Louise arqueó una ceja con cero disimulo. Confirmando para sí misma: "Todos son iguales."

—Rogers... me estoy congelando.

Su tono fue lo bastante irritado como para cortar en seco el momento.

—Ah... gracias —respondió ella, girándose hacia Steve—. Igual no querrías tener mis uniformes en tu lavadora. Hoy estuve en el área de infecciones y... no fue lindo.

El asintió y miró cabizbajo bajo a Lou quien lo miraba con desaprobación. La rubia solo los miró y se dio la vuelta para bajar pero paró en seco.

—Ah, por cierto, creo que dejaste tu estéreo prendido esta mañana.

Steve frunció el ceño. Agradeció, pero algo en su expresión cambió. Louise lo notó. Sus ojos ya no tenían ese brillo cálido, sino una alerta casi imperceptible.

"It's been a long, long time" sonaba desde dentro del apartamento.

—Voy a entrar por el otro lado —le dijo en voz baja. Ella asintió sin hacer preguntas.

Usaron la escalera de emergencia. Steve abrió la ventana y ambos se deslizaron dentro, cayendo silenciosamente en la cocina. El único sonido era el viejo tocadiscos. La luz de las farolas se colaba a través de las persianas, proyectando sombras alargadas.

Steve tomó su escudo. Ella agarró un cuchillo de cocina y lo ocultó tras su espalda, empuñándolo con firmeza.

Se movieron por los corredores, con cuidado. Cruzaron miradas. Una señal: él saldría primero, ella cubriría detrás.

Se acercaron al borde de la pared y se asomaron.

Una figura oscura entre los sillones del apartamento. Respiraba con dificultad.

La poca luz dejaba ver a Nick Fury, desplomado sobre uno de los sillones. Steve se quedó en la pared, con la ceja alzada.

—Jamás le di llave para entrar.

Adolorido, Fury se levantó del asiento con un quejido que salió desde lo más profundo de su pecho. _____ apareció detrás, con una mirada confusa.

—¿Creen que necesito una? —gruñó.

—¿Ahora también las misiones incluyen allanamientos? —bufó ella.

El hombre se apoyó en las rodillas, jadeante.

—Mi esposa me corrió de la casa...

—¿En serio tiene esposa? —preguntó _____, sin ocultar el sarcasmo.

—Hay tantas cosas que no saben de mí.

Steve se acercó a la pared y encendió la luz.

—Lo sé, Nick... ese es el problema.

El ambiente era extraño, ella lo notaba más, sin embargo, trataba de mantenerse calmada cosa que realmente leer era imposible ¿que hacía Nicki Fury en ese momento dentro del Apartamento del capi?

Y cuando la luz se encendió, ambos lo vieron.

Fury tenía rastros de sangre, escombros sobre la piel, su traje parecía bañado en ceniza.

_____ abrió la boca para decir algo, pero él alzó la mano y apagó la luz de nuevo, usando la lámpara de al lado.

Fury comenzó a escribir en un viejo teléfono.

"Hay oídos por todas partes."

Steve y _____ aferraron su agarre. Escudo. Cuchillo.

—Lamento llegar así, pero no sabía a dónde más ir.

Fury y Steve miraron hacia una de las ventanas más cercanas. Mientras él seguía escribiendo otro mensaje en ese teléfono para luego mostrárselo.

"S.H.I.E.L.D. está en peligro."

El negó, y se levantó del sofá con dificultad mientras escribía algo más.

—¿Alguien más sabe de su esposa? —preguntó Steve.

Fury negó y escribió otra línea.

"Ustedes y yo."

—solo... mis amigos —llevo una mano a su pecho y se acercó a ellos.

— ¿eso es lo que somos...?

Hubo un silencio, abrumador y extraño.

— depende de ustedes...

Un disparo atravesó la habitación. Todos se agacharon. Fury cayó. Steve la cubrió con el escudo. Más balas llovieron sobre ellos.

—¡Mierda...! —jadeó ella.

—¡Ayúdame! —gritó Steve.

Ambos arrastraron a Fury hacia el fondo del departamento. Él gemía, dejando un rastro de sangre. Ella trataba de detener el sangrado con su abrigo.

—¡Qué hacemos, Rogers! —gritó ella, desesperada.

Ella no sabía que hacer, había sangre por todos lados y trataba de hacer presión en el pecho. Se quitó su abrigo y lo colocó debajo de su cabeza.

Rogers se trató de asomar a la ventana de la sala pero fury lo detuvo agarrándolo del brazo. Entre jadeos le mostró una memoria que llevaba en sus manos.

—¡No... no confíen en nadie!

Fury, temblando, le entregó una memoria USB a Steve.

—¿¡Qué!? ¡No, no, no! ¿Qué mierda está pasando!?

Un crujido en la puerta principal los alertó. Ella tomó su cuchillo de nuevo.

—¿Capitán Rogers?

La voz femenina era conocida.

Steve se asomó. Era su vecina... pero ahora con un arma.

—Capitán Rogers... soy la agente 13 del servicio especial de S.H.I.E.L.D.

—¿Kate?

—¿¡Quién diablos haces!? —interrogó _____, bajando apenas el cuchillo.

—mi misión es protegerlo.

Steve y Louise se miraron confundidos y aún agitados por lo que estaba pasando. No entendían nada.

—¡¿quién lo ordenó?!

Cuando llegó a donde estaban ellos miró a fury con alarma.

—el...

Ambos estaban en una confusión total. Cuando llegó a ellos, miró a Fury con alarma.

Se arrodilló, comenzó a revisar signos vitales. Louise, aún intentando presionar la herida, se manchaba de sangre hasta los codos.

La "enfermera" sacó un radio.

—Foxtruck caído, repito, necesito paramédicos YA.

El radio respondió.

—¿Identificaron al atacante?

Steve se alejó para asomarse en la sala y observó cómo en una de las cornisas de enfrente una sombra brillante se alejaba rápido.

—Diles que voy a perseguirlo —gruñó.

Y sin esperar respuesta, saltó por la ventana, rompiéndola con el cuerpo. Atravesó hacia el edificio de enfrente con una agilidad imposible.

—¡STEVE! —gritó _____.

____ se quedó un segundo paralizada. El cuerpo de Fury seguía en el suelo, el sonido de las sirenas aún resonaba en la calle, y ese instinto en su pecho —fuerte, punzante— no le dio opción.

Corrió tras el capitán y saltó.

El aire cortaba la piel. Cruzó la ventana en un estallido y aterrizó sobre el tejado contiguo con una rodada brusca. Se incorporó sin detenerse, ignorando la punzada en la pierna, y siguió avanzando. Más allá, Steve perseguía a una figura vestida de negro, que se deslizaba entre obstáculos con la eficiencia de un fantasma entrenado.

Saltaron a otro edificio.

Y luego a otro.

Una secuencia de ventanas rotas, tuberías resbaladizas, estructuras frágiles. El mundo era un laberinto de concreto y acero, y ella lo atravesaba sin vacilar.

Sintió el ardor en la garganta, pero no el cansancio. Algo en su cuerpo —entrenamiento, instinto, algo más— mantenía el ritmo. No pensaba, solo reaccionaba. Cada salto, era pura reacción.

Pasaron a través de una oficina desierta, donde las luces parpadeaban y el polvo danzaba en el aire. Louise rodó sobre un escritorio, usándolo de apoyo para impulsarse por la siguiente ventana.

Steve iba un poco más adelante. Y el tirador... todavía más.

Lo alcanzaron al borde de un último edificio, en una amplia cornisa expuesta al cielo oscuro de esa noche.

Steve lanzó su escudo.

Todo ocurrió en segundos.

El escudo giró en el aire con un silbido agudo, directo al pecho del atacante.

Pero él lo detuvo.

No con un arma.

No con reflejos.

Con una mano. O algo parecido.

Un brazo metálico relucía bajo la luz de la luna. Adornado de una estrella tan roja como la misma sangre.

_____ se detuvo en seco, como si el mundo se congelara.

El escudo brilló en las manos del soldado. Él lo sostuvo un segundo.

La miró, esa oscuridad en su rostro la heló. Solo por un instante.

Era como ver a un fantasma. Sintió su corazón detenerse. Su mente se llenó de recuerdos, de gritos, de dolor.

Y luego lo lanzó de vuelta.

Con tal violencia que el impacto sacudió a Steve y lo hizo volar hacia atrás, golpeando contra una caja de ventilación. El escudo rebotó y rodó por la cornisa como una moneda enorme, perdiéndose tras un saliente.

—¡Steve! —gritó _____, corriendo hacia él.

Se arrodilló a su lado, lo ayudó a incorporarse. Él gruñó, sacudiéndose el aturdimiento.

—¿Estás bien?

—Estoy bien —tosió—. ¿Él...?

Ella ya se había girado. La cornisa estaba vacía.

Como si nunca hubiera estado allí.

Solo quedaban la vibración del metal, el eco del impacto y el hueco que había dejado su presencia.

Louise no dijo nada. Su respiración se mantenía agitada casi hiperventilando. Sus ojos estaban fijos en el lugar donde el Soldado del Invierno había estado. Tenía miedo, tenía terror. Su pesadilla diaria se había hecho realidad.

Ese brazo.

Esa máscara.

Esa forma de moverse.

Era el, era el soldat.