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Una nueva mañana, una nueva vida. Las cajas de la mudanza ya estaban casi vacías, y por primera vez en mucho tiempo, el lugar comenzaba a sentirse como un hogar. El día anterior, ella y el dios se propusieron dejar todo lo más organizado posible, en un intento por crear algo de paz en medio del caos constante que arrastraban.

El proceso no fue tan arduo como temían. Algunos muebles ya estaban allí cuando llegaron, cortesía de Stark y su sentido de la estética y funcionalidad. Solo quedaba ajustar lo esencial. Claro que, como todo lo que hacían juntos, la organización vino con una dosis razonable de desacuerdos: Loki, fiel a su estilo, insistía en usar magia para ordenar la biblioteca del segundo piso; ella, fiel a su necesidad de control, discutía el orden elegido y le recordaba que estaba intentando contener el uso de su poder después del incidente con el Darkhold. Terminaron reorganizando los estantes tres veces, con él murmurando en asgardiano cada vez que uno de los libros flotaba hacia abajo.

Pero lo lograron. Entre sarcasmos, miradas que desafiaban y silencios que decían más que cualquier palabra, lograron transformar el espacio en algo que era suyo.

Ella revisó las dos habitaciones pequeñas que habían decidido destinar para proyectos personales.

—Tu padre insistió en que esta quedara así —dijo Loki, cruzado de brazos, apoyado contra el marco de la puerta—. Pero no estoy seguro de que la uses muy seguido.

—El trabajo dudo que me lo permita... pero lo intentaré.

Esa habitación, decorada en un tono rosado crema, era un santuario en miniatura. Fotografías de sus presentaciones, premios de competencias, bocinas con sonido envolvente, zapatillas nuevas alineadas como si esperaran que las despertara y un pequeño armario con leotardos perfectamente doblados. Tony había pensado en todo, incluso desde lejos, como si supiera que ella necesitaría ese pedazo de sí misma para no desmoronarse. El ballet y Loki eran las dos constantes que aún podían sostenerla.

La segunda habitación era distinta. Sesenta metros cuadrados de nada. Paredes en un tono neutro, vigilancia instalada, cajas vacías en una esquina. Lo llamaban "espacio multifuncional" con una sonrisa fingida: gimnasio, meditación, clóset extra. Pero ambos sabían lo que realmente debía ocuparlo. Era una promesa suspendida, una que dolía mirar directamente. Cerraron la puerta con más cuidado del necesario.

Mientras el aroma del café comenzaba a invadir la cocina, Loki maldecía la nueva cafetera. Se negaba a usar la inteligencia artificial integrada porque, según él, "una máquina que habla no debería tener más autoridad que un príncipe en su propia casa." Aun así, lo intentaba. El traje de corte impecable que llevaba le daba el porte de un ejecutivo de alto nivel, uno que podría dirigir una empresa o conquistar un reino con una sola mirada. Corbata perfectamente anudada, cabello peinado hacia atrás, y ese brillo en los ojos que nunca dejaba claro si estaba pensando en salvar el mundo... o en verlo arder.

Ella bajó las escaleras como si el mundo le perteneciera. Los tacones Louboutin golpeaban con ritmo contra la madera mientras el vestido negro de Balenciaga, ceñido a la cintura con un cinturón sobrio, abrazaba su silueta. Su cabello, liso y brillante, parecía una declaración en sí mismo: control y precisión.

Era su primer día trabajando oficialmente con S.H.I.E.L.D., algo que aún le producía un nudo en el estómago. No sabía si era una buena idea, pero sí sabía que era distinta. Y ella necesitaba lo distinto. Loki, por su parte, se había aceptado colaborar con la agencia a su manera: analizaría perfiles de criminales absueltos, predeciría con su inteligencia y magia si volverían a delinquir o si aún había esperanza en ellos. La paradoja de que el antiguo dios del caos ahora ayudara a prevenirlo no dejaba de ser irónica.

Si alguien los viera entrar a S.H.I.E.L.D. juntos esa mañana —como lo harían, minutos después— no sabrían definir del todo lo que eran. No había anillos ostentos más que los que usaban como esa promesa que ellos dos sabían solos, no había muestras de afecto público, ni siquiera habían miradas comprometedoras. Pero había algo más fuerte que eso: presencia.

Caminaban como si el mundo les debiera algo. Como si hubieran vivido el Apocalipsis (varias veces) y hubieran decidido que no era suficiente para arrebatarles el uno al otro. Y aunque nadie podía asegurarlo con certeza, era evidente que entre ellos había algo que no se explicaba con organigramas ni palabras simples.

Fury lo sabía. Maria Hill también. Pero se lo guardaban con la clase de discreción que venía de años lidiando con Stark y su hijita.

Cuando llegaron al complejo, la atención se desvió hacia ellos como por instinto. No había gestos, ni roces de manos, ni nada explícito... pero había algo en cómo se miraban, cómo caminaban, como si fueran una unidad. Una fuerza. Nadie sabía exactamente lo que había entre ellos. Solo que, juntos, irradiaban una energía casi intimidante. Fatal, en el buen sentido. Solo Fury y su mejor agente estaban al tanto de la verdad. Y, francamente, eso era más que suficiente.

Fury los esperaba en una sala de reuniones menor. Tenía una carpeta en la mano y una expresión más neutral de lo habitual.

—Buenos días. Llegan a tiempo. Y vestidos como si fueran a venderme armas o acciones de una empresa fantasma —bromeó, dejando la carpeta sobre la mesa.

—Siempre es bueno causar una primera impresión —respondió ella, con una media sonrisa.

—Y a ustedes se les da bastante bien eso de causar cosas desastrosas —añadió Maria Hill desde un rincón, consultando una tablet—. Confusión, especulación, miradas sospechosas...

—¿Sabes que me ofende que nadie haya mencionado terror todavía? —replicó Loki, acomodándose el cuello de la camisa con elegancia calculada detrás de ella.

Fury alzó una ceja, con una media sonrisa.

—Eso vendrá después. Si hacen bien su trabajo.

Con un gesto, proyectó en pantalla un plano general del complejo.

—Bien, como ya saben, el Proyecto Insight está oficialmente en marcha. Todavía estamos en fase inicial de recopilación y diseño, pero es hora de empezar a tomar decisiones inteligentes. Literalmente.

Señaló una sección en el ala este del edificio.

—Tú —le dijo a ____ señalando el ala este— vas a estar trabajando en el laboratorio de innovación y desarrollo. Tenemos a algunos científicos en formación, tecnología Stark pendiente de implementación, y tu algoritmo de predicción que fue ya revisado encajan bien con lo que queremos lograr con sistemas de monitoreo anticipado. Si logras que funcione, tal vez evitemos que media ciudad se incendie la próxima vez.

—¿Y si no funciona? —preguntó ella, cruzando las piernas con calma.

—Entonces al menos tendremos a alguien brillante a quien culpar —dijo Fury sin inmutarse.

Maria se aclaró la garganta.

—Tendrás acceso limitado a ciertas bases de datos y los técnicos asignados te responderán directamente. Pero quiero que te informes antes de imponer ideas. No todos aquí trabajan con IA y café extra cargado.

Fury asintió con un gruñido de aprobación.

—Y tú —ahora se giró hacia Loki— vas a estar en el ala sur. Sector de análisis profundo. No es exactamente campo, pero créeme, te vamos a necesitar para identificar tendencias, motivaciones, señales previas. Criminales absueltos, perfiles grises, casos donde la ley no alcanzó... pero el instinto sí puede.

—¿Instinto o clarividencia? —preguntó Loki, divertido.

—No me importa si usas instinto, magia o tiras runas en el suelo mientras escuchas jazz. Si detectas que alguien va a convertirse en una amenaza, quiero saberlo antes de que lo haga —sentenció Fury—. Y si se puede evitar que cruce la línea, también.

—Será un placer trabajar con sus "esperanzas legales" —dijo Loki con voz melosa—. Espero no decepcionarlos. Aunque eso sería tan... predecible.

—Con suerte, no incendiarás nada. Literalmente —replicó Fury—. Si alguien estornuda fuego cerca tuyo, me entero en cinco segundos.

Maria se giró hacia ambos con un leve suspiro.

—Van a trabajar separados, pero sus áreas pueden cruzarse. Si un perfil coincide con una alerta en el sistema, deberán colaborar. Coordinación es la clave.

—Y cordura —agregó Fury—. Aunque eso, entre ustedes dos, es pedir mucho.

—A cambio, prometemos resultados —dijo _____, levantándose.

—O algo incendiado —añadió Loki, mientras salían de la sala.

Maria miró a Fury en cuanto se cerró la puerta.

—¿Tú crees que esto funcione?

—No lo sé —respondió él, cruzando los brazos—. Pero si alguien puede detectar una amenaza antes de que ocurra... son los que saben cómo empezar una.

El ascensor se abrió con un susurro mecánico y frío. Stark entró al pasillo principal con la seguridad que sólo dan los años de estar bajo el foco de todos... pero sin su armadura. Esta vez no era la hija de Tony Stark, ni la bailarina brillante, ni la niña que trabajaba en la fundación de su padre. Era simplemente ____: ingeniera, analista de sistemas. Y estaba allí para trabajar.

Sus tacones resonaban sobre el suelo pulido con un ritmo elegante, firme, como si marcaran territorio. Detrás de sus gafas de montura fina, sus ojos escaneaban sin piedad cada gráfico, pantalla y simulador que decoraba el nivel de análisis y predicción. Algunas miradas se giraron. Uno o dos técnicos claramente la reconocieron, por sus publicaciones, por su apellido... o por los escándalos. Pero nadie se atrevió a decir nada. En ese lugar, el respeto se medía en silencio.

—Señorita Stark —saludó un joven técnico, visiblemente nervioso mientras le ofrecía una tablet—. Estos son los ajustes que hicimos en base al algoritmo original de su padre y el suyo, pero aplicados al protocolo Insight. También añadimos el submódulo predictivo que programó el equipo de los Yung.

Louise tomó el dispositivo con dedos precisos y lo revisó sin pronunciar palabra. Sus ojos se movieron con velocidad quirúrgica, escudriñando cada línea de código. Deslizó el dedo una vez. Luego otra. Se detuvo. Retrocedió. Alzó una ceja.

—¿Quién autorizó este cambio en la estructura base? —preguntó con una voz suave... letal, como una daga envuelta en terciopelo.

—Eh... fue sugerencia de Nicolás Yung. Dijo que era más eficiente el mapeo por bloques binarios que por vector sintético.

—Claro —musitó, con una ceja arqueada y un sarcasmo afilado en la voz—. Porque cambiar la arquitectura del algoritmo sin avisar nunca ha salido mal...

Otra vez. Las manos de esos dos aparecían entrelazadas en bases de datos que no les correspondían. Siempre alterando, siempre ajustando sin preguntar.

El técnico tragó saliva y se quedó mudo. Louise no añadió más. Caminó hacia su escritorio temporal, dejó su bolso con una delicadeza medida y conectó la tablet al monitor central.

No pasó mucho tiempo antes de que dos empleados más se acercaran, arrastrados por una mezcla de entusiasmo y precaución. Uno de ellos, una ingeniera en ciberseguridad de cabello cobrizo llamada Eliza, se animó a hablar:

—Admiramos mucho tu trabajo y su proyecto para el MIT con la tecnología del Mark IX fue wow... y el hecho de que estés aquí. Supongo que no muchos heredan la genialidad junto con el apellido.

—Gracias —respondió Louise con una sonrisa controlada, casi profesional—. Intento demostrar que no todo lo valioso viene en forma de armadura.

Las pantallas holográficas respondían a sus gestos con fluidez, aunque los errores de compatibilidad entre el sistema operativo y el algoritmo aún saltaban como interferencias molestas. Llevaba poco más de una hora revisando código, ajustando variables y pidiendo café a un becario que parecía tenerle más miedo a ella que a las propias turbinas.

—Bien —dijo en voz alta—. Debemos analizar estos tres cambios en el mapeo. Uno de mis algoritmos fue tomado como base, pero lo alteraron. Así que... —revisó los planos y estructuras que flotaban en la pantalla—, determinen cuál es el más compatible para que no provoque un fallo cuando esas cosas estén en órbita.

Los colaboradores asintieron, iniciando la tarea sin hacer preguntas. Había algo en la autoridad de la peli negra que no dejaba espacio para discusiones.

El laboratorio estaba impecable. Paredes blancas con iluminación azul tenue, interfaces proyectadas en 3D, el zumbido constante de los servidores. Todo parecía diseñado para ella. Por primera vez en semanas, su mente respiraba. Lejos del ruido emocional que arrastraba desde hacía demasiado tiempo.

Las siguientes horas fueron tensas. Aunque su algoritmo original seguía siendo el más estable, los cambios implementados por Benjamin y su hijo no eran errores improvisados. Tenían lógica. Tenían estructura. Tenían intención. tenían suficiente sentido como para estar reescrito casi desde cero. Cerró una ventana del sistema, se frotó los ojos con los dedos.

Respira. Sigue.

—Tómense cinco —comentó, dejándose caer brevemente en la silla—. Ya tengo los ojos cuadrados de tanto mirar estas pantallas.

Se levantó con intención de ir a la estación de carga luego de que los jóvenes salieran. cuando de manera inesperada una voz familiar —con esa mezcla incómoda de dulzura artificial y confianza ensayada— la detuvo en seco.

—Vaya... el talento Stark en persona.

Louise giró lentamente. El escalofrío fue inmediato, casi automático por su espalda.

—Nicolás...

Él estaba apoyado contra el marco de la puerta como si llevara horas ensayando esa pose frente al espejo. Traje gris oscuro, camisa sin corbata, y esa sonrisa ladeada que antes le parecía encantadora. Ahora sólo le parecía... ensayada.

—¿Pasando revista al nuevo personal? —preguntó ella, cruzándose de brazos con una ceja levantada.

—Solo vine a ver el ala este —respondió él, con tono casual—. Me asignaron unas consultorías para Insight. Ya sabes, cosas técnicas. Protocolos de seguridad, análisis interno... tonterías que probablemente tú harías mejor... Como siempre.

—Qué generoso —replicó con una sonrisa tan educada como vacía.

—Se ve que estás en tu terreno. Aunque el negro elegante de empresaria malvada, no lo esperaba —añadió, bajando un poco la voz—. Pero te queda bien.

Ella no respondió. Lo miró. Directo. Sin bajar la guardia. Sabía que no debía darle espacio, y sin embargo, algo seguía queriendo salir.

—Estoy analizando el algoritmo que modificaron tú y tu padre. Cambiar la estructura base sin consultar podría comprometer la estabilidad del mapeo predictivo.

Sus ojos se encogieron en esa sonrisa amplia que sacaba cada que algo le causaba bastante gracia.

—Oh, vamos —dijo él, alzando las manos en gesto teatral de paz—. No vine a discutir por códigos. Solo quería saludarte. Dicen que la oficina volvió a brillar desde que entraste... literalmente. ¿Ese es el Balenciaga?

Ella tardó un segundo. Recordó una de esas tantas salidas juntos, donde él insistió en acompañarla de compras. Recordó cómo había modelado para él en el vestidor privado de la tienda. Cómo todo acabó entre besos, risas... y una promesa que ninguno cumplió. Todo eso fue antes de que cierto dios cayera del cielo y reescribiera su historia otra vez.

—¿Pretendes halagarme o estás evitando una conversación incómoda?

—supongo que hago ambas cosas.

Ella lo sostuvo con la mirada. Sus labios esbozaron una sonrisa que no tocó sus ojos. La tensión entre ellos era como electricidad estática. Invisible, pero a punto de estallar. Y había algo más. No era romanticismo. Era una bomba de dudas, reproches y palabras no dichas.

—Me alegra verte bien, _____. En serio.

—Y yo me alegro de que lo aparentes tan bien —dijo sin perder la compostura, con una sonrisa tan fina que parecía estar dibujada con bisturí—. Si me disculpas, mi algoritmo no se va a arreglar solo.

Nicolás se hizo a un lado con una reverencia burlona, todavía con la sonrisa pintada. Louise pasó a su lado sin mirarlo, ese olor a colonia y cigarrillo la confundieron, como si hirviera otra persona habitando y usando esa piel que creía haber conocido bien durante mucho tiempo. Y cuando finalmente se perdió en el pasillo, él se quedó allí, inmóvil. La sonrisa desapareció lentamente de su rostro.

Y por un instante, pareció más una sombra que un hombre.

Por otro lado, la figura del dios estaba casi desparramada en su silla y su escritorio. Todo ese trabajo le parecía banal mente entretenido aunque prefeblemente estaría mejor si trabajara más cerca de cierta figura pequeña que le hacía falta con esos comentarios y quejas tan usuales.

Loki inspeccionaba los monitores con una ceja arqueada, como si los perfiles humanos fueran algo que le entretenía más que le preocupaba. Ya había descartado tres informes completos de antiguos criminales por considerarlos "obvios" y uno por tener lo que él llamó "una firma energética de remordimiento falso".

—¿Y cómo exactamente detectaste eso? —le preguntó un agente con tono desconfiado.

—¿Nunca has olido la culpa fingida? Tiene un dejo a menta artificial y cinismo —respondió Loki, sin levantar la mirada del expediente.

La sala tenía poca luz y muchas pantallas. Los datos circulaban en tiempo real. Reconocimientos faciales, registros policiales, historial digital... cada persona era una historia a punto de repetirse. Y él, el curador de la tragedia humana.

—¿Sabe que esto no es magia, verdad? —comentó la misma agente.

—Y tú sabes que no necesitas una varita para ver la oscuridad de alguien —dijo con calma—. Solo hay que saber a dónde mirar. Y a quién.

La pantalla frontal le mostró un patrón de comportamiento en un joven de 24 años con antecedentes de robo y violencia doméstica. Absuelto dos veces por tecnicismos. El algoritmo marcaba su probabilidad de reincidencia en 54%. Loki, tras observar el video de su última audiencia, marcó el informe con un 87%.

—¿Estás seguro? —preguntó otro analista.

—El patrón está ahí. Solo que ustedes no están acostumbrados a ver lo que no está escrito —dijo, recostándose en la silla.

Se tomó un segundo. Miró hacia el monitor más pequeño, donde se reflejaba una cámara del ala este, esa era una de esas ventajas del lugar en el que tenía que estar. Por lo menos podía ver algunas de las cámaras y ver si ella se paseaba por ahí, como si el destino le diera la oportunidad de estar pendiente de ella aún en la distancia.

Ella cruzaba el pasillo con un vaso de café, sin saber que era observada, pero con el ceño ligeramente fruncido y su nariz notablemente arrugada

¿Qué pasó?, pensó automáticamente.

Sintió un leve escalofrío. Algo no encajaba. Y no era solo el sistema.

_____ salió de la sala de análisis biométrico y se encontró con Maria Hill frente al ascensor.

—¿Primer día intenso? —preguntó ella, con tono casual.

—Más de lo que esperaba —respondió _____, aún procesando el encuentro con Nicolás.

Maria la observó un segundo más de lo necesario.

—¿Te cruzaste con alguien? ¿O fue la máquina de café lo que casi explota?

—Digamos que alguien que solía saber mi segundo nombre me saludó como si todo estuviera... bien.

—Ah. Ese alguien. —Hill hizo una pausa—. Tendrás que aprender a navegar eso aquí, puede verse serio pero también se recorren rumores y chismes.

—¿hablas desde la experiencia? —preguntó con una ceja arqueada mientras le daba un sorbo a su bebida caliente.

—Más o menos. Pero se que no me relacione a fondo —dijo Maria con una mirada significativa, antes de entrar al ascensor.

_____ soltó una pequeña risa sin humor. El ascensor se cerró, dejándola sola.

Se cruzó de brazos y se quedó mirando un monitor encendido, con una sensación amarga aún en la garganta.

Desde la otra sala, Loki volvió la vista a su informe. Pero ya sabía que tendría que ir a verla más tarde.

Algo se había movido en el tablero. Y no era solo una pieza vieja. Era una amenaza disfrazada de sonrisa.

La Tarde llegó y  El sol de la primavera apenas tocaba las superficies metálicas del edificio por la tarde, pero el aire en el patio estaba tibio. Algunos agentes caminaban con café en mano, otros revisaban archivos digitales en tablets o conversaban con auriculares puestos. _____ estaba sentada sobre el borde de una jardinera elevada, revisando unos planos desde su dispositivo, concentrada. Mientras comía lo que parecía ser un croissant lleno de crema de avellana.

La voz que escuchó no la sorprendió tanto como sí el tono.

—No recordaba que trabajaras tan bien bajo el sol —dijo Nicolás, con esa mezcla de encanto y naturalidad que a veces se le escapaba sin querer.

Ella alzó la mirada, entrecerrando los ojos por la luz.

Hola, tu. Comentó en su cabeza.

Parecía que ese hombre la perseguía a todos lados ese día.

—Y yo no recordaba que te gustara salir de tu oficina. ¿Acaso me estás acosando? Sabes... El papel de joe Goldberg no es lo tuyo.

Nicolás soltó una risa suave y se acercó, sin invadir demasiado su espacio.

—no, claro que no. Pero supongo que tú y yo vamos a vernos más seguido de lo que esperábamos.

—Cosas de la vida. O de Fury, más bien —masculló algo incómoda, limpiándose la comisura de sus labios con la servilleta.

—Bueno, si va a ser así... al menos que sea civilizado, ¿no? No quiero que pienses que todo lo que vivimos terminó tan mal como para fingir que no nos conocemos.

Ella se quedó mirándolo unos segundos. No con molestia, ni con melancolía. Solo con esa prudencia que uno se guarda cuando ya aprendió algo de alguien.

—aunque no terminó bien... también creo que tampoco tiene que terminar mal cada vez que coincidamos —comentó ella con una sonrisa pequeña— Estamos aquí por trabajo. Y antes que cualquier otra cosa, alguna vez fuimos amigos. ¿No?

Él asintió, más serio esta vez. Parecía también entenderlo.

—Lo fuimos, aunque aún sigo resentido por dejarme solo en la fiesta de alessia.

Ella miro hacia otro lado, recordando lo bochornoso que pasó esa noche de año nuevo.

— aún así y aunque no lo parezca, me alegra verte... enfocada. En lo tuyo.

—Lo estoy intentando —contestó ella con un poco más de calma en su voz.

—Y lo estás logrando. Como siempre.

Ella sonrió apenas. Había algo en él que no cambiaba, pero al mismo tiempo, ya no le pesaba como antes. Era un capítulo cerrado, aunque su sombra aún se proyectara cuando no debía.

—¿Qué haces aquí? ¿No trabajabas en el ala norte? —preguntó volviendo a ver su tableta.

—Vine por unos reportes. Pero si quieres invitarme un café, no me opongo...

—Vine por aire y comida, no por conversaciones con acosadores —bromeó ella, sin malicia.

Él rió y bajó la cabeza ese gesto tan avergonzado que hacía cada que se sentía intimidado, justo cuando una sombra más alta y gélida cayó sobre ambos.

—Veo que los reencuentros laborales tienen un tono... interesante por aquí —dijo Loki, con ese acento impecable y una media sonrisa cargada de intención.

El cielo se oscureció por un momento, como si hasta el mismísimo Thor estuviera desaprobando desde lejos ese reencuentro entre un exnovio que alguna vez fue también un amigo.

Nicolás se puso de pie con más rigidez de la que admitió. Loki vestía el mismo traje entallado de la mañana solo que ahora con un botón abierto, despreocupado aunque sin una arruga, sin una gota de sudor, como si el ambiente se adaptara a él y no al revés.

—Laufeyson. —La voz de Nicolás fue cortés, pero tirante.

—Yung —respondió el, con una inclinación mínima de cabeza—. Un nombre que he escuchado demasiadas veces para alguien que dice haber sido tan... irrelevante.

—Qué bueno que al menos lo recuerdes. Quiere decir que tan irrelevante no fui —disparó con sutileza acompañada de una sonrisa mínimamente burlona.

_____ se incorporó de inmediato, interceptando con una sonrisa nerviosa la situación, si no le ponía fin sabía que tendrían que meter a uno de los dos en una celda de contención, bueno, claramente se sabe quién iría ahí directamente.

—Bien, ya basta. Es solo un día de trabajo. No necesitamos convertir esto en un duelo de testosterona.

Loki bajó la mirada hacia ella por un instante. Su expresión se suavizó, pero apenas. Había algo molesto detrás del encanto.

—No soy yo quien insiste en aparecer donde no fue invitado —replicó con calma, sin dejar de mirar a Nicolás.

El joven asiático los miró a ambos y asintió para sí mismo, levantó una mano en señal de bandera blanca.

—No te preocupes, ya me iba —dijo el otro, dando un paso atrás—. No quiero entorpecer nada...

Ella cerró los ojos tratando de contener su incomodidad.

—Tranquilo. Nos vemos después —dijo ella, casi por protocolo.

Nicolás asintió y se fue sin mirar atrás. Loki lo siguió con los ojos hasta que desapareció entre la multitud que entraba al edificio.

Hubo unos segundos de silencio.

—¿Tienes idea de lo que eso parecía desde lejos? —preguntó Loki, finalmente, con ese tono suave que solo usaba cuando quería parecer contenido.

—no se a que te refieres, solo estábamos conversando.

—Conversar, no. Reír, sonreír, inclinar la cabeza con ese gesto tuyo de "te sigo el juego porque me caes bien"... eso sí me parece innecesario.

Ella se cruzó de brazos, sabía que estaba celoso. Pero no en una buena manera. Era diferente a un mensaje de texto ahora era en persona, más amenazante y más territorial.

—No estaba "jugando" a nada. No voy a pasarme el resto de mi vida esquivando a personas que conocí solo porque tú te sientes por encima de ellas.

—No me siento por encima, simplemente estoy por encima —corrigió él, como si fuera una obviedad—. Y no me molesta que te cruces con tu ex. Solo me molesta que él siga creyendo que tiene algún tipo de acceso a ti.

—No tiene acceso. Fue solo una charla. Te dije que esto no tendría por qué interferir en lo personal.

—Y sin embargo tú bajaste la guardia —dijo, mirándola con esos ojos que parecían escudriñarla hasta los huesos—. Como si estuvieras recordando algo que valía la pena.

Ella no respondió de inmediato. Bajó la mirada, exhaló con fuerza. No era el lugar, no era el momento y mucho menos el día para hablar sobre eso. Ya llamaron mucho la atención como para hacer una escena de celos por nada.

—Quizás lo hice, sí. Pero no porque quiera volver ahí. Sino porque entenderlo me hace ver cuánto cambié. Cuánto cambiamos. Y que él no tiene nada que ver con lo que soy ahora. Pero tampoco puedo evitarlo por siempre.

Loki no contestó. Solo asintió una vez, con gesto sobrio. Pero la sonrisa que siempre lo precedía no apareció. Y eso ella sabía que no era una buena señal.

—Muy noble de tu parte... debiste seguir trabajando entonces en la fundación si tanto te gustaban a hacer obras de caridad —dijo ácido finalmente, girando sobre sus talones.

Ella soltó un suspiro y se acercó a él, sus pequeños pasos lo retuvieron aunque ella se contuvo de tomarlo de la mano. Por claras y obvias razones.

—Loki, no te vayas así... hablémoslo después ¿te parece?

El asintió y miró su reloj de la muñeca.

—Solo estoy haciendo lo que mejor sé hacer —respondió sin mirarla—. Nos vemos luego, tengo cosas que hacer.

Y se fue. No enfadado. Peor. Resentido, sin admitirlo, sabía que algo más pasaba. No eran celos era un mal presentimiento. De un mentiroso que conoce a otro.

Ella se quedó en el centro del patio, con la tablet aún en la mano y una presión inexplicable en el pecho.

Sabía que debía hablar con él más tarde.

Su trabajo de ese día estaba terminando, la jornada de informes y análisis se terminaba más pronto de lo que esperaban para ser su primer día.

Ella salió unos minutos antes, se despidió de sus colaboradores y bajó casi corriendo hacia el estacionamiento. Esperaría al dios afuera del auto, paciente con una conversación que estaba pendiente para así evitar una catástrofe de pareja nivel celos impulsivos.

A los pocos minutos bajo Loki, se veía serio y su semblante frío apenas la miró con eso que parecía serio una molestia contenida. Internamente ella rogaba por qué no le aplicara la ley del hielo, sabía que si llegaban a ese punto el primer día sería recordado como un mal momento en esa etapa nueva de ambos.

Cuando finalmente lo vio aparecer entre las puertas automáticas, supo que la conversación que intentaba planear desde hacía horas no sería nada fácil. Loki no caminaba: se deslizaba, como una tormenta en pausa. Su elegancia no estaba desalineada, pero su gesto, sí. La mandíbula tensa, los ojos fijos al frente, y la mano izquierda cerrada como si sujetara algo invisible.

Él la miró apenas. Como si le costara decidir si debía dirigirle la palabra o simplemente fingir que no había nadie esperándolo allí.

—No tardaste tanto... —dijo ella con una sonrisa que murió antes de florecer.

Loki abrió la puerta del copiloto para ella sin responder. Un gesto caballeroso que esta vez se sintió como un protocolo vacío.

Ella subió sin quejarse. Se acomodó en el asiento mientras él rodeaba el auto y se sentaba al volante para salir del lugar.

Los primeros minutos fueron de silencio. No incómodo. Algo peor. De esos silencios que se sienten como cuchillas en el aire. Ella tragó saliva, intentando buscar un punto de partida. Pero cada palabra que pensaba sonaba defensiva incluso en su cabeza

—Sé que no fue la mejor escena del día —intentó finalmente, mirando el horizonte tratando de ver cómo formular las palabras sin cagarla.

Loki no respondió de inmediato. Sus manos sujetaban el volante con elegancia, pero también con control feroz. El tipo de control que alguien ejercía cuando estaba demasiado cerca de perderlo.

—¿Qué parte? —preguntó al fin, sin apartar la vista del camino—. ¿La parte en la que él te sonreía como un idiota? ¿O la parte en la que tú se lo permitías?

Ella apretó los labios. Le gustaba que fuera celoso hasta cierta parte pero llegaba a un punto en el que sentía que todo se podía desmoronar.

—No le estaba permitiendo nada. Solo fui educada. Fue una conversación normal. Civilizada. Como adultos que ya no están juntos y se encuentran en el trabajo.

—Tú no eres normal —dijo Loki con una calma cortante—. Y él no es civilizado, me da mala espina.

—Loki...

—No, en serio —la interrumpió con voz baja, pero clara—. ¿Sabes qué me molestó realmente? No fue verlo ahí. Ni siquiera fue escucharte reír. Fue ese gesto tuyo. El de "lo conozco, lo entiendo, me cae bien aunque ya no sea parte de mi vida". Ese gesto que usas conmigo cuando ya bajaste la guardia. Ese que me das cuando estamos bien.

Ella se giró por fin para mirarlo, con los ojos muy abiertos, tocada no por las palabras, sino por el peso emocional que tenían. Jugó con el anillo de su dedo, este brillaba entre sus dedos y ella lo miraba con la duda de que hacer para arreglar lo sucedido.

—No lo hago con intención. No es algo que pueda controlar. Es mi cara, ¿que más se supone que haga?

—Pues entonces controla tu cara y a quién le sonríes —disparó, alzando la ceja con sarcasmo y sin dejar de mirar al frente—. O al menos, no se la regales a cualquiera.

Hubo un largo silencio.

El tráfico se estancó por un momento. Ella apoyó la cabeza contra el vidrio, sintiéndose atrapada entre su culpa y la intensidad de él. No podía culparlo. No del todo.

—¿Puedo intentar arreglarlo?

—¿Arreglar qué? ¿Mi reacción? ¿Tus recuerdos? ¿La nostalgia de ese imbecil?

Ella lo miró, desesperada por encontrar una grieta en su máscara.

—No quiero que esto nos vuelva a pasar —dijo casi en un susurro—. Que él aparezca y se interponga entre nosotros como si tuviera derecho... y No lo tiene. Pero tampoco puedo ir por ahí huyendo de cada conversación que me incomoda.

Loki por fin la miró. Solo un segundo. Un segundo lleno de orgullo herido.

—No te estoy pidiendo que corras cuando lo veas. Solo esperaba que eligieras bien a quien darle tu confianza.

El auto se detuvo frente al edificio que ahora compartían. Una torre más discreta que la Stark, pero con todas las comodidades.

Bajaron sin decir nada. Ella esperó que él abriera la puerta. Lo hizo. Pero no la tocó. Ni un dedo, menos una mirada que pudiera consolarla.

El silencio seguía acompañándolos cuando entraron a la casa, todo tan nuevo que parecía que apenas estaría presenciando su caos amoroso.

Él se quitó el saco y lo colgó con una precisión ritual. Ella dejó la tableta sobre la barra de la cocina y fue tras él, sin pensar, como si solo la inercia la empujara. Como una pequeña sombra que trataba de ver que podía hacer para enmendar las cosas.

—Voy a cambiarme para salir —dijo ella, tímida asomándose en la puerta de la habitación. Comía i avisarlo cambiara algo.

Loki ya se había quitado los zapatos y desabotonó los puños de su camisa sin mirarla.

—Hazlo. Tenemos que comprar lo que le vas a dar para esta noche a Rogers. Sabes que no soporta la impuntualidad.

Ella vaciló y entró ala habitacion parándose frente a el, jugaba con sus manos detrás de su espalda, nerviosa y avergonzada.

—¿Quieres que te prepare algo mientras tanto? ¿Un té, quizás?

Él levantó apenas la vista y retiró la corbata color verde oscura y dejándola a un lado, su camisa desabrochada hasta la clavícula, el cuello pálido y perfecto. Pero su expresión seguía firme. Molesta. Orgullosa.

—No necesito que me prepares nada —dijo suavemente—. Arréglate mejor, quiero salir rápido de eso.

Se levantó y caminó hasta el baño de la habitación.

Ella se quedó ahí, de pie en mitad del cuarto. Queriendo gritarle que no tenía por qué enojarse, que el mismo sabía que solo podía estar para el y que nada ni nadie cambiaria eso, que no pasaría nada y que esas sospechas solo eran más que celos absurdos.

Pero no lo hizo.

Solo caminó hacia su armario. Se quitó el cinturón y el vestido con los dedos temblorosos. El reflejo del espejo le devolvió una imagen a medias. Estaba sintiéndose como cuando estaba de novia con Nicolás, cuando las cosas con Loki eran confusas y incomodas. El era ese fantasma, ese fantasma que ella misma creó al dejarlo llegar a ese punto en su vida.

El motor del auto sonaba tan pulcro como el silencio dentro de él. Loki conducía —por capricho propio, más que por necesidad— con una elegancia casi teatral. Traje negro de dos piezas, sin corbata, con la camisa blanca abierta justo lo necesario para molestar a cualquiera que lo viera. El cabello peinado hacia atrás con exactitud nórdica. El regalo de Steve —una edición antigua de "El arte de la guerra", encuadernada en cuero— descansaba en la parte trasera envuelto con un moño azul medianoche que él mismo había elegido.

____ iba sentada a su lado. El vestido floreado de color rosado con hombros descubiertos que llevaba era sencillo pero deleitable. Suficientemente delicado como para parecer frágil.. Llevaba un maquillaje tenue, pero suficiente para que Loki se arrepintiera de seguir molesto. Su perfume llenaba el auto en cada movimiento.

Y sin embargo, no se miraban.

—¿Crees que le guste el libro? —preguntó ella finalmente, rompiendo el silencio con una voz que intentaba sonar relajada.

—Tiene el gusto de un anciano atrapado en el cuerpo de un soldado. Claro que le gustará —respondió él, sin apartar los ojos del camino.

Ella asintió, girando levemente hacia la ventanilla.

—tienes razón...

El no contestó nada, solo la miró por el rabillo del ojo.

—Compré también una botella de vino para el. Papá probablemente se burle, pero al menos lo va a disfrutar —añadió, forzando una sonrisa.

—me parece bien, supongo que no se negará a beber un poco de alcohol solo por su moralidad —replicó Loki, con su tono sarcástico habitual, aunque sonaba más afilado que gracioso.

Otro silencio.

—¿sabías que el no se puede embriagar? —confesó mirándolo, tratando de romper ese hielo de alguna manera—. El suero que él tiene es diferente, a diferencia del mío que parece que cada que bebo algo me afecta el triple de lo que debería.

— supongo que hay cosas que absorbes más que otras, como los reencuentros.

—cariño...

El no dijo nada más. Seguía con su vista al frente.

El tráfico era ligero. Las luces de la ciudad pintaban sombras suaves sobre sus rostros. Ella desvió la mirada hacia el retrovisor y luego bajó un poco la ventanilla.

—¿Vas a seguir así toda la noche?

—¿Así cómo?

—Como si cada palabra que digo te molestara.

—No me molesta lo que dices. Me molesta lo que hiciste.

Ella suspiró y giró hacia él recostó su cabeza contra el cabecero del asiento.

—¿De verdad? ¿Una conversación con mi ex basta para borrar todo lo que hemos pasado?

—No lo borra. Pero deja claro que no todo está tan cerrado como dices.

—Por favor, Loki... —exclamó en un susurro áspero—. Fue una charla, civilizada. No hubo coqueteo, ni intenciones, ni nada.

—Quizás tú no —contestó él, finalmente girando la cabeza para mirarla—. Pero él sí. Y tú lo sabes.

Ella cerró los ojos unos segundos, tenía razón, negarlo era obvio pero no quería que el problema se extendiera más.

—Lo sé. Pero eso no significa que yo corresponda.

—No quiero tener que recordarte que fuiste tú la que me pidió confianza. No al revés.

—Y te la di —replicó ella, más dolida que enojada—. Te la estoy dando cada día, cada vez que me duermo a tu lado, cada vez que despierto y no me guardo las cosas.

Loki apretó el volante un poco más de lo necesario. Su mandíbula se marcó bajo la tenue luz del tablero.

—Entonces no me hagas sentir como si tuviera que competir por algo que ya gané.

—Nadie te está haciendo competir, amor.

—No. Pero aún así, me vi obligado a ver cómo él te mira como si tú todavía fueras suya.

Ella bajó la mirada, sus dedos jugaron con el borde de su vestido.

—No lo soy y lo sabes...

—¿Me lo dices a mí o a ti?

El auto se detuvo frente al edificio de Steve, con las luces de la entrada parpadeando suavemente. Había otros autos ya estacionados. Se podía oír una risa ahogada desde el penúltimo piso.

Por unos segundos, ninguno se movió.

—¿Vamos a entrar fingiendo que estamos bien? —preguntó ella, finalmente.

Trataba de verlo a los ojos.

—No es necesario fingir. Con nosotros dos, basta con caminar juntos para que piensen que todo está bajo control —respondió Loki, abriendo la puerta.

—Perfecto... supongo—dijo ella, tomando el vino con el regalo bajando también.

—tampoco es que quiera que se note que me molestó el hecho de que le dieras entrada otra vez—añadió él, cerrando la puerta del auto con elegancia.

—por favor, ya no sigamos con eso —murmuró ella, mientras ajustaba su abrigo.

—bien, digamos que es la tregua por este momento —dijo Loki, ofreciéndole su brazo sin mirarla.

Ella lo tomó. Aún con el dolor en el pecho, no sabía que prefería más, la ley del hielo o si brutal reproche por lo que hizo mal.

Subieron unos cuantos pisos, el iba a detrás de ella, cuando estaban por llegar una figura de cabello rubio y uniforme detrás enfermera se les cruzó por el camino en las escaleras.

Saludo amablemente pero hubo algo que hizo a la pelinegra analizarla más de lo normal. Era linda pero sospechosamente ¿normal?.

—ustedes deben ser amigos del vecino nuevo ¿no?

—si, algo así —respondió el mientras la analizaba.

— les recomiendo que no hagan tanto ruido, los vecinos de arriba suelen ser algo fastidiosos, pero aún asi pásenla bien.

La conversación fue corta y algo extraña, al final nada podía estar tan perfecto, y a lo mejor podía haber algo más ahí que solo una vecina.

Al llegar al piso del edificio la puerta se abrió justo cuando estaban por tocar.

—Ya era hora —dijo Tony, copa de whisky en mano y sin siquiera esperar un saludo. Vestía jeans oscuros y una camisa blanca remangada, más relajado de lo habitual, pero con ese aire sarcástico imposible de apagar—. Pensé que Loki se había perdido intentando buscar algo para no asistir.

— Stark —saludó Loki con una sonrisa diplomática, sin soltar el brazo de _____.—. Qué encantador es encontrarse con la decadencia del capitalismo envuelta en lino italiano todavía.

—tú sigues siendo mi villano favorito, tranquilo que desde mañana ya no me verás más —respondió Tony, haciéndose a un lado para dejarlos entrar.

El departamento de Steve era cálido y sobrio, como él. Paredes beige, muebles de líneas limpias, nada extravagante pero todo bien pensado. Normal y relajado. Había música suave sonando de fondo y un par de platos con bocadillos sobre la mesa. Pepper charlaba con Steve cerca de la cocina abierta, mientras Natasha inspeccionaba los vinos con aire crítico.

Ella lo saludó y él la recibió con un fuerte abrazo, de esos que eran familiares y confortantes.

—Pensé que vivir solo te convertiría en un desastre —murmuró _____ mientras recorría el lugar con la mirada.

—sabes que lo tranquilo es más mi estilo, ___ —rio con su habitual sonrisa patriótica.

Loki lo saludo con un asentimiento de cabeza a lo que el respondió igual. Aún no se acostumbraba mucho a su presencia a pesar de todo.

—¿Qué pensabas? ¿Una cueva de proteínas en polvo y escudos colgados por todas partes? —dijo Natasha, apareciendo a su lado con una copa de vino en la mano saludándola con un beso en la mejilla—. Te sorprendería lo detallista que es. Ordenado, meticuloso... quizás demasiado.

—¿Demasiado? —inquirió _____ con una ceja en alto.

—No estoy diciendo nada —replicó Natasha, bebiendo un sorbo—. Solo que hay gente que limpian su casa como si esperara visitas todo el tiempo.

—Ajá —sonrió ella—. Y por "visitas" te refieres a ti.

Nat la miró de reojo, divertida.

—¿Qué estás insinuando, Stark?

—Nada, Romanoff. Solo que me da gracia como entre más intentan ocultar las cosas más obvio es lo que está pasando.

—Tienes demasiadas horas libres —se burló Natasha—. Aunque, ahora que trabajas para S.H.I.E.L.D., eso se acabó, ¿no?

—ajá. Horarios, oficina compartida y un jefe que parece más molesto que de costumbre.

—¿Fury o Loki?

—Ambos —rió ella.

Natasha alzó una ceja, mirándola con más atención. Había un gesto extraño en su boca, una pequeña línea de tensión en la comisura de sus labios.

—¿Estás bien, S.j?

—Claro —respondió ella demasiado rápido—. Solo... empezamos mal el día.

—¿"Empezamos mal el día" es su forma elegante de decir que se pelearon?

—No fue una pelea. Solo... desacuerdo ridículo.

Natasha entrecerró los ojos, como si pudiera leer más allá del maquillaje. La conocía tan bien que sabía que mentía, vaya todos sabían que era mala en eso.

—¿Y tiene que ver con cierto ex compañero de trabajo que ahora camina por los pasillos de S.H.I.E.L.D. como si no hubiera pasado nada?

_____ bajó la mirada y se acomodó un mechón detrás de la oreja. La conocía tan bien que eso mismo la incomodaba.

—Estoy tratando de manejarlo. Nicolás está en mi entorno laboral ahora. No puedo ignorarlo por completo.

—Pero Loki no es precisamente fan del manejo diplomático cuando se trata de tu pasado —comentó Natasha, con suavidad—. ¿Qué pasó con ellos?

—Nada grave —susurró—. Pero... sí. Hubo tensión. Él lo vio, y aunque no dijo nada fuerte, se sintió como si me hubiera fallado algo en la cabeza solo por hablar a alguien con quien compartí algo.

—¿Tú querías cruzártelo?

Ella se tomó un segundo. Y negó después tomando un sorbo de su agua mineral.

— la verdad prefería evitarlo pero también tenía que recordarme a mí misma que eso ya pasó. Que ahora estoy con alguien más... Pero hablar con Nicolás se sintió familiar. No de una forma romántica, solo... fácil, como cuando solo éramos amigos. Y Loki lo sintió como una amenaza.

—No es una amenaza. Es un punto débil —aclaró Natasha—. Y Loki es muchas cosas, pero no estúpido. Si se siente inseguro, es porque sabe que te hay algo por ahí que te genera conflicto aún.

_____ suspiró.

—No quiero pelear con él.

—Entonces no lo hagas —dijo Nat, dándole un golpecito con la copa—. Pero tampoco finjas que nada te molesta. Hablen. Y no con sarcasmos o indirectas, con la verdad. Él lo va a notar igual.

—lo intenté, pero es tan necio...

En ese momento, Loki apareció a lo lejos. Hablaba con Pepper, ambos con una copa en mano. No parecía molesto, pero tampoco se lo notaba completamente relajado. Su sonrisa era automática, y su mirada —aunque fugaz— buscaba constantemente a _____.

—¿Ves? —dijo Natasha, dándole otro sorbo a su vino—. Aunque sea tan terco te está leyendo como si fueras un idioma que aprendió a la fuerza.

—¿Y qué hago? Intenté todo, pero ahh...

—Lo que haces mejor: lo desarmas con una verdad simple. Y luego lo invitas a la cama si todo falla.

—¿Aquí?

— claramente no, rogers no permitiría que manches su santuario de castidad.

_____ sonrió. A medias, pero con sinceridad.

—Gracias.

—Para eso estoy —respondió Natasha con una sonrisa ladeada—. Además, alguien tiene que asegurarse de que ustedes dos no se maten.

Mientras Natasha seguía con su análisis sobre los gestos de Loki, Tony, que los observaba desde el sofá con la mirada entrecerrada, la conversación con steve pareció perder sentido y el rubio lo noto y simplemente suspiro al imaginarse que vendría. Stark se puso de pie con su copa en mano y se acercó al dios asgardiano, quien conversaba educadamente con potts sobre las diferencias entre el vino de Asgard y el francés.

—¿Todo bien por aquí? —preguntó Tony, interrumpiendo la conversación como quien no quiere la cosa.

—Perfectamente —respondió Loki con su tono habitual de cortesía afilada—. Me estaba ilustrando sobre los méritos del Merlot... aunque sigo prefiriendo el hidromiel.

—Claro, claro. Porque nada dice "civilización" como alcohol fermentado en un barril de guerra. —Tony le dio un sorbo a su whisky y bajó el tono—. Hablando de cosas primitivas... ¿te pasa algo?

Loki entrecerró los ojos, apenas. Tony ya sabía. Pepp solo se deslizo fuera de la conversación, que podría terminar en algo incomodo.

—No particularmente.

—Hm. Me enteré de que se juntaría cierto personaje en el trabajo hace tiempo. Que me imagino ya se cruzaron hoy. ¿No te incomodó para nada ver a tu adorable compañera de vida conversando con el ex como si estuvieran en una especie de remake de "Cuando Harry conoció a Sally"?

—¿Debería?

Tony se lo quedó mirando un segundo largo.

—No soy terapeuta, pero soy su padre. Y aunque parezcas imperturbable, tienes esa cara de "voy a matarlo si se me cruza por accidente".

Loki desvió la vista hacia el otro extremo de la sala, donde _____ reía bajito con Natasha, aunque su expresión aún cargaba con lo no dicho.

—No haré el mínimo esfuerzo si llega a pasar. Sería perder energía a algo insignificante.

Tony sonrió apenas.

— se nota que no te agrada la idea de tener que tolerar ciertas sombras del pasado de mi hija. Pero si crees que voy a quedarme sentado viendo cómo la castigas emocionalmente cada vez que te sientes incómodo, estás muy equivocado.

—No la castigo —dijo Loki, seco.

—A veces el silencio es más hiriente que mil palabras. Lo digo por experiencia —Tony bajó la copa y se cruzó de brazos—. Mira, no me interesa pelear contigo. Pero si van a construir algo lejos de mí, más les vale aprender a hablar como adultos y no como dos genios emocionalmente disfuncionales. Ya tenemos suficientes de esos en esta sala.

Loki respiró hondo.

—yo no quise que lo de hoy se diera así.

—Pero pasó y parece que la culpas como si ella hubiera sido quien planeó todo.

Un silencio denso se instaló entre ambos, hasta que Loki asintió muy levemente.

—Entonces haz lo que tengas que hacer para arreglarlo. Porque aunque no me guste admitirlo... sé que ella te quiere. Y si le rompes el corazón de nuevo, bueno... ya te eh dado las suficientes amenazas para saber que haría contigo.

Tony le dio una palmada en el hombro —un poco más fuerte de lo necesario— y regresó a Pepper como si nada hubiera pasado.

Desde el otro lado, Natasha miraba todo. Se giró hacia _____ y murmuró:

—¿Tu padre y Loki están teniendo una charla sobre sentimientos?

—¿En serio?

—Más bien una amenaza envuelta en diplomacia. Pero sí.

_____ se mordió el labio.

—Quizás... debería hablar con él.

—Hazlo antes de que empiece a creer que lo vas a dejar por Nicolás. De nuevo —bromeó con falsa angustia.

—Nunca lo elegí a él por encima de Loki.

—Lo sé. Sacaste un clavo con otro clavo, Loki no lo vio así.

La velada avanzaba entre copas de vino, comida para llevar en platos elegantes, y bromas cruzadas entre viejos conocidos. Steve, con su usual formalidad relajada, se puso de pie con una copa de vino tinto en la mano. La estancia se quedó en silencio de inmediato, todos atentos.

—Bueno... —empezó, con una ligera sonrisa—. Esto es nuevo para mí. Un apartamento solo, una cafetera que no parece un experimento de laboratorio, y nadie espiando desde el pasillo... aún.

Natasha arqueó una ceja desde el sofá y Lou solo sonrió ante el comentario nada sutil del capi.

—¿Seguro que no tienes micrófonos de SHIELD en las lámparas?

—Lo revisé tres veces —respondió Steve—. Aunque si Fury aparece en la ducha, no me sorprendería.

—Eso no sería lo peor que ha hecho en una ducha, créeme —dijo Tony, brindando desde su copa de whisky—. En fin, Steve, me alegra ver que finalmente le ganaste a la paranoia y diste el gran paso a la adultez post-guerra mundial.

Steve sonrió con modestia.

—Tenía que hacerlo. Este año se siente... distinto. Como si algo se estuviera moviendo.

—¿El destino? ¿La estabilidad? —preguntó Pepper, con una sonrisa curiosa.

—Tal vez. O tal vez sólo quiero aprender a vivir sin tener que mirar por encima del hombro.

Loki, desde el rincón donde estaba recostado en la butaca con una copa perfectamente sujeta entre los dedos, intervino sin levantar demasiado la voz:

—La ilusión de la privacidad es un lujo moderno. Aunque admito que este lugar tiene... carácter. Casi puedo sentir el aroma de las decisiones morales colgando del techo.

—¿acaso eso es un alago? —preguntó Steve, entre divertido y escéptico.

—Es lo más cercano a uno que recibirás de mí esta década —replicó Loki, con una sonrisa elegante.

—Brindemos entonces —dijo Natasha—. Por un Capitán América civilizado, sin guerra, y sin nazis por combatir en un tren... por ahora.

—Y sin hijos —añadió Tony—. Por lo menos hasta que logres usar la lavadora sin tutorial.

Todos alzaron sus copas y brindaron. Las copas tintinearon entre risas, pero desde un rincón del sofá, ____ y Loki mantenían la misma ligera distancia que habían arrastrado desde el auto. No pelearon. No hablaron. Solo compartieron la copa y una sonrisa amable que apenas disfrazaba la incomodidad. Y eso fue todo lo que hicieron el resto de la cena.

El trayecto de regreso fue largo y silencioso. Washington, en su letargo nocturno, parecía cómplice del mutismo. Ninguno de los dos encendió la radio.

Los faros de los autos pasaban como sombras borrosas en el parabrisas.

Él no preguntó.

Ella no explicó.

Las palabras no aparecían, como si ambos temieran que la primera en salir fuera también la que lastimara.

Al llegar a casa, Loki apagó el motor. Ella abrió la puerta sin decir nada. Entraron juntos, en paralelo, sin tocarse.

La puerta se cerró tras ellos.

Y entonces, finalmente, parecía que solo había molestia. Otra vez.

El aire dentro de la casa estaba cargado. No por la temperatura, sino por todo lo que no se había dicho en el auto. Ella pasó primero al interior, tirando sus tacones a un lado, quitándose el abrigo con manos temblorosas, no por frío. Loki venía detrás, callado, con la mirada fija en su espalda, estudiando cada uno de sus movimientos.

—¿Quieres seguir con la misma actitud de la cena? —dijo ella sin girarse, la voz apenas un susurro cargado de rabia contenida—. ¿O vas a decirme qué te pasa por la cabeza de una maldita vez?

Loki se quitó su abrigo dejándolo en el perchero cercano y se acercó a ella, sin prisa. Se detuvo justo detrás, su voz baja, grave, vibrando contra su espalda.

—¿Te molesta que te exprese abiertamente lo que me molesta? Yo, en cambio, tengo que verte sonreírle como si nunca hubiera pasado nada entre ustedes.

Ella se dio la vuelta de golpe. Sus rostros quedaron a escasos centímetros.

—No me hagas esto otra vez —murmuró, mirándolo a los ojos—. No te pongas en ese pedestal cuando tú tampoco eres un santo.

Él respiró hondo, los ojos la delinearon bajo la luz cálida de la escalera.

—No lo soy. Pero tú tampoco.

Se quedaron así, midiendo cada palabra, cada respiración, cada temblor. Hasta que ella lo agarró por la camisa y lo besó con una fuerza desesperada, como si todo el día contenido explotara de golpe.

Loki respondió al instante, sujetándola de la cintura, apretándola contra él como si necesitara reafirmar que seguía siendo suya. La levantó sin esfuerzo, su espalda chocó contra la pared con un leve golpe seco. Sus piernas lo rodearon, sus manos ya buscaban su piel bajo la tela delgada del vestido.

—No pienso ser amable esta vez —murmuró contra sus labios—. No después de cómo me hiciste sentir hoy.

—¿Y qué vas a hacer? —provocó ella, jadeante, desafiándolo.

Loki gruñó, le quitó el vestido de un tirón sin cuidado, dejando su ropa interior de encaje color crema expuesta bajo la luz suave. La miró con devoción oscura, con deseo puro. Se veía tan delicada, tan necesitada de él.

—Voy a recordarte por qué me elegiste.

La llevó hasta la isla de la Cocina sin dejar de besarla, tumbándola con urgencia sobre el mármol. Se deshizo de su camisa y cinturón con un gesto rápido. Sus manos pequeñas recorrieron su cuerpo sin pudor, delineando cada detalle como si lo estuviera reconociendo por primera vez. El se agachó y Louise arqueó la espalda cuando sus labios encontraron la piel suave de su vientre, bajando lentamente hasta su entrada mientras sus dedos la sujetaban con fuerza.

—No te detengas... —susurró ella, con la voz rota de deseo.

No lo hizo. La exploró con su lengua sin contenerse. Su lengua jugueteaba con su clitoris con esa agilidad ya nata en el. Ella lo apretaba con sus muslos y sus uñas se enredaban en el ahora ya desordenado cabello del el.

Cada movimiento fue intencional, cargado de un lenguaje íntimo que solo compartían en esas noches donde la rabia y el amor se confundían. Él la conocía demasiado bien, y ella le devolvía cada caricia con uñas que marcaban su espalda y gemidos ahogados que se escapaban entre jadeos.

Recorrieron de camino hasta la habitación entre tropiezos por las escaleras y el pasillo hasta llegar a la cama para asi estrenarla de la mejor manera. Cuando por fin la tuvo completamente bajo él, y ya estaba dentro de ella sin orgullo entre ellos, Loki la miró a los ojos con un fuego que no se había apagado nunca.

—Dímelo —exigió mientras la penetraba con esa necesidad íntima.

—¿Qué?

—Que soy el único que puede tocarte así. Que soy el único que puede hacerte sentir esto.

Ella se aferró a su cuello, sus cuerpos moviéndose ya al mismo ritmo, al mismo latido. Sus embestidas se hicieron más rápidas, más profundas. La mano de Loki se aferró a su nuca, obligándola a tener su frente pegada a la de él, la levantaba ligeramente de las caderas mientras la apoyaba contra el cabecero de la cama. Sus pechos chocaba contra el torso de él con cada movimiento, como si quisieran fundirse en uno solo.

—Mírate. —Le susurró con fiereza al oído, con la voz completamente enronquecida—. Empapada y gimiendo mi nombre. ¿Y aún así piensas que puedo ser razonable cuando te acercas a ese imbécil en la oficina?

Louise solo pudo soltar un jadeo entrecortado.

—Contéstame —ordenó.

—Siempre has sido tú —susurró con un gemido quebrado sobre sus labios—. Solo tú.

El solo sonrió, orgulloso. Lo demás fue puro instinto. Cuerpos pegados, sudor compartido, respiraciones sincronizadas en un vaivén que se alargó durante minutos que se sintieron eternos. No hubo ternura. Fue necesidad. Urgencia. Reclamarse con la piel lo que el orgullo les negó con palabras.

Y cuando todo terminó, cuando ambos quedaron exhaustos, enredados en las sábanas bajo la luz tenue, él apoyó la frente contra la de ella.

— estoy seguro de que te gusta hacerme enojar a este punto, parece que lo agarraste como pasatiempo favorito.

—por su puesto que no, trataré de no hacerlo de nuevo —respondió, besándolo con dulzura ahora, como un contraste—. Pero si vas a ponerte celoso, al menos disimula mejor la próxima vez.

Él sonrió con esa arrogancia suya, la respiración aún agitada.

—¿Y perder la oportunidad de follarte así? Jamás.

—eres un idiota...

Pero lo abrazó, aferrándose a él como si el mundo se deshiciera alrededor. Esa noche, la casa fue por fin un hogar. Uno lleno de promesas, reproches... y reconciliaciones de las que dejan marcas bajo la ropa.

Pasaron un par de días, y como era de esperarse, el joven Nicolás seguía apareciendo en escena como si su contrato incluyera "interrupciones no solicitadas". Claro que ahora tenía una excusa: el trabajo. Nada como la palabra "protocolo" para justificar su presencia constante.

Loki lo toleraba. O al menos, fingía hacerlo. Pero cada vez que veía al hombre cerca de ella, se le endurecía la mandíbula. No decía nada. No tenía que hacerlo. Cada noche, se encargaba de recordarle a _____ de manera muy clara —y muy física— a quién pertenecía ella y su cuerpo.

En el Triskelion, las mañanas se habían vuelto rutina: informes, pasos apresurados, llamadas entrecortadas, café derramado y rostros demasiado serios. Entre todo eso, el sonido más reconocible era el inconfundible taconeo de _____ Stark cruzando los pasillos con precisión quirúrgica.

Vestida como si no hubiera nacido para otra cosa más que para mandar, sostenía en una mano un café helado y en la otra una tableta repleta de resultados de laboratorio, mientras bajaba mentalmente a medio equipo por el último fallo en las pruebas de estabilidad energética de una turbina.

—Si no mirás por dónde vas, te vas a romper la nariz contra una pared. Y no pienso cubrirte la cirugía —dijo una voz burlona justo detrás de ella.

Louise se detuvo en seco. La reconoció de inmediato, demasiado familiar para ella.

—Nat —dijo, sin girarse aún. Luego lo hizo, con una sonrisa en los labios—. Qué gusto oírte amenazar mi nariz tan temprano.

—Siempre a tu servicio —respondió Romanoff, luciendo impecable, como si el caos alrededor no le afectara ni un poco—. ¿Todo en orden por aquí? ¿O ya se prendió fuego otra de esas cosas gigantes?

—Todavía no, pero el día es joven —dijo la pelinegra, alzando su café—. Mientras tanto Nicolás sigue apareciendo como si me debiera la vida, y Loki se está quedando sin paciencia. O sin ideas para esconder un cuerpo, no estoy segura.

Nat sonrió con esa expresión que no le sorprendia pero que aun asi le generaba gracia.

—Él tiene práctica. Y motivación —replicó mientras se acomodaba la chaqueta de cuero—. Solo te diré que si alguien termina lanzado por una ventana, no estaré sorprendida.

—Tú solo avísame para revisar las cámaras de seguridad —dijo ____ con un guiño, comenzando a caminar de nuevo.

Natasha la acompañó unos pasos, antes de detenerse junto a una puerta cerrada.

—Bueno, yo tengo una cita con el Capitán del siglo. Algo tranquilo. Sol, mar, cosas que explotan.

Lou la miró de reojo, con una ceja arqueada.

—¿Vacaciones? Vaya que si van rápido, a este paso tendré un sobrinito —bromeó a lo que Natasha solo puso los ojos en blanco.

—Llamémosle así —respondió Nat con una media sonrisa—. Océano Índico. Casi suena romántico, ¿no?

—Con Steve Rogers solo me espero una luna de miel vintage.

—yo le agregaría piratas y unos rehenes —agregó Nat, lanzándole una mirada cargada de algo que era precisamente información que se suponía que ser clasificada.

—volverás pronto?

Ella hizo un gesto que parecía decir "puede que sí puede que no"

—muy bien arañita cuídate. Y si ves un misil, no lo abraces —dijo ____ con fingida preocupación.

—¿Y perder la oportunidad de sentir lo que tú sentiste con la máquina de Selvieg? Jamás.

___ la miro mal por recordar aquella experiencia con el portal mágico aunque no pudo no evitar reír al recordarlo. La espía respondió igual y con un saludo elegante, Natasha se giró y se perdió entre los pasillos con la precisión de una sombra entrenada.

_____ se quedó un segundo mirando la dirección por donde se había ido, antes de volver a mirar su tableta.

Café en mano, problemas en el horizonte. Lo de siempre.

¿Que mas podría pasar?

✩｡:•.───── ❁ ❁ ─────.•:｡✩

A estos les gusta pelearse, solamente por las reconciliaciones 🫣

Gracias por disfrutar este doble capítulo del maratón de The Winter Soldier.
Sí, gemidos, caos y emociones al límite... lo justo y necesario.

El próximo capítulo sí viene, pero se va a demorar un poquito. Tuve una calamidad personal (fallecimiento de mi abuelita) y necesito un respiro ya que fue repentino...

La idea es subirlos entre hoy o lunes, así que paciencia, amor y no me denuncien por abandono y menos por calumnia.

Gracias por la paciencia, por el apoyo, por los comentarios, los gritos y los corazoncitos. En serio, lo valoro más de lo que puedo explicar.

Nos vemos en unas horas o un día... pero nos vemos.
Y cuando vuelva, volverá con todo. 🔥

Les amooo No me olviden. (Pero tampoco me exijan, que lloro fácil). 💕